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jueves, 3 de agosto de 2023

Sobre ciudadanía y memoria democrática

Más allá de que la memoria histórica en España se olvida que las fronteras evolucionan con el paso del tiempo como señala Mª del Mar Fernández Pérez en "Memoria y frontera...":

En este periodo las fronteras del Estado eran diferentes, aunque en muchas ocasiones no se sea consciente de esto: no sólo territorios en Marruecos y el actual Sáhara ocupado eran posesiones españolas, también lo era Guinea Ecuatorial.
Resulta llamativa esta falta de referencias a las colonias si tenemos en cuenta que el imaginario colectivo de la Guerra Civil está plagado de referencias al norte de África: allí se produjo el golpe de estado en un primer momento, de allí venía el ejército africano y la famosa y temida guardia mora. Esta guerra, tan importante para la historia europea, empezó en África, y allí se produjeron los primeros asesinatos de quienes permanecieron fieles a la legalidad republicana. Es muy difícil hablar de este periodo sin hacer referencia al protectorado y situados en el momento actual, habrá que afrontar el desarrollo de la Ley de Memoria Histórica en territorio extranjero.

O como recordábamos en La memoria histórica deslocalizada II, la memoria y reparación no pueden limitarse sólo al territorio o al periodo afectado por la guerra civil, ya que se olvida de la memoria colonial, por ejemplo.

Así, con todo, la Ley 20/2022, de 19 de octubre, de Memoria Democrática establece, en su disposición adicional octava, la posibilidad de adquirir la nacionalidad española para:

a) los nacidos fuera de España de padre o madre, abuelo o abuela, que originariamente hubieran sido españoles, y que, como consecuencia de haber sufrido exilio por razones políticas, ideológicas o de creencia o de orientación e identidad sexual, hubieran perdido o renunciado a la nacionalidad española;
b) los hijos e hijas nacidos en el exterior de mujeres españolas que perdieron su nacionalidad por casarse con extranjeros antes de la entrada en vigor de la Constitución de 1978;
c) los hijos e hijas mayores de edad de aquellos españoles a quienes les fue reconocida su nacionalidad de origen en virtud del derecho de opción de acuerdo a lo dispuesto en la presente ley o en la disposición adicional séptima de la Ley 52/2007, de 26 de diciembre, por la que se reconocen y amplían derechos y se establecen medidas a favor de quienes padecieron persecución o violencia durante la Guerra Civil y la Dictadura (Ley de Memoria Histórica).

Pero surgen algunas contradicciones. 

Con la anterior Ley 52/2007, de 26 de diciembre, por la que se reconocen y amplían derechos y se establecen medidas en favor de quienes padecieron persecución o violencia durante la guerra civil y la dictadura, ya se planteó la posibilidad de que los ecuatoguineanos, saharauis e ifneños (o incluso cubanos, portorriqueños y filipinos) pudieran acogerse a esa opción, y entonces la jurisprudencia maniobró consolidando la interpretación de que los pobladores de los antiguos territorios coloniales nunca fueron españoles, ya que -alguien resolvió- éstos nunca fueron ciudadanos sino súbditos. Así, no es posible apelar a una nacionalidad que realmente nunca se ostentó. O en términos de la constitución de 1978, se trata de "la indisoluble unidad de la Nación española, patria común e indivisible de todos los españoles", por lo que la patria no se rompe si quien se emancipa no es español, sino mero habitante de un territorio administrado.






Es un argumento difícil de entender, pero hagamos un ejercicio de sofismo: suponiendo que el principio de súbdito frente al de ciudadano fuera real... ¿todos los ecuatoguineanos fueron "súbditos"? La historiografía colonial dice que en 1843, el Capitán de fragata Juan José de Lerena firmó el Acta de Incorporación a la corona de España de la isla de Corisco y otorgó Carta de nacionalidad española para los habitantes. Y el artículo 3 de la Constitución de la monarquía española de 1837 (al igual que la de Cádiz de 1812) es claro: son españoles “los extranjeros que hayan adquirido carta de naturaleza”, por lo que con las fuentes normativas de la época (la Constitución de 1837 fue fruto de la crisis del Estatuto Real, y sobrevivió dificultosamente hasta su derogación definitiva por la Constitución de 1845), los habitantes de los territorios regidos por Bonkoro I serían españoles por carta de naturaleza y -se entiende que- ciudadanos. Y el resto de los ecuatoguineanos (y sus descendientes) que no estuvieran sometidos a ese acto serían meros súbditos. O tal vez no, al fin y al cabo este texto es sólo un juego de argumentos. 

Ahora, que de los que fueron "emancipados" por el Patronato de Indígenas, ya ni hablamos...


Si tienes curiosidad, busca la ORDEN de 13 de agosto de 1962 por la que se declara en vigor en las Provincias de Fernando Póo y Río Muni el Decreto número 357/1962, sobre obligatoriedad del Documento Nacional de Identidad.


¿Seguimos con las dudas? 

Por otra parte,

El artículo 33. también establece la concesión de la nacionalidad española a los voluntarios integrantes de las Brigadas Internacionales y a sus descendientes que acrediten una labor continuada de difusión de la memoria de sus ascendientes y la defensa de la democracia en España.

Ésto es un paso más que el anterior Real Decreto 1792/2008, de 3 de noviembre, sobre concesión de la nacionalidad española a los voluntarios integrantes de las Brigadas Internacionales. Pero nos surge una duda... ¿los ecuatoguineanos (y sus descendientes) que lucharon por la República y que en 1968 perdieron su condición de súbditos españoles, podrían acogerse a ese beneficio? No son muchos... pero tampoco son pocos.

