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jueves, 30 de enero de 2025

La poesía bajo sospecha

En "Cuadros del penal: memorias de un tiempo de confusión", Juan Rodríguez Doreste (senador y alcalde de Las Palmas) comparte su vivencia de confinamiento en el campo de concentración del viejo Lazareto de Gando. 
Recoge también la llegada de los represaliados de África: «Llevábamos algunos meses en Gando cuando llegaron los detenidos en la Guinea española, que procedían de la isla de Fernando Poo y del territorio del Río Muni, a los cuales se habían incorporado los tripulantes capturados del vapor de la Compañía Trasmediterránea, llamado precisamente el Fernando Poo, hundido en las aguas del puerto de Bata. Eran aproximadamente unos ciento cincuenta en total, entre tripulantes y coloniales. De los primeros salieron las bajas más importantes que causó la expedición conquistadora. (...) Y así un día aparecieron por Gando, derrotados, pálidos, con evidentes señales del estrago corporal que les había causado una reclusión que lindaba en infrahumana. Constituían un buen contingente, muy heterogéneo de composición, pero muy homogéneo en la solidaridad, en el buen espíritu».

Los presos, eran repartidos por afinidades, como una forma de hacer que el insalubre confinamiento y los maltratos tuvieran una mínima válvula de escape:

«Evoco el grupo de los coloniales, como les llamábamos, con particular simpatía. Compartí el alojamiento, primero, con Gonzalo Carrillo, abogado, pintor y caricaturista, y después, con Francisco Hinestrosa, alto funcionario de Hacienda, que era también excelente retratista. Los tres nos reunimos hasta nuestra liberación en el memorable cuarto de la pintura que en el último año de nuestra odisea fue algo así como la Academia del Penal, en estricto sentido ateniense».

Poco a poco, conformaban aulas/celdas que aglutinaban a los abogados, pintores, escritores...

Así que si veis que en la Guinea Ecuatorial actual, las autoridades van coleccionado escritores en las celdas, recordad que no es un invento nuevo: Franco ya lo hacía en el campo de concentración del viejo Lazareto de Gando. 

CC BY-SA 2.0
La poesía bajo sospecha


Se llama Hermelindo León Laurel, escritor, dramaturgo y empleado público de la biblioteca de la Embajada de España en Malabo, adscrita a la española Red de Bibliotecas de la Administración General del Estado-BAGE.


Recientemente, el colombiano Panorama Cultural recordaba refiriéndose a Guinea Ecuatorial que "Hay países en los que llegar a la cárcel, puede ser lo más parecido a una lotería nefasta. Una concatenación de situaciones incomprensibles, injustas, sin sentido y sin justificación".

Esta vez le ha tocado a Hermelindo, Dino para los amigos, tal y como recogía este fin de semana el digital Radio Macuto:
"El escritor Hermelindo León Laurel fue detenido de manera ilegal y sometido a torturas en la isla de Annobón, Guinea Ecuatorial, en lo que parece ser un nuevo capítulo de la represión sistemática contra los annoboneses por parte del régimen de Teodoro Obiang".


Se suma así al medio centenar acumulado en medio año desde que la población de la isla de Annobón envió una carta al Defensor del Pueblo ecuatoguineano pidiendo respeto medioambiental.

Entre éstos, el también escritor y empleado de la Embajada, Francisco Ballovera, privado de libertad desde que se acercó a la comisaría a entregarles agua y alimentos, y que sigue en prisión sin ningún motivo.

lunes, 21 de octubre de 2024

Declarar y morir

Los hermanos Juan y Pedro Medina Sanabria son fuente de inspiración e información para este paseo por la calle 19 de Septiembre de la vieja Santa Isabel. Y el Blog de Pedro Medina Sanabria | Memoria e Historia de Canarias hace un trabajo constante de difusión, por lo que merece la pena bucear un rato por sus páginas. Hoy, recuperamos la vieja entrada: 

U.4,917,598

48

DON JUAN FONTAN LOBE, CAPITAN DE ARTILLERÍA Y JUEZ NOMBRADO PARA EL ESCLARECIMIENTO DE LOS HECHOS OCURRIDOS EN EL VAPOR «FERNANDO POO» EL 14 DE OCTUBRE DE 1936.

C E R T I F I C O: Que a mi presencia y actuando como Secretario Alfonso Manrique de Lara Fierro, Sargento del Batallón de Voluntarios de Las Palmas, se presenta el Marinero Manuel Pérez y Teira, de la tripulación del “Fernando Poo”, que manifiesta lo siguiente:

Que vio a proa al Contramaestre que iba a virar el ancla; asegura que había cuatro grilletes de cadena. – –

Vió a Antonio Tarí con un fusil que tiró al agua. – –

Cree que Vivó prestó servicio en los Padres pero no está seguro. – –

Ha oído decir que Manuel Tarí estuvo en las milicias. – –

Cita como del Comité a Antonio Tarí, Domingo López, Seguí, Francisco Pérez y Juan Calvo. – –

Considera que el más extremista es el Barbero. – –

Dice que Manuel Diaz Diaz tenía el fusil de los marineros.- –

Y en prueba de conformidad firma el presente con S.S. y yo el Secretario que doy fé, en Santa Isabel a 20 de Octubre de 1936.

[Firmas rubricadas de MANUEL PÉREZ TEIRA, JUAN FONTÁN LOBÉ, y firma abreviada de ALFONSO MANRIQUE DE LARA FIERRO].

Cfr.: Archivo del Tribunal Militar Territorial 5.- 9342-297-21.- Causa 24 de 1937.- Folio 48.

Pérez Teira, tripulante (timonel según el 2º oficial Francisco Seguí Darder) del "Fernando Poo", no llegaría a ver los muros del campo de concentración de Gando. A Pérez Teira apenas le dio tiempo de declarar el 20 de octubre ante Juan Fontán, y casi un mes después será hospitalizado y falleciendo a la semana de su ingreso.

Dale un repasada a:

martes, 19 de septiembre de 2023

El relato de Doreste

Las memorias Cuadros del penal: (memorias de un tiempo de confusión) de Juan Rodríguez Doreste recogen su vivencia en el campo de concentración del viejo Lazarero de Gando.
Éste texto, es citado recurrentemente en este paseo por la calle 19 de septiembre de la vieja Santa Isabel, ya que es un relato de primera mano conocer del sufrimiento de los 150 presos coloniales y tripulación del Fernando Poo en ese penal de Las Palmas.

Igualmente incluye una narración del proceso histórico:

Los funcionarios y la guarnición militar del continente, reducida ésta prácticamente a unas milicias que tenían más carácter de gendarmería civil que de unidad castrense, se mantuvieron fieles al gobierno legítimo por espacio, poco más o menos, de tres meses. Suspendido el contacto y la comunicación regular con la Península, en espera de una inminente sofocación del levantamiento, en la que todos confiaban al no triunfar en los primeros días la vasta conjuración, aquellas gentes decidieron aguardar pacientemente el que estimaban cercano desenlace. El único acto que pudiera tildarse de rebeldía, aunque realmente no lo fuera en sus especiales circunstancias, fue la decisión unánime de los tripulantes del "Fernando Poo" de negarse a zarpar con rumbo a Europa, dejando el barco fondeado en aguas de Bata, en la Guinea continental, hasta que el horizonte político se aclarara. Su pecado mayor, tan ingenuo como contraproducente, fue detener a unos cuantos misioneros, que estaban esparcidos por el interior, y concentrarlos en el "Fernando Poo", convertido en parcial prisión militar, bastante diferente por comodidades y trato al inmundo pontón en que fueron encerrados los presos políticos de Tenerife hasta que se trasladaron a la prisión de Fyffes. El gobierno nacionalista decidió, por razones de prestigio exterior, rescatar aquellos territorios y encomendó la misión al Gobierno militar de nuestra provincia. Se requisó y se artilló conveniente mente el vapor "Ciudad de Mahón", que prestaba servicios entre las islas, se reclutó un batallón que se llamó de voluntarios canarios, en el que se inscribieron hombres jóvenes y maduros a quienes no agradaba la adhesión directa al falangismo, y en los primeros días de octubre la expedición puso proa aventura. Se rumoreó entonces que la partida se estuvo difiriendo hasta comprobar que el Blas de Lezo, unidad de guerra naval fiel al gobierno republicano, abandonaba las aguas guineanas donde estaba apostado.

