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domingo, 21 de febrero de 2021

... yo vivía entonces en Fernando Poo

Es cierto, no se trata de la guerra civil y sus consecuencias en el territorio ecuatorial.
Sin embargo, ¿quién mejor que Horacio Quiroga permite conocer el entramado social del país?:


El alcohol

Un hombre honrado puede mantenerse tal entre pillos, y a un cuerdo le es posible desempeñar entre locos un papel bastante agraciado. Pero el hombre que se halla ineludiblemente entre borrachos deberá inmediatamente sumergir su cabeza en el alcohol, por poco que su propio interés le inspire respeto.

—Esta máxima es vulgar —dijo el hombre que hablaba con nosotros— pero profunda. Su transgresión ha costado algunos tronos y no pocas cabezas. Otros han perdido su novia, y es una aventura de éstas la que traído al recuerdo aquella sentencia. Ustedes verán cómo.

Hace algunos años, la casualidad, o sea serie de circunstancias anodinas que reúnen alrededor de una mesa de bar a cinco o seis individuos que esa mañana no se conocían, quiso que yo me hallara en esa situación en un nine o’clock rhum del Boston, con cuatro compañeros a la mesa, y tres japoneses enfrente, hundidos en los divanes, que nos observaban en silencio con sus ojillos entornados.

Los divanes del Boston, ustedes lo saben, se prestan a estas irónicas meditaciones.

El ron subía, y con él nuestro calor. De mis cuatro compañeros sólo recordaba bien, con una visión anterior a la entrada en el Boston, a dos viejos amigos. Los otros dos debían haberme sido presentados probablemente en el día. Pero a todos los tuteaba por igual. Digo mal: con uno de nosotros no estaba contento porque no bebía. Era un hombre mayor que nosotros, tranquilo y serio, pero de sonrisa sumamente agradable cuando nos dirigíamos a él. Fuera de esto, nada. Se abstenía decididamente de beber, con una breve sonrisa que pedía lo dejáramos en paz, y nada más. Pero como no parecía haber en ello ni rastro de hipocresía, y aún intervenía de buen grado en nuestros comentarios en voz alta, corteses y profundamente provocativos, respecto de los tres orientales que creían dominar la situación desde el fondo de sus divanes, no insistimos. El ron había alcanzado ya una altura infranqueable, y decidimos salir en auto a tomar un poco de aire.

Esto es una perífrasis. Pero cuando el señor abstemio se convenció de que no dejaríamos de efectuar esa toma de aire, y menos de abandonarlo a él a sus propios dioses, llamó al mozo y tranquilamente apuró, una tras otra, cinco copas de ron. Hecho lo cual se acodó a la mesa y nos dijo:

—Cuando ustedes quieran.

¡Magnífico! En el auto, que iba rompiendo el viento como una sirena, porque cantábamos todos, accedió a explicarnos aquel súbito cambio de frente. Hubiera accedido a cualquier cosa, porque cinco copas masivas de ron abren tiernamente al alma o no importa qué.

—Es muy sencillo —nos dijo—. Mientras ustedes se mantuvieron dentro de cierto límite, yo me abstuve. Pero cuando vi que ustedes lo saltaban a pie junto, me libré muy bien de quedarme atrás, y salté a mi vez. Soy soltero, tengo cuarenta y dos años, y el hígado perdido. Tuve una novia, que perdí por no hacer lo que acabo de efectuar en el bar. Bien hecho. Era joven entonces, y creía en las virtudes extremas. Por esto no me había embriagado nunca. Después me he dado cuenta de que no es posible llegar a una real estimación de sí mismo, sin conocer la longitud de las propias debilidades.

»Pues bien, yo vivía entonces en Fernando Poo. Yo soy español, y aquél es un país del infierno. Las mujeres europeas no resisten un año. He conocido allá a un pastor protestante que enviudaba todos los años y se iba a Inglaterra a casarse de nuevo, de donde volvía con una nueva mujer que se moría en breve tiempo. El gobernador intervino por fin, extralegalmente, y puso coto a la fiebre de aquel enterrador de mujeres. Los hombres se salvan, con el hígado destruido para siempre. Esto, los que llevan la peor parte. Los más afortunados mueren de una vez enseguida. Y esto pasa porque las bocas del Níger —enfrente, digamos— están hechas de cieno podrido y de fiebres palúdicas, al punto de que no hay memoria de que mortal alguno haya cruzado las bocas del Níger sin guardar, para el resto de sus días, un pequeño foco de podredumbre en su hígado hipertrofiado.