¿Los descendientes de ecuatoguineanos como José Carlos Grey Molay o José Epita Mbomo, que hicieron la guerra en las filas del ejército republicano, y que acabaron en el exilio (o incluso en campos de concentración nazis por ser españoles y republicanos), podrían acogerse a este beneficio o a los anteriores?




sábado, 3 de junio de 2023

Un poco más de Grey Molay

Pero ¿quién fue José Carlos Grey Molay?

Max Liniger-Goumaz afirma que era «Fernandino, nacido en Santa Isabel el 4 de julio de 1913; Medio hermano de Grange Molay. Estudios primarios en Santa Isabel. Estudios secundarios en Barcelona desde 1928. Inició estudios de medicina en la Universidad de Barcelona en 1933». Su historia conocida seguirá con la interrupción de los estudios a los 23 años por el estallido de la guerra civil, seguido de la  huida/expulsión a Francia con los restos del ejército republicano, maltrato por las autoridades francesas, hasta la incorporación a la 29 Compañía de Trabajadores Extranjeros destinado en el Caserne Toulouse y Niederhaslach, participando en la resistencia francesa a la invasión alemana. Finalmente es detenido e internado en el campo de tránsito de prisioneros de guerra Frontstalag 140 ubicado en el castillo de Belfort (Francia) y deportado al campo de concentración de Mauthausen.

Liberado en 1945, nunca podrá regresar ni a Barcelona ni a Guinea Ecuatorial, por estar ambos territorios bajo control franquista. 

Consolidado su exilio en Francia, nunca terminó su formación en medicina, especializándose como electricista. Murió en 1982, tras 46 años de exilio.

En su última década, tras la independencia de Guinea Ecuatorial y viendo la deriva del gobierno de Macías, particiàrá en la  Alianza Nacional de Restauración Democrática, representando a la organización en varias conferencias internacionales. Los problemas de los refugiados pesaron mucho en su accionar, presidiendo en Ginebra (1978) una conferencia organizada en el Consejo Mundial de Iglesias sobre ese tema.

Igualmente, la convicción de conciliar el desarrollo de África con las aspiraciones de su pueblo  fue una inquietud en sus últimos días.

Gustau Nerín, lo resume en un tweet: «afrocatalà deportat a Mauthausen, lluitador contra el feixisme i contra la dictadura de Macías».

¿Pero sabemos algo más de él? Contextualicemos: Los Fernandinos gozaron de cierto poderío social y económico en la guinea colonial, tanto como para poder cursar estudios en España (especialmente Barcelona), pero nunca fueron una población numerosa. De hecho, sus apellidos son recurrentes... y Grey o Molay no son de las más conocidos.

Así que no es de extrañar que Liniger afirme con convicción que Agustín Daniel Grange Molay era su medio hermano. Grange podría haber pasado a la historia como próspero finquero, concejal del Ayuntamiento de Santa Isabel y propietario de la funeraria local, pero en los años previos a la independencia destacó por integrar en representación de la Unión Democrática Fernandina UNDEMO la comisión ecuatoguineana de la Conferencia Constitucional de Madrid para la Independencia de Guinea Ecuatorial. Las crónicas de ésta se refieren a él indistintamente como "Grey Molay" o "Grange Molay" y fue de los defensores de una independencia sin división territorial. Con el nacimiento de la república, fue ministro de agricultura ya como integrante de MONALIGE y único fernandino en el primer gobierno de Macías. Tras pasar por varias etapas de arresto domiciliario, en 1972 fue nombrado ministro de educación, si bien al año fue cesado por usar la palabra "intelectual" en un consejo de ministros. Rafael de Mendizábal Allende en Misión en África. La descolonización de Guinea Ecuatorial (1968-1969), se referirá a él como «fernandino, feligrés de la Iglesia Evangelista, de labio leporino, parco en palabras, inepto, petulante e hispanófobo».

Pero esa es otra historia...

Y puestos a ficcionar sobre apellidos poco comunes y por buscar el contexto familiar: ¿recuerdan a la madre de Ignacio Garriga, doña Cloti Vaz de Concicao Molay, nacida en Barcelona, oriunda de Santa Isabel? Tiren de ese hilo y tal vez se lleven una sorpresa...

martes, 16 de mayo de 2023

Adoquín de la memoria

Tal vez -ficcionábamos en algún tweet- algún día José, Carlos, Fernando, Isidro o Manuel puedan tener su propio adoquín de la memoria...  

Pues parece que lo veremos: Carlos Grey Molay (conocido también como Greykey), prisionero n° 5124 del Campo de Concentración de Mauthausen, va a tener un adoquín de la memoria en Barcelona.

La semana pasada publicaban los medios: 

Dos Stolpersteine en Sarrià - Sant Gervasi recordarán a dos represaliados por el nazismo en el lugar donde vivieron

De las doce piedras de memoria que se colocarán este año, dos serán en el distrito, en los lugares donde las personas homenajeadas vivieron en algún momento de sus vidas.

Por una parte, la que se dedica a Carlos Grey Molay, que es la primera persona afrodescendiente del Estado español que contará con una Stolperstein. Nació el 4 de julio de 1913 a Fernando Póo, entonces colonia española (actualmente Bioko, en Guinea Ecuatorial). Fue un combatiente republicano notable que estuvo recluido y sobrevivió al campo de Mauthausen.

Aunque de orígenes humildes, pudo estudiar e ir a la Universidad de Barcelona, donde cursó medicina. El estallido de la guerra hizo que se uniera a las tropas que combatían contra los sublevados. Después de la derrota pasó a Francia, donde participó en la guerra contra Alemania. Detenido, fue enviado a Mauthausen en 1941 con la matrícula 5124. Después de la liberación volvió a Francia, donde permanecería el resto de su vida. Murió en 1982.