 

En la crónica histórica, que la prensa local relató a través de literatura tan ditirámbica como altisonante, fueron presentadas la conquista y la ocupación como una epopeya heroica. En realidad hubiera podido ser calificada de episodio de opereta —más de seiscientos hombres, entre los cuales figuraba un Tabor moro de Tiradores de Ifni, un batallón de voluntarios uniformados, artilleros, médicos, etc. para reducir a un puñado de aparentes rebeldes que no disponían ni de una sola ametralladora— si no hubiese costado a los vencidos el tributo de numerosas vidas, y a los expedicionarios cinco desaparecidos en el mar, al ladearse inesperadamente el casco del buque "Fernando Poo", cuando ya se encontraban a bordo numerosos voluntarios que lo creían definitiva mente estabilizado. De los tripulantes que perecieron, unos se ahogaron al tratar de ganar la orilla a nado, otros fueron ametrallados en la lancha en que huían desde una falúa que el Ciudad de Mahón desplazó para perseguirlos. Pocos pudieron escapar alcanzando, a través de los bosques, la frontera del Camerún. El navío artillado conminó a rendirse al "Fernando Poo". Al no acceder la tripulación, le disparó varios cañonazos, uno de los cuales abrió un boquete en la banda de estribor. El barco se escoró y quedó totalmente acostado.

El resto de la epopeya fué un sencillo y marcial paseo. Ingresaron en la prisión todos los funcionarios en activo, los supervivientes del barco hundido, y unas cuantas personas más, caracterizadas en la colonia por un republicanismo más o menos tibio, pero desde luego nunca muy extremado y ardoroso.

Lo que sí resultó ardoroso fue el largo encierro. Amontonados en unos barracones, en condiciones climáticas tan desfavorables, con servicios higiénicos y sanitarios apenas elementales, desprovistos de ejercicio y de adecuada alimentación, la salud de los presos comenzó a quebrantarse, su estado físico a descaecer visiblemente. Y así un día aparecieron por Gando, derrotados, pálidos, con evidentes señales del estrago corporal que les había causado una reclusión que lindaba en infrahumana. Constituían un buen contingente, muy heterogéneo de composición, pero muy homogéneo en la solidaridad, en el buen espíritu. Venían funcionarios caracterizados: el tesorero de Hacienda, el jefe de Correos, el jefe de la Policía gubernativa, el comisario López García, pintoresco personaje, realmente detenido por error, pues no era ni chicha ni limonada, dependientes de la Curaduría, algunos profesionales, cultivadores y finqueros, escritores, un excelente poeta, etc. y la totalidad de la tripulación [del Fernando Póo].

(...) Eran aproximadamente unos ciento cincuenta en total, entre tripulantes y coloniales. De los primeros salieron las bajas más importantes que causó la expedición conquistadora.

lunes, 5 de septiembre de 2022

El médico del penal

¿Recordáis El caso del cocinero?

Se trataba de Mariano Juan Mas, cocinero del Fernando Poo, al que le cayeron los 12 años y un día de prisión. Con el tiempo, ese castigo fue la salvación de sus compañeros, ya que mejoró la alimentación de los reclusos pese a los escasos medios disponibles.

Además del hacinamiento y carencias en la limpieza y alimentación, el penal era deficitario en atención y recursos médicos: «Aunque las condiciones de vida durante la estancia en esta penitenciaría fueron bastantes duras, todos coinciden que el estado sanitario era muy lamentable, sobre todo por el hacinamiento de los detenidos, escasez de agua y medios para desinfectar las perennes plagas de piojos, chinches, cucarachas y demás insectos, además de dañinos roedores que campaban a su antojo por todo el recinto penitenciario».

«Pasados los meses del miedo -contará Juan Rodríguez Doreste- empiezan a preocuparse de cosas más materiales como la alimentación. Juan Mas, cocinero del barco Fernando Poo, mejora la calidad del rancho. También, dos médicos presos se encargaban de la sanidad del Penal, era una especie de clínica ambulante, sin camas».

Así, al igual que la presencia del cocinero del Fernando Poo fue providencial, los propios reclusos suplieron las carencias/ausencias del personal sanitario del campo de concentración: es el caso del doctor Abelardo Lloret Peral, recluso del África ecuatorial.

Se trata de uno de los frentepopulistas de Fernando Poo, de los que la historiografía franquista definía como «una docena de descontentos sin prestigio ni arraigo: un comerciante de Santa Isabel, don Jaime Gay Compte, hombre apasionado y violento; un contratista de Obras, José Serrano Roldán, aventurero procedente de Tánger, que había creado en la isla un logia llamada "Fernandina número 17", filial de otras de Valencia y Barcelona; un médico, Abelardo Lloret, y unos cuantos funcionarios de menor cuantía y colonos descalificados».
Al Dr Lloret, no le dedican en ese párrafo las habituales alusiones personales propias de la retórica franquista: se trata de un profesional con una trayectoria inusual entre los expatriados en Guinea. Nacido en valencia en 1897, se tituló como médico cirujano en Valencia, completando su formación -conforme a la edición del 17 de agosto de 1932 de Luz, Diario de la República- con «estudios especiales de parasitología en Londres, Berlín y París, siendo además diplomado de la Escuela de Medicina Tropical de Bruselas y habiendo trabajado en el Congo, por encargo de Bélgica, como jefe de misión contra la enfermedad del sueño, así como en Honduras al frente de misiones profilácticas contra la viruela, el paludismo y la uncinariasis», a lo que -añadimos- en el estudio y combate de la enfermedad de chagas. En 1932 dirigirá la Misión Especial de Endemias para la tripanosomiasis en la Guinea Española, y en 1934 será nombrado Director de Sanidad en el territorio.

Y -siguiendo con la historiografía franquista- tras la renuncia efectiva del gobernador Sánchez Guerra se ofreció el cargo de gobernador interino al registrador de la propiedad José María Martín-Gamero Isla y al Dr Abelardo Lloret Peral, declinando ambos el ofrecimiento.

Así, hasta la llegada del nuevo gobernado Estanislao Lluesma García, recayó el nombramiento interino finalmente en el jefe del Servicio de Sanidad colonial, comandante médico de la Armada José del Val Cordón. Aunque realmente tampoco hubo mucho margen de maniobra: a las pocas horas del nombramiento del Dr Lluesma (y de Dr del Val, en su ausencia) se produjo el golpe de Estado en Santa Isabel: «esa mañana -cuenta Juan Ramírez Dampierre, Vicecónsul portugues- desde las seis, fueron hechos presos cuantos constituían el grupo político Frente Popular y sus simpatizantes, siendo las prisiones hechas por milicias nacionalistas, acompañadas cada una de tres soldados de la Guardia Colonial indígena, todos debidamente armados y equipados. (...) Los presos políticos en número de cuarenta, están bien guardados y vigilados por las milicias, (…) Entre ellos hay media docena de funcionarios de la Secretaría General del Gobierno, cuatro de la Administración de Hacienda, tres de la Administración de Correos, incluyendo el propio Administrador y varios particulares, algunos sin importancia, además de dos negros. También el capitán del Puerto se encuentra entre ellos, señalado como Gobernador Central comunista. (...) El número de presos políticos o sospechosos, continúa creciendo y algunos que habían sido puestos en libertad, poco después, por considerarlos inofensivos, fueron de nuevo capturados al hacerse nuevos registros en sus domicilios o por haber nuevas denuncias contra ellos».

De los dos gobernadores interinos propuestos y que declinaron el ofrecimiento, José Martín-Gamero acabó sumándose al aparato represor franquista integrando la Comisión de Incautación de Bienes prevista por la Junta de Defensa Nacional, y el Dr Lloret detenido e internado en el campo de concentración de Gando.

