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lunes, 22 de abril de 2024

¿Hace una ronda de saludos?

Cuenta Enrique Martino Martín en Corrupción y contrabando:funcionarios españoles y traficantes nigerianos en la economía de Fernando Poo (1936-1968), «Durante esos años, desde el balcón de su oficina, junto al palacio del gobernador y la catedral, el vicecónsul británico veía cómo los "obreros nigerianos" recién desembarcados y contratados marchaban hacia las fincas "obligándoles a hacer el saludo fascista"».

Resulta un dato sorprendente, pero no tanto. Al fin y al cabo, el DECRETO de 17 de julio de 1942 por el que se refunden las disposiciones vigentes en lo que respecta el Himno Nacional, Cantos Nacionales y Saludos, incluía en su artículo tercero que «se establece como Saludo Nacional el constituido por el brazo derecho extendido en dirección al frente, con la mano en prolongación del mismo, abierta, sus dedos unidos y algo más altos que la cabeza».

Es decir, en el nuevo Estado había himno y bandera oficial, pero también un saludo.

La fotografía histórica ha dejado un curioso rastro que vamos a seguir en este paseo por la vieja calle 19 de septiembre de Santa Isabel:


«La población local realiza el Saluto Romano en un minuto de silencio»  ante el monumento a los caídos en la fachada de la catedra de Santa Isabel, documentaba el diplomático alemán Günter Wolff durante su viaje de investigación a la Guinea española (1939/1940).

Precisamente Ébano, en la edición conmemorativa del Día de la Victoria de 1940, recogía el discurso de Joaquín Robles, jefe provincial de propaganda, que concluía con un «quiero que hoy como todos los días desde hace un año oigáis con reverencia la Conmemoración de los Caídos, brazo en alto, como tantos cayeron Cara al Sol, por España y por Dios».

Ébano y La Guinea Española tienen recurrentes alusiones a pobladores, europeos y autóctonos, adultos y escolares recibiendo a las autoridades brazo en alto.



En esta otra imagen, podemos apreciar a niños cantando el Cara al Sol -brazo en alto- con el maestro antes de entrar en la escuela, conforme a «la ordenanza del 28 de septiembre que determinó que la enseñanza en la colonia debía responder “a las conveniencias nacionales”; los juegos infantiles, obligatorios, tenderían “a la exaltación del patriotismo sano y entusiasta de la España nueva”» recordaba Donato Ndongo Bidyogo en la ponencia "La proyección del fascismo en el Golfo de Guinea (1936-1945)" realizada dentro del III Seminario Internacional sobre Guinea Ecuatorial del Centro de Estudios Afro-hispánicos de la UNED.


Ésta ya es un clásico, con el saludo de rigor a la apertura del partido de futbol. «Manuel Hernández Sanjuán recuerda como en la Guinea Colonial de aquellos años cuarenta había una gran afición al futbol. Imagen de la presentación de los equipos en el partido que se celebró con motivo de la inauguración oficial del nuevo estadio de Santa Isabel», el Estadio Municipal La Paz.


Sorprende un poco más el registro de los ecuatoguineanos trabajadores del Pabellón de Guinea en la XX Feria Oficial e Internacional de Muestras de Valencia (1942), saludando brazo en alto a las autoridades de visita.


Y como detectaba el cónsul británico, los trabajadores de las fincas se plegaban a las costumbres españolas, como los de esta finca en Kogo, que reciben con el saludo fascista a la compañía Hermic Films, de Manuel Hernández Sanjuán. 

Todavía en diciembre de 1946, cuando la derrota alemana exigía mitigar las formas y las expresiones, La Guinea Española recogía la noticia de que: «La Colonia ha vivido días de intensa emoción: noticias patrióticas, de condena de la actitud de la ONU con respecto a España. (...) partía del Consejo de Vecinos una nutrida manifestación en la que figuraban no solamente los elementos Oficiales, sino lo más selecto de la ciudad en las múltiples manifestaciones culturales y económicas, presididos por el presidente del Consejo, Sr. Ibars. Los Oficiales y Marinos del Dato, robustecieron con su presencia las nutridas filas de coloniales. Rompía la marcha los alumnos de las Escuelas de los Misioneros, presididos por su Director R. P Boixadera y a los acordes de sus cornetas y tambores y con los gritos ¡FRANCO! ¡FRANCO! ¡FRANCO! ¡levaron el entusiasmo a otros muchos que se sumaron espontáneamente al grupo de manifestantes. Seguían las banderas de Falange Nacional y del Requeté y en pos de ella los europeos en apretado haz, con un gran cartel en el que se leía "Incondicionalmente, a las órdenes de nuestro Caudillo". (...) los manifestantes, brazo en alto, entonaron el Cara al Sol, desfilando marcialmente, recorriendo las calles hasta llegar de nuevo, ante el edificio del Consejo, desde cuyo balcón, leyó D. Manuel G. Maicas, con entusiasmo y fervor patriótico, el discurso del Caudillo».

martes, 9 de abril de 2024

Desde Murcia

Hace un año, el incombustible Adolfo Fernández Marugán desde el portal de ASODEGUE informaba que "Por circunstancias de naturaleza no técnica, que dificultan la regularidad habitual en las publicaciones, esta página no se actualizará hasta inicios de marzo. Prometemos volver con renovado ánimo de servicio. Saludos." Así,que artículos como este de El Diario.es se quedan sin el acostumbrado eco... En esta ocasión le vamos a dar entrada:

Donato Ndongo, periodista y escritor: “La dictadura de Teodoro Obiang intentó secuestrar a mi hijo en Murcia”

El opositor ecuatoguineano reside en la Región desde 1995 y denuncia que las presiones de la dictadura de su país en España lo han llevado a ser desahuciado de su casa.

