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viernes, 8 de septiembre de 2023

En recuerdo de los cooperantes fallecidos

Hace un tiempo, le dedicábamos dos entradas al potencial turístico del territorio ecuatorial:
En ambas se recogían diferentes experiencias que reflejaban las limitaciones con las que se puede encontrar un viajero.

Por ejemplo, la de Manuel Gutiérrez Aragón:
«La autopista es de fácil circulación, entre otras cosas porque apenas hay automóviles, pero de vez en cuando aparece una improvisada barrera de latas y troncos con un trapo colgando. Son los abundantes controles policiales, en los que normalmente un uniformado harapiento pide papeles y salvoconductos. No contento con esto, termina diciendo: "¿Y qué hay para mí?". Este tipo de controles -sobre todo en la parte continental del país- puede revestir un carácter conminatorio y amenazador. Así se recuerda a la población que solo se mueve por un favor especial de la autoridad».
Hoy, día en que España conmemora su Día de las Personas Cooperantes, resulta inevitable realizar una asociación de ideas (aunque no necesariamente por lo turístico):
En el verano del 2003, una noticia vinculada a Guinea Ecuatorial abría los telediarios. Contaba Europa Press que una cooperante, «Ana Isabel Sánchez Torralba, de 22 años, murió el 1 de julio de 2003 por un disparo debido a que el autobús en que viajaba no se detuvo en un control, colocado en Mbon Ecua, en Mongomo (región continental)».
Tres años después, se publicaba que «a petición de la Embajada española, el presidente Obiang Nguema condenó este hecho. El 2 de septiembre de ese año, un consejo de guerra celebrado en Bata, capital de la región continental, condenó a Jesús Crispín Engonga Ona a 30 años de cárcel. (…) figura entre las 42 personas indultadas el pasado 4 de junio por el presidente de Guinea Ecuatorial, Teodoro Obiang Nguema, con motivo de su cumpleaños (…)».

Una historia lamentable, que apenas se recuerda, y que tiene como mudo testimonio una calle dedicada en Ocaña, Toledo.

No será la primera ni tampoco la última cooperante fallecida en Guinea Ecuatorial a lo largo de estas décadas de colaboración binacional. 

Aprovechemos ese primer recuerdo de Ana Isabel Sánchez Torralba para rememorar algunos de ellos.

Tal vez éste fue el incidente más dramático:
El día 2 de enero de 1987 fue una fecha especialmente trágica pues un Aviocar se estrellaba en Bata, perdiendo la vida el capitán Rafael Salcedo Aguilar, capitán Joaquín Castro Rodrigo y el subteniente Evaristo Álvarez Cires (tripulación del Ala nº 35) y los 19 pasajeros que transportaba, 11 españoles y 11 ecuatoguineanos.



Entre otros, los cooperantes españoles: 
− Don Miguel Ruiz Muelas, médico. 
− Doña Carmen Gañán García, religiosa. 
− Doña Angustias López Chamorro, religiosa. 
− Doña Nieves Domínguez, religiosa. 
− Doña Juana Alonso, religiosa. 
− Doña Araceli Moreno, religiosa. 
− Don Rafael Ballesteros, salesiano y profesor en la Escuela de Magisterio de Bata. 
− Doña Rufina Ballesteros, hermana del anterior.
 
Así como los cooperantes ecuatoguineanos: 
− Doña Cristina Ondo Abegue, esposa del ministro de Industria y Comercio del Gobierno de Guinea. 
− Don Fortunato Nzambi Machinde. 
− Don Antonio Esomo, director general de Cooperación Militar. 
− Don Daniel Asumu Mongo, policía de escolta. 
− Doña María Úrsula Bosara, religiosa salesiana. 
− Don Pascual Pobama. 
− Don Justo Mba Aye. 
− Doña María Mangue Esini.


Juan María Calvo, en Guinea Ecuatorial, la ocasión perdida, añadía que «aquel suceso cerró un año especialmente trágico para los cooperantes españoles, plagado de enfermedades, accidentes y muertes, como la del religioso José Antonio Fernández Bolaños, ahogado cuando intentaba rescatar a una monja que no podía regresar a la playa por la fuerza de la resaca».

También en los 80 se produjo el asesinato de Carmen Samaranch Kirner (o Ana Llopart, en Noticia de un amanecer fugaz de Luis de la Rasilla). Ésta había nacido en Barcelona en el seno de una familia acomodada. Tenía 56 años. A los 26, cuando profesó sus votos religiosos, ya había finalizado dos licenciaturas universitarias: Física y Matemáticas. En 1963 se incorporó a su primer destino en Santa Isabel, capital de la provincia de Fernando Poo en la entonces Guinea Ecuatorial Española, donde aún permaneció algunos meses tras la independencia del país en el 69. 

Alberto Quintana, exCoordinador General de la Cooperación Española en Guinea Ecuatorial, recordará en su libro Un despropósito Ecuatorial que «Carmen había trabajado ya en Guinea durante la etapa colonial. Fue de las monjas que tuvieron que salir del país por orden de Macías. 
Otro de los religiosos que compartió aquella experiencia de expulsión fue un jovencísimo Pedro Casaldáliga.»