La colocación del adoquín en memoria de Carlos Grey Molay tendrá lugar en la calle de Atenas, 3, el jueves, 18 de mayo, a las 10.00 h. Lo hará el alumnado del CFA Montserrat Roig, del distrito de Sant Martí.

Cinco sobrevivientes de los campos de concentración conocemos, vinculados al territorio ecuatorial. Pero seguro que hay más...:

  • N° 31635 de Neuengamme: se trata del corisqueño José Epita Mbomo, "Yoni". Llegó a España en el viaje de vuelta de la Patrulla Atlántida y se acabó especializando como electricista y mecánico de hidroaviones en la base militar de Los Alcázares. Probable tío de Raquel Ilombe, fue el primer negro en casarse con una blanca en Cartagena, en donde se arraigó y le pilló la guerra. Derrotado el gobierno Republicano, acabó exiliado en Francia, donde luchó en la Resistencia contra la invasión alemana. Tras la derrota francesa, fue deportado a campos nazis y sobrevivió a un naufragio. Rehizo su vida en Francia tras la liberación.
  • N°5124 de Mauthausen (el más conocido). Carlos Greykey o Greymolay, ecuatoguineano de origen, creció en Barna en donde estudió medicina y luchó por la República. Como otros republicanos, sufrió exilio y acoso en Francia, hasta la invasión nazi. "Carlitos" pasó a defender la soberanía y libertades del país anfitrión, terminando finalmente en un campo de concentración alemán. Tras su liberación, se arraigó en Francia.
  • N° 4782 de Mauthausen: el cántabro Fernando Fernández Lavín, que había iniciado su exilio tras el bombardeo de la ciudad de Bata por el vapor Ciudad de Mahón. Se incorporó al frente catalán hasta "la retirada" republicana a Francia. Participó en la resistencia francesa a la invasión alemana, hasta la derrota. Y ya internado en el campo de concentración, participará de las estructuras clandestinas que acabarán tomando el campo tras la huida de las SS. Tanto él como Carlos Grey Molay  han quedado inmortalizados en las fotografías de Francesc Boi, el fotógrafo de Mauthausen.
  • N° 59282 de Sachsenhausen: Isidro Álvarez Martínez, el cartero batense. Como funcionario leal, integró el núcleo duro del Frente Popular en Río Muni, tuvo que huir, con el desembarco de falangistas y tropa marroquí en la bahía de Bata, y retornar al territorio peninsular por barco usando los puertos franceses. Al igual que sus compañeros, se ve empujado a "la retirada" a Francia, resiste a los alemanes y acaba en un campo de concentración.  Los años siguientes pasará por diferentes establecimientos, hasta recaer en los campos argelinos y finalmente retornar a España.
  • El 5° identificado (por ahora) es el ingeniero Manuel Cuenca Vázquez. En su caso, habría quedado en la isla de Fernando Póo tras el golpe de Estado del 19 de septiembre de 1936 en Santa Isabel. Triunfando el gobierno de Burgos, habría aprovechado un permiso reglamentario para reincorporarse al territorio leal a la república vía Lisboa. Acabará exiliado en Francia y finalmente en el campo de concentración de Buchenwald. Tras su liberación se verá exiliado a Venezuela.
Ya tenemos uno en Barcelona... tal vez algún día nos tropecemos con los adoquines por las calles de Malabo o de Bata.

jueves, 5 de mayo de 2022

Un guineo más en Mauthausen

Seguro que recordáis el sufrimiento de Carlos Grey-Molay (en diversos archivos y publicaciones se le identifica como José Carlos Grey-Key), Carlitos, en el campo de concentración de Mauthausen o el de José Epita Mbomo en Neuengamme.

Pero no fueron los únicos guineos que fueron confinados por los nazis... os contamos el caso de Fernando Fernández Lavín:

Cuenta Jesús Gutierrez Flores en “Guerra Civil en Cantabria y pueblos de Castilla" que Fernando Fernández Lavín nació en la localidad de Quintana de Soba (Cantabria) en 1914, «en cuya escuela aprendió las primeas letras, pastoreó el ganado de sus padres y segó y recogió la hierba de sus brañas. Salió de su tierra para emplearse en una explotación maderera en Guinea, hasta que la guerra le sorprendió con 20 años».

Al igual que otros conciudadanos, abandonará el territorio ecuatorial tras el triunfo del golpe de Estado y -en su caso- retornará vía Francia con un grupo de vascos. Ya en Cataluña, se incorpora como soldado de la quinta del 35 (había realizado el servicio militar en la Guardia Colonial).

Luchó en los frentes de Madrid, Teruel y el Ebro, para concluir en Cataluña con el grado de comandante. Fue herido en 1938 e ingresado en el Hospital Militar de Barcelona, donde conoció a la que será su mujer (Feliciana Alonso) que visitaba a unos chicos de Irún.
Traspasó nuevamente la frontera francesa con los vencidos y fue reclutado en una compañía de trabajo para después reforzar la línea Maginot que pretendía contener la amenaza del vecino alemán. Hecho prisionero, fue confinado en Mauthausen el 12 de diciembre de 1940, en donde coincidirá con Carlos Grey-Molay.

Está documentado que en el campo de concentración, Fernando Fernández Lavín se significó como miembro destacado de la organización de resistencia interna.