Una de las paredes del despacho de Ndongo (Aldo Conway)

“Una mañana, mi mujer dejó a mi hijo Pascual, que tenía seis años, en el colegio. A la media hora, las monjas le llaman para decirles que había venido un negro que hablaba bien español, bien vestido, intentando llevárselo. Yo vivía en Estados Unidos por aquel entonces, y de Missouri a Murcia son siete [husos horarios] de diferencia. Cuando tu mujer te llama llorando a las tres de la madrugada, te puedes imaginar. Se te cae el mundo encima”. A Donato Ndongo (Niefang, 1950) muchos lo consideran el mejor escritor africano en español de todos los tiempos. Es, además, uno de los principales enemigos intelectuales del régimen totalitario de Teodoro Obiang en Guinea Ecuatorial y fue ministro de Exteriores del gobierno en el exilio. También fue delegado territorial de la Agencia EFE en África Central, director del colegio mayor universitario Nuestra Señora de África de Madrid y del Centro Cultural Hispano-Guineano de Malabo hasta 1994, cuando el secretario de Estado para la Seguridad, Manuel Nguema, lo hizo exiliarse a punta de pistola a la Región de Murcia. “Me dijo de parte del presidente que estaban hartos de mí y que me tenía que ir”.

Parapetado tras una mesa de oficina, se expresa con la urgencia de quien ha llegado a una conclusión peligrosa. Tras su mirada, desgastada por haber visto más de la cuenta, palpita un pulso de rabia consciente; late el desazón de quien renuncia a todo por principios. Su hijo Pascual, ahora con 24 años, duerme en el piso de abajo de su casa de Espinardo (Murcia). “Estuvo anoche de juerga con esas cosas de la huerta”, dice, refiriéndose a las fiestas de primavera de la Región. “Siempre les digo a mis hijos que podría ser multimillonario. Pero mi conciencia no está en venta. Obiang me propuso ser ministro hace muchos años. Le dije: ‘Señor presidente, dejen de matar a la gente’. ¿Cómo voy a colaborar con un asesino? Siempre me he negado y he pagado un precio por ello”. El escritor se encuentra en una situación delicada: el próximo día 26 de abril, el banco ejecutará su desahucio por impago de su hipoteca. Donato, de 74 años, casado y con dos hijos, denuncia el altísimo coste profesional que le ha supuesto su oposición a Teodoro Obiang. Según relata a elDiario.es, cobra la pensión mínima y no puede hacer frente a los gastos de casa. “Mis hijos están estudiando y esa es la única prioridad para mí, pero yo no tengo dónde ir, no tengo dónde dejar mis cosas”.

Ndongo vivió en España desde los 14 años y se licenció en periodismo en Barcelona y a partir de 1985 regresó a Guinea Ecuatorial para trabajar en el Centro Cultural. “En el año 87 Miguel Ángel Aguilar, que por entonces era el director de información de la Agencia EFE, me ofreció ser delegado allí, pero yo estaba muy cómodo en el Centro Cultural y no quería meterme en ese berenjenal, así que colaboré como corresponsal con algún artículo de vez en cuando. Nadie quería ser delegado, así que cuando en 1992 me dijeron: ‘O asumes la delegación de África Central o tenemos que cerrarla’, no pude rehusar”, añade. En esa época, los corresponsales que enviaba la Agencia duraban menos de un año.

Para la tarea de cubrir la información para una zona en constante conflicto, Donato contaba con la ayuda de un asistente que resultó ser un espía del régimen. “Hacía el trabajo de becario, lo mandaba a hacer gestiones, ir al Ministerio a pedir unos papeles, hacer recados, pero no mucho más. Me pareció un buen chico y no le presté mucha atención. Ni siquiera era periodista. De haber sabido que hacía ese trabajo lo habría echado sin pensarlo”. La relación de la dictadura ecuatoguineana con la prensa es muy turbulenta: la salida de Ndongo Guinea supuso el éxodo del último periodista del mundo que informaba al exterior sobre lo que sucede en el país. “Yo no contemporizaba, yo era un profesional. Me ofrecieron dinero, me ofrecieron cargos; hasta me ofrecieron ser embajador en España, e incluso recibí presiones por parte del gobierno español. Si consideramos parte del gobierno español al director general de Política Exterior para África y Medio Oriente (Miguel Ángel Moratinos), que supongo que sí. Pero a mí me echaron de allí por la fuerza y no se supo en ningún sitio, porque Moratinos prohibió a EFE difundir lo que había ocurrido con su delegado en Guinea”. 

Tanto Andrés Esono, otro opositor guineano, como Donato Ndongo, sugirieron que Moratinos protegía a Obiang. A la pregunta sobre su relación con él, el exministro –en declaraciones telefónicas a elDiario.es Región de Murcia– ha respondido: “Toda mi actuación en esa época era para mejorar las relaciones [con Guinea Ecuatorial].” También añade que le perdió la pista a Ndongo cuando llegó a España. “Yo lo comprendo, sé que tiene una situación difícil y todos tenemos que trabajar por la mejor democracia en Guinea Ecuatorial y tenemos que trabajar todos juntos, pero que se dejen de obsesiones de unos y de otros. Aquí todos trabajamos por lo mismo, pero este señor decía ser ministro del gobierno en el exilio y no hay ningún gobierno en el exilio reconocido”. Por último, esta vez por Whatsapp, el ahora Alto Representante de las Naciones Unidas para la Alianza de Civilizaciones, ha reiterado que: “Si hice declaraciones en su momento (...) seguirán siendo válidas. Nada que añadir”. Se refería Moratinos a lo que expresó a este mismo diario en 2022: “Estábamos haciendo todos los esfuerzos por conciliar y este hombre hacía su trabajo. Mi política ha sido siempre la misma: diálogo y acompañamiento hacia una democratización”.