Destinada a la población gabonesa de Oyem, compartió tareas educativas, sanitarias y pastorales con otras cuatro religiosas: la gallega Josefa Ribeiro, la portuguesa Inés de Sousa y las francesas Marie de Vischer y Brigitte Piaf a las que, a mediados de 1973, se les uniría la joven hermana bordelesa Élise d’Alesme. A principios de agosto del 79, tras el llamado Golpe de Libertad de Teodoro Obiang, retornó a Guinea como miembro del nuevo equipo de cooperantes españoles de la Federación de Religiosos de la Enseñanza. Su principal tarea fue reconstruir la misión católica abandonada de Ebebiyin: un enclave situado en la meseta de Kie-Ntem, un vértice fronterizo con Gabón y Camerún.
«...El viernes dos de septiembre de 1983 Radio Malabo informó de un suceso trágico: una monja catalana acababa de ser asesinada en Ebebiyin. Todos los medios de comunicación se hicieron eco de la noticia. El diario El País del sábado titulaba en portada: “Una misionera barcelonesa estrangulada en Guinea Ecuatorial”. “La religiosa española apareció estrangulada ayer en la misión de Ebebiyin, en Guinea Ecuatorial, donde trabajaba desde hace cuatro años como cooperante en tareas de educación y sanidad, informó el Ministerio de Asuntos Exteriores...”».
El Informe De la Rasilla al Congreso de los Diputados sobre el Funcionamiento de la Cooperación Española en Guinea Ecuatorial afirmaba:
«...hoy, casi cinco años después, se constata que el asunto ha sido oficialmente olvidado por el Gobierno de Guinea, que jamás abrió ninguna investigación seria (¿podía haberlo hecho?), y por el español que, obviamente, al conocer el trasfondo, optó por el silencio. Tampoco la FERE (Federación Española de Religiosos de la Enseñanza), suponemos que por unas muy calculadas razones, ha querido remover un asunto que dio por zanjado con una nueva mártir. Sin embargo hay evidencias más que razonables para considerar que el asesinato de la Hermana Ana Llopart tuvo un móvil concreto: silenciar a quien a todas luces conocía perfectamente la corrupción que presidía todo lo referente a la abundante ayuda alimenticia internacional regularmente desviada de sus fines... Por todo lo anterior la falta de interés del Gobierno español en aclarar este lamentable asunto no sólo constituye un evidente desprecio a sus ciudadanos, sino, tal vez, un gravísimo acto de complicidad que merecería la máxima atención de esa Comisión parlamentaria».

Y aunque esa pérdida ocurrió tempranamente, al inicio de los programas de cooperación, todavía con motivo del Día del Cooperante de 2016, Javier Poveda incluía un recuerdo a Carmen en su emotivo comunicado como Director del Departamento de Cooperación de Escuelas Católicas.

Unos años después (1995), fallecerá de malaria la sanitaria vitoriana Lourdes Lejarreta Arroyo, mientras se desempeñaba en el Hospital de Kogo con la Asociación Africanista Manuel Iradier. 

Quintana también recogerá un testimonio sobre su fallecimiento en su libro: «...la chica vinculada a la fundación Iradier que mataron en Kogo. La envenenaron. Debió de ser en el 96 o 97. La fundación tenía financiación del país vasco y pusieron 70 millones para el hospital. (...) Lo de la chica de Kogo no fue cosa política sino del administrador.  Debía llevar como medio año o así. Era una persona muy recta y parece que descubrió un desfalco. Los familiares tampoco quisieron reivindicar nada».

Y si a Ana Isabel su ayuntamiento le dedicó una calle, a Lourdes el ayuntamiento de Vitoria le dedicó una escuela de educación infantil y su ONGD otorgó un premio especial en su memoria.

¿Seguimos con el conteo?


«Un hombre -dirá Ciriaco Bokesa en El Patio- de pelo al raso, mirada de quien ve, busca o pone algo detrás de cada cosa que le sale al paso, labios de sonrisa de quien no debe nada a nadie», el Dr Xavier Llobell (papá Pipa) llegó por primera vez a Guinea Ecuatorial en 1965. Volcó su vocación en la población africana, dedicando cerca de cuatro décadas a la guineoecuatoriana. Se jubiló ejerciendo en su consultorio del barrio de Ela Nguema de Malabo, en donde finalmente falleció en 2017.

Con la reducción de los programas de cooperación se reducirán igualmente las incidencias... hasta la irrupción del COVID-19. Probablemente el primer caso -por lo menos entre los cooperantes ecuatoguineanos- será el de Carlos Nvó Obama, trabajador del programa de cultura y desarrollo de la Cooperación española y que falleció en plena campaña de #YoMeQuedoEnCasa.



Carlos Nvó encabeza un extenso listado de 10 cooperantes fallecidos ya fuera por efectos del COVID-19... o por los daños colaterales de la pandemia:

− Doña Anastasia Binohari Meleo
− Don Carlos Nvó Obama
− Doña Dorotea Medico Matomba
− Don Eulogio Villahuete Pelayo
− Don Jerónimo Medina Manresa
− Don Jesús-Gaspar Duana Bayo
− Don Julio Moto Epitie
− Don Rocky Marciano Bueriberi Echuaka
− Don Telesforo Lisso Villalba

En su caso, a falta de calles y monumentos, las publicaciones de la Cooperación Española en el país han incluido una escueta nota de recuerdo.

