Benjamín Balboa López (Boimorto, La Coruña 1901 - México 1976 |
En el Méndez Núñez conocen el estallido del movimiento desde el día 19, cuando se encuentran en Santa Isabel, la capital de la isla de Fernando Poo, a donde ha acudido para calmar los ánimos y reforzar la autoridad española en los territorios de Guinea, en respuesta a una llamada del nuevo gobernador general, un hombre moderado como Luis Sánchez Guerra. La dotación del crucero no deja de advertir el interés y apasionamiento con los que los oficiales escuchan a bordo las noticias que al respecto emite Radio Basilé, la emisora de la isla, comentando sus incidencias y pormenores. Según comentaristas posteriores, “el comandante y la oficialidad son, como en la generalidad de la Flota, adictos a la causa de España; los subalternos, las clases y la marinería, en su mayor parte, están minados por el virus revolucionario”; fuentes que aseguran que el Méndez Núñez, “según radio de su comandante, promete unirse a las fuerzas nacionales en aguas de Canarias”. Lo ciertamente documentado es que el 21 el comandante del Méndez, capitán de fragata Trinidad Matres García, envía un radio al ministerio de Marina, a Madrid, comunicando su propósito de salir el día 23 con el Gobernador a recorre el territorio de las islas en viaje de una semana de duración; aprovecha la ocasión para pedir el envío de 300 toneladas de carbón que necesita. Los planes que la oficialidad pueda abrigar en relación con el destino de este barco se ignoran aún, aunque la estación de radio del crucero se encuentra absolutamente controlada por ella. La dotación parece inquieta y en actitud alerta. Un grupo de auxiliares, en el que llevan la voz cantante Juan Bautista Morales y Ramón Prado, consiguen sin grandes dificultades estableces contacto con los dirigentes del Frente Popular de Santa Isabel, “al que dieron cuenta de la situación a bordo”, y por este medio, utilizando de madrigada la emisora de la isla, se comunican con el Gobierno de Madrid, presumiblemente con el mismo Balboa. De improviso, ese mismo día 21, desde Madrid ordenan al Méndez Núñez el regreso a la península. El gobernador no alcanza a entender el momento que se está viviendo y protesta airadamente.
El barco no zarpa hasta el 24. Para entonces, el segundo maquinista Manuel Sierra Rivero, que se dibuja como cabeza de los auxiliares y cabos más politizados, ha conseguido hacer llegar a la central de la Ciudad Lineal el siguiente comunicado: “UMRA vigilante. Viva la República”. Pero lo que ni él ni sus seguidores saben es que desde Cádiz, vías Las Palmas (y seguramente a través de radios portuguesas), los insurgentes, por su parte, han hecho llegar el Méndez su propia versión de la situación y su consigna: “Ejército y Marina levantados patriota levantamiento salvador España 18 Julio alzamiento triunfante esperando caída Madrid hoy. Stop. Auxiliares Escuadra y flotilla destructores sublevaron buques, destituyendo jefes y oficiales, asesinado varios. Stop. Detengan personal radiotelegráfico y todos los auxiliares sospechosos, advirtiendo resto y cabos serán fusilados al menor intento, como lo han sido en Arsenal de la Carraca. Stop. No haga caso estación radio Ciudad Lineal, única en poder de los comunistas. Stop. Viva España”.