El factor étnico complica esta democratización en un país con mayoría fang, en el que otras etnias aspiran a una representación que por ahora se antoja difícilmente alcanzable. “La idea”, continúa Ndongo, “es conseguir un gobierno para todos, un régimen de libertades en el que todos gocen de los derechos de ser guineano. Yo puedo ser fang y que un candidato bubi (otra de las siete etnias que componen Guinea) me resulte adecuado lo vote”. La clave de la democracia en África es no basar el voto en la afinidad étnica. Y, por supuesto, la no intromisión de potencias extranjeras.

En el despacho del ático de su casa, Donato interpela a las preguntas aireando un mechero con una mano y un cigarrillo con los dedos de la otra. Habla con tanto ímpetu que olvida encenderlo durante casi toda la entrevista. Las paredes están cubiertas por montañas de libros y revistas apiladas desde el suelo. Cuenta que tiene más de 8.000. “Llevo 22 años aquí y no me ha dado para comprar estanterías [se ríe], abajo, en el sótano, hay muchos más”.

Se instaló en Los Alcázares a finales de 1995, y en 2002 compró la vivienda en la que reside actualmente, cerca de la capital murciana. “Cuando llegué a España, la Agencia, que sabía lo que había tenido que vivir en esos nueve años, me dijo que no me preocupara, que descansase y que después ya veríamos a qué delegación iba a parar. Pero resultó que el director general de Asuntos de África, Moratinos, le dijo a EFE que me echara. Me llamaba domingo tras domingo. Le dije que yo no recibía órdenes del Ministerio, sino de la Agencia, y me dijo que la Agencia pertenecía al gobierno. Le expliqué que yo había hecho periodismo en España, y que en la asignatura de Historia del Periodismo, que aprobé con nota, aprendí la creación de la Agencia EFE. Solo por proteger a Obiang. Así que rescindieron mi contrato y me marché a Murcia a terminar mi libro, Los poderes de la tempestad, tranquilo, con mi mujer… a verlas venir”. Ante estas acusaciones, el ex ministro Moratinos niega que él tuviera capacidad alguna de interferir en su relación laboral con la Agencia.

En el año 2000 ganó el concurso para la creación de un centro de estudios africanos en la Universidad de Murcia y se convirtió en el director durante el rectorado de José Ballesta, actual alcalde de la ciudad. En 2004, rescinden de nuevo su contrato, esta vez sin explicaciones.

“Como director del Centro de Estudios Africanos me llamaban de la prensa para hacerme entrevistas muchas veces, y me preguntaban qué opinaba yo sobre ciertos temas. Supongo que incomodaba demasiado. También es que tenían unas cosas... me invitaron a participar en el centenario del conde de Floridablanca. ¡A mí! No tienen sensibilidad o no tienen ni idea, porque el conde de Floridablanca, que en Murcia lo consideran un santo, fue quien firmó con Portugal el acuerdo que cedía las colonias de lo que hoy es Guinea Ecuatorial porque España necesitaba una cantera propia de esclavos para llevar a América”. Pocos meses después, la Universidad de Missouri lo contrató como profesor asociado. Recuerda, con ironía, a un compañero de departamento que era camerunés. “Siempre nos estábamos lamentando de estar a 20 grados bajo cero. Un camerunés y un guineano tan lejos de casa. Joseph y yo nos preguntábamos qué demonios hacíamos ahí cuando podíamos estar tranquilamente en nuestro país, sin tener que pasar ese frío. No hay ni un solo africano que emigre por gusto, ni uno. Y conozco a millones, te puedes imaginar”.

La huella colonial de los países africanos va más allá de los éxodos forzosos. Antes de Obiang gobernaba su tío, Francisco Macías Nguema. Hay un fenómeno que describe Ndongo en su libro Historia y tragedia de Guinea Ecuatorial denominado afrofascismo, una pulsión anticolonial con un componente ultranacionalista muy marcado. Buena parte de los militares que ejecutan los golpes de Estado que se producen en África formaban parte de los antiguos ejércitos coloniales o han heredado su esencia, eminentemente represiva contra la población local, por lo que los regímenes dictatoriales suelen ser brutales. Macías trató de erradicar toda la huella española de Guinea Ecuatorial.

Según cuenta Donato, lo consiguió: “A día de hoy, lo único que queda de España en Guinea es el idioma. Existen siete etnias distintas, cada una con su lengua propia, pero la impronta común es la cultura española. Yo soy fang, que es la etnia mayoritaria, pero convivimos con otras seis y el español es la lengua vehicular entre todos. ¿Qué es lo que diferencia a un fang de Gabón o de Camerún de uno de Guinea? El español. Eso es lo que nos une. Macías prohibió el uso del español en Guinea”.

Sin embargo, el dictador no propuso una lengua común. “Si al menos hubiera impuesto, digámoslo así, un desarrollo de las culturas autóctonas, podría llegar a entenderse, pero esto no se dio. En aquellos tiempos, además, la gente era completamente analfabeta y este tipo pretendía volver a la selva, en el peor de los sentidos. Prohibió la importación de medicamentos, porque eran productos imperialistas, y propuso la medicina tradicional y que la gente fuese a buscar plantas medicinales a la selva. Quieren en convertir a Guinea Ecuatorial en Filipinas. Mira qué ocurrió allí con el legado español”, sentencia. “Solo que aquí en lugar del inglés, se ha impuesto el francés como lengua cooficial, un idioma que no habla nadie en un país de 800.000 personas. ¡Esa es otra! Ni siquiera han censado a la población, así que esa cifra se la inventan. Dice el gobierno que somos más de dos millones, pero sin un censo es imposible de saber. También se destruyeron partidas bautismales y de nacimiento durante la era de Macías”. Los edificios coloniales han ido cayendo uno por uno, se ha tratado de borrar todo vestigio de la presencia española. Si destruyes el legado que une a las etnias, son más débiles. Es lo que hacen los tiranos, los fascistas. Por eso lo fomentan“.

