CB

domingo, 28 de junio de 2020

El funcionario de Naciones Unidas

Imagen del campo de concentración del
Lazareto de Gando en Gran Canaria
(Cortesía de Fernando Caballero Guimerá).
En "Los campos de concentración de Franco"
de Carlos Hernández de Miguel.
No se trata de hurgar en viejas historias, sino de conocer mejor lo que pasó en el territorio ecuatorial. Y para eso... es esclarecedor conocer a sus protagonistas.

José Más nos relata En el país de los bubis, el esfuerzo que supuso vender el primer libro en la guinea española. Debió ser un panorama académicamente desolador en un mundo de finqueros dedicados a la extracción, pero también se dan -necesariamente- casos excepcionales.

Hablemos del abogado Rafael Rodríguez Delgado, también conocido como Rodríguez Amérigo, del que ya tratamos en Tres escritores de Guinea en el penal de Gando citando la vivencia de Juan Rodríguez Doreste en confinamiento en el campo de concentración del viejo Lazareto de Gando: «Llevábamos algunos meses en Gando cuando llegaron los detenidos en la Guinea española, que procedían de la isla de Fernando Poo y del territorio del Río Muni, a los cuales se habían incorporado los tripulantes capturados del vapor de la Compañía Trasmediterránea, llamado precisamente el Fernando Poo, hundido en las aguas del puerto de Bata. Eran aproximadamente unos ciento cincuenta en total, entre tripulantes y coloniales. De los primeros salieron las bajas más importantes que causó la expedición conquistadora. (...) Dos presos de Guinea se pasaban las horas muertas en nuestro cuarto: Rafael Rodríguez Delgado [presidente del Frente Popular en Santa Isabel] y Antonio Alfonso. Rafael es de los hombres más inteligentes, cultos y preparados que he conocido...».

La historia del presidente del Frente Popular empieza unos años antes, con la fallida sublevación de Jaca y cuyos efectos se sintieron en la declaración de la II República cuatro meses después.

En La España del siglo XX de Manuel Tuñón de Lara, se recoge la narración del propio Rodríguez de cómo él era el intermediario que mantenía el contacto entre Jaca y el Comité revolucionario de Madrid. Esa mediación, comisionada por Manuel Azaña, con Fermín Galán se habría visto frustrada por el hecho de que el coche en que «se dirigía desde Madrid a Jaca sufriera una avería y no llegara a su destino hasta las ocho de la mañana del día 12, cambió tal vez el curso de los acontecimientos; él era el único de los “ateneístas” llegados de Madrid para colaborar en el alzamiento que sabía que este mismo día se dirigía a Jaca un miembro del Comité revolucionario. Si se hubiera hablado con Galán la noche antes, el movimiento habría sido aplazado [hasta el día 15]».
El resultado de los problemas de coordinación entre los diferentes actores de la sublevación ya es historia.

Siguiendo con nuestro relato, el joven abogado fue detenido a los pocos días en Tarrasa. 

Junto a los ateneístas madrileños, Ramón Martínez de Pinillos, Fernando Cárdenas Abarzuza y Manuel Carnero Muñoz se exilió a Francia, librándose finalmente de una dura condena al proclamarse al poco tiempo la Segunda República en 1931.

En PARES es posible rastrear el expediente de la «Causa nº 348/1930 instruida por la Capitanía General de la 5ª Región contra los paisanos de Madrid, Jaca y Ayerbe implicados en los sucesos ocurridos en diciembre de 1930 por un delito de rebelión militar». Incluyendo la instruida contra «José Rico Godoy y Rafael Rodríguez Delgado por el delito de rebelión y a los que se le intervino una cámara fotográfica y cinco películas (fols.629-732). Contiene: varias cartas y notas interceptadas por la policía (fols.645-662); y 3 fotografías de un edificio y de paisajes rurales».

El 27 de marzo de 1931, el diario Pueblo recogía la noticia del procesamiento de "don Rafael Rodríguez Delgado, abogado" y titulaba: "Todos los ciudadanos que piensan y trabajan están decididos a conquistar el poder legítimo republicano. Nuevas manifestaciones en favor de la amnistía. En vísperas del logro de las aspiraciones del país. ¡Viva España con honra!"

El expediente de PARES incluye también el Oficio del Gobernador Militar de Jaca al juez instructor Casado comunicándole que el Gobierno de la República había promulgado un decreto de amnistía (14 de abril de 1931). Se trata del primer decreto del gobierno provisional, el cual «teniendo en cuenta que los delitos políticos, sociales y de imprenta, responden generalmente a un sentimiento de elevada idealidad; que los hechos más recientes de ese orden han sido impulsados por el amor a la Libertad y a la Patria, y, además legitimados por el voto del pueblo, en su deseo de contribuir al restablecimiento y afirmación de la paz pública decreta, como primera medida de su actuación» la amplia amnistía, incluyendo a los implicados por los sucesos de Jaca.