»Tal es el país donde yo atendía una factoría española, de las muy contadas de esta nacionalidad que había entonces por allá. Todas eran alemanas, algunas inglesas y una francesa. El tráfico, muy escaso y absolutamente comercial, llevaba sin embargo a veces hasta allá a algún buque de guerra costero, y así en una ocasión tuve el disgusto y la obligación de atender a la oficialidad de algunos cañoneros de distinto pabellón, fortuitamente de escala en el país.

»Atendilos, pues, lo mejor que pude. La despensa de los cañoneros, tras una muy larga travesía, estaba agotada. La nuestra de Santa Isabel no era en aquel momento menos mezquina. Organicé no obstante un pasable almuerzo, a base de latas, tarros y frascos de toda especie de conserva. Yo contaba, sobre todo —ahora lo recuerdo— como triunfo final, con una botella, una minúscula media botella de «chartreuse», reservada en mi despensa. Al tomar el café, dos o tres negras trajeron a la mesa solemnemente la preciosa botella. Pero quedaban apenas dos dedos, porque las negras, de nariz y oído muy duros, creyendo que aquello era petróleo —un buen petróleo— habían vertido el resto en la lámpara…

—¡Buen petróleo! —ratificó uno de nosotros, lamiéndose los labios.

—No era malo; pero apenas alcanzamos a gustarlo. La segunda parte —prosiguió— de los festejos que podía ofrecer a mis oficiales, consistió en una ascensión a la montaña inmediata, cosa trivial en el país pero sabrosa para gentes enmohecidas largo tiempo en el mar.

»La ascensión es dura, aun con la ventaja del bosque que cobija en gran parte el cerro. Subíamos, asimismo, airosamente, tras el rastro de los indígenas que cargaban la impedimenta del picnic. Impedimenta de subida, nada más, pues casi toda ella consistía en botellas que debían quedar vacías allá. Los marinos, sabido es, se resarcen en tierra de la forzosa abstención de a bordo.

»Así, pues, mis oficiales trepaban bien que mal, tropezando y sujetándose de las raíces que atravesaban el sendero; bañados en sudor, pero contentos. La cortesía del caso me llevaba del uno al otro, para oír siempre las semiconfidencias malévolas de los oficiales franceses respecto de los alemanes, y las de éstos que me contaban chismes de los franceses. Y los ingleses de ambos. Siempre el mismo tema.

»Llegamos, por fin, cuando la sed y el hambre nos devoraban. Bebimos —bebieron, mejor dicho— de una manera insondable. A la vuelta, bajaban de la montaña, del brazo, alemanes, ingleses y franceses, todos mezclados. A la mitad del camino cantaban, enarbolando la chaquetilla blanca como una insignia, y cada uno se empeñaba en cantar canciones del país de su compañero de brazo. El efecto era extraordinario.

»Yo creía entonces que en un grupo de amigos desprovistos de razón, uno por lo menos debe permanecer cuerdo. Pagué caro esta creencia.

»En efecto, como yo había bebido apenas por lo antepuesto, era fuertemente solicitado por mis oficiales que venían por turno a ofrecerme con voz pastosa la seguridad de una eterna amistad. Yo les aseguraba iguales sentimientos de mi parte, con lo que se retiraban consolados. Uno de ellos, un alférez de navío inglés, que hasta entonces se había mantenido casi en forma, aunque un poco rígido, vino de pronto a gimotear en mi cuello tales hondas y contenidas lágrimas de amistad no comprendida por mí, que hube, a mi vez, de tenerlo por largo rato abrazado para que cesara de llorar. Se alejó por fin, tragándose las lágrimas, para volver al rato; pero ya seguro de mi amistad, porque yo no era de la pasta de esos oficialillos franceses y alemanes e ingleses: «tutti quanti». Estábamos ligados por una fraternidad hasta la muerte.

»Y en prueba de ella, al costear un precipicio, arrojó al vacío su chaquetilla y su gorra, exclamando que no las precisaba para nada porque poseía mi amistad.

»Como yo era en cierto modo responsable del decoro de mi gente, logré hacerle aceptar mi blusa y mi sombrero, y continuamos bajando, siempre al son de la algarabía internacional.