Donato hace multitud de gestos durante la entrevista señalando los montones de libros apilados de su despacho; dice que es capaz de encontrar lo que necesite, aunque le lleve algo de tiempo. Lo que se amontona allí y en el sótano de su casa es el trabajo de toda una vida. “No tengo dónde meter todo esto. Quieren que me vaya el día 26 y no tengo a dónde ir, así que si quieren que me vaya me van a tener que sacar. Van a tener que venir con la policía y sacarme a mí y sacar todas mis cosas, y que lo vea todo el mundo”, dice mirando a uno de los rincones. En la puerta metálica del porche, ya en la calle, Donato se cierra la chaqueta sobre la camisa y su mirada se dispersa entre las fachadas de los adosados de enfrente, los coches aparcados y el suelo con una expresión sombría, sin que su tono al hablar se endurezca. Mirada y voz como dos relojes en franco desacuerdo, sometidos a la tensión de dos impulsos.

jueves, 4 de abril de 2024

Un adoquín de la memoria para el cartero de Bata

En mayo del año pasado recibíamos con alegría la noticia de que a Carlos Grey Molay (conocido también como Greykey), prisionero n° 5124 del campo de concentración de Mauthausen, se le había colocado un adoquín de la memoria en Sarrià - Sant Gervasi, el que fue su barrio cuando vivía en Barcelona. Fue un tardío acto de justicia.

Esta semana, ha vuelto a ocurrir: En esta ocasión se trata del preso n° 59282 del campo de concentración de Sachsenhausen, Isidro Álvarez, el cartero batense. Como funcionario leal, integró el núcleo duro del Frente Popular en Río Muni, tuvo que huir, con el desembarco de falangistas y tropa marroquí en la bahía de Bata, y retornar al España republicana a través del territorio francés. Hoy, un Stolperstein (adoquín de la memoria) recuerda su historia frente a la que fue su casa en el n°2, calle Los Moros de Gijón.



La edición Nortes de Público lo cuenta así:

Isidro Álvarez Martínez nació el 1 de septiembre de 1900 en Batabanó, ciudad portuaria situada sesenta kilómetros al sur de La Habana. Sus padres, Concepción e Isidro, eran hijos de sendas familias de Campiellos, concejo de Sobrescobio, que como tantos miles de asturianos emigraron en la segunda mitad del siglo XIX a la por entonces provincia española de Cuba. Posiblemente se instalaron en Batabanó atraídos por la floreciente actividad comercial que vivía la ciudad tras la construcción del ferrocarril a la capital de la isla. Allí, a la orilla del Caribe, los jóvenes Isidro y Concepción se casaron y tuvieron a sus dos primeros hijos. Isidro sería el segundo de siete hermanos.

Isidro Álvarez Martínez vio la luz en un país en formación. En 1900, Cuba no era ya una posesión española, pero tampoco un estado independiente. Formalmente era una colonia de Estados Unidos, que se la había arrebatado a España tras una corta guerra en 1898. Cuba sólo obtendrá su independencia en 1902. Por entonces, Isidro ya no estaba en la isla, pues la familia había partido para España un año antes, cuando el pequeño tenía nueve meses. Probablemente, para las autoridades de La Habana, Isidro mantuvo su derecho a la nacionalidad cubana pese a residir en España y ser a todos los efectos español. Este baile de nacionalidades bien pudo salvar la vida a Isidro Álvarez cuando muchos años más tarde acabase en un campo de concentración nazi. Aunque, como veremos, tal vez fue precisamente ese el motivo por el que fue deportado…

Los Álvarez Martínez se cuentan entre aquellos miles de indianos que, con sus fortunas y sus costumbres modernas traídas de América, dinamizaron la economía y la vida social de Asturias de comienzos del siglo XX. La familia se instaló en Gijón y abrió una sastrería en la calle Jovellanos, entre el Parchís y los Jardines del Náutico. En esta zona burguesa de la ciudad, el pequeño Isidro Álvarez debió compartir escuela y amistades con hijos de la buena sociedad gijonesa. A los dieciocho años, seguramente con el bachillerato concluido, Isidro se trasladó a Madrid para preparar las oposiciones al cuerpo de Correos. Coronada con éxito la empresa, comenzó a trabajar como funcionario en 1920. Un lustro más tarde, en noviembre de 1925, se casó con Justina Castro Gacio en la iglesia de San José en Gijón. La prensa local daba noticia del glamuroso enlace entre la “elegante y virtuosa señorita” y el “joven oficial del Cuerpo de Correos” en el que habían sido padrinos el hermano de ella, el consignatario de buques José Castro Gacio y su esposa, Eloína Arias.

Tras la boda, la pareja partió para una larga luna de miel que acabaría en San Miguel, Tenerife, donde Isidro había sido destinado. Allí nació en septiembre de 1926 Dulce María de la Concepción, la primera de los cuatro hijos que tendría el matrimonio. Un año más tarde, la familia dejó Las Canarias para regresar a Gijón, donde nacerán en los años siguientes Justina y Carmina. Eran tiempos marcados por convulsiones políticas que quizás también hicieron algún rasguño a las relaciones familiares. Así, mientras Isidro era de tendencia progresista y debió saludar la llegada de la República en 1931, su cuñado José se opuso frontalmente al nuevo régimen, afiliándose ese mismo año al ultraconservador Acción Popular de Gil Robles.