Carlos Hernandez de Miguel en "Los últimos españoles de Mauthausen" relata, por ejemplo, que «en septiembre de ese año, los deportados dieron un último paso en su nivel organizativo y fundaron el AMI, Aparato Militar Internacional. A esas alturas, los españoles ya llevaban meses con estructuras paramilitares que, aunque contaban con escasísimas armas, sí estaban relativamente bien organizadas. Por esa razón, Fernando Fernández Lavín, primero, y Miguel Malle, desde comienzos de 1945, fueron los dos máximos responsables del mando central del AMI junto al general soviético Andréi Pirógov. El papel de esta estructura militar cobró especial importancia,(..) en los momentos finales de la historia del campo y, también, durante las horas y días que siguieron a la liberación».

Fernando Fernández Lavín, comandante de la AMI, organización resistente clandestina creada en 1944 en el campo de Mauthausen, 4-7 de mayo de 1945 (Foto de Francesc Boix). 

Tras ser liberado, requirió atenciones médicas por una fuerte bronconeumonía y daños en el hígado. Regresó finalmente a España en 1954, trabajando como conductor de autobuses en Barcelona hasta sacar una oposición como administrativo.

Autor:Francesc Boix i Campo. Porta d'entrada al camp de presoners.Varis deportats encarregats del control del camp fins a l'arribada dels americans. Fernando Fernández Lavín, membre del Aparell Militar Internacional (AMI). Tira de sis imatges, marca PERUTZ, amb la numeració: 4, 3, 2, 1, 45, 44, a la part superior.

Falleció en 1993 en Barcelona, sin regresar nunca al territorio ecuatorial.
  • El cuarto guineo confinado en un campo de concentración nazi (inicialmente en Sachsenhausen y finalmente en Laufen), fue Isidro Álvarez, el cartero de Bata. Sobre su vida encontrarás más información en el blog deportados de Asturias.
Pero si quieres saber más sobre Carlos Greykey, accede a

miércoles, 6 de mayo de 2020

75 años de la liberación de Carlitos

Ayer publicaba El Diario: Las pruebas de la responsabilidad franquista en la deportación de españoles a campos nazis, a 75 años de su liberación:
El 5 de mayo de 1945 una unidad del Ejército estadounidense liberó el campo de concentración nazi de Mauthausen, llamado "el campo de los españoles" debido al gran número de compatriotas que sufrieron y/o perecieron tras sus alambradas. La liberación no fue un acto premeditado y tuvo poco de épico. Un pelotón de 23 hombres, liderado por el sargento Kosiek, se topó por casualidad con el recinto mientras realizaba una misión rutinaria de reconocimiento. Los SS habían huido y dejado la custodia de decenas de miles de famélicos prisioneros a un asustado grupo de policías de Viena que no tardaron ni un segundo en rendirse.

Los libertadores apenas estuvieron cuatro horas en el recinto porque recibieron la orden de regresar a su base con los cuatro únicos prisioneros estadounidenses y británicos que había en el campo. El resto de los "liberados", un ejército de hombres y mujeres enfermos, desesperados y hambrientos, quedaron abandonados entre un océano de cadáveres. Afortunadamente, la organización clandestina internacional, creada por los propios prisioneros españoles durante su cautiverio, se hizo con un arsenal de armas y mantuvo un cierto orden hasta que, casi 24 horas después, llegó el grueso de las tropas estadounidenses. La pesadilla había terminado.

Mauthausen fue el último campo de concentración nazi en ser liberado. Su importancia histórica para nuestro país no fue reconocida hasta el pasado año. Desde 2019, el 5 de mayo es considerado oficialmente el Día de Homenaje a los españoles deportados y fallecidos en campos de concentración y a todas las víctimas españolas del nazismo. Más de 9.300 de nuestros compatriotas, de los cuales al menos 300 eran mujeres, sufrieron años de cautiverio en los campos de la muerte de Hitler.

5.500 de ellos perecieron en ellos de la misma forma que los judíos, los gitanos, los soviéticos, los testigos de Jehová o los homosexuales: en la cámara de gas, ahorcados, apaleados, en macabros experimentos médicos, devorados por los perros, de hambre, de todo tipo de enfermedades… Mauthausen y su letal subcampo de Gusen son el símbolo de la deportación española porque por ellos pasó el 80% del total: más de 7.500 hombres y mujeres. El resto se repartió por Dachau (756), Buchenwald (636), Ravensbrück, Bergen Belsen, Auschwitz, Flossenbürg, Natzweiler, Neuengamme, Sttuthof, Sachsenhausen…
Deportados por Franco, Hitler y Pètain

Investigadores y asociaciones de Memoria Histórica coinciden en denunciar que el olvido que han sufrido estas víctimas españolas del nazismo por parte de nuestra democracia obedece a una única razón: también son víctimas del franquismo. La documentación que se conserva en los archivos demuestra que estos hombres y mujeres acabaron en los campos nazis por obra y gracia de un triángulo político formado por Francisco Franco, Adolf Hitler y Philippe Pétain, el líder de la Francia colaboracionista. Sin embargo, en la graduación de responsabilidades el dictador español aparece destacado en primer lugar. (...)

Pese a que no se le haya dado la relevancia de otros campos de concentración, no debe ser olvidado.
Y en lo que a este paseo por la calle 19 de Septiembre de la vieja Santa Isabel se refiere, tampoco debemos olvidar que el 5 de mayo supuso la liberación de Carlos Greyekey, Carlitos, nacido en la isla de Bioko y emigrado muy joven a Barcelona. Ahí hizo su vida e inició estudios de medicina. Iniciada la guerra se sumó a la defensa del Gobierno, siendo expulsado al exilio con la caía de la República. Al igual que los demás exiliados republicanos sufrió el maltrado por parte de las autoridades fancesa, hasta que iniciada la invasión alemana se sumaron a la defensa de las libertades del país. Con la derrota de la República francesa, fue confinado en Mauthausen, en donde inicialmente fue tratado con menor rigor que al resto de sus compañeros por el color inusual de su piel, hasta caer en desgracia. Así con todo, logró sobrevivir hasta la liberación del campo de concentración, iniciando su exilio como apátrida: con un gobierno español que le desconocía y una república de Guinea Ecuatorial inexistente. Falleció en los 80, nacionalizado francés.