»El tiempo, dudoso hasta ese instante, se resolvió en brusca manga que nos empapó hasta los huesos. Pasó pronto, pero dejó el sendero hecho un torrente. Inútil que les cuente al detalle mi tarea con catorce locos que pretendían a cada instante regresar arriba a acampar allá por el resto de sus días. Al caer la tarde mi oficial inglés cayó en un zanjón disimulado por zarzas espinosas y lleno de agua. No pude sacarlo sino a expensas de su pantalón que quedó en el fondo retenido por las espinas. Seguimos adelante, hasta que mi amigo se echó al suelo y dijo que no podía dar un paso más porque no tenía pantalón. Juraba con el puño en el barro que se quedaría allí para siempre. Tuve que darle mi pantalón, y sus compañeros agradecidos me incorporaron del brazo a su grupo, porque yo, aunque español, era un hombre repleto de méritos.

»Ahora bien: el pastor inglés, enterrador de mujeres de que les hablé al principio, había llevado con su primera esposa a su cuñada. Tuve ocasión de tratar a ésta: no creo que bajo el sol haya latido jamás un corazón más lleno de ternura que el suyo. Nuestra simpatía fue tan viva que tres meses después estábamos comprometidos. Esto pasaba pocos días antes de la aventura.

»En Santa Isabel no había entonces más que una calle que mereciera el nombre de tal, y arrancaba lógicamente del puerto. Por ella habíamos ascendido doce horas antes, y por ella me vi forzado a bajar con mis oficiales, ya de noche oscura, a grito herido y entre un infernal ladrido de perros. Conforme íbamos pasando, las persianas se enderezaban, y nos veían. Supondrán cuánto había hecho yo para disuadir a mi gente de esa entrada triunfal. Nada conseguí. Descendíamos la calle del brazo, roncos, desprendidos y embarrados. Pero yo, además de esto, pasaba en calzoncillos y con las mangas de la camisa abiertas en dos.

»Éste es el espectáculo que dimos a todo Santa Isabel que nos atisbaba detrás de las persianas. El escándalo fue vivo y, sobre todo, en mi novia, pues casi únicamente a mí se me creyó realmente borracho. El alcohol, para una miss, no es cosa de mayor monta. Pero quinientos años de Biblia velan la naturalidad de muchas almas, y aun de la de aquella mujercita, que era un ángel. La enorme ligereza de mi ropa, lucida frente a su casa, no tenía redención. Rompió conmigo, sin una explicación.

»Poco después abandoné Fernando Poo, como pensaba hacerlo, y supe más tarde que la criatura, reintegrada a su país antes de ser devorada por la anemia, se había casado con su cuñado, al enviudar éste. De modo que regresó a Santa Isabel, donde murió, naturalmente, antes de un año.

»Nada más —concluyó nuestro hombre— puedo decirles. Si en vez de convertirme en guardián de locos en aquella ocasión, corro la aventura con ellos, hubiera bajado la calle sin distinguirme de los otros, y con un pantalón, por consiguiente. De aquí mi actitud de hace un rato. Desde aquella historia, me apresuro a sumergir mi cabeza en el alcohol cada vez que mis compañeros comienzan a hablar lenguas que no conocen. Sigamos, pues. ¿Dónde estábamos? Yo sé una canción en nebi-nebi, los negros de allá. ¡Atención!, para hombres solos. Comienza así…

martes, 16 de febrero de 2021

Mapa de 1938


¿Recordáis cuando se modificó el parte meteorológico del telediario para que los españoles (y no sólo los escolares) dejaran de pensar que las islas Canarias eran mediterráneas y se ubicaban al sur de las islas Baleares?...

Es una historia vieja, pero todavía en 2017, el Senado aprobó una moción para que los libros escolares coloquen a las islas en su ubicación real, y no en un recuadro bajo Baleares:  «...Es desolador -dirá la proponente- que aún hoy en día haya que estar explicando a la gente que Canarias no está debajo de Baleares ni tampoco junto a Ceuta y Melilla o Portugal, ni que hay una barrera marítima que nos separa del resto de mundo que se abre y se cierra cuando queremos que entre algún barco. Hasta estos extremos tan ridículos hemos llegado cuando se interpela a alguien sobre dónde está Canarias (...). De hecho, a esta misma hora, la web de Radiotelevisión Española que ilustra el tiempo continúa situando al archipiélago canario debajo del balear».
«Les contaré una anécdota -contarán en la réplica- de mi época de formación universitaria. Vine a estudiar un año a la península y al principio me chocaba bastante, incluso me reía -aunque es verdad que es un asunto muy serio-, cuando me decían que yo vivía relativamente cerca porque Canarias estaba al lado de Cádiz y que cómo hacíamos para atravesar el muro que separaba el archipiélago canario del resto (...)».

Un año antes, nuestra entrada El presidente africano (sobre Juan Negrín, que fue presidente del Gobierno), generó furibundas réplicas sobre la condición europea y mucho europea tanto del presidente como de las islas Canarias.

