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viernes, 29 de diciembre de 2017

El caso de Sebastián Nacarino Romero

Incluido en la CAUSA DE GUINEA Nº 537 DE 1936 por delito de rebelión, el sargento de la Guardia Civil, Sebastián Nacarino Romero, natural de Cáceres, cumplió condena en la prisión provincial de Las Palmas.

El brigada -de la Guardia Colonial- se había mantenido leal al gobierno de Madrid y tenía la imperdonable falta de ser uno de los públicos contribuyentes a la donación de las 10.353,65 pesetas para la República, conforme a la Gaceta de Madrid del 5 Noviembre 1936.

Juan Medina Sanabria resume la Causa 537/36 en Isleta, Puerto de la Luz: campos de concentración:

«Juez Instructor Comandante Infantería Diego Figueroa Manrara, por el presunto delito de rebelión, contra los componentes de la Guardia Colonial, Brigada Sebastián Nacarino Romero, Sargento Joaquín Irles Pérez y Guardia indígena Simón N'Ganye Camerún y los paisanos José Serra Company, Jaime Andrés Sánchez, Martín Illeras Silbano y Ernesto Gómez García. El consejo de guerra se celebra el 4 Junio 1938, en el salón de actos del RIC-39 en La Isleta, y se efectúa para fallar dicha causa, sobre las actuaciones de dichos encausados en la Guinea Continental, donde actuaron como componentes del Frente Popular, haciendo servicios con armas dentro del territorio, destituciones con violencia y detenciones, administrar locales, etc. La sentencia es aprobada por la Autoridad Judicial con fecha 22 Junio 1938, destacando la absolución del Sargento Irles por falta de pruebas y el guardia Simón N'Ganye, por la circunstancia eximente de "obediencia debida" (le ordenaron desarmar a un Oficial que hizo ademán de defenderse antes de su detención, poniéndole el fusil en el pecho)».

Pese a sentencia en firme por 20 años de prisión, el 2 de agosto de 1941 es incluido en la Orden por la que se concede libertad condicional provisional a doscientos reclusos, estando entre las Penas ordinarias conmutadas dimanadas de la Comisión Provincial de Exámenes de Penas de Las Palmas de Gran Canaria.

La última información accesible de él, es la referencia a su fallecimiento el 28 de diciembre de 1943 a la edad de 58 años, habiendo disfrutado apenas dos años de libertad. En "El Genocidi franquista a València: les fosses silenciades del cementiri" se atribuye su fallecimiento a caquexia y se ubica su enterramiento en una fosa común.

Revisando la hemeroteca, se puede rastrear su servicio en el territorio ecuatorial, ya que durante décadas (antes y después de su fallecimiento) la revista La Guinea Española publicó alabanzas a su trabajo: «hombre de gran energía» que en 1929 tomó posesión del puesto en Mongó, y -tras consolidar la zona- fue responsable del traslado del campamento militar a Niefang donde «todos los primeros y más costosos trabajos los llevó a cabo el entonces único Comandante del puesto Sr. Sebastián Nacarino». Incluso el padre Tomás Pujadas señaló su imprescindible aporte en la historia de La Iglesia en la Guinea Ecuatorial.

Cuenta con el habitual expediente de indulto años después de sufrir prisión y haber fallecido, en su caso fechado en 1957.

sábado, 16 de diciembre de 2017

El exilio del Dr Bote

Desde Montevideo, cuenta Luciano Álvarez en "La resistencia de Juan Bote":

Juan Bote García pertenece a esa raza de héroes morales que tanto admiro. Nació en 1896 en el pueblo de Alcuéscar, en Extremadura, de familia humilde, y supo labrarse una profesión: licenciado en Ciencias Naturales, luego médico y educador.

La historiadora Luiza Iordache Crstea, ha trazado circunstanciadamente su peripecia y a ella me ciño.

Luego de trabajar durante cinco años en la Guinea Española [siendo director del Laboratorio de Santa Isabel y del Hospital de San Carlos en la isla de Fernando Poo, realizando una extraordinaria labor en el tratamiento de la malaria], Juan Bote regresó a España en 1933 y obtuvo una cátedra de Ciencias Naturales en Barcelona. Tenía fama de profesor duro, pero querible y provechoso.

Probablemente a esa altura ya había abrazado el comunismo. Lo cierto es que durante la Guerra Civil fue persona de confianza de los comunistas, que regían el Ministerio de Instrucción Pública y Sanidad.

Así fue que durante el proceso de evacuación de niños españoles hacia la Unión Soviética, Bote viajó con unos 300 que partieron de Barcelona el 25 de noviembre de 1938. Allá se incorporó a la Casa de Niños Nº 2, en enero del 39, enseñando Ciencias Naturales, Geografía y Matemáticas.

Pronto, tres maestras pidieron su destitución, con el apoyo de una inspectora soviética. La intriga, la calumnia y la delación estaban a sus anchas en el colectivo de comunistas españoles. Pero Bote fue evaluado positivamente por las autoridades; sus conocimientos superiores tanto médicos como pedagógicos eran indiscutibles.

Pasaron unos meses y las denuncias volvieron, ahora recargadas: "Juan Bote no quiere reconocer la pedagogía soviética, se coloca en plan de superioridad con respecto a los camaradas soviéticos, tiene un carácter muy raro y retraído".

Las cosas se calentaron cuando una comisión española examinó a los alumnos. Quedaron escandalizados al percatarse de que ignoraban una serie de cuestiones tan fundamentales como la traición de Casado, la fecha de nacimiento de Dolores Ibárruri o la de promulgación de la Constitución soviética. Los niños necesitaban menos matemáticas y más marxismo, le advirtieron.

Pero la gota que derramó el vaso fue una anécdota que cualquiera —salvo aquellos energúmenos— consideraría menor. Otra profesora, Carmen Parga la relató en sus memorias: Bote "era alérgico al rechinar del papel [borrando] el pizarrón. Un día que estaba especialmente sensible, no se pudo contentar y exclamó: En los países capitalistas ¡hay trapos!. Verdad evidente que le catalogó como antisoviético y que le abrió las puertas de Siberia adonde fue a parar cuando empezó la guerra y llegó la orden de limpiar la retaguardia".

Le destituyeron en febrero de 1940. Apartado de su trabajo, inició gestiones para regresar a España sin importarle las consecuencias que sufriría en la dictadura franquista. Lo mismo estaba haciendo un grupo importante de marinos y pilotos de aviación.

La dirección del Partido Comunista Español era durísima respecto de la salida de los españoles de la URSS. Decía Dolores Ibarruri, la Pasionaria, que no estaba dispuesta a "permitir que salgan de aquí como furibundos antisoviéticos". A cambio de la negativa, le ofrecieron trabajar en un Centro médico de Moscú. Se negó e insistió.

De izquierda a derecha, el marino Agustín Llona, el aviador Francisco Llopis y el doctor Juan Bote en el Gulag. Fotografía de "Harina de otro costal": Los republicanos españoles en el Gulag (I)

La invasión alemana empeoró las cosas. Por orden de Beria, Juan Bote, veinticinco pilotos y cuarenta y ocho marinos españoles fueron a parar al campo de concentración de Norilsk, al norte del círculo polar ártico. Su peripecia concentracionaria se inició el 25 de junio de 1941. Un largo viaje en condiciones infrahumanas los depositó en la minas de níquel. En abril de 1942 pasaron a un complejo de la industria maderera. Las jornadas de doce horas diarias y, peor aún, el suplicio de alcanzar la cuota, en función de la cual recibían su alimentación, aniquilaban a los internados. En octubre de 1942 fueron trasladados sucesivamente a otros campos: Karabas, Spassk y por fin Karagandá, la estepa del hambre en Kazajstán.

Terminada la guerra, a lo largo de los años 1945-1947, los prisioneros de guerra de distintas nacionalidades volvieron a sus países y el drama de los españoles se conoció en Francia, donde la Federación Española de Deportados e Internados Políticos fundada en 1945 por los supervivientes de los campos nazis, denunció la situación. La respuesta fue clásica y estuvo a cargo de Ilyá Ehrenburg, escritor y periodista soviético, corresponsal de guerra y cronista del Holocausto, repetida por todos los medios comunistas de occidente: los pilotos vivían en los mejores hoteles de Moscú y los marinos en los mejores de Odessa. En realidad se encontraban ahora en el campo Nº 159 de Odessa trabajando en una fábrica de papel en carácter de confinados.

Las condiciones mejoraron un poco y Juan Bote pudo enviar cartas a las autoridades soviéticas preguntando si de su conducta se infería algún delito de propaganda contra la URSS. Sin respuesta. En otra carta dirigida al Presídium del Consejo Supremo de la URSS solicitaba "hacer efectivo el derecho más sagrado del hombre, el derecho a la Patria, derecho contra el cual no pueden, ni propios ni extraños, oponer razones legítimas ni humanitarias". En otra aun decía: "Considere Excmo. Sr. que cuando llega la vejez y nos acercamos a NO SER, sólo la presencia de aquellos lugares en que discurrieron los años de niñez, puede servir de alivio al gran desconsuelo que es EL MORIR."

La respuesta fue una nueva prisión. El 24 de junio de 1949, junto a Francisco Llopis y Agustín Llona, fue enviado a la cárcel de Odessa, en base a la orden de detención que estipulaba actividades contrarrevolucionarias y peligrosidad para dejarlos en libertad. En febrero de 1950, Juan Bote fue condenado a cinco años de destierro

Cuando supuestamente terminaba el plazo de castigo, pidió la documentación necesaria para repatriarse y allí comenzaron las chicanas burocráticas hasta que el 22 de septiembre de 1956, él y luego sus compañeros Llona y Llopis lograron salir de la URSS.

Para Juan Bote se abrían otras incógnitas. En España pesaba sobre él orden de busca y captura "por sus cargos desempeñados durante la dominación roja a favor de la causa marxista." Pero fue dejada sin efecto puesto que Bote se había hecho acreedor "por su conducta, al reconocimiento y gratitud de la Patria." Un paso para convertir su legítimo resentimiento en un instrumento de propaganda del régimen.

Pero Juan Bote no entró en el juego. Se refugió en Alcuéscar donde comenzara su vida y donde falleció en 1967, a los 71 años. Una calle lleva su nombre.

lunes, 11 de diciembre de 2017

El exilio de Ramón Prados Pita

A los ciudadanos leales a la República se les sancionó por diferentes vías y en este blog se pueden consultar diferentes ejemplos: multas, prisión, inhabilitación profesional, confiscación de propiedades destierro (en unos caso en Guinea y en otros... de Guinea), muerte...
Persecución que en muchos casos acabó suponiendo el exilio del país.

Es posible contar varios ejemplos de vida y muerte en el exilio, de los que incluimos algunos casos.

Así, por ejemplo, el Diccionario Biográfico del Socialismo Español de la Fundación Pablo Iglesias recoge la trayectoria de Ramón Prados Pita (La Graña-Ferrol, La Coruña 23/05/1900 - Orán, Argelia) 12/1954):

Oficial de la Marina. El 1 de octubre de 1915 ingresó en la Armada como aprendiz de marinero en el Arsenal de Ferrol, embarcando en el Villa de Bilbao y posteriormente en otros buques. En diciembre de 1917 ascendió a marinero especialista y en febrero de 1921 a cabo de marinería. En 1923 fue destinado al Arsenal de Ferrol y ascendido a maestre de marinería, prestando servicio en diferentes buques y dependencias hasta enero de 1925 que ascendió a segundo contramaestre, perteneciendo al Estado Mayor de la Escuadra a bordo del acorazado “Alfonso XIII”, participando en los combates de Vad-San y Alhucemas en el norte de África desde el 6 de septiembre al 1 de octubre de 1925. Desde enero a diciembre de 1927 estuvo embarcado en el crucero “Blaz de Lezo” en el que viajó a Shangai (China). Desde marzo de 1930 hasta junio de 1931 estuvo en el submarino “B-3”. En diciembre de 1930 ascendió a primer contramaestre y en septiembre de 1931 a alférez de fragata. En marzo de 1936 embarcó en el crucero “Méndez Núñez” y al producirse el golpe de Estado de julio de ese mismo año se encontraba en dicho barco en aguas de Fernando Poo, quedando fiel a la República como oficial de la armada. Finalizada la guerra civil se exilió en Argelia donde perteneció a las Secciones del PSOE y de la UGT de Orán, localidad donde falleció siendo inhumado el 23 de diciembre de 1954.

En El Exilio de los Marinos Republicanos completan su información del exilio:
Al final de la guerra salió de España en un buque auxiliar hacia Oran. Allí, sabemos que estuvo en el campo de concentración de Relizane, en la región de Mostaganem. Este campo se abrió en julio de 1939 para trasladar lejos de lugares habitados a los refugiados que llegaron a Oran. En el campo de Relizane, igual que en los de Camp Morand o Suzzoni, las condiciones de vida eran lamentables. Cuando empezó la guerra europea, los españoles fueron encuadrados en Compañías de Trabajadores Extranjeros y mandados a hacer carreteras, a trabajar en las minas o en la construcción del Transahariano en pleno desierto en condiciones infrahumanas. Desconocemos su recorrido exacto en esos tiempos, pero suponemos que siguió las vicisitudes de sus compañeros.
Y concluyen:
Ramón Pardos es, además, un ejemplo de cómo el exilio no sólo desarraiga la vida del exiliado sino que puede llegar a destrozar la de toda su familia. Los cinco hijos de Ramón quedaron en Cartagena y quedaron ingresados en la Casa de la Misericordia de esta ciudad en la época más dura de la posguerra. Tenían 13, 12, 10, 7 y 6 años. Jamás volvieron a ver a su padre.

En Argelia, Ramón Prados reconstruyó su vida pero falleció, aún joven, en 1954. Fue enterrado en Oran, en el cementerio de Tamashouet en el cuadrado 76, linea 6, tumba 7.

viernes, 8 de diciembre de 2017

El frente africano

Ángel Miguel Pozanco Barranco avanzaba en su artículo Por las sendas del fascismo de El Heraldo de Castellón del 9 de abril de 1938, que en una próxima guerra mundial, Guinea sería clave para el aprovisionamiento de materias primas para Alemania, "El África Occidental, base alemana importantísima para una futura conflagaración. Los buscadores de materias primas. Alemana, con su garra en la Guinea española, está cerca de su antigua colonia del Camerón."

Emilio Carles sostenía lo mismo en su análisis sobre la cuestión colonial en La Vanguardia:

