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jueves, 17 de octubre de 2024

‘Negro limbo’, la historia olvidada

Es recurrente en este paseo por la vieja calle 19 de septiembre de Santa Isabel, acordarnos del gobernador Faustino Ruiz y su calle dedicada en San Fernando (pese a su más que probable participación en el bombardeo a la desbandá de Málaga desde el crucero Canarias o la desaparición de Acacio Mañé, entre otros).

Curiosamente, nos acordamos del verdugo... y no de la víctima.

En el 2019, os contábamos de El caso Acacio Mañé: ‘Negro limbo’, la historia olvidada del colonialismo español en África:

El filme rescata uno de los episodios más desconocidos del colonialismo español en África durante el régimen franquista, “pues si todavía tenemos el capítulo abierto de la memoria histórica, de los muertos enterrados en cunetas en nuestro país, imagínate en qué situación de olvido se encuentra este tema en los territorios que fueron colonia como Guinea Ecuatorial”, reflexiona Benítez sobre el país en el que centra su película, actualmente, en fase de preproducción.

Así, la desaparición de un líder negro en la Guinea española durante la dictadura franquista es el motor de una cinta donde se abordarán “los pactos de silencio” que se establecen “en las familias, las instituciones y la sociedad en general” para “esconder verdades incómodas”, adelanta.

Y ayer, la XXI edición del Festival de Cine Europeo de Sevilla, que se celebrará entre el 8 y el 16 de noviembre, informaba que acogerá 22 estrenos nacionales, de los que diez serán estrenos internacionales, la mayor parte de ellos en la sección Panorama Andaluz, ya que el festival pretende destacar la industria cinematográfica andaluza en esta edición. 
Y entre esos 22 estrenos se incluye ‘Negro limbo’, el segundo largometraje documental de Lorenzo Benítez, que ahonda en los secretos de Estado y la impunidad en la antigua Guinea española.


«Tres amigos investigan un crimen cometido en la Guinea española en 1959. Uno es hijo del fiscal general de la colonia africana. Otro es casi ciego y el tercero el cineasta que los filma. La víctima es Acacio Mañé, primer negro (fang) que intentó reclamar la soberanía ante la ONU. (...) Los secretos y la impunidad de la dictadura franquista en la antigua Guinea española continúan presentes en democracia. El franquismo consiguió ocultar sus crímenes y torturas contra el Movimiento Nacional de Liberación de Guinea Ecuatorial a finales de los años 50. Uno de sus líderes, Acacio Mañe, fue detenido y hecho desaparecer. Ahora su familia reclama justicia y reparación desde África. Solo nos ha llegado el relato idílico de los viejos colonos. »

lunes, 15 de agosto de 2022

El callejero y la memoria histórica deslocalizada

¿Recordáis la entrada de El callejero y la memoria histórica? o ¿La desconocida calle sobre la calle dedicada al gobernador Juan Fontán en Las Palmas?

No son la única: el gobernador Faustino Ruiz González es "Hijo Predilecto de la Ciudad" de San Fernando (Cádiz) en donde tiene dedicada una calle todavía a día de hoy. Al almirante se le recuerda -entre otras cosas- por la desaparición de Acacio Mañé.

El fallido intento por investigar el suceso y -eventualmente- procesar al gobernador lo recogíamos en El procesamiento a Don Faustino.

Y es que, en no pocas ocasiones olvidamos que la sombra del franquismo, sus normas y sus consecuencias, se proyectaron sobre territorios y poblaciones que hoy no forman parte del Estado español, quedando por fuera incluso de las reivindicaciones de memoria histórica.

Precisamente en "Memoria y frontera...", de María del Mar Fernández Pérez, se analiza:
En este periodo las fronteras del Estado eran diferentes, aunque en muchas ocasiones no se sea consciente de esto: no sólo territorios en Marruecos y el actual Sáhara ocupado eran posesiones españolas, también lo era Guinea Ecuatorial. 

Resulta llamativa esta falta de referencias a las colonias si tenemos en cuenta que el imaginario colectivo de la Guerra Civil está plagado de referencias al norte de África: allí se produjo el golpe de estado en un primer momento, de allí venía el ejército africano y la famosa y temida guardia mora. Esta guerra, tan importante para la historia europea, empezó en África, y allí se produjeron los primeros asesinatos de quienes permanecieron fieles a la legalidad republicana. Es muy difícil hablar de este periodo sin hacer referencia al protectorado y situados en el momento actual, habrá que afrontar el desarrollo de la Ley de Memoria Histórica en territorio extranjero.

Miguel Ángel López Moreno recoge la existencia de la calle dedicada al Almirante Faustino Ruiz en Las calles indecentes de San Fernando:

(...) Hay en San Fernando calles con nombres de alcaldes que colaboraron, abierta y decididamente, en la represión política y social que se desplegó en .la ciudad desde el 18 de julio de 1936. Fueron alcaldes que sirvieron a una dictadura militar de carácter fascista…

«…en origen, naturaleza, estructura y conducta general, el régimen de Franco es un régimen de carácter fascista, establecido en gran parte gracias a la ayuda recibida de la Alemania nazi de Hitler y de la Italia fascista de Mussolini».

Así lo definió y condenó la Asamblea General de las Naciones Unidas el 12 de diciembre de 1946, precisamente en los años en los que los alcaldes en cuestión actuaron. Estos mandatarios isleños fueron dirigentes políticos que colaboraron con un Estado ilegal. Las víctimas de la represión en esta ciudad (los asesinados y los perseguidos), que lo fueron bajo los mandatos de estos alcaldes, no merecen la afrenta de ver sus nombres rotulados en las calles. Su permanencia supone, en nuestra opinión, enaltecimiento del golpe militar de 1936, de la represión posterior y de la impunidad.

Permanecen en la ciudad calles con nombres de militares —fundamentalmente marinos— que participaron en el bando sublevado de la guerra civil española y que desarrollaron posteriormente una dilatada y brillante carrera militar, incluso regalaron a la ciudad una valiosa contribución política e intelectual. Todos esos militares tuvieron que demostrar inevitablemente su adhesión a la dictadura militar que se iniciaba el 18 de julio de 1936 y, con ella, acataron la cobertura ideológica de carácter fascista que adoptó el nuevo Estado. Aceptamos que un número indeterminado de ellos —nunca sabremos cuántos— se vieron arrastrados por la pulsión de sobrevivir y asumieron como inevitable la obediencia a una cadena de mando que traicionó la promesa de adhesión a la II República. Entendemos que esos militares se dejaron arrastrar por la supuesta obediencia debida a sus superiores, porque la mínima objeción habría implicado una ejecución inmediata y extrajudicial. Y en el mejor de los casos, un consejo de guerra sumarísimo en el que los militares rebeldes y traidores les acusarían precisamente de rebelión militar con pésimas consecuencias.

«Los militares que se opongan al Movimiento de Salvación iniciado serán pasados por las armas por los delitos de lesa patria y alta traición a España». [En el Decreto nº 2 de la Junta de Defensa Nacional. Burgos, 25 de julio de 1936]. (...)

Pero hubo militares que organizaron la sublevación y/o participaron conscientemente en la guerra posterior y, en consecuencia, asumieron las consecuencias de sus actos. Para fortuna de ellos, resultaron victoriosos y sus decisiones personales fueron recompensadas con una notable carrera militar y con reconocimientos en el ámbito municipal. Por eso algunas calles de San Fernando siguen dedicadas a militares que se alzaron contra el gobierno legítimo de la II República. Eligieron libremente colaborar con la sublevación y, por tanto, cometieron un evidente delito de rebelión contra la legalidad, delito que hoy día sigue impune. Esa decisión les hizo ser presuntos cómplices y/o tener responsabilidad en las detenciones ilegales, torturas y muerte de aquellos isleños susceptibles de oponerse al Movimiento Salvador de la Patria. Así mismo, pudieron ser responsables directos o indirectos de un número indeterminado de incautaciones de bienes, de cárcel, de exilio. Y como miembros de un plan general abiertamente criminal, son responsables en función de la punibilidad del plan…

«Líderes, organizadores, instigadores y cómplices que participen en la formulación o ejecución de un plan general o conspiración, para cometer cualquiera de los crímenes antes citados, son responsables de todos los actos realizados por cualquier persona que ejecute dicho plan…». [En Diligencias Previas Procedimiento abreviado 399 /2006 v, de 16 de octubre de 2008. Juez Garzón, citando el Estatuto de Nüremberg (8 de septiembre de 1945)]

En consecuencia, las carreras profesionales de estos militares parten de un comportamiento desleal e ilícito, es decir, parten de la máxima vergüenza que puede perpetrar un militar: quebrantar su promesa o juramento de acatar las leyes, en este caso promesa de fidelidad a la República para defenderla y servirla bien: «Prometo por mi honor servir bien y fielmente a la República, obedecer sus leyes y defenderla con las armas».

