Contaba Juan Rodríguez Doreste en su vivencia de confinamiento en el
campo de concentración del viejo Lazarero de Gando que «Llevábamos algunos meses en Gando cuando
llegaron los detenidos en la Guinea española, que procedían de la isla de Fernando Poo y del territorio del Río Muni, a los cuales se habían incorporado los tripulantes capturados del vapor de la Compañía Trasmediterránea, llamado precisamente el Fernando Poo,
hundido en las aguas del puerto de Bata. Eran aproximadamente unos ciento cincuenta en total, entre tripulantes y coloniales. De los primeros salieron las bajas más importantes que causó la expedición conquistadora. (...) Y así un día aparecieron por Gando, derrotados, pálidos, con evidentes señales del estrago corporal que les había causado una reclusión que lindaba en infrahumana. Constituían un buen contingente, muy heterogéneo de composición, pero muy homogéneo en la solidaridad, en el buen espíritu. Venían funcionarios caracterizados: el
tesorero de Hacienda, el jefe de Correos, el jefe de la Policía gubernativa, el comisario López García, pintoresco personaje, realmente detenido por error, pues no era ni chicha ni limonada, dependientes de la Curaduría, algunos profesionales, cultivadores y finqueros, escritores, un excelente poeta, etc. y la totalidad de la tripulación del Fernando Poo».
¿El pero..., el jefe de Correos condenado a prisión?
La historiografía franquista narrará que «el jefe de Correos, Isidro Álvarez Martínez, inició una suscripción para las “fuerzas leales que luchan en los frentes”. Porcel la encabezó con quinientas pesetas y llegaron a recaudarse unas diez mil, que se entregaron al comité del control del barco para que las pusiese en manos del Jefe de Gobierno. También empezaron a cargarse en el correo frutos del país donados para los milicianos por los agricultores coaccionados por el Subgobernador». O en palabras de uno de los Voluntarios Canarios, «como dato muy del estilo rojo, diremos que el administrador de Correos se dedicaba a saquear los envíos de dinero y a retirar las cartas enviadas a las personas de derechas, que jamás pudieron recibirlas».
Aunque, tal vez, su
principal pecado sería haber tomado parte de la reunión urgente en la subdelegación del Gobierno en Bata, tras la caída de Santa Isabel: «Por la noche se celebra una reunión confidencial y secreta de elementos del Frente Popular, que presiden Porcel y Pozanco, y a la que asisten
Alejandro Torres, Rafael Iranzo, el jefe de Correos, Isidro Álvarez y el brigada e instructor de la Guardia colonial Emilio Fontanet. En esta reunión se adoptaron graves acuerdos: proclamar el estado de guerra; destituir y arrestar al capitán y a los oficiales de la Guardia colonial y nombrar comandante militar de la colonia a Fontanet. Y, por último, sustituir a todos los administradores territoriales que no inspirasen confianza».
Así con todo, el 1 de octubre -a instancias de la tripulación del vapor
Fernando Poo- se habría elegido asambleariamente un Comité Central del Frente Popular en Río Muni (el de Fernando Poo -que era anterior-
lo había disuelto el gobernador cesado), siendo Isidro Álvarez integrante de ese nuevo comité.
En cualquier caso, si la función pública se convirtió en un
nuevo y cruel campo de batalla en la retaguardia, el cuerpo de carteros no quedaría al margen. Así lo cuenta Juan Ramírez Dampierre, Vicecónsul portugués en Fernando Poo, lo cuenta de esta forma en
sus comunicaciones:
Los presos políticos en número de cuarenta, están bien guardados y vigilados por las milicias, (...). Entre ellos hay media docena de funcionarios de la Secretaría General del Gobierno, cuatro de la Administración de Hacienda, tres de la Administración de Correos, incluyendo el propio Administrador y varios particulares, algunos sin importancia, además de dos negros. También el capitán del Puerto se encuentra entre ellos, señalado como Gobernador Central comunista. (...) El número de presos políticos o sospechosos, continúa creciendo y algunos que habían sido puestos en libertad, poco después, por considerarlos inofensivos, fueron de nuevo capturados al hacerse nuevos registros en sus domicilios o por haber nuevas denuncias contra ellos.
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Así, Álvarez, significado como uno de los apoyos de la administración pública al subgobernador,
salió huyendo reintegrándose al cuerpo de correos en el territorio republicano. Con el avance de los golpistas, se suma a la retirada a Francia (en noviembre de 1937 el gobierno de Burgos decretó su suspensión delservicio). En el
blog deportados de Asturias relatan que «hacia finales de 1942 Isidro Álvarez Martínez fue detenido por los ocupantes alemanes e internado en el campo de tránsito de Compiègne. Desde allí fue deportado el 24 de enero de 1943 a Sachsenhausen en el primer gran transporte desde Francia a este campo de concentración situado al norte de Berlin. En el convoy iban más de cincuenta republicanos españoles, en su inmensa mayoría resistentes. A ellos se le sumarían en el año siguiente otros 150 compatriotas, entre ellos Francisco Largo Caballero, quien llegó al campo en el verano de 1943. Isidro Álvarez (prisionero nº 59282) no llegaría a coincidir con el antiguo jefe de gobierno español. En mayo de 1943, fue llevado a una prisión de la capital alemana y desde allí enviado a la cárcel de Laufen, a orillas de Danubio». Es probable que como nacido en Cuba fuera confinado con menor rigor que otros republicanos, por lo que «Tras año y medio de cautiverio Isidro y sus improbables compañeros de prisión se beneficiaron de un intercambio de prisioneros auspiciado por las Naciones Unidas. Como hombres libres, en febrero de 1945 llegaron al campo de refugiados de Philippeville, Argelia». Con el fin de la guerra mundial, solicita la repatriación: «Se abrió así un proceso en el Tribunal Especial para la Represión de la Masonería y el Comunismo, en el que la principal prueba documental en su contra era una simple comunicación de 1936 de la Logia Jovellanos de Gijón con la Logia Constancia de Ourense interesándose por los antecedentes de aquel funcionario de Correos que había manifestado su
voluntad de entrar la masonería. En el verano de 1947 el tribunal dicto sentencia absolutoria, dejando así vía libre para su retorno a España». Esa carta, enviada durante su servicio en Viana do Bolo (Ourense), el antecedente de haber sido fundador de la Agrupación Socialista de Viana, y los únicos informes desfavorables remitidos desde Bata la impedirán reincorporarse a su puesto en correos. Hasta que «a comienzos de 1970, Isidro reclamó una vez más su reintegración en el cuerpo de Correos. A punto de cumplir los setenta años, era la última oportunidad que le quedaba de volver a formar parte de la Administración y obtener así una pensión por los veinte años de servicio. En esta ocasión no hubo ningún informe negativo, y todo indica que in extremis Isidro volvió a ser funcionario del estado por unos meses».
En el caso de
Luis Buelta Saura, su colega adscrito a la oficina de Correos en Santa Isabel, para el que el fiscal pedía cadena perpetua, pesó mucho su
compromiso con el semanario El Defensor de Guinea. Como La Guinea Española relataba en su edición del 21 de mayo de 1939, «llegó afortunadamente en 19 de septiembre de 1936 el alzamiento nacional en esta isla, y los Sres. Buelta,
Gay, Robles y demás comparsa del Frente Popular fueron retirados de la circulación; y por tanto, muerto y sepultado EL DEFENSOR DE GUINEA, y la imprenta del Sr. Robles incautada por el nuevo Estado...», por lo que finalmente fue condenado a 10 años de prisión.
Es la experiencia, igualmente, de José Lizcano Barco, Oficial tercero de correos en en los territorios españoles del Golfo de Guinea.
No hay mucha información accesible sobre él, aunque fue un prolífico escritor cuyos
artículos descriptivos de rutas y viajes abundan en revistas y periódicos.
Opositó en 1927, incorporándose en los servicios centrales del cuerpo de correos en 1930, y un año después -tras cumplir con los requisitos del servicio militar- fue destinado en Alcázar de San Juan (su pueblo natal), en donde se le recuerda como uno de
los tres míticos promotores de la vuelta ciclista local en 1933.
En 1934, ya está ocupando plaza en Guinea, siendo uno de los funcionarios leales a la República depurados tras la caída de Bata. En el primer semestre de 1936 se afilia directamente al Partido Socialista, al carecer de una agrupación local. Y poco después, según la historiografía franquista, fue Lizcano el que frustró el golpe de Estado en la zona continental al reportar al Subgobernador las comunicaciones de Oliveda a los oficiales de Bata para que secundaran su declaración de estado de guerra en Kogo y Río Benito.
Consta igualmente que integró tanto el Comité Provisional del Frente Popular en Río Muni (al igual que Isidro Álvarez), como el Comité Central elegido posteriormente.
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Desde Burgos, el gobierno de Franco
cesaba a los funcionarios de correos en 1937. |
En enero de 1937, el gobierno de la República readmite en puesto y derechos a varios funcionarios coloniales, incluyendo en la
declaración a «D. José Lizcano Barco, Oficial de
Correos afecto a la Administración de
Bata (Guinea Continental española)», así como a «D. José Monedero Carrillo, Oficial segundo del Cuerpo de Correos, Interventor de la Administración Principal de
Correos de Santa Isabel de Fernando
Póo.
D. Rafael Masiello Guerrero, Administrador territorial de Guinea Continental.
D. Eduardo Sánchez Hernández, Administrador del Servicio Radiotelegráfico de Río Benito, en los territorios españoles del Golfo le Guinea, y
D. Emilio Fortanet Monfort, Instructor de primera de la Guardia Colonial».
En
Guinea mártir: Narraciones, notas y comentarios de un condenado a muerte. Colección Actualidad, 1937, Pozanco deja constancia de su exilio temporal y posterior repatriación con su familia: «En el vapor
Brassa, zarparon con rumbo a Dakar y de allí a España, lo siguientes: José Lizcano Barco, Emilio Fontanet Monfort,
Rafael Masiello Guerrero y familia y Luis Martínez y familia».
En noviembre de 1937, los carteros de Fernando Poo y Rio Muni son cesados de puesto por el gobierno de Burgos. Una
decisión que será reiterada dos años después.
Concluida la guerra,... estará cumpliendo pena de prisión en Canarias..
A estas sanciones previas, se le sumará en junio de 1941 una sentencia por unanimidad del
Tribunal Regional de Responsabilidades Políticas con sede en Santa Isabel:
«Visto por el Tribunal que al margen
se expresa el expediente de responsabilidad política seguido contra José Lizcano Barco, de treinta y tres años de
edad, hijo de José y de Dionisia, soltero, oficial de Correos, natural de Alcázar de San Juan, provincia de Ciudad Real, y en la actualidad en ignorado paradero.
Fallamos: Que debemos declarar y declaramos responsable políticamente al
encartado José Lizcano Barco de hechos
graves, y que procede imponer e imponemos la pena de doce años de destierro de estos territorios y la pérdida
total de sus bienes que posee el mismo
en la Colonia».
Unos años después, la
ORDEN de 26 de julio de 1943 por la
que se concede la libertad condicional, sin la liberación del destierro,
a doscientos ochenta penados, establece su salida provisional de la Prisión Provincial de Las Palmas de Gran Canaria, sin la liberación del destierro.
Privado de su carrera profesional, apartado de la función pública, sin bienes y desterrado del territorio ecuatorial, rehace su vida en Alcázar de San Juan reciclándose como docente de primaria en el Colegio-academia Cervantes.
Años después, Antonio Moreno evoca con cariño su recuerdo de José Lizcano como maestro en
El Semanal de La Mancha:
«Tengo recuerdos muy gozosos del día a día en la Academia (...). El aula de D. José Lizcano, la de Primaria, estaba inmediata a la entrada, a la izquierda junto al despacho de dirección, donde solía estar perenne D. José. Aprendí a leer en las cartillas de Trillo Torija; el resto de la Primaria, estudiando en las enciclopedias de Dalmau Carles, de los grados Elemental, Medio y Superior. De D. José Lizcano recuerdo su bondad, paciencia y desesperación, a veces, cuando la clase se “removía” y trataba de poner orden a base de palmetazos en la mesa. De vez en cuando se le escapaba algún pescozón para los que tenía cierta soltura. Era una clase unitaria, con todos los grados, y no menos de 80 alumnos entre 5 y 17 años. Un auténtico reto pedagógico que ahora haría temblar a más de uno. El hacinamiento, el frío o el calor según las épocas, y las incontinencias gástricas, incluso el ostentoso ventoseo, producían un olor casi masticable que mezclado con la humareda de los cigarros que fumaba el maestro, “caldo gallina” gordo y liado en papel Bambú, creaban un ambiente espeso y neblinoso que nos ha hecho resistentes a muchas adversidades tenidas ahora como nocivas e insoportables. A media mañana, el maestro Lizcano sacaba de su taquilla un paquete de galletas María y una botella de anís del Mono con agua. De pie, frente a todos, desperezándose, se comía las galletas y echaba tragos, a morro, acompañados de un sonante y rítmico glu, glu, glu; de postre, un suculento pito».
Y pese a todo, seguirá cultivando su afición por la escritura.
En la
Memoria del curso 1948-49 de la Academia Cervantes podéis encontrar uno de sus artículos africanos.
Antes de emigrar a la Guinea Española, los hermanos Rafael y José Lizcano habían promovido la vuelta ciclista a Alcázar de San Juan (1933), por lo que con el tiempo... José retomará esa vieja pasión:
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José Lizcano en el acto de entrega del trofeo de la VCA de 1958 a Antonio Mena. |