No serán los únicos, ya que en ese periodo -al cierre del 2021- también se registró el fallecimiento de José Álvaro Fernández Oyarzabal, Albaro, cooperante en Guinea Ecuatorial durante una década de la mano de Berpiztu Elkartea. 
Suya fue -entre otras- la iniciativa de crear un Banco de Alimentos.

El 2021, también falleció en el Hospital de Sampaka Armando Ligero Torres: tercera generación vinculada al territorio ecuatorial (su abuelo, Armando Ligero y García de Araoz, llegó a Guinea en 1906 y obtuvo por su trayectoria la Encomienda de la Orden de África. Y su padre Armando Ligero Morote fue etnógrafo especializado en la cultura bubi, y experto en medicina tropical). Armando nació en Basakato del Oeste y a los diecisiete años se trasladó a la Península. Impulsado por la añoranza, regresó brevemente en 2008. Y en años posteriores -apostando por el potencial de crecimiento del país- se arraigó en Bioko, en donde se le apodaba cariñosamente como "el último bubi blanco". Participaba igualmente de los trabajos de desarrollo social de la ONG Macoelanba.

Pero seguramente se nos olvidan algunos testimonios de entrega y dedicación. No será por falta de cariño, sino por mero desconocimiento. 

¡Un recuerdo!



Y terminado este inciso... volvemos a nuestro habitual paseo por la vieja calle 19 de septiembre de Santa Isabel.

lunes, 28 de agosto de 2023

Tareas del nuevo senado

Tras las pasadas elecciones, el pasado 17 de agosto se reunieron en sesión constitutiva el Congreso y el Senado. No sabemos si su nueva legislatura será efímera, pero el nuevo Senado hereda tareas de la anterior por acuerdo de la Mesa de la Diputación Permanente.

El acuerdo, tomado en su reunión del día 31 de mayo de 2023, incluyó -entre otros- el requerimiento que hizo el senador Carles Mulet en enero sobre a que «en las Palmas de Gran Canaria pervive la calle dedicada a Juan Fontán, golpista en Las Palmas, "libertador" de la ciudad de Bata, gobernador de la Guinea Española, Jefe Provincial de FET y de las JONS y procurador en Cortes, lo cual vulnera el artículo 35 de la Ley de Memoria Democrática», por lo que «se solicita del ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria, copia de las actas de las reuniones de sus órganos de Gobierno en los cuales se acuerda cumplir con esta ley y eliminar este símbolo».

NÚM. EXP.: 689/005196

AUTOR: MULET GARCÍA, CARLES (GPIC)

OBJETO: Solicitud de remisión por parte del Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria (Las Palmas) de las actas de acuerdos adoptados por los órganos de gobierno en los que se acuerda eliminar determinado símbolo que estaría incumpliendo la Ley de Memoria Democrática

Pasados unos meses, Mulet volvió a reiterar la solicitud en mayo, y finalmente el boletín oficial de las Cortes Generales publicó el acuerdo de traslado a la XV Legislatura.





Algo parecido le ha pasado a las nuevas autoridades municipales de Puerto del Rosario, que han heredado como tarea la revisión del callejero, incluyendo la calle dedicada a Jesús Fontán, hermano del gobernador.

Igual, aunque cambien las autoridades, tampoco nos olvidamos de la calle dedicada al gobernador Faustino Ruiz en San Fernando (Cádiz), en donde cuenta también con la declaración de "Hijo Predilecto de la Ciudad".

En cualquier caso, si te interesa este tema, no te pierdas:

domingo, 20 de agosto de 2023

Nazis tropicales


En "Llibertat, òrgan oficial antifeixista"
del conseil municipal de Mataró,
6 de agosto de 1937.
Ésta es una de esas historias por contar… algo muy habitual en Guinea Ecuatorial. Más allá de que Macías se declarara admirador de Hitler, «(...) el hombre que hizo posible la libertad de África fue el Fuhrer; al provocar la guerra en Europa, consiguió traer la libertad que hoy disfrutamos. Por más que digan que Hitler fue malo, Hitler intentó salvar África. Ese es el hombre que nos ha dado la libertad, tened eso bien presente...», o que el ejército británico diera un audaz golpe (la operación Postmaster) al eje italo-alemán durante la II Guerra Mundial, secuestrando un enorme buque de pasajeros italiano, el Duchesa d'Aosta, una de las mejores unidades de la flota mercante, y de dos lanchas alemanas, Likomba y Bibundi, amarradas en el puerto de Santa Isabel, ¿hubo nazis en el territorio ecuatorial?

Lo extraño sería que no los hubiera, pensando que España fue el país europeo en el que se identificaron más alemanes con pasado nazi susceptibles de ser extraditados. Y -por otra parte- que Guinea fue anhelada siempre como el pedazo faltante del Camerún Alemán por los añorantes del Reich.

Gonