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jueves, 8 de agosto de 2019

... y ¿tomar fotografías?

Embajada de España en 1968,
en el inaccesible paseo
de Punta Fernanda.
Veíamos en Permiso de turismo las limitaciones para la movilidad en el país... Pero ¿y tomar fotografías?

Cuenta Juan Valbuena en Ojos que no ven, corazón que no siente que:

«Ser fotógrafo no ha sido nunca fácil en Guinea Ecuatorial. Controlar la toma y difusión de imágenes parecía  posible a finales del siglo XX. Bastaba con aumentar la vigilancia sobre los fotógrafos extranjeros y legislar cuidadosamente la actividad de los fotógrafos guineanos. El gobierno de Guinea Ecuatorial en su decreto del 20 de mayo de 1991, reguló el Ejercicio de la Fotografía y el Libre Acceso a todos los Lugares de Interés Turístico en el Territorio Nacional. En ese texto, con cinco artículos y tres disposiciones, se anticipaban las grandes cuestiones de nuestro tiempo sobre dónde fotografiar y para qué, también se intentaba discernir entre el turista, el fotógrafo ambulante , el de prensa o el profesional con estudio propio. Papel mojado. El poder de las imágenes da miedo al propio Poder y la arbitraria distinción entre tipos de fotógrafos y sus intenciones es una tarea compleja que propicia el abuso (...)»
En 1998 la revista El Patio,
ya recogía expresiones de malestar.

En un plano más personal, los relatos de turistas y viajeros coinciden con ese análisis.

Así, por ejemplo, Sonsoles Meana narra que «En Guinea Ecuatorial no puedes hacer fotos. Para alguien que quiere recorrer el país, plasmar, recoger con su cámara cada instante, momento, lugar, caras, gestos, miradas es una fustración. Al guineano no le gustan las fotos, si pides permiso, lo más seguro es que te diga que no. Si enfocas con la cámara, empezará a gritar, protestar y no podrás hacer ni una. Una gran parte de la población guineana es policía o ejercito, así que siempre habrá alguien a tu espalda, diciéndote que has fotografiado una institución o lugar público al que está terminantemente prohibido fotografiar. Te pedirá el permiso de turismo permitido o la licencia para hacer fotos o una autorización militar que seguramente no hayas sacado. Siempre te faltará algún documento. Como no he querido tener problemas en un país complicado, no he hecho fotos. Únicamente me he atrevido a fotografiar viejas casas coloniales y algún edificio cuando me he asegurado no tener ningún militar cerca».

Gustau Nerín en Blanco bueno busca negro pobre recoge el testimonio de un Embajador de España en Malabo: «En una ocasión me vi obligado a ir a verlo, con unos compañeros, porque el gobierno del país bloqueaba un proyecto de ayuda que había encargado, justamente, la agencia de cooperación española. Pensábamos que el embajador haría alguna gestión para tratar de desbloquear la situación, pero enseguida nos desanimó, alegando que él no podía hacer nada al respecto. Eso sí, trató de tranquilizarnos, mientras nos empujaba hacia la puerta: "No se preocupen. Éste es un país maravilloso. Vayan a la playa… Hay unas playas magníficas. Y no sufran. Yo responderé por ustedes… Ya haré una carta. Eso sí… por favor… no hagan fotos. La semana pasada expulsaron del país a dos españoles por hacer fotos. Pero paseen tranquilos y pásenlo bien". En ese tiempo yo era tan cándido y tan bobo que no le hice caso y traté de proseguir el proyecto de cooperación».

Experiencias, que cuentan con el respaldo del intrépido Arturo Pérez Reverte en El paraguas de Malabo:

«Ocurrió en Malabo, en 1981. Yo estaba haciendo un reportaje sobre Guinea Ecuatorial. Aparqué mi Land Rover en la Cuesta de las Fiebres, bajé al puerto e hice unas fotos, sabiendo que estaba prohibidísimo. Pero ése era mi oficio. Al regreso, mala suerte, me pararon dos soldados de un puesto de control. Uno era un sargento con muy mala leche, y cuando en África un militar tiene mala leche, y además lleva el casco al revés, tiene amarillo el blanco de los ojos y huele a cerveza, la cosa puede ponerse jodida. Ahorrando detalles, al rato pude largarme con veinte dólares menos y sin los carretes fotográficos. Debía pasar por la embajada para otro asunto, así que allí, charlando con el secretario, referí el incidente. Sin darle mayor importancia, pues que te quitaran el carrete de fotos y no te dieran una paliza, en Guinea, era salir bien librado. Rutina laboral».

O como recalcaba en Guinea Ecuatorial: ahora o nunca, «durante mi estancia en Guinea Ecuatorial he sido víctima de dos incidentes originados precisamente por militares guineanos que no veían el hecho de que fuese español con excesiva benevolencia. Ambos se saldaron con la sustracción de mis carretes fotográficos, con películas que serían “enviadas al mando para que las vea antes de devolvérselas” y que, por supuesto, nunca más volví a ver, aunque el propio Sáenz de Santamaría le pidiera personalmente su devolución al teniente coronel Mba Oñana, inspector general de las Fuerzas Armadas de Guinea, y un joven diplomático de la Embajada de España se jugara el tipo para encontrar a los responsables. Y puedo considerarme afortunado, ya que, según gráfica expresión de un cooperante compatriota, “suerte tuviste de que encima no te majaran a palos”».

Así, aunque el Decreto pareciera dar plena libertad, «(art. 1º) En sus visitas a los distintos lugares de la Geografía Nacional, los turistas podrán libremente sacar fotografías de interés turístico y cultural, con limitación en los lugares estratégicos del Estado: instalaciones militares y de Seguridad Nacional. (art. 3º) Serán de libre acceso todos los lugares de interés turístico de Ámbito Nacional, sin más limitaciones que las comprendidas en el Artículo Primero. (art. 5º) Las personas que cumplan con los requisitos establecidos en el presente Decreto, no podrán ser intervenidas, ni incautado su material fotográfico», en la práctica el uso y costumbre se impone con el respaldo de normas españolas elaboradas durante el franquismo y que se han mantenido subsidiariamente en vigor desde la independencia.






1 comentario:

  1. Ya sabemos lo que pasa allí sin haber vuelto desddcel 68.

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