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jueves, 29 de agosto de 2019

El caso del barbero

Razonaba Patricio Nbe en su viejo blog que «nunca se ha hablado entre los colonos de las ejecuciones de blancos peninsulares y españoles por parte de sus homónimos que parece ser que hubo en los primeros días de la guerra, ni siquiera de las batallas de la guerra civil en Guinea».

Es cierto; más allá del fusilamiento de Luis González Peña, resulta muy difícil rastrear a los desaparecidos, presos, represaliados o muertos, como tampoco sabemos de los dos soldados indígenas fallecidos en la batalla del río Ekukú.

La caída de Santa Isabel el 19 de septiembre daría lugar a lo que Lorenzo Bela definía con horror como «gran palabra tienen los blancos...» consternado al ver hasta una veintena de europeos detenidos -cosa nunca vista en la Colonia-. De esos veinte y su destino... tan sólo sabemos del tiro accidental que recibió el dueño del Chiringuito.

De igual forma que contábamos en La batalla y los Mártires y en La huida, que fueron 17 los muertos anónimos en el hundimiento del "Fernando Poo".

Esos 17 muertos anónimos están documentados sin muchos detalles tanto por la prensa republicana, como por la prensa del movimiento, ya que la propia "Gaceta de Tenerife: diario católico de información", en su edición del 21 de noviembre de 1936, recoge el relato y fotografías del tercer comandante del "Ciudad de Mahón": Ángel García Uzariaga cuenta que el "Fernando Poo" «rápidamente se hundió, pereciendo ahogados gran número de rojos, entre ellos el cabecilla de la subversión».



Acompaña la narración con una imagen del cuerpo en el agua, de «el cabecilla de los rojos que dirigía el tiroteo desde el "Fernando Poo", en cuya bodega quedó sepultado».

Igualmente, el Capitán Emilio Ley Arata, director de la Trasmediterránea, afirmaba el 12 de noviembre de 1936 en un artículo de La Prensa: «Los oficiales del barco casi todos son rojos. El oficial que se exceptúa de haber estado de parte de los marxistas es el señor Devesa, casado con una joven de Las Palmas, de familia muy conocida. El Capitán del Fernando Póo, don Antonio Pasaje Respeto (sic), estaba también de parte de los rojos. Resultó muerto en el accidente del Fernando Poo el primer maquinista Eduardo Selma, marxista.»

Tras el bombardeo de Bata se sucederán igualmente las detenciones y paseíllos.

Así, tras instruir diferentes causas, del África ecuatorial se deportarían 150 presos para el penal de Gando, entre tripulación superviviente del Fernando Poo, funcionarios y ciudadanos del territorio.

Pero pongamos un ejemplo concreto: El caso del barbero Caparrós.

Sabemos que existió, y que no es un personaje literario de Ángel Miguel Pozanco, ya que son varios los testimonios al respecto.

La crónica franquista otorga precisamente a Caparrós un papel protagónico: «Desde que llegó a Bata [el vapor Fernando Póo], su Comité de control, compuesto de elementos ácratas de Barcelona, que preside un tal Caparrós, se instala en tierra y asume todas las funciones gubernativas. La autoridad de Hernández Porcel está anulada».

El misionero Amalio Esteban asegura en la rectificación de su declaración que junto al motor del bote que le llevó preso al buque Fernando Póo se encontraba «el que llevaba una camisa especie de pijama, el barbero según las señas». Es decir, el barbero Caparrós no era una ficción de Pozanco.

Concuerda con el del grumete Juan Fernández Hermo, de la tripulación del Fernando Póo que declara al Tribunal Militar Territorial 5, en la Causa 24 de 1937, que «al oír el primer cañonazo se refugió en el oficio de 2ª con las camareras» y que «considera como elementos peligrosos al barbero Caparrós y a Antonio Tarí». O el el Médico Antonio Fuertes Villavicencio que se refiere a él en su declaración como «delegado de la F.A.I.».

Igualmente, el segundo Cocinero Fernando Barba Macero declarará a su vez que «el Comité rojo lo formaban el barbero Caparrós, Antonio Tarí, el cuarto Maquinista Filló, el marinero Calvo y el Engrasador Domingo López».

O el tercer oficial Jacinto Devesa Paredes, que «dice haber sido él quien puso la bandera blanca en el asta de popa [del Fernando Poo]», y que «considera el elemento más extremista del barco al Barbero Caparrós.(...) Sabe que andaban con fusil; Manuel Bauzá, Martorell, un cocinero y el barbero (todos desaparecidos)».

Resulta inquietante ese «todos desaparecidos» afirmado por el tercer oficial... especialmente porque la crónica franquista de la jornada recoge que «Desde las mismas lanchas se ordenó a la gente que aparecía sobre cubierta que levantase las manos. Momentos después los soldados estaban a bordo y se les rendían cuarenta tripulantes, entre los que figuraban el capitán Pasajes, el hombre primer oficial Muñoz y el radiotelegrafista Francisco Pérez y Caparrós, presidente del Comité del control».

En cualquier caso, otros desaparecidos fueron incluidos en el auto de procesamiento posterior como "ausentes", algo no que ocurre con Francisco Caparrós.

Francisco G. González, integrante del Batallón de Voluntarios Patriotas de las Palmas, publica la crónica de la toma de Bata en "El Nacionalista". En ella, le dedica un párrafo la ser detenido en el Fernando Póo por los expedicionarios: «Otro tipo tan repulsivo y de más mala entraña es el barbero de a bordo considerado como uno de los principales jefes y portador de cantidad de municiones, pistola y varias bombas. Este pobre iluso que para mayor infortunio suyo, tiene los ojos bastante torcidos, gozaba haciendo sufrir a todas aquellas personas que él consideraba como nacionalistas y por tanto destinadas al sacrificio». 

