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miércoles, 30 de septiembre de 2020

App vestigios

Nace la primera app colaborativa para ubicar y conocer vestigios de la Guerra Civil: cuenta con un mapa interactivo en el que se geolocalizan los restos de la contienda.

«Creada por Daniel Rodríguez, historiador, y José Ignacio Naranjo, programador informático, la colaboración de los usuarios resulta capital para que cumpla con las expectativas. Son los propios usuarios quienes geolocalizan los restos con el móvil y los comparten en la app. Para evitar errores, Rodríguez se encarga de cotejar los hallazgos. Una vez validados, aparecerán en el mapa interactivo de la aplicación. Y así con todo lo que suban. “Hay demasiadas zonas oscuras con respecto al patrimonio de la Guerra Civil. La gran mayoría está abandonado, vandalizado o tapiado. Es raro encontrar un sitio donde se hayan encargado de conservarlo”, sostiene el historiador. (..) No esperaban la buena acogida que ha tenido el proyecto. La sorpresa ha sido tal que han encontrado restos hasta fuera de España. En Guinea Ecuatorial, antigua colonia española, un usuario les informó de un barco hundido utilizado por los golpistas para viajar hacia la Península al comienzo de la guerra. “Había leído de la sublevación allí, pero ni se me habría ocurrido mirar allí. Está encallado cerca de la costa. Cuando baja la marea, puede verse”, apunta Rodríguez».



Incluye hitos ecuatoguineanos, empezando por el hundimiento del vapor "Fernando Póo" en la mañana del 14 de octubre de 1936 por el "Ciudad de Mahón", un barco con bandera falsa llegado de Las Palmas trasportado voluntarios falangistas y tropas marroquíes.

Está también referenciado el bombardeo a la ciudad de Bata y el desembarco de las tropas marroquíes con la espantada de la población local hacia el interior boscoso del continente y las fronteras con Camerún y Gabón. Para algunos fue el inicio del exilio.

Faltaría - tal vez- incluir la escaramuza del río Ekukú, cerca de Bolondó, o la del bosque de Kangañe, en la desembocadura del río Utamboni.



"Vestigios Guerra Civil" se puede descargar desde googleplay o desde la apple store.

martes, 29 de septiembre de 2020

La quinta de mujeres

Éste es un documento curioso.

El portal Riojarchivo, que recoge el patrimonio inmaterial de La Rioja, registra la grabación de "La quinta de mujeres":

Muchos de los soldados del bando franquista que lucharon en la guerra civil, al terminar la contienda continuaron sirviendo al ejército otros tres años más. Penosa situación para una juventud que vio cómo sus congéneres de uno y otro bando morían en el frente y no siendo esto suficiente añadieron más años perdidos a su vida, licenciándose muchos en el año 1942.

Sin embargo, su ardor juvenil inspiraba canciones alegres que cantadas al unísono en sus pocos ratos de asueto hacían más llevadera una realidad cruda. En la guerra y durante los tres años siguientes de obligado servicio militar esos jóvenes varones que no veían a las chicas ni en pintura soñaban, al menos, que un día pudieran, como ellos, hacer la mili y juntarse con ellas. Esta fue la propuesta del anónimo compositor de esta canción.

Entre los quintos de España se puso de moda esta canción y en años sucesivos siguió cantándose este asunto, cambiando y añadiendo nuevos destinos a las quintas según su edad, color del pelo, lugar de procedencia, tamaño y figura, gustos personales, etcétera.

Título: Título: La quinta de mujeres
Clasificación: Cancionero
Localidad: Lagunilla de Jubera
Informante: Regino Oliván Ruiz (9-4-1933)
Recopiladores: Javier Asensio García y Helena Ortiz Viana
Lugar y fecha de recogida: Ventas Blancas, 29 de septiembre de 2016


Una quinta de mujeres dicen que van a llamar,
con este feliz acuerdo la guerra terminará.
Prepararse las mujeres, que a la guerra vais a ir,
por orden del general se repartirán así:
En la plaza de Melilla las destinarán a cuerpo,
cada una cuidará de limpiar sus armamentos,
las pequeñas y gordetas a trompetas y tambores
y las que gasten buen culo esas van a zapadores,
las que todas las mañanas se van tempranico a misa,
esas van a pontoneros, que hay que hacer puentes a prisa,
las que sepan saltar bien, con soltura y gallardía,
esas irán destinadas al cuerpo Caballería,
las morenas serán cabos, las rubias serán sargentos
y las que gasten bigote, alférez de complemento.
Las que tengan por costumbre decir al novio que no,
esas irán destinadas para San Fernando Poo,
las que antes de la guerra se iban con los italianos,
esas irán destinadas a tirar bombas de mano,
las que tengan por costumbre el ir mucho a la piscina,
como están acostumbradas, esas van a la marina,
las morenas serán cabos, las rubias serán sargentos
y las que gasten bigote, alférez de complemento.
Las que tengan buenos pechos y poca formalidad
esas van a retaguardia con subsidio familiar,
las que gasten buen sostén y no se ocupen de las bragas
es que están echando instancia para policía armada
y también las jorobadas, tuertas y malos andares,
esas irán destinadas pa servicios auxiliares.

Se trata -en cualquier caso- de una adaptación de una canción de quintas documentada ya en el S. XIX:





miércoles, 23 de septiembre de 2020

La guerra del radiotelegrafista

Cuenta Daniel Suerio en "La Flota es roja: papel clave del radiotelegrafista Benjamín Balboa en julio de 1936" que:

Benjamín Balboa López
(Boimorto, La Coruña 1901
- México 1976
En el Méndez Núñez conocen el estallido del movimiento desde el día 19, cuando se encuentran en Santa Isabel, la capital de la isla de Fernando Poo, a donde ha acudido para calmar los ánimos y reforzar la autoridad española en los territorios de Guinea, en respuesta a una llamada del nuevo gobernador general, un hombre moderado como Luis Sánchez Guerra. La dotación del crucero no deja de advertir el interés y apasionamiento con los que los oficiales escuchan a bordo las noticias que al respecto emite Radio Basilé, la emisora de la isla, comentando sus incidencias y pormenores. Según comentaristas posteriores, “el comandante y la oficialidad son, como en la generalidad de la Flota, adictos a la causa de España; los subalternos, las clases y la marinería, en su mayor parte, están minados por el virus revolucionario”; fuentes que aseguran que el Méndez Núñez, “según radio de su comandante, promete unirse a las fuerzas nacionales en aguas de Canarias”. Lo ciertamente documentado es que el 21 el comandante del Méndez, capitán de fragata Trinidad Matres García, envía un radio al ministerio de Marina, a Madrid, comunicando su propósito de salir el día 23 con el Gobernador a recorre el territorio de las islas en viaje de una semana de duración; aprovecha la ocasión para pedir el envío de 300 toneladas de carbón que necesita. Los planes que la oficialidad pueda abrigar en relación con el destino de este barco se ignoran aún, aunque la estación de radio del crucero se encuentra absolutamente controlada por ella. La dotación parece inquieta y en actitud alerta. Un grupo de auxiliares, en el que llevan la voz cantante Juan Bautista Morales y Ramón Prado, consiguen sin grandes dificultades estableces contacto con los dirigentes del Frente Popular de Santa Isabel, “al que dieron cuenta de la situación a bordo”, y por este medio, utilizando de madrigada la emisora de la isla, se comunican con el Gobierno de Madrid, presumiblemente con el mismo Balboa. De improviso, ese mismo día 21, desde Madrid ordenan al Méndez Núñez el regreso a la península. El gobernador no alcanza a entender el momento que se está viviendo y protesta airadamente.

El barco no zarpa hasta el 24. Para entonces, el segundo maquinista Manuel Sierra Rivero, que se dibuja como cabeza de los auxiliares y cabos más politizados, ha conseguido hacer llegar a la central de la Ciudad Lineal el siguiente comunicado: “UMRA vigilante. Viva la República”. Pero lo que ni él ni sus seguidores saben es que desde Cádiz, vías Las Palmas (y seguramente a través de radios portuguesas), los insurgentes, por su parte, han hecho llegar el Méndez su propia versión de la situación y su consigna: “Ejército y Marina levantados patriota levantamiento salvador España 18 Julio alzamiento triunfante esperando caída Madrid hoy. Stop. Auxiliares Escuadra y flotilla destructores sublevaron buques, destituyendo jefes y oficiales, asesinado varios. Stop. Detengan personal radiotelegráfico y todos los auxiliares sospechosos, advirtiendo resto y cabos serán fusilados al menor intento, como lo han sido en Arsenal de la Carraca. Stop. No haga caso estación radio Ciudad Lineal, única en poder de los comunistas. Stop. Viva España”.

La travesía es lenta. Después de carbonear y hacer víveres frescos sucesivamente en Lagos (el día 25) y Freetown (el 28), llega a Dakar a primeros de agosto, entre el 5 y el 7. “A Dakar se llegó dos días después de lo debido -recordarán algunos d ellos hombres de la dotación,- lo que motivó un incidente (que nadie de a bordo ha sabido explicarse todavía) entre la Oficialidad y el Comandante, al manifestarle aquélla su extrañeza por semejante tardanza, contestando desabridamente el Jefe, diciendo que, como se le volviera a hacer objeto de otra advertencia semejante, ordenaría poner a proa hacia alta mar, hasta que se agotase el último resto de combustible”. Los nervios, cuando menos, estaban a flor de piel. Y la nueva orden que allí se recibe de Madrid no hace más que ponerlos a prueba: hay que regresar a Fernando Poo. Nadie se explica esa orden aparentemente insensata. Pero si es verdad que el comandante del Méndez había prometido unirse a las fuerzas franquistas en Canarias, la sospecha de que tuviera intención de hacerlo, encontrándose tan próximo como ya se encontraba de estas islas, sería la razón por la que Madrid le ordenó retornar. ¿Recibió, además el capitán de fragata Trinidad Matres otro cable del capitán general de Cádiz invitándole a seguir? Sea como fuera, opta por regresar al golfo de Guinea. Ya para entonces el levantamiento de los militares de Marruecos se ha convertido en una verdadera guerra civil que afecta a toda España, y en la que empiezan a intervenir además potencias extranjeras.

El destino del último braco de la Flota está a punto de jugarse. Estamos ya a mediados de agosto. el médico, Manuel Loma Fernández, el teniente de navío Ángel Bona Orbeta y el alférez de navío Manuel Guarchs Rojano: a estos dos últimos, por ser los que menos desconfianza despierta, se les entrega el mando; cuando días después se encuentran de nuevo en Dakar, se escaparán a nado, para reunirse con sus compañeros, en Las Palmas, el 23 de septiembre siguiente. Ése es el mismo día en que, por fin, arriba el viejo crucer Méndez a Cartagena, conducido por el contramaestre de víveres Juan Montiel Cerá y el segundo maquinista Sierra como oficial de derrota.
Auxiliares, cabos y marinería del Méndez Núñez firman a bordo una declaración de adhesión al Gobierno de la República. Comandante y oficiales dan largas para evitar que el comunicado sea radiado a Madrid, y en reuniones que mantienen con grandes propietarios de fincas de la colonia preparan la toma del barco. Sánchez Guerra llegará a tiempo con nuevas órdenes de Madrid, en el sentido de forzar al comandante y oficiales no afectos a que resignen el mando. Son desembarcados casi todos ellos y puestos a disposición del gobernador general: se fugarán pronto y con facilidad. A bordo quedan el contador, capitán de Intendencia Nicolás Jiménez Basso; el médico, Manuel Loma Fernández; el teniente de navío Ángel Bona Orbeta y el alférez de navío Manuel Guarchs Rojano: a estos dos últimos, por ser los que menos desconfianza despiertan, se les entrega el mando; cuando días después se encuentran de nuevo en Dakar, se escaparán a nado, para reunirse con sus compañeros, en Las Palmas, el 23 de septiembre siguiente. Ése es el mismo día en que, por fin, arriba el viejo crucero Méndez Núñez a Cartagena, conducido por el contramaestre del víveres Juan Montiel Cerdá y el segundo maquinista Manuel Sierra Rivero como oficial de derrota.

Los tripulantes del crucero "Mendez Núñez" saludando con el puño, después de llegar de Fernando Poo, para ponerse a las órdenes del bando republicano.

Razonaba José Luis Vila-San Juan en El curioso alzamiento en Guinea: "¡Si todos los militantes del Frente Popular hubiesen sido radiotelegrafistas quizá hubiesen podido ganar la guerra!".

lunes, 21 de septiembre de 2020

Sellos de Paz

    
Resulta curioso cómo quedan los sellos como elementos testimoniales de la retórica institucional...

Así como el franquismo se dotó en el territorio ecuatorial de series conmemorativas por los XXV Años de Paz o por el 1º de Octubre, igualmente se ha mantenido en la Guinea independiente la costumbre de reflejar en sus sellos las grandes efemérides.




En el caso de la serie por los "XXV años de Paz", o de la Victoria de los golpistas de 1936, éstos no dejaban de ser un eufemismo que maquillaba el conteo de los "años triunfales" desarrollado en la retórica franquista durante la guerra.

Nota de La Guinea Española de 25 de octubre de 1936, tras la caída de Bata.





Precisamente como testimonio, el doctor Victoriano Darias documenta en El sello de correos, como medio informativo. La antigua Guinea española, en su filatelia que «Tras la independencia guineana, la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre siguió responsabilizándose de las primeras emisiones filatélicas de la nueva república, único país del África Negra de habla española, emisiones que coincidieron, con los primeros aniversarios de tal acontecimiento y en ellas, Francisco Macías, el sanguinario psicópata que accedió al poder llevando al país a la ruina y al exilio, da rienda suelta a su paranoia en un forzoso culto a su personalidad que culmina en el sello de 1972 con la leyenda "III Año Triunfal" (sic)».

lunes, 14 de septiembre de 2020

Añoradas reformas

Son varios los blogs que inspiran nuestros artículos. Uno de ellos es el dedicado a la memoria del teniente coronel de la armada Benito Sacaluga Rodríguez, por lo que encontraréis que lo citamos en no pocas ocasiones en este paseo por la calle 19 de Septiembre de la vieja Santa Isabel.
Desde el mismo nos comparte el artículo La II República, ¿o la llegada de un mesías para los olvidados territorios españoles del Golfo de Guinea? de José Luis Bibang Ondo Eyang, que acaban de publicar en los Cuadernos Republicanos del Centro de Investigación y Estudios Republicanos-CIERE. Os compartimos un extracto:

Por la tarde del 14 de abril de 1931 se proclamó en España la República. Si no insólito (ya que se trataba de la II República), sí se trató de un hecho histórico que no dejó impasible a nadie. En la misma tarde, el presidente del Gobierno Provisional, Don Niceto Alcalá Zamora, envió un radiograma al gobierno colonial, resaltando el clima y el ambiente pacífico en que se habían desarrollado los hechos.
«Presidente de la República a Gobernador de Guinea. -Tengo el honor de participar a V.E. que el gobierno de la República sin el menor incidente, con el aplauso entusiasta del pueblo y la cooperación leal y respetuosa del ejército, guardia civil y fuerza de orden público, se ha posesionado del poder en esta tarde sin choque alguno con el régimen a extinguir, antes bien previa cordial conferencia con el anterior ministro de Estado, que representaba a aquel [...]». Ver Archivo General de la Administración de Alcalá de Henares (En adelante AGA), CAJA G-1898 (81/8167), Expediente nº 2; Radiograma nº 25 de 14/04/1931.
Las autoridades coloniales, en tanto que funcionarios públicos, tenían pocas opciones ante el radio del gobierno metropolitano. O acataban el nuevo régimen o dimitían. Al día siguiente, a las 13:30 p.m., la Junta de Autoridades coloniales [La Junta de Autoridades Coloniales reunía a los representantes de las principales instituciones coloniales: El Gobernador General, el Pte. del Consejo de Vecinos, el Pte. del Patronato de Indígenas (entonces lo era el obispo, vicario apostólico en la colonia), el Pte. de la Cámara Agrícola Oficial, los Jefes de los distintos Servicios Coloniales. En la sesión extraordinaria de 15 de abril del 31, estuvieron presentes: Don Miguel Núñez de Prado en calidad de Gobernador General de las Colonias; Don Pedro García Amilivia en su calidad de Presidente del Consejo de Vecinos de Santa Isabel, Don Marqués de Castro Pinós en calidad de Vicepresidente en funciones de la Cámara Agrícola Oficial. Es curiosa la ausencia del obispo de la colonia, presidente del Patronato de Indígenas] se reunió en una sesión extraordinaria en la que se adoptó un comunicado manifestando su adhesión al nuevo régimen en los siguientes términos:
«Recibido radiograma V.E. nº 25. -Reunida la Junta de autoridades acordó unánimemente respetar y acatar el nuevo régimen, enviando a V.E. gobierno atento y respetuoso saludo y un ofrecimiento leal colaboración, felicitándole de que trascendental suceso se haya realizado sin luchas ni violencias, por acto legal voluntad popular». 
Dos días después, en una concentración pública organizada en la ciudad de Santa Isabel a tal efecto, Don Pedro Amilivia, entonces presidente del Consejo de Vecinos de la capital, leyó un escrito que concluía con las siguientes palabras: 
«Yo espero que así seguirá [refiriéndose al ambiente de paz en que se han desenvuelto los hechos en la metrópoli] hasta su completo término la evolución y recordando que el nuevo régimen tiene por bandera la libertad, es su culto la justicia y como norma los derechos del hombre, estudiará los problemas coloniales con todo cariño, con toda voluntad, cooperando todos para conseguir una colonia rica y espléndida, trozo de una patria espléndida y más rica».
Cabe pensar que semejantes palabras brotaron de lo más profundo del corazón de Amilivia. O lo que es lo mismo, del discurso de Amilivia cabe extraer la idea de unos administradores coloniales que vieron en la República un garante de aquellos valores imprescindibles para el progreso y desarrollo de los pueblos, incluidos los colonizados. Pero también cabe que estemos ante un discurso protocolario gestado por unos funcionarios coloniales [monárquicos], que, temiendo perder sus privilegios, buscaron su encaje en una República que venía a romper con su pasado. Parece más acertada esta última interpretación, ya que el estallido de la Guerra Civil reveló el carácter ambiguo de este discurso. Declarada la sublevación, las autoridades y funcionarios isleños se unieron al “movimiento salvador de España”, confirmando así el oportunismo que caracterizó aquellas declaraciones y juramentos con que muchos de aquellos funcionarios habían manifestado previamente su adhesión a la República.
Además de las declaraciones de las altas autoridades, todos los Jefes de Servicios y oficiales debieron prestar “voluntariamente” una promesa de adhesión a la República. Se utilizó la fórmula siguiente: «Prometo por mi honor servir bien y fielmente a la República, obedecer sus leyes y defenderla con armas». Ver AGA, CAJA G-1898(81/8167), Expediente nº 2, Radiograma nº 139 de 27/04/1931.
Pero si difícil fue determinar la sinceridad de las palabras de los funcionarios coloniales, no lo fue tanto determinar qué significó el advenimiento del nuevo régimen para el resto de particulares residentes en la colonia. En esta, el discurso republicano fue recibido con la misma esperanza e ilusión con que un pueblo oprimido recibiría el anuncio de la llegada de un redentor esperado desde hace tiempo. Los dos colectivos residentes en la colonia coincidieron en confiar que la República traería prosperidad en la colonia, aprobando reformas jurídicas positivas y justas. Aquello en lo que no coincidieron fue en definir el sentido de las añoradas reformas. (...)
«El discurso republicano -resume JL Bibang-generó ilusión y esperanza tanto en la metrópoli como en las colonias, especialmente en la Guinea Española. En esta, es mejor hablar de ilusiones y esperanzas en plural. En Guinea distinguimos dos colectivos: los colonos y los autóctonos. Cada uno de estos colectivos forjará una idea de la República desde su propia realidad circundante. Una rápida lectura de los escritos de ambos colectivos nos ilustra qué esperaba cada uno del nuevo régimen, o lo que es lo mismo, qué ilusiones o esperanzas de mejora generó el discurso republicano en cada uno de estos grupos residentes en la colonia».
Es un interesante artículo del que -siempre según este blog- os recomendamos la lectura íntegra del texto.

Fiesta Republicana en Río Benito a inicios de 1934.

lunes, 7 de septiembre de 2020

... se sentó en un tonel, esperando turno

Es cierto, no se trata de la guerra civil y sus consecuencias en el territorio ecuatorial.
Sin embargo, ¿quién mejor que Juan Goytisolo permite conocer el entramado social del país?:

Un fragmento de Fiestas

Frente al Depósito de Hielo había una docena de barberos y se sentó en un tonel, esperando turno. Como no había comido en todo el día se sentía muy débil y cerró mansamente los ojos, mientras lo enjabonaban. Todavía soñó en su mujer y en Juanita. El barbero le despertó de una palmada e hizo que se contemplase en el espejo. El Gorila le dio dos pesetas y se encaminó hacia el quiosco. Allí se compró un kilo de pan y una libra de arenques ahumados. El hambre le había impregnado progresivamente de abulia y sintió de golpe una inmensa necesidad de confesarse. Atemorizado, escapó con el paquete bajo el brazo en dirección a la escollera. Antes de atravesar la plazoleta en donde daba la vuelta el tranvía, sintió que alguien corría tras él y se volvió con el rostro congestionado: era Pipo, el precoz, inteligente y querido Pipo, y lo abrazó sin poder contener casi las lágrimas.
-Una vez, hace algunos años, en la época en que me llamaban todavía señor Gorila (pues aunque me veas ahora tirado como una colilla, llegué a ser patrono de un bar y toda la clientela me llamaba señor Gorila), se me ocurrió la idea de marcharme de casa. Fue durante los últimos meses de la guerra. Aquella zona estaba infestada de submarinos alemanes y no podíamos alejarnos por orden de la Comandancia. Total: que la pesca era escasa y el oficio no daba para vivir. Para salir de apuros decidí cortar madera en África. Mi padre era amigo de un importador de Fernando Poo, que me proporcionó empleo en un barco. Y me embarqué, dándomelas muy felices, sin sospechar siquiera lo que iba a pasarme.
(Pues cuando sales de casa sabes muy bien lo que dejas, mientras que, al volver, ignoras qué encontrarás y, sobre todo, cómo lo encontrarás: si tu mujer se habrá ido con otro; si, durante tu ausencia, habrá tenido un bastardo.)
-En Fernando Poo trabajábamos en una factoría maderera, yo y otros doscientos hombres. Casi todos negros. Sólo cuatro andaluces y yo éramos blancos. Nosotros cobrábamos doble sueldo que los negros y dormíamos en barracones aparte. A las dos semanas me hicieron capataz.
-No sé por qué, el ingeniero me había tomado cariño y me encargó que vigilara el trabajo los días en que él no iba. “Tarzán de los monos”, me llamaba. Pues los blancos andábamos también medio desnudos y parecíamos más negros que los bubis. Yo llevaba un casco de misionero y el látigo que dan a los responsables para asustar a los negros. Aunque, si quieres que te diga la verdad, nunca llegué a emplearlo. Los pobres vivían muertos de miedo y me obedecían con sólo mirarles. Hubo uno que se pasó la tarde entera cargando troncos, sin atreverse a decirme que estaba herniado. Me llamaban “massah”, que quiere decir señor, y, a los pocos días, me ofrecieron una “mininga”.
-“Miningas” es como se llaman allí a las muchachas. Cuando son mocitas los padres las alquilan a los blancos; ellas lavan, cosen, planchan, preparan la comida y se acuestan contigo siempre que se lo mandas. Yo pagaba por la mía un duro diario y, la verdad, no tuve nunca motivos de queja. Lu-Baba (se llamaba así) me fue ofrecida por su hermano: a él le pagaba al principio de cada mes ciento cincuenta pesetas y con él tenía que entendérmelas si algo no marchaba. (Allí las mujeres no pueden discutir y deben obedecer a todo lo que se les ordena. Conozco el caso de una que, por no querer acostarse con su hombre, su padre la mató a bastonazos.)
-Lu-Baba era más mansa que un cordero, y los once meses que vivimos juntos se esforzó en hacerme la vida agradable. Era muy bonita (entre las negras hay mujeres espléndidas); tenía la cara fina, los ojos grandes, los pechos puntiagudos (iba siempre desnuda de cintura para arriba) y los brazos redondeados. Durante el día se quedaba en mi choza, limpiándomela (pues allí las cosas se ensucian a los cinco minutos: cuando llueve, el agua filtra por todas partes; si hace calor, aparecen mosquitos, tarántulas, escorpiones. Ellos ya están acostumbrados; aunque se encontrasen la cama llena de culebras, creo que no se tomarían el trabajo de sacarlas).
-A veces, mientras estaba en la factoría, venía a traerme algún refresco y se quedaba mirándome en un rincón, hasta que me lo bebía. Y todas las noches dormía abrazada conmigo y se ponía muy triste cuando la sacaba de la cama.
-Si te he de decir la verdad, Pipo, acabé por tomarle cariño.
-Lu-Baba era fiel, trabajadora, limpia. Jamás tuvo una discusión conmigo ni necesité regañarla siquiera. Me bastaba mirarla a los ojos y ella adivinaba en seguida lo que quería. Era como un animalito: un animalito listo que se desvivía por agradarme. No sabía hablar español, pero gruñía, reía y ronroneaba igual que un gato. Un día se me ocurrió explicarle la historia de mi vida en dibujitos y a ella le gustó tanto la idea que luego me perseguía siempre con la libreta y el lápiz. Otras veces me entretenía hablándole en español, como hacemos con los animales. “Te voy a partir las costillas, Lu-Baba”, le decía; pero ella creía, por mi sonrisa, que le decía algo cariñoso y venía a acurrucarse a mis pies para que la acariciara. En cambio, le decía con voz muy seria: “Me gustaría vivir siempre contigo” y ella, entonces, inclinaba la cabeza y se iba.
-Oh, pero no creas que se dejase engañar fácilmente; Lu-Baba no tenía un pelo de tonta. Un día me enseñó un dibujo que había hecho mientras trabajaba: yo, con mi casco, mi bigote y mis tatuajes; ella, con una capa que le llegaba hasta los pies y el pelo lleno de lazos; y, en medio, otro como yo, pero de color negro, cogiéndonos de la mano. Al comprender su significado rompí el dibujo y Lu-Baba, la pobrecilla, se pasó la noche llorando. Desde entonces perdió afición a las historietas y, aunque sonreía si le enseñaba alguna, me di cuenta de que lo hacía para agradarme.
-Entretanto yo iba ahorrando tela para volver a Canarias. En once meses, casi veinticinco mil. De vez en cuando enviaba a mi mujer un sobre con dinero y esperaba regresar para entregarle lo que tenía y poderle comprar ropa en Tenerife. Aunque ella no escribía nunca, yo no me preocupaba. Eso de escribir es para gente que tiene cosas que decirse; pero, dos desgraciados como ella y yo, ¿qué íbamos a contarnos? Si no sabemos ni hablar decentemente, ¿a qué perder el tiempo echándonos flores? Los que han nacido brutos, brutos son. Por mucha cultura que se les meta en la cabeza, continuarán siendo animales. Eso me decía yo. Y, aunque mi madre tampoco daba señales de vida, no di a su silencio ninguna importancia.
-Hasta que un día me vino la nostalgia de mi tierra y sentí la necesidad de regresar. Hablé con el patrón (don Enrique Miranda Tubau se llamaba). No quería dejarme ir. Estaba contento de mí y me ofreció un aumento; pero yo sólo pensaba en mi hija y mi mujer (ojalá le hubiese hecho caso, a estas horas sería jefe de capataces y me habría convertido en propietario) y, en vista de ello, habló con un empresario belga del Congo y me encontró plaza de palero en un barco mercante.
-Faltaba tan sólo por resolver la cuestión de Lu-Baba. El día antes de mi partida fui a un almacén de Santa Isabel y le compre un traje de colores. Cuando llegué a casa se lo entregué, dándole a entender que era un regalo, pero ella no quiso aceptarlo. “Mucho dinero”, dijo (pues, últimamente había aprendido algunas palabras). “Dinero -dije yo- para Lu-Baba.” Ella entonces empezó a reír de contenta y se lo puso delante de mí. Le caía chico, tú: la falda le quedaba encima de las rodillas, la blusa apenas le cubría los pechos, pero le daba igual. Nunca había tenido ningún vestido y se debía creer no sé qué… Al ver que yo reía se puso mi sombrero de paja y empezó a ir de un lado a otro, moviéndose como un animalito.
-Estaba tan alegre que creí que, cuando le dijese que me iba, no se entristecería demasiado. “Me voy —le expliqué haciéndola sentar a mi lado—, me voy a España.” Ella no me entendió o hizo como que no entendía. Entonces cogí un lápiz y un papel. "Hombre-bigotes -dije- se va en barco. Lu-Baba se queda en tierra". Creyendo que me iba en uno de los barquitos fluviales corrió a prepararme un envoltorio con comida. Yo la hice sentar y le enseñé un nuevo dibujo: "Isla pequeña: Fernando Poo. Tierra grande: España. Hombre-bigotes y Lu-Baba están en Fernando Poo. Yo tomo barco y me voy a España".
-Como tampoco daba señales de comprender empecé a recoger mis cosas y las metí en el baúl. Lu-Baba me ayudaba cantando y me alegré de que fuese así. "Lu-Baba lista -dije-. Lu-Baba buena chica". Aunque no podía entenderme le expliqué que la echaría mucho de menos y que, si volvía de nuevo por Guinea, la tomaría otra vez por mujer. "Lu-Baba encontrará otro hombre-bigotes —le conté—. Lu-Baba volverá a ser feliz".
-Como el barco atracaba de madrugada preferí quedarme despierto. El patrón me había regalado un barrilito de whisky y me lo fui bebiendo poco a poco. Lu-Baba tampoco tenía sueño y no quiso echarse en la cama. Al ver que bebía se puso muy intranquila y se acurrucó a mis pies, sin atreverse a mirarme. La habitación se había llenado de mosquitos y encendió fuego para alejarlos. Al volver a tenderse, me agarró fuertemente la mano y la apretó contra su pecho. Cuando dieron las dos me encaminé hacia el puerto con el baúl al hombro. Lu-Baba me seguía detrás, tropezando por culpa del vestido. Al llegar al muelle, el barco había atracado. Entregué mi documentación al oficial y unos negros subieron el baúl a bordo.
-Era la hora de partir. Me volví hacia Lu-Baba y le dije: "Adiós, Lu-Baba". Ella me miró sin comprender. No le cabía en la cabeza que pudiese irme solo e imaginaba quizá que iba a llevarla a España. O tal vez creía que bromeaba y se esforzó en sonreír. Pero sus ojos brillaban de terror y bajé la cabeza avergonzado.
-Todo el mundo había subido a bordo y no faltaba más que yo. "Adiós -volví a decir-. Me voy a España". Ella no se movía aún (como aguardando un milagro). Y al ver que me embarcaba, dio un grito y se tiró al agua vestida.
-Yo la había llegado a querer, Pipo; y lo más probable es que, de no llevar tanto whisky encima, en lugar de dejarla allí hubiese vuelto a tierra, a su lado. Porque Lu-Baba me quería de verdad, ahora me doy cuenta, y no la mujer que tenía en Canarias. Si hubiese sido un poco listo me habría quedado en Fernando Poo con ella o la habría llevado a España conmigo. China o negra, qué más da. Lu-Baba era trabajadora y fiel, y esto es lo que yo necesitaba.
-El viaje duró catorce días. Cuando fondeamos en Amberes era media mañana y el capitán dio un permiso de veinticuatro horas. Yo salí a dar vueltas por la ciudad vestido así, tal como voy ahora y, no sé qué pasaba, la gente se volvía a mirarme. Hablaban en francés, qué sé yo, en flamenco, crik, crak, como si trituraran clavos. Un marino amigo mío me acompañó al barrio de las mujeres y, cuando entré en él, retrocedí, creyendo que me había equivocado.
-La calle estaba llena de vitrinas iluminadas con luces de colores y dentro de cada vitrina había una mujer elegantísima, sentada en un salón. Ay, caray. Me apoyé en la esquina con los brazos cruzados y me puse a reflexionar. Luego empecé a caminar poco a poco, mirándolas de una en una y, aunque muchas me hacían señas con la mano, no me atreví a entrar. "No, no es posible", pensaba: "esas damas no pueden ser mujeres de la vida". Y, como un tonto, rebotaba de una acera a otra, contemplándolas, cada una iluminada por una luz diferente, encerradas detrás de las vitrinas, como sirenas dentro de un acuario.
-Eran señoras, Pipo, auténticas señoras, vestidas con trajes ceñidos, como artistas de cine. Tu hermano las iba mirando una tras otra y se rascaba la cabeza como un tonto. ¡Volvedme a bordo que me mareo!… Hasta que una abrió la puerta y me hizo entrar en su casa. Entonces comprendí que no me confundía y empecé a mugir como un toro, mientras la mujer se moría de risa y me decía cosas en su idioma. Cuando salí estaba excitado aún y me fui con la mujer de al lado. Y luego con la siguiente. Y así me hubiera pasado la vida si, de mañana, no llega a salir el barco.
-Te he contado todo eso para que veas que no pretendo hacerme el mártir y que no doy a mi mujer las culpas de lo ocurrido. Cuando un hombre está sólo si va con una amiga, dos, tres, o las que quiera, no destruye a la familia ni hace daño a nadie. Pero qué caray, una mujer es una mujer; si el marido está ausente, tiene la obligación de aguardarlo.
-Llegué, pues, al pueblo, ignorante de lo que sucedía y en seguida vi que la gente me miraba de modo raro. "Hola, señora Lola". "Hola, Gorila". "¿Qué tal la salud, desde que me fui?" "Ya ves, tirando". Y cada vez que preguntaba por la Josefa o por la niña, nadie quería contestarme… La casa donde vivíamos estaba en las afueras. Una casa pequeñísima, no te vayas a creer… Yo iba cargado con el baúl, saludando a todo el mundo: "Hola, Antonio", "Hola, Trinidad".
-Por un momento pensé que mi padre había hecho una estafa. Como manejaba el dinero de la Cofradía y siempre le ha gustado jugar… Llego a casa y la encuentro cerrada. Pam, pam. Silencio. Las persianas bajas, la puerta cerrada con candado. Pam, pam, pam. Nada. Al lado vive la tía Marina y voy a ver qué pasa: “Hola, tía Marina”. “¿Qué tal, Gorila?”, contenta porque me quiere mucho. “Ya lo ves, de vuelta.” Como ella no dice nada le pregunto: “¿Y mi mujer? ¿No está en casa?” Ella pone una cara muy rara. “No -dice-, no vive ahí.” “¿Ah, no? -digo yo-. ¿Dónde vive?” Y ella se echa a llorar: “Pregúntaselo a tu madre”.
-Otra vez en la calle, con el baúl a cuestas. Continuaba caminando, pero ya no sabía qué me hacía. Calle Progreso. Calle Guimerá. Cuando llego mi madre empieza a dar gritos: “¿Qué coño pasa?”, digo yo. “Una desgracia -me dice-, una gran desgracia.” Y una vez dentro me lo cuenta todo: “La Josefa se ha liado con tu hermano”.
»Con mi hermano, fíjate. Yo, que durante un año me había partido los riñones en Guinea para traerle veinte mil pesetas de regalo, me la encuentro liada con Primitivo. Y es que las mujeres, Pipo, son peores que las gatas. Cuando ella estuvo enferma me tiré una noche más de sesenta kilómetros en bicicleta para buscar un médico y encima le di yo no sé cuánta sangre. Desde que nos casamos, no había mes, por pobre que estuviera, que no le hiciera algún regalo: “Gorila, cómprame eso”, “Gorila, necesito aquello”, y yo, dale que dale, como un tonto, comprando. Y así me lo pagaba.
-No podía tenerme en pie, te lo juro. Mi madre, al ver qué cara ponía, la pobre, daba gritos: “No te pierdas, Gorila, no te pierdas. Déjales que se pudran”. Me preparó de comer: unas chuletas de cordero con maíz hervido. Luego me arregló la cama del cuarto de arriba. Durante toda la tarde estuve tumbado allí, para tranquilizarla. A la noche, cuando ya estaba más sereno, bajo. “No, no -me grita ella-. No salgas, hazlo por mí.” “Quita —le digo—. No voy a buscar pelea. Sólo voy a la playa un poquito porque quiero ver mi barca.” Y no hago más que llegar y verla, cuando ¡zas!, no sé lo que me pasa y me pongo a llorar como un chico…
-De haber sido capaz de razonar, me habría largado de las Islas; pero no sabía lo que me hacía. Andaba como loco (tan sólo topé con la niña un día: la criatura tenía entonces cinco años y, al verme, me amenazó con la mano: “Papa feo -dijo-, papá malo”, lo que le había enseñado su madre, claro). Pero el golpe me había alcanzado de pleno y, tarde o temprano, su efecto debía manifestarse. Pues todo lo que nos hace daño alguna vez se queda dentro y sale cuando menos lo pensamos. Y a veces son inocentes quienes pagan, en lugar de pagar los culpables.
-Total: que de la noche a la mañana me vi convertido en asesino, fichado por la policía, y desde entonces, voy de un lado a otro, tirado como una colilla, sin poderme acercar a Canarias.
-Tú me conoces bien, Pipo, y sabes que no te engaño. El Gorila puede ser un borracho, un mujeriego y un perdido, pero asesino, nunca. Yo he sido siempre un hombre de orden, de derechas. En mi vida he matado a una mosca. Y, si era incapaz de tocar un pelo a mi mujer aun después de lo ocurrido, ¿cómo pude matar, si no es porque estaba loco, a un hombre que no me había hecho ningún daño?
-Pues el Gorila no mata a nadie, policía o no policía, porque le llame la atención cuando está con una conocida en la playa. El Gorila no es un criminal. En aquel momento estaba chiflado y no sabía lo que me hacía. Y, cuando me di cuenta, era demasiado tarde.
-De modo que no tuve más remedio que huir y engancharme en la Legión francesa. Habría podido quedarme allí, pero esas cosas que ocurren: me entró la nostalgia de España. Hasta que un día, hace dos años, deserté, y aquí estoy: esperando que me atrapen.

sábado, 5 de septiembre de 2020

El caso de Joaquín Masmano y sus dos (o tres) deportaciones a Guinea

Buenaventura Durruti
y algunos de sus compañeros
de deportación africana.

Éste es un caso curioso... ¿recordáis a los frentepopulistas de Fernando Póo, a los que el gobernador aplicó el artículo 5 por su euforia tras la victoria de las candidaturas de izquierdas en febrero del 36 e hizo encerrar en Canarias, pillándoles el 18 de julio como presos gubernativos y que al final acabaron compartiendo celda con los leales a la república en la Guinea Española?

¿y recordáis la tradición del destierro al territorio ecuatorial como castigo ejemplar para la disidencia política?

Pues juntemos las dos experiencias...

Éste es el caso de Joaquín Masmano Pardo que fue deportado 2 (ó 3) veces al territorio ecuatorial y acabó compartiendo confinamiento con los frentepopulistas de Fernando Poo en Canarias: 
  • Durante el directorio civil de Primo de Rivera fue deportado (1929) por primera vez al territorio ecuatorial, en esa ocasión a Fernando Póo.
  • En los primeros años de la II República, fue deportado nuevamente (en esta ocasión a Bata) en el mercante Buenos Aires. Si bien tras hacer viaje a Río Muni, los deportados fueron reembarcados a Villa Cisneros en el Sahara en donde fue rechazado junto a un grupo de los desterrados (entre los que estaba Buenaventura Durruti) acabando confinado en Fuerteventura hasta septiembre de 1932.
  • Asentado en Canarias, le sorprendió el golpe de Estado del 36 en las islas. Inmediatamente se le abrió causa (en su caso en rebeldía) por auxilio a la rebelión siendo detenido a finales de agosto del 36 «el considerado peligroso izquierdista» Joaquín Masmano Pardo, Concejal, dirigente y líder portuario.

Ésta es su historia:

Nació en Buñol (Valencia) el 9 de marzo de 1892. Fundó el PCE en su pueblo de nacimiento en 1920, fue secretario de la UGT algunos años durante la Dictadura de Primo de Rivera y deportado a Fernando Poo alrededor  de 1929. Finalmente, en 1930 o 1931 se trasladó a Gran Canaria, perteneciendo a la dirección de la Federación de Trabajadores de la Tierra.

En 1932 se solidariza con los reivindicaciones sociales en el Alto Llobregat, y acaba detenido en Tarragona. Las manifestaciones acaban con más de un centenar de sindicalistas detenidos preventivamente, con los que se resuelve la deportación a la Guinea Española. 

La deportación provoca un acalorado debate en las Cortes Constituyentes y la decisión gubernamental es aprobada por 162 votos y 16 en contra. Entre los que se oponen están los diputados: Sediles, Ramón Franco (hermano de Francisco Franco), Rodrigo Soriano (que estuvo desterrado con Unamuno en Fuerteventura en 1924), Botella, Asensi, Barriobero, Eduardo Ortega (hermano de José Ortega y Gasset), Samblancat, Balbontín, Castelao y Luis de Tapia.



CNT. COMITÉ REGIONAL PRO-PRESOS DE CATALUÑA. Informe de 3 de marzo de 1932, sobre las gestiones realizadas por una comisión enviada a Madrid para tratar con el Gobierno sobre los desterrados a Guinea Española: «terminando la entrevista manifestando el ministro que la única seguridad que daba a la Comisión era que los confinados no desembarcarían en Bata sino en otro lugar, por razones de orden especialísimas. Entonces insistió la Comisión para que los confinados fuesen devueltos a España, única manera de demostrar que se corregía el error, pero el ministro insistió en que no podía acceder a lo que se le pedía. Que en vez de ir a Bata, añadío, hubiesen ido a Fuerteventura, pero que la falta de agua y lo árido del terreno aconsejaban no llevarlos allí en beneficio de los propios detenidos.»

 
Enviados a Bata, tras las quejas de la Cámara Agrícola, finalmente fueron devueltos a Villa Cisneros, en el Sáhara: «La Delegación en España, de la Cámara Agrícola de la Guinea Española visitó hoy al Presidente del Consejo para lamentarse de que sean conducidos a Bata los deportados que se hallan a bordo del Buenos Aires alegando que esa medida causará gran daño a la Colonia ya que los extrañados harán allí propaganda de sus ideas disolventes. Añadió que con esa medida se retrasará el desarrollo progresivo y magnifico de la colonia. Estimó dicha representación que los mejores lugares para la deportación eran el Cabo Juby y el Río de Oro, donde no existen peligros de contaminación de esas propagandas».

«Tan pronto como salga -dirá Durruti en Durruti en la Revolución española-, pienso hacer un viaje a León para preguntarle al diputado Nistal, por qué razón ha votado mi deportación. Además, pienso también preguntarle si es que la República hace la guerra a la geografía y ha quemado todos los mapas. Resulta que nos mandaron a Bata, sin saber lo que era Bata. De Bata a Fernando Poo, ignorando lo que era esa posición. De Fernando Poo a Villa Cisneros, para cargar carbón cuando allí no hay nada más que arena».

Es un viaje errático en el que los presos preventivos llegan a amotinarse por las malas condiciones.

En Villa Cisneros, un grupo reducido es rechazado por el gobernador del territorio y los anarquistas Durruti, Juan Arcas, Domingo Ascaso y Manuel Prieto terminan confinados en el cuartel de Puerto de Cabras, Fuerteventura, junto con Manuel Pérez Feliu, Domingo Canela, Tomás Cano y el comunista Joaquín Masmano, tras pasar por el hospital de Las Palmas. 

Representación de los deportados en
Cuerda de presos de Balbino Giner.

Con la sanjurjada, el gobierno de la República requiere de los barracones de Villa Cisneros para confinar a los golpistas y procede a autorizar el regreso escalonado a la península de los sindicalistas, incluido el grupo de Fuerteventura. Con su puesta en libertad, en septiembre de 1932, Joaquín Masmano acabará asentándose en Canarias.

Y a raíz del III Congreso de la Federación Obrera de Gran Canaria en 1933, Masmano se incorpora a su Comité Ejecutivo en representación del sector del empaquetado y ostentó el cargo de bibliotecario de la propia Federación.

En 1934 se producen fuertes reivindicaciones en el Puerto de la Luz con motivo de los reajustes de plantilla de la Compañía Metropolitana de Obras-Coppa, y en octubre tras convocarse una huelga general es detenido junto al resto del comité de huelga. Será puesto en libertad a inicios de 1935, y su juicio remitido a la jurisdicción civil.

Con el golpe de Estado del 36 se le abrió causa (en su caso en rebeldía) por auxilio a la rebelión siendo detenido a finales de agosto del 36 «el considerado peligroso izquierdista» e internado en el Campo de Concentración de la Isleta.

En esta ocasión no habrá una nueva deportación a Guinea (todavía se mantenía la administración colonial leal a la República):  fue sacado de la Isleta el 5 de septiembre para ser embarcado en el vapor Domine [de la Trasmediterránea y gemelo del Fernando Póo]. Según el historiador Sergio Millares Cantero, los conocidos como los "Diez del Dómine" fueron enviados a Vigo, donde un grupo de falangistas los hicieron subir a un tren con destino a Talavera de la Reina. Allí, posiblemente el 13 de septiembre (no se conoce la fecha exacta) fueron asesinados y arrojados al río Tajo. En las Palmas de Gran Canaria, se recibió un telegrama en el diario Hoy en esas fechas en las que se puede leer:​ «De los granujas del Frente Popular que nos acompañaron los largamos al Tajo con una onza de plomo, pues había que librarse de malas compañías».​


Vapor Domine de la Trasmediterránea,
gemelo del Fernando Póo.

Cuenta la hermana de Manuel Monasterio Mendoza, uno de los "Diez del Dómine", que:

“Nos echaban del campo de concentración, adonde acudíamos para llevarle la ropa que pedía. Allí, detenido en La Isleta, cumplió mi hermano 27 años, a finales de julio”. No notificaron a la familia las razones de su detención y ni siquiera fueron advertidos de su traslado a la Península, a bordo del ‘Domine’, junto con otros nueve detenidos republicanos, el 5 de septiembre de 1936, acompañando como rehenes a un batallón de falangistas que se trasladaba al frente. Ellos eran Andrés Zamora Zorraquino, telegrafista miembro del PSOE; Amadeo Hernández Hernández; José Ochoa Alcaraz, del Comité Central del PCE; Primitivo Pérez Pedraza, presidente de la Federación Obrera en 1931, del Sindicato de Actividades Marítimas y miembro del PSOE; Félix González Monzón, del Sindicato de la Coppa y presidente de la Federación Obrera en 1933, miembro del PSOE; José Suárez Cabral, miembro del Sindicato de la Coppa y secretario del Partido Comunista en Canarias; José Sáenz Iraola, del Sindicato de Metalúrgicos y secretario de la Federación Obrera en 1933 y miembro del PSOE; Joaquín Masmano Pardo, del Sindicato de Empaquetadores y miembro del comité ejecutivo de la Federación Obrera en 1933, y Arturo Camino Velázquez, telegrafista. Todos fueron asesinados en las mismas circunstancias que Monasterio. “Años después, uno de los falangistas que había partido en el vapor ‘Domine’, José Ignacio Ojeda, le contó a mi marido, Ricardo Torrijos Carmona, que los habían arrojado al agua a la altura de Talavera de la Reina. El tren se detuvo y los arrojaron, a él y a los otros rehenes, al agua, en un puente sobre el río Tajo, quizá el Puente de Hierro. Les dispararon en la espalda mientras intentaban mantenerse a flote”. “Yo no hice comentario de esto en mi casa, ni a mi padre ni a nadie, cuando me enteré por mi marido”.

No será casualidad que parte de los "Diez del Dómine" hubieran integrado el comité de huelga de las reivindicaciones de Coppa. De hecho, con posterioridad a la ejecución extrajudicial, en septiembre de 1937 se resuelve en la pieza separada de la causa núm. 169 de 1936, de la Auditoría de Guerra de Canarias que «no han acreditado de una manera suficiente la participación que tales paisanos hayan podido tener en los sucesos acaecidos en la Isla de Gran Canaria los días siguientes el 18 de Julio del pasado año», sobreseyéndose la causa.

Como es costumbre en esos años, el Tribunal de Responsabilidades Políticas sigue su lógica de ensañamiento, y todavía el Boletín Oficial de 2 de enero de 1942 publicaba la instrucción de expediente de responsabilidades políticas a  Joaquín Masmano, pese ha haber sido asesinado años antes.

Diario El Sol de 14 de febrero de 1932.


Y ya como información extra... a ese destierro generado por la huelga del Alto Llobregat, Chicho Sánchez Ferlosio le dedicó años después el romance: Deportados.

«Para tierras africanas como fieras amarrados va a llevarse el Buenos Aires a unos presos desterrados (...) "A la fuerza me han traído sin sentencia ni proceso"...».