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domingo, 28 de noviembre de 2021

El procesamiento a Don Faustino

El gobernador y el alcalde de
Santa Isabel Carlos Fleitas (1957).
Recordábamos en El crucero Canarias en 1936 y 1969 que el gobernador «Faustino Ruiz González ocupó durante la guerra varios destinos, incluyendo el de director de tiro del crucero “Canarias”, posteriormente fue Gobernador de los territorios españoles del Golfo de Guinea durante trece años (1949-1962), y cuya administración es recordada por la represión que costó la vida -entre otros- a Acacio Mañé y Enrique Nvó». No hay forma de saber si participó de forma activa en el bombardeo (1936) de la desbandá desde el Canarias, pero sí hay algo más de documentación sobre su administración en el territorio ecuatorial.

Sobre este tema, José Menéndez Hernández -corresponsal de ABC y de TVE en la Guinea Española- en su libro Los últimos de Guinea: el fracaso de la descolonización, relata lo siguiente:

Allá por los años 1959 y 1960, cuando España todavía no estaba concienciada en conceder la independencia a la Guinea Ecuatorial, se produjo una molesta avulsión independentista en la persona de Acacio Mañe, que fue propalando por el Continente ideas (a juicio del Gobierno) subversivas. La situación devino incomoda, porque en muchos lugares se prestaba oídos a las arengas de Acacio Mañe.

Don Faustino Ruiz González, Almirante de la Marina Española y Gobernador General de la Guinea Ecuatorial, muy mal aconsejado, estimó que era preciso cortar por lo sano y se convino que había que hacer desistir a Acacio.

Se le aplicaría un tratamiento disuasorio. Pero a los ejecutores de la orden se les fue la mano y Acacio se les quedo en el sitio. Este resultado desafortunado provocó un cambio en las previsiones gubernamentales. Y se hizo necesario un expeditivo procedimiento.

Se organizó el modus operandi: cuando el Gobernador General recibiese un escueto telegrama, «El pescado está fresco», sería señal de que Acacio Mañé habría sido arrojado al océano, al modo como algunas repúblicas hispanoamericanas se deshacían de los disidentes, depositándolos en el mar con una pesada losa encadenada a los pies.

Don Faustino recibió el telegrama confirmatorio de la ejecución de Acacio Mañe en su despacho oficial. Se lo había pasado su ayudante...

Lo malo era que el telegrama dando cuenta de la ejecución de Acacio Mañe también llego a conocimiento de don Rafael Galbe Pueyo, Presidente del Tribunal Superior de Justicia de la Guinea. Y montó en cólera. Inmediatamente convocó al Fiscal y a los magistrados que tenían que constituir el tribunal.

Rafael Galbe era un hombre honesto, temperamental y vehemente; se decía que era miembro del Opus Dei. Estaba soltero y era de una gran rectitud moral.

El Fiscal era Antonio Fernández Dans. Muy alto y delgado, con un humor británico...

Juan de Miguel Zaragoza, Juez de carrera, igual que Rafael Galbe, era, por tanto, miembro natural del tribunal Superior. Pero para que este estuviera completo debían, según ley, formarlo tres magistrados.

Para los casos en que no hubiera suficientes jueces de carrera, el propio legislador había dispuesto que pudiera completarse el órgano jurisdiccional con magistrados suplentes. Y en tal condición se  incluían al notario -Sebastián Humanes López- y al registrador de la propiedad [José Menéndez Hernández, yo].

Sebastián Humanes, de pie a la izquierda, en el acto de firma de la escritura de un empréstito del Banco de Credito Local al Ayuntamiento de Santa Isabel.

Rafael Galbe estaba excitado... Era necesario procesar a don Faustino, porque era la máxima autoridad responsable y porque, lógicamente, de él había partido la orden. Estábamos reunidos Rafael Galbe, como presidente del tribunal; Juan de Miguel, como Magistrado titular, el Fiscal y yo, que fui el último en llegar. A mí se dirigió Rafael Galbe. Me expuso todo lo que había ocurrido y resumió:
«Esto es un crimen y no podemos dejarlo impune. Ya he hablado con Juan y con Antonio y están de acuerdo conmigo en que es preciso procesar a don Faustino... No te oculto que formar parte del tribunal en un sumario como este te puede traer complicaciones y consecuencias desagradables...».

En los varios siglos de historia de la Guinea nunca se había producido una situación análoga. Un Gobernador General de Guinea era una especie de Virrey y resultaba insólito e inimaginable que alguien osara incriminarle.

El Gobernador podía fulminar a cualquiera… el Gobernador General podía decretar la expulsión inmediata de todo aquel que resultase "persona non grata"...

El revuelo que se formó en los ámbitos oficiales fue importante. El Gobernador no se resignaba a que un Juez y sus colegas, personas todas sujetas a su indiscutible autoridad, trataran de empapelarlo. Pero aquellos no cesaban e iniciaron las actuaciones. La respuesta de don Faustino no se hizo esperar.

Es cierto que la Historia se repite. Y la persecución ideada contra Rafael Galbe recordaba la que siglos atrás ordenaron los gobernantes de su tiempo contra Sócrates. También al Presidente del Tribunal se le quiso implicar en una trama de corrupción de menores de manifiesta homosexualidad, en unos tiempos en los que las experiencias gays eran fustigadas virulentamente.

En Guinea la experimentación sexual era facilísima en contraste con el rigor religioso moral que, por aquellos años, regia la conducta de las chicas peninsulares…

La permisividad de las jóvenes guineanas hacía estragos en los muchachos españoles, acostumbrados a la rigidez de costumbres de las españolas, muchas de las cuales no permitían ciertas familiaridades a sus oponentes a la hora de bailar y ponían un brazo entre ellas y su acompañante a modo de escudo para que aquel no se aproximase excesivamente…

Las miningas de catorce, quince, dieciséis y más años estaban receptivas a cualquier solicitud amorosa. Algunos quintos se aficionaban tanto a las morenitas o a las mulatas que terminaban prefiriéndolas a las blancas. Era una peculiaridad conocida y los amigos comentaban, «Fulano tiene el mal del ébano».

Tenía su explicación. El contacto de las razas aborígenes con la naturaleza muchos siglos se traduce en que tengan un físico envidiable. Los braceros, los “boys”…tienen unos pectorales, unos bíceps, unos tríceps…y en general una musculatura que recuerda las estatuas griegas, si bien la patina epidérmica exhibe mayor melanina.

Con las mujeres pasa lo mismo. En la adolescencia y en la primera juventud tienen unos cuerpos gloriosos, sin un átomo de grasa, y también parecen esculturas vivientes. Además la mayoría de las féminas no tienen vello en los brazos ni en las piernas y desconocen los sacrificios de la depilación. Por eso su pie les suave y como pulimentada, como una seda humana… También era cierto que se estropeaban mucho mas rápidamente que las mujeres de las sociedades civilizadas porque se cuidaban menos y porque solían tener muchos hijos y desde muy jóvenes.

Galbe era consciente de la debilidad de los jóvenes militarizados frente a los encantos y condescendencias de las nativas. El ambiente era de gran facilidad. Los soldados tenían las tardes libres y no tenían que pernoctar en el cuartel. Y las chicas nadie les pedían cuenta de sus actos; tenían la misma libertad que los hombres para entrar, salir o quedarse a dormir donde quisieran.

Galbe, como miembro del Opus Dei, daba un gran valor a la pureza, que practicaba personalmente. Pertenecía a la austera generación de la posguerra y estaba educado en el vencimiento de las pasiones. Siguiendo sus firmes convicciones quiso hacer una labor proselitista con estos y otros jóvenes de la ciudad para evitar que se descarriasen.

Su labor apologética la realizaba en su residencia, situada en el mismo Palacio de Justicia. Allí se reunía con sus catecúmenos y trataba de disuadirlos de los fáciles encuentros con las miningas.

En el África negra (como ahora en los sectores progres de España) no se aprecia la virginidad de la mujer, ni una vida recatada. Cualquier adolescente femenina lleva una vida tan libre, tan desenvuelta como la de un chico. Hay poquísimas excepciones, como algunas alumnas de las oblatas que, por motivos religiosos, observan la castidad. Pero se pueden contar con los dedos de la mano. La regla general es la de la libertad de las mujeres solteras…

A estas chicas de costumbres libres que a veces se iban a vivir con carácter permanente con un blanco se las conocía en Guinea con el nombre de miningas…

En esa predisposición a redimir a la juventud de sus fáciles instintos, encontraron las covachuelas gubernamentales su talón de Aquiles. Por varios conductos (uno de ellos el Policía Jaime Rojas) se empezó a divulgar por la sociedad la especie calumniosa de que Rafael Galbe era homosexual y que se reunía con los efebos para realizar prácticas inconfesables y perversiones en grupo. Si el infundio prosperaba significaba la total descalificación del magistrado, puesto que se pretendía involucrar su pretendida desviación sexual con la causa criminal por asesinato. El argumento era tendencioso: Galbe había instrumentado la instrucción de un proceso para vengarse del Gobernador General que había descubierto sus insanas inclinaciones.

La reprobación moral contra Galbe hubiese alcanzado proporciones imprevisibles si este mismo no la hubiese abortado de una forma contundente.

Conocedor de que uno de los que propalaban la información calumniosa era el Policía Rojas, el Magistrado le convoco ante la sede del Tribunal. De entrada, como era posible, el miembro de la secreta negó los hechos.

Galbe impaciente, corto por lo sano:
-Muy bien. Yo tengo pruebas concluyentes de tus infundios. Inmediatamente te voy a procesar por calumnia, con lo agravante que significa que el delito sea cometido por un funcionario público en el ejercicio de sus funciones. Lo siento, pero vas a arruinar tu vida.

Acto seguido llamo al Secretario Judicial.

En ese momento Rojas se derrumbo. Fue patético. Se puso de rodillas y alzó las manos, unidas en actitud suplicante.
-Por favor, te lo suplico. Tengo mujer e hijos. No sé qué va a ser de mi familia si me expulsan del Cuerpo. Yo obedecía órdenes. Te prometo que aclarare las cosas y que cesaran los rumores.
-Por el momento suspendo la iniciativa penal. Pero como las cosas no cambien, procederé con todo rigor.
-Yo te prometo…-farfulló Rojas.

El procesamiento de don Faustino no se hizo esperar. Y las reacciones sociales del Gobernador General, tampoco.

Coincidiendo con las fiestas de Santa Isabel, en el mes de no­viembre de 1960, se inauguró una exposición de pintura y escultura en la sede del Ayun­tamiento capitalino. Acudieron al evento todas las fuerzas vivas de la ciudad.
En el amplio salón del edifico municipal se iban formando grupúsculos que comentaban los aspectos más relevantes de la muestra. El Fiscal, Fenán­dez Dans; el Presidente del Pa­tronato Indígena, Alzina de Boschi; el Secretario de dicho organismo, Morales; el Magis­trado Juan de Miguel Zaragoza y yo charlábamos animada­ mente cuando se acercó al cír­culo el Gobernador General acompañado de su Ayudante, señor Matres. Deferentemente todos inte­rrumpieron sus opiniones para escuchar a don Faustino.
Don Faustino era alto y grueso, muy corpulento. Y ostensible­mente se puso delante del Fis­cal, con lo que físicamente anulaba su presencia. Fernán­dez Dans era delgado y eclip­sado por la corpulencia de don Faustino dejaba de ser visible.
Por ello se desplazó hacia la iz­quierda. Nuevo movimiento de don Faustino para situarse de­lante de él y ningunearle física­mente. Dans se aparta lateralmente hacia su iz­quierda otra vez. Y la escena se repite. Y así hasta cinco veces sucesivas. Viendo que el fiscal no se retiraba del grupo, don Faustino se volvió hacia Fer­nández Dans y le gritó en pre­sencia de todos: 

-¡Váyase, hombre, váyase! ¿No se ha dado cuenta de que no tolero su presencia? ¡Váyase, imbécil! 
Dans, educadamente y rojo como un pimiento, se retiró con un cortes «con permiso».

Don Faustino, conseguido su propósito, se volvió hacia los circundantes y estalló en una carcajada estentórea: 
-Ja, ja, ja... Un idiota que es­ taba estorbando, que se lo he dado a entender repetidamente
y que no lo captaba. Ja, ja, ja. 

El Magistrado y yo nos queda­mos serios. Los otros contertu­lios sonrieron aduladora y cobardemente.
Al final todo se abortó y el qui­jotismo de aquél tribunal, notable en osadía, quedó en agua de borrajas... 

De la inventada homosexualidad de Galbe tampoco se volvió a hablar. .. La vida seguía, pero no para Aca­cio Mañé. Aunque ocho años después (y ya sin violencia alguna) se proclamarla la inde­pendencia de Guinea Ecuatorial. 

Fracasado el intento de procesarle, Don Faustino se retiró dos años después de la gobernación.
Tras su fallecimiento en 1969 fue declarado "Hijo Predilecto de la Ciudad" de San Fernando (Cádiz) en donde tiene dedicada una calle todavía a día de hoy.
Joaquín Bardavío en El reino de Franco: Biografía de un hombre y su época recoge una narración similar. 
Sin embargo, hace un par de años, Rafael de Mendizábal intentará rebatir este relato en Misión en África-La descolonización de Guinea Ecuatorial (1968-1969) con: «El 20 de noviembre de 1958 fue detenido Mañé. Se dijo que murió a manos de la Guardia Colonial en su campamento de Bata, cerca de la Misión Católica y que el cadáver había sido arrojado al mar. Así lo creyó siempre Francisco Macías. La realidad resultó ser distinta. Murió accidentalmente en uno de los navíos apostados allí, según me contó el capitán de fragata Mollá, convirtiéndose –como es lógico– en un mártir de la independencia. Nadie se merece la tortura de ser "pasado por la quilla". "Se les fue la mano". Era un idealista y un hombre honrado. En ese desgraciado episodio, sobre todo para el negro, pero también para España por ser no solo una crueldad gratuita y un crimen sino además un grave error político, aun cuando no deliberado, ninguna participación tuvo don Faustino y su responsabilidad no rebasaba el perímetro exclusivamente político. La jurisdicción naval instruyó el correspondiente procedimiento que resultó sobreseído libremente. Con arreglo al Código de Justicia Militar esta era la competente por razón de las personas y del lugar, e incluso del presunto delito. El Juez de Distrito, con funciones de instructor penal, no actuó en ningún momento, el Fiscal tampoco y menos aún el Tribunal de Justicia presidido a la sazón por un excelente magistrado, Rafael Galbe Pueyo».

Mendizábal es un interesante -pero también interesado- relator. De hecho, Rosa Pardo Sanz -recurriendo al Fondo Marcelino Oreja Aguirre- afirmará en La política descolonizadora de Castiella que «El asesinato de A. Mañé fue reconocido por Castiella en su exposición (La Guinea Ecuatorial en la política exterior española, 1957-1967) a la Comisión Interministerial sobre el futuro de Guinea, en abril de 1967, y en Exposición del Ministro al Consejo de Ministros, 28-3-68 (en AC sin numerar). Al parecer se le aplicó una especie de ley de fugas; el caso se llevó a los tribunales (el juez instructor -R.Galbe- era en 1968 Subcomisario General) y se dio una pequeña pensión a la viuda para enterrar el asunto».

En el documento sellado como SECRETO de ese mismo fondo -sin entrar en detalles- se recoge cómo la provincialización y autonomía genera desasosiego en la población local y «produce una reacción de los sectores políticos guineanos y como consecuencia su represión por la fuerza por nuestras autoridades (…) quedando envuelta en el misterio la desaparición de Acacio Mañé, rico propietario de Bata». [El entrecomillado es nuestro, pero el subrayado es del documento original.]
En esa línea, resulta -cuando menos- curioso que Acacio Mañé desapareciera apenas una semana después de la misteriosa muerte de Enrique Nvo, otro líder independentista guineano presuntamente asesinado por órdenes del gobierno colonial.


No te pierdas El callejero y la memoria histórica deslocalizada.

lunes, 22 de noviembre de 2021

El Taiwán ibérico (II)

Pues no fueron los únicos intentos... cuenta Eduardo Martín de Pozuelo en la edición del 5 de agosto de 2005 de La Vanguardia que "CIA y FBI supieron en 1962 de una insólita alianza militar de cubanos y exiliados para atacar territorios africanos españoles":

«No siempre los servicios de información norteamericanos están seguros de la veracidad de lo que averiguan, pero aún en esos casos no dejan de emitir la nota secreta correspondiente. Esto es exactamente lo que sucedió a finales de 1961 cuando el FBI y la CIA tuvieron noticia, cada uno por su lado, de un extraño plan de invasión militar de alguna colonia africana española del que formaría parte nada menos que Enrique Líster, el líder comunista español entonces exiliado en la Unión Soviética. Los norteamericanos no terminaron de creer que el ataque pudiera producirse, pero sí que estuvieron convencidos de que la URSS andaba muy interesada en el Sahara español, en el que desde mediados de los años cincuenta las escaramuzas contra el llamado Ejército de Liberación del Sahara se sucedían sin solución de continuidad. Estados Unidos descartó la supuesta invasión pero dejó escrito que, de intentarse, el territorio escogido sería el de Guinea.

Esta curiosa historia arranca el 19 de octubre de 1961 cuando una fuente cubana a la que no se identifica en la nota hallada por este diario en los Archivos Nacionales de Estados Unidos informó al FBI de un pacto entre comunistas españoles exiliados y cubanos con el objetivo de invadir "uno de los territorios africanos de España". La fuente indicó que Enrique Líster, al que describía como "un ex general del ejército republicano español y miembro del Partido Comunista", había estado en Cuba preparando el asalto y que, como resultado del acuerdo, entre 700 y 800 combatientes cubanos habían viajado a Checoslovaquia para recibir un entrenamiento militar intensivo. El FBI suponía, y así lo escribió, que el gobierno español estaba al tanto de esta información.

El 28 de noviembre, la CIA informó, de fuentes españolas que no identificaba, de que en Cuba se estaba formando una brigada internacional - con cubanos y voluntarios extranjeros- liderada por Líster con la ayuda de otros diez miembros del PCE en el exilio. Estos últimos colaborarían en el entrenamiento militar de la brigada en Checoslovaquia o Polonia. El montaje contaría con el apoyo de la URSS, que facilitaría los submarinos para el transporte.

La inteligencia de EE. UU. analizó las informaciones precedentes y sacó la conclusión que transcribimos íntegramente: "Puesto que el informe de la CIA descarta el aspecto de la brigada internacional de Cuba, lo que queda es el entrenamiento indicado de cubanos y de miembros del Partido Comunista español tras el telón de acero, con el objetivo supuesto de invadir un territorio africano español. Dicha invasión no sería posible en el caso de las fuertemente fortificadas Ceuta y Melilla, y no se sostendría en la expansión tórrida del Sahara español, ni en Ifni, donde hay estacionadas suficientes fuerzas militares españolas para repeler dicha invasión. Guinea Española (Río Muni continental y las islas de Fernando Poo y Annobón) son los territorios africanos españoles más desarrollados, excluyendo Ceuta y Melilla y son los más alejados de España y, aparentemente, los menos defendidos militarmente. En esta zona hay alrededor de 1.000 personas entre militares y Guardia Civil, siendo la gran mayoría nativos locales.

No obstante, hay un destructor de la Armada española permanentemente estacionado en Fernando Poo. Si fueran a intentar invadir un territorio africano español, parecería que Guinea Española sería el punto lógico para intentarlo. No obstante, estos dos informes son altamente especulativos y puede que no haya nada de cierto en ellos".

Extraños, y poco realizables, proyectos de invasión aparte, lo cierto es que el 13 de febrero de 1962, las comunicaciones internas secretas del Departamento de Estado daban por ciertas las informaciones de la CIA referentes a que los soviéticos tenían intereses en "las reclamaciones marroquíes de territorios españoles". El asunto africano-español preocupaba y mucho a EE. UU., sobre todo a causa de que el Portugal de Oliveira Salazar estaba siendo reprobado por la o­nU debido a su inicial pero violentísima guerra colonial en Angola que generaba una situación que a ojos norteamericanos convenía a la URSS.

"La condena y el aislamiento virtual por la cuestión colonial de una potencia de la OTAN, Portugal, por parte de la comunidad internacional son indudablemente vistos con gran satisfacción por los soviéticos. La tirantez consecuente de las relaciones entre Portugal y EE. UU., con su posible efecto adverso en los derechos de las bases de EE. UU. en las Azores, y en el aumento de la inestabilidad del régimen de Salazar, ha sido igualmente bien recibido por los soviéticos", se escribe en el documento en el que se analiza el impacto que tiene para EE. UU. de la cuestión africano-española.

Los analistas americanos escribieron en 1962 que "los soviéticos pueden, perfectamente, estar preparando tácticas para animar y apoyar a los marroquíes y posiblemente a otras reclamaciones africanas sobre los territorios africanos de España", un territorio al que consideraban un "objetivo muy vulnerable debido a la naturaleza de su régimen". Por esa razón, estaban persuadidos de que una campaña contra España en Naciones Unidas "probablemente obtendría un considerable apoyo entre la comunidad mundial". Todo ello ponía a EE. UU. en el dilema de "elegir entre las bases militares, con su contribución a nuestra seguridad nacional, y la imagen de EE. UU. y la posible influencia en el mundo afroasiático".

Los norteamericanos sopesaron qué camino debían tomar para que sus intereses - de imagen internacional o estratégicos de defensa- no se vieran perjudicados en el conflicto entre Marruecos y España. "A la vista de la naturaleza de nuestras relaciones con ambos países - escribieron- hemos evitado implicarnos en su disputa. Hemos animado a ambos a que resuelvan sus diferencias mediante conversaciones bilaterales. La sensación es que, cualquier iniciativa por nuestra parte en esta etapa, solamente vendría a complicar la situación. Cualquier acción por nuestra parte, no importa lo discreta que fuere, de presionar a España para que se acomode a las demandas de Marruecos sería vista con la mayor sospecha por el Gobierno español a la vista de la experiencia de Portugal".

Pese a su posición inicialmente neutral, el Departamento de Estado no desperdició la ocasión para especular sobre los territorios africanos de los que España se desprendería con más facilidad. El análisis aún impresiona: "Los españoles podrían considerar negociables Ifni y el Sáhara Español (este último únicamente si no se encuentra petróleo) bajo ciertas circunstancias, como podría ser la continuidad asegurada de Ceuta y Melilla como ciudades españolas, posiblemente con un territorio extendido. Intensas presiones sobre los españoles para que entregaran esas ciudades podrían acarrear renovadas demandas españolas sobre la devolución de Gibraltar utilizando los mismos argumentos. Con respecto a Guinea Española, existe la posibilidad, si el tema se trata de forma tranquila y sensible y sin el alboroto de Naciones Unidas, de que se pueda persuadir a España para que permita un autogobierno en esa zona, aunque intentaría por todos los medios retener los vínculos entre Guinea y España"».

lunes, 1 de noviembre de 2021

Los otros

La escritora Elsa López, nacida en Fernando Poo, nos reproduce esa dualidad en El corazón de los pájaros:

«El barco que aparece partido por la mitad en la fotografía y atracado en punta en el muelle es el Gomera, uno de los que hacían el servicio interinsular y ahora va y viene al Continente. -En Guinea, "el Continente" era Europa. Nunca decían Europa los blancos de la colonia y cuando estaban en Europa decían "el Continente" para referirse a África-. Al lado hay un barco de guerra, el Calvo Sotelo, que lo tenían aquí los nuestros para custodia de la isla. -El padre siempre decía "los nuestros" porque había sido alférez provisional durante la guerra civil española y tenía la costumbre de hacer suya la guerra; y los demás, incluida su esposa, que era republicana de pura sangre, eran "los otros", los contrarios, los enemigos. Lo de su mujer, según Florentino, era un raro accidente familiar sin importancia y además se lo reía como una gracia-. El otro grande que hay con cuatro palos es un italiano, el Duchessa de Aosta,que se internó en la bahía huyendo de la quema (...)».

Una dualidad que marcará la intimidad del hogar: 

«Los domingos venía a comer un médico joven; era de Granada, como el padre; no hablaba mucho y andaba de un lado para otro de la casa fumando y hablando solo en voz baja, como si tuviera miedo de algo.
-La guerra -decía la madre-, que por culpa de la guerra mataron al padre y el pobre hombre se tuvo que ir de Granada por ser hijo de un condenado a muerte. A-s-e-s-i-n-a-d-o por los fascistas -añadía en un tono provocador, ese tono característico suyo que dejaba a todos en silencio hasta que alguno entraba al trapo y le contestaba.
Valeria no entendía lo de fascistas y esas conversaciones de asesinos y cosas así que le daban miedo y que a veces los mayores gritaban en el comedor, de pie, los brazos subiendo y bajando y los invitados del domingo enrojeciendo y escupiéndose las frases como si fueran a pegarse. Se enfurecían de tal manera que ella se acurrucaba a los pies de Pedro, el cocinero, esperando que empezaran a darse bofetones (...)».