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viernes, 8 de septiembre de 2023

En recuerdo de los cooperantes fallecidos

Hace un tiempo, le dedicábamos dos entradas al potencial turístico del territorio ecuatorial:
En ambas se recogían diferentes experiencias que reflejaban las limitaciones con las que se puede encontrar un viajero.

Por ejemplo, la de Manuel Gutiérrez Aragón:
«La autopista es de fácil circulación, entre otras cosas porque apenas hay automóviles, pero de vez en cuando aparece una improvisada barrera de latas y troncos con un trapo colgando. Son los abundantes controles policiales, en los que normalmente un uniformado harapiento pide papeles y salvoconductos. No contento con esto, termina diciendo: "¿Y qué hay para mí?". Este tipo de controles -sobre todo en la parte continental del país- puede revestir un carácter conminatorio y amenazador. Así se recuerda a la población que solo se mueve por un favor especial de la autoridad».
Hoy, día en que España conmemora su Día de las Personas Cooperantes, resulta inevitable realizar una asociación de ideas (aunque no necesariamente por lo turístico):
En el verano del 2003, una noticia vinculada a Guinea Ecuatorial abría los telediarios. Contaba Europa Press que una cooperante, «Ana Isabel Sánchez Torralba, de 22 años, murió el 1 de julio de 2003 por un disparo debido a que el autobús en que viajaba no se detuvo en un control, colocado en Mbon Ecua, en Mongomo (región continental)».
Tres años después, se publicaba que «a petición de la Embajada española, el presidente Obiang Nguema condenó este hecho. El 2 de septiembre de ese año, un consejo de guerra celebrado en Bata, capital de la región continental, condenó a Jesús Crispín Engonga Ona a 30 años de cárcel. (…) figura entre las 42 personas indultadas el pasado 4 de junio por el presidente de Guinea Ecuatorial, Teodoro Obiang Nguema, con motivo de su cumpleaños (…)».

Una historia lamentable, que apenas se recuerda, y que tiene como mudo testimonio una calle dedicada en Ocaña, Toledo.

No será la primera ni tampoco la última cooperante fallecida en Guinea Ecuatorial a lo largo de estas décadas de colaboración binacional. 

Aprovechemos ese primer recuerdo de Ana Isabel Sánchez Torralba para rememorar algunos de ellos.

Tal vez éste fue el incidente más dramático:
El día 2 de enero de 1987 fue una fecha especialmente trágica pues un Aviocar se estrellaba en Bata, perdiendo la vida el capitán Rafael Salcedo Aguilar, capitán Joaquín Castro Rodrigo y el subteniente Evaristo Álvarez Cires (tripulación del Ala nº 35) y los 19 pasajeros que transportaba, 11 españoles y 11 ecuatoguineanos.



Entre otros, los cooperantes españoles: 
− Don Miguel Ruiz Muelas, médico. 
− Doña Carmen Gañán García, religiosa. 
− Doña Angustias López Chamorro, religiosa. 
− Doña Nieves Domínguez, religiosa. 
− Doña Juana Alonso, religiosa. 
− Doña Araceli Moreno, religiosa. 
− Don Rafael Ballesteros, salesiano y profesor en la Escuela de Magisterio de Bata. 
− Doña Rufina Ballesteros, hermana del anterior.
 
Así como los cooperantes ecuatoguineanos: 
− Doña Cristina Ondo Abegue, esposa del ministro de Industria y Comercio del Gobierno de Guinea. 
− Don Fortunato Nzambi Machinde. 
− Don Antonio Esomo, director general de Cooperación Militar. 
− Don Daniel Asumu Mongo, policía de escolta. 
− Doña María Úrsula Bosara, religiosa salesiana. 
− Don Pascual Pobama. 
− Don Justo Mba Aye. 
− Doña María Mangue Esini.


Juan María Calvo, en Guinea Ecuatorial, la ocasión perdida, añadía que «aquel suceso cerró un año especialmente trágico para los cooperantes españoles, plagado de enfermedades, accidentes y muertes, como la del religioso José Antonio Fernández Bolaños, ahogado cuando intentaba rescatar a una monja que no podía regresar a la playa por la fuerza de la resaca».