El siguiente destino de Isidro Álvarez fue Viana do Bolo, concello de Ourense lindante con Sanabria. Allí nació su único hijo varón, Manuel. Para sostener a la familia, Isidro sumó a su trabajo de funcionario la de profesor de clases particulares. En el otoño de 1934 escribió una carta a Gijón que tendría consecuencias negativas para su carrera años más tarde. Iba dirigida a la Logia Jovellanos, la más antigua y prestigiosa de Asturias. La logia masónica había lanzado una revista, que se distribuía también en Galicia, en la que trataba de contrarrestar las acusaciones de la derecha de haber instigado la Revolución de octubre. Fue posiblemente a raíz de su lectura que Isidro decidió iniciarse en la masonería. Por esas mismas fechas, recibió respuesta positiva a su solicitud de traslado a Guinea Ecuatorial. En la colonia española trabajaría dieciocho meses y tendría luego opción a un destino permanente y bien remunerado en Asturias. Justina y los niños le esperarían en Gijón, en la casa de los padres de ella sita en Marqués de San Esteban, 22. Isidro se despidió de su familia a finales de 1935. No la volvería a ver hasta once años más tarde.

Isidro Álvarez se hizo cargo de la oficina de Correos de Bata, la mayor ciudad de Guinea Ecuatorial. El territorio bajo dominio español contaba por entonces con 160.000 habitantes, de los cuales solo 2.000 eran europeos. Al producirse el golpe militar el 18 de julio de 1936, el gobernador se mantuvo fiel al gobierno de Madrid y no se produjeron incidentes entre la escuálida colonia española. Con el paso de los días la agitación de los sectores de derecha fue sin embargo en aumento y los demócratas se organizaron. Especialmente activos fueron los funcionarios como Isidro Álvarez, quien participó en un comité republicano y al parecer realizó colectas para el Ejército. Con la llegada de un barco con tropas rebeldes en septiembre, la situación se hizo desesperada en Guinea Ecuatorial para los defensores de la legalidad. Tras hacerse con el control de la isla de Fernando Poo, los franquistas pusieron rumbo al continente y tomaron Bata el 14 de octubre. Antes que caer en sus manos, Isidro Álvarez y un grupo de compañeros prefirieron huir de la ciudad y pasaron a la vecina Camerún.

Desde la colonia francesa, nuestro protagonista fue en barco hasta Marsella y desde allí pasó a España por Catalunya. En los dos años siguientes continuó trabajando como funcionario de Correos en diversos destinos del levante peninsular, y al parecer se mantuvo alejado de cualquier actividad política. Entretanto, Justina y los niños tuvieron que abandonar Gijón al ser bombardeada su edificio por el buque Cervera y se instalaron en Albandi, zona rural en la carreta de Avilés. El contacto entre Isidro y la familia se mantuvo pese a todo, con largas cartas llenas de humor que en parte llenaban el vacío del padre ausente. Como persona bien informada, sin duda Isidro tuvo conocimiento de que en noviembre de 1937 el gobierno de Burgos decretó su suspensión del servicio. Consciente de que la victoria de los rebeldes traería no solo el fin de su carrera sino también la apertura de un proceso que le podría llevar a la cárcel, Isidro Álvarez abandonó Barcelona el 23 de enero de 1939 y puso rumbo al exilio.


 Como centenares de miles de compatriotas derrotados de la guerra civil, Isidro Álvarez pasó por diversos campos de refugiados en el sur de Francia. En agosto de 1939 estaba en el de Bram, cerca de Carcasona, del que pudo salir al encontrar empleo en una empresa de construcción en el norte. En los primeros meses de 1940 al parecer dejó voluntariamente este trabajo y se instaló en París. Alquiló una habitación en la rue de Constantinople, 26, donde residía una familia de Astorga que le ayudó cuanto pudo. Allí estuvo al menos hasta la llegada de las tropas alemanas A partir de entonces, perdemos la pista de Isidro. Sabemos apenas que se quedó en París, pero no dónde residía ni a qué se dedicaba.

Por causas que de momento desconocemos, a finales de 1942 Isidro Álvarez Martínez fue detenido por los ocupantes alemanes e internado en el campo de tránsito de Compiègne. Desde allí fue deportado el 24 de enero de 1943 a Sachsenhausen en el primer gran transporte desde Francia a este campo de concentración situado al norte de Berlín. En el convoy iban más de cincuenta republicanos españoles, en su inmensa mayoría resistentes. Cuatro de ellos eran asturianos: el avilesino Manuel Vázquez Villa, el ovetense Manuel García Vega, el gozoniego Agustín Menéndez Fernández y nuestro gijonés Isidro Álvarez Martínez. A ellos se les sumarían en el año siguiente otros 150 compatriotas, entre ellos Francisco Largo Caballero, quien llegó a Sachsenhausen en el verano de 1943. Isidro Álvarez (prisionero nº 59282) no llegaría a coincidir con el antiguo jefe de gobierno español. En mayo de 1943, fue llevado a una prisión de la capital alemana y desde allí enviado a la cárcel de Laufen, a orillas de Danubio.

En aquel presidio de Baviera cercano a Salzburgo habían sido internados numerosos ciudadanos norteamericanos que se encontraban en Alemania en el momento de la declaración de guerra de EEUU al Reich días después del ataque japonés a Pearl Harbor en diciembre de 1941. Es probable que también Isidro acabara en Laufen por ser ciudadano de Cuba, país que había declarado la guerra a Alemania pocos días después de hacerlo EEUU. Tras más de año y medio de cautiverio, Isidro y sus improbables compañeros de prisión se beneficiaron de un intercambio de prisioneros auspiciado por las Naciones Unidas. Como hombres libres, en febrero de 1945 llegaron al campo de refugiados de Philippeville, en Argelia.