Pero eso no es nada..., ¡apiadaos de la generación que aprendió que Fernando Poo y Río Muni estaban al norte de Marruecos!


Area geogràfica: Espanya;Portugal
Títol: España y Portugal : mapas Paluzíe editados por Imprenta Elzeviriana y Librería Camí, E.C.
Autor: [Edicions Paluzie]
Any de l'obra original: 1938
Altres autors: Imprenta Elzeviriana y Librería Camí, E.C.
Descripció: 1 Mapa, col. -Mapa escolar (en tons vermells). - Conté finestres de: Islas Canarias ; Guinea española ; Sahara español (Río de Oro). [Edicions Paluzie] = mapes dels Paluzie, editats o reeditats per Imp. Elzeviriana i Llib. Camí
Registre: RM.293275
Matèria: Mapes escolars; Mapes
Veure georeferenciat: Array
Editor digital: Institut Cartogràfic i Geològic de Catalunya
Col·leccio digital: Mapes d'Espanya (s. XV-XX), http://cartotecadigital.icgc.cat

martes, 9 de febrero de 2021

La OJE

Este paseo por la Calle 19 de Septiembre le ha dedica varias entradas a la Falange, Flechas y Pelayos, así como a la Sección Femenina, pero no sería un recorrido completo si no incluimos alguna alusión a la Organización Juvenil Española.

Sección Femenina y OJE, en el acto de despedida ante la Diputación Provincial de Fernando Poo, previo a salir de viaje hacia España.

Su presencia fue lo suficientemente importante, como para que llegada la independencia, el 12 de octubre de 1968, el mismo día en que Manuel Fraga Iribarne firmaba en la vieja Santa Isabel el acta por el que nacía una república, se firmaron varios acuerdos.
En concreto, el Convenio cultural entre el Reino de España y la República de Guinea Ecuatorial, en su artículo 10º establecía que "el Gobierno español prestará al Gobierno de la República de Guinea Ecuatorial toda la ayuda posible para la enseñanza y la práctica de la educación física y deportiva, a través de la Organización Juvenil, la Sección Femenina, la Delegación de Deportes u otras organizaciones similares".

En este caso, reproducimos por su interés un artículo de Trocha. Veteranos OJE-Cataluña.
Puedes consultar el artículo completo en: La OJE de Guinea



Retazos de nuestra historia 

Guinea Ecuatorial fue durante unos años colonia y provincias de España. Se llamaba Guinea Española y estaba formada por: Rio Muni y las islas de Fernando PooElobeyAnnobónCorisco y otras más pequeñas. Todos estos territorios están en el llamado Golfo de Guinea (África). Tiene una superficie total de 28.051 Km2. y una población aproximada de 1.015.000 habitantes, siendo su idioma oficial más extendido el español. La presencia y soberanía de España en la colonia (incluidos los años de existencia de las provincias de Fernando Poo y Rio Muni) abarca de 1885 a 1968; año, este último, en que accedió a la independencia y pasó a denominarse Guinea Ecuatorial.

Pues bien, la presencia de la OJE en dichos territorios es bien temprana. Nuestra Organización nacía en el año 1960 y en el año 1962 ya estaba presente en Guinea. Recuerdo perfectamente que en el Campamento Nacional de Mandos de Covaleda, en el verano de dicho año, tenía como compañeros cursillistas a un grupo de guineanos que, por cierto, en aquellos tiempos, llamaban la atención a las mozas de los pueblos próximos, porque nunca habían visto a negritos con el uniforme de la OJE. Calculo que serían entre 10 o 12 acampados, los cuales convivían con el resto en perfecta armonía y con un gran espíritu de camaradería. Uno de ello sabía tocar la guitarra y cantar muy bien. Siempre se le pedía que actuase en los fuegos de campamento.

Esta experiencia de Covaleda resultaría satisfactoria porque, desde entonces, se fueron repitiendo las expediciones de ecuatoguineanos para participar en dicho Campamento Nacional y obtener las preceptivas titulaciones de Mandos Juveniles.

Durante el año 1963 no solo se acudió a la cita de Covaleda, sino que se formó una expedición con afiliados de los tres grados (flechas, arqueros y cadetes), para realizar una visita a la Península, siendo agasajados por diversos organismos oficiales y autoridades, pero sobre todo pudieron disfrutar de la compañía de sus anfitriones: los camaradas de la OJE. Estuvieron en muchas ciudades españolas, parándose principalmente en Madrid y Barcelona.