Si quieres saber más sobre Carlos Greykey, accede a 



lunes, 2 de marzo de 2020

El caso de Carlitos

Es cierto, hubo ecuatoguineanos que lucharon en la guerra civil: uno de ellos estuvo incluso entre los que sufrieron el exilio tras la derrota de la República y acabó confinado en un campo de concentraciónLucía Mbomío lo cuenta en Prisionero 5124: Grey Molay, el republicano negro, uno de sus artículos de Afroféminas.

En Guinea Ecuatorial, ante la ausencia de archivos y la dificultad de acceder a fuentes primarias de información, es habitual recurrir a la literatura como respaldo documental.

Lo vamos a hacer también nosotros.

David Wingeate Pike en Españoles en el Holocausto - Vida y muerte de los republicanos en Mauthausen recoge que «A diferencia de los polacos, los rusos y muchos alemanes y austriacos, todos los españoles estaban allí por ser antifascistas. Casi en su totalidad eran veteranos de la guerra civil española y, curiosamente, incluían al único negro de Mauthausen: Carlos Gray Key, originario del Marruecos español pero nacido en Barcelona». El autor no acertó ni en el nombre ni en el origen.

«Con estos testimonios -añadirán Montse Armengou, Ricard Belis en El convoy de los 927- dejan de ser fotografías horrorosas para convertirse en historia vividas y sufridas, como la de Carlitos, un muchacho de Barcelona que no dejaba de decir "¡Me cago en Dios!" porque los alemanes se divertían dejándolo en carne viva de tanto fregarlo con agua y jabón. Era negro y los oficiales estaban empeñados en que se volviera blanco. Las humillaciones parecían no tener fin.»

En "El fotógrafo de Mauthausen" reproducen un edulcorado ejemplo de estas humillaciones:


O como relata Joaquim Amat-Piniella en K. L. Reich, «entre la multitud destacaba un punto negro. Era un muchacho barcelonés nacido en el África española. El oficial que lo descubrió desde arriba lo hizo llamar para que se presentara. El cuerpo del negro, robusto y musculoso (el hecho de ser negro le había valido un buen Kommando) sorprendió a los alemanes. Según sus convicciones racistas, los negros eran seres con las extremidades flacas, el vientre abombado y con expresión de caníbales. Aquel muchacho no era únicamente bello, sino hasta culto. Hablaba varios idiomas, entre ellos el alemán. Una vez en el mirador, tuvo que permanecer largo rato en la posición de "firmes", mientras el grupo de visitantes saciaba su curiosidad. Los prejuicios racistas se tambaleaban. Uno de los soldados, un joven linfático, con cara de infeliz, no pudo refrenar su necesidad de comprobar que no existía superchería; humedeció su dedo índice con saliva y frotó con fuerza la piel del negro. Su cara expresó desencanto y admiración a un tiempo: el color era sólido».


Carlos Hernández de Miguel en Los últimos españoles de Mauthausen - La historia de nuestros deportados, sus verdugos y sus cómplices, narra que «En este océano de vejaciones, lo peor que le podía ocurrir a un prisionero era atraer las miradas de los SS. Carlos Grey-Molay (En diversos archivos y publicaciones se le identifica como José Carlos Grey-Key) no pudo evitar convertirse en el centro de atención de los soldados y oficiales alemanes. Carlitos, tal y como le llamaban sus compañeros, era negro. Nacido en Barcelona, su familia provenía de la colonia española de Guinea. José Alcubierre fue testigo de su llegada al campo el 7 de junio de 1941: "Los alemanes le miraban como a un bicho raro. Le tocaban para ver si su piel desteñía, le abrían la boca para mirarle los dientes y se reían sin parar. Luego le empezaron a lavar con agua y jabón. Le frotaban con fuerza para ver si eran capaces de quitarle el color negro. Los prisioneros polacos empezaron también a reírse y nosotros nos enfrentamos a ellos porque se trataba de un compañero. Aunque era español le tenían en una barraca aparte. En cuanto podía se venía con nosotros, pero los SS le decían: Tú eres negro, así que no te juntes con estos". Como si fuera una atracción de circo, Carlitos fue admirado por el propio comandante Ziereis, que decidió colocarle como camarero en el pabellón de los oficiales. El propio Himmler tuvo ocasión de contemplar esta «rareza de la naturaleza» en una de las tres visitas que realizó al campo. Mariano Constante, que trabajaba como ordenanza de los SS, estaba presente: "Ziereis hervía en deseos de que su jefe supremo admirara aquel representante de una raza aún más baja que la de los subhombres. Hizo toda una serie de comentarios abominables sobre nuestro compatriota y su color de piel, acompañando sus explicaciones de bromas que provocaban la risa histérica de sus secuaces y que remató con este comentario: Es un negro español, sí, pero desciende de los negros de África, y lo que es más, de una tribu de antropófagos. Su padre comía carne humana". La curiosidad inicial entre los alemanes degeneró pronto en un profundo rechazo hacia el "salvaje" que tocaba su comida. Grey-Molay fue destinado a limpiar los retretes de los SS y, finalmente, a la cantera. Carlitos, el negro de Mauthausen, consiguió sobrevivir gracias a la ayuda de sus compañeros. Las secuelas de la tuberculosis y el recuerdo de las vejaciones a que fue sometido le acompañaron hasta el fin de su vida».





