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viernes, 29 de noviembre de 2019

El caso Acacio Mañé: ‘Negro limbo’, la historia olvidada del colonialismo español en África

Tamara García nos cuenta en el Diario de Cádiz sobre la realización de un nuevo documental de Lorenzo Benítez:
  • El realizador gaditano Lorenzo Benítez comenzará el próximo año el rodaje de un documental sobre la desaparición de un líder negro en la Guinea española bajo el régimen franquista
Un fotograma del documental ‘Negro limbo' del realizador gaditano Lorenzo Benítez.
Tres años de investigación, meses y meses de trabajo en nuevas fórmulas narrativas e incontables horas en las que volcar todo el talento y la pasión por el audiovisual han convertido a Negro limbo en una realidad que cada vez está más cerca. Y es que el proyecto documental del realizador y periodista gaditano Lorenzo Benítez, con el que sacará a la luz la cara más desconocida, la historia olvidada, del colonialismo español en África, comienza su rodaje el próximo año.

“Estamos en un momento muy especial porque ya tenemos armada la estructura narrativa del largometraje y contamos con apoyos económicos, especialmente el de Diputación de Cádiz, para poder pensar ya en rodar de cara a 2020”, explica el director de la cinta desde el Festival Internacional de Documentales de Ámsterdam, uno de los más prestigiosos del sector, donde ha acudido con su equipo para completar la financiación de su proyecto y para reunirse con diferentes programadores de festivales interesados ya en Negro limbo.

Y es que el filme rescata uno de los episodios más desconocidos del colonialismo español en África durante el régimen franquista, “pues si todavía tenemos el capítulo abierto de la memoria histórica, de los muertos enterrados en cunetas en nuestro país, imagínate en qué situación de olvido se encuentra este tema en los territorios que fueron colonia como Guinea Ecuatorial”, reflexiona Benítez sobre el país en el que centra su película, actualmente, en fase de preproducción.

Así, la desaparición de un líder negro en la Guinea española durante la dictura franquista es el motor de una cinta donde se abordarán “los pactos de silencio” que se establecen “en las familias, las instituciones y la sociedad en general” para “esconder verdades incómodas”, adelanta.

De esta forma, Negro limbo situará al espectador en 1959, año en el que el continente africano hervía
“en procesos de independencia, más o menos violentos y, la mayoría, traumáticos”. África se convertía en el cruento escenario de la guerra fría, mientras que el régimen de Franco había logrado que España entrara en Naciones Unidas y procuraba ganar aliados en la diplomacia internacional para ir saliendo de la autarquía y el aislamiento internacional.

Con este telón de fondo nos encontramos con una Guinea española, actual Guinea Ecuatorial, como “granero de cacao, café y madera para la metrópoli” pero donde la mayoría de la población negra estaba tutelada como menor de edad, salvo una élite de hombres negros emancipados, finqueros y cazadores de elefantes, que empezaban a organizarse políticamente para reclamar la soberanía ante Naciones Unidas. Y en uno de esos hombres, un hombre cuya desaparición, sesenta años después, sigue sin resolverse, se fija Benítez en Negro limbo, “a partir de la investigación que inició entonces el Fiscal General de la colonia”, revela.

“Podríamos decir que en el documental se superponen dos capas, que lo recorren dos miradas, la de los nostálgicos de la época que tienen una visión idealizada de las colonias y otra visión más profunda y desconocida que se extrae de la propia investigación que se enmarcaría también en la memoria histórica de España”, valora su director.

Lorenzo Benítez, realizador del documental Madres invisibles (2016), es también productor de la cinta a través de Antonia Films –una casa productora de reciente creación en Cádiz orientada al cine documental creativo y que está impulsada por Benítez y la cineasta hispano-nicaragüense Mercedes Moncada– aunque también se cuenta con la producción de Izar Films (Guipúzcoa) y con la colaboración de 3boxmedia International Sales (Alemania) y la Diputación Provincial de Cádiz. Además, en el proceso de postproducción se sumará Elamedia Estudios (Madrid), gracias a un premio obtenido en el Mercado de Cine Documental de Tenerife Afrolatam 2019.

Además de este galardón, Negro limbo ha sido el único proyecto de documental creativo de los veinte seleccionados – entre más de 400– en el 17 Curso de Proyectos Cinematográficos Iberoamericanos organizado por Ibermedia, Fundación Carolina, Ministerio de Cultura, AECID, Fundación SGAE y EGEDA. Un curso, que finalizó la semana pasada y que tuvo como consultores de guión a Montxo Armendáriz y Michel Gaztambide, que ha dotado al realizador gaditano de “nuevas herramientas narrativas” provenientes del cine de ficción “con las que alimentar la estructura narrativa del documental”.

En el último año, el proyecto también ha participado en el laboratorio de proyectos de L’Alternativa Festival de Cine Independiente de Barcelona y en un taller de Sources2 Script Check de Europa Creativa Media Andalucía.

lunes, 18 de noviembre de 2019

El caso del farero

En la entrada Libre de toda sospecha exponíamos el ensañamiento con que se castigó la lealtad a la República o la tibieza en el apoyo a los golpistas dentro de la función pública.

En algunos casos, además de la inhabilitación perdieron bienes, fueron desterrados, estigmatizados socialmente o cumplieron prisión (o todas ellas combinadas). Y en otros, como el del Luis González Peña -el practicante de Fernando Poo-, la persecución acabó en fusilamiento.

Por su claridad, rescatamos el caso de Juan Viñolas Puig (* Sant Feliu de Guíxols, Girona 28/11/1906 - ✝ Málaga 13/2/2001), torrero en excedencia en su plaza en el faro de la isla de Aire (Menorca) desde junio de 1935 como "supernumerario activo por haber pasado al servicio de la Dirección General de Marruecos y Colonias" y al que tardaron décadas en reintegrarle en su puesto tras la salida de Guinea. 

Éste solicita en febrero de 1937 el reingreso en el cuerpo y el gobierno republicano le destina a la suplencia de Girona. Terminada la guerra es expedientado por los ganadores. No es hasta el 18 de noviembre de 1953 en que tras "depurar la conducta político-social del Técnico-mecánico de Señales Marítimas don Juan Viñolas Puig" es readmitido con sanción al cuerpo. Todavía en 1959 se documenta su solicitud de levantamiento de la sanción de postergación, quedando la misma sin efecto, colocándole en el Escalafón en el lugar que le correspondía.

Como parte de las sanciones, fue sometido a diferentes traslados forzosos (lo que en la práctica supone un destierro de Girona), pasando por los faros de Portman (Murcia), Vizcaya y Málaga, acabando jubilado el 28 de noviembre de 1976 en esta última suplencia.

domingo, 17 de noviembre de 2019

Alias Charlie

Hubo un tiempo en el que Arturo Pérez-Reverte, el enfant terrible de las letras ibéricas fue enviado especial del diario Pueblo. «Cuando estaba en el diario Pueblo me iba a África, pasaba allí dos meses y a la vuelta decía: “Mira, tengo esto”, y lo ponían en primera. Pero eso se acabó». De ese período quedan las crónicas "Guinea Ecuatorial: ahora o nunca" y un rosario de relatos propios y ajenos, que -tal vez- algún día se puedan leer en un único tomo...

Mientras, disfrutemos de La noche de Malabo:

Alguna vez les hablé de mi amigo el espía, que era de los que espiaban como Dios manda, jugándose fuera el pellejo en vez de estar aquí apalancado cual rata de alcantarilla, pinchando teléfonos y trapicheando con secretos de bragas y coronas, como hacen otros. Mi amigo -a estas alturas puedo nombrarlo sin que pase nadase llama Carlos Guerrero y ahora, retirado del oficio, viste el uniforme que durante veinte años se apolilló en un armario. Carlos, alias Charlie, tuvo diferentes coberturas a lo largo de su azarosa vida profesional. Una fue la de agregado cultural en Guinea Ecuatorial, donde nos encontramos varias veces. Y allí ocurrió el episodio que quiero contarles.

Fue hace unos diez años. España iba de capa caída en Guinea, como siempre y en todas partes, y Francia se aprovechaba de los trenes baratos para acrecentar su in fluencia. Apenas derrocado Macías, el presidente Teodoro Obiang había pedido al gobierno de UCD una compañía de la Legión para garantizar la estabilidad de la ex colonia. Pero la timoratez y el miedo a lo políticamente incorrecto no son patrimonio exclusivo del Pepe ni del Pesoe, de modo que los de don Adolfo se acojonaron por el qué dirán y respondieron no, disculpe, oiga, no queremos ser tachados de neo-colonialismo. Por supuesto, la Frans, que sí lo tiene claro en África -donde mantiene tropas sin el menor complejo-, se apresuró a hacerse cargo del asunto; y por fin apadrinó un despliegue de soldados marroquíes, corriendo París con los gastos. De ese modo, controlando los gabachos la seguridad de Obiang, empezó el declive de la influencia española en Guinea y la reconversión de ésta al área franchute.

Aunque lo suyo era espiar -incluso tenía como alumno de castellano al embajador norteamericano en Malabo- Charlie no descuidaba las tareas de su cobertura diplomática. Y la creciente presencia francesa le repateaba mucho el hígado. Libraba sus dos batallas, la clandestina de agente secreto español y la pública de agregado cultural de la embajada, completamente en solitario, sabiendo que Madrid pasaba mucho del tema y que la suya era una causa perdida. Pero no se rendía, y una noche se le ocurrió un gesto simbólico que, como me dijo, no iba a cambiar nada pero le aliviaría, al menos, la mala leche. Así que, tras planificar casi militarmente la operación, nos vestimos de oscuro y salimos a la calle con un cargamento de pegatinas que la embajada tenía arrinconadas -Madrid había prohibido distribuirlas, por no herir, cielos, susceptibilidades francesas- que rezaban: Aquí hablamos español.

Fue una de esas noches que uno vive para recordarlas después. Nos acompañaba en la incursión una bellísima mujer llamada Gabrielle: una princesa africana auténtica, junto a la que Naomi Campbell no parecería más que una marmota y una ordinaria. Gabrielle era amiga nuestra, odiaba a los franceses porque habían fusilado a su padre en Camerún, y no había perdido el sentido del humor. Así que salimos los tres a recorrer las calles de Malabo, esquivando patrullas, y llenamos de pegatinas la ciudad, incluidas la puerta de la embajada francesa, la casa y el coche de su agregado cultural, la embajada norteamericana y los muros de la Ciudad Prohibida, donde los centinelas, por cierto, estuvieron a punto de trincarnos junto al palacio presidencial. Excuso decirles que, miedo aparte, nos reímos hasta saltársenos las lágrimas. Y uno de los recuerdos magníficos que conservo de aquella noche consiste en que Gabrielle llevaba unos téjanos muy ceñidos -tenía un tipazo soberbio-, y en uno de los bolsillos traseros se había puesto una pegatina. Y cuando estábamos tirados en el suelo, en la penumbra de una esquina, mientras esperábamos que se alejara una patrulla, yo tenía a un palmo de los ojos ese Aquí hablamos español, pegado en aquellos téjanos que moldeaban un culo estupendo.

En fin. Son recuerdos de cada cual. Pero me han venido hoy a la memoria después de enterarme de que Teodoro Obiang ha decidido convertir el francés en idioma oficial de Guinea, y de que España está a pique de perder el mísero hilo de influencia cultural que aún la ligaba a su ex colonia. Esa Guinea que los pichafrías de la UCD empezaron a perder, el PSOE -tan europeo y atlántico él- dejó pudrirse sin remedio, y ahora el PP no sabe cómo liquidar, porque de África, fuera del negrito de las huchas del Domund, no tiene ni puta idea.

sábado, 16 de noviembre de 2019

El farmacéutico de Bata

Vivienda familiar y Farmacia Lcdo Matamala en Bata.
Fotografía de noviembre de 1935
publicada en el twitter de D Matamala.
En este paseo por la calle 19 de septiembre de la vieja Santa Isabel ha surgido en varias ocasiones el nombre de Rafaél Matamala Baeza, el farmacéutico de Bata:

Podría haber surgido en más testimonios, ya que fue farmacéutico del Hospital de Santa Isabel, así como en el de San Carlos y en el de Elobey, precediendo en estos últimos puestos al poeta León Felipe. Siendo administrador y farmacéutico, asumió también funciones de gobierno, como la supervisión de la obra de comunicación terrestre de San Carlos a Santa Isabel, o la dirección del centro de salud, y -eventualmente- tareas de subgobernación del islote de Elobey.

A inicios de los años 30, prestando en ese momento servicio en la farmacia del Hospital de Santa Isabel la revista La Farmacia Moderna recoge su empeño por lograr el arraigo de la quina en la región como remedio contra el paludismo. Se trata de una encomienda del Comité Nacional del Quino, que se recibe con alegría «¡ya tenemos quinos nacidos en España!»: la malaria no se erradicó oficialmente en España hasta 1964, y la germinación de la semilla francesa y su cultivo eran fundamentales en el tratamiento, estando Matamala entre los pioneros tanto en el cultivo en estufa como en la identificación para aprovechamiento médico de posibles variantes locales.

Más avanzada la década, acabó teniendo su propia licencia farmacéutica en Bata.

En el artículo La casa del padre de Raquel Ilombe sobre el bombardeo de Bata por el Ciudad de Mahón, se recoge la narración de su hijo Gonzalo «...una vez en la bahía de Bata arriaron esta bandera [francesa] e izaron la bandera de los rebeldes (la actual) y sin previo aviso comenzaron a bombardear la ciudad y en especial muchos de los cañonazos fueron dirigidos hacía nuestra casa...», la huida y posterior repatriación a la España peninsular pasando por un breve exilio en Camerún. Precisamente en La huida, se incluye la relación de exiliados que desde Camerún remite Rodrigo Miralles 19 de octubre al Diario de Almería, en la que se encuentran:
Emilio Fontanet, Ángel García Villalba, Eugenio Domingo, Rafael Maciello, su señora y dos hijos; Antonio López y su señora; Toribio Villalobos, Juan Antonio Ortiz, Luis del Caso, Juan Notario Notario y su señora; Rafael Matamala, señora y dos hijos,...
Meses después, según Guinea mártir: Narraciones, notas y comentarios de un condenado a muerte de Pozanco -al que citamos reiteradamente- se anota que «con fecha 11 de enero y en el vapor Asia, vía Burdeos, marcharon, rumbo a la península».

En abril de 1936, La Guinea Española informaba del asentamiento de una nueva factoria «TriSeGal, formada por los Sres Trigo, Sevilla y Gala. Está situada en el edificio propiedad de D. Bernardo López y en el mismo lugar, que ocupó la farmacia del Sr. Matamala».

Por último, en la publicación del Tribunal Regional de Responsabilidades Políticas - 3 de abril de 1940 (I) recogíamos su condena a «dos años de destierro de estos Territorios y la multa de dos mil pesetas». Realmente 2.000 pesetas eran una gran cantidad para la época, pero -sobre todo- la sentencia marca políticamente al farmacéutico y permitía la expropiación de sus bienes para cubrir la multa... a pesar de haber fallecido tres años y medio antes (el 17 de diciembre de 1936) en acción de guerra en Teruel, como recoge su hijo Gonzalo en Recuerdos de mi primera infancia.
En 1957, tras años de ensañamiento, la maquinaria franquista le genera un expediente de indulto, más de dos décadas después su muerte.

Pero para conocer más sobre su vivencia, os recomendamos este hilo redactado recientemente por uno de sus nietos:

viernes, 8 de noviembre de 2019

El caso del cartero de Bata

Contaba Juan Rodríguez Doreste en su vivencia de confinamiento en el campo de concentración del viejo Lazarero de Gando que «Llevábamos algunos meses en Gando cuando llegaron los detenidos en la Guinea española, que procedían de la isla de Fernando Poo y del territorio del Río Muni, a los cuales se habían incorporado los tripulantes capturados del vapor de la Compañía Trasmediterránea, llamado precisamente el Fernando Poo, hundido en las aguas del puerto de Bata. Eran aproximadamente unos ciento cincuenta en total, entre tripulantes y coloniales. De los primeros salieron las bajas más importantes que causó la expedición conquistadora. (...) Y así un día aparecieron por Gando, derrotados, pálidos, con evidentes señales del estrago corporal que les había causado una reclusión que lindaba en infrahumana. Constituían un buen contingente, muy heterogéneo de composición, pero muy homogéneo en la solidaridad, en el buen espíritu. Venían funcionarios caracterizados: el tesorero de Hacienda, el jefe de Correos, el jefe de la Policía gubernativa, el comisario López García, pintoresco personaje, realmente detenido por error, pues no era ni chicha ni limonada, dependientes de la Curaduría, algunos profesionales, cultivadores y finqueros, escritores, un excelente poeta, etc. y la totalidad de la tripulación del Fernando Poo».

¿El pero..., el jefe de Correos condenado a prisión?

La historiografía franquista narrará que «el jefe de Correos, Isidro Álvarez Martínez, inició una suscripción para las “fuerzas leales que luchan en los frentes”. Porcel la encabezó con quinientas pesetas y llegaron a recaudarse unas diez mil, que se entregaron al comité del control del barco para que las pusiese en manos del Jefe de Gobierno. También empezaron a cargarse en el correo frutos del país donados para los milicianos por los agricultores coaccionados por el Subgobernador». O en palabras de uno de los Voluntarios Canarios, «como dato muy del estilo rojo, diremos que el administrador de Correos se dedicaba a saquear los envíos de dinero y a retirar las cartas enviadas a las personas de derechas, que jamás pudieron recibirlas».
Aunque, tal vez, su principal pecado sería haber tomado parte de la reunión urgente en la subdelegación del Gobierno en Bata, tras la caída de Santa Isabel: «Por la noche se celebra una reunión confidencial y secreta de elementos del Frente Popular, que presiden Porcel y Pozanco, y a la que asisten Alejandro Torres, Rafael Iranzo, el jefe de Correos, Isidro Álvarez y el brigada e instructor de la Guardia colonial Emilio Fontanet. En esta reunión se adoptaron graves acuerdos: proclamar el estado de guerra; destituir y arrestar al capitán y a los oficiales de la Guardia colonial y nombrar comandante militar de la colonia a Fontanet. Y, por último, sustituir a todos los administradores territoriales que no inspirasen confianza».


Así con todo, el 1 de octubre -a instancias de la tripulación del vapor Fernando Poo- se habría elegido asambleariamente un Comité Central del Frente Popular en Río Muni (el de Fernando Poo -que era anterior- lo había disuelto el gobernador cesado), siendo Isidro Álvarez integrante de ese nuevo comité.

En cualquier caso, si la función pública se convirtió en un nuevo y cruel campo de batalla en la retaguardia, el cuerpo de carteros no quedaría al margen. Así lo cuenta Juan Ramírez Dampierre, Vicecónsul portugués en Fernando Poo, lo cuenta de esta forma en sus comunicaciones:
Los presos políticos en número de cuarenta, están bien guardados y vigilados por las milicias, (...). Entre ellos hay media docena de funcionarios de la Secretaría General del Gobierno, cuatro de la Administración de Hacienda, tres de la Administración de Correos, incluyendo el propio Administrador y varios particulares, algunos sin importancia, además de dos negros. También el capitán del Puerto se encuentra entre ellos, señalado como Gobernador Central comunista. (...) El número de presos políticos o sospechosos, continúa creciendo y algunos que habían sido puestos en libertad, poco después, por considerarlos inofensivos, fueron de nuevo capturados al hacerse nuevos registros en sus domicilios o por haber nuevas denuncias contra ellos.

Imagen tomada del

Así, Álvarez, significado como uno de los apoyos de la administración pública al subgobernador, salió huyendo reintegrándose al cuerpo de correos en el territorio republicano. Con el avance de los golpistas, se suma a la retirada a Francia (en noviembre de 1937 el gobierno de Burgos decretó su suspensión delservicio). En el blog deportados de Asturias relatan que «hacia finales de 1942 Isidro Álvarez Martínez fue detenido por los ocupantes alemanes e internado en el campo de tránsito de Compiègne. Desde allí fue deportado el 24 de enero de 1943 a Sachsenhausen en el primer gran transporte  desde Francia a este campo de concentración situado al norte de Berlin. En el convoy iban más de cincuenta republicanos españoles, en su inmensa mayoría resistentes. A ellos se le sumarían en el año siguiente otros 150 compatriotas, entre ellos Francisco Largo Caballero, quien llegó al campo en el verano de 1943. Isidro Álvarez (prisionero nº 59282) no llegaría a coincidir con el antiguo jefe de gobierno español. En mayo de 1943, fue llevado a una prisión de la capital alemana y desde allí enviado a la cárcel de Laufen, a orillas de Danubio». Es probable que como nacido en Cuba fuera confinado con menor rigor que otros republicanos, por lo que  «Tras año y medio de cautiverio Isidro y sus improbables compañeros de prisión se beneficiaron de un intercambio de prisioneros auspiciado por las Naciones Unidas. Como hombres libres, en febrero de 1945 llegaron al campo de refugiados de Philippeville, Argelia». Con el fin de la guerra mundial, solicita la repatriación: «Se abrió así un proceso en el Tribunal Especial para la Represión de la Masonería y el Comunismo, en el que la principal prueba documental en su contra era una simple comunicación de 1936 de la Logia Jovellanos de Gijón con la Logia Constancia de Ourense interesándose por los antecedentes de aquel funcionario de Correos que había manifestado su voluntad de entrar la masonería. En el verano de 1947 el tribunal dicto sentencia absolutoria, dejando así vía libre para su retorno a España». Esa carta, enviada durante su servicio en Viana do Bolo (Ourense), el antecedente de haber sido fundador de la Agrupación Socialista de Viana, y los únicos informes desfavorables remitidos desde Bata la impedirán reincorporarse a su puesto en correos. Hasta que «a comienzos de 1970, Isidro reclamó una vez más su reintegración en el cuerpo de Correos. A punto de cumplir los setenta años, era la última oportunidad que le quedaba de volver a formar parte de la Administración y obtener así una pensión por los veinte años de servicio. En esta ocasión no hubo ningún informe negativo, y todo indica que in extremis Isidro volvió a ser funcionario del estado por unos meses». 

Oficina de Correos de Santa Isabel, antes de 1929
(fondo claretiano).

En el caso de Luis Buelta Saura, su colega adscrito a la oficina de Correos en Santa Isabel, para el que el fiscal pedía cadena perpetua, pesó mucho su compromiso con el semanario El Defensor de Guinea. Como La Guinea Española relataba en su edición del 21 de mayo de 1939, «llegó afortunadamente en 19 de septiembre de 1936 el alzamiento nacional en esta isla, y los Sres. Buelta, Gay, Robles y demás comparsa del Frente Popular fueron retirados de la circulación; y por tanto, muerto y sepultado EL DEFENSOR DE GUINEA, y la imprenta del Sr. Robles incautada por el nuevo Estado...», por lo que finalmente fue condenado a 10 años de prisión.

Es la experiencia, igualmente, de José Lizcano Barco, Oficial tercero de correos en en los territorios españoles del Golfo de Guinea.

No hay mucha información accesible sobre él, aunque fue un prolífico escritor cuyos artículos descriptivos de rutas y viajes abundan en revistas y periódicos.

Opositó en 1927, incorporándose en los servicios centrales del cuerpo de correos en 1930, y un año después -tras cumplir con los requisitos del servicio militar- fue destinado en Alcázar de San Juan (su pueblo natal), en donde se le recuerda como uno de los tres míticos promotores de la vuelta ciclista local en 1933.

En 1934, ya está ocupando plaza en Guinea, siendo uno de los funcionarios leales a la República depurados tras la caída de Bata. Según la historiografía franquista, fue Lizcano el que frustró el golpe de Estado en la zona continental al reportar al Subgobernador las comunicaciones de Oliveda a los oficiales de Bata para que secundaran su declaración de estado de guerra en Kogo y Río Benito.
Consta igualmente que que integró tanto el Comité Provisional del Frente Popular en Río Muni (al igual que Isidro Álvarez), como el Comité Central elegido posteriormente.

Desde Burgos, el gobierno de Franco
cesaba a los funcionarios de correos en 1937.
En enero de 1937, el gobierno de la República readmite en puesto y derechos a varios funcionarios coloniales, incluyendo en la declaración a «D. José Lizcano Barco, Oficial de Correos afecto a la Administración de Bata (Guinea Continental española)», así como a «D. José Monedero Carrillo, Oficial segundo del Cuerpo de Correos, Interventor de la Administración Principal de Correos de Santa Isabel de Fernando Póo. D. Rafael Masiello Guerrero, Administrador territorial de Guinea Continental. D. Eduardo Sánchez Hernández, Administrador del Servicio Radiotelegráfico de Río Benito, en los territorios españoles del Golfo le Guinea, y D. Emilio Fortanet Monfort, Instructor de primera de la Guardia Colonial».

En Guinea mártir: Narraciones, notas y comentarios de un condenado a muerte. Colección Actualidad, 1937, Pozanco deja constancia de su exilio temporal y posterior repatriación con su familia: «En el vapor Brassa, zarparon con rumbo a Dakar y de allí a España, lo siguientes: José Lizcano Barco, Emilio Fontanet Monfort, Rafael Masiello Guerrero y familia y Luis Martínez y familia».

En  noviembre de 1937, los carteros de Fernando Poo y Rio Muni son cesados de puesto por el gobierno de Burgos. Una decisión que será reiterada dos años después.

Concluida la guerra,... estará cumpliendo pena de prisión en Canarias..

A estas sanciones previas, se le sumará en junio de 1941 una sentencia por unanimidad del Tribunal Regional de Responsabilidades Políticas con sede en Santa Isabel:

«Visto por el Tribunal que al margen se expresa el expediente de responsabilidad política seguido contra José Lizcano Barco, de treinta y tres años de edad, hijo de José y de Dionisia, soltero, oficial de Correos, natural de Alcázar de San Juan, provincia de Ciudad Real, y en la actualidad en ignorado paradero. Fallamos: Que debemos declarar y declaramos responsable políticamente al encartado José Lizcano Barco de hechos graves, y que procede imponer e imponemos la pena de doce años de destierro de estos territorios y la pérdida total de sus bienes que posee el mismo en la Colonia».

Unos años después, la ORDEN de 26 de julio de 1943 por la que se concede la libertad condicional, sin la liberación del destierro, a doscientos ochenta penados, establece su salida provisional de la Prisión Provincial de Las Palmas de Gran Canaria, sin la liberación del destierro.

Privado de su carrera profesional, apartado de la función pública, sin bienes y desterrado del territorio ecuatorial, rehace su vida en Alcázar de San Juan reciclándose como docente de primaria en el Colegio-academia Cervantes.

Años después, Antonio Moreno evoca con cariño su recuerdo de José Lizcano como maestro en El Semanal de La Mancha:

«Tengo recuerdos muy gozosos del día a día en la Academia (...). El aula de D. José Lizcano, la de Primaria, estaba inmediata a la entrada, a la izquierda junto al despacho de dirección, donde solía estar perenne D. José. Aprendí a leer en las cartillas de Trillo Torija; el resto de la Primaria, estudiando en las enciclopedias de Dalmau Carles, de los grados Elemental, Medio y Superior. De D. José Lizcano recuerdo su bondad, paciencia y desesperación, a veces, cuando la clase se “removía” y trataba de poner orden a base de palmetazos en la mesa. De vez en cuando se le escapaba algún pescozón para los que tenía cierta soltura. Era una clase unitaria, con todos los grados, y no menos de 80 alumnos entre 5 y 17 años. Un auténtico reto pedagógico que ahora haría temblar a más de uno. El hacinamiento, el frío o el calor según las épocas, y las incontinencias gástricas, incluso el ostentoso ventoseo, producían un olor casi masticable que mezclado con la humareda de los cigarros que fumaba el maestro, “caldo gallina” gordo y liado en papel Bambú, creaban un ambiente espeso y neblinoso que nos ha hecho resistentes a muchas adversidades tenidas ahora como nocivas e insoportables. A media mañana, el maestro Lizcano sacaba de su taquilla un paquete de galletas María y una botella de anís del Mono con agua. De pie, frente a todos, desperezándose, se comía las galletas y echaba tragos, a morro, acompañados de un sonante y rítmico glu, glu, glu; de postre, un suculento pito».

Y pese a todo, seguirá cultivando su afición por la escritura.
En la Memoria del curso 1948-49 de la Academia Cervantes podéis encontrar uno de sus artículos africanos.