A su vez, Ángel Miguel Pozanco señala en "Guinea Mártir - Narraciones, notas y comentarios de un condenado a muerte" que Caparrós, del comité de a bordo, fue asesinado por los facciosos cuando el Ciudad de Mahón se dirigía a Santa Isabel:
Nos contaron la manera inhumana con que llevaron a efecto este asesinato los fascistas. Un moro, al conjuro de las palabras "éste, incomunicado", le segó la cabeza de un golpe de alfanje, después de haberle martirizado horrorosamente.
O como relata La Guinea Española en el primer aniversario de la "liberación" de Bata: «Al más cínico-acometivista- provocador y bravucón del Comité del Fernando Póo, tal vez por ser buen manejador de navajas barberas... en aguas mismas de Bata recibió su digno merecido: él que tanto se vanaglorió de que cortaría el cuello a los Padres».

Fueron 150 los presos "coloniales" hacinados en campo de concentración del viejo Lazareto de Gando... pero el barbero Caparrós, nunca apareció.

Imagen del campo de concentración del Lazareto de Gando en Gran Canaria
(Cortesía de Fernando Caballero Guimerá).
En "Los campos de concentración de Franco" de Carlos Hernández de Miguel.

martes, 20 de agosto de 2019

Gran palabra tienen los blancos

«...el ejército nacionalista compuesto
de italianos, alemanes, polacos,
portugueses, rumanos, negros de Fernando Poo,
cuentan desde hace unas semanas...»
La historiografía franquista desvincula a la población local de la guerra civil: sufrirán el resultado del conflicto, pero éste se restringirá a la población europea del territorio en una especie de pacto de silencio tácito para evitar cambios en el statu quo colonial.

Según Francisco Martos Avila, Juez de 1ª Instancia de los Territorios Españoles del Golfo de Guinea, la población local permanecerá como mera espectadora. Lo expresa a través de Lorenzo Bela, el cual «como todos los demás bubis está consternado al ver hasta una veintena de europeos detenidos -cosa nunca vista en la Colonia- y afirman con horror, presos de un incontenible pánico, presagiador de grandes males: "gran palabra tienen los blancos..."».
Según ese relato, la población indígena -militares incluidos- tan sólo habrían sido observadores no participantes de la alternancia entre europeos, y de disputa de «blancos contra blancos», limitándose a respetar a la autoridad de turno.
Concuerda con Ciriaco Bokesa Napo, el cual en El Patio recoge la afirmación de que «como bien se dignaron informarme los octogenarios D. Alfredo Mpesó y D. Carlos Peleté, “la guerra civil española era cosa entre blancos aquí en Santa Isabel; nosotros, los indígenas, pasábamos de ello”».

Pero ¿es eso cierto?

Al igual que cuesta rastrear información sobre el conflicto entre europeos... en lo que a la población local se refiere, ésta está invisibilizada. A través de este paseo por la Calle 19 de Septiembre de la vieja Santa Isabel podemos rescatar indicios de que no fueron meros espectadores.

Armemos el puzzle:

1938. Pza. de Santa Isabel.
Misa de campaña por los muertos en la guerra.

«El ingeniero Luis Sánchez Guerra, gobernador general, asustado por el ambiente levantisco recién importado de la metrópoli,declara el estado de excepción ya el 5 de junio de 1936 y pide urgentemente un barco de guerra para calmar los ánimos. El 24 de junio llega a Santa Isabel el crucero Méndez Núñez».

Nos contextualiza Luis Eugenio Togores Sánchez en "El alzamiento y la guerra en la colonia de Guinea española" (1990): 

«Lo único que enturbió esta tranquilidad en los días que precedieron a la Guerra Civil fueron algunos rumores respecto a un alzamiento nativo, lo que originó el estado de alerta de la Guardia Colonial, y la petición de que fuera enviado un crucero, el Méndez Núñez, a Santa Isabel, donde llegó el 24 de junio.
El pequeño Frente Popular local, incitado por los marineros del Méndez Núñez, acometió algunas acciones, como la realización de un mitin en el que se incitaba a los negros a sublevarse contra los blancos, así como la prohibición de la catequesis y el cierre de algunas iglesias, pero sin llegar a producirse brotes destacables de violencia.

El guineano Donato Ndongo nos narra en estos términos lo ocurrido el día del alzamiento en Santa Isabel: “Cuando se anunció en la tarde del 18 de julio la sublevación de las tropas estacionadas en Marruecos, nadie se inquietó”.

Los coloniales se mantenían tranquilos ante los frentes populistas, salvo en la cuestión de incitar a los negros a la sublevación, en tanto que la Guardia Colonial permanecía fiel al Gobernador. El propio gobernador manifestaba una cierta preocupación en relación a la población negra, como demuestran las siguientes líneas escritas a un amigo: “estamos abocados a que la población negra de las islas y el continente, que suma 150.000, se subleven y nos arrojen al mar sin distinción de banderas”. Primaba el espíritu colonial sobre el metropolitano en amplios sectores de la población».

Tras la toma de la ciudad la noche del 18 de septiembre, cuenta Juan Ramírez Dampierre -Vicecónsul portugues en Fernando Poo-, que: «Los presos políticos en número de cuarenta, están bien guardados y vigilados por las milicias, como también bien tratados, pudiendo recibir de sus casas o pensión las comidas y todo lo que necesiten para su uso personal, pero sin comunicación con el exterior del enorme barracón de cemento, donde se encuentran muy bien instalados bajo rigurosa vigilancia. Entre ellos hay media docena de funcionarios de la Secretaria General del Gobierno, cuatro de la Administración de Hacienda, tres de la Administración de Correos, incluyendo el propio Administrador y varios particulares, algunos sin importancia, además de dos negros. También el capitán del Puerto se encuentra entre ellos, señalado como Gobernador Central Comunista».

Escaramuza de Bolondó
según la iconografía franquista.
El triunfo del golpe de Estado en la isla, genera un levantamiento en armas en el continente que -seguimos con L. Togores- se resolvió «tras un pequeño combate -sólo hubo dos bajas, y ambos nativos de la Guardia Colonial- entre nacionalistas y republicanos cerca de Bolondó, a orillas del río Ekuku, donde el avance de los nacionalistas continentales fue frenado tras ser amenazados con fusilar rehenes, se produce un canje de prisioneros y la salida de los nacionalistas de territorio continental por medio del vapor alemán Wakama y del sueco Aodrin hacia Camerún y Gabón, para luego, con la mayor brevedad, pasar a Santa Isabel».

Como señala Wharton, «a nivel práctico, fue la población nativa la que sufrió las privaciones y bajas de la Guerra Civil, debido a que ambos bandos los reclutaron forzadamente para formar parte de sus tropas como soldados de a pie y a que la escasez de comida afectó fundamentalmente a la población nativa y, en particular, a los niños».

Mientras, según el vicecónsul portugués, en la isla «el número de presos políticos o sospechosos, continúa creciendo y algunos que habían sido puestos en libertad, poco después, por considerarlos inofensivos, fueron de nuevo capturados al hacerse nuevos registros en sus domicilios o por haber nuevas denuncias contra ellos».

Con la llegada del Ciudad de Mahón, se produce el hundimiento del Fernando Poo y el consiguiente bombardeo de Bata. Rodrigo Miralles, testigo del bombardeo escribe al Diario de Almería desde su exilio en Camerún: «Después de bombardear el barco, el Ciudad de Mahón empezó a disparar sobre Bata, sin tener en cuenta que es una población indígena y que los negros están al margen de toda lucha entre nosotros. Poco podíamos hacer con nuestro medio centenar escaso de roñosos mosquetones contra los cañones y ametralladoras del Ciudad de Mahón...».

Cuenta Ángel Miguel Pozanco que «los fascistas, llegados desde Canarias, estaban asistidos por un tabor de regulares, trescientos milicianos falangistas y una centuria de coloniales. Nos fueron hechos varios prisioneros, en los que la sevicia característica fascista se empleó inhumanamente. Resultaron muertos varios europeos e indígenas leales a nuestra causa».

Tras el bombardeo de Bata, las tropas marroquí son desembarcadas, y -según Pozanco- «no respetaron nada ni a nadie». Tras la marcha del Ciudad de Mahón rumbo a Santa Isabel, donde es recibido por las autoridades franquistas, «la nueva guardia marroquí controlaba todo [en la zona continental] y cometió toda clase de abusos incontrolados con los nativos, muchos de los cuales también emigraron al Camerún». En "La guerra que vino de África", Gustau Nerín afirma igualmente que «las razzias alcanzaron la lejana Guinea; allí los áscaris de Ifni se llevaban todo aquello que deseaban de factorías y viviendas», así como que «las violaciones no constituían un mito. Los oficiales de unidades marroquíes permitieron que sus hombres cometiesen abusos sexuales en muchos puntos de Andalucía y también en la Guinea Española».

Gustau Nerín documenta también la huida de los republicanos ante el bombardeo y desembarco en Bata, los cuales «se iban a pie, en condiciones extremas, porque habían abandonado sus hogares lo más rápido posible. Según algunos guineanos, testigos de la huida, había incluso niños blancos desnudos».
El repliegue acaba generando un fuerte tiroteo -cuando el brigada Fontanet, que decide resistir en Ebebiyin, ultimo puesto antes de Camerún,- en el bosque de Kangañe, en la desembocadura del río Utamboni, con bajas en ambos bandos.


Terminado el conflicto armado, nos cuenta Donato Ndongo-Bidyogo en Franco no ha muerto en Guinea Ecuatorial. Proyección del fascismo en el golfo de Guinea entre 1935 y 1945 que «Son de un marcado carácter represivo las primeras disposiciones de la cabeza visible del Nuevo Estado en la colonia, el teniente coronel Luis Serrano, jefe de la Guardia Colonial. Destaca la prohibición del abono de nóminas “sin la presencia del interesado”, orden destinada a suspender de empleo y sueldo a los empleados que hubiesen huido o estuviesen presos, y facilitar la localización de los escondidos; decretó la baja de cuantos funcionarios prestaran sus servicios en la Guinea continental “hasta tanto se depure individualmente su conducta”; el Gobierno General incautó todos los bienes de las “personas desafectas al Movimiento Salvador de España”, consideradas tales los detenidos por haberse opuesto directa o indirectamente a la sublevación. Desde el 20 de octubre, ningún funcionario podía percibir haberes con cargo a los presupuestos generales de la colonia o cualquier otro organismo público, semipúblico o que tuviese préstamos de entidades oficiales, sin antes adherirse al nuevo régimen mediante juramento solemne de “absoluta fidelidad y lealtad”, disposiciones que afectaban por igual a colonos y nativos. Los misioneros claretianos recuperaron el monopolio de la enseñanza y todas las prerrogativas y prebendas de que gozaban antes de la proclamación de la República.

La ordenanza del 28 de septiembre determinó que la enseñanza en la colonia debía responder “a las conveniencias nacionales”; los juegos infantiles, obligatorios, tenderían “a la exaltación del patriotismo sano y entusiasta de la España nueva”, y se debía informar a la autoridad “toda manifestación de debilidad u orientación opuesta a la sana y patriótica actitud del Ejército y pueblo español que siente a España grande y única, desligada de conceptos antiespañolistas que solo conducen a la barbarie”. Al amparo de esta orden, y del bando que había declarado ilegales “la masonería y demás asociaciones de naturaleza secreta”, fueron represaliados muchos auxiliares indígenas que habían mantenido relaciones de amistad o habían protegido de cualquier forma a simpatizantes del Frente Popular, incluidos sus criados y cuantos se mostraron receptivos a las ideas antifascistas, o, simplemente comentaban con desaprobación la brutalidad de la represión desencadenada entre septiembre y diciembre de 1936. Asociaciones clánicas y tribales fueron perseguidas, la religión católica restablecida como única y obligatoria, y algunos jefes de poblado, incursos en cualquiera de las múltiples “responsabilidades” introducidas por la nueva legislación, fueron deportados a la isla de Annobón, de donde muchos no regresaron».
  • Es dificil obtener la información, pero entre esos nativos represaliados estaría, por ejemplo Armengol Nicol, que según el juez Francisco Martos Avila, sufrió una paulatina degradación, física y moral, ya que le «"hicieron mella en su espíritu, blando como la cera, la propaganda del Frente Popular que entonces, durante la figurada estancia de Armengol en España, comenzaba a manifestarse en la Metrópoli". A su vuelta, ese supuesto proceso degenerativo se vería acrecentado: en su malestar el exbecario "empieza a germinar el espíritu rebelde de un descontento, de un injustamente tratado, de un traidor...". En definitiva, se le acabará retirando el reconocimiento de emancipado (lo que supone la muerte civil) y -tras la información de su arresto por apoyo al Gobierno republicano- se pierde su pista...». 
  • Por el contrario, Jesus Maria Bakale estudiante para perito agrícola, «quien había sido becario en España y se le retiró la beca, por sus ideas antimarxistas» según el gobernador Fontán, por lo que a inicios de 1939 le recomendaba para un empleo público. Aunque el periódico La Guinea Española -nada sospechoso de ser pro marxista- en su edición del 28 octubre de 1934 arremetía contra él con un contundente «no hay derecho a que aprovechándose de unas ocasiones o circunstancias saturadas de un nerviosismo acentuado cual es el producido por la actual lucha social que afecta a todas las naciones, se llegue a la villanía de calumniar y mentir de una manera tan desenvuelta como lo hace».
  • O el desconocido guardia colonial Simón N'Ganye Camerún, detenido tras la toma de Bata e internado con los 150 coloniales en el campo de concentración del viejo lazareto de Gando, en Las Palmas. Finalmente, fue juzgado en consejo de guerra el 22 Junio de 1938, en el salón de actos del RIC-39 en La Isleta. Se puso así fin a los casi dos años de prisión entre Santa Isabel y Las Palmas, al ser absuelto por la circunstancia eximente de "obediencia debida" (le ordenaron desarmar a un Oficial que hizo ademán de defenderse antes de su detención, poniéndole el fusil en el pecho).
Razonaba Patricio Nbe en su viejo blog que «nunca se ha hablado entre los colonos de las ejecuciones de blancos peninsulares y españoles por parte de sus homónimos que parece ser que hubo en los primeros días de la guerra, ni siquiera de las batallas de la guerra civil en Guinea», lo cual concuerda con Francisco Sánchez Ruano, quien afirmaba en Islam y Guerra Civil Española: moros con Franco y con la República que tras la caída de Bata «los prisioneros españoles y guineanos que hicieron los canarios fueron fusilados en su mayoría, y si en el caso de los españoles izquierdistas sí puede entenderse en la mecánica represiva de los rebeldes en España y Marruecos, no es fácil comprender el motivo de la represión con los guineanos, pues los negros solían obedecer por simple costumbre a los españoles que mandaban. Pero los rebeldes encargaron al cabo camerunés Bonifacio Bonibey denunciar a todos los guineanos fieles a la República, siendo detenidos y deportados a Annobón».

Y en ese caso, la lista de donantes de las 10.353,65 pesetas para la República, en la que abundaban apellidos de orígen africano y fernandino, como Barleycorns, Roku, Muañache, N'guema, N'sé, Obiang, Esono, Estrada, Modipo, Boneke, Otanga, Bolopá, Eyeme, Eyanga, Ebute, Noula, Upolo..., se convirtió en prueba inculpatoria: nunca fue tan fácil tirar de la manta, como con La Gaceta de Madrid del 5 Noviembre 1936.

O con aquellos que integraban algunos de los talleres masónicos: En el imprescindible Guinea Ecuatorial (des)conocida: (Lo que sabemos, ignoramos, inventamos y deformamos acerca de su pasado y su presente), se recoge cómo la población local en la búsqueda por ascender socialmente en se incorpora a la Logia Fernandina, junto a liberales y republicanos españoles. En PARES tiene ficha del Tribunal Especial para la Represión de la Masonería y el Comunismo, entre otros, Guillermo Barleycorn Beckley (archivada por ser súbdito inglés), Eduardo Barleycorn Atti, los hermanos Abilio y Manuel Balboa Arkins o Daniel Macati Kinson... Especialmente revelador será este testimonio de «Edward Barleykorn, (...) Como de pasada, mencionó que, al final de la guerra civil española, le habían embarcado rumbo a España junto con otros masones. Los masones blancos habían sido ejecutados por los franquistas; él, que pertenecía a una logia de Sierra Leona, quedó libre».

Con respecto a la participación de guineanos como combatientes,«J. Lahsen -aclara Francisco Sánchez Ruano- citó antes a cinco guineanos que combatieron en el 1º tabor de Tiradores de Ifni, episodio de los más ignorados de la guerra, hasta tal punto que los historiadores guineanos desconocen la cifra exacta de los sodados guineanos de Franco, apuntando más de cien. La situación era compleja pues los negros de Guinea hispana no eran personas jurídicas, pese a que la Guardia Colonial -la antigua Guardia Nacional Republicana- pasó al ejército de Franco el 24 de octubre de 1936. No obstante -en la guerra todo es posible por pura necesidad-, el decreto de 29 de agosto de 1936 les permitió su incorporación al Tercio; probablemente porque entonces cualquier español o extranjero podría dar no sólo nombre supuesto sino cualquier nacionalidad y edad. Es por lo que los voluntarios guineanos fueron embarcados en los puertos de Santa Isabel y Bata, desde el 1 de diciembre de 1936, con destino a Marruecos donde los incorporaron a unidades con otros negros de otros países: Mauritania, Senegal y Mali, entonces colonias francesas.»

Es curioso, sin embargo, los testimonios de participación en el frente de los ecuatoguineamos. Aunque fueran pocos, los hubo. Como muestra:

Grey, era una especie de botones, sin horarios. Eso le salvó de trabajar en las duras canteras.
Ahora bien, estaba a la merced de los impulsos asesinos de los oficiales para los que servía.
  • Lucía Mbomío nos cuenta de «uno de los negros que tuvo la desgracia de pasar 4 años de su vida en ese infierno nazi fue José Carlos Grey Molay. En su ficha de entrada ponía que era voluntario español rojo originario de Cataluña. Era negro. En realidad venía de Guinea Ecuatorial, antigua colonia española. Fue a España a estudiar medicina, en Cataluña aprendió el idioma y se integró en el movimiento de defensa de la república. El avance franquista provocó que, como tantos otros, se desplazara a Francia, lugar en el que se integró en la resistencia contra el movimiento de Petain. En 1941 le capturaron y le llevaron a Mauthausen». Saldrá del campo de concentración con la liberación del mismo, apátrida como exiliado republicano y sin una Guinea Ecuatorial a la que regresar. Morirá en los 80 nacionalizado francés.
  • En el otro extremo, Juan Manuel Tray, falangista, veterano y mutilado de la Guerra Civil, que llegó a presentarse -infructuosamente- como voluntario de la división azul. Fue el militar ecuatoguineano de mayor rango en el ejército español, pero el conflictivo proceso de consolidación de la república de Guinea Ecuatorial le costaron su carrera militar. 
Un soldado negro atendido por una enfermera en un hospital de la España franquista. (Fotografía de la BNE incluida en Islam y Guerra Civil Española: moros con Franco y con la República de Francisco Sánchez Ruano)
Tray es el tercero por la derecha. Fotografía tomada en la base aérea de Los Llanos, en Albacete, en el año 1947.

  • Adolfo Obian Biko resume igualmente el caso de Rafael Ndong Asue, el Sargento Guerra Tonga, que «a los 25 años de edad luchó con las tropas nacionalistas del general Franco y dirigió las operaciones militares que dieron lugar a la liberación del Río Muni de las fuerzas republicanas contra Franco en Guinea. Se dice que durante la guerra liberó heroicamente a muchos españoles, entre otros sacerdotes y monjas encarcelados por las tropas comunistas opuestas a Franco en Bata. Su actuación durante la guerra civil le mereció el honor y numerosas condecoraciones militares. (...) En 1957 fue despedido del ejército y confinado en su pueblo natal de Ekumanguma (Río Benito) por haber zurrado a un instructor español de la Guardia Colonial en Akurenám (Rio Muni) (...) Murió en su pueblo un 18 de octubre de 1965, abandonado en la miseria y sin recompensa financiera ni material de España tras 45 años de servicio militar español».

Los denominados "falangistas morenos".
Concluye Donato Ndongo-Bidyogo que «aunque pocos guineanos participaron activamente en la Guerra Civil -tema aún por estudiar en profundidad-, debido a consideraciones demográficas, climatológicas y por el costo del transporte e instrucción, la temprana adscripción de Guinea a la Zona Nacional determinó su clasificación como “territorio de aprovisionamiento”. Sus recursos humanos se aplicaron a la producción de aquellos bienes necesarios para las necesidades de la guerra en la Península». O en palabras de Gustau Nerín, «en Guinea Ecuatorial no se efectuó ninguna leva masiva, ya que la mano de obra autóctona era necesaria para las plantaciones de productos tropicales, que resultaron esenciales para la economía de guerra».

Sobre el uso del territorio ecuatorial como el granero en la retaguardia, lo recogemos en varias entradas del blog, ya que esa labor de financiación tuvo necesariamente que recaer sobre las espaldas de la población local.

Al final, la "gran palabra" no fue sólo cosa de blancos.

Lo que no queda tan claro, es si en el Monumento a los Caídos de Punta Fernanda o en el de Kogo se guarda también memoria por los muertos ecuatoguineanos.

jueves, 15 de agosto de 2019

Els catalans de Guinea

Recordáis nuestra entrada Los catalanes de Fernando Poo?

No podía faltar el programa Els catalans de Guinea de TV3:



Reportatge d'Antoni d'Armengol pel programa "30 minuts" de TV3, emès el 28/07/2014.

El "30 minuts" s'endinsa en l'última etapa colonial a través de la memòria dels catalans. Un equip de reporters recupera imatges inèdites de la vida colonial i de líders guineans. El gener de 1964, ara fa 50 anys, entrava en vigor a Espanya la primera i singular autonomia després de la Guerra Civil. El règim autònom atorgat per la dictadura del general Franco no era per a cap de les nacionalitats que ja l'havien tingut durant la Segona República i que ho havien estat reclamant històricament, sinó per a una de les últimes colònies espanyoles a l'Àfrica, la Guinea Espanyola. El "30 minuts" d'aquest diumenge recupera la veu d'alguns dels catalans que van viure a l'excolònia i moltes de les imatges que van enregistrar amb les càmeres de super-8 que es van començar a popularitzar a l'època. Algunes d'elles són documents històrics d'un valor excepcional, per l'escassetat de fonts documentals de tota mena d'aquell període. 

El documental se centra en el paper que van jugar els catalans en l'excolònia espanyola. De fet, aquesta vinculació comença a la segona meitat del segle XIX, quan uns quants aventurers van a un territori africà pràcticament oblidat per l'administració espanyola. A principis del segle XX, aquests "emprenedors" han establert els seus negocis de cafè, cacau i fusta aprofitant els avantatges del règim colonial i la pressió evangelitzadora dels missioners claretians de Vic, la majoria també catalans. Abans de la guerra espanyola, Barcelona és el principal port d'anada i tornada de mercaderies i passatge a la Guinea Espanyola i, en paraules de l'historiador Jordi Sant, es converteix en la metròpoli colonial. Aquesta vinculació farà que molts guineans vinguin a Barcelona a estudiar i a viure llargues temporades. 

És en aquesta època que empreses catalanes com Frapejo, Vila i Morante, Sumco, Blasco S. A. i moltes altres comencen a crear un imperi econòmic que s'allargarà pràcticament fins al 1969, any en què la dictadura de Francisco Macías expulsa tots els espanyols. 

El documental analitza el període final de la colònia, a través de la memòria de colons, guineans autòctons i alguns dels pocs protagonistes que queden d'aquella època, com el polític Adolfo Obiang Biko, un dels fundadors del Monalige, principal partit independentista guineà, o el comandant de la Guàrdia Civil Luis Báguena. També compta amb la col·laboració dels pocs investigadors que han estudiat l'època colonial, com l'historiador i antropòleg Gustau Nerín i la doctora en Ciències Polítiques de la Universitat Autònoma de Madrid Alicia Campos. Malauradament, ni el polític madrileny Miguel Herrero, un dels redactors de la Constitució guineana del 1968, ni el primer ambaixador espanyol Juan Durán Loriga, han volgut intervenir en el rodatge. 

Per a l'elaboració del programa s'ha fet un extensiu procés de recerca documental de les poques imatges que han arribat fins a l'actualitat. Per això són tan importants les filmacions familiars enregistrades amb les càmeres de super-8. Gràcies a la col·laboració dels antics residents a Guinea s'han pogut recuperar imatges inèdites, no només de la vida quotidiana a la colònia, sinó de mítings polítics, d'alguns dels principals líders guineans, inauguracions d'obra pública, desfilades militars i de la festa del dia de la independència, el 12 d'octubre de 1968.

jueves, 8 de agosto de 2019

... y ¿tomar fotografías?

Embajada de España en 1968,
en el inaccesible paseo
de Punta Fernanda.
Veíamos en Permiso de turismo las limitaciones para la movilidad en el país... Pero ¿y tomar fotografías?

Cuenta Juan Valbuena en Ojos que no ven, corazón que no siente que:

«Ser fotógrafo no ha sido nunca fácil en Guinea Ecuatorial. Controlar la toma y difusión de imágenes parecía  posible a finales del siglo XX. Bastaba con aumentar la vigilancia sobre los fotógrafos extranjeros y legislar cuidadosamente la actividad de los fotógrafos guineanos. El gobierno de Guinea Ecuatorial en su decreto del 20 de mayo de 1991, reguló el Ejercicio de la Fotografía y el Libre Acceso a todos los Lugares de Interés Turístico en el Territorio Nacional. En ese texto, con cinco artículos y tres disposiciones, se anticipaban las grandes cuestiones de nuestro tiempo sobre dónde fotografiar y para qué, también se intentaba discernir entre el turista, el fotógrafo ambulante , el de prensa o el profesional con estudio propio. Papel mojado. El poder de las imágenes da miedo al propio Poder y la arbitraria distinción entre tipos de fotógrafos y sus intenciones es una tarea compleja que propicia el abuso (...)»
En 1998 la revista El Patio,
ya recogía expresiones de malestar.

En un plano más personal, los relatos de turistas y viajeros coinciden con ese análisis.

Así, por ejemplo, Sonsoles Meana narra que «En Guinea Ecuatorial no puedes hacer fotos. Para alguien que quiere recorrer el país, plasmar, recoger con su cámara cada instante, momento, lugar, caras, gestos, miradas es una fustración. Al guineano no le gustan las fotos, si pides permiso, lo más seguro es que te diga que no. Si enfocas con la cámara, empezará a gritar, protestar y no podrás hacer ni una. Una gran parte de la población guineana es policía o ejercito, así que siempre habrá alguien a tu espalda, diciéndote que has fotografiado una institución o lugar público al que está terminantemente prohibido fotografiar. Te pedirá el permiso de turismo permitido o la licencia para hacer fotos o una autorización militar que seguramente no hayas sacado. Siempre te faltará algún documento. Como no he querido tener problemas en un país complicado, no he hecho fotos. Únicamente me he atrevido a fotografiar viejas casas coloniales y algún edificio cuando me he asegurado no tener ningún militar cerca».

Gustau Nerín en Blanco bueno busca negro pobre recoge el testimonio de un Embajador de España en Malabo: «En una ocasión me vi obligado a ir a verlo, con unos compañeros, porque el gobierno del país bloqueaba un proyecto de ayuda que había encargado, justamente, la agencia de cooperación española. Pensábamos que el embajador haría alguna gestión para tratar de desbloquear la situación, pero enseguida nos desanimó, alegando que él no podía hacer nada al respecto. Eso sí, trató de tranquilizarnos, mientras nos empujaba hacia la puerta: "No se preocupen. Éste es un país maravilloso. Vayan a la playa… Hay unas playas magníficas. Y no sufran. Yo responderé por ustedes… Ya haré una carta. Eso sí… por favor… no hagan fotos. La semana pasada expulsaron del país a dos españoles por hacer fotos. Pero paseen tranquilos y pásenlo bien". En ese tiempo yo era tan cándido y tan bobo que no le hice caso y traté de proseguir el proyecto de cooperación».

Experiencias, que cuentan con el respaldo del intrépido Arturo Pérez Reverte en El paraguas de Malabo:

«Ocurrió en Malabo, en 1981. Yo estaba haciendo un reportaje sobre Guinea Ecuatorial. Aparqué mi Land Rover en la Cuesta de las Fiebres, bajé al puerto e hice unas fotos, sabiendo que estaba prohibidísimo. Pero ése era mi oficio. Al regreso, mala suerte, me pararon dos soldados de un puesto de control. Uno era un sargento con muy mala leche, y cuando en África un militar tiene mala leche, y además lleva el casco al revés, tiene amarillo el blanco de los ojos y huele a cerveza, la cosa puede ponerse jodida. Ahorrando detalles, al rato pude largarme con veinte dólares menos y sin los carretes fotográficos. Debía pasar por la embajada para otro asunto, así que allí, charlando con el secretario, referí el incidente. Sin darle mayor importancia, pues que te quitaran el carrete de fotos y no te dieran una paliza, en Guinea, era salir bien librado. Rutina laboral».

O como recalcaba en Guinea Ecuatorial: ahora o nunca, «durante mi estancia en Guinea Ecuatorial he sido víctima de dos incidentes originados precisamente por militares guineanos que no veían el hecho de que fuese español con excesiva benevolencia. Ambos se saldaron con la sustracción de mis carretes fotográficos, con películas que serían “enviadas al mando para que las vea antes de devolvérselas” y que, por supuesto, nunca más volví a ver, aunque el propio Sáenz de Santamaría le pidiera personalmente su devolución al teniente coronel Mba Oñana, inspector general de las Fuerzas Armadas de Guinea, y un joven diplomático de la Embajada de España se jugara el tipo para encontrar a los responsables. Y puedo considerarme afortunado, ya que, según gráfica expresión de un cooperante compatriota, “suerte tuviste de que encima no te majaran a palos”».

Así, aunque el Decreto pareciera dar plena libertad, «(art. 1º) En sus visitas a los distintos lugares de la Geografía Nacional, los turistas podrán libremente sacar fotografías de interés turístico y cultural, con limitación en los lugares estratégicos del Estado: instalaciones militares y de Seguridad Nacional. (art. 3º) Serán de libre acceso todos los lugares de interés turístico de Ámbito Nacional, sin más limitaciones que las comprendidas en el Artículo Primero. (art. 5º) Las personas que cumplan con los requisitos establecidos en el presente Decreto, no podrán ser intervenidas, ni incautado su material fotográfico», en la práctica el uso y costumbre se impone con el respaldo de normas españolas elaboradas durante el franquismo y que se han mantenido subsidiariamente en vigor desde la independencia.






domingo, 4 de agosto de 2019

Permiso de turismo

Todo un mundo lleno de turistas está disfrutando de las vacaciones de verano, y Guinea Ecuatorial es el destino ideal para potenciales viajeros.

Cuenta la Embajada de España en Malabo, que «en la Isla de Bioko es necesario obtener permiso de estas autoridades para visitar algunas zonas de interés turístico, como el Valle de Moka, Ureka y el Pico Basilé.
En cuanto a la Región Continental, se suele exigir una autorización para viajar por zonas turísticas del interior expedida por la Delegación Regional de turismo o, en su caso, por la policía regional de Bata. Esta autorización es necesaria, en todo caso, para viajar a las islas de Corisco y Annobón. Si se viaja a Corisco en algún tipo de embarcación desde Kogo, debe presentarse la autorización ante las autoridades policiales de esta localidad antes de embarcar».

El Gobierno guineoecuatoriano dice lo mismo: «El Ministerio de Cultura, Turismo y Promoción Artesanal, mediante su Dirección General de Ordenamiento Turístico y Estadística, tiene a bien poner al alcance de toda la población interesada en realizar visitas turísticas a las zonas protegidas y demás zonas en general, el formulario oficial para presentar las solicitudes de visita ante el Ministerio».

La picaresca ibérica inicia desde el momento en que hay que tramitar el visado, o se va a cruzar la aduana. En Guinea de Fernando Gamboa, la protagonista -Blanca Idoia- relata su vivencia:

«—¿Motivo de su visita? —preguntó al fin, sin mirarme y sin disimular su desagrado.
—Turismo —contesté con la voz algo temblorosa.
—Nadie viene por turismo a Guinea Ecuatorial —replicó, alzando la vista con suspicacia.
—Entonces, seré la primera.
—¿Y qué más viene a hacer a Guinea Ecuatorial? —insistió.
—Turismo —repetí sin perder la sonrisa, sacando la cámara de fotos del bolso—. Solo turismo.
(...) No contestó y siguió observando páginas en blanco. Sin duda, el tipo debía aburrirse terriblemente el resto del día y le traía sin cuidado la larguísima cola que había aún a mi espalda. Al llegar a mi foto se recreó en la misma, levantó la vista un par de veces para compararme y concluyó: —La mujer de la foto no es usted.
—¿Perdón?
—Digo —repitió, poniéndome el pasaporte a la altura de los ojos— que esta no es usted.
—¡Claro que soy yo! —repliqué desconcertada—. Esa foto no tiene ni una semana.
—La mujer del pasaporte —afirmó sin sombra de duda— tiene el pelo recogido y viste otra ropa. No podía creer lo que estaba oyendo.
—¿Lo dice en serio?
—No puede entrar en el país con este documento —sentenció, haciendo el amago de devolvérmelo. —Un momento, un momento… —mascullé, tratando de darle sentido a aquel absurdo—. La mujer de la foto soy yo, pero el día que me la tomé llevaba el pelo recogido y un abrigo para el frío.
El policía volvió a hojear todo el pasaporte por tercera vez y entonces caí en la cuenta de lo que estaba pasando.
—¿Me permite el pasaporte un momento, por favor?
El aduanero me lo devolvió. Me levanté un poco la blusa, saqué de la riñonera interior que llevaba pegada al cuerpo un billete de veinte euros, lo doblé, lo metí entre las páginas del pasaporte y se lo devolví al policía. Este lo abrió por la página adecuada, se guardó el billete en el bolsillo de la camisa sin ningún disimulo y me estampó el sello de entrada a Guinea Ecuatorial».

Una vez pasada la aduana, la movilidad interior no está exenta de sobresaltos, y en ese sentido comparte Pablo Rabasco su impresión en La garra del bosque. Guinea Ecuatorial, el último intento: «Vamos tarde hacia el poblado. No suele ser buena idea viajar de noche por Guinea Ecuatorial. En la carretera, muchos controles policiales que de día son simples escenografías de poder, pobres caricaturas, de noche adquieren un carácter intenso. El alcohol, la desesperación y la necesidad de reafirmarse hacen que estos militares, policías, o lo que sean, al llegar la noche encuentren un espacio que conjuga juego y fatalismo, un momento en el que por fin son protagonistas. Esta extraña selva se convierte en espectadora. Selva callada, que supura agua oscura y calor. Permanecemos atentos, sumisos y sometidos a una desconfianza latente. Tres controles policiales muy pesados, y otro en el que pasé miedo. Al final llegamos al poblado. Es tarde y hay que localizar al alcalde, al jefe de policía, al jefe de la tribu. Hay que encontrarlos y respetar el orden, la jerarquía, intuir los recelos preexistentes y dejarse llevar por estructuras de poder que, aunque nos resulten ajenas, no dejan de ser reconocibles. Hablamos con el jefe de la tribu, nos da permiso y entramos al pueblo…»

Tras su experiencia en el territorio, Manuel Gutiérrez Aragón escribió igualmente sobre este tema y la picaresca hispánica: «La autopista es de fácil circulación, entre otras cosas porque apenas hay automóviles, pero de vez en cuando aparece una improvisada barrera de latas y troncos con un trapo colgando. Son los abundantes controles policiales, en los que normalmente un uniformado harapiento pide papeles y salvoconductos. No contento con esto, termina diciendo: "¿Y qué hay para mí?". Este tipo de controles -sobre todo en la parte continental del país- puede revestir un carácter conminatorio y amenazador. Así se recuerda a la población que solo se mueve por un favor especial de la autoridad».

¿De dónde vendrá esa necesidad de controlar el desplazamiento por el territorio nacional?

Gustau Nerín recuerda que para realizar el trabajo de campo de Un guardia civil en la selva, tuvo que «superar más de un centenar de controles policiales en las cenagosas carreteras de la selva guineana». En su relato histórico queda igualmente recogida esa situación ya que durante la administración española, «los guardias africanos, por su parte, no tardaron en aprender de sus superiores: solían cometer bastantes robos, sobre todo de cabras y gallinas. Los áscaris (los soldados "indígenas") instalaban barreras en los caminos y asaltaban a quienquiera». Y concluye más adelante que «en la Administración guineana actual no hay ninguna corruptela que no hubiese sido ya inventada por los colonizadores».

Así, con todo, es probable que ese hábito por los controles responda a varios orígenes y uno de ellos lo recoge el semanario Ébano del 12 de octubre de 1940:

«está sujeto a la imperativa obligación, bajo penas y sanciones determinadas en cada caso por los Jefes inmediatos superiores, de dar cuenta a dichos Jefes de los viajes que se hagan y residencias que se fijen, así como de presentarse en esas residencias, ya sean fijas ya accidentales, a los Jefes Locales de la Falange, justificando la estancia y especificando los motivos -oficiales o particulares- del viaje». Firmaba la circular el gobernador general en funciones (en ausencia de Juan Fontán), Víctor Suances Díaz, y -por tanto- en su condición accidental de Jefe Provincial de FET y de las JONS.


Sobre si se puede o no tomar fotografías en espacios públicos... te lo contamos otro día.

viernes, 2 de agosto de 2019

El ABC de Sevilla


En una España rota, en la que el conflicto se generaliza se dan paradojas tan curiosas como que hasta el  28 de marzo de 1939 prensa decana como ABC contaba con una edición (Sevilla) en zona bajo el control de los golpistas y otra republicana en Madrid.








Esta situación de desdoblamiento genera noticias divergentes entre una y otra edición.

Así, por ejemplo la edición del 2 de agosto de 1938 tiene una nota acompañada de fotografías referente a «18 de julio en Fernando Póo: Para celebrar el aniversario del Glorioso Alzamiento Nacional, han sido donadas unas banderas a los cadetes, flechas y pelayos de Santa Isabel, que desfilaron brillantemente después del solemne acto de entrega».


Un mes después, el ABC (Sevilla), sacará una nueva nota en la edición del 29 de septiembre con "Fernando Póo: Los flechas morenos  y el glorioso movimiento español. Grupo de flechas morenos, afecto a Falange Española Tradicionalista y de las JONS, constituidos en Fernando Póo bajo la organización del capitán de corbeta español don Ricardo Cañavate, que ha sabido inculcar a las masas juveniles de raza negra el amor por España y por sus instituciones juveniles".

Pero esa historia te la contamos en el artículo de Falangistas morenos