Este año 1963 cabe destacar, también, las primeras experiencias campamentales habidas en Guinea Ecuatorial. "Mioko", fue el primer campamento donde tuvo lugar un curso de mandos para la región ecuatorial, el cual constituyó un éxito de participación y muy esperanzador por los resultados obtenidos. Los campamentos de Guinea Ecuatorial, ya iniciados en curso anterior, marcan un hito en la historia de la OJE, porque debido a los cambios estacionales, éstos se celebraban en el invierno del continente europeo: diciembre del 63 y enero del 64. La isla de Fernando Poo, y más concretamente "Mioko" fue el primer campamento. Se presentaron 621 solicitudes para cubrir 300 plazas en dos turnos.

Un comentarista de la época decía: “Era increíble ver reunidos a los pamues, bubis, combes, mecombes, hausa, fernandinos, annobonenses y los corisqueños, todos ellos razas étnicas diferentes, junto con europeos e, incluso dos libaneses, tres marroquíes y tres sirios.” Como siempre, en aquel campamento de la OJE todos eran camaradas. El primer Cuadro de Mandos, dirigido por Gonzalo Salvador, estuvo formado por hombres muy preparados, como Fernando Soto, Mario Herrero y otros.

Las actividades propias de la OJE se desarrollaban a partir de entonces con una gran dinámica y toda normalidad. El crecimiento de la Organización ya es un hecho. El año 1966 se inauguró la primera instalación campamental de Rio Muni, concretamente en la pradera de Utonde, y se bautizó con el nombre de "Africa". Guinea ya tiene dos emplazamientos para campamentos. El primer turno de Utonde se celebró del 4 al 21 de julio de 1966. El campamento se organizó con tres sectores diferenciados por grados: sector “Mioko”, para flechas; sector “Bonkoro”, para arqueros y sector “Kilimanjaro”, para cadetes. Sin embargo, ello no fue impedimento para que un nutrido grupo de afiliados acudiera también al Campamento de Covaleda, aquel verano de 1966, para participar en el Encuentro Nacional de Arqueros.

Pero, no solo se participaba en los campamentos, marchas, deportes… nuestros camaradas también formaban parte de la Junta Nacional Juvenil de la OJE, que, aquel año 1966 (de frenética actividad para ellos) se reunió por primera vez, en la ciudad de Ávila.

Tenemos constancia de que existían Hogares de la OJE en Rio Muni y en Fernando Poo. Estos centros tenían una vida muy activa, donde no solo se realizaban las actividades propias de la Organización, sino que servían, también, como lugar de esparcimiento y recreo con celebración de fiestas y bailes apropiados a la edad de los afiliados.

El año 1968 la presencia de la OJE tocó a su fin. Guinea Española se convirtió en Guinea Ecuatorial y, en uso de su soberanía pasó a regir sus propios destinos. No obstante, algún camarada ecuatoguineano nos dejó escritas sus impresiones de su paso por la OJE. Ángel Alongo Nchama nos describe su visita al Campamento de Utonde: “…en mis constantes visitas a esta escuela de vida encontraba siempre en sus playas a la Guinea del mañana. Una Guinea que no era nada, después fue oscura con manchas, luego triste, sola, y que hoy se vuelve esperanzadora, tanto en las noches de luna clara, como cuando el susurro del Utonde invitaba a un buen baño”.

Evidentemente, a aquellos muchachos, camino de hombre, no se les escapaba que España les había dado conciencia de pueblo, de país, superando el ancestral tribalismo, y que la OJE estaba contribuyendo a formarlos para un futuro más prometedor. Así pudo decir el Hno. Mariano Magaz: “Pretendo mirar a través del prisma poético –sin pretensiones de poeta– la cotidianidad de la existencia guineana, para descubrir los múltiples aspectos de optimismo y esperanza que encierran. Apuesto, también, para que el guineano cobre conciencia de los valores de su entorno, cultura e identidad, que le hagan ser más él mismo”.
Francisco C. L. (10/10/2008)



 Filmación de NODO que recoge la visita a Madrid de una escuadra de arqueros de la OJE de Guinea, en julio de 1962. Son atendidos por otra escuadra de arqueros de la OJE de Madrid, que los reciben en el albergue de la Casa de Campo y los acompañan durante la visita a la ciudad. 

Otras fotografías de actividades de la OJE en la Guinea Española

Para saber más:
Crónicas de la Guinea Ecuatorial -> álbum de fotos OJE.
Presencia de la OJE en la Guinea Ecuatorial (del sitio web "Historia de la OJE").
Desde Rio Muni. Revista Magalia de Instructoras Generales de Juventudes.