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lunes, 26 de abril de 2021

Elena en Barna

La Compañía Española de Colonización Africana-ALENA fue uno de los grandes poderes fácticos del territorio, y sin embargo apenas tiene presencia en este paseo por la calle 19 de Septiembre de la vieja Santa Isabel. De hecho, no son pocos los que analizan que la materia reservada que imperó por años en los asuntos ecuatoguineanos estaban vinculados a los intereses económicos de los accionistas de ALENA, Carrero Blanco incluido.

Así, su presencia se toca tan sólo tangencialmente cuando hablamos de la Bata republicana: Está en la lista de donantes de las 10.353,65 pesetas para la República, y su sede en Bata fue el alojamiento intermedio para los 17 religiosos confinados en el correo Fernando Poo. Igualmente está documentado el procesamiento de José E. Barráu, empleado de Casa Alena por el Tribunal Regional de Responsabilidades Políticas de Santa Isabel, y su condena a dos años de destierro y abonar una multa de 500 pesetas (cantidad que coincide con la donación realizada por la empresa). Poco más.

Curiosamente, Ángel Miguel Pozanco, recoge en Guinea mártir que ALENA asumió los activos guineanos de la Trasatlántica, otra gran empresa vinculada históricamente al territorio: «La ALENA, cuya iniciación fue el mayor bluff imaginable, era en Bata un poder más fuerte que la propia Administración. La ALENA era amiga de los frailes. Hasta entonces había sido intocable. A la larga, mediante cualquier procedimiento, hubiera sido la dueña de la mayor parte de Guinea».

De hecho, Fernando Ballano en Aquel negrito del Africa tropical relata que «en 1925, tras el fallecimiento de Claudio López Bru en abril de ese año, la Trasatlántica vende sus activos guineanos a la Compañía Colonial de África. posteriormente, en 1929, el Banco Hispano Colonial y el Banco de Cataluña crean la Compañía Española de Colonización Africana (ALENA) que se hará cargo de los activos de la C.C.A. y va a seguir ampliando negocios de todo tipo (madereros, agrícolas, comerciales, etc.) en la colonia. Posteriormente veremos que varios historiadores como Liniger, Pelissier y Rafael Fernández; y políticos como García-Trevijano y Macías harán referencia a la fuerte participación accionarial en la empresa de Carrero Blanco y otros gerifaltes del franquismo. No olvidemos que Carrero conocía bien la región pues uno de sus primeros destinos como oficial fue cartografiar la desembocadura del Muni por lo que sabía las posibilidades económicas de la zona. En otras fuentes se dice que la creación de ALENA fue en 1926, con financiación del Banco Exterior de España y con Carrero Blanco como accionista principal. En 1968, en el momento de la independencia, la ALENA, la empresa sucesora de la Trasatlántica poseía 3.000 hectáreas en Guinea. (...) En 1971 -concluye Ballano-, ALENA decide el cese total de sus actividades en Guinea».

Una vez más, nos topamos con la dificulta de obtener información.De haberla, ésta es de difícil acceso. Pero si saber sobre ALENA en el territorio ecuatorial es difícil... ¿por qué no conocer un poco más de la empresa es España?

Pere López Sánchez le dedica un capítulo a la ALENA (o la Elena en el habla popular de los vecinos de las Casas Baratas de Can Tunis, Barcelona) en Rastros de rostros en un prado rojo (y negro):

«No fueron hechos aislados y en el barrio no estuvieron al margen. De los más sonados, por su repercusión no sólo entre los vecinos sino en la ciudad entera, fue lo ocurrido por el conflicto de la fábrica Alena. (...)