En 1933, dando forma a una idea de Ricardo Baroja (el hermano de Pío Baroja), los 4 compañeros en el exilio parisino inician un proyecto de circunnavegación en barco. En palabras de Cárdenas, armador del velero "Exir Dallen", éste «está destinado a hacer un viaje de circunnavegación, proponiéndose realizar numerosas investigaciones científicas, así como filmar y registrar documentales culturales. Esta expedición no ha solicitado en ningún momento ni solicitará jamás ningún dinero del bolsillo del contribuyente español, harto saqueado ya. El ideario político de los expedicionarios no se presta a ninguna confusión. Casi todos ellos, con el armador a la cabeza, prepararon, de acuerdo con el Comité revolucionario, presidido por don Niceto Alcalá Zamora, la insurrección de Jaca, por lo que sufrieron procesamientos, persecuciones y prisión en aquella ocasión, como en otras muchas, durante el régimen monárquico y dictatorial. Queremos hacer constar esto porque el único bulo que nos molesta es el de que a bordo de este buque pudiera existir y convivir con nosotros algún afecto al antiguo régimen».

La explicacion responde al hostigamiento que sufre el velero en los diferentes puertos donde recala, ya que -inicialmente- se les señalará como monárquicos confabulados para rescatar a los participantes de la sanjurjada presos en Villa Cisneros. Tras esa declaración la sospecha recaerá en un hipotético trabajo de difusión revolucionaria con el viaje como coartada...



Como fuera, tras un primer cabotaje en diferentes puertos del mediterráneo, regresan a España para aprovisionamiento y reparaciones, y finalmente inician el recorrido de la costa atlántica de África. Así, el 9 de septiembre de 1934 amarra el velero en el puerto de Santa Isabel, aunque según la relación de pasajeros y tripulantes publicada por La Guinea Española, Amérigo (Rafael Rodríguez) no llegó en ese viaje. Pero sí lo hizo poco después en el vapor "Plus Ultra", un mes antes de que el "Exir Dallen" partiera para Gabón... 
Finalmente, la circunnavegación quedará truncada en Montevideo. Pero esa es otra historia.

Con respecto al abogado Rodríguez, resulta tentador pensar en la discreta tierra ecuatorial, ya que tras esa primera presencia en el territorio, en 1934, parece que se acaba arraigando en el mismo. Aunque mantendrá relación fluida con la península, puesto que en 1935 obtendría el doctorado en la Universidad de Madrid.

Y si bien no llegó a coincidir con Guillermo Cabanellas en Fernando Póo (éste estuvo unos años destinado en la isla, como Secretario del Gobierno General de los Territorios Españoles del Golfo de Guinea); resulta llamativo que ambos fueran estudiantes de derecho en Salamanca y hubieran participado en la sublevación de Jaca.

Como veíamos con José Luis Vila-San Juan en El curioso alzamiento en Guinea, Rafael Rodríguez habría conformado el Frente Popular en la isla de Fernando Poo: «El llamado Presidente del Frente Popular -único partido existente en Fernando Poo- había ido reclutando a sus adeptos casa por casa (como quien hace seguros), ya que en el Casino -una especie de club privado- sólo tenían entrada los propietarios y apoderados, lo que significaba que, aun en la eventualidad de que hubiera podido hacer allí su propaganda, poca clientela hubiese conseguido... -En total logró reclutar unos 150 hombres. Pero, nunca fueron extremistas. Era un Frente Popular muy moderado».

Según la historiografía franquista, la victoria del Frente Popular en 1936 tras el escándalo de la gürtel del gobierno de derechas, pone nervioso a los poderes fácticos coloniales y el gobernador «Reúne a la Junta de Autoridades el 5 de junio y promulga un bando por el que se declara a la colonia en estado de excepción, lo que le permite expulsar al Presidente del Frente Popular Rodríguez Delgado y a otros agitadores, a los que pone a disposición de la Audiencia de Canarias». Y así, sea como preso gubernativo de junio 1936 o como leal a la República en el territorio ecuatorial durante el golpe de Estado de julio, Rafael Rodríguez acaba confinado en Gando.

Tras pasar por diferentes presidios (Santa Isabel, Gando, Tenerife y Rota), es puesto en libertad. 

Iniciará el exilio en Venezuela, junto a José Rial, con quien había compartido prisión. Rial dirá de Rodríguez que «era un valiente, un hombre con un solo pulmón (lo había perdido en prisión de una hemotisis)», que arriesgaba su salud y que pese a que «no podía subir una escalera de cuatro escalones, un hombre que se asfixiaba» hacía lo imposible por reunificar a su familia que se había quedado en Madrid.