Lloret, tenía la imperdonable falta de ser uno de los públicos contribuyentes a la donación de las 10.353,65 pesetas para la República, conforme a la Gaceta de Madrid del 5 Noviembre 1936.

Juan Medina Sanabria recoge en su estudio Isleta, Puerto de la Luz: campos de concentración que:
-Abelardo Lloret Peralt, de profesión Médico, Director de Sanidad en la Guinea: Fue detenido en Santa Isabel el 19 Septiembre 1936 (fecha del Alzamiento Militar en esta zona), quedando a disposición del Auditor de Guerra de Canarias, que ordena su libertad el 4 Marzo 1937. El 26 Abril 1937 reingresa a disposición del Gobernador Militar de Las Palmas, siendo liberado definitivamente el 2 Julio 1937, de orden del Comandante General de Canarias, por nuevo examen de los antecedentes enviados por el Gobernador General de la Guinea Española. Después de ser puesto en libertad, desempeña durante muchos años su profesión en el municipio de Valleseco de Gran Canaria.
Pasadas las detenciones iniciales, es condenado en mayo de 1944 «como autor de un delito consumado de Masonería, (...) a la pena de doce años y un día de reclusión menor, accesorias legales de inhabilitación absoluta perpetua». Dos años después, el Juzgado de Instrucción número 2 de Las Palmas de Gran Canaria hace saber que ha sido sobreseído el expediente de responsabilidades políticas y «ha recobrado la libre disposición de todos sus bienes».

Es precisamente durante sus sucesivos cautiverios, que el  Dr Lloret pasaba consulta a sus compañeros de prisión.

Conforme a ASODEGUE, su repatriación definitiva sería en 1963.

lunes, 4 de julio de 2022

La fuga de José Serrano

Son numerosos los testimonios de la dureza del campo de concentración del viejo lazareto de Gando, en donde fueron confinados los 150 coloniales y la tripulación del Fernando Poo. En este paseo por la calle 19 de Septiembre de la vieja Santa Isabel hemos recopilado algunos de ellos, incluyendo el de los maltratos, hacinamiento, enfermedades, falta de higiene y desnutrición.

Sirva como ejemplo el «testimonio de un tal Ricardo [Sáinz García], abogado residente en Santa Isabel, colaborador del Diario de Guinea y de la prestigiosa Revista de Criminología Forense, recogido por María Manuela de Cora en su libro Retaguardia enemiga, la bestialidad era la tónica del trato de sus captores. Cuenta Ricardo, detenido en los primeros días de la sublevación y mantenido preso sin ninguna imputación formal, que una de las peores torturas era la conocida como "la pena del palo", que se aplicaba por cualquier infracción del reglamento o ante la menor indisciplina. Consistía en situar al penado, erguido, ante un poste en cuyo extremo superior lucía una bombilla, y mantenerlo ahí, de pie, sin dormir, ocho o quince noches seguidas, obligándole durante el día a cumplir el trabajo forzado ordinario. Los compañeros, que asistían al derrumbamiento físico y mental del así castigado, procuraban quitarle parte de la faena, pero sobre la víctima se cernía durante esas jornadas, por parte de la guardia, una vigilancia reforzada. El atrabiliario obispo Pildain, que odiaba a Unamuno, a Galdós y a las mujeres, no reparaba durante sus frecuentes visitas al campo en esas aberraciones que se cometían con los que, a todo trance, pretendía inducir a confesar y comulgar para arrancarles sus pecados», recogido por  Rafael Tórres en Los Esclavos de Franco.

Palo ubicado en el patio del campo de concentración del Lazareto de Gando en Gran Canaria, recurrente en los testimonios de maltrato. Fotografía cortesía de Fernando Caballero Guimerá, incluida en "Los campos de concentración de Franco" de Carlos Hernández de Miguel.

No es de extrañar que -como cuenta Antonio Tejera Afonso (Antoñe) en Ontica Libertaria- «de Gando todo el mundo quería fugarse. Y se preparó una fuga [en julio de 1938]: “Salía a buscar leña para hacer la comida. Iba con un brigada por esos campos, por Mogán. Arguineguín . . . y ahí fue donde empecé a mirar al terreno. Se lo dije a la gente: Hay una falúa y hay botes’. Y empezamos a estudiar el asunto”. Los participantes en la aventura fueron: “José Serrano Roldán, republicano de Fernando Poo; Facundo Fernández Casseca, palmero, Araneta, capitán de la marina de La Palma; Tristán Santana, abogado socialista; y yo”. Ya en marcha el plan, se dice “que la falúa no porque era un entorpecimiento y en esa época que nos fuimos la corriente era de tres millas hacia el sur, -decía Araneta- ‘es mejor un bote, porque el bote se desliza’, -lo tenía calculado todo”. Y llegó el día señalado: “Salimos de Gando, pam, paramos en la venta; el camión siguió para Mogán a buscar la leña. Nos metimos allí. Ya estaba todo el plan. Bajé a la playa y le dí un mitín a los pescadores: ‘Ya llego el momento de lo que la República prometió; la fábrica de salazón que estaba prometida aquí la hace el generalísimo Franco, y usted hombre indicado, -se llamaba Garrancho, el que maneja aquello- dentro de unos minutos vendrá el ingeniero para tomar medidas, y usted será el que elegirá la gente que va a trabajar aquí’. El hombre encantado, ‘nada, ahora vendrá el ingeniero; necesitamos un barco para inspeccionar la costa’. En esto, que no aparece ninguno. Para arriba otra vez. Digo: ‘Coño ¿pero qué pasa?, si está todo preparado ya’. ‘Pero es que no se duerme el brigada’, -borracho-. ‘¿No se duerme?. Venga, ¿dónde está eso?. Dele café en seguida; le pongo aquello dentro (luminal), bébete esto borrachín del carajo para que se te quite’. Se quedo durmiendo, pom, frito. Uno con un saco al hombro, otro con otro, venga por ahí para abajo. Los marinos estaban esperando al ingeniero, nos ven a todos con un saco, ‘¿qué coño es esto?’. Ya allí era... ese barril de agua aquí pim pum, lo otro aquí, venga lo otro allá, pum, el barco al agua, y enseguida, ‘eh ¿qué pasa? ¡Ladrones!’ Venga las velas arriba parecía una paloma el barco. Cantando ya: ‘¡Viva la República, viva!’. Al día siguiente perdida la isla. Al otro día empezó un viento, un temporal..., bueno, nos rompió las velas, rompió el timón, nos quedamos al garete. Tuvimos que tirar los víveres al agua, -el gofio ya no servía- chupando leche condensada por el boe. Siete días encima del mar, noche y día, y gracias a Araneta si no nos ahogamos como perros. Un temporal que no salían los barcos del puerto, del temporal tan terrible. Ya extenuados estábamos frente a Tenerife; el tiempo otra vez, pum, nos metió en Las Palmas. En eso la falúa de la Comandancia nos había visto, dieron parte, vinieron a buscarnos y allí nos cogieron. ¡Para Gando!».

Juan Rodríguez Doreste vivió así su regreso: «Desde las ventanas de las plantas altas que se asomaban hacia fuera les vimos entrar en el pabellón del Jefe del Penal, acompañados de sus captores, varios guardias civiles. Venían en un estado lamentable, las ropas deshechas, barbudos, sucios, con evidente derrota física. A los pocos momentos nos reunían a todos -éramos más de mil quinientos- en el patio. El Jefe superior, demudado de cólera, después de insultarlos, nos amenazó:
-Los voy a tener a pan y agua hasta que expiren y a los que los ayuden de cualquier forma les estoy dando palos desde el toque de diana al toque de retreta.
Los encerraron en un cuarto sin ventanas en la parte baja de uno de los pabellones. Dos veces al día los sacaban uno a uno y los castigaban, buscando también inútilmente los posibles cómplices. Facundo fue siempre el más aspaventero. Al regresar de cada sesión, las ropas desordenadas, desorbitados los ojos, les decía a sus compañeros de calabozo:
-Lo que quieren éstos es matarnos, matarnos.
Mas los evadidos supieron resistir firmes y enteros los largos días del encierro. La condena a pan y agua fue realmente teórica. Apenas metidos en el sótano abrimos un hueco en el techo de madera por donde recibían diariamente las mejores provisiones de que disponíamos: galletas, chocolates, salchichón, queso. Cuando al fin los incorporaron nuevamente a la rutina general, estaban en verdad más gordos, aunque en su palidez y en las trazas físicas acusaran la doble huella de la privación del sol y de los bárbaros castigos».

