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V Congreso del PCE |
¿Retomamos la serie?
Sin embargo, en "Miseria, grandeza y agonía del PCE (1939-1985)", de Gregorio Morán, obtenemos una nueva perspectiva. Morán, que estuvo revisando por años los archivos del Partido Comunista, comenta que en el nuevo programa se echaba de menos un tema candente: los procesos de descolonización tras el final de la II Guerra Mundial. Las actas revisadas por Morán recogen que el tema fue excluido por Santiago Carrillo, quien negó -en el caso del territorio ecuatorial- que la Guinea Española fuese nación, y en un mundo que empezaba a conformar bloques irreconciliables, el PCE priorizaba la lucha de clases y frenar la creciente influencia de Estados Unidos antes que apoyar su descolonización:
Antes de presentarse en el Congreso, el programa había sido discutido durante dos días en Paris por los responsables del aparato del partido hacia el interior. Bajo la dirección de Santiago Carrillo fueron adentrándose en el ejercicio de la táctica y la estrategia algunos de los que a partir del Congreso formarán parte de la dirección del partido: Francisco Romero Marín, Simón Sánchez Montero, Juan Menor, Julián Grimau, Antonio Núñez Balsera. A todos llamó la atención la considerable reducción del volumen de nacionalizaciones en este Programa de 1954 con relación al Programa de 1945, el que expuso Pasionaria en el pleno de diciembre, en Toulouse. Fue unánime la insistencia también sobre temas que, lógicamente, estaban en el candelero mundial de aquel año 1954 y que los futuros miembros del Comité Central echaban en falta: el problema descolonizador referido al Marruecos español, Guinea y el peñón de Gibraltar.
Santiago Carrillo tuvo respecto a las tres cuestiones respuestas antológicas. En 1954 la situación de Marruecos era la de un pueblo dispuesto a conseguir su independencia en medio de negociaciones con los colonizadores franceses y españoles. Ante esta coyuntura Carrillo fue tajante: "La liberación de Marruecos es obra del pueblo marroquí, pero si no se levanta a la lucha y su liberación depende de nosotros, seríamos partidarios de ir a un acuerdo con los franceses para defender Marruecos contra el imperialismo americano". Es decir, que lo mejor es que sigan como están, colonizados por franceses y españoles, para que no caigan en la tentación imperialista. El cinismo y la brutalidad suben un grado en la cuestión de la Guinea española: "la cuestión de Guinea ha sido examinada al elaborar el proyecto [de programa] y se llegó a la conclusión de no incluirla. La Guinea española no es una nacionalidad y dado que tampoco somos partidarios del abandono de Guinea a los americanos", lo mejor, una vez más, es dejarlo como está y no citarlo, para que parezca como si el problema no existiera. Y ¿Gibraltar? Pues a pesar de la importancia que esto pueda tener, dice Carrillo, según el acta de la reunión, "¿no es más importante expulsar a los capitales extranjeros de España?" Curiosa maniobra esbozada por Carrillo hacia la extremísima izquierda; pretendía resolver el problema colonial haciendo la revolución antiimperialista. Primero la revolución y luego resolver la cuestión colonial, porque el enemigo principal es el imperialismo americano y se trata de utilizar las contradicciones entre imperialistas ingleses y americanos (Carrillo dixit). Chunga explicación y abrumadora ignorancia la de creer que la "hábil" política del PCE respecto a Gibraltar iba a agudizar "las contradicciones interimperialistas". En definitiva, la cuestión colonial no podía incorporarse al Programa del Partido Comunista de España de 1954, quizá siguiendo la pauta de su homólogo francés, que a la sazón mantenía que los argelinos lo que tenían que hacer era la revolución, porque la independencia era una reivindicación absorbible por el imperialismo norteamericano.
La afirmación de Morán cuadra con el programa aprobado, que -de refilón- hablaba de Marruecos, pero obviaba al territorio ecuatorial:
2) La unidad del Estado español no será nunca verdaderamente sólida y democrática si se asienta sobre la fuerza y la asimilación violenta, sobre la negación de los derechos nacionales. Por ello, los comunistas estamos contra el sojuzgamiento de unas naciones por otras y defendemos el derecho de los pueblos a la libre autodeterminación. Sostendremos, pues, el derecho de los pueblos de Cataluña, Euzkadi y Galicia a decidir libre y democráticamente su destino.
3) El Partido Comunista declara su solidaridad con la lucha del pueblo marroquí por su independencia. Hasta tanto que ese objetivo haya sido logrado, el Partido Comunista luchará por la concesión a la zona española de las mismas libertades democráticas, sociales y nacionales que defiende para los pueblos que constituyen el Estado español.
Es difícil entender ese posicionamiento de Santiago Carrillo, aunque con el tiempo se ha visto que no le faltaba perspicacia al identificar la ausencia de identidad nacional del territorio o de perspectiva social de los sucesivos gobernantes de la joven república; ambas carencias han lastrado por décadas (y lo que queda) la cohesión y el desarrollo social de la ciudadanía ecuatoguineana.
Pero en 1954, con la Guerra Mundial terminada, y siendo ya remota la posibilidad de que los aliados invadieran el territorio administrado durante el conflicto por un Franco que había tonteado descaradamente con el Eje, empiezan a tener lógica otras estrategias:
Curiosamente colectivos de exiliados, incluyendo al Partido Nacionalista Vasco, habían previsto ya desde la retirada republicana la posibilidad de que el territorio ecuatorial -cual Covadonga republicana o como el Taiwán nacionalista- fuera el núcleo irradiador desde el que conformar la III República.A finales de ese mismo año, el FBI y la CIA identificaron la posibilidad de un pacto entre comunistas españoles exiliados y cubanos con el objetivo de invadir «uno de los territorios africanos de España»: «Dicha invasión no sería posible en el caso de las fuertemente fortificadas Ceuta y Melilla, y no se sostendría en la expansión tórrida del Sahara español, ni en Ifni, donde hay estacionadas suficientes fuerzas militares españolas para repeler dicha invasión. Guinea Española (Río Muni continental y las islas de Fernando Poo y Annobón) son los territorios africanos españoles más desarrollados, excluyendo Ceuta y Melilla y son los más alejados de España y, aparentemente, los menos defendidos militarmente».
Incluso desde el franquismo se ficcionaba esa posibilidad. El magistrado Rafael de Mendizábal Allende, razonaba por ejemplo, que tras la guerra mundial «había comenzado a fermentar un sentimiento nacionalista de baja intensidad [en La Guinea Española] y sin brotes graves de violencia (...). Ese fermento fue fomentado por los republicanos españoles exiliados en Méjico que pusieron a disposición de los descontentos 200 millones de pesetas del tesoro del yate Vita, cifra fabulosa en aquella época, con el fin de desestabilizar el Régimen, colocándole en una situación semejante a la del Portugal de Salazar, enzarzado en guerras coloniales, pequeño gran país siempre bravo, pero equivocado en aquella coyuntura».
Todavía en 1965, Mosess "Moe" Fishman, el secretario ejecutivo de Veteranos de la Brigada Abraham Lincoln que luchó en la Guerra Civil española, escribía referente a la labor de obtención de fondos para los refugiados españoles y a la actividad de distintos colectivos (incluyendo el Frente Nacional de Liberación de Guinea Española) e individuos (Álvarez del Vayo, Enrique Líster, Modesto, etc.) involucrados en la lucha antifranquista. Y en el caso de los ecuatoguineanos, «éstos ven su lucha como parte de la lucha antifranquista», razonaba el excombatiente de la guerra civil.
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