Con el fin de la segunda guerra mundial, Isidro Álvarez inició un periplo por diversos campos de refugiados: Cartago, Túnez, Nápoles, Aversa, Bari y Cine Città, en la periferia de Roma. En la capital italiana, Isidro posiblemente acudió al consulado español para regularizar su situación y solicitar la repatriación. Esto debió de servir a la administración franquista para desempolvar su expediente como desafecto al “Glorioso Alzamiento”. Se abrió así un proceso en el Tribunal Especial para la Represión de la Masonería y el Comunismo, en el que la principal prueba documental en su contra era una simple comunicación de 1936 de la Logia Jovellanos de Gijón con la Logia Constancia de Ourense interesándose por los antecedentes de aquel funcionario de Correos que desde Viana do Bolo había manifestado su voluntad de entrar la masonería. El tribunal dictó sentencia absolutoria, dejando así vía libre para su retorno a España.

A comienzos de 1947, Isidro fue repatriado desde Genova a Barcelona y desde allí viajó a Asturias para reunirse con la familia tras más de una década de separación forzosa. Justina vivía ahora con los niños en Salinas, donde ella y su hija mayor habían encontrado trabajo en Telefónica. Tal vez con ayuda de su cuñado José, que había prosperado como consignatario de buques y era ahora además cónsul honorario de Holanda en Gijón, Isidro entró a trabajar en las oficinas de Astilleros Cantábrico y Riera. Los fines de semana los pasaba en Salinas con su familia. Por fin, en 1958, Justina y los chicos regresaron a Gijón. En los años siguientes, vivieron en el número 2 de la Calle los Moros.

Poco después de volver a España, Isidro había solicitado su reintegración en el cuerpo de funcionarios del Estado. El Fiscal especial de Correos que se ocupó del caso recopiló declaraciones de funcionarios, alcaldes y párrocos de diversas regiones en las que Isidro había servido entre 1920 y 1939, así como de la administración colonial en Guinea Ecuatorial. Todos los inquiridos coincidían en que era un hombre moderado, reservado y recto. Todos menos los que informaron desde Guinea Ecuatorial, quienes cargaron las tintas contra aquel administrador de Correos de Bata que se habría destacado en el microcosmos de españoles de la colonia como opuesto en acto y palabra al “Glorioso Alzamiento”. Sirvieron estas vagas acusaciones para que el juez sentenciara contra el regreso de Isidro Álvarez a la Administración.

En los años sesenta, centenares de antiguos funcionarios de Correos expulsados del cuerpo por el gobierno de la dictadura franquista como represalia por haber permanecido fieles a la República, unieron sus fuerzas para reclamar su reintegración en el cuerpo de Correos. El combate fue exitoso, y en 1970, a punto de cumplir los setenta años, cuando vivía en un modesto piso de la calle Las Mercedes en La Calzada propiedad de Cantábrico y Riera, Isidro Álvarez fue rehabilitado y volvió a ser funcionario con derecho a pensión por los veinte años de servicio en Correos. Fue este tal vez el último giro feliz de una atribulada peripecia vital. Isidro Álvarez se mudó en los años siguientes a la calle Menéndez Pelayo en el barrio de la Arena. Allí falleció en 1982.

 

Tal vez el ingeniero Manuel Cuenca de Fernando Póo, preso en el campo de concentración de Buchenwald, el electricista José Epita Mbomo en Neuengamme, Fernando Fernández Lavín en Mauthausen o el relojero Otto B. Löbig en Dachau tengan algún día su adoquín de la memoria al igual que Carlos Grey e Isidro Álvarez (en España, Francia o Guinea Ecuatorial).

Pero si quieres saber más sobre Isidro Álvarez Martínez, revisa:

lunes, 1 de abril de 2024

Formosa equatorial o el Taiwán ibérico (VII)

Campaña de Gabón (1940).
Hay dos temas que generan furibundas reacciones cada vez que los aludimos en este paseo por la calle 19 de septiembre de la vieja Santa Isabel: uno es cuando señalamos el origen africano del presidente José Giral y el otro con cada nuevo relato que incluimos en la serie El Taiwán Ibérico... Surgen así, reacciones del tipo de "Chorradas esto es de risa y el que lo publica mas y el que lo permite mucho más. Menudos demócratas."

Así, que vamos a hacer un repaso cronológico de El Taiwán Ibérico:

Victor Alba, en “Historia de la resistencia antifranquista (1939-1955)” cuenta cómo el gobierno republicano en el exilio confiaba en la acción de las potencias para derribar a Franco… pese a que era evidente que éstas no estaban dispuestas a intervenir: «Cuando un republicano moderado pero con imaginación propuso que el gobierno tomara un avión y se plantara en Madrid para crear a Franco un problema insoluble, le dijeron que estaba loco. Cuando otro propuso que se organizara un desembarco en Fernando Póo, para que el gobierno [en el exilio] estuviera en territorio español, le dijeron lo mismo».

Pero ese moderado republicano no será el único en ficcionar con esa posibilidad:
  • Con la caída del frente catalán, se produce la retirada masiva al territorio francés. Los exiliados españoles serán internados en campos de refugiados a la espera de una solución individualizada. Sin embargo, con la invasión alemana de Francia en 1940, muchos de ellos de encuadrarán tanto en la defensa militar del territorio como en la resistencia, por lo que -tras la ocupación de Francia por el ejército alemán- los republicanos serán perseguidos y confinados en campos de concentración nazis ante la indiferencia del gobierno franquista. A algunos de los exiliados españoles, aprovechando su experiencia militar, se les dio la posibilidad de integrase en la legión extranjera francesa,… fuera del territorio europeo. En agosto de 1940, Leclerc seguirá instrucciones de Charles de Gaulle e inicia su gira africana intentando sublevar a los territorios africanos bajo la administración francesa del gobierno títere de Vichy. Encuentra diferentes apoyos, entre otros de los españoles integrantes del ejército francés, y conforma con éstos la 13ª Demi Brigade de la Legión Extranjera con la que logra que Camerún se adhiera amistosamente a la Francia Libre. En cambio, los soldados y civiles de Gabón, incitados por el obispo local, permanecerán leales a Vichy, por lo que el siguiente destino será Libreville (Gabón), vía principal de entrada de las colonias francesas del África Ecuatorial. Así, tras desembarcar en la bahía de Corisco, remontan el rio N´Tsini y traban combate por primera vez con las fuerzas de Vichy.
-Cuando la 13ª asaltó el aeródromo -dijo Leclerc-, se oyeron gritos en español desde sus filas. Koenig sonrió.
-¿Gritos como estos? -preguntó, y alzó la voz-: «¡Cómo en el Ebro, compañeros!». «¡Cómo en Madrid!». «¡No pasarán!»…
-A eso me refiero.
-Lo llamamos el «recital español». Todos los republicanos españoles se lanzan al ataque a golpe de esas consignas. Para ellos esta guerra es continuación de la suya.
-¿Cuántos españoles tienes en la 13ª?
-La mitad: quinientos. Pero en la 1ª División hay casi tres mil. (...)

Tras la batalla de Gabón, el gobernador general -en funciones por ausencia de Juan Fontán- Víctor Suances organiza la acogida de los funcionarios de Vichy en su huida y
verá con preocupación cómo Río Muni queda rodeado por territorios administrados por los aliados y tan sólo el río Utamboni le separará de soldados republicanos organizados y mejor equipados que las tropas coloniales. Un temor vano: las tropas de Charles de Gaulle seguirán combatiendo en territorio francés (africano y europeo) hasta liberar París. Participaron en la batalla de Gabón -entre otros- el adjudant Felipe Maeztu y Etelvino Pérez, siendo condecorados con la Compagnon de la Libération y Chevalier de la Légion d'Honneur, o Antonio Medina Pérez "Turuta" y Miguel Campos que junto a La Nueve entró en primer lugar en París en agosto de 1944.
  • Iniciada la guerra mundial, al igual que Franco recibió el apoyo de alemanes e italianos durante la guerra civil, en la II Guerra Mundial el gobierno franquista colaboraba con mayor o menor descaro con el Eje Roma-Berlín-Tokio, ocupando el territorio ecuatorial un papel interesante como veíamos en El granero en la retaguardia o incluso en Operación Gibraltar. Así, previendo tanto la posible entrada española en la guerra, como la importancia estratégica del territorio en una posición de neutralidad sesgada, el gobierno vasco en el exilio manejó varias opciones, incluyendo la posibilidad de un levantamiento en el territorio para -juntamente con el gobierno de la República en el exilio- apelar al apoyo aliado para derribar al gobierno de Franco. O incluso magnificar la presencia alemana en Guinea para forzar una intervención de los aliados. De ahí que estratégicamente, «el 11 de septiembre de 1941 se creó en Gran Bretaña el 3º Batallón de Fusileros Marinos de las Fuerzas Navales Francesas Libres. Esa unidad debía de componerse de vascos españoles exiliados y también de voluntarios iberoamericanos», así como una extensa red de espionaje articulado por la diáspora vasca, incluyendo la numerosa presencia de colonos vascos en el territorio ecuatorial. El levantamiento, emulando la experiencia de la Francia Libre en las colonias que rodean La Guinea Española, estaría apoyada por los fusileros, quedando el territorio bajo administración del Gobierno Vasco en el exilio, garantía del respeto a los principios civilizadores del cristianismo, mientras el gobierno republicano no estuviera en condiciones de asumir la gestión. Finalmente, el batallón fue disuelto el 23 de mayo de 1942 como respuesta a una queja formal del Duque de Alba, embajador franquista en Londres, al Foreign Office, pero la red de espionaje sobrevivió incluso al fin de la guerra mundial y estuvo operativa durante el periodo de la guerra fría. 

  • En enero de 1942, meses antes de la disolución, apoyándose en miembros del 3º Batallón de Fusileros Marinos de las Fuerzas Navales Francesas Libres y con apoyo local de la red de espías del gobierno vasco en el exilio, el ejército británico da un audaz golpe (la operación Postmaster) al eje italo-alemán durante la II Guerra Mundial, secuestrando un enorme buque de pasajeros italiano, el Duchesa d'Aosta, una de las mejores unidades de la flota mercante, y de dos lanchas alemanas, Likomba y Bibundi, amarradas en el puerto de Santa Isabel. Por cierto: Ian Fleming -más conocido como autor de James Bond- se involucró en esta operación como comandante de la División de Inteligencia Naval británica: ésta primera acción y posteriores fueron parte de los insumos que crearon al agente 007. De hecho, no son pocos los que creen que Gustavus March-Phillipps, el oficial a cargo de la misma, fue precisamente la inspiración de James Bond.