«Desde que entramos en Gando, todos los días una paliza. Nos daba palos ahí un rebenque que le decían el Guanche. Un teniente que había, Arismendi, vasco, el segundo día le dijo: ‘Venga, verdugo, a cumplir con tu deber’. Y ya no nos pegaron más. Y a pan y agua tres meses, pero encima había la enfermería, -era de madera- entonces abrieron un boquete, y con una caña nos metían café con leche, plátanos... y así vivíamos”», concluye Antoñe su recuerdo de la que fue la fuga más espectacular de Gando.

Por esta fuga son condenados a un año de prisión menor por quebrantamiento de condena, sentencia que es firme el 16 Septiembre 1939.
  • Juan Rodríguez Doreste se olvida del republicano de Fernando Poo José Serrano Roldán; no así de Antonio Tejera Afonso (Antoñe), del malagueño Francisco Herrera Araneta (considerado el cerebro de la evasión) o del argentino Ángel Tristán Santana. Siendo su libro Cuadros del penal: (memorias de un tiempo de confusión una bitácora imprescindible, ésta es citada reiteradamente generando así la desaparición de Serrano de los relatos. Como bien recuerda Pedro Medina Sanabria, aunque fuera carente de toda intencionalidad «hay demasiados libros, escritos por individuos reconocidos como 'autoridades en la materia', plagados de inexactitudes y errores...».

miércoles, 15 de diciembre de 2021

Dos más de los 150 del penal

En este paseo por la calle 19 de Septiembre de la vieja Santa Isabel, son recurrentes las citas a Juan Rodríguez Doreste sobre su vivencia de confinamiento en el campo de concentración del viejo Lazarero de Gando:
«Llevábamos algunos meses en Gando cuando llegaron los detenidos en la Guinea española, que procedían de la isla de Fernando Poo y del territorio del Río Muni, a los cuales se habían incorporado los tripulantes capturados del vapor de la Compañía Trasmediterránea, llamado precisamente el Fernando Poo, hundido en las aguas del puerto de Bata. Eran aproximadamente unos ciento cincuenta en total, entre tripulantes y coloniales. De los primeros salieron las bajas más importantes que causó la expedición conquistadora. (...) Y así un día aparecieron por Gando, derrotados, pálidos, con evidentes señales del estrago corporal que les había causado una reclusión que lindaba en infrahumana. Constituían un buen contingente, muy heterogéneo de composición, pero muy homogéneo en la solidaridad, en el buen espíritu. (...) Me cruzan igualmente por el recuerdo otras figuras de amigos que fueron asiduos concurrentes a nuestro cuarto, que ganaron nuestra estimación, que intimaron incluso con algunos de nosotros y que luego la vida ha esparcido por distintos cuadrantes: los guineos Francisco Luque, escéptico bromista de garra irónica, y Pedro Mantilla, buen dibujante y delineante, excelente persona a quien luego encontré muchas veces en el despacho donde trabajaba en Madrid».

No hay mucha información accesible sobre ambos, pero sí que a Manuel Luque Vázquez y a Pedro Mantilla Henríquez (Enrici dirá el BOE en su nombramiento como capataz forestal en el servicio correspondiente en los territorios españoles del Golfo de Guinea) les fueron conmutadas las penas en noviembre de 1941.

Posiblemente, la extraordinaria memoria del viejo alcalde fallara en esta ocasión y se tratara realmente del Manuel Luque para quien -al igual que para Pedro Mantilla- el fiscal solicitaba reclusión perpetua y finalmente fue condenado a 10 años de prisión, Ambos cuentan igualmente con su correspondiente expediente de indulto, tras cumplir parte de la pena.

Palo ubicado en el patio del campo de concentración del Lazareto de Gando en Gran Canaria, recurrente en los testimonios de maltrato. Fotografía cortesía de Fernando Caballero Guimerá, incluida en "Los campos de concentración de Franco" de Carlos Hernández de Miguel.

jueves, 30 de septiembre de 2021

Música clandestina

Dibujo de Felo Monzón
(Rafael Monzón Grau-Bassas)
realizado en el campo de concentración
Cuenta Guillermo Martínez en La música clandestina en las prisiones franquistas: esperanza, muerte, picaresca y el sueño de libertad que «Modificar la letra del “Cara al sol”, enfrentarse a las autoridades cada vez que intentaban que una partitura saliera de la cárcel y entonar diferentes canciones sobre su propia realidad es lo que hacían decenas de presos encarcelados durante la dictadura franquista (...) Romper el silencio en las cárceles franquistas no fue algo baladí. Decenas de presos políticos se vieron inmersos en bandas y orquestas de estos centros penitenciarios pensados para el castigo y la muerte, la reeducación del régimen. Entre ellos, decenas de músicos profesionales que no dejaron de entonar sus partituras y composiciones entre barrotes, a veces obligados por las autoridades de la dictadura, otras tantas, por la libertad añorada, la familia lejana, los deseos de escapar. La lírica caló en fragmentos de papel higiénico, en giros irónicos de un Cara al Sol quemado, en la protesta política: su crimen».

No es una sorpresa: habíamos visto ya en la celda de los pintores o el aficionado a los toros de Santa Isabel cómo los confinados buscan estrategias que les permitan hacer más llevadera la prisión o incluso generar espacios para la resistencia. Así surgen casos como los voluntarios a Guinea en el penal de Burgos.

En esa búsqueda los presos se inspirarán en diferentes temas, tantos como emociones:

«Asimismo, el protagonismo también recayó en las mujeres que sustentaban al preso: "La figura de la madre, la esposa y la hermana es muy recurrente porque son quienes les llevaban comida y de algún modo ellas estaban tan presas como ellos", especifica Calero. Aun así, la libertad era el tótem central al que dedicaban sus versos. Así ocurre cuando salen de prisión, o bien por su excarcelación o porque se tratara de un traslado. "Cuando ya sea libre te volveré a ver", decían las presas de Durango "desreferenciadas de su propio sitio, sin un lugar al que regresar", apunta la investigadora. Más allá de las mujeres, tan presentes en el pensamiento y recuerdo de los presos, éstos también dedicaban sus obras musicales a los más pequeños de la familia. Lo mismo sucedía con otras composiciones de contenido sexual, dada la carencia del mismo. "Cuando uno se las encuentra puede sorprender, pero no deja de ser una necesidad física y emocional", señala Calero. Ella misma finaliza al afirmar que, en estos casos, las letras sí tienen cierto contenido humorístico y se retrotraen a los ritmos latinos que ya habían penetrado en España en los años 20, donde todo es más sugerente y hablan del sexo hasta donde pueden, entendiéndolo como un juego».

Entre los testimonios recopilados está La Rumba de Ánxel Jóhan, compuesta en 1940 mientras cumplía condena en la Prisión de las Palmas de Gran Canaria.

Danza en el cálido son 

del bongó.

Rumba de selva

en Fernando Póo.

Baile del vientre

con tetas al sol.

Danza, que danza, que danza

la gripa se escurre llena de sudor.

Lujuria del muslo

crispada la mano

y abierto el bongó.

Trenza el calabó, bó, bó

trenza en tu ombligo

las nipas de N’fork [sic, por N’sork].

Sonido, verso y color

para la negra, negra de Cennobón [sic, por Annobón]

Sobre el autor, recogen en El Silencio Roto que Ánxel Jóhan (nacido como Ángel Juan González López, Lugo, 1901-Madrid 1965) fue:

Poeta, escritor y dibujante lucense. En 1929 se trasladó a Las Palmas de Gran canaria donde colaboró con la revista Yunque. Tras la sublevación militar escribió al gobierno de la república informando de la presencia de Franco en la isla, razón por la cual fue detenido en 1937 y condenado a treinta años de reclusión, de los cuales cumplió cuatro en el Penal de las Palmas. Allí retrató a varios de sus compañeros de presidio, colaboró en la revista clandestina Surcos y escribió diversos poemas y canciones, entre estas las de motivo infantil Dos canciones y la erótica Rumba.

En 1938, el Ministerio del Orden Público declara su separación del servicio del Cuerpo de Telégrafos, al que nunca más volverá a pertenecer.

En 1941 fue excarcelado, siendo entonces cuando publicó sus primeros libros: Redondel sin salida (1944), Alba esencial (1944), Muerte siempre (1945), La agonía junta (1946) y Antología cercada (1947). En 1948 regresó a Lugo, donde se dedicó a diversas actividades docentes.

Finalmente falleció en Madrid en 1965.

 

La canción tiene la evidente influencia de alguno de los 150 presos coloniales en Gando.

De todo modos, Ánxel Jóhan cultivará diversos procesos creativos (pintura, poesía... y otro tipo de canciones) en prisión.

Por ejemplo, dibujos y caricaturas:
Retratos de los presos Eustaquio Almeida Ojeda, Félix Montesdeoca Pérez, Domingo Suárez Morales, Juan Trujillo Pérez, Javier Muñoz Pastor y José Fiol Santana realizados en la prisión de Fyffes.



miércoles, 20 de enero de 2021

El testimonio de un tal Ricardo

En este paseo por la calle 19 de Septiembre de la vieja Santa Isabel, son recurrentes las citas a Juan Rodríguez Doreste sobre su vivencia de confinamiento en el campo de concentración del viejo Lazarero de Gando:
«Llevábamos algunos meses en Gando cuando llegaron los detenidos en la Guinea española, que procedían de la isla de Fernando Poo y del territorio del Río Muni, a los cuales se habían incorporado los tripulantes capturados del vapor de la Compañía Trasmediterránea, llamado precisamente el Fernando Poo, hundido en las aguas del puerto de Bata. Eran aproximadamente unos ciento cincuenta en total, entre tripulantes y coloniales. De los primeros salieron las bajas más importantes que causó la expedición conquistadora. (...) Y así un día aparecieron por Gando, derrotados, pálidos, con evidentes señales del estrago corporal que les había causado una reclusión que lindaba en infrahumana. Constituían un buen contingente, muy heterogéneo de composición, pero muy homogéneo en la solidaridad, en el buen espíritu. Venían funcionarios caracterizados: el tesorero de Hacienda, el jefe de Correos, el jefe de la Policía gubernativa, el comisario López García, pintoresco personaje, realmente detenido por error, pues no era ni chicha ni limonada, dependientes de la Curaduría, algunos profesionales, cultivadores y finqueros, escritores, un excelente poeta, etc. y la totalidad de la tripulación del Fernando Poo».

Pero no es el único relato que recopila vivencias de los presos coloniales en Gando.

Así, recoge Rafael Tórres en Los Esclavos de Franco que «según testimonio de un tal Ricardo [Sáinz García], abogado residente en Santa Isabel, colaborador del Diario de Guinea y de la prestigiosa Revista de Criminología Forense, recogido por María Manuela de Cora en su libro Retaguardia enemiga, la bestialidad era la tónica del trato de sus captores. Cuenta Ricardo, detenido en los primeros días de la sublevación y mantenido preso sin ninguna imputación formal, que una de las peores torturas era la conocida como "la pena del palo", que se aplicaba por cualquier infracción del reglamento o ante la menor indisciplina. Consistía en situar al penado, erguido, ante un poste en cuyo extremo superior lucía una bombilla, y mantenerlo ahí, de pie, sin dormir, ocho o quince noches seguidas, obligándole durante el día a cumplir el trabajo forzado ordinario. Los compañeros, que asistían al derrumbamiento físico y mental del así castigado, procuraban quitarle parte de la faena, pero sobre la víctima se cernía durante esas jornadas, por parte de la guardia, una vigilancia reforzada. El atrabiliario obispo Pildain, que odiaba a Unamuno, a Galdós y a las mujeres, no reparaba durante sus frecuentes visitas al campo en esas aberraciones que se cometían con los que, a todo trance, pretendía inducir a confesar y comulgar para arrancarles sus pecados».

Palo ubicado en el patio del campo de concentración del Lazareto de Gando en Gran Canaria, recurrente en los testimonios de maltrato. Fotografía cortesía de Fernando Caballero Guimerá, incluida en "Los campos de concentración de Franco" de Carlos Hernández de Miguel.

martes, 22 de diciembre de 2020

El caso del maestro nacional

Decíamos en varias ocasiones durante este paseo por la Calle 19 de Septiembre de la vieja Santa Isabel, que la función pública se convirtió en un nuevo y cruel campo de batalla.

Veamos el caso del maestro nacional José Lozano Alonso:

No hay mucha información accesible sobre él. Sí consta, que para evitar tal especulación, el Gobernador General dispuso la creación de una Junta de Subsistencias, por medio de una ordenanza de 15 de agosto de 1936. Se trataba de un órgano cuyas funciones principales, según rezaba la misma disposición, eran: racionar los braceros disponibles entre los finqueros coloniales; controlar y regular los precios de los productos; y proponer cualesquier otras medidas que consideren «procedentes» para el mantenimiento de la estabilidad de la actividad económica colonial durante el curso de la guerra. Y en la Guinea continental, las funciones de la Junta de Subsistencia las desempeñaba un Comité compuesto por los señores: Toribio Villalobos (presidente), Serra Companys, Rafael Iranzo y Jose Lozano Alonso.

A su vez, la historiografía franquista resaltará que junto con el agricultor Alejandro Torres García; el procurador Sierra Companys, primo del Presidente de la Generalidad, de Cataluña; el agricultor Francisco Padrón y el industrial Enrique Brutinel conformaron el Frente Popular en el territorio continental, con la anuencia del subgobernador Hernández Porcel, desoyendo el bando del 5 de junio de 1936. Tiene, además, la imperdonable falta de ser uno de los públicos contribuyentes a la donación de las 10.353,65 pesetas para la República, conforme a la Gaceta de Madrid del 5 Noviembre 1936.

Cuando el conflicto armado llegó al territorio ecuatorial, se vio obligado a exiliarse con su familia y - conforme a Pozanco- con fecha 11 de enero de 1937 se repatriaron a la península con el vapor "Asia", vía Burdeos.

Un mes después, el 15 de febrero de 1937, el gobierno republicano le reintegró (aunque fuera simbólicamente) en su puesto.

Él no fue de los 150 del campo de concentración de Gando, ya que cumplió condena en diferentes instituciones de Madrid: el 23 de diciembre de 1939, un Consejo de Guerra le condenó a doce años de prisión, a los que se suma la sentencia en 1940 del Tribuna Regional de Responsabilidades Políticas de Santa Isabel, que resolvió que a sus «41 anos de edad, hijo de Amador y Consuelo, maestro nacional, natural de Granada, con domicilio en la calle de la Misericordia, número 12, y cuyo actual paradero se ignora. Fallamos: Que procede imponer e imponemos a José Lozano Alonso, co­mo políticamente responsable de hechos menos graves, a la pena de inhabilitación total para, el cargo de maestro y ses años de destierro de estos territorios y al pago de la multa de dos mil quinientas pesetas».

En los años posteriores cumple condena y se beneficia de diferentes conmutaciones de pena "a propuesta del Patronato Central para la Redención de las Penas por el Trabajo". Pasando así a libertad condicional habiendo cumplido ya casi la totalidad de la condena del 39.

Las consecuencias y ensañamiento de esa persecución perdurarán por años.

Todavía en 1963, es decir con una edad ya avanzada (nació el 2 de julio de 1897), a «Don José Lozano Alonso: se le asigna puntuación doble por sus servicios en Guinea, alcanzando un total de 43.119 puntos. Se desestima en cuento no es computable el tiempo que estuvo separado del servicio».

Hasta la publicación de la Orden por la que se dispone el cumplimiento en sus propios términos de la sentencia del Tribunal Supremo de 10 de noviembre de 1970, recaída en el recurso contencioso-administrativo, interpuesto por el Maestro nacional don José Lozano Alonso.

«Fallamos: Que estimando en parte. el recurso contencioso administrativo que don José Lozano Alonso, Maestro nacional jubilado. interpuso contra la denegación por silenció administrativo una vez denunciada la mora, de la petición que formuló ante la Dirección General de Enseñanza Primaria en escrito de 24 de noviembre de 1967, sobre reconocimiento dé servicios, debemos declarar y declaramos no hallarse ajustada a derecho, por lo que la anulamos, yen su lugar declaramos así mismo que el tiempo, comprendido entre el 8 de junio de 1937 y el 29 de abril de 1963, en que estuvo separado del Cuerpo como consecuencia de expediente de depuración; tiene que serle computado a efecto de trienios, excepto el que abarcó la pena conmutada de la reclusión que le impuso el Consejo de Guerra de Madrid celebrado el 23 de diciembre de 1939 -doce años-, con abono de las cantidades dejadas de percibir en tal sentido desde la vigencia de la Ley 31/1965, de 4 de mayo; todo ello sin especial pronunciamiento, en cuanto a costas».

lunes, 14 de diciembre de 2020

El viejo alcalde de Las Palmas

Este paseo por la calle 19 de Septiembre de la vieja Santa Isabel se nutre de numerosas fuentes: son recurrentes La Gaceta y el Boletín Oficial del Estado, La Guinea Española y el Semanario Ébano, así como diversas bases de datos memorialistas. Sin olvidar algunos blogs especializados, entre los que destacan Benito Sacaluga Rodríguez, El exilio de los marinos republicanos o el de Pedro Medina Sanabria. Y -por supuesto- Crónicas de la Guinea Ecuatorial, el portal de la diáspora del 69.
Igualmente son varios los libros que citamos y consultamos, pero de éstos resulta una fuente privilegiada de información el libro Cuadros del penal: (memorias de un tiempo de confusión) de Juan Rodríguez Doreste.
Gracias a esa memoria es posible conocer del sufrimiento de los 150 presos coloniales y tripulación del Fernando Poo en el campo de concentración del viejo lazareto de Gando.

¿Pero quién era Juan Rodríguez Doreste al que le prologó el libro Felipe González?

Fue un periodista y militante del PSOE en Canarias, que se significó como compromisario para la elección del presidente de la II República.
Caricatura de Doreste realizada con esmaltes por
el recluso Gonzalo Carrillo, de Fernando Poo
Cumplió prisión en Gando, y décadas después, en democracia fue elegido alcalde de Las Palmas y senador.

El Diccionario Biográfico del socialismo español lo describe así:

Las Palmas de Gran Canaria (Canarias) 29/11/1904 -- Las Palmas de Gran Canaria (Canarias) 26/07/1988 
Profesor mercantil, escritor y crítico de arte. En 1914 inició sus estudios en la Escuela de Comercio de Las Palmas, obteniendo el título de profesor mercantil en 1921. Viajó por vez primera a París y a su regreso ejerció durante dos años como profesor de Física y Química, trabajando por las tardes en una agencia marítima. Entre 1923 y 1925 vivió en Madrid, donde fue para preparar oposiciones. Estudió Filosofía e Historia del Arte en la Universidad Central. Allí asistió a las clases de Ortega y Gasset y conoció a Negrín. Regresó a Las Palmas sin haber efectuado los exámenes de la oposición comenzando a trabajar como funcionario de Obras Públicas en la Junta del Puerto y posteriormente en la Junta de Carreteras. En 1926 publicó en Diario de Las Palmas su primer artículo periodístico sobre la obra musical de Víctor Doreste. En 1927 comenzó a colaborar en La Rosa de los Vientos (Tenerife), donde publicó sus dos primeros ensayos «El ángulo recto en el cubismo» y «En torno a Goya», con ocasión de su centenario. Colaboró también en Cartones y Cosmópolis. En 1928 se hizo socio de El Museo Canario y en 1930 entró a formar parte de su Junta Directiva, en la que fue director, presidente y secretario en diferentes etapas de su vida. Ese mismo año comenzó a trabajar en el diario El País, del que fue redactor-jefe hasta 1931. Ingresó en la AS de Las Palmas en 1929. Fue director del diario Avance, órgano del PSOE en Las Palmas entre 1931 y 1933. Asistió como delegado al XIII Congreso del PSOE en 1932, donde fue propuesto para formar parte de la Comisión de «propaganda». En abril de 1936 fue elegido compromisario del PSOE por Las Palmas para la elección del nuevo Presidente de la República (Manuel Azaña). En mayo de ese mismo año fue iniciado en la masonería con el nombre simbólico de «Ortega y Gasset», perteneciendo a la logia «Andama» de Las Palmas, donde alcanzó el grado 1º. 
Al producirse el golpe de Estado del 18 de julio estuvo escondido hasta que finalmente se entregó a finales de septiembre. Fue encarcelado en el campo militar de la Isleta y en 1937 trasladado al penal de Gando del que Salió a finales de 1940. De 1941 a 1956 trabajó como subdirector y director de la firma exportadora de fruta Hijos de Juan Rodríguez SA, compaginándolo con varios proyectos periodísticos avalados por el diputado socialista exiliado en México José Antonio Junco Toral como fueron Canarias Deportiva y Canarias Económica en 1945 y la constitución de Editorial Prensa Canaria en 1952 con el objetivo de la reaparición de Diario de Las Palmas. En 1956-1957 residió en La Habana, México y Caracas. A su regresó a Gran Canaria dirigió la firma consignataria «Camilo Martinón Navarro» donde trabajó hasta su jubilación en 1975. 
Participó en la reorganización del PSOE en Gran Canaria y colaboró activamente en la campaña electoral de 1977. Fue elegido concejal del ayuntamiento de Las Palmas en las elecciones municipales de 1979 y designado alcalde el 26 de agosto de 1980. Dimitió el 30 de julio de 1982 al ser sometido a una moción de censura. Volvió a ser alcalde en mayo de 1983 al obtener la candidatura del PSOE mayoría absoluta en las elecciones municipales celebradas ese año permaneciendo en el cargo hasta 1987. Además fue elegido senador por Gran Canaria en las elecciones de 1982 y 1986. Escribió dos libros autobiográficos: Cuadros del penal (1978) y Memorias de un hijo del siglo (1988). Fue Académico de la Real de Bellas Artes de San Fernando de Madrid y de la de Bellas Artes Santa Isabel de Hungría de Sevilla y secretario del Museo Canario de Las Palmas. Falleció en Las Palmas de Gran Canaria el 26 de julio de 1988.
No olvidéis leer:
Cuadros del penal: (memorias de un tiempo de confusión)

lunes, 27 de abril de 2020

Capitanía General de Canarias

Los hermanos Juan y Pedro Medina Sanabria son fuente de inspiración e información para este paseo por la calle 19 de Septiembre de la vieja Santa Isabel.

El Blog de Pedro Medina Sanabria | Memoria e Historia de Canarias hace un trabajo constante de difusión, por lo que merece la pena bucear un rato por sus páginas.

