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viernes, 23 de mayo de 2025

Relatos y creencias

¿Recordáis El cementerio musulmán de Musola? No es la primera vez que la temática religiosa surge en este paseo por la vieja calle 19 de septiembre de Santa Isabel.

Al fin y al cabo, en un España pretendidamente monocolor, los relatos minoritarios o divergentes no tenían cabida. 

Juan Antonio Monroy recoge su experiencia en "Un protestante en la España de Franco":

«En 1858 -la Historia es un simple juego de abstracciones-, España envió al primer gobernador general, quien la declaró colonia de la Corona. Con el señor gobernador llegaron los señores jesuitas, faltaría más. Iban pagados por el gobierno español, como siempre, con un sueldo de 4.000 pesetas anuales. Pesetas de aquellos tiempos, más otras pesetillas por trabajos extras.

También con los ingleses llegaron los misioneros protestantes, con la diferencia de que en lugar de entregar a los nativos reliquias y estampitas les regalaban ejemplares de la Biblia. La Palabra de Dios corrió y fue glorificada. Los misioneros ingleses fundaron iglesias y establecieron escuelas. Demasiada herejía para el clero católico.

Algunos jesuitas enfermaron, otros no soportaban el clima; los discípulos de Loyola abandonaron el país; para sustituirles llegaron los claretianos, orden de frailes fundada en Cataluña por el arzobispo Antonio María Claret.

Misión Jesuítica (1889) en Santa Isabel.

Para entonces los jesuitas ya habían emprendido una santa cruzada en contra de los protestantes. Uno de ellos, Miguel Martínez Sanz, envió una carta a sus superiores en España en la que decía: "Es muy probable que el Gobierno español, a ruegos míos, haga observar aquí las leyes españolas que prohíben todo culto público a excepción del católico". Otro jesuita, paisano de Loyola, José Irisarri, enviaba poco después otra carta al prefecto de la Orden, en la que le comunicaba: "Expulsado el ministro protestante, empezaron a trabajar los misioneros para arreglar a aquellos católicos y para convertir a los no católicos". Y así fue. A instancia del clero católico, las autoridades españolas ordenaron la expulsión de los dirigentes protestantes extranjeros.

Pero regresaron. El valor viene de las ideas. Y las de Cristo están fuertemente arraigadas en el alma de sus seguidores. La amenaza no puede con ellos. No puede con nosotros. En 1870 desembarcaron en la isla dos pastores metodistas. Llegaban de Inglaterra. Inmediatamente se dedicaron a reagrupar a los creyentes dispersos y a establecer nuevas iglesias. Si la cifra que me han proporcionado es correcta, actualmente hay en Guinea unos 15.000 cristianos evangélicos, casi todos ellos pertenecientes a la Iglesia Evangélica Española, denominación que también se ha preocupado en abrir escuelas para niños (...)».

 Así, el territorio ecuatorial no quedará ajeno a las pulsiones peninsulares, y «el brazo armado del nacionalcatolicismo llegaba también a las colonias que a España le quedaban en África. En diciembre de 1962 publiqué en el periódico La Verdad la carta de un pastor protestante de Río Muni, en Guinea. Me rogaba que no pusiera su nombre, pero en una nota personal se comprometía a ofrecer todos los datos a quienes lo quisieran. Este hombre contaba que un sacerdote católico llegado a aquellas tierras se dedicaba a perseguir, insultar, violentar a los protestantes, ordenándoles aceptar el bautismo católico. "En una ocasión -decía mi comunicante- penetró en el hogar de un joven creyente insistiéndole que se convirtiera al catolicismo. Como nuestro hermano se negara, le golpeó varias veces en la cabeza y en el cuerpo con un palo que llevaba en la mano".

Al dar cuenta de la noticia añadía yo: "La sangre me hierve de tal forma que mis manos tiemblan al pulsar las teclas de la máquina. Si no conociera al pastor que me escribe y estuviera convencido de su honradez, dudaría del hecho brutal que describe".

No fue el único en aquellas tierras. En septiembre de 1967, cuando dirigía en Madrid la revista Restauración, fundada un año antes, recibí otra carta de Río Muni. La firmaba el pastor Juan Esono Mangué. Contaba que el sacerdote español Antonio Barrio convenció a un grupo de jóvenes para que destruyeran la capilla protestante en el poblado de Gongom. Cuando el humilde edificio quedó demolido reunió al grupo y les dijo:

-Amados hermanos, quiero que firméis que vosotros habéis destruido la capilla.

Uno de ellos respondió:

-No, padre; la culpa es de usted; usted sabe que no hemos destruido esta capilla por nuestra voluntad, sino porque usted nos ha obligado.

En un tono de contrariedad e impaciencia el misionero católico replicó:

-Es igual, no temáis, nada os va a pasar; ya sabéis que todas las autoridades nuestras son católicas.

Como siempre, desde los tiempos de Constantino. La iglesia buscando la protección y la complicidad del poder civil. Con Franco, obispos y curas se consideraban omnipotentes. La obsesión de entonces era la defensa de la ortodoxia religiosa; al heterodoxo, estuviera en Madrid o en Río Muni, había que acorralarlo, perseguirlo y, a poder ser, exterminarlo».

Aunque con la independencia, no mejoró mucho la situación:

«Presionado por las Naciones Unidas, el Gobierno español concedió la independencia a Guinea en agosto de 1968.

Dos meses después, en octubre, yo aterricé en Fernando Poo. Fui con la intención de ayudar a un reducido número de personas pertenecientes a la iglesia de Cristo, que habían sido convertidas por un misionero norteamericano residente en la vecina Gabón. El grupo se reunía en casa de uno de ellos y yo pretendía buscar en alquiler un local para dedicarlo al culto. Todo el tiempo estuve acompañado por dos de los hombres más espabilados de la pequeña congregación. Uno solo hablaba inglés. Era de Nigeria.

Preguntamos en agencias dedicadas al negocio inmobiliario y recorrimos calles en busca de lo que necesitábamos. El hombre que estaba en la recepción del hotel me habló de un primo suyo que disponía de un local vacío y lo quería alquilar. Fui a verlo. Justo lo que estábamos buscando. Estuvimos de acuerdo en precio. En el momento de firmar el contrato no lo había hecho antes, me preguntó a qué iba a dedicar el recinto. Me salió tal como lo pensé:

-Aquí vamos a establecer una iglesia.

-¿Una Iglesia católica? -preguntó él.

-No. Una iglesia protestante -respondí yo.

La cara de aquel hombre cambió. De una expresión de pascua florida pasó a la de una semana santa de angustia.

Me confesó: -No puedo alquilar mi local a los protestantes. Pertenezco a Acción Católica, colaboro en la parroquia, soy amigo de los sacerdotes que aquí trabajan, no puedo, no lo alquilo.

No lo alquiló.

Debió ir con la historia al sacerdote de su parroquia. Porque al día siguiente un religioso claretiano habló desde una emisora de la ciudad y advirtió a los oyentes que una nueva secta protestante había llegado a la ciudad. Que tuvier- an cuidado. No se dejaran engañar.

Yo seguía mi camino. Me contaron que el Gobierno recién constituido ofrecía gratis parcelas de terreno para construcciones religiosas. Logré una entrevista con el ministro del Interior, Ángel Masie Ntutumu. Fue extraordinariamente amable. Le expliqué mis intenciones. Respondió que no había problema. Que haría gestiones. Que regresara tres días después. Yo tenía entonces una máquina fotográfica Polaroid, que tomaba imágenes el instante. Pedí a un funcionario que por allí estaba que me sacara una fotografía con el ministro. Lo hizo. Fue publicada en el número de la revista Restauración correspondiente a noviembre de 1968. También la tengo enmarcada en mi galería de retratos con mujeres y hombres más o menos célebres.

Volví al despacho del señor ministro tres días después. Al entrar se me cayó el alma a los pies. Junto a él estaba sentado un sacerdote católico. En mi presencia dijo al ministro que no nos diera terreno para construir un templo protestante. Que enfadaría mucho a las altas autoridades españolas. Hubo una pequeña trifulca. Nos despedimos del ministro y ambos salimos del despacho. Una vez en la calle le invité a tomar un café en el hotel. Se negó. Le hablé del ecumenismo pregonado por el papa Juan XXIII. De la Ley de Libertad Religiosa promulgada por el Gobierno español un año antes. Nada de nada. Tenía cabeza de cántaro. Me dijo antes de marcharse: "Este país es católico y no queremos a otras sectas protestantes. Ya hay suficientes protestantes aquí". Me fui. No se prestaba al diálogo. Al día siguiente me llamó al hotel un funcionario del Ministerio. Decía que "por ahora no se me podía dar terreno para un edificio protestante".

Ignoro qué ocurrió. Semanas después me entero por la prensa madrileña que el ministro había muerto en circunstancias muy extrañas.

No me rendí. Mis amigos y yo seguimos buscando. Hasta que encontramos un precioso local que daba a dos calles. Era propiedad de un gallego residente en Fernando Poo. El precio del alquiler era alto, pero no exagerado. Me pedía el anticipo de seis meses. Decía que necesitaba el dinero. Lo tuvo. Nos pusimos manos a la obra. Pintamos. Compramos bancos. Inauguramos con la asistencia de unas 50 personas. En el número aludido de la revista Restauración figura una fotografía del mencionado local. Regresé a Madrid. El más capacitado del grupo quedó responsabilizado de los cultos. Exactamente ocho meses y siete días después recibo carta en la que se me dice que el local había sido clausurado por las autoridades. ¿Qué autoridades, las civiles o las eclesiásticas? No quise averiguarlo. Guinea Ecuatorial quedaba muy lejos de Madrid como para embarcarme en otra disputa con los que siempre andaban tras de mí, sembrando mi camino con puntas de acero y tratando de doblegarme a golpes de espada ajena. Porque aquella España se sostenía sobre dos patas: el Ejército y la Iglesia católica».

Concluye Monroy con «(...) la actitud de los curas católicos ante el intruso protestante era normal en ellos. En Guinea Ecuatorial, en el norte de Marruecos, en la América hispana, en Filipinas, en todos los países donde España estableció sus plantas, la Iglesia católica impuso un poder paralelo. Un dominio exclusivo y excluyente. Para el catolicismo, más en aquellas repúblicas que en los países europeos, la autoridad de Dios estaba física y automáticamente en la autoridad de la iglesia. Solo ella representaba a Dios. Solo ella podía hablar en nombre de Dios. Con esta doctrina dominaba las conciencias y se señoreaba de los pueblos, esclavos del clero. Resultaba patético ver a criaturas miserables, sucias, andrajosas, arrodilladas en un suelo de piedra, escuchando a un cura español hablando en latín. En los villorrios indios de las montañas y en las grandes ciudades europeizadas, el cura y el obispo estaban siempre junto al gobernante, que con frecuencia era el tirano».

Si os interesan las creencias en el Territorio ecuatorial, no os perdáis:

domingo, 29 de diciembre de 2024

El caso de Segundo Sabio

Recordábamos en Una pena de muerte y 11 cadenas perpetuas, cómo a Jaime Gay Compte se le había condenado a muerte en un Consejo de Guerra instruido por delito de rebelión/excitación a la rebelión, a 11 compañeros del Frente Popular del territorio ecuatorial a cadena perpetua y otros a penas de entre 20 y 12 años...

Y se retiró la acusación contra los procesados Antonio Platas Calvete, José Bortes de la Torre y Segundo Sabio Dutroy [Dutoit], «por considerar que los hechos perseguidos no son constitutivos de delito».

Vamos a detenernos en la figura de Segundo Sabio (o Savio, como se llamaba su abuelo italiano).

Hijo de Segundo Sabio del Valle, pastor protestante y miembro de la logia Caballeros de la Noche de Zaragoza, adscrita a la Gran Logia Simbólica Independiente, donde alcanzó el grado 33. Durante su estancia en la capital aragonesa falleció su primera esposa, lo que seguramente le produjo una crisis de fe, que le llevó a abandonar la práctica religiosa hasta tal punto que sus cuatro hijos menores, los que tuvo con su esposa en segundas nupcias, no fueron bautizados.

La madre de Segundo Sabio fue Adèle Dutoit y Wyttenbach, natural de la ciudad suiza de Lausanne.

Fueron varios hermanos, tres de ellos varones, Rafael, Fernando y Segundo, que se significaron en la defensa de la República:

  • Rafael, que nació en Madrid el 22 de octubre de 1890, se formó en la Academia de Ingenieros militares de Guadalajara. Al estallido de la guerra era comandante de Ingenieros y fue pionero en el tratamiento y conservación de monumentos de Madrid mediante su sistema de blindaje antiaéreo, del que son ejemplos la fuente de la Cibeles y la fachada del Hospicio. Formaba parte del mando de la Comandancia de Obras y fortificaciones y fue ascendido a teniente coronel en el frente de Madrid participando en las fortificaciones de la capital. Al final de la guerra fue detenido, encausado y depurado. Como el Ejército de Franco andaba escaso de ingenieros con experiencia en fortificaciones se le ofreció en 1939 trabajo de ingeniero civil para el plan urgente  de  fortificaciones del Campo de Gibraltar que Franco quería a toda costa. Rafael Sabio reunió a su equipo de antes de la guerra y fue protagonista de esta obra militar llamada "la muralla del Estrecho" junto con miles de presos republicanos que formaban los batallones de trabajadores del Ejercito. En 1944 fue indultado y sobreseído su expediente de responsabilidades políticas.

  • Fernando, Capitán de Intendencia retirado que mandó unidades milicianas al principio de la guerra. Era masón, iniciándose en la Logia Hércules de Ceuta con el sobrenombre de Asoka. Con la guerra se encontraba en Madrid y pertenecía a la UMRA. Ingresó en Quinto regimiento del que fue nombrado jefe honorario. En una de las acciones contra el Cerro Garabitas en la Casa de Campo, Sabio resultó herido. Después, ya restablecido, mandó la 13 división, recién creada con la base de la 5 Brigada Mixta. Era marzo de 1937. Ascendido a teniente coronel se le dio el mando de la zona catalana del Instituto de Carabineros. Una de sus tareas más citadas es las gestiones que tuvo que realizar con el gobierno de Andorra para que impidieran las actividades de rebeldes y quinta columnistas que se acopiaban de material en el Principado. Al final de la guerra pasó al Estado Mayor del Grupo de Ejércitos de la Región Oriental. Desde Cataluña partió al exilio con visa mexicana.

Pero del tercer hermano (que era el 5°) y que fue Segundo... apenas tenemos información salvo que falleció en Cádiz.

lunes, 20 de mayo de 2019

El cementerio musulmán de Musola

En la católica España el núcleo urbano de la capital de Fernando Poo, compuesto por dos
ayuntamientos, se puso bajo la advocación de “Santa Isabel de Hungría" al asentamiento de los colonos europeos y bajo la de “San Fernando Rey” al poblado indígena (actual barrio de Elá Nguema de Malabo). Lo cual no dejaba de ser un guiño misionero y patriótico a los Reyes Católicos.

De hecho,  la Constitución de 30 de junio de 1876 -promulgada por Alfonso XII-, en su artículo 11 establecía:
«La Religión Católica, Apostólica, Romana, es la del Estado. La Nación se obliga a mantener el culto y sus ministros.
Nadie será molestado en territorio español por sus opiniones religiosas, ni por el ejercicio de su respectivo culto, salvo el respeto debido a la moral cristiana.
No se permitirán, sin embargo, otras ceremonias ni manifestaciones públicas que las de la religión del Estado.»

El periodo republicano supuso una excepción con una Constitución de la República Española de 9 de diciembre de 1931 que estableció el régimen de separación entre la Iglesia y el Estado, al decir en su artículo 3.0 que «el Estado español no tiene religión oficial».

El franquismo acabará de facto con esa aconfesionalidad y lo recogerá en el artículo 6.° del Fuero de los Españoles -ley de 17 de julio de 1945-, que decía nuevamente que:
«La profesión y práctica de la Religión Católica, que es la del Estado español, gozará de la protección oficial.
Nadie será molestado por sus creencias religiosas ni el ejercicio privado de su culto. No se permitirán otras ceremonias ni manifestaciones externas que las de la Religión Católica.»

Procesión en la festividad de la Inmaculada Concepción de 1936, frente a la catedral de Santa Isabel.
El paso con la imagen está escoltado por falangistas uniformados con la camisa azul mahón de rigor, pantalón blanco, zapatos negros, correaje y fusil con bayoneta.
En la fila delantera se reconoce a José García Vidal (primero por la derecha), y Manuel Mendoza la Llave (primero por la Izquierda). En la segunda fila a José Novo Mediano (segundo por la derecha), junto al paso de la virgen, Ramón Cerdá Rovira (tercero por la derecha), al otro lado del paso.

De hecho, Francesc Tur en España en Guinea Ecuatorial: ¿Una colonización ‘Light’? nos recuerda que «La primera norma local emanada del Gobierno general de Guinea bajo control de los franquistas está referida a la toma de medidas contrarreformistas y se limitaba a aplicar lo dispuesto en la real orden 482, de 26 de julio de 1928, en relación a la obligatoriedad de la enseñanza religiosa en las escuelas y la exhibición de símbolos religiosos».

¿Pero era católica la población de Fernando Poo?

Aparte de las creencias autóctonas, Gonzalo Álvarez Chillida aclara en Misión católica y poder colonial en la Guinea española bajo el gobernador general Ángel Barrera (1910-1925) que «desde la década de 1840, estaban establecidos en Fernando Poo los misioneros baptistas británicos, sustituidos desde 1870 por los metodistas, y en la costa continental los presbiterianos estadounidenses. Estos últimos lograron establecer pequeñas pero sólidas comunidades, dirigidas en su mayoría por pastores nativos, y los metodistas hacían progresos entre los bubis, mientras que en la capital la mayoría de los criollos fernandinos era protestante. Desde su llegada, los claretianos intentaron que se prohibieran las misiones protestantes y lograron que se cerraran sus escuelas y no se les permitiera usar campanas».

El monopolio católico igualmente estaba cuestionado por la presencia de musulmanes en el territorio. Ilustración Popular en su edición del 22 de febrero de 1936 le dedica un artículo a los Haussas y Yaundes: «En 1916, durante la gran guerra, cuando el ejército colonial y la población civil blanca del Camerún alemán, cruzando el río Campo, se refugiaron en nuestro territorio ante el empuje arrollador de las huestes senegalesas y sudanesas que operaban por cuenta de los aliados, llegaron a Fernando Póo los primeros haussas, unos atraídos por el buen negocio que podían hacer con los diecinueve mil fugitivos, y otros acompañando simplemente a los oficiales alemanes a cuyo servicio estaban».
La comunidad hausa crecía paulatinamente, y como recuerda Fernando el Africano «en los años 1942, el rey Hausa de la ciudad paseaba por la ciudad con un caballo protegido con un mosquitero».
Sara Núñez Torres lo recoge igualmente en La tierra de Bisila: «En Santa Isabel había todo un barrio hausa, de hombres morenos, de negro negrísimo, altos, escuálidos, vestidos con ropajes blancos o azules que llegaban hasta el suelo, y tocados con un bonetillo de tela bordada. Todos ellos profesaban la religión musulmana y se dedicaban a la compraventa de artículos de ébano y marfil, traídos desde el continente».

Pero estamos en la Calle 19 de Septiembre, y nos interesa especialmente la historia de las tropas indígenas traídas del norte de África con motivo del golpe de Estado de 1936:

Como ya se ha tratado anteriormente, en el Ciudad de Mahón que bombardeó Bata y hundió el Fernando Poo el 14 de octubre de 1936, viajaba un Tabor de Tiradores de Ifni (310 hombres, de los que 302 eran moros, según J. Ramírez Copeiro en “Objetivo África”). Y éste permaneció en el territorio hasta mayo de 1937.

Poco después, el 18 de marzo de 1942, tras el incidente de la Duchessa d’Aosta en el puerto de Santa Isabel, y ante el temor de entrar en guerra, desembarcaron del Dómine dos compañías del 6º Tabor de Tiradores de Ifni, constituidas por 100 europeos y 330 marroquíes. Con el tiempo, se incrementarían hasta los 2.100 hombres (1.300 europeos y 800 moros).

Esta cantidad de musulmanes supuso incluso la creación de un cementerio musulmán en Musola, aprobado el 20 de diciembre de 1943 por el subgobernador Rufino Pérez Barrueco.

«Los soldados moros -cuenta J. Ramírez Copeiro- fallecidos y enterrados con arreglo al rito musulmán, podrían ya disponer de un recinto totalmente cerrado con murete de piedra y una mezquita de bella cúpula a la entrada. El viernes 25 de febrero de 1944, el nuevo gobernador, Juan Mª Bonelli Rubio, visitó el Campamento de Musola para saludar a las fuerzas del Tabor de Ifni allí acampadas y hacerse cargo del cementerio musulmán, ante la próxima repatriación de la unidad. De estilo puramente árabe, el cementerio se alzaba en el monte situado a la izquierda de la entrada al campamento, destacando su blanca silueta del verde frondoso del bosque y sobresaliendo de su mezquita un esbelto minarete coronado en su cúpula por tres bolas, en la última de las cuales se mantenía erguida en el aire la media luna del islam. Dentro del recinto, en blancas sepulturas, reposaban los cuerpos de los 8 soldados moros fallecidos del Tabor».