  • Unos años después, Juan Goytisolo recibía asombrado la petición de Rafael Lorente y Martínez Pontremuli, vicecónsul de España en París, de que «quería que le presentase a Pasionaria, discutir y tomar unas copas con ella (). Luego, algo excitado con el coñac o calvados que yo le servía, me expuso su plan de desembarcar con un puñado de amigos en Fernando Poo y proclamar la República: si resistíamos unos días al asedio de la armada franquista, podríamos reunir allí al gobierno y diputados en el exilio y obtener el reconocimiento diplomático de los países del campo socialista». El vicecónsul acabó cesado y castigado con un destino en Haití, por lo que renunció a la carrera diplomática hasta la llegada del PSOE al poder.
  • El 9 de enero de 1961, un comando del Directorio Revolucionario Ibérico de Liberación DRIL, integrado por catalanes, gallegos y portugueses, secuestró el trasatlántico portugués “Santa María” con pasajeros y tripulación incluida, para dirigirlo al golfo de Guinea. La fallida acción se conoció como la Operación Dulcinea y pretendía incentivar un levantamiento popular, declarar la III República y expandir un movimiento liberador hasta la España de Franco o el Portugal de Salazar. Según Miguel Urbano Rodrigues, un periodista del “Estadao” y futuro eurodiputado comunista llegado desde Pernambuco para unirse a los secuestradores: «La madrugada nos encontró hablando. De quimeras. Quería llegar a África, sublevar la Guinea Española y salir de allí para Angola. A bordo había veinticuatro comandos portugueses y españoles, una tripulación rencorosa y ochocientos pasajeros en la frontera de la desesperación. Sin embargo, a José Velo todo le parecía posible. Su fuego interior me contagió».
  • A finales de ese mismo año, el FBI y la CIA identificaron la posibilidad de un pacto entre comunistas españoles exiliados y cubanos con el objetivo de invadir «uno de los territorios africanos de España». La fuente de las agencias estadounidenses indicó que Enrique Líster, al que describía como «un ex general del ejército republicano español y miembro del Partido Comunista", había estado en Cuba preparando el asalto y que, como resultado del acuerdo, entre 700 y 800 combatientes cubanos habían viajado a Checoslovaquia para recibir un entrenamiento militar intensivo. El FBI suponía, y así lo escribió, que el gobierno español estaba al tanto de esta información», concluyendo que «Dicha invasión no sería posible en el caso de las fuertemente fortificadas Ceuta y Melilla, y no se sostendría en la expansión tórrida del Sahara español, ni en Ifni, donde hay estacionadas suficientes fuerzas militares españolas para repeler dicha invasión. Guinea Española (Río Muni continental y las islas de Fernando Poo y Annobón) son los territorios africanos españoles más desarrollados, excluyendo Ceuta y Melilla y son los más alejados de España y, aparentemente, los menos defendidos militarmente.»
  • La última ficción que incluiremos la relata Rafael de Mendizábal Allende en “Misión en África. La descolonización de Guinea Ecuatorial (1968-1969)”. Conforme al magistrado, tras la guerra mundial «había comenzado a fermentar un sentimiento nacionalista de baja intensidad y sin brotes graves de violencia, salvo el ataque el año 1962 en las cercanías de Ebebiyin a dos Guardias Civiles que, heridos, repelieron la agresión matando a cuatro de sus atacantes nativos. Ese fermento fue fomentado por los republicanos españoles exiliados en Méjico que pusieron a disposición de los descontentos 200 millones de pesetas del tesoro del yate “Vita”, cifra fabulosa en aquella época, con el fin de desestabilizar el Régimen, colocándole en una situación semejante a la del Portugal de Salazar, enzarzado en guerras coloniales, pequeño gran país siempre bravo, pero equivocado en aquella coyuntura».
  • Un poco en la línea anterior, todavía en 1965, Mosess "Moe" Fishman, el secretario ejecutivo de Veteranos de la Brigada Abraham Lincoln que luchó en la Guerra Civil española, escribía referente a la labor de obtención de fondos para los refugiados españoles y a la actividad de distintos colectivos (incluyendo el Frente Nacional de Liberación de Guinea Española) e individuos (Álvarez del Vayo, Enrique Líster, Modesto, etc.) involucrados en la lucha antifranquista. Y en el caso de los ecuatoguineanos, «éstos ven su lucha como parte de la lucha antifranquista», razonaba el excombatiente de la guerra civil.
Al final, el que las dos islas a las que los portugueses bautizaron como Formosa (Bioko y Taiwán) no corrieran procesos históricos en paralelo sería pura casualidad.

Y un bonus track, en este caso no del Taiwán ibérico... sino del Ibérico Taiwán (¿?):

Se trata de unas ruinas del Alcázar de Toledo que se trasladaron a Quemoy (Kinmen, 金門縣, Jīnmén Xiàn) isla perteneciente a Taiwán para erigir un monumento a los defensores del Alcázar en la isla “avanzada de la China anticomunista”. En mayo de 1960, Muñoz Grandes (ex máximo responsable de la División Azul y en este momento Jefe del Alto Estado Mayor) visitó la primera línea defensiva de la República de China ante las costas de la primera línea defensiva de Taiwán ante las costas de la China continental, en la isla de Quemoy (Jinmen). Como consecuencia de esa expedición militar española y como muestra de la fraternidad, hermandad y confluencia ideológica entre los regímenes del general Franco y del general Chiang Kai-shek la delegación española regaló algunas reliquias relacionadas con el asedio del Alcázar. Entre otras, piedras del mismo Alcázar, un casco, una pistola, un trozo de metralla y una granada de mano. Todo ello se colocó en una vitrina incrustada en la roca de la montaña Taiwu, de la isla de Quemoy (Jinmen), flanqueada por dos lápidas traídas desde España, con escritos en inglés, chino y castellano que sentenciaban: «Los valientes del Alcázar de Toledo (España). A los héroes de Kinmen (China). 16 de mayo de 1960». Fue inaugurado en 1962 por el embajador Larracoechea.

Por otro lado, como muestra de agradecimiento, la misión militar china a España de octubre de 1961, dirigida por el general Peng Mengji, regaló una placa conmemorativa en la que, en chino y español, se podía leer: «A los héroes anti-comunistas del Alcázar de Toledo / Luchar por el anti-comunismo / Ofrecida por los oficiales y soldados de Kinmen y Matsu de la República de la China / Octubre del año quincuagésimo de la República de China».

Tras el giro español en 1973 hacia la china continental, se pierde el rastro del monumento incrustado en la ladera rocosa del monte, y al que se accedía a través de dos estrechas escalerillas. Hay constancia de una nota de Blas Piñar en la que pedía que las piedras del Alcázar de Toledo no fueran devueltas a España y que se mantuvieran como una representación de la fiel amistad y la camaradería anticomunista de ambos países en el pasado.

De igual forma, la placa toledana se encuentra en la actualidad inventariada y almacenada, fuera de toda exposición pública, en el Museo del Ejército situado en el Alcázar de Toledo.