Según Félix Santos en Exiliados y emigrados: 1939-1999, se habría sumado a la diáspora de la posguerra: «En el ámbito científico hay que situar nombres tan destacados como el de Severo Ochoa, Premio Nobel en 1959. Arturo Duperier, Julio Rey Pastor, Francisco Grande Covián, Bosch Gimpera, ex rector de la Universidad de Barcelona, Juan Oró, el ingeniero aeronáutico Emilio Herrera, general de Aviación que sería durante un tiempo presidente de la República española en el exilio, Rafael Rodríguez Delgado, Ignacio Bolívar...».

Y -seguimos con Doreste- «tras muchas aventuras intercontinentales, que, entre otros destinos, lo llevaron a desempeñar durante doce años un importante puesto como Asesor jurídico en la Sección de Interpretación de Lenguas de la Organización de las Naciones Unidas, en Nueva York, vive ahora en Madrid, jubilado, escribiendo en Indice, con su mujer y sus dos hijos».

A su muerte, en 1997, se publicó la siguiente nota:

Nació en El Escorial, Madrid, el 15 de Agosto de 1912. Siguió estudios en Derecho en la Universidad de Salamanca, obteniendo el Doctorado en la Universidad de Madrid (1935). En 1951 viaja a Caracas donde durante un período comprendido entre 1951-56 fue Director de la Revista Venezolana de Síntesis, seguidamente, haciendo gozo de una beca de investigación se traslada a la Universidad de Yale (1956-57, coincidiendo con su hermano José Manuel). Mas tarde ingresa a las Naciones Unidas donde desarrolla una amplia labor como funcionario internacional (1958-68).
Viaja posteriormente a Santiago de Chile, siendo el primer director del Centro Latinoamericano de Documentación Económica y Social (Clades-Cepal) (1969-72). Desde 1978 es profesor del Instituto Nacional de Administración Pública de España.
En 1980 funda la Sociedad Española de Sistemas Generales (SESGE) desde la cual desarrolla una amplia y fructífera labor de difusión sistémica, como Presidente Honorario de la misma (1980-86 y 1990-97). Ha dictado Conferencias en Universidades y otras entidades académicas de Latinoamérica, EE.UU. y Europa. Sus temas de interés son la Teoría y Aplicaciones de Sistemas, Informática Documentaria y Ciencias de la Información. Su producción intelectual comprende más de un centenar de artículos y ponencias en recintos y reuniones internacionales sobre Filosofía de la Ciencia, Teoría de Sistemas, Desarrollo Integrado, Técnicas de Información, etc.
Destaca dentro de su contribución sus trabajos sobre Desarrollo Integrado, donde postula que el Hombre es la razón última del desarrollo de las Sociedades. Es miembro de la International Society for the Systems Sciences, del Capítulo Español del Club de Roma, de la Societé Internationale pour le Developpment, de la Interantional Federation of Systems Research, del International Institute of Systems de EE.UU, siendo actualmente Vice-Presidente de la Unión Europea de Sistemas.
Así mismo es Director de la Revista Internacional de Sistemas (España). Miembro de Consejos Editoriales de la Revué Internationale de Systémique (Francia), Systems Practice (Reino Unido) y del Consejo Editorial de Sistémica (Perú).
En 1993 edita conjuntamente con el Profesor Bela Banathy el International Systems Science Handbook,obra que cubre diversos temas propuestos por 35 pensadores sistémicos de diversas partes del Orbe y en 1994 el Instituto Andino de Sistemas - IAS de Lima, Perú, publica una de sus últimas obras titulada Teoría de Sistemas y Gestión de las Organizaciones.
Posteriormente, en 1997 publica su última obra titulada "Del Universo al Ser Humano", (McGraw Hill International). Fallece en Madrid, en Abril de 1997, dejando un gran vacío dificil de llenar en el ámbito sistémico de la comunidad mundial y un gran ejemplo por seguir tanto por sus grandes virtudes y cualidades como ser humano como por sus grandes dotes de pensador y visionario sobre temas relacionados con el destino de la Humanidad.

viernes, 19 de junio de 2020

Un amigo mío se fue a Fernando Poo...

Es cierto, no se trata de la guerra civil y sus consecuencias en el territorio ecuatorial.
Sin embargo, ¿quién mejor que Horacio Quiroga permite conocer el entramado social del país? Quiroga ficcionó por años con la posibilidad de llegar a África... y ante la imposibilidad de llegar, reflejó esa inquietud vital en varios de sus relatos.:

Gloria tropical

Un amigo mío se fue a Fernando Poo y volvió a los cinco meses, casi muerto.

Cuando aún titubeaba en emprender la aventura, un viajero comercial, encanecido de fiebres y contrabandos coloniales, le dijo:

-¿Piensa usted entonces en ir a Fernando Poo? Si va, no vuelve, se lo aseguro.
-¿Por qué? -objetó mi amigo-. ¿Por el paludismo? Usted ha vuelto, sin embargo. Y yo soy americano.
A lo que el otro respondió:
Primero, si yo no he muerto allá, sólo Dios sabe por qué, pues no faltó mucho. Segundo, el que usted sea americano no supone gran cosa co­mo preventivo. He visto en la cuenca del Níger varios brasileños de Ma­naos, y en Fernando Poo infinidad de antillanos, todos muriéndose. No se juega con el Níger. Usted, que es joven, juicioso y de temperamento tran­quilo, lleva bastantes probabilidades de no naufragar en seguida. Un consejo: no cometa desarreglos ni excesos de ninguna especie; ¡usted me en­tiende! Y ahora, felicidad.

Hubo también un arboricultor que miró a mi amigo con ojillos hú­medos de enternecimiento.
-¡Cómo lo envidio, amigo! ¡Qué dicha la suya en aquel esplendor de naturaleza! ¿Sabe usted que allá los duraznos prenden de gajo? ¿Y los da­mascos? ¿Y los guayabos? Y aquí, enloqueciéndonos de cuidados... ¿Sabe que las hojas caídas de los naranjos brotan, echan raíces? ¡Ah, mi amigo! Si usted tuviera gusto para plantar allí...
-Parece que el paludismo no me dejará mucho tiempo -objetó tranquilamente mi amigo, que en realidad amaba mucho sembrar. -¡Qué paludismo! ¡Eso no es nada! Una buena plantación de quina y todo está concluido... ¿Usted sabe cuánto necesita allá para brotar un poroto... ?

Málter -así se llamaba mi amigo- se marchó al fin. Iba con el más singular empleo que quepa en el país del tse-tsé y los gorilas: el de dac­tilógrafo. No es posiblemente común en las factorías coloniales un emplea­do cuya misión consiste en anotar, con el extremo de los dedos, cuántas to­neladas de maní y de aceite de palma se remiten a Liverpool. Pero la casa, muy fuerte, pagábase el lujo. Y luego, Málter era un prodigio de golpe de vista y rapidez. Y si digo era se debe a que las fiebres han hecho de él una quisicosa trémula que no sirve para nada.

Cuando regresó de Fernando Poo a Montevideo, sus amigos paseaban por los muelles haciendo conjeturas sobre cómo volvería Málter. Sabíamos que había habido fiebres y que el hombre no podía, por lo tanto, regresar en el esplendor de su bella salud normal. Pálido, desde luego. ¿Pero qué más? El ser que vieron avanzar a su encuentro era un cadáver amarillo, con un pescuezo de desmesurada flacura, que danzaba dentro del cuello postizo, dando todo él, en la expresión de los ojos y la dificultad del paso, la impresión de un pobre viejo que ya nunca más volvería a ser joven. Sus ami­gos lo miraban mudos.

-Creía que bastaba cambiar de aire para curar la fiebre... -murmu­ró alguno. Málter tuvo una sonrisa triste.
-Casi siempre. Yo no... -repuso castañeteando los dientes. Muchísimo más había castañeteado en Fernando Poo. Llegado que hubo a Santa Isabel, capital de la isla, se instaló en el pontón que servía de sede comercial a la casa que lo enviaba. Sus compañeros sujetos aniqui­lados por la anemia- mostráronse en seguida muy curiosos.
-Usted ha tenido fiebre ya, ¿no es verdad? -le preguntaron.
-No, nunca repuso Malter-. ¿Por qué?
Los otros lo miraron con más curiosidad aún.

-Porque aquí la va a tener. Aquí todos la tienen. ¿Usted sabe cuál es el país en que abundan más las fiebres?
-Las bocas del Níger, he oído...

Es decir, estas inmediaciones. Solamente una persona que ya ha perdido el hígado o estima su vida en menos que un coco es capaz de venir aquí. ¿No se animaría usted a regresar a su país? Es un sano consejo.

Málter respondió que no, por varios motivos que expuso. Además confiaba en su buena suerte. Sus compañeros se miraron con unánime son­risa y lo dejaron en paz.

Málter escribió, anotó y copió cartas y facturas con asiduo celo. No bajaba casi nunca a tierra. Al cabo de dos meses, como comenzara a fatigar­se de la monotonía de su quehacer, recordó, con sus propias aficiones hor­tícolas, el entusiasmo del arboricultor amigo.

-¡Nunca se me ha ocurrido cosa mejor! -se dijo Málter contento. El primer domingo bajó a tierra y comenzó su huerta. Terreno no fal­taba, desde luego, aunque, por razones de facilidad, eligió un área sobre to­da la costa misma. Con verdadera pena debió machetear a ras del suelo un espléndido bambú que se alzaba en medio del terreno. Era un crimen; pe­ro las raicillas de sus futuros porotos lo exigían. Luego cercó su huerta con varas recién cortadas, de las que usó también para la división de los cante­ros, y luego como tutores. Sembradas al fin sus semillas, esperó.

Esto, claro es, fue trabajo de más de un día. Málter bajaba todas las tardes a vigilar su huerta -o, mejor dicho, pensaba hacerlo así-, porque al tercer día, mientras regaba, sintió un ligero hormigueo en los dedos del pie. Un momento después sintió el hormigueo en toda la espalda. Málter constató que tenía la piel extremadamente sensible al contacto de la ropa. Continuó asimismo regando, y media hora después sus compañeros lo veían llegar al pontón, tiritando.
-Ahí viene el americano refractario al chucho -dijeron con pesada risa los otros-. ¿Qué hay, Málter? ¿Frío? Hace treinta y nueve grados. Pero a Málter los dientes le castañeteaban de tal modo, que apenas po­día hablar, y pasó de largo a acostarse.

Durante quince días de asfixiante calor estuvo estirado a razón de tres accesos. Los escalofríos eran tan violentos, que sus compañeros sentían, por encima de sus cabezas, el bailoteo del catre.

-Ya empieza Málter -exclamaban levantando los ojos al techo.

En la primera tregua Málter recordó su huerta y bajó a tierra. Halló todas sus semillas brotadas y ascendiendo con sorprendente vigor. Pero al mismo tiempo todos los tutores de sus porotos habían prendido también, así como las estacas de los canteros y del cerco. El bambú, con cinco esplén­didos retoños, subía a un metro.

Málter, bien que encantado de aquel ardor tropical, tuvo que arrancar una por una sus inesperadas plantas, rehízo todo y empleó, al fin, una lar­ga hora en extirpar la mata de bambú a fondo de azada.

En tres días de sol abierto, sus porotos ascendieron en un verdadero vértigo vegetativo, todo hasta que un ligero cosquilleo en la espalda advir­tió a Málter que debía volver en seguida al pontón.
Sus compañeros, que no lo habían visto subir, sintieron de pronto que el catre se sacudía.

-¡Calle! -exclamaron alzando la cabeza-. El americano está otra vez con frío.

Con esto, los delirios abrumadores que las altas fiebres de la Guinea no escatiman. Málter quedaba postrado de sudor y cansancio, hasta que el siguiente acceso le traía nuevos témpanos de frío con cuarenta y tres a la sombra.

Dos semanas más y Málter abrió la puerta de la cabina con una mano que ya estaba flaca y tenía las uñas blancas. Bajó a su huerta y halló que sus porotos trepaban con enérgico brío por los tutores. Pero éstos habían pren­dido todos, como las estacas que dividían los canteros, y como las que cer­caban la huerta. Exactamente como la vez anterior. El bambú destrozado, extirpado, ascendía en veinte magníficos retoños a dos metros de altura.

Málter sintió que la fatalidad lo llevaba rápidamente de la mano. ¿Pe­ro es que en aquel país prendía todo de gajo? ¿No era posible contener aquello? Málter, porfiado ya, se propuso obtener únicamente porotos, con prescindencia absoluta de todo árbol o bambú. Arrancó de nuevo todo, reemplazándolo, tras prolijo examen, con varas de cierto vecino árbol des­hojado y leproso. Para mayor eficacia, las clavó al revés. Luego, con pala de media punta y hacha de tumba, ocasionó tal desperfecto al raigón del bambú, que esperó en definitiva paz agrícola un nuevo acceso.

Y éste llegó, con nuevos días de postración. Llegó luego la tregua, y Málter bajó a su huerta. Los porotos subían siempre. Pero los gajos lepro­sos y clavados a contrasavia habían prendido todos. Entre las legumbres, y agujereando la tierra con sus agudos brotes, el bambú aniquilado echaba al aire triunfantes retoños, como monstruosos y verdes habanos.

Durante tres meses la fiebre se obstinó en destruir toda esperanza de salud que el enfermo pudiera conservar para el porvenir, y Málter se empe­ñó a su vez en evitar que las estacas más resecas, reviviendo en lustrosa bro­tación, ahogaran a sus porotos.

Sobrevinieron entonces las grandes lluvias de junio. No se respiraba sino agua. La ropa se enmohecía sobre el cuerpo mismo. La carne se pudría en tres horas y el chocolate se licuaba con frío olor de moho.

Cuando, por fin, su hígado no fue más que una cosa informe y enve­nenada y su cuerpo no pareció sino un esqueleto febril, Málter regresó a Montevideo. De su organismo refractario al chucho dejaba allá su juventud entera, y la salud para siempre jamás. De sus afanes hortícolas en tierra fe­cunda, quedaba un vivero de lujuriosos árboles, entre el yuyo invasor que crecía ahora trece milímetros por día.

Poco después, el arboricultor dio con Málter, y su pasmo ante aquella ruina fue grande.

-Pero allá -interrumpió, sin embargo- aquello es maravilloso, ¿eh? ¡Qué vegetación! ¿Hizo algún ensayo, no es cierto?

Málter, con una sonrisa de las más tristes, asintió con la cabeza. Y se fue a su casa a morir.

viernes, 12 de junio de 2020

La discreta tierra ecuatorial

¿Recordáis la entrada sobre el Refugio ecuatorial?

Según Rafael de Mendizábal Allende en Misión en África. La descolonización de Guinea Ecuatorial (1968-1969), el territorio servía no solo como castigo (como señalábamos en Desterrado... en Guinea), sino también como «refugio más o menos solapado...» de disidentes, pero también de aquellos que necesitaban distanciarse de conflictos.

Así, aparece el poeta León Felipe como boticario en Elobey y el Cejas en Bata, o casos como por ejemplo el recogido en El fusilamiento de Matías López Morales, «cuyo padre -Matías López Rodríguez- se alistó a sus más de 50 años en el Batallón de Voluntarios enviado a Guinea en el Ciudad de Mahón, para evitar infructuosamente el fusilamiento de su hijo».

Surge, por tanto, un territorio ecuatorial como discreto retiro temporal para casos como el del coronel Félix Muedra Miñón, quien en la década de los cuarenta fue empleado por Teodomiro Avendaño, el sargento Paisa, como gerente de su empresa Bokoko (gestora de la finca Avendaño, antigua hacienda Jones):

«Muedra, había sido un militar republicano asignado al Estado Mayor del Grupo de Ejércitos de la Región Central sobre quien siempre cayó la sospecha de connivencia con los franquistas (se le señaló reiteradamente como saboteador y quintacolumnista en el frente de Madrid)».  
Así, con todo, las autoridades franquistas le condenaron a treinta años, pena que le fue conmutada inicialmente por la de seis años y un día, si bien en 1941, se decreta su libertad condicional de la prisión militar de Valencia, así como la concesión de la conmutación del destierro. En los años posteriores se le generará tanto incoación de nuevos expedientes (1943, Juzgado de Instrucción número 4 de Madrid), ejecutorias de embargos, como finalmente reconocimiento de haberes pasivos como comandante de infantería retirado (desde el 1 de diciembre de 1942) y sucesivos expedientes de indultos (1944 y 1958).

Tras la salida de prisión, vivió varios años en Fernando Poo con su familia, regresando con el tiempo a la península.

Pasado ese periodo de destierro voluntario, habría retornado a una vida discreta en España.
Como cuenta Michael Alpert en El ejército popular de la República , que «Otros profesionales de la milicia sufrieron la pérdida de sus carreras, largas penas de cárcel, a pesar de las diversas amnistías, y a menudo graves dificultades sociales y económicas. Matallana, por ejemplo, estuvo encarcelado y luego tuvo que mantener a su familia trabajando como capataz de la construcción. Bernal, que contaba ya 65 años de edad, falleció en la cárcel. Otros estuvieron diez o doce años encarcelados. A pesar de que muchos sospechaban de su aparente poca lealtad republicana, el coronel Muedra, destinado en el Estado Mayor del Ejército del Centro, tuvo que exiliarse a Guinea. En 1956, se encontraba en Madrid con "una tiendecita donde le encontré despachando jabón y lejía". Otros militares que ocuparon importantes cargos en el Ejército Popular durante la guerra, se encontraban después obligados a vivir con mucha modestia, dedicándose a hacer traducciones mal pagadas o dando clases particulares».

No tiene que ver con esta historia... pero os dejamos un bonus track en forma de carta de 1950 dirigida a Muedra en Vega y Avendaño, en el apartado postal 17 de San Carlos (Fernando Póo).





viernes, 5 de junio de 2020

Los white hunters

La entrada dedicada a La herencia "natural" de Manuel Azaña, es un clásico.
Por eso, la recordamos regularmente con motivo del Día Mundial del Medio Ambiente.

El viril "hombre nuevo" del fascismo español, se ejemplificaba en el cazador e intrépido explorador del último reducto del mundo salvaje.

Historias hay muchas... por ejemplo la de los divisionarios Juan Chicharro Lamamié de Clairac y Francisco Soriano Frade. El primero fue Subgobernador en Guinea, presidente honorario de la Hermandad de la División Azul y autor de "En el país de los elefantes", en el que predominan los relatos de caza.

El segundo, «el 1 de abril de 1939 se presentó voluntario para un traslado a África. Así es como llegó en 1941 a Guinea Ecuatorial donde sirvió como oficial de la Guardia Colonial. Su destino era el distrito de Rio Benito y Cogo a donde había llegado el 29 de junio de ese año. Tenía el grado de teniente era el administrador territorial de esa zona. (...) Pero fue poco el tiempo que estuvo destinado en Guinea porque a principios de 1941 regresa a la Península para apuntarse como voluntario en la División Azul.»