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miércoles, 22 de enero de 2020

Ojos que no ven

Juan Valbuena, en su proyecto sobre la relación entre España y Guinea Ecuatorial, Ojos que no ven,corazón que no siente, describe este periodo:

Imagen familiar en el parque de Punta Fernanda, al fondo Monumento a los Caídos en la guerra civil.
Fotografía del album familiar de Erika Reuss incluido en la selección de OQNVCQNS.
«España y Guinea estaban muy lejos, las escasas comunicaciones consistían en un barco mensual y la inercia política fue convirtiendo a la colonia africana en una especie de virreinato donde los sucesivos gobernadores tenían atribuciones casi absolutas. La inestabilidad social de la metrópoli llegaba amortiguada y con mucho retraso: la instauración de la II República en 1931 no supuso grandes cambios en la cuestión colonial, si bien se nombró por vez primera a un civil como Gobernador de los Territorios Españoles del Golfo de Guinea. Duró poco en el cargo: era el otoño de 1932 y, en su primer viaje de reconocimiento, el diplomático Gustavo de Sostoa fue asesinado en extrañas circunstancias por el Sargento Castilla, la máxima autoridad de la remota isla de Annobón. Tres años después tiene lugar un episodio vinculado a Guinea con una gran repercusión en la política española: el Inspector General de Colonias, Antonio Nombela, puso en conocimiento de las Cortes un caso de corrupción vinculado a la cancelación de un contrato público de transportes marítimos con la colonia. El escándalo consiguiente dio pie a la ruptura de la coalición conservadora en el poder y la posterior convocatoria de las elecciones, en febrero de 1936. La victoria del Frente Popular en esos comicios se considera el punto de no retorno que desencadenó el levantamiento del ejército y la trágica Guerra Civil, un conflicto que acabó con la victoria del General Franco y su nombramiento como Caudillo de España.

El día 18 de julio de 1936 fue un día normal en la colonia, donde glorioso, alzamiento y nacional son tres palabras que no describen lo ocurrido. Hasta el mes de agosto no hubo movimientos significativos, estos devinieron en la paradójica situación de que, durante algunas semanas del mes de septiembre, el continente permaneciera fiel al gobierno republicano del Frente Popular mientras la isla ya se había alineado con las tropas sublevadas. En octubre hubo un único enfrentamiento armado que se saldó con dos soldados negros muertos, uno por cada bando. También fallecieron por error los llamados Mártires de Bata, unos seglares y religiosos hechos prisioneros en las bodegas de un barco hundido por el fuego amigo del Ciudad de Mahón, nave que llegó desde Canarias con tropas leales a los golpistas para tomar el control de la región continental. Desde ese momento, Guinea fue zona nacional. La Administración española resultante modificó los estatutos del Patronato de Indígenas, ahondando más en la separación entre indígenas y negros emancipados, cuyos derechos eran equiparables a los de los blancos gracias a su “grado de cultura, educación, moralidad y posición económica” individual o familiar. En esta rígida estructura legal, que se mantuvo vigente hasta los años sesenta, serían considerados indígenas -sujetos sin independencia jurídica efectiva- todas las personas negras, ya fueran originarias de Guinea o hubieran llegado como comerciantes o fuerza de trabajo en cualquier momento. Poco a poco, la colonia dejó de ser un lugar abierto al que se podía llegar sin papeles. Se disparó la expedición de documentos y salvoconductos (wakabuk, en pichin), la burocracia y la fotografía útil aparecieron con fuerza en escena y se generalizó el control de movimientos por el territorio. Se empezó a perseguir la ociosidad, el comercio informal y se impuso la habitual construcción “vagos y maleantes”. Pese a todas estas medidas, no se consiguió establecer un mecanismo fiable de identificación y marcación de origen, por lo que existió bastante confusión, y muchas personas fueron asignadas erróneamente a lugares o grupos humanos a los que no pertenecían. Como cuenta Enrique Martino, el valiente investigador español que puso en marcha opensourceguinea.org, sigue sin haber una estructura individualizadora fuerte, la gente tiene varios documentos diferentes y las cifras de los censos bailan a lo largo de las décadas (...). Las dificultades económicas consecuencia de la Guerra Civil y el aislamiento internacional tras el fin de la Segunda Guerra Mundial hicieron de España un país eminentemente autárquico. Las necesidades de abastecimiento de materias primas en todos los sectores convirtieron los productos procedentes de Guinea en preciados bienes. La oferta y la demanda de los mismos no dejó de aumentar en décadas, propiciando las explotaciones privadas intensivas: especialmente de madera en el continente y de cacao en la isla. La presencia del Estado estaba destinada a garantizar el bienestar de los colonos -ahora llamados coloniales-, sus posesiones y sus negocios. Se estima que el 90% de las exportaciones de productos que salían de los Territorios Españoles del Golfo de Guinea llegaban a los puertos de la península, en una relación de dependencia económica característica del colonialismo. El escaso número de españoles que ha habido siempre en Guinea es llamativo; sin duda, esto ha propiciado históricamente una especie de régimen de finca privada protegida por recursos públicos, lo que acaba explicando ciertas inercias en la relación entre ambos territorios. Es sorprendente también el reducido número de familias de guineanos casi todas de origen Krio, que acabaron residiendo en España, muchas de ellas en Barcelona y Bilbao. Como contraejemplo de la historia de aquellos años: José Grey Molay, nacido como Carlos Graykey en Barcelona en 1913. Brillante estudiante que no pudo acabar Medicina por el estallido de la Guerra Civil, luchó en ella por el bando perdedor y, como muchos otros españoles, tuvo que exiliarse, cruzando a pie los Pirineos. En la Segunda Guerra Mundial fue derrotado de nuevo en territorio francés, capturado e internado en el campo de concentración de Mauthausen donde, según la investigación llevada a cabo por la periodista Lucía Asué Mbomío, le adjudicaron el número 5124, la S de Spanier y el triángulo azul de los apátridas. Fue el único prisionero negro retratado por el fotógrafo español Francisco Boix, cuyas imágenes y testimonio se utilizaron en los Juicios de Nuremberg. Liberado en 1945, nunca quiso volver a España y hasta 1982 vivió en La Corneuve, un barrio de la periferia de París con gran número de vecinos de origen africano....».


viernes, 22 de marzo de 2019

Biznaga de Plata a de Enric Ribes

.¿Recordáis al Prisionero 5124: Grey Molay, el republicano negro?

Su hija Muriel ha participado en la producción de un documental (compartimos el
trailer):


GreyKey nace de la curiosidad y el miedo de Muriel Grey-Molay hacia su padre, fallecido cuando era pequeña. Mediante una fascinante selección de archivo, Muriel recorre el camino de su padre, un hombre que trabajaba de noche y temía la oscuridad y el silencio. Finalmente, a través de la voz Muriel y el proyecto de Enric Ribes, se consigue poner fin a las dudas sobre el enigmático carácter de Carlos Grey-Molay, un guineano superviviente del campo de concentración de Mauthausen.
Y éste ha ganado la Biznaga de Plata al mejor cortometraje documental en la Sección Oficial de Cortometrajes Documental del Festival de Málaga
Si quieres conocer más sobre Carlos Greykey, accede a

sábado, 30 de junio de 2018

Carlos Greykey llevado al cómic




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lunes, 2 de abril de 2018

Prisionero 5124: Grey Molay, el republicano negro

Es cierto, hubo ecuatoguineanos que lucharon en la guerra civil, y uno de ellos sufrió exilio tras la derrota de la República y acabó confinado en un campo de concentración.

Lucía Mbomío lo cuenta en uno de sus artículos de Afroféminas, tras una cuidadosa investigación:

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Prisionero 5124: Grey Molay, el republicano negro

Una noche de vigilia, allá por 2008 o 2009, me pregunté si los que eran como yo, lxs negrxs, también habían formado parte de los acontecimientos que tuvieron lugar en Europa. Me dediqué a buscar por Internet y encontré el documental “Noirs aux camps nazis”  (Negros en los campos nazis) de Serge Bilé. Descubrí a José Carlos Greykey (cuyo nombre real, supe después y gracias a mi investigación, era José Carlos Grey Molay) y a partir de ahí, sentí la necesidad de contar su historia. Así  fue como me embarqué en la producción de un documental que jamás pude concluir, pero que me sirvió para dar con fotos y documentos valiosísimos (como su ficha de ingreso en Mauthausen), para conocer a su familia, a algunas de sus amistades y, en definitiva, para saber más acerca de esta figura tan interesante  que hoy quiero que conozcáis.


Aún recuerdo cuando entrevisté a José Alcubierre en Angouleme, Francia. Tenía 80 y pico años y nadie podría imaginar al verle, con su pinta de abuelo del montón,  que era un superviviente  de uno de los regímenes execrables que nos “regaló” el convulso s. XX, que su estómago, siendo todavía un niño,  había soportado un hambre inenarrable, que sus pies habían padecido calambres y que sus brazos sabían qué era el agotamiento extremo. Alcubierre había compartido confinamiento con José Carlos en Mauthausen y le llamaba Carlitos.

Me contó que lxs españolxs tenían bastante peso allí porque eran muchos y que, a pesar de ser reclusos, tenían cierta influencia. Un buen día les llamó otro compañero de encierro para avisarles del maltrato que estaba padeciendo uno de los suyos. Acudieron unos cuantos corriendo a una placita para defenderle y encontraron a varios nazis que, con un frío del que duele, le echaban agua constantemente “para ver si se volvía blanco”. Tardaron en caer en la cuenta que aquel hombre, también era español, un negro español y republicano, de los del triángulo azul, de los que se quedaron sin patria por no apoyar el alzamiento franquista. No tenían patria pero sí lugar de nacimiento y de vida y de recuerdos, hasta que todo se truncó. José Carlos nació en 1913 en Fernando Poo  (hoy, Isla de Bioko, Guinea Ecuatorial) , por aquel entonces, colonia española (aunque en el documento de ingreso en el campo pusiera Barcelona).

Oímos la historia de buena parte de las víctimas y de los verdugos, de los que ganaron y de los vencidos. Oímos testimonios de judíos, republicanos, y comunistas. Nos estremecimos, sufrimos por ellos.
Pero faltó algo.

En la primera mitad del s.XX,  Europa era un gigante artificial, abarcaba toda su superficie actual y, además, los territorios que tenía en África, Caribe y Asia. Por aquel entonces, el viejo continente se retorcía de dolor en luchas intestinas generadas por el auge del imperialismo del que el colonialismo no era sino otro síntoma (y consecuencia).

Durante la Gran Guerra, la mitad del mundo se partió la cara con la otra mitad. Se perdieron dinero, ciudades, monumentos, vidas… Se calcula que, entre 55 y 70 millones de personas, murieron en la primera contienda global. Entre ellas, había convencidos, reclutados por la fuerza, y africanos. Dentro de los africanos los había dispuestos y también obligados. La mayoría combatió en una guerra que no era la suya, en un lugar que no era el suyo (y que podía estar pisando por primera vez), en un clima que no era el suyo, por una causa que desconocía y por una patria que, aunque afirmara lo contrario, tampoco era la suya salvo porque así lo había estipulado la Conferencia de Berlín.

Me temo que ningún o casi ningún africano asistió a esa conferencia.

Cesó la guerra y nació el fascismo, bautizado con mil nombres (nacionalsocialismo, fascio, franquismo…) y con una sola cara: la del terror. Encontró una fervorosa acogida en una tierra lastimada, sembrada de desheredados y resentidos. Creció alimentado de la pasividad de la Sociedad de Naciones y alcanzó su mayoría de edad en España un 18 de Julio de 1936.

Erróneamente, en España, nos han transmitido que las últimas colonias se perdieron en 1898. Olvidan el enclave del IFNI, el norte de Marruecos, el malogrado Sáhara y Guinea Ecuatorial, que necesitaron más de 70 años para desligarse de la metrópolis. Así las cosas, los que, en esa época eran españoles, se alistaron (o no, pero entraron) en un bando u otro.

José Carlos Grey- Molay (1913 – 1982) estaba en Barcelona estudiando medicina cuando le sorprendió el inicio de la contienda. Había llegado a España 9 años antes, procedente de Guinea Ecuatorial para continuar sus estudios de Bachillerato. Se consideraba catalán y hablaba perfectamente la lengua de allí. Desde el principio, se posicionó del lado republicano, luchó con sus afines y, como ya sabemos, perdió. Perdieron.

De igual modo que otros tantos republicanos, fue a parar a Francia, lugar en el que poco después también arribó el fascismo. El mariscal Petain asumió la presidencia durante el Régimen de Vichy y Francia, que se había levantado contra las hordas hitlerianas, terminó por ser un nido de ellas… Algunos franceses formaron un sólido grupo de resistencia al que también se unieron refugiados españoles, Grey- Molay, por ejemplo.

Todo aquel que perteneciera al movimiento disidente y que fuera capturado, terminaba ejecutado o en un campo de concentración. El gobierno francés era fascista, el español, también. Los portadores de ideas diferentes no tenían lugar en ninguno de los dos países, de modo que ningún estado los reclamó.

Vagones repletos de seres humanos caminaban por columnas de hierro que atravesaban impávidas las fronteras que, en plena contienda parecían inexpugnables  … y sin embargo, es evidente, no lo eran si de lo que se trataba era de transportar seres humanos a los que se trataría sin ningún tipo de humanidad.  El destino final eran campos de esclavitud, de extenuación y hacinamiento, de experimentación, de muerte. De muerte.

– ¿Por qué eres negro? Le preguntaban a Carlos.
– Porque mi madre no me ha lavado bien. Contestaba una y otra vez a sabiendas de que esa respuesta podría costarle la vida.

Regidos por ignorantes salvajes y despiadados, lo mejor al llegar era no llamar la atención de las SS, pero, para un negro, rodeado de blancos, eso era, y es, imposible.

José Carlos fue capturado en el frente del Rhin e internado en Mauthausen en 1941. Era un extraño “ejemplar” para los nazis (pese a que en Alemania había negros procedentes de Namibia, Tanganika, Togo y Camerún) y para los propios españoles, hermanos de ideas, encierro y armas.
Los nazis veían el caso Grey-Molay como algo tan curioso, que terminaron por convertirle en asistente personal de ellos. Él era el que les abría las puertas, el que les servía la comida… Vestido con un uniforme del ejército yugoslavo, José Carlos, era una especie de botones, sin horarios. Eso le provocó que se salvara de trabajar en las duras canteras. Ahora bien, estaba a la merced de los impulsos asesinos de los oficiales para los que servía.

Juan de Diego, otro interno español, decía que para el resto de compatriotas, era uno más. Nunca vieron su color. Según él, la solidaridad entre la comunidad española era muy fuerte, más que en cualquier otra. Eso salvó a José Carlos cuando los nazis se cansaron de ver a un negro cerca de ellos.

En 1945, Grey Molay fue liberado. Como tantxs otrxs republicanxs, decidió no regresar a España sino que se fue a París, lugar en el que, según una de sus hijas, trabajó de bailarín en un cabarette, al principio, y de electricista después, formó una familia y siguió luchando por la libertad. Desde 1977 y hasta su muerte, en 1982, fue un activo miembro del ANRD (Alianza Nacional de Restauración Democrática) que se posicionó en contra del dictador ecuatoguineano Macías Nguema. Grey Molay volvió al origen aunque nunca regresara a la tierra que le vio nacer.

No se sabe cuántos negros perecieron durante la II Guerra Mundial ni en la Guerra Civil Española. Ni siquiera podríamos decir cuántos lucharon en un bando u otro o cuántos tuvieron la mala suerte de entrar en un campo de concentración. Sabemos que José Carlos Grey- Molay fue uno de ellos y, por eso, es importante que sepamos quién fue, merece que le recordemos.


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sábado, 18 de noviembre de 2017

Brigadistas Internacionales

El Boletín Oficial del Estado del 17 de
noviembre de 2008 publica el Real Decreto 1792/2008, de 3 de noviembre, sobre concesión de la nacionalidad española a los voluntarios integrantes de las Brigadas Internacionales.

Parece de justicia, al igual que lo fue el Real Decreto 39/1996, de 19 de enero, sobre concesión de la nacionalidad española a los combatientes de las Brigadas Internacionales en la guerra civil española, que le precedió.

Surge, sin embargo, una paradoja: ¿los ecuatoguineanos que lucharon igualmente por la República y que posteriormente perdieron su condición de súbditos españoles tras la independencia, podrían acogerse igualmente a ese beneficio?

lunes, 8 de mayo de 2017

El republicano negro que sobrevivió a Mauthausen


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