La travesía es lenta. Después de carbonear y hacer víveres frescos sucesivamente en Lagos (el día 25) y Freetown (el 28), llega a Dakar a primeros de agosto, entre el 5 y el 7. “A Dakar se llegó dos días después de lo debido -recordarán algunos d ellos hombres de la dotación,- lo que motivó un incidente (que nadie de a bordo ha sabido explicarse todavía) entre la Oficialidad y el Comandante, al manifestarle aquélla su extrañeza por semejante tardanza, contestando desabridamente el Jefe, diciendo que, como se le volviera a hacer objeto de otra advertencia semejante, ordenaría poner a proa hacia alta mar, hasta que se agotase el último resto de combustible”. Los nervios, cuando menos, estaban a flor de piel. Y la nueva orden que allí se recibe de Madrid no hace más que ponerlos a prueba: hay que regresar a Fernando Poo. Nadie se explica esa orden aparentemente insensata. Pero si es verdad que el comandante del Méndez había prometido unirse a las fuerzas franquistas en Canarias, la sospecha de que tuviera intención de hacerlo, encontrándose tan próximo como ya se encontraba de estas islas, sería la razón por la que Madrid le ordenó retornar. ¿Recibió, además el capitán de fragata Trinidad Matres otro cable del capitán general de Cádiz invitándole a seguir? Sea como fuera, opta por regresar al golfo de Guinea. Ya para entonces el levantamiento de los militares de Marruecos se ha convertido en una verdadera guerra civil que afecta a toda España, y en la que empiezan a intervenir además potencias extranjeras.
El destino del último braco de la Flota está a punto de jugarse. Estamos ya a mediados de agosto. el médico, Manuel Loma Fernández, el teniente de navío Ángel Bona Orbeta y el alférez de navío Manuel Guarchs Rojano: a estos dos últimos, por ser los que menos desconfianza despierta, se les entrega el mando; cuando días después se encuentran de nuevo en Dakar, se escaparán a nado, para reunirse con sus compañeros, en Las Palmas, el 23 de septiembre siguiente. Ése es el mismo día en que, por fin, arriba el viejo crucer Méndez a Cartagena, conducido por el contramaestre de víveres Juan Montiel Cerá y el segundo maquinista Sierra como oficial de derrota.
Auxiliares, cabos y marinería del Méndez Núñez firman a bordo una declaración de adhesión al Gobierno de la República. Comandante y oficiales dan largas para evitar que el comunicado sea radiado a Madrid, y en reuniones que mantienen con grandes propietarios de fincas de la colonia preparan la toma del barco. Sánchez Guerra llegará a tiempo con nuevas órdenes de Madrid, en el sentido de forzar al comandante y oficiales no afectos a que resignen el mando. Son desembarcados casi todos ellos y puestos a disposición del gobernador general: se fugarán pronto y con facilidad. A bordo quedan el contador, capitán de Intendencia Nicolás Jiménez Basso; el médico, Manuel Loma Fernández; el teniente de navío Ángel Bona Orbeta y el alférez de navío Manuel Guarchs Rojano: a estos dos últimos, por ser los que menos desconfianza despiertan, se les entrega el mando; cuando días después se encuentran de nuevo en Dakar, se escaparán a nado, para reunirse con sus compañeros, en Las Palmas, el 23 de septiembre siguiente. Ése es el mismo día en que, por fin, arriba el viejo crucero Méndez Núñez a Cartagena, conducido por el contramaestre del víveres Juan Montiel Cerdá y el segundo maquinista Manuel Sierra Rivero como oficial de derrota.
El barco no zarpa hasta el 24. Para entonces, el segundo maquinista Manuel Sierra Rivero, que se dibuja como cabeza de los auxiliares y cabos más politizados, ha conseguido hacer llegar a la central de la Ciudad Lineal el siguiente comunicado: “UMRA vigilante. Viva la República”. Pero lo que ni él ni sus seguidores saben es que desde Cádiz, vías Las Palmas (y seguramente a través de radios portuguesas), los insurgentes, por su parte, han hecho llegar el Méndez su propia versión de la situación y su consigna: “Ejército y Marina levantados patriota levantamiento salvador España 18 Julio alzamiento triunfante esperando caída Madrid hoy. Stop. Auxiliares Escuadra y flotilla destructores sublevaron buques, destituyendo jefes y oficiales, asesinado varios. Stop. Detengan personal radiotelegráfico y todos los auxiliares sospechosos, advirtiendo resto y cabos serán fusilados al menor intento, como lo han sido en Arsenal de la Carraca. Stop. No haga caso estación radio Ciudad Lineal, única en poder de los comunistas. Stop. Viva España”.
La travesía es lenta. Después de carbonear y hacer víveres frescos sucesivamente en Lagos (el día 25) y Freetown (el 28), llega a Dakar a primeros de agosto, entre el 5 y el 7. “A Dakar se llegó dos días después de lo debido -recordarán algunos d ellos hombres de la dotación,- lo que motivó un incidente (que nadie de a bordo ha sabido explicarse todavía) entre la Oficialidad y el Comandante, al manifestarle aquélla su extrañeza por semejante tardanza, contestando desabridamente el Jefe, diciendo que, como se le volviera a hacer objeto de otra advertencia semejante, ordenaría poner a proa hacia alta mar, hasta que se agotase el último resto de combustible”. Los nervios, cuando menos, estaban a flor de piel. Y la nueva orden que allí se recibe de Madrid no hace más que ponerlos a prueba: hay que regresar a Fernando Poo. Nadie se explica esa orden aparentemente insensata. Pero si es verdad que el comandante del Méndez había prometido unirse a las fuerzas franquistas en Canarias, la sospecha de que tuviera intención de hacerlo, encontrándose tan próximo como ya se encontraba de estas islas, sería la razón por la que Madrid le ordenó retornar. ¿Recibió, además el capitán de fragata Trinidad Matres otro cable del capitán general de Cádiz invitándole a seguir? Sea como fuera, opta por regresar al golfo de Guinea. Ya para entonces el levantamiento de los militares de Marruecos se ha convertido en una verdadera guerra civil que afecta a toda España, y en la que empiezan a intervenir además potencias extranjeras.
El destino del último braco de la Flota está a punto de jugarse. Estamos ya a mediados de agosto. el médico, Manuel Loma Fernández, el teniente de navío Ángel Bona Orbeta y el alférez de navío Manuel Guarchs Rojano: a estos dos últimos, por ser los que menos desconfianza despierta, se les entrega el mando; cuando días después se encuentran de nuevo en Dakar, se escaparán a nado, para reunirse con sus compañeros, en Las Palmas, el 23 de septiembre siguiente. Ése es el mismo día en que, por fin, arriba el viejo crucer Méndez a Cartagena, conducido por el contramaestre de víveres Juan Montiel Cerá y el segundo maquinista Sierra como oficial de derrota.
Auxiliares, cabos y marinería del Méndez Núñez firman a bordo una declaración de adhesión al Gobierno de la República. Comandante y oficiales dan largas para evitar que el comunicado sea radiado a Madrid, y en reuniones que mantienen con grandes propietarios de fincas de la colonia preparan la toma del barco. Sánchez Guerra llegará a tiempo con nuevas órdenes de Madrid, en el sentido de forzar al comandante y oficiales no afectos a que resignen el mando. Son desembarcados casi todos ellos y puestos a disposición del gobernador general: se fugarán pronto y con facilidad. A bordo quedan el contador, capitán de Intendencia Nicolás Jiménez Basso; el médico, Manuel Loma Fernández; el teniente de navío Ángel Bona Orbeta y el alférez de navío Manuel Guarchs Rojano: a estos dos últimos, por ser los que menos desconfianza despiertan, se les entrega el mando; cuando días después se encuentran de nuevo en Dakar, se escaparán a nado, para reunirse con sus compañeros, en Las Palmas, el 23 de septiembre siguiente. Ése es el mismo día en que, por fin, arriba el viejo crucero Méndez Núñez a Cartagena, conducido por el contramaestre del víveres Juan Montiel Cerdá y el segundo maquinista Manuel Sierra Rivero como oficial de derrota.
Los tripulantes del crucero "Mendez Núñez" saludando con el puño, después de llegar de Fernando Poo, para ponerse a las órdenes del bando republicano. |
Razonaba José Luis Vila-San Juan en El curioso alzamiento en Guinea: "¡Si todos los militantes del Frente Popular hubiesen sido radiotelegrafistas quizá hubiesen podido ganar la guerra!".
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