Todos los militares traidores habían prometido defender precisamente a la República, no a una esotérica Patria diseñada ad hoc para justificar cualquier acto de rebeldía. Posiblemente no hay mayor deshonor para un militar que levantar sus armas contra sus propios compañeros y contra los ciudadanos que le otorgaron su confianza. Estos últimos militares no caben en el callejero de San Fernando, lo dice la ley que emana de la voluntad popular, y mantenerlos sería justificar y dar cobertura a la barbarie que se desplegó en este pueblo a partir del 18 de julio de 1936. Es nuestro deber, si tenemos ese conocimiento, exponerlo.
Y aún existen calles dedicadas a personas que avivaron la traición de los militares insurrectos, entendieron las tropelías de la Falange y demonizaron a los republicanos como antiespañoles. Por tanto, justificaron lo que estaba pasando en la ciudad, es decir, justificaron el exterminio físico de los posibles opositores políticos y sociales al Glorioso Movimiento Nacional. Máxime cuando desde su pretendida ascendencia moral declamaban justificaciones vistiendo sotana o blandiendo la pluma con destreza. Consideramos que tales personajes tampoco deberían tener una calle en San Fernando.

En nuestra opinión, eliminar de nuestras calles los vestigios de la dictadura franquista «...representa un paso fundamental hacia la realización del derecho a la verdad de todas las víctimas de graves violaciones de derechos humanos…» que ocurrieron en San Fernando. Pero, sobre todo, será un acto de justicia y valentía política que nos acerque a la conclusión de un ciclo histórico.

Entre otras la calle Almirante Faustino Ruiz:



El 29 de septiembre de 1936, el crucero rebelde Canarias detectó a treinta kilómetros de distancia al destructor Almirante Ferrándiz, leal a la II República, que patrullaba en el Estrecho de Gibraltar tratando de impedir que el ejército sublevado de Marruecos llegara a la península. El Canarias lanzó una andanada de cuatro disparos contra el Ferrándiz que resultó larga, impactó en el mar a 1200 metros del objetivo. En ese momento, ante la inminente huida del destructor y la probabilidad cierta de quedar fuera de alcance, el Director de Tiro del buque rebelde tomó la arriesgada decisión de saltarse el manual artillero y proponer una única andanada de disparos que hizo blanco a 21.000 metros. El Ferrándiz se hundió con rapidez. El mar se cubrió de cadáveres y de náufragos, y el prestigio personal del Director de Tiro del Canarias tuvo alcance internacional. Muchas marinas de guerra se interesaron por el procedimiento que se utilizó para hundir el destructor republicano a esa distancia y sin disparos de aproximación. 

Unos meses después, en lo que se conoce tristemente como la desbandá, desde ese mismo barco se dispararía contra la población civil que huía de Málaga.  

El Director de Tiro del Canarias era el isleño y capitán de corbeta don Faustino Ruiz González que, después de la hazaña, tuvo una larga y fructífera carrera militar —bajo la cobertura del régimen dictatorial del general Franco, naturalmente— hasta llegar al empleo de almirante. Entre 1949 y 1962 fue gobernador general de la Guinea Ecuatorial Española, años en los que reprimió con decisión el incipiente movimiento nacionalista guineano. Y en estas estaba don Faustino cuando fue procesado por la detención, torturas y asesinato del líder nativo Acacio Mañé. Una historia muy fea y muy torpe, que no le impidió seguir adelante con su carrera y su prestigio. 

domingo, 28 de noviembre de 2021

El procesamiento a Don Faustino

El gobernador y el alcalde de
Santa Isabel Carlos Fleitas (1957).
Recordábamos en El crucero Canarias en 1936 y 1969 que el gobernador «Faustino Ruiz González ocupó durante la guerra varios destinos, incluyendo el de director de tiro del crucero “Canarias”, posteriormente fue Gobernador de los territorios españoles del Golfo de Guinea durante trece años (1949-1962), y cuya administración es recordada por la represión que costó la vida -entre otros- a Acacio Mañé y Enrique Nvó». No hay forma de saber si participó de forma activa en el bombardeo (1936) de la desbandá desde el Canarias, pero sí hay algo más de documentación sobre su administración en el territorio ecuatorial.

Sobre este tema, José Menéndez Hernández -corresponsal de ABC y de TVE en la Guinea Española- en su libro Los últimos de Guinea: el fracaso de la descolonización, relata lo siguiente:

Allá por los años 1959 y 1960, cuando España todavía no estaba concienciada en conceder la independencia a la Guinea Ecuatorial, se produjo una molesta avulsión independentista en la persona de Acacio Mañe, que fue propalando por el Continente ideas (a juicio del Gobierno) subversivas. La situación devino incomoda, porque en muchos lugares se prestaba oídos a las arengas de Acacio Mañe.

Don Faustino Ruiz González, Almirante de la Marina Española y Gobernador General de la Guinea Ecuatorial, muy mal aconsejado, estimó que era preciso cortar por lo sano y se convino que había que hacer desistir a Acacio.

Se le aplicaría un tratamiento disuasorio. Pero a los ejecutores de la orden se les fue la mano y Acacio se les quedo en el sitio. Este resultado desafortunado provocó un cambio en las previsiones gubernamentales. Y se hizo necesario un expeditivo procedimiento.

Se organizó el modus operandi: cuando el Gobernador General recibiese un escueto telegrama, «El pescado está fresco», sería señal de que Acacio Mañé habría sido arrojado al océano, al modo como algunas repúblicas hispanoamericanas se deshacían de los disidentes, depositándolos en el mar con una pesada losa encadenada a los pies.

Don Faustino recibió el telegrama confirmatorio de la ejecución de Acacio Mañe en su despacho oficial. Se lo había pasado su ayudante...

Lo malo era que el telegrama dando cuenta de la ejecución de Acacio Mañe también llego a conocimiento de don Rafael Galbe Pueyo, Presidente del Tribunal Superior de Justicia de la Guinea. Y montó en cólera. Inmediatamente convocó al Fiscal y a los magistrados que tenían que constituir el tribunal.

Rafael Galbe era un hombre honesto, temperamental y vehemente; se decía que era miembro del Opus Dei. Estaba soltero y era de una gran rectitud moral.

El Fiscal era Antonio Fernández Dans. Muy alto y delgado, con un humor británico...

Juan de Miguel Zaragoza, Juez de carrera, igual que Rafael Galbe, era, por tanto, miembro natural del tribunal Superior. Pero para que este estuviera completo debían, según ley, formarlo tres magistrados.

Para los casos en que no hubiera suficientes jueces de carrera, el propio legislador había dispuesto que pudiera completarse el órgano jurisdiccional con magistrados suplentes. Y en tal condición se  incluían al notario -Sebastián Humanes López- y al registrador de la propiedad [José Menéndez Hernández, yo].

Sebastián Humanes, de pie a la izquierda, en el acto de firma de la escritura de un empréstito del Banco de Crédito Local al Ayuntamiento de Santa Isabel.

Rafael Galbe estaba excitado... Era necesario procesar a don Faustino, porque era la máxima autoridad responsable y porque, lógicamente, de él había partido la orden. Estábamos reunidos Rafael Galbe, como presidente del tribunal; Juan de Miguel, como Magistrado titular, el Fiscal y yo, que fui el último en llegar. A mí se dirigió Rafael Galbe. Me expuso todo lo que había ocurrido y resumió:
«Esto es un crimen y no podemos dejarlo impune. Ya he hablado con Juan y con Antonio y están de acuerdo conmigo en que es preciso procesar a don Faustino... No te oculto que formar parte del tribunal en un sumario como este te puede traer complicaciones y consecuencias desagradables...».

En los varios siglos de historia de la Guinea nunca se había producido una situación análoga. Un Gobernador General de Guinea era una especie de Virrey y resultaba insólito e inimaginable que alguien osara incriminarle.

El Gobernador podía fulminar a cualquiera… el Gobernador General podía decretar la expulsión inmediata de todo aquel que resultase "persona non grata"...

El revuelo que se formó en los ámbitos oficiales fue importante. El Gobernador no se resignaba a que un Juez y sus colegas, personas todas sujetas a su indiscutible autoridad, trataran de empapelarlo. Pero aquellos no cesaban e iniciaron las actuaciones. La respuesta de don Faustino no se hizo esperar.

Es cierto que la Historia se repite. Y la persecución ideada contra Rafael Galbe recordaba la que siglos atrás ordenaron los gobernantes de su tiempo contra Sócrates. También al Presidente del Tribunal se le quiso implicar en una trama de corrupción de menores de manifiesta homosexualidad, en unos tiempos en los que las experiencias gays eran fustigadas virulentamente.

En Guinea la experimentación sexual era facilísima en contraste con el rigor religioso moral que, por aquellos años, regia la conducta de las chicas peninsulares…

La permisividad de las jóvenes guineanas hacía estragos en los muchachos españoles, acostumbrados a la rigidez de costumbres de las españolas, muchas de las cuales no permitían ciertas familiaridades a sus oponentes a la hora de bailar y ponían un brazo entre ellas y su acompañante a modo de escudo para que aquel no se aproximase excesivamente…

Las miningas de catorce, quince, dieciséis y más años estaban receptivas a cualquier solicitud amorosa. Algunos quintos se aficionaban tanto a las morenitas o a las mulatas que terminaban prefiriéndolas a las blancas. Era una peculiaridad conocida y los amigos comentaban, «Fulano tiene el mal del ébano».

Tenía su explicación. El contacto de las razas aborígenes con la naturaleza muchos siglos se traduce en que tengan un físico envidiable. Los braceros, los “boys”…tienen unos pectorales, unos bíceps, unos tríceps…y en general una musculatura que recuerda las estatuas griegas, si bien la patina epidérmica exhibe mayor melanina.

Con las mujeres pasa lo mismo. En la adolescencia y en la primera juventud tienen unos cuerpos gloriosos, sin un átomo de grasa, y también parecen esculturas vivientes. Además la mayoría de las féminas no tienen vello en los brazos ni en las piernas y desconocen los sacrificios de la depilación. Por eso su pie les suave y como pulimentada, como una seda humana… También era cierto que se estropeaban mucho más rápidamente que las mujeres de las sociedades civilizadas porque se cuidaban menos y porque solían tener muchos hijos y desde muy jóvenes.

Galbe era consciente de la debilidad de los jóvenes militarizados frente a los encantos y condescendencias de las nativas. El ambiente era de gran facilidad. Los soldados tenían las tardes libres y no tenían que pernoctar en el cuartel. Y las chicas nadie les pedían cuenta de sus actos; tenían la misma libertad que los hombres para entrar, salir o quedarse a dormir donde quisieran.

Galbe, como miembro del Opus Dei, daba un gran valor a la pureza, que practicaba personalmente. Pertenecía a la austera generación de la posguerra y estaba educado en el vencimiento de las pasiones. Siguiendo sus firmes convicciones quiso hacer una labor proselitista con estos y otros jóvenes de la ciudad para evitar que se descarriasen.

Su labor apologética la realizaba en su residencia, situada en el mismo Palacio de Justicia. Allí se reunía con sus catecúmenos y trataba de disuadirlos de los fáciles encuentros con las miningas.

En el África negra (como ahora en los sectores progres de España) no se aprecia la virginidad de la mujer, ni una vida recatada. Cualquier adolescente femenina lleva una vida tan libre, tan desenvuelta como la de un chico. Hay poquísimas excepciones, como algunas alumnas de las oblatas que, por motivos religiosos, observan la castidad. Pero se pueden contar con los dedos de la mano. La regla general es la de la libertad de las mujeres solteras…

A estas chicas de costumbres libres que a veces se iban a vivir con carácter permanente con un blanco se las conocía en Guinea con el nombre de miningas…

En esa predisposición a redimir a la juventud de sus fáciles instintos, encontraron las covachuelas gubernamentales su talón de Aquiles. Por varios conductos (uno de ellos el Policía Jaime Rojas) se empezó a divulgar por la sociedad la especie calumniosa de que Rafael Galbe era homosexual y que se reunía con los efebos para realizar prácticas inconfesables y perversiones en grupo. Si el infundio prosperaba significaba la total descalificación del magistrado, puesto que se pretendía involucrar su pretendida desviación sexual con la causa criminal por asesinato. El argumento era tendencioso: Galbe había instrumentado la instrucción de un proceso para vengarse del Gobernador General que había descubierto sus insanas inclinaciones.

La reprobación moral contra Galbe hubiese alcanzado proporciones imprevisibles si este mismo no la hubiese abortado de una forma contundente.

Conocedor de que uno de los que propalaban la información calumniosa era el Policía Rojas, el Magistrado le convocó ante la sede del Tribunal. De entrada, como era posible, el miembro de la secreta negó los hechos.

Galbe impaciente, cortó por lo sano:
-Muy bien. Yo tengo pruebas concluyentes de tus infundios. Inmediatamente te voy a procesar por calumnia, con lo agravante que significa que el delito sea cometido por un funcionario público en el ejercicio de sus funciones. Lo siento, pero vas a arruinar tu vida.

Acto seguido llamó al Secretario Judicial.

En ese momento Rojas se derrumbó. Fue patético. Se puso de rodillas y alzó las manos, unidas en actitud suplicante.
-Por favor, te lo suplico. Tengo mujer e hijos. No sé qué va a ser de mi familia si me expulsan del Cuerpo. Yo obedecía órdenes. Te prometo que aclararé las cosas y que cesaran los rumores.
-Por el momento suspendo la iniciativa penal. Pero como las cosas no cambien, procederé con todo rigor.
-Yo te prometo…-farfulló Rojas.

El procesamiento de don Faustino no se hizo esperar. Y las reacciones sociales del Gobernador General, tampoco.

Coincidiendo con las fiestas de Santa Isabel, en el mes de no­viembre de 1960, se inauguró una exposición de pintura y escultura en la sede del Ayun­tamiento capitalino. Acudieron al evento todas las fuerzas vivas de la ciudad.
En el amplio salón del edificio municipal se iban formando grupúsculos que comentaban los aspectos más relevantes de la muestra. El Fiscal, Fernández Dans; el Presidente del Pa­tronato Indígena, Alzina de Boschi; el Secretario de dicho organismo, Morales; el Magis­trado Juan de Miguel Zaragoza y yo charlábamos animada­mente cuando se acercó al cír­culo el Gobernador General acompañado de su Ayudante, señor Matres. Deferentemente todos inte­rrumpieron sus opiniones para escuchar a don Faustino.
Don Faustino era alto y grueso, muy corpulento. Y ostensible­mente se puso delante del Fis­cal, con lo que físicamente anulaba su presencia. Fernán­dez Dans era delgado y eclip­sado por la corpulencia de don Faustino dejaba de ser visible.
Por ello se desplazó hacia la iz­quierda. Nuevo movimiento de don Faustino para situarse de­lante de él y ningunearle física­mente. Dans se aparta lateralmente hacia su iz­quierda otra vez. Y la escena se repite. Y así hasta cinco veces sucesivas. Viendo que el fiscal no se retiraba del grupo, don Faustino se volvió hacia Fer­nández Dans y le gritó en pre­sencia de todos: 

-¡Váyase, hombre, váyase! ¿No se ha dado cuenta de que no tolero su presencia? ¡Váyase, imbécil! 
Dans, educadamente y rojo como un pimiento, se retiró con un cortés «con permiso».

Don Faustino, conseguido su propósito, se volvió hacia los circundantes y estalló en una carcajada estentórea: 
-Ja, ja, ja... Un idiota que es­taba estorbando, que se lo he dado a entender repetidamente
y que no lo captaba. Ja, ja, ja. 

El Magistrado y yo nos queda­mos serios. Los otros contertu­lios sonrieron aduladora y cobardemente.
Al final todo se abortó y el qui­jotismo de aquél tribunal, notable en osadía, quedó en agua de borrajas... 

De la inventada homosexualidad de Galbe tampoco se volvió a hablar. .. La vida seguía, pero no para Aca­cio Mañé. Aunque ocho años después (y ya sin violencia alguna) se proclamarla la inde­pendencia de Guinea Ecuatorial. 

Fracasado el intento de procesarle, Don Faustino se retiró dos años después de la gobernación.
Tras su fallecimiento en 1969 fue declarado "Hijo Predilecto de la Ciudad" de San Fernando (Cádiz) en donde tiene dedicada una calle todavía a día de hoy.
Joaquín Bardavío en El reino de Franco: Biografía de un hombre y su época recoge una narración similar. 
Sin embargo, hace un par de años, Rafael de Mendizábal intentará rebatir este relato en Misión en África-La descolonización de Guinea Ecuatorial (1968-1969) con: «El 20 de noviembre de 1958 fue detenido Mañé. Se dijo que murió a manos de la Guardia Colonial en su campamento de Bata, cerca de la Misión Católica y que el cadáver había sido arrojado al mar. Así lo creyó siempre Francisco Macías. La realidad resultó ser distinta. Murió accidentalmente en uno de los navíos apostados allí, según me contó el capitán de fragata Mollá, convirtiéndose –como es lógico– en un mártir de la independencia. Nadie se merece la tortura de ser "pasado por la quilla". "Se les fue la mano". Era un idealista y un hombre honrado. En ese desgraciado episodio, sobre todo para el negro, pero también para España por ser no solo una crueldad gratuita y un crimen sino además un grave error político, aun cuando no deliberado, ninguna participación tuvo don Faustino y su responsabilidad no rebasaba el perímetro exclusivamente político. La jurisdicción naval instruyó el correspondiente procedimiento que resultó sobreseído libremente. Con arreglo al Código de Justicia Militar esta era la competente por razón de las personas y del lugar, e incluso del presunto delito. El Juez de Distrito, con funciones de instructor penal, no actuó en ningún momento, el Fiscal tampoco y menos aún el Tribunal de Justicia presidido a la sazón por un excelente magistrado, Rafael Galbe Pueyo».

Mendizábal es un interesante -pero también interesado- relator. De hecho, Rosa Pardo Sanz -recurriendo al Fondo Marcelino Oreja Aguirre- afirmará en La política descolonizadora de Castiella que «El asesinato de A. Mañé fue reconocido por Castiella en su exposición (La Guinea Ecuatorial en la política exterior española, 1957-1967) a la Comisión Interministerial sobre el futuro de Guinea, en abril de 1967, y en Exposición del Ministro al Consejo de Ministros, 28-3-68 (en AC sin numerar). Al parecer se le aplicó una especie de ley de fugas; el caso se llevó a los tribunales (el juez instructor -R.Galbe- era en 1968 Subcomisario General) y se dio una pequeña pensión a la viuda para enterrar el asunto».


En el documento sellado como SECRETO de ese mismo fondo -sin entrar en detalles- se recoge cómo la provincialización y autonomía genera desasosiego en la población local y «produce una reacción de los sectores políticos guineanos y como consecuencia su represión por la fuerza por nuestras autoridades (…) quedando envuelta en el misterio la desaparición de Acacio Mañé, rico propietario de Bata». [El entrecomillado es nuestro, pero el subrayado es del documento original.]
En esa línea, resulta -cuando menos- curioso que Acacio Mañé, definido como "hombre de pocos escrúpulos",  desapareciera apenas una semana después de la misteriosa muerte de Enrique Nvo, otro líder independentista guineano presuntamente asesinado por órdenes del gobierno colonial.


No te pierdas El callejero y la memoria histórica deslocalizada.

sábado, 17 de noviembre de 2018

El crucero "Canarias" en 1936 y 1969

La historia es caprichosa, tiene giros insospechados, y un ejercicio de memoria histórica lo pone en evidencia:

¿Cómo sino el "Canarias", el mismo crucero que durante la Guerra Civil participó incesantemente en el traslado de tropas de Ceuta a Cádiz, y desde donde se masacró a la población civil en la "La Desbandá" (1936) acabó participando en la evacuación de los ciudadanos españoles del territorio ecuatoguineano en 1969?

O ¿cómo Faustino Ruiz González ocupó durante la guerra varios destinos, incluyendo el de director de tiro del crucero “Canarias”, posteriormente fue Gobernador de los territorios españoles del Golfo de Guinea durante trece años (1949-1962), y cuya administración es recordada por la represión que costó la vida -entre otros- a Acacio Mañé y Enrique Nvó?

Benito Sacaluga reflexiona en su blog sobre qué hacer con los elementos de la memoria histórica:
El pasado 30 de agosto Rubens Ascanio Gómez hace en Facebook las siguiente pregunta: “¿Y qué hacer con un recuerdo de un barco que participó en la masacre de entre 3.000 y 5.000 civiles en Málaga?”.
Desde aquí agradezco a Rubens su recuerdo a las víctimas de "La Desbandá" y la denuncia contra sus asesinos.
El barco en cuestión no es otro que el crucero “Canarias” de la Armada Española (1936 – 1975), uno de los buques franquistas que participó en el bombardeo de la población civil que en febrero de 1937 huían de Málaga por la carretera de Almería, tras la toma de la capital malagueña por las tropas franquistas. El número exacto de víctimas, hombres, mujeres y niños, no está claro pero se manejan cifras de muertos de entre 3.000 y 5.000, de los heridos no hay datos ni aproximados.
Nos sigue diciendo Rubens:
“La habrán visto un montón de veces de camino a Las Teresitas, apenas a unas pocas decenas de metros del monumento a Franco de Santa Cruz”. Y sigue: “Ya el compañero Julio Concepción comentó hace unas semanas la vergonzosa placa homenaje a este crucero ubicada en las paredes del Cabildo y avanzaba la existencia de este monumento".
"Triste ruta de la memoria y desmemoria la de la costa chicharrera, la misma que sirvió de sepultura marina de tantos, como el poeta Domingo Torres. Dónde está la antigua prisión de Paso Alto, en donde estuvo preso el último alcalde republicano de Santa Cruz. Donde el águila del franquismo todavía preside uno de los laterales del edificio de la Comandancia de Marina. En la que la escultura dedicada a Franco sigue marcando los días...”

¿Cómo responder a la pregunta de Rubens Ascanio? A mi modo de ver la respuesta es sencilla.

Acudamos a la historia:
El “Canarias”, un buque de guerra magnifico, entró en servicio en septiembre de 1936, al comienzo de la Guerra de España. Los sublevados se hicieron dueños de la Base de Ferrol el 18 de julio de 1936, estando el “Canarias” terminando su equipamiento y artillería tras su botadura, llevada a cabo esta el 28 de mayo de 1931, al inicio de la II República, se botó por tanto con bandera republicana. Durante toda su vida útil, y hasta su desguace, estuvo bajo bandera franquista.

Pocos fueron los combates navales en los que se vio inmerso el “Canarias”, todos ellos contra barcos de inferior categoría. En septiembre de 1936 el ministro de Marina de la República, Indalecio Prieto, ordenó que la Flota dejase las costas mediterráneas y se traslade al Cantábrico, dejando solo dos unidades menores para la vigilancia y control del Estrecho de Gibraltar, los destructores “Almirante Ferrándiz” y “Gravina”. El 29 de septiembre los cruceros sublevados “Canarias” y “Baleares” se encuentran ya en aguas del Estrecho. El “Canarias” avista al destructor “Almirante Ferrándiz”, el cual no ha sido advertido por la aviación republicana de la presencia de los cruceros enemigos en esas aguas. El “Canarias” lanza varias andanadas de sus cañones de 203/50 mm desde una distancia de entre 20.000 y 16.000 metros, dos de ellas alcanzan al “Ferrándiz” hundiéndolo sin prácticamente percatarse de la presencia del crucero.

Tarda el "Canarias" casi 90 días en participar en otro combate naval, en la Batalla de Cabo Machichaco. Un combate entre el crucero y varios “Bous”, (bacaladeros armados), de la Marina de Guerra Auxiliar de Euskadi. El saldo del combate fue el hundimiento del bou “Nabarra”. Eso sí, el “Canarias” no desaprovechó la ocasión para cañonear al mercante “Galdames”, apoderándose del mercante, ocasionando de paso la muerte de cuatro de sus pasajeros, una mujer y tres niños.

En abril de 1937, junto con el crucero Baleares, atacó a varios barcos de la Flota Republicana cuando esta regresaba a Cartagena procedente de Málaga. No hizo ningún blanco, y al poco optó por huir para evitar los disparos de los buques republicanos y los procedentes de las baterías costeras de Cartagena.
En marzo de 1938 participó en la Batalla del Cabo de Palos, en la que, después de que los buques republicanos hundieran a su gemelo el “Baleares”, huyó a toda máquina.
Finalmente, en agosto de 1938, junto a media docena de barcos más, intentó hundir al destructor republicano “José Luis Díez” en aguas de el Estrecho. Ni consiguieron hundirlo, ni apresaron al destructor, refugiándose este en Gibraltar.
Estos fueron los combates navales del “Canarias” durante la Guerra de España, y durante toda su existencia. No es precisamente un historial digno de homenaje alguno.
En el haber del “Canarias” solo hay hundido otro buque más, esta vez sin posibilidad alguna de combate, ya que se trataba de un mercante desarmado, el “Komsomol”, de bandera soviética, al que cañoneó frente a las costas de Orán en diciembre de 1936.
El resto de acciones navales de importancia en las que el “Canarias” utilizó su potente artillería fueron contra objetivos en tierra, sin ninguna oposición artillera digna de mención, más bien inexistente:
  • Cañoneo de la ciudad de Alicante.
  • Cañoneo de Almería
  • Cañoneo del puerto de Barcelona
  • Cañoneo de Rosas
  • Cañoneo de Palamós ...

Acabada la guerra participó en las siguientes misiones:
  • Cañoneo de la costa de Ifni
  • Zafarrancho de combate intimidatorio frente al puerto de Agadir
  • Evacuación de Guinea Ecuatorial
  • Maniobras hispano-francesas en aguas cercanas a Barcelona.
Según lo anterior hemos de convenir que el “Canarias” no es digno de homenaje alguno por sus acciones bélicas, y si alguien así lo considerase dicha consideración quedaría totalmente descalificada por las criminales actuaciones del crucero contra la población civil, muy especialmente en lo referente a lo sucedido en la carretera Málaga-Almeria, lo que popularmente es conocido por “La Desbandá”.
Antes de responder a la pregunta de Rubens Alcaine que cito al inicio, indicar que el “Canarias” es , o era, muy querido por parte de la población canaria, mas concretamente por parte de los habitantes de Santa Cruz de Tenerife. Ya en 1937 las autoridades tinerfeñas se ofrecieron a Franco para costear y entregar al “Canarias” su bandera de combate. La entrega se materializó en 1941, entre grandes festejos militares, civiles y religiosos, el coste de la enseña se sufragó mediante una suscripción popular, a base de la puesta a la venta de papeletas de 25 céntimos. Abundando en lo anterior, cuando el crucero fue dado de baja en la Armada (1975), las autoridades tinerfeñas solicitaron que el buque les fuera entregado para ser convertido en museo, no sé lo que hoy opinaran los tinerfeños sobre esto. Finalmente el crucero fue desguazado.
Bien, teniendo en cuentas los tiempos que corren, y las más que evidentes muestras de rechazo que gran parte de la sociedad española muestra ante la retirada de símbolos franquistas, ante el problema de la hélice del “Canarias” propongo la siguiente solución, una solución sencilla, de bajísimo coste y que además permitirá a los tinerfeños amantes del buque el seguir disfrutando de una de las tres hélices del crucero.
Mi propuesta es la siguiente (concluye Benito Sacaluga):
Conservar la hélice en su lugar, y sustituir la placa que existe actualmente por otra en la que conste en varios idiomas el historial del buque, por supuesto es imprescindible que se refleje con claridad el bombardeo de la carretera Málaga-Almería y el número de muertos civiles que provocó, así como el nombre del resto de poblaciones que fueron objeto del fuego de los cañones del crucero.
Si mi propuesta prosperase, cosa que sinceramente no creo que suceda, sería interesante conocer lo que pensarán los miles y miles de turistas extranjeros que visitan Tenerife cada año, al comprobar a que atrocidades se rinde homenaje en España.
Claro que a mi lo que me pide el cuerpo es que se funda la hélice, y que lo obtenido por la venta de su extraordinario bronce se done a la Asociación contra el Silencio y el Olvido por la Recuperación de la Memoria Histórica de Málaga, una asociación que ya lleva localizadas en fosas comunes a más de 2.800 personas asesinadas por el franquismo.