También en los 80 se produjo el asesinato de Carmen Samaranch Kirner (o Ana Llopart, en Noticia de un amanecer fugaz de Luis de la Rasilla). Ésta había nacido en Barcelona en el seno de una familia acomodada. Tenía 56 años. A los 26, cuando profesó sus votos religiosos, ya había finalizado dos licenciaturas universitarias: Física y Matemáticas. En 1963 se incorporó a su primer destino en Santa Isabel, capital de la provincia de Fernando Poo en la entonces Guinea Ecuatorial Española, donde aún permaneció algunos meses tras la independencia del país en el 69. 

Alberto Quintana, exCoordinador General de la Cooperación Española en Guinea Ecuatorial, recordará en su libro Un despropósito Ecuatorial que «Carmen había trabajado ya en Guinea durante la etapa colonial. Fue de las monjas que tuvieron que salir del país por orden de Macías. 
Otro de los religiosos que compartió aquella experiencia de expulsión fue un jovencísimo Pedro Casaldáliga.»

Destinada a la población gabonesa de Oyem, compartió tareas educativas, sanitarias y pastorales con otras cuatro religiosas: la gallega Josefa Ribeiro, la portuguesa Inés de Sousa y las francesas Marie de Vischer y Brigitte Piaf a las que, a mediados de 1973, se les uniría la joven hermana bordelesa Élise d’Alesme. A principios de agosto del 79, tras el llamado Golpe de Libertad de Teodoro Obiang, retornó a Guinea como miembro del nuevo equipo de cooperantes españoles de la Federación de Religiosos de la Enseñanza. Su principal tarea fue reconstruir la misión católica abandonada de Ebebiyin: un enclave situado en la meseta de Kie-Ntem, un vértice fronterizo con Gabón y Camerún.
«...El viernes dos de septiembre de 1983 Radio Malabo informó de un suceso trágico: una monja catalana acababa de ser asesinada en Ebebiyin. Todos los medios de comunicación se hicieron eco de la noticia. El diario El País del sábado titulaba en portada: “Una misionera barcelonesa estrangulada en Guinea Ecuatorial”. “La religiosa española apareció estrangulada ayer en la misión de Ebebiyin, en Guinea Ecuatorial, donde trabajaba desde hace cuatro años como cooperante en tareas de educación y sanidad, informó el Ministerio de Asuntos Exteriores...”».
El Informe De la Rasilla al Congreso de los Diputados sobre el Funcionamiento de la Cooperación Española en Guinea Ecuatorial afirmaba:
«...hoy, casi cinco años después, se constata que el asunto ha sido oficialmente olvidado por el Gobierno de Guinea, que jamás abrió ninguna investigación seria (¿podía haberlo hecho?), y por el español que, obviamente, al conocer el trasfondo, optó por el silencio. Tampoco la FERE (Federación Española de Religiosos de la Enseñanza), suponemos que por unas muy calculadas razones, ha querido remover un asunto que dio por zanjado con una nueva mártir. Sin embargo hay evidencias más que razonables para considerar que el asesinato de la Hermana Ana Llopart tuvo un móvil concreto: silenciar a quien a todas luces conocía perfectamente la corrupción que presidía todo lo referente a la abundante ayuda alimenticia internacional regularmente desviada de sus fines... Por todo lo anterior la falta de interés del Gobierno español en aclarar este lamentable asunto no sólo constituye un evidente desprecio a sus ciudadanos, sino, tal vez, un gravísimo acto de complicidad que merecería la máxima atención de esa Comisión parlamentaria».

Y aunque esa pérdida ocurrió tempranamente, al inicio de los programas de cooperación, todavía con motivo del Día del Cooperante de 2016, Javier Poveda incluía un recuerdo a Carmen en su emotivo comunicado como Director del Departamento de Cooperación de Escuelas Católicas.

Unos años después (1995), fallecerá de malaria la sanitaria vitoriana Lourdes Lejarreta Arroyo, mientras se desempeñaba en el Hospital de Kogo con la Asociación Africanista Manuel Iradier. 

Quintana también recogerá un testimonio sobre su fallecimiento en su libro: «...la chica vinculada a la fundación Iradier que mataron en Kogo. La envenenaron. Debió de ser en el 96 o 97. La fundación tenía financiación del país vasco y pusieron 70 millones para el hospital. (...) Lo de la chica de Kogo no fue cosa política sino del administrador.  Debía llevar como medio año o así. Era una persona muy recta y parece que descubrió un desfalco. Los familiares tampoco quisieron reivindicar nada».

Y si a Ana Isabel su ayuntamiento le dedicó una calle, a Lourdes el ayuntamiento de Vitoria le dedicó una escuela de educación infantil y su ONGD otorgó un premio especial en su memoria.

¿Seguimos con el conteo?


«Un hombre -dirá Ciriaco Bokesa en El Patio- de pelo al raso, mirada de quien ve, busca o pone algo detrás de cada cosa que le sale al paso, labios de sonrisa de quien no debe nada a nadie», el Dr Xavier Llobell (papá Pipa) llegó por primera vez a Guinea Ecuatorial en 1965. Volcó su vocación en la población africana, dedicando cerca de cuatro décadas a la guineoecuatoriana. Se jubiló ejerciendo en su consultorio del barrio de Ela Nguema de Malabo, en donde finalmente falleció en 2017.

Con la reducción de los programas de cooperación se reducirán igualmente las incidencias... hasta la irrupción del COVID-19. Probablemente el primer caso -por lo menos entre los cooperantes ecuatoguineanos- será el de Carlos Nvó Obama, trabajador del programa de cultura y desarrollo de la Cooperación española y que falleció en plena campaña de #YoMeQuedoEnCasa.



Carlos Nvó encabeza un extenso listado de 10 cooperantes fallecidos ya fuera por efectos del COVID-19... o por los daños colaterales de la pandemia:

− Doña Anastasia Binohari Meleo
− Don Carlos Nvó Obama
− Doña Dorotea Medico Matomba
− Don Eulogio Villahuete Pelayo
− Don Jerónimo Medina Manresa
− Don Jesús-Gaspar Duana Bayo
− Don Julio Moto Epitie
− Don Rocky Marciano Bueriberi Echuaka
− Don Telesforo Lisso Villalba

En su caso, a falta de calles y monumentos, las publicaciones de la Cooperación Española en el país han incluido una escueta nota de recuerdo.

No serán los únicos, ya que en ese periodo -al cierre del 2021- también se registró el fallecimiento de José Álvaro Fernández Oyarzabal, Albaro, cooperante en Guinea Ecuatorial durante una década de la mano de Berpiztu Elkartea. 
Suya fue -entre otras- la iniciativa de crear un Banco de Alimentos.

El 2021, también falleció en el Hospital de Sampaka Armando Ligero Torres: tercera generación vinculada al territorio ecuatorial (su abuelo, Armando Ligero y García de Araoz, llegó a Guinea en 1906 y obtuvo por su trayectoria la Encomienda de la Orden de África. Y su padre Armando Ligero Morote fue etnógrafo especializado en la cultura bubi, y experto en medicina tropical). Armando nació en Basakato del Oeste y a los diecisiete años se trasladó a la Península. Impulsado por la añoranza, regresó brevemente en 2008. Y en años posteriores -apostando por el potencial de crecimiento del país- se arraigó en Bioko, en donde se le apodaba cariñosamente como "el último bubi blanco". Participaba igualmente de los trabajos de desarrollo social de la ONG Macoelanba.

Pero seguramente se nos olvidan algunos testimonios de entrega y dedicación. No será por falta de cariño, sino por mero desconocimiento. 

¡Un recuerdo!



Y terminado este inciso... volvemos a nuestro habitual paseo por la vieja calle 19 de septiembre de Santa Isabel.

jueves, 8 de agosto de 2019

... y ¿tomar fotografías?

Embajada de España en 1968,
en el inaccesible paseo
de Punta Fernanda.
Veíamos en Permiso de turismo las limitaciones para la movilidad en el país... Pero ¿y tomar fotografías?

Cuenta Juan Valbuena en Ojos que no ven, corazón que no siente que:

«Ser fotógrafo no ha sido nunca fácil en Guinea Ecuatorial. Controlar la toma y difusión de imágenes parecía  posible a finales del siglo XX. Bastaba con aumentar la vigilancia sobre los fotógrafos extranjeros y legislar cuidadosamente la actividad de los fotógrafos guineanos. El gobierno de Guinea Ecuatorial en su decreto del 20 de mayo de 1991, reguló el Ejercicio de la Fotografía y el Libre Acceso a todos los Lugares de Interés Turístico en el Territorio Nacional. En ese texto, con cinco artículos y tres disposiciones, se anticipaban las grandes cuestiones de nuestro tiempo sobre dónde fotografiar y para qué, también se intentaba discernir entre el turista, el fotógrafo ambulante , el de prensa o el profesional con estudio propio. Papel mojado. El poder de las imágenes da miedo al propio Poder y la arbitraria distinción entre tipos de fotógrafos y sus intenciones es una tarea compleja que propicia el abuso (...)»
En 1998 la revista El Patio,
ya recogía expresiones de malestar.

En un plano más personal, los relatos de turistas y viajeros coinciden con ese análisis.

Así, por ejemplo, Sonsoles Meana narra que «En Guinea Ecuatorial no puedes hacer fotos. Para alguien que quiere recorrer el país, plasmar, recoger con su cámara cada instante, momento, lugar, caras, gestos, miradas es una fustración. Al guineano no le gustan las fotos, si pides permiso, lo más seguro es que te diga que no. Si enfocas con la cámara, empezará a gritar, protestar y no podrás hacer ni una. Una gran parte de la población guineana es policía o ejercito, así que siempre habrá alguien a tu espalda, diciéndote que has fotografiado una institución o lugar público al que está terminantemente prohibido fotografiar. Te pedirá el permiso de turismo permitido o la licencia para hacer fotos o una autorización militar que seguramente no hayas sacado. Siempre te faltará algún documento. Como no he querido tener problemas en un país complicado, no he hecho fotos. Únicamente me he atrevido a fotografiar viejas casas coloniales y algún edificio cuando me he asegurado no tener ningún militar cerca».

Gustau Nerín en Blanco bueno busca negro pobre recoge el testimonio de un Embajador de España en Malabo: «En una ocasión me vi obligado a ir a verlo, con unos compañeros, porque el gobierno del país bloqueaba un proyecto de ayuda que había encargado, justamente, la agencia de cooperación española. Pensábamos que el embajador haría alguna gestión para tratar de desbloquear la situación, pero enseguida nos desanimó, alegando que él no podía hacer nada al respecto. Eso sí, trató de tranquilizarnos, mientras nos empujaba hacia la puerta: "No se preocupen. Éste es un país maravilloso. Vayan a la playa… Hay unas playas magníficas. Y no sufran. Yo responderé por ustedes… Ya haré una carta. Eso sí… por favor… no hagan fotos. La semana pasada expulsaron del país a dos españoles por hacer fotos. Pero paseen tranquilos y pásenlo bien". En ese tiempo yo era tan cándido y tan bobo que no le hice caso y traté de proseguir el proyecto de cooperación».

Experiencias, que cuentan con el respaldo del intrépido Arturo Pérez Reverte en El paraguas de Malabo:

«Ocurrió en Malabo, en 1981. Yo estaba haciendo un reportaje sobre Guinea Ecuatorial. Aparqué mi Land Rover en la Cuesta de las Fiebres, bajé al puerto e hice unas fotos, sabiendo que estaba prohibidísimo. Pero ése era mi oficio. Al regreso, mala suerte, me pararon dos soldados de un puesto de control. Uno era un sargento con muy mala leche, y cuando en África un militar tiene mala leche, y además lleva el casco al revés, tiene amarillo el blanco de los ojos y huele a cerveza, la cosa puede ponerse jodida. Ahorrando detalles, al rato pude largarme con veinte dólares menos y sin los carretes fotográficos. Debía pasar por la embajada para otro asunto, así que allí, charlando con el secretario, referí el incidente. Sin darle mayor importancia, pues que te quitaran el carrete de fotos y no te dieran una paliza, en Guinea, era salir bien librado. Rutina laboral».

O como recalcaba en Guinea Ecuatorial: ahora o nunca, «durante mi estancia en Guinea Ecuatorial he sido víctima de dos incidentes originados precisamente por militares guineanos que no veían el hecho de que fuese español con excesiva benevolencia. Ambos se saldaron con la sustracción de mis carretes fotográficos, con películas que serían “enviadas al mando para que las vea antes de devolvérselas” y que, por supuesto, nunca más volví a ver, aunque el propio Sáenz de Santamaría le pidiera personalmente su devolución al teniente coronel Mba Oñana, inspector general de las Fuerzas Armadas de Guinea, y un joven diplomático de la Embajada de España se jugara el tipo para encontrar a los responsables. Y puedo considerarme afortunado, ya que, según gráfica expresión de un cooperante compatriota, “suerte tuviste de que encima no te majaran a palos”».

Así, aunque el Decreto pareciera dar plena libertad, «(art. 1º) En sus visitas a los distintos lugares de la Geografía Nacional, los turistas podrán libremente sacar fotografías de interés turístico y cultural, con limitación en los lugares estratégicos del Estado: instalaciones militares y de Seguridad Nacional. (art. 3º) Serán de libre acceso todos los lugares de interés turístico de Ámbito Nacional, sin más limitaciones que las comprendidas en el Artículo Primero. (art. 5º) Las personas que cumplan con los requisitos establecidos en el presente Decreto, no podrán ser intervenidas, ni incautado su material fotográfico», en la práctica el uso y costumbre se impone con el respaldo de normas españolas elaboradas durante el franquismo y que se han mantenido subsidiariamente en vigor desde la independencia.






domingo, 4 de agosto de 2019

Permiso de turismo

Todo un mundo lleno de turistas está disfrutando de las vacaciones de verano, y Guinea Ecuatorial es el destino ideal para potenciales viajeros.

Cuenta la Embajada de España en Malabo, que «en la Isla de Bioko es necesario obtener permiso de estas autoridades para visitar algunas zonas de interés turístico, como el Valle de Moka, Ureka y el Pico Basilé.
En cuanto a la Región Continental, se suele exigir una autorización para viajar por zonas turísticas del interior expedida por la Delegación Regional de turismo o, en su caso, por la policía regional de Bata. Esta autorización es necesaria, en todo caso, para viajar a las islas de Corisco y Annobón. Si se viaja a Corisco en algún tipo de embarcación desde Kogo, debe presentarse la autorización ante las autoridades policiales de esta localidad antes de embarcar».

El Gobierno guineoecuatoriano dice lo mismo: «El Ministerio de Cultura, Turismo y Promoción Artesanal, mediante su Dirección General de Ordenamiento Turístico y Estadística, tiene a bien poner al alcance de toda la población interesada en realizar visitas turísticas a las zonas protegidas y demás zonas en general, el formulario oficial para presentar las solicitudes de visita ante el Ministerio».

La picaresca ibérica inicia desde el momento en que hay que tramitar el visado, o se va a cruzar la aduana. En Guinea de Fernando Gamboa, la protagonista -Blanca Idoia- relata su vivencia:

«—¿Motivo de su visita? —preguntó al fin, sin mirarme y sin disimular su desagrado.
—Turismo —contesté con la voz algo temblorosa.
—Nadie viene por turismo a Guinea Ecuatorial —replicó, alzando la vista con suspicacia.
—Entonces, seré la primera.
—¿Y qué más viene a hacer a Guinea Ecuatorial? —insistió.
—Turismo —repetí sin perder la sonrisa, sacando la cámara de fotos del bolso—. Solo turismo.
(...) No contestó y siguió observando páginas en blanco. Sin duda, el tipo debía aburrirse terriblemente el resto del día y le traía sin cuidado la larguísima cola que había aún a mi espalda. Al llegar a mi foto se recreó en la misma, levantó la vista un par de veces para compararme y concluyó: —La mujer de la foto no es usted.
—¿Perdón?
—Digo —repitió, poniéndome el pasaporte a la altura de los ojos— que esta no es usted.
—¡Claro que soy yo! —repliqué desconcertada—. Esa foto no tiene ni una semana.
—La mujer del pasaporte —afirmó sin sombra de duda— tiene el pelo recogido y viste otra ropa. No podía creer lo que estaba oyendo.
—¿Lo dice en serio?
—No puede entrar en el país con este documento —sentenció, haciendo el amago de devolvérmelo. —Un momento, un momento… —mascullé, tratando de darle sentido a aquel absurdo—. La mujer de la foto soy yo, pero el día que me la tomé llevaba el pelo recogido y un abrigo para el frío.
El policía volvió a hojear todo el pasaporte por tercera vez y entonces caí en la cuenta de lo que estaba pasando.
—¿Me permite el pasaporte un momento, por favor?
El aduanero me lo devolvió. Me levanté un poco la blusa, saqué de la riñonera interior que llevaba pegada al cuerpo un billete de veinte euros, lo doblé, lo metí entre las páginas del pasaporte y se lo devolví al policía. Este lo abrió por la página adecuada, se guardó el billete en el bolsillo de la camisa sin ningún disimulo y me estampó el sello de entrada a Guinea Ecuatorial».

Una vez pasada la aduana, la movilidad interior no está exenta de sobresaltos, y en ese sentido comparte Pablo Rabasco su impresión en La garra del bosque. Guinea Ecuatorial, el último intento: «Vamos tarde hacia el poblado. No suele ser buena idea viajar de noche por Guinea Ecuatorial. En la carretera, muchos controles policiales que de día son simples escenografías de poder, pobres caricaturas, de noche adquieren un carácter intenso. El alcohol, la desesperación y la necesidad de reafirmarse hacen que estos militares, policías, o lo que sean, al llegar la noche encuentren un espacio que conjuga juego y fatalismo, un momento en el que por fin son protagonistas. Esta extraña selva se convierte en espectadora. Selva callada, que supura agua oscura y calor. Permanecemos atentos, sumisos y sometidos a una desconfianza latente. Tres controles policiales muy pesados, y otro en el que pasé miedo. Al final llegamos al poblado. Es tarde y hay que localizar al alcalde, al jefe de policía, al jefe de la tribu. Hay que encontrarlos y respetar el orden, la jerarquía, intuir los recelos preexistentes y dejarse llevar por estructuras de poder que, aunque nos resulten ajenas, no dejan de ser reconocibles. Hablamos con el jefe de la tribu, nos da permiso y entramos al pueblo…»

Javier Nart encontró la solución para el problema «Pero Dios, que aprieta pero no ahoga, iluminó mi  mente: cuando el tipo de la pistola, evidentemente el oficial al mando, se encontraba a unos cinco metros de mí, saqué de mi bolso de costado una botella de coñac que traía desde Barcelona. Rápidamente avancé hacia él, lo que le hizo detenerse. Y llegando le extendí la mano con la botella. Él la tomó, yo puse la mano sobre la suya, le impulsé hacia mí y le abracé hipócritamente mientras le decía: "Estoy muy feliz de haber llegado a Guinea Ecuatorial, compañero".
Había aceptado mi regalo, y tras mi abrazo le debió de parecer impropio dar pasaporte a quien se proclamó amigo y, además, invitaba».

Tras su experiencia en el territorio, Manuel Gutiérrez Aragón escribió igualmente sobre este tema y la picaresca hispánica: «La autopista es de fácil circulación, entre otras cosas porque apenas hay automóviles, pero de vez en cuando aparece una improvisada barrera de latas y troncos con un trapo colgando. Son los abundantes controles policiales, en los que normalmente un uniformado harapiento pide papeles y salvoconductos. No contento con esto, termina diciendo: "¿Y qué hay para mí?". Este tipo de controles -sobre todo en la parte continental del país- puede revestir un carácter conminatorio y amenazador. Así se recuerda a la población que solo se mueve por un favor especial de la autoridad».

¿De dónde vendrá esa necesidad de controlar el desplazamiento hacia y por el territorio nacional?

Gustau Nerín recuerda que para realizar el trabajo de campo de Un guardia civil en la selva, tuvo que «superar más de un centenar de controles policiales en las cenagosas carreteras de la selva guineana». En su relato histórico queda igualmente recogida esa situación ya que durante la administración española, «los guardias africanos, por su parte, no tardaron en aprender de sus superiores: solían cometer bastantes robos, sobre todo de cabras y gallinas. Los áscaris (los soldados "indígenas") instalaban barreras en los caminos y asaltaban a quienquiera». Y concluye más adelante que «en la Administración guineana actual no hay ninguna corruptela que no hubiese sido ya inventada por los colonizadores».

Una costumbre que viene de lejos...

Así, con todo, es probable que ese hábito por los controles responda a varios orígenes y uno de ellos lo recoge el semanario Ébano del 12 de octubre de 1940:

«está sujeto a la imperativa obligación, bajo penas y sanciones determinadas en cada caso por los Jefes inmediatos superiores, de dar cuenta a dichos Jefes de los viajes que se hagan y residencias que se fijen, así como de presentarse en esas residencias, ya sean fijas ya accidentales, a los Jefes Locales de la Falange, justificando la estancia y especificando los motivos -oficiales o particulares- del viaje». Firmaba la circular el gobernador general en funciones (en ausencia de Juan Fontán), Víctor Suances Díaz, y -por tanto- en su condición accidental de Jefe Provincial de FET y de las JONS.


Sobre si se puede o no tomar fotografías en espacios públicos... te lo contamos otro día.

miércoles, 22 de mayo de 2019

La biodiversidad africana

jueves, 5 de abril de 2018

El Monumento a los Caídos en Guinea Ecuatorial


Cuenta La Guinea Española, con la retórica de la época, que a finales de 1938 en Kogo, «este Consejo de Vecinos ha mandado construir una cruz que está ya en su poder, mientras les llega otra pedida a España con su inscripción, para levantarla en esta localidad perpetua memoria de los que saliendo por los intereses de Dios y de la Patria, en esta lucha sin igual dieron por ellos generosamente su sangre y su vida».

Pero la vieja Santa Isabel no podía ser menos: el 4 de abril de 1940, Ébano - Semanario de la Guinea Española,  Órgano de la Falange Española Tradicionalista y de las J.O.N.S.,  informaba de la realización de una ofrenda floral: «...representación de la Colonia alemana se trasladó hoy a la Cruz de los Caídos, en unión de la juventud Hitleriana de la Colonia...». Pero no sólo la juventud Hitleriana, ya que «fue nota muy simpática y educativa la que dieron los niños y niñas de todas las escuelas al desfilar ante la Cruz de los Caídos depositando al pie de ellas sus ramos de flores», recogía La Guinea Española en noviembre de 1939.

Semanario Ébano del 19 de octubre de 1940.
Día de los Caídos.


Si bien el callejero y los topónimos fueron depurados durante la iracunda administración de Macías (sobrevive en solitario la plaza y barrio E'Waiso Ipola de la Sección Femenina en Malabo o el  Estadio Municipal de Santa Isabel, rebautizado como La Paz, en memoria de la paz que trajo Franco), todavía es posible identificar elementos de exaltación del fascismo en los paisajes ecuatoguineanos.

Así, ajenos a la "Ley 52/2007, de 26 de diciembre, por la que se reconocen y amplían derechos y se establecen medidas en favor de quienes padecieron persecución o violencia durante la guerra civil y la dictadura", conocida como Ley de Memoria Histórica, Guinea Ecuatorial cuenta todavía con monumentos y elementos franquistas, incluyendo la Cruz de los Caídos (con su «José Antonio Primo de Rivera- Presente!» de rigor) en la vieja Punta Fernanda, actual Punta de la Unidad Africana, en Malabo (Point William durante la administración Británica y brevemente -desde el 10 de enero de 1846- Punta Española o de las Ensenadas).

1938. Pza. de Santa Isabel.
Misa de campaña por los muertos en la guerra.
Portada del Semanario Ébano del Día de los Caídos de 1940.
En Memoria y frontera, de María del Mar Fernández Pérez, se analiza la supervivencia de este tipo de elementos fuera de las fronteras actuales de España:

El marco físico, territorial, en el que actúan las normas es un tema clásico de la teoría política y la filosofía del derecho, intimamente vinculado con la soberanía del estado y
por lo tanto, del núcleo mismo del concepto de poder. Y a pesar de esto, salvo contadas excepciones (señaladamente, ciertas ramas del Derecho Penal) no suele discutirse el límite de aplicabilidad cuando se estudia una ley concreta: suelen aplicarse en el territorio español o a aquellos actos realizados en el extranjero con efectos en nuestro país. Por eso no es frecuente que los teóricos del derecho se interroguen sobre el límite físico (geográfico) al que alcanza la aplicación de una ley.
Una de las particularidades a este respecto de la llamada Ley de Memoria Histórica es que se aprueba con referencia a hechos producidos exclusivamente en un periodo histórico anterior. Y en este periodo las fronteras del Estado eran diferentes, aunque en muchas ocasiones no se sea consciente de esto: no sólo territorios en Marruecos y el actual Sáhara ocupado eran posesiones españolas, también lo era Guinea Ecuatorial. 
Resulta llamativa esta falta de referencias a las colonias si tenemos en cuenta que el imaginario colectivo de la Guerra Civil está plagado de referencias al norte de África: allí se produjo el golpe de estado en un primer momento, de allí venía el ejército africano y la famosa y temida guardia mora. Esta guerra, tan importante para la historia europea, empezó en África, y allí se produjeron los primeros asesinatos de quienes permanecieron fieles a la legalidad republicana. Es muy difícil hablar de este periodo sin hacer referencia al protectorado y situados en el momento actual, habrá que afrontar el desarrollo de la Ley de Memoria Histórica en territorio extranjero.
Artículo 15.1. Símbolos y monumentos públicos.

Las Administraciones públicas, en el ejercicio de sus competencias, tomarán las medidas oportunas para la retirada de escudos, insignias, placas y otros objetos o menciones conmemorativas de exaltación, personal o colectiva, de la sublevación militar, de la Guerra Civil y de la represión de la Dictadura. Entre estas medidas podrá incluirse la retirada de subvenciones o ayudas públicas.

En la fotografía, Cruz de los Caídos (con el clásico «José Antonio Primo de Rivera ¡PRESENTE!») en la vieja Punta Fernanda, actual Punta de la Unidad Africana, de Malabo.

Esa medida de «retirada de subvenciones o ayudas públicas» a las que alude el artículo 15.1 de la Ley, es noticia en los últimos años como por ejemplo en Los pueblos sin subvención por no renunciar a Franco o «Justicia pide a 656 Ayuntamientos que retiren vestigios franquistas: El Gobierno advierte que incumplir la ley de memoria puede suponer la retirada de subvenciones públicas».

¿Qué pasaría si la Cooperación Española incluyera ese criterio como elemento de ponderación o exclusión en sus convocatorias de subvenciones y AOD para Guinea Ecuatorial, Marruecos y alguna que otra república de Latinoamérica y Caribe?





domingo, 5 de junio de 2016

Día Mundial del Medioambiente