Juan Medina Sanabria, a su vez, es autor de varias publicaciones. Destaca el trabajo Isleta, Puerto de la Luz: campos de concentración. En él, le dedica todo un capítulo a los 150 del campo de concentración del viejo lazareto de Gando, y presenta una relación de penados y sentencias. Os compartimos un extracto del mismo:
Declarado el Estado de Guerra en Canarias en el inicio del Alzamiento Militar, todos los detenidos por los incidentes acaecidos en la Guinea Española, ya sean de tipo político durante la etapa republicana como los habidos para que no se integraran estos territorios al Gobierno de Burgos, por razón de su jurisdicción, dependían de la Capitanía General de Canarias con sede en la isla de Tenerife, que a través del Gobierno Militar de Las Palmas de Gran Canaria, procede a la designación de los Jueces militares correspondientes. Para llevar a cabo lo previsto en el Código de Justicia Militar y celebrar los consejos de guerras, se hace preciso el traslado de todos los detenidos a Gran Canaria, hecho que se realiza de dos veces.
La primera mayor expedición de prisioneros llega a través del buque de la CIA. Trasmediterránea "Ciudad de Ibiza", transformado en crucero auxiliar, que llega al puerto de La Luz el Sábado 27 Febrero 1937 con 104 detenidos. Todos son ingresados el mismo día en el Campo de Concentración deGando, excepto las mujeres que pasan a la Prisión Provincial.
La situación de estos detenidos era la siguiente:
45 individuos estaban procesados por distintos Jueces, 20 tripulantes del buque "Fernando Poó" procesados. 34 tripulantes del buque "Fernando Poó" en libertad provisional (todos son liberados en la primera semana de Marzo 1937). 3 individuos a disposición del Auditor de Guerra de Canarias 2 individuos expulsados de la Guinea.
La segunda expedición sale de la Guinea Española a primeros de Junio 1937, siendo ingresados en el Lazareto de Gando, once detenidos el día 14 Junio 1937, a disposición de los Juzgados Militares de la Plaza de Las Palmas. 
En relación con los hechos acaecidos en estos Territorios, se ha logrado acceder a certificados de las sentencias de las causas militares que a continuación se indican: 
- Causa 338/36 y 568/36.- Se instruye por Rebelión contra Esteban Sánchez Navarro.
- Causa 393/36.- Por el presunto delito de excitación a la rebelión, contra el paisano, Valentín Redondo Abad. La instruye el Teniente de Infantería José Ramírez Bethencourt por haber prestado el citado individuo servicio con armas como miliciano y haber realizado manifestaciones tendenciosas a la llegada del "Ciudad de Mahón" a Bata. Se efectúa el consejo de guerra el 17 Marzo 1937, en el salón de actos del RIC-39 y se le condena por el delito de auxilio a la rebelión a 16 años de reclusión temporal [y destierro]. La sentencia es aprobada por la Autoridad Judicial el 24 Marzo 1937, siendo puesto en libertad el 15 Septiembre 1940.
- Causa 514/36. Contra el paisano Carlos Márquez Aceituno, por tenencia ilícita de  armas. Tenía una pistola "Lusitania 7,65" en el bolsillo, sin licencia para su uso.
- Causa 515/36. Contra el paisano Abelardo González Alonso, por tenencia ilícita de armas.
- Causa 516/36. Contra el paisano Ginés Pérez Ballesta, por tenencia ilícita de armas.
- Causa 518/36 Contra el paisano José Serrano Roldán, por tenencia ilícita de arma, al acreditarse que una pistola encontrada en un bosque, con la numeración raspada, era de su propiedad.
- Causa 519/36. Juez Instructor Alférez de Artillería Pedro González Rodríguez, por el presunto delito de ofensa a centinela, contra el paisano Andrés López Varona. Se trata en esta causa al citado individuo, dado que estando en prisión en Santa Isabel de Fernando Poó, estaba de centinela el miliciano nacionalista Luis Arzuaga Gimón y le falta de palabra a su madre. Tiene lugar el consejo de guerra el día 16 Marzo 1937 en el salón de actos del RIC-39, siendo aprobada la sentencia por la Autoridad Judicial el 24 Marzo 1937.
- Causa 521 /36 Juez Instructor Capitán Infantería Fortunato López Chávez, por el presunto delito de rebelión, contra el paisano Jaime Gay Compte y veintidós individuos más. Se enjuicia a todo el Comité del Frente Popular en Fernando Poó, por reuniones clandestinas tendenciosas desde el 18 Julio/19 Septiembre siguiente (estaba ya el F.P. suspendido en la isla), por los contactos con el Gobierno de Madrid y Bata y sus actuaciones con los subalternos y marinería del crucero "Méndez Núñez", implicándoseles en la destitución de la oficialidad del buque, etc. Tiene lugar el consejo de guerra el 27 Septiembre 1937 en el hogar del soldado del Cuartel del Grupo Autónomo Mixto de Ingenieros nº. 4, sito en La Isleta, siendo aprobada la sentencia por la Autoridad Judicial el 16 Octubre 1937.
- Causa 537/36. Juez Instructor Comandante Infantería Diego Figueroa Manrara, por el presunto delito de rebelión, contra los componentes de la Guardia Colonial, Brigada Sebastián Nacarino Romero, Sargento Joaquín Irles Pérez y Guardia indígena Simón N'Ganye Camerún y los paisanos José Serra Company, Jaime Andrés Sánchez, Martín Illeras Silbano y Ernesto Gómez García. El consejo de guerra se celebra el 4 Junio 1938, en el salón de actos del RIC-39 en La Isleta, y se efectúa para fallar dicha causa, sobre las actuaciones de dichos encausados en la Guinea Continental, donde actuaron como componentes del Frente Popular, haciendo servicios con armas dentro del territorio, destituciones con violencia y detenciones, administrar locales, etc. La sentencia es aprobada por la Autoridad Judicial con fecha 22 Junio 1938, destacando la absolución del Sargento Irles por falta de pruebas y el guardia Simón N'Ganye, por la circunstancia eximente de "obediencia debida" (le ordenaron desarmar a un Oficial que hizo ademán de defenderse antes de su detención, poniéndole el fusil en el pecho).
- Causas nº.537/36 y 538/36 (pieza separada de estas causas). Juez Instructor Comandante de Artillería Antonio Lucena Gómez, por el delito de auxilio a la rebelión, contra el Brigada de la Guardia Civil Eugenio Domingo Espinar y paisanos Vicente Moreno Cancho, Gabriel Martorell Mezquida, Juan-R. Bernal Estrada, Esteban Sánchez Navarro, José Cazorrán Gracia, Gregorio Álvarez Alonso, Generoso Rey Gracia, Ricardo Sáez García y Francisco Diez Arcelus. Se instruye para enjuiciar a los anteriormente citados, Directivos del Movimiento rebelde rojo F.P.y ejecutores de actos de violencia en la Guinea Continental, realizadores de incautación del armamento y municiones a los europeos, asaltos a mano armada, apoderándose de vehículos privados, detención de los Misioneros y Religiosas, disparando en la playa contra el buque "Ciudad de Mahón" y las lanchas de expedicionarios que intentaban desembarcar en Bata, etc. El consejo de guerra se celebra el 3 Noviembre 1938, en el salón de actos del RIC-39, en La Isleta, donde se condena a muerte a cuatro de los implicados, así como otras penas menores a los restantes, siendo aprobada esta sentencia por el Capitán General Vicente Valderrama, con fecha 23 Noviembre 1938. Dada cuenta la sentencia al Cuartel General del Jefe del Estado, con fecha 3 Octubre 1939, la misma es conmutada por la inferior en grado, pasando las penas de muerte a la de reclusión perpetúa.
- Causa nº. 589/36 Juez Instructor Alférez Pedro González Rodríguez, por el delito de rebelión Militar, contra el Sargento de la Guardia Civil retirado, Onofre Mañas Cortés. Según el atestado efectuado en Bata, unido a esta causa, el inculpado perteneció a la milicia de manera voluntaria, efectuando diversos servicios con armas. Al llegar el "Ciudad de Mahón" y oir los cañonazos bajó a la playa; se refugia en el edificio de Aduanas, donde ese visto disparando un fusil, contra las lanchas. El consejo de guerra se celebra el 7 Marzo 1937 en el salón de actos del RIC-39, en La Isleta, siendo aprobada la sentencia por la Autoridad Judicial del Archipiélago, el 24 Marzo 1937.
- Causa nº.24/37 Instruida por el Teniente José Ramírez Bethencourt por el presunto delito de rebelión, contra el paisano, Capitán de la Marina Mercante Antonio Pasajes Respeto y diecinueve individuos más. Se enjuicia el viaje y las actuaciones extremistas del "comité rojo" en el buque "Fernando Poó" desde Barcelona y en Bata, donde es hecho prisionero por la m/n."Ciudad de Mahón", al que trató de embestirle dado su mayor tonelaje, poniendo en marcha acelerada las máquinas interviniendo en este atentado además algunos tripulantes del buque ya fallecidos y otros en situación de rebeldía. El consejo de guerra se celebra en la salón de actos del Grupo Mixto Autónomo de Zapadores y Telégrafos nº. 4, sito en La Isleta, el 28 Septiembre 1937, siendo aprobada la sentencia por la Autoridad Judicial del Archipiélago Capitán General de Canarias Vicente Valderrama el 18 Octubre 1937.
- Causa nº .26/37 Juez Instructor Capitán de Infantería Bartolomé Martín Ortega por el presunto delito de auxilio a la rebelión, contra el paisano, Enrique Brutinel Ridaura. Se encausa un delito de auxilio a la rebelión, dado que el implicado es uno de los firmantes de un escrito dirigido al Subgobernador del Territorio en solicitud de crear las Milicias Coloniales donde presta servicios como miliciano armado, llevando a cabo diversas detenciones hasta la llegada del "Ciudad de Mahón". Se celebra el consejo de guerra el 20 Marzo 1937 en el salón de actos del RIC-39, en La Isleta, y la sentencia aprobada por la Autoridad Judicial del Archipiélago el 27 Marzo 1937.
- Causa nº.57/37 Juez Instructor Comandante Julio Crespo Colomer, por el presunto delito de excitación a la rebelión, contra el paisano Miguel RiestraMon. Se instruye para enjuiciar la actitud de este funcionario de la Administración de Santa Isabel, que en cierta ocasión después de haberse ocupado la colonia, había manifestado que "si ganaban los nacionales no habría paz en España, y que ponía en duda la Justicia del Movimiento". Se celebra el consejo de guerra el 17 Junio 1937, siendo calificados los hechos como "injurias al Ejército". Es aprobada la sentencia por la Autoridad Judicial con fecha 26 Junio 1937.
- Causa nº.299/37 Juez Instructor Alférez Manuel Palenzuela Curbelo por el presunto delito de injurias al Ejército (incitación a la rebelión), contra los paisanos, Francisco Longueira Seijo y Ginés José Sáez.Se trata de manifestaciones verbales e intento de recogida de firmas para patentizar la legitimidad del Gobierno de la República sobre los alzados en armas. El juicio se celebra en el Cuartel de San Francisco, el 17 Noviembre 1937 y la sentencia aprobada por el Comandante General de Canarias Vicente Valderrama con fecha 2 Diciembre 1937.
Los dos individuos expulsados del territorio fueron:
1.-Antonio Costa Roca (único dato obtenido), [Secretario de la Cámara Agrícola, masón y condenado por el TRP a la pérdida total de sus bienes en la colonia y seis años de destierro].
2.-Abelardo Lloret Peralt, de profesión Médico, Director de Sanidad en la Guinea. Se ha obtenido sobre su persona la siguiente información: Fue detenido en Santa Isabel el 19 Septiembre 1936 (fecha del Alzamiento Militar en esta zona), quedando a disposición del Auditor de Guerra de Canarias, que ordena su libertad el 4 Marzo 1937. El 26 Abril 1937 reingresa a disposición del Gobernador Militar de Las Palmas, siendo liberado definitivamente el 2 Julio 1937, de orden del Comandante General de Canarias, por nuevo examen de los antecedentes enviados por el Gobernador General de la Guinea Española. Después de ser puesto en libertad, desempeña durante muchos años su profesión en el municipio de Valleseco de Gran Canaria.