Pero centrémonos en uno de los white hunters más emblemáticos del fascio:

Olaechea el último cazador

Basilio Olaechea,
cacería de elefante de
diciembre de 1947.
«Otra leyenda vasca en Guinea fue el último gran cazador blanco de época colonial: Basilio Olaechea Orruño. Nacido en Baracaldo, Olaechea se convirtió en una leyenda como cazador mayor en África en la segunda mitad del siglo XX. Era atlético, fornido, y, en opinión de sus contemporáneos, de un arrojo que rayaba la temeridad. Su puntería era legendaria; Ramón Tatay dijo de él: “Olaechea, que es tal vez el mejor tirador que ha cazado en Guinea, hizo correr una piedra a tiros de mosquetón a más de cincuenta metros, ante los asombrados ojos de sus acompañantes”. La vida de Basilio Olaechea parece merecedora de una novela de aventuras; sus hechos podrían haber servido de inspiración a los maestros del género africano, como Rider Haggard o Edgar Rice Burroughs. Olaechea destacó entre otros white hunters por su férreo carácter, adaptabilidad, y pasión por la caza y los espacios vírgenes. Su vida sólo tuvo sentido arma en mano y perdido en un mundo fronterizo, que desapareció con la partida —en la segunda mitad del siglo XX— del mundo colonial. “El capitán Olaechea —escribió un militar español de aquella época— fue cargado por un elefante al que no pudo parar con su mosquetón, y se encontró en el suelo, con el animal sobre él, intentando clavarle los colmillos. De tal modo, que una pata delantera del elefante estaba entre las dos piernas del capitán. En estas circunstancias, su cazador disparó sobre el elefante a dos metros de distancia, y, aunque no lo mató, logró que el animal le cargase, abandonando al capitán”. Más tarde explicó cómo la heroicidad del pistero guineano, que salvó in extremis la vida del vasco, no era ni mucho menos habitual: “Si, en lugar de Olaechea, se hubiese tratado de otro europeo, probablemente el indígena hubiera huido como hicieron todos los demás”. Fue sin duda este desdén por el peligro lo que situó la figura del guerrero vasco en un lugar venerable, de mito africano, tanto para los colonos blancos como para los nativos.

El cazador Basilio Olaechea Orruño tras abatir a dos gorilas machos.
Fuente: el libro “La Caza en Guinea” de Ramón Tatay, editado por Espasa calpe en 1954.

Un rifle de Eibar en la selva

Nacido en una familia de clase humilde, no dudó en fugarse a Burgos y alistarse como voluntario en el bando nacional al estallar la Guerra Civil Española. A pesar de ser menor de edad, le hirieron en tres ocasiones, por lo que recibió varias condecoraciones. Tras el conflicto —después de conseguir el título de bachiller en el Instituto Ramiro de Maeztu de Vitoria— decidió quedarse en el ejército, donde, merced a su fuerza física y a su recio carácter, continuó ampliando su leyenda. Destacó como instructor militar y como deportista fue campeón de gimnasia de la Academia de Infantería. Los que le trataron aseguraban que su fortaleza y resistencia no conocían límites.

Cuando al terminar la Segunda Guerra Mundial Olaechea fue destinado a Río Muni, el territorio había comenzado su camino hacia la independencia. Allí ejerció como Administrador de diversas regiones, hasta que, por fin, en 1962, fue nombrado Gobernador Civil de toda la Región Continental. Como tal, bregó con independentistas -incluido Macías Ngema, que luego se convertiría en dictador sanguinario- y fue testigo de excepción de la emancipación progresiva de un país que clamaba por su libertad.

Compaginó sus deberes de funcionario y mando militar —es autor de un tratado sobre la guerra de guerrillas en el bosque ecuatorial— con su verdadera naturaleza, que de continuo le lanzaba a la espesura en busca de las más arriesgadas aventuras cinegéticas. Para sus hombres, los soldados de la Guardia Colonial (luego Guardia Territorial), fue casi como un Dios, hasta el punto de que le profesaban una lealtad ciega. Finalmente, en 1966, quien tantas veces había burlado a la muerte, pereció en Bilbao víctima del cáncer. Su desaparición fue un presagio, ya que, muerto Olaechea, su mundo colonial no tardó en seguirle a la tumba.»


En cualquier caso, no podía faltar el ibérico Roberto Alcázar (y su compinche Pedrín) como "Robinsones del África", que no es igual que "Tintín en el Congo"... pero cubre cuota como intrépido aventurero español.

lunes, 1 de junio de 2020

La segunda oleada


Instructivo de La Guinea Española
para el uso de mascarillas.
En la entrada El #YoMeQuedoEnCasa de 1921, recordábamos cómo en el verano de 1921 la gripe asoló la isla, anulándose ese año los festejos patronales dedicados a Santiago en Baney. La gripe del 18 -conocida popularmente como española- había llegado con retraso, pero llegó.