La cuestión colonial y nosotros 
Audaz, inteligente y en extremo oportuna para su causa, es la petición formulada por Hitler de las colonias que Alemania poseía antes de perder la guerra europea. Al iniciarse aquella conflagración, el Reich ejercía el dominio sobre extensas y ricas regiones africanas: Togo, Camerún, Sur-Oeste africano alemán y África oriental alemana. Ambicionaba más, pero sus afanes expansionistas no contaban con ningún apoyo, puesto qué.su aliado, el Imperio austro-húngaro- era exclusivamente europeo, y se estrellaban ante la tenaz resistencia de Francia e Inglaterra que, al tiempo que defendían sus colonias africanas, no permitían que Bélgica y Portugal, sus aliados y protegidos de entonces, perdieran un palmo de las suyas. En la época de la anteguerra las posesiones alemanas en el Continente negro tenían el considerable valor de sus riquezas naturales y de su magnífica situación estratégica; pero nada más. Si ahora, o dentro de unos pocos años, aquellas zonas africanas volvieran al dominio de la antigua Metrópoli, su valor económico, político y estratégico, sería inmensamente superior al que entonces tenían. Y esto es precisamente lo inquietante del intento de reivindicación que en este momento formula el tercer Reich. Durante los últimos años ha cambiado la situación interna de algunas colonias africanas, particularmente del Norte; se ha consumado la usurpación de Etiopía por el fascismo italiano, se han alterado las relaciones entre las potencias colonizadoras y se ha producido la guerra de España. Portugal ha dejado de ser el criado sumiso de Inglaterra; respeta y teme a su antiguo dueño, pero, eterno satélite, ahora refleja la luz que recibe de Roma y Berlín, y Portugal ejerce el dominio sobre los archipiélagos de las Azores, Madeira y Cabo Verde, que pueden interceptar las rutas que, de las colonias inglesas y francesas del África occidental y central, conducen a los puertos atlánticos de sus Metrópolis. Portugal posee los extensos territorios de Angola y Mozambique, cuyas fuerzas unidas a las que los nazis pudieran establecer en el Suroeste africano y el África oriental, amenazarían el dilatado Dominio inglés de El Cabo. Con Abisinia bajo el yugo de Italia quedan Egipto y el Sudán oriental entre la tenaza que forma el antiguo Imperio del Negus y Libia, el desierto fascista; y si Alemania consiguiera su intento, el curso alto del Nilo y el África oriental inglesa quedarían aprisionados entre Abisinia y el bloque germanoportugués oriental. Pero lo que acusa la torcida intención de la actitud nazi a; plantear en este momento la cuestión de una nueva distribución del África, es su intervención predilecta en aquellas zonas de nuestro territorio, ahora en poder de los rebeldes, que una política continuada de errores ha apartado del conocimiento del pueblo. Si Franco ganara la guerra, que no la ganará, a pesar de los esfuerzos de las democracias occidentales para que nosotros la perdamos, Alemania habría recorrido la tercera parte del camino que la conduciría al dominio de! África. Todo indica que, a cambio de no estorbar el control italiano en las Baleares, ejercerían los teutones la soberanía de hecho sobre la zona de Marruecos, el Archipiélago canario, Ifní, Sahara español y territorios españoles de Guinea. Nuestra zona marroquí, las Islas Canarias y la cuña de Ifní, serían los polos de una acción contra Argelia y Marruecos francés, donde los agentes nazis ya hace tiempo realizan una sorda propaganda entre los indígenas contra Francia. La Guinea española sería, bajo el control alemán, una excelente base para penetrar en el Camerún, actualmente: bajo el mandato de Francia, y la isla llamada de Fernando Póo (nombre exótico, que deberíamos cambiar) se convertiría en el centinela fascista del Golfo de Guinea, desde el Gabón a la desembocadura del Niger. Las cautelosas potencias democráticas, acostumbradas a ver cómo, por obra de nuestra ridícula colonización, sólo perturba la paz selvática de las bahías españolas de Biafra la presencia de algún cayuco de negros o la lancha de algún aventurero, serían las primeras sorprendidas si algún día se enterasen de la presencia en el fondeadero de Santa Isabel de docenas de avienes y submarinos tripulados por hombres rubios de cabeza cuadrada. Si la torpeza o el miedo, o las dos cosas a la vez, de quienes deben velar por su seguridad, ceden ante el engreimiento hueco del fascismo y permiten el retorno a Alemania de la más insignificante de sus antiguas colonias africanas; si mientras se rearman siguen atándonos las manos y nos impiden que arrojemos.de todos, absolutamente todos, los territorios de la República a los invasores extranjeros y a los traidores indígenas, pronto verán cómo los Estados totalitarios se adueñan del África y se erigen en señores de la Europa central y occidental, incluso las islas, sin que pueda impedirlo el rearme inglés, cuya lenta gestación tanto vigilan sus desorientados políticos. Sólo este nuestro pueblo quijotesco, dotado del sentido de lo descomunal, puede salvar a Europa y al Mundo de la barbarie fascista, y lo conseguirá a pesar de la incomprensible ofuscación de las naciones que no quieren comprender que luchamos tanto por su libertad como por nuestra independencia.

viernes, 1 de diciembre de 2017

El Consejo de Vecinos