Imagen del campo de concentración del Lazareto de Gando en Gran Canaria
(Cortesía de Fernando Caballero Guimerá).
En "Los campos de concentración de Franco" de Carlos Hernández de Miguel.

Quedan por recopilar los juicios de los ciudadanos que se reincorporaron a la zona republicana tras un exilio temporal huyendo del bombardeo de Bata, y que fueron juzgados allí donde fueron apresados, o la población nativa que estaba sometida al Patronato Indígena.

Caso aparte son los desaparecidos que fueron represaliados sin ni siquiera molestarse en armar un atrezo jurídico-administrativo. O los que no pasaron por tribunales y fueron inhabilitados directamente para el ejercicio de la función pública, así como los que sufrieron el rigor arbitrario de los tribunales de responsabilidades políticas (predomina el de Santa Isabel, pero no es extraño que se le sumaran sanciones desde el tribunal de su provincia de orígen). En cualquier caso, todas estas vía punitivas eran acumulables entre sí, incluso respondiendo en ocasiones a lógicas contradictorias.

lunes, 23 de marzo de 2020

No es necesario ir a los bosques del Muni para vivir aventuras

Contaba Juan Rodríguez Doreste en su vivencia de confinamiento en el campo de concentración del viejo Lazarero de Gando que «Llevábamos algunos meses en Gando cuando llegaron los detenidos en la Guinea española, que procedían de la isla de Fernando Poo y del territorio del Río Muni, a los cuales se habían incorporado los tripulantes capturados del vapor de la Compañía Trasmediterránea, llamado precisamente el Fernando Poo, hundido en las aguas del puerto de Bata. Eran aproximadamente unos ciento cincuenta en total, entre tripulantes y coloniales. De los primeros salieron las bajas más importantes que causó la expedición conquistadora. (...) Y así un día aparecieron por Gando, derrotados, pálidos, con evidentes señales del estrago corporal que les había causado una reclusión que lindaba en infrahumana. Constituían un buen contingente, muy heterogéneo de composición, pero muy homogéneo en la solidaridad, en el buen espíritu. Venían funcionarios caracterizados: el tesorero de Hacienda, el jefe de Correos, el jefe de la Policía gubernativa, el comisario López García, pintoresco personaje, realmente detenido por error, pues no era ni chicha ni limonada, dependientes de la Curaduría, algunos profesionales, cultivadores y finqueros, escritores, un excelente poeta, etc. y la totalidad de la tripulación del Fernando Poo».

Entre sus vivencias, incluye la visita de un despistado geólogo británico que llegó paseando a la prisión y fue maltratado por los sorprendidos custodios.

La historia concluyó con un rescate consular y un relato de viaje en el que la víctima recomendaba frecuentar al penal para vivir experiencias extremas sin necesidad de recorrer más mundo:

«Deducimos en seguida que el autor era el zurrado ingeniero. Lo que allí se refería, con verdadera y fina sorna humorística, sin pizca de indignación, puede resumirse grosso modo de esta manera:

Si quieren ustedes, amigos, gozar emociones fuertes, sentir auténticos escalofríos, recibir un genuino “shock” espiritual y traumático, no vayan a cazar tigres a la India, ni leones a las sabanas del Sudán, ni cocodrilos al río Zambeze, ni tiburones al Mar Caribe, y seguía enumerando otras proezas cinegéticas arriesgadas; yo he descubierto recientemente un lugar privilegiado para los que aman la aventura, el peligro, la exposición, las sorpresas, las conmociones, los lances azarosos, los dramáticos zarandeos. Facilitaba después la receta mágica para alcanzar el lugar de las maravillas:

Tome usted en Londres un barco de la Union Castle de los que van a Capetown. Desciendan ustedes en una estación del camino que se llama el puerto de Las Palmas, y una vez en tierra adéntrese en la isla siguiendo la ruta de unos cercanos volcanes costeros. Como por ensalmo se encontrará de pronto en un vasto campo de concentración de presos políticos donde le saldrán al paso unos seres con aspecto de cuadrumanos. Fortalezca el corazón y déjese hacer... La realidad quedará muy por encima de vuestra expectativa.

Describía luego en términos cómicos lo que le aconteciera y apostillaba finalmente: No les miento a ustedes si les digo que, entre otras cosas, se les caerá el pelo. Todavía a mí no me ha acabado de salir y presumo que ya nunca lo tendré completo».