La Compañía Nacional de Colonización Africana (la ALENA) era de reciente creación. El Banco Hispano Colonial, con el apoyo del Banco de Cataluña, y unos cuantos prohombres no dejaron escapar la oportunidad de hacer más negocio si aprovechaban las concesiones que les brindó la dictadura de Primo de Rivera para expoliar, sin contemplaciones, los bosques de la Guinea Ecuatorial —entonces— española. Allá explotaban, sin ningún escrúpulo, a los esclavos negros; acá, en la fábrica de tableros contrachapeados que habían montado en la carretera del Port número 395, pretendían hacer lo mismo con los esclavos blancos: los peones cobraban entre cuatro y cinco pesetas por jornal y el despotismo se ejercía como en un presidio. Los primeros pasos para negociar unas bases de trabajo los dio el gerente de la empresa, despidiendo al delegado de los obreros. Sin embargo, por el plante de los compañeros tuvieron que readmitirlo, aunque al poco y alegando la necesidad de montar unas nuevas máquinas, los despidieron a todos hasta nuevo aviso. La reapertura llegó en junio, pero con una condición: la empresa sólo admitiría a los obreros que ella precisara en cuantía y con el perfil requerido. Los que pertenecían a la CNT no entraban en aquellos requisitos y unos recién afiliados a la UGT -estuvieran antes o no trabajando en la casa ALENA- fueron contratados. 

El miércoles 10 de junio la prensa daba cuenta de la sangrienta colisión entre obreros a las puertas de la fábrica y recogía las declaraciones del entonces gobernador Companys: se ha acabado el matonismo, «allí donde se pida fuerza para garantizar el orden y la libertad del trabajo, será enviada». Por lo que contaron los vecinos —en una carta que suscribieron unos trescientos y en las declaraciones de otros ante el juez instructor—, los que arbitrariamente fueron despedidos se apostaron en los accesos a la fábrica; luego vendrían los disparos que procedían de la taberna de enfrente, donde estaban algunos de los recién contratados que lucían ahora el carnet de la UGT, pero que hasta hacía poco ostentaban el de los Sindicatos Libres. El saldo del desigual combate que se libró —unos con pistolas, los otros con mazas y garrotes— fue de trece heridos, cuatro de gravedad. La peor parte se la llevaron los de la CNT. 

El informe de la Cámara ya lo recogía: los obreros persisten en hacer valer sus bolsas de trabajo. Nada mejor, entonces, que hacer pasar como colisión entre obreros lo que era, en el fondo, litigio abierto entre clases. La libertad del trabajo, para los partidarios del orden, consiste en la libertad de contratación y de despido que erradique la conflictividad. En aquellas circunstancias, eso representaba amansar o borrar del mapa a la CNT valiéndose de otras formaciones sindicales. Al cabo de una semana, una asamblea del ramo de la Madera recogió el guante. Sabedores de que no era el momento de llorar ni de lamentaciones, plantearon el boicot total a la empresa y reclamaron la solidaridad del Sindicato del Transporte —en especial de los portuarios— para que no descargasen ninguna madera de la ALENA, mientras ellos se encargaban de no manipularla en sus talleres y de que no funcionasen las máquinas en la carretera del Port. La empresa, en su memoria del año siguiente, reconoció el enorme quebranto que le provocó aquel boicot: se estropearon casi 3.000 toneladas de madera en troncos que tenían en existencia y tuvieron que desviar los cargamentos flotantes hacia el puerto de Hamburgo. De poco sirvió que se intentara recurrir a borrar el nombre de ALENA de los tableros que se pretendían distribuir o que algún avispado lo sustituyera por el de Susex. El Sindicato reaccionó poniendo en práctica aquel ingenio del label: procederían ellos a marcar con su sello —un triángulo con la inscripción CNT-Ramo de la Madera-Label— los únicos tableros que se podrían emplear para la fabricación de muebles u otros objetos. 

Mediado el mes de agosto, el conflicto y el boicot se dio por zanjado. Aquella compañía todopoderosa —de negreros, decían los obreros— firmó las bases del arreglo donde reconocía al Sindicato, readmitía a todos los obreros, abonaba tres semanas íntegras de jornal atrasado, se comprometía a abonar los gastos de curación y clínica derivados de aquella colisión sangrienta y al delegado —que quedó imposibilitado físicamente tras las graves heridas de aquel día— le daría un trabajo adecuado y se encargaría de cubrir su convalecencia. En la memoria de 1932, no en vano, se recogerá que, tras aquellos tropiezos, "actualmente ALENA está en excelentes relaciones con todas las agrupaciones obreras y aun podemos afirmar que llegan a ser cordiales, resolviéndose amistosamente cualquier dificultad que se presenta". Bueno, era un decir, porque en junio del 36 los obreros protagonizaron otra enconada huelga que volvieron a ganar: los horarios se redujeron y los jornales se incrementaron considerablemente».

Iniciada la guerra, fue colectivizada, y tras caer Barcelona fueron depurados tanto los trabajadores vinculados a movimientos sindicales -identificados por los directivos de la empresa- como los que participaron en el proceso de colectivización: «Entre ellos estaban Andrés Navarro, Cristóbal Alcón, José Martínez, Antonio Cantó y José Valcárcel, que cargaron con un consejo de guerra entre cuyas acusaciones constaba su impronta relevante en los trastornos que sacudieron a los amos y directivos de "la guineana" ALENA».

Vista aérea de ALENA, Etembue

lunes, 19 de abril de 2021

El Cejas en Bata

Documenta Luis Vila-San Juan en El curioso alzamiento en Guinea que «los españoles que fuimos a Guinea -me dice uno de mis comunicantes- podíamos ser cualquier cosa, menos políticos (...) Nosotros habíamos ido allí a trabajar y a luchar por ganar dinero. La Península, Madrid y el Congreso, quedaban muy lejos. La política empezó al final del periodo inmediatamente anterior al 17 de julio».

Sin embargo, meses antes del golpe de Estado ya existían milicias de Falange en Santa Isabel, las cuales apenas declarado el estado de guerra se presentaron correctamente uniformadas y equipadas.

De hecho, en este paseo por la calle 19 de Septiembre de la vieja Santa Isabel recogemos esa temprana presencia de la milicia falangista, acompañada incluso por una 'Falange Femenina', preludio a la posterior creación de la Sección Femenina: «En Santa Isabel y en Bata funciona ya -de modo admirable- la Falange Femenina, que tiene allí una tarea dura y de prueba, que cumple con gran espíritu de sacrificio y abnegación», dirá el gobernador Juan Fontán en 1937. 

Desfile en Campo Yaundé de milicias de Falange ante las autoridades
el domingo 27 de septiembre de 1936.


En ese contexto apolítico, en el que no se realizaban elecciones, ni si quiera para constituir el Consejo de Vecinos, ¿cómo se llegó a articular una estructura tan organizada?

Tiene mucho que ver con la impronta y personalidad de algunos de los europeos llegados al territorio. Os compartimos la historia de uno de ellos:

Conocido por sus camaradas como 'El Cejas' o 'El Barón', se trataba de Alberto Ruíz Gallardón (su sobrino homónimo fue alcalde de Madrid y ministro de Justicia..., pero eso no sale en la infalible wikipedia).

Alberto fue camisa vieja de los primeros, ya que se afilió con 18 años a la Falange el mismo día en que se constituyó públicamente en el Teatro de la Comedia de Madrid, e igualmente fue fundador del SEU de Bachillerato.

Sin llegar al año de militancia, un incidente conmociona Madrid: En junio de 1934, en una espiral de dialéctica callejera de puños y pistolas, es asesinada en Madrid la verdulera y militante de las Juventudes Socialistas Juanita Rico.


Y -siendo Alberto un destacado activista de los grupos callejeros de la 'Primera Línea' de la Falange- se le señala como inductor o incluso actor del crimen, por lo que se ve obligado a alejarse de Madrid, para evitar provocaciones y agresiones.

Su propio padre, el periodista Víctor Ruiz Albéniz conocido como 'El Tebib Arrumi', lo contaba así: «Para librar a mi hijo de que le cazasen cobardemente al volver una esquina, yo ideé enviarle a Guinea, lugar propicio a su temperamento varonil, aventurero y poco afecto a molicies ciudadanas y rutinas de vida de cafés, cines y paseos. José Antonio aprobó, estimuló, más bien, mi determinación paternal, y en el salón de conferencias del Congreso me abordó una tarde, preguntándome:
- ¿Qué hay de lo de Alberto?
- Que ayer embarcó, ¡por fin!, para Guinea. 
- Me alegro mucho, mucho; por que si no... ¡cualquier día me lo hubieran matado! 
José Antonio era así con sus "cadetes". A un padre cien por cien, como era yo, le decía claramente, hablándole de su hijo: "Me lo hubieran matado"... Y es que él se creía, y con ello se honraba y me honraba, tan padre de mi hijo como yo mismo».

La "Hoja Oficial del lunes" de la Asociación de la Prensa, que presidía su padre, le recordaba años después: «desde el primer momento se asoció en sentida devoción a la figura de nuestro llorado José Antonio, y fué defensor constante de su persona en los sitios de mayor combatividad, donde siempre supo poner al descubierto su gran ánimo y temple. Pero era tal el número de peligros que su exaltada juventud arrastraba, que en difíciles momentos, personas por él muy queridas, le aconsejaron el abandono de Madrid durante una larga temporada para evitar indiscutibles riesgos y persecuciones. Solamente por imposición familiar transigió con esta prudente medida y las vírgenes tierras africanas, tan prometedoras para la nueva España, acogieron su risa franca, su juventud y trabajo».

Según La Guinea Española, llegó a Guinea a inicios de noviembre de 1934 en el vapor Legazpi, en donde se desempeñó como cajero de la recientemente creada delegación del Banco Exterior de España en Bata, ubicada en los bajos de la vivienda de Raimundo del Pozo.


A la dcha. sucursal de Banco Exterior en Bata.




18 meses después, con motivo una enfermedad tropical retorna 'El Cejas' a Europa. Haciendo escala en Tenerife, le recibe Franco en la Capitanía General con un:
«Ten calma, hombre. Sé que eres un valiente y pronto tendrás ocasión de demostrarlo sirviendo a España. Pero no malogres tu vida y tu ayuda con imprudencias innecesarias. Ayer me han venido a decir que estabas recorriendo las calles de Santa Cruz con una docena de guardias marinas, saludando a todo el mundo con el brazo en alto y dando gritos y vivas que ahora dicen que son delitos. No lo hagas más. Nos va a quedar mucho tiempo ¡mucho! para gritar viva España, y para hacer que viva, en efecto, como una nación digna. No lo olvides: dilo a tus amigos». 
Y a su padre le añadió:
«Por ahora, sólo puedo darte una consigna para tí y para todos: Que todos los buenos españoles se presenten e inscriban en la Comandancia o puestos de la Guardia civil mas próximos a sus domicilios y que, llegada la hora, se presenten de nuevo dispuestos a calarse el tricornio, tomar el fusil y cubrir bajas en las filas de los guardias».

Apenas un mes después, sería el golpe de Estado, su padre sería nombrado corresponsal de guerra del Estado Mayor agregado al cuartel de Franco, y Alberto Ruiz Gallardón -ya de vuelta en Madrid- sería víctima de milicianos que veían en él a un quintacolumnista.

Como curiosidad, su hermano Victor era médico de la Trasmediterranea, y estaba asignado al Fernando Póo cuando fue hundido en la bahía de Bata.

En cualquier caso, la presencia en el territorio ecuatorial de militantes como 'El Cejas' alentó la creación de una estructura que acabó imponiéndose el 19 de septiembre de 1936.

Desfile de Falange un 18 de julio de los años 50,
frente a la subdelegación del Gobierno en Bata.


lunes, 12 de abril de 2021

El caso del médico

En la entrada Libre de toda sospecha exponíamos el ensañamiento con que se castigó la lealtad a la República o la tibieza en el apoyo a los golpistas dentro de la función pública.

