Contábamos en El caso del viejo Gobernador que murió descalzo cómo tras su desaparición, su viuda y primera esposa se encontró en un kafkiano laberinto para certificar su defunción (pese a que la lógica de la Navaja de Ockham era perfectamente aplicable a este caso) y cobrar una eventual pensión de viudedad. Según la Real Academia de Historia: «Finalizada la guerra, su viuda Aurora Bermejo inició un auténtico peregrinaje tratando de determinar el estado legal de su esposo para, confirmada su desaparición o muerte, poder solicitar la pensión de viudedad, pero no lo consiguió. El Ejército, que siempre ha atendido a sus viudas de manera ejemplar, no cumplió con ésta, a la que entretuvo mareándola con respuestas e interminables trámites incoherentes y carentes de interés».
Su segunda esposa Maria Luisa Baux, que con la anulación de la ley de divorcio carecía de respaldo legal para una hipotética pensión, el octubre del 1936 -antes de emprender el viaje al exilio- vendió el patrimonio familiar a la Generalitat de Cataluña para su inclusión en la sección etnológica del Museo de Arqueología de Cataluña. Posteriormente, el conjunto fue trasladado al Museo Etnológico y Colonial, creado al final del 1948 y precedente del actual Museu Etnològic i de Cultures del Món.
Tras el fusilamiento del viejo Gobernador, a su viuda le negaron durante años (hasta 1944) la pensión por carecer de certificado de defunción. «Su mujer, que se encontraba en Barcelona, vendió la colección de objetos de Núñez de Prado en el Ayuntamiento de Barcelona, y fueron incorporados a la Sección de Etnografía del Museo de Arqueología, bajo el nombre de 'colección de Arte Negro, armas y vasijas de los indígenas de Fernando Poo'. Ésta fue una de las colecciones que constituyeron los fondos del Museo Etnológico de Barcelona, 1948». |
Miguel Núñez de Prado en una finca de Sampaka (Bioko), primera hilera, segundo por la izquierda. |
Tal como informaba el diario La Humanidad del domingo 14 de julio de 1936 durante el día anterior el general Miguel Núñez de Prado había visitado en compañía de Lluís Companys y otras figuras principales del mundo político y militar el entonces todavía aeródromo del Prat del Llobregat. Nadie de los presentes debía de imaginar que poco más de un mes después, el general desaparecería entre los engranajes de la máquina represiva de los militares golpistas. Este final abrupto marca el inicio del periplo de uno de los conjuntos patrimoniales más interesantes que conserva lo MuEC.Miguel Núñez de Prado y Susbielas había nacido a Montilla (Córdoba) en 1882 dentro de una familia de larga tradición militar y con ciertas aspiraciones nobiliarias. Integrado al ejército desde muy joven llegó a ocupar el grado de general de división y además, entre 1926 y 1931 el cargo de gobernador general de la entonces colonia de Guinea Española. Esta nueva denominación agrupaba la isla de Fernando Poo (actualmente Bioko), Annobon y Corisco con el territorio continental de Rio Muni, finalmente “pacificado” y efectivamente ocupado por los españoles en estas fechas. A lo largo de su mandato fue acumulando una amplia gama de objetos africanos y particularmente del pueblo fang.Al poco de su asesinato, y a través de un itinerario que todavía hoy no se sabe con certeza, las piezas acabaron en manos de la Generalitat de Cataluña. Perdemos la pista de este conjunto de piezas guineanas hasta la fundación a final de 1948 del Museo Etnológico y Colonial. En este momento y con la intención de dotar de fondo museístico la nueva institución se realizaron una serie de depósitos provenientes de las colecciones africanas, filipinas y extraeuropeas en general que los museos barceloneses iban acumulando desde los fines del siglo anterior.El MuEC inicia este proyecto de investigación sobre una parte de su colección como primer paso de un proceso de necesaria reflexión crítica sobre el origen y las formas de adquisición de las piezas que conservamos, así como de profundización en el conocimiento del contexto en que fueron fabricadas, utilizadas y finalmente extraídas.Releer este conjunto patrimonial nos obliga a repensar también el marco colonial de donde provienen. Al mismo tiempo, nos tenemos que interrogar sobre el papel de estos objetos en la trayectoria histórica del museo: si fueron obras exhibidas o si permanecieron cerradas en los almacenes o qué grado de protagonismo y reconocimiento lograron. La misma materialidad y forma de los objetos no puede de ser ninguneada. La demanda europea de toda dirige piezas “tribales” y obras “de arte negro” espoleó desde bien pronto una producción artística destinada a los extranjeros que en algunos casos, como el escultor ioruba Olowe de Ise y su escuela presente en la colección de Núñez de Prado, llegó a un alto grado de apreciación. Esta circunstancia deriva al cuestionar la autenticidad de las obras de nuestro fondo y también nuestra misma idea de autenticidad.De toda esta reflexión esperamos poder ofrecer una lectura diversa y crítica de nuestra colección que contribuya a superar las permanencias coloniales de nuestra sociedad.
Posiblemente, los visitantes del museo habrán notado en los últimos días la ausencia de algunas piezas en la sala dedicada en el pueblo fang. Unos carteles en el interior de la vitrina suplen momentáneamente la presencia de tres eyema byeri. Durante este pequeño descanso, los objetos han sido trasladados a las dependencias del Centro de Restauración de Bienes Muebles de Cataluña (CRBMC) dónde serán objeto de una serie de estudios analíticos que nos ayuden a entender mejor su fabricación y sobre todo su trayectoria desde la elaboración hasta nuestros días.Uno de los elementos del arte tradicional africano a que los expertos han prestado una mayor atención ha sido la pátina exterior de los objetos. Las características de la superficie exterior de los objetos, evidencia de su uso, a menudo se ha considerado la principal prueba en la hora de juzgar la autenticidad de una obra. Por esta razón, ya desde el inicio de la colonización europea se produjo una creciente demanda y apropiación de objetos tradicionales africanos por parte de los misioneros, militares y administradores blancos. A veces, la respuesta de los diversos pueblos africanos fue fabricar piezas que mediante la mezcla de tradición y novedad satisficieran el gusto europeo por el exotismo y pretendido primitivismo africano.Los especialistas del CRBMC realizarán el fotografiado con luz rasante de las piezas y bajo luz ultravioleta, para identificar las posibles refacciones, repintados y restauraciones. También se harán radiografías así como la identificación de la madera utilizada y la composición química de las capas de las superficies.
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