Euzko Deya-La voz de los vascos,edición de 1971. |
Básicamente se trataba de facilitar la reconstitución del gobierno republicano en el exilio en un territorio no europeo y -con el apoyo internacional- forzar un cambio en el resto del territorio español.
Un proceso fallido que necesariamente recuerda al del la isla de Taiwán.
En este paseo por la Calle 19 de Septiembre de la vieja Santa Isabel hemos recopilado anteriormente varios intentos durante el periodo de guerra fría:
- ¿Recordáis la Operación Dulcinea y el fallido intento de liberación de la Guinea Española de 1961?
- ¿Y la propuesta del vicecónsul de España en París, Rafael Lorente, de instalar al gobierno de la República en el exilio en la Guinea Española?
- ¿O tal vez la «insólita alianza militar de cubanos y exiliados para atacar territorios africanos españoles» documentada por la CIA y el FBI en 1962?
Pues faltó una más, previo al inicio de la guerra fía...: Se trata de las maniobras del Gobierno Vasco en el exilio, en plena guerra mundial.
Es una obviedad, que al igual que franco recibió el apoyo de alemanes e italianos durante la guerra civil, en la II Guerra Mundial el gobierno franquista colaboraba con mayor o menor descaro con el Eje Roma-Berlín-Tokio, ocupando el territorio ecuatorial un papel interesante como veíamos en El granero en la retaguardia o incluso en Operación Gibraltar.
Así, previendo tanto la posible entrada española en la guerra, como la importancia estratégica del territorio en una posición de neutralidad sesgada, el Gobierno Vasco en el exilio manejó varias opciones, incluyendo la posibilidad de un levantamiento en el territorio para -conjuntamente con el gobierno de la República en el exilio- apelar al apoyo aliado para derribar al gobierno de Franco. O incluso magnificar la presencia alemana en Guinea para forzar una intervención de los aliados.
Es una obviedad, que al igual que franco recibió el apoyo de alemanes e italianos durante la guerra civil, en la II Guerra Mundial el gobierno franquista colaboraba con mayor o menor descaro con el Eje Roma-Berlín-Tokio, ocupando el territorio ecuatorial un papel interesante como veíamos en El granero en la retaguardia o incluso en Operación Gibraltar.
Así, previendo tanto la posible entrada española en la guerra, como la importancia estratégica del territorio en una posición de neutralidad sesgada, el Gobierno Vasco en el exilio manejó varias opciones, incluyendo la posibilidad de un levantamiento en el territorio para -conjuntamente con el gobierno de la República en el exilio- apelar al apoyo aliado para derribar al gobierno de Franco. O incluso magnificar la presencia alemana en Guinea para forzar una intervención de los aliados.
Se daban dos circunstancias:
- En Guinea, el PNV sabía por fuentes fiables que había infiltraciones alemanas desde diciembre de 1936, y que en Fernando Poo -centro neurálgico de las comunicaciones militares con las colonias francesas adheridas a De Gaulle- estaban realizando obras militares.
- Las cuatro décimas partes de la población blanca de Guinea eran de origen vasco.
Aquí es donde introducimos el relato de Ángel Elo de Tierra, Joven, Dorado, Guinea Ecuatorial, conforma al cual, «el 11 de septiembre de 1941 se creó en Gran Bretaña el 3º Batallón de Fusileros Marinos de las Fuerzas Navales Francesas Libres. Esa unidad debía de componerse de vascos españoles exiliados y también de voluntarios iberoamericanos, pero tuvo la oposición de las autoridades inglesas -que no deseaban indisponerse con Franco- y finalmente fue disuelta el 23 de mayo de 1942», como respuesta a una queja formal del Duque de Alba, embajador franquista en Londres, al Foreign Office.
Durante su efímera existencia, «la unidad quedó en un desarrollo puramente teórico: reglamentos, comisiones y nombramientos de oficiales. Su única plasmación práctica fue el envío de dos de sus oficiales bajo la tapadera de una misión comercial al África Ecuatorial Francesa Su objetivo era vigilar las actividades secretas alemanas en Río Muni, realizar labores de información y preparar una operación para el caso de que España entrara en guerra. Pero también esta misión se frustró al disolverse el Batallón y tener que regresar los dos oficiales».
Se trataba de Servando Marenco Reja, amigo de Fermín Galán y responsable de la sublevación en Lérida simultánea a la de Jaca, y teniente coronel del Ejército Republicano con el grado de capitán de corbeta y jefe del 3er. Batallón de Fusileros Marinos, y su hijo el aspirante Servando Marenco Delgado, que había sido alférez de Infantería republicano.
Como relata Juan Pardo San Gil en Marinos vascos en las Fuerzas Navales Francesas, «finalizados los cursos de preparación para oficiales, los dos Marenco, padre e hijo, fueron destinados a una misión especial en Brazzaville. Debían vigilar las actividades secretas alemanas en las posesiones españolas en Guinea Ecuatorial. Se tenían informaciones de la presencia de alemanes en la colonia española desde 1936 y se temía que, amparados en un pabellón neutral, pudieran realizar operaciones de desestabilización en el África Ecuatorial Francesa Libre. La tarea de estos oficiales era contactar con los vascos de la colonia, que formaban un núcleo numeroso entre la población blanca local, para recoger información y preparar una lista de personas favorables, susceptibles de ser utilizadas para sus fines. En caso de peligro se prepararía una operación desde el interior de la colonia que pareciera una querella interna entre españoles y tendría menos repercusiones que una acción militar internacional, fórmula que quedaría excluida a menos que España entrara en guerra. Sin embargo, los oficiales tardarían en llegar a Brazzaville, por las dificultades de transporte marítimo derivadas de la guerra, y apenas tendrían tiempo de realizar la misión puesto que el Batallón sería disuelto en 1942 y ellos tendrían que regresar. Además, en el desempeño de su labor, se toparon con que algunas autoridades francesas y personas de contacto en la región eran en realidad simpatizantes de Vichy y dificultaron aún más su trabajo. Les costaría un año regresar a Londres, sin que hubieran conseguido establecer una red de contactos con el interior de la colonia».
Mikel Rodríguez, en su libro Espías vascos afirma:
Uno de los tres miembros de la comisión comercial que se encuentra en África ecuatorial es un agente del servicio secreto español que tiene la función de supervisar la llegada de alemanes en Río Muni y Fernando Po. Ya en diciembre de 1936 el embajador en La Haya, Semprún y Gurrea, había advertido de infiltraciones alemanas y trabajos militares y no había razones para pensar que los alemanes se habían ido.Volvemos a encontrarnos ante el leitmotiv de los “servicios”: exageración del peligro nazi para convencer a los Aliados de la hostilidad española. Resultaba imposible para los alemanes, que no dominaban el mar, hacerse con el control de Guinea. Por otra parte, parece improbable que los colonos iniciaran cualquier aventura al grito de “libertad”, pues los 150.000 indígenas a los que recientemente habían expropiado las tierras podrían tomar buena nota del eslogan.
Ante el peligro de que los alemanes se apoderen de la Guinea española, en el corazón de las posesiones de la Francia Libre, el hecho de que los vascos representen los 4/10 de la población blanca de la Guinea española y sus dependencias constituye un factor favorable a una acción vasca. Se informa además desde hace alrededor de tres meses de diversos casos de expulsión de colonos vascos, lo que parece indicar un incremento de la actividad que debe sustraerse de ojos curiosos y hostiles.
La labor del agente vasco consistirá en alentar las labores de inteligencia en los miles de vascos y eventualmente entre los oficiales españoles, secundar el servicio competente francés en su labor de información, elaborar la lista de personas simpatizantes susceptibles de ser utilizadas para nuestros fines y, dado el caso, si un peligro concreto aparece, preparar una acción que, partiendo del interior y estando revestida de querella intestina entre españoles, presentaría menos riesgos de repercusiones desfavorables que una acción militar de orden internacional, forma de acción que, además, a menos de una entrada oficial en guerra de España, queda totalmente excluida".
Creemos –y es una suposición– que estos espías debieron informar en profundidad sobre las defensas de la colonia, porque allí se produjo una de las acciones más enigmáticas de la guerra: la Operación Postmaster. En enero de 1942 un remolcador, que no lucía bandera, penetró en la bahía de Santa Isabel y abordó el líner italiano Duquesa de Aosta y los mercantes alemanes Likomba y Bibundi. Grupos de comandos saltaron sobre los buques, lanzaron cables de arrastre y zarparon ante la impotencia de la Guardia Colonial, que los hostigó a tiro de fusil a falta de medios más potentes. Como Londres intentaba evitar los incidentes con España, se pensó que era cosa de la Francia Libre. Y, sin embargo, fue el 62 Comando del SOE, cincuenta hombres -entre ellos tres exiliados republicanos de los que no conocemos la identidad- denominados Small Scale Raiding Force. Esta incursión exigía una información pormenorizada de las defensas de la isla y del estado de la máquinaria de los mercantes. La presencia de una simple ametralladora o de un mortero podía hacer fracasar la operación y provocar un incidente internacional. Alguien debió dar todo tipo de seguridades de que nada más que fusiles roñosos se opondrían al abordaje».
Sobre el último párrafo Mikel Rodríguez, los investigadores Pedro J. Oiarzabal y Guillermo Tabernilla afirman en La OSS y el Servicio Vasco de Información-la Organización
Airedale que «el Comando Número 62, una fuerza de incursión a pequeña escala (Small Scale Raiding Force) compuesto por
cincuenta y cinco soldados, creada en 1941 y desmovilizada en 1943, fue puesto bajo la dirección del SOE. Su primera
acción fue la Operación Postmaster (14 de enero de 1942) con el objetivo de desarticular una base de operaciones del Eje
en la isla de Fernando Po (Guinea Ecuatorial española), que se dedicaba a aprovisionar de combustible a barcos italianos
y alemanes. A pesar de la reticencia de las autoridades británicas para atentar contra un país neutral, el SOE llevó a cabo
la operación especial con gran éxito, enviando un mensaje de advertencia claro y directo a España. En esta operación intervino el comandante del 3er
Batallón de Fusileros Marinos, Servando Marenco, y su hijo del mismo nombre, que también estuvo en el batallón».
Como anécdota final, Postmaster fue uno de los primeros éxitos de los comandos británicos y sirvió de modelo para otras operaciones similares. Pero no sólo para futuras operaciones: Ian Fleming -más conocido como autor de James Bond- se involucró en esta operación como comandante de la División de Inteligencia Naval británica: ésta primera acción y posteriores fueron parte de los insumos que crearon al agente 007. De hecho, no son pocos los que creen que Gustavus March-Phillipps, el oficial a cargo de la misma, fue precisamente la inspiración de James Bond.
Como anécdota final, Postmaster fue uno de los primeros éxitos de los comandos británicos y sirvió de modelo para otras operaciones similares. Pero no sólo para futuras operaciones: Ian Fleming -más conocido como autor de James Bond- se involucró en esta operación como comandante de la División de Inteligencia Naval británica: ésta primera acción y posteriores fueron parte de los insumos que crearon al agente 007. De hecho, no son pocos los que creen que Gustavus March-Phillipps, el oficial a cargo de la misma, fue precisamente la inspiración de James Bond.
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