«Con el trote de una verdadera invasión hemos sentido llegarse a ésta, aunque en formas benignas, la famosa afección gripal, que tantos estragos hizo en días no lejanos en todo el mundo: nosotros hasta ahora éramos una excepción y no sabemos por dónde se nos ha colado de tal manera el atrevido huésped que apenas si hay casa en a población que no cuente con varios atacados; ha sido cuestión de días, por no decir horas, su toma de posesión».

Banderín de la Cooperativa
Indígena del Campo
de Bacaque Grande
(creada en 1951).
Los primeros casos de agosto no generaron alarma, pero conforme avanzaba la expansión de la pandemia, la población local entró en pánico: se dispersaron comunidades enteras huyendo del contagio social. Y poblados como Bakake fueron abandonados y refundados al año siguiente en otros lugares con mejores garantías de salubridad, al igual que los pobladores de Barépara se mudaron al actual emplazamiento de Bososo. O como las familias de Bakoñá y Batuy que crearon una nueva población junto a la solitaria capilla de Bopa.

Años después, La Guinea Española recordará que visitando la zona continental «don Ángel Barrera y el Sr Loygorri, al adentrarse muchos kilómetros al interior cuando, al atravesar ellos cierta zona, se hallaban todavía los cadáveres insepultos de tantos como la gripe y la viruela habían consumido».

Así con todo, pasó la gripe y tras el correspondiente Bokottekotte, ceremonia religiosa que significa literalmente "estruendo" o "grande ruido", los malos espíritus fueron exorcizados y arrojados de los poblados, retornándose a la normalidad.

Contaba La Guinea Española que ese ritual «tiene lugar después que un pueblo ha sufrido por larga temporada una mortal epidemia o gran calamidad como la gripe o la viruela. El Bojiammo señala el día de la ceremonia, en el cual todos han de procurarse una ramita de palmera por nombre losala chiké. A la puesta del sol, el bojiammo cargadísimo de innumerables amuletos dice a grandes voces: "Biloppéé, obuí, obuí, obuí -Espíritus condenados salid de aquí, afuera, afuera-". En diciendo estas palabras y armado del basalachiké y un garrote da con todas sus fuerzas garrotazos por las paredes interiores y exteriores de su choza. Los vecinos que ya está preparados también con gruesos garrotes y basalachiké en oyendo el ruido de la choza del Bojiammo, ejecutan idéntica operación en las suyas repartiendo garrotazos a diestro y siniestro gritando a una: "Biloppéé, obuí, obuí". Con esto fácilmente se comprende el bullicio y alboroto y estruendo infernales que se producen en el poblado. Verificada la operación en el interior de las chozas, salen todos los hombres a la calle y capitaneados por el propio Bojiammo siguen golpeando las paredes exteriores de las chozas y dando las mismas voces. Así recorren todo el poblado hasta llegar a los arcos que hay en sus entradas. Llegados aquí dicen: "Ajo to lo poalesijé loe palam jalo -Hasta aquí os hemos arrojado, no entréis otra vez jamás en el poblado-", Dichas estas palabras dejan allí mismo las palmas y los garrotes y vuélvense a sus casas, creyendo muy firmememente que todos los espíritus perversos, han huido espantados, del pueblo sin atreverse a entrar más en él».

Sin embargo, unos meses después, en enero el periódico relataba que «Mal año comenzamos: sobre no hallar despejada la incógnita que nos legó el pasado, nos tememos que los males van a llover sobre mojado. No hemos lamentado lo bastante los destrozos causados entre los indígenas por la gripe y viruela, pero lo sensible es que cuando creíamos el mal vencido, vuelve a erguirse con nueva gallardía entre diferentes poblados indígenas y aún entre braceros de fincas. en Rebola, Baney, Bakoñá y otros pueblos del Este; como también en Zaragoza, Botenós y Basakato, ha habido bastantes casos de castigados (...) que se acentúan por la falta de aislamiento conveniente de los atacados. Mucho nos llama la atención por tratarse del tiempo de seca, el menos a propósito para la fecundación de los gérmenes...».

Es decir, hubo un rebrote que todavía se notaba avanzado el 1922 cuando pese a que ya no parecía haber gripe en el territorio ecuatorial, el vapor San Carlos fue puesto en cuarentena tras detectarse enfermos en su ruta de vuelta a la península.


El confinamiento de
los viajeros del San Carlos.


Así que, aunque desconfinemos y concluya el #YoMeQuedoEnCasa, tomemos precauciones ante el COVID-19.

Y si te interesa este tema, le hemos dedicado alguna entrada más en este paseo por la calle 19 de Septiembre de la vieja Santa Isabel: