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lunes, 3 de septiembre de 2018

El Tesorero de Hacienda en la celda de los pintores

Paco Hinestrosa,
Tesorero de Hacienda en Guinea, músico y pintor.
Caricatura realizada por Gonzalo Carrillo,
preso "guineano" en Gando.
En "Cuadros del penal: memorias de un tiempo de confusión", Juan Rodríguez Doreste comparte su
vivencia de confinamiento en el campo de concentración del viejo Lazareto de Gando con uno de los represaliados de la Guinea republicana, Francisco Hinestrosa Montes, condenado a 6 años y un día de prisión, tras la petición inicial de reclusión perpetua:

«Llevábamos algunos meses en Gando cuando llegaron los detenidos en la Guinea española, que procedían de la isla de Fernando Poo y del territorio del Río Muni, a los cuales se habían incorporado los tripulantes capturados del vapor de la Compañía Trasmediterránea, llamado precisamente el Fernando Poo, hundido en las aguas del puerto de Bata. Eran aproximadamente unos ciento cincuenta en total, entre tripulantes y coloniales. De los primeros salieron las bajas más importantes que causó la expedición conquistadora».
La conocida como 'Casa de Piedra',
sede de la Delegación de Hacienda
en Santa Isabel hasta 1950.

«Evoco el grupo de los coloniales, como les llamábamos, con particular simpatía. Compartí el alojamiento, primero, con Gonzalo Carrillo, abogado, pintor y caricaturista, y después, con Francisco Hinestrosa, alto funcionario de Hacienda, que era también excelente retratista. Los tres nos reunimos hasta nuestra liberación en el memorable cuarto de la pintura que en el último año de nuestra odisea fue algo así como la Academia del Penal, en estricto sentido ateniense. Algunos de ellos al salir se establecieron en nuestra isla, se casaron, también fueron otros tardíamente repuestos en sus escalafones oficiales, por que a todas aquellas personas honorables solo podía reprochárseles una conducta de limpia lealtad, que a los ojos de los insurgentes podría ser reprobable, pero que en el juicio inapelable de la historia, en la balanza de la justicia, debe pesar como auténtica virtud. Para su ventura los coloniales llegaron cuando se vivían las últimas jornadas de la vesania punitiva y se iniciaba el deshielo, como diría Ehremburg a propósito del período poststaliniano en la Rusia soviética. Todavía alcanzaron algunos coletazos, vieron partir a los últimos condenados a muerte. Sufrieron por ello también como nosotros los canarios, porque supieron fundirse de modo espontáneo en la misma anhelosa expectación y en el mismo irremediable dolor, la injusta inmolación de aquellos compañeros que sellaron con su sangre la inmerecida represión que sufrió el pueblo de nuestra isla, que ni antes de nuestra guerra, ni en su inicio, ni en su curso, desmintió con un solo hecho su tradición secular de tranquilo, pacífico y tolerante».

(...)

«En el curso de mi etapa de director artístico de los talleres, calculo que hacia el mes de junio o julio de 1939, sugerí al Jefe del Penal que, puesto que en el campo se encontraban numerosos aficionados a la pintura, incluso alguno de reputación, casi verdadero profesional, como Rafael Monzón Grau Bassas, conocido popularmente por Felo Monzón, por qué no los reunía a todos en un solo cuarto que así podríamos convertir en un verdadero taller de artes plásticas. Fue de este modo cómo nació el que devendría en la memoria de cuantos pasaron por aquel Lazareto, el conocido y hasta famoso Cuarto dela pintura. (...) Paco Hinestrosa Montes era un poco más joven que Nicolás [Díaz-Saavedra y Navarro]. Había nacido cabe las minas del azogue, en Almadén, de lo que él estaba muy orgulloso y llegó a la cárcel desde la Guinea, donde era Tesorero de Hacienda. Meticuloso, ordenado, servicial, con su aire moreno de serranía manchega, prestaba un doble servicio artístico: como pintor, haciendo finos retratos a la aguada, gouaches, dibujos acuarelados de trazo suelto, y en guisa de músico, tocándola bandurria como un maestro. Formó parte de nuestra orquestina, amenizadora de no pocos inacabables atardeceres de nuestro encierro.

Imagen del campo de concentración del Lazareto de Gando en Gran Canaria
(Cortesía de Fernando Caballero Guimerá).
En "Los campos de concentración de Franco" de Carlos Hernández de Miguel.

Cuando llevaba algunos años en libertad, viviendo con dificultades, logró que lo repusieran en su escalafón. Por su antigüedad fue muchos años el funcionario de mayor categoría de nuestra Delegación de Hacienda pero sin poder desempeñar puestos de jefatura, que le fueron vedados como sanción. Pero la seriedad y el señorío que emanaban de su persona le aseguraron hasta su jubilación una autoridad que nadie le discutía. Se casó en nuestra isla, ya madurito, tuvo algunos hijos y aquí igualmente acabaron sus días (1969). Solía decirme, bromeando, que después de Almadén ésta era la mejor tierra del mundo».

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