En algunos casos, además de la inhabilitación perdieron bienes, fueron desterrados, estigmatizados socialmente o cumplieron prisión (o todas ellas combinadas). Y en algunos, como el del Luis González Peña -el practicante de Fernando Poo-, la persecución acabó en fusilamiento

Por su claridad, rescatamos el caso de José Villaverde de Beitia, médico separado del Servicio Sanitario Colonial el 31 de octubre de 1938. Fue separado de su cargo por estimar que "por su conducta había de considerárselo contrario al Movimiento Nacional, como consecuencia de una información sobre actividades de la Masonería en la Colonia, practicada por un Juez Militar, que dio lugar a la resolución del Gobernador General de Guinea de 19 de octubre de 1938".

El Boletín Oficial del Estado en su edición del 8 de abril de 1947 publicó la Orden de 15 de marzo de 1947 por la que se resuelve el recurso de agravios promovido por don José Villaverde de Beitia, contra resolución de la Dirección General de Marruecos y Colonias de 20 de octubre de 1944.
En la orden se desglosan la sucesión de recursos inadmitidos o denegados que el Dr Villaverde interpuso por años para ser reincorporado, "comunicándose al interesado que, teniendo en cuenta los antecedentes suyos existentes en la Colonia y el informe del Gobernador general de la misma, la Dirección General estimaba que no procedía su reingreso en el servicio colonial".


Falleció 8 años después (3 de marzo de 1955), como médico de Tramacastilla de Tena, Huesca, sin lograr la rehabilitación pese a que el 3 de noviembre de 1945 se le incluyó en la lista de personas sobre las cuales "se ha dictado auto de sobreseimiento en sus respectivos procesos, y que por lo tanto han quedado exentas de responsabilidad, quedando alzadas cuantas restricciones de todo orden se les hubiera impuesto".

lunes, 5 de abril de 2021

Al paso alegre de la paz

Hoy, os contamos el origen del nombre "La Paz" del estadio municipal de Malabo. 

Y como no podía ser menos en este blog, es una vieja historia: El 18 de julio de 1968, Franco recordaba a los guineanos que «...sobre todos esos bienes, el Gobierno español os ha traído el más deseable de todos: el bien de la paz».

«Al paso alegre de la paz de España, marcha la Guinea Ecuatorial hacia nuevos horizontes» decía la revista África del CSIC en 1964.

«La paz de Franco rechaza toda discriminación racial» subtitulará la revista en el mismo número.

Ese concepto será un lema del franquismo, especialmente de 1964, año en que se conmemoró el vigésimo quinto aniversario del final de la Guerra Civil lo que marcó una importante variación: con Manuel Fraga en el Ministerio de Información y Turismo, se buscó en el lema reconciliador de la Paz, en vez de insistir tanto como hasta entonces en la Victoria, expresión que recordaba la división y el enfrentamiento (como explícita Fernando Fernán Gómez en Las bicicletas son para el verano: No ha llegado la Paz, ha llegado la Victoria). Se construyeron con ese nombre hospitales (el de la Paz, en el norte de Madrid, aún en funcionamiento y con la misma denominación) y carreteras (la circunvalación de Madrid, denominada Avenida de la Paz, hoy M-30). También hubo una masiva emisión de sellos con ese lema y distintos motivos visuales por los «XXV Años de Paz Española».

Y para que no hubiera confusión, lo firmaba Luis Carrero Blanco: «Los 25 años de Paz española se inician para los habitantes de nuestras provincias españolas, con la clara y terminante consigna del Caudillo...» en esta nota «para nuestros hermanos africanos». 





Así, la Guinea Española hizo lo mismo: ediciones monográficas de los periódicos Ébano y Potopoto (la de Ébano fue premiada), sellos conmemorativos, inauguraciones de obras públicas, un tomo provincial de la colección "España en Paz"... y se bautizó al viejo estadio municipal de Santa Isabel de como "La Paz".

Un estadio que albergaba actos deportivos, cívicos y religiosos, incluyendo coros y danzas de la Sección Femenina de Falange o incluso en 1961 un amistoso (0-10) de la selección de Santa Isabel contra el Real Club Deportivo Español de Barcelona, los partidos de la Copa de S. E. el Gobernador General, o los festejos por la independencia el 12 de octubre de 1968.


En 1964,"España en Paz" lo describía cómo «Santa Isabel cuenta con un bonito y moderno estadio, capaz para unas veinte mil personas, con modernas instalaciones y alumbrado eléctrico de gran potencia para espectáculos nocturnos. Posee terreno para fútbol, pista de ceniza para atletismo y pistas para baloncesto, balonmano y balonvolea. Es también marco apropiado para concentraciones deportivas, gimnásticas, folklóricas, etc., y, desde luego, campo obligado para los encuentros de fútbol internacionales, en los que compiten con la selección de Fernando Poo equipos representativos nigerianos, cameruneses, gaboneses o bien de las islas portuguesas de Santo Tomé y Príncipe».

Como veíamos anteriormente en este paseo por la Calle 19 de Septiembre de la vieja Santa Isabel... algunos vestigios como la Cruz de los Caídos, la plaza (y el barrio) E'Waiso Ipola de la Sección Femenina permanecen en el callejero y en los espacios públicos del actual Malabo.

jueves, 1 de abril de 2021

República victoriosa

En La República Truncada intuíamos algunos de los costes del proceso de involución en el territorio ecuatorial, y en La Casa del padre de Raquel Ilombe cómo fue la caída de Bata.

Por el contrario, Jesús Torbado ficciona en En el dia de hoy con cómo sería el desfile triunfal de una República victoriosa:
DESENTONADOS, roncos, ululantes, bajaban la avenida con las armas al hombro y, los que no tenían armas, con los puños en alto. Al lado de las canciones entrecortadas, las viejas canciones del campo de batalla que mezclaban el amor y la muerte, el odio y la tristeza, entre los himnos partidistas entonados con sentimientos antiguos y los versillos populares a los que se habían colgado palabras nuevas, brotaban ocasionalmente los gritos del casi olvidado ritual de la esperanza.
—¡No pasarán! ¡No pasarán!
Parecía tan grande su fatiga que sólo estas dos palabras podían pronunciar sin cansarse, sin omitir una letra. De los demás cantos se oían tan sólo retazos prontamente apagados por los versos que se iniciaban en alguna otra región del desfile y que, a su vez, se desvanecían antes de completarse bajo los gritos insistentes como cañonazos.
Los espectadores se habían contagiado muy pronto y ahogaban la voz de los soldados con estas palabras ya sin sentido pero que, muchos meses antes, habían caldeado los corazones e hinchado los músculos. (...)
Una reducida compañía de soldados negros, con uniforme colonial, cerraba la presencia de tropas regulares en el desfile. Eran los pamues de la Guardia Colonial que habían ganado la guerra en Guinea, al frente de las milicias de madereros, después de haber estado el territorio en manos de los ricos triunfadores unidos a los facciosos. Ellos, junto a los marineros del mercante Fernando Poo, habían dominado la sublevación sin apenas gastar una libra de pólvora. Su uniforme y el color de su piel levantaron oleadas de entusiasmo.
—¿Y qué hacen éstos aquí?
—Son nuestros moros —contestó Alejo riendo a golpes—. En un solo día metieron en un barco a todos los fascistas de África. Y me han dicho que ni siquiera saben leer.
—¡Maldita sea, tenías que fotografiarlos! ¡Ganar una guerra los negros!
Ya era tarde. El medio centenar de guineanos desaparecía hacia «la bella tapada», la diosa Cibeles que resplandecía más hermosa que nunca desde que le quitaron el bunker de ladrillos con que la habían rodeado los madrileños por miedo a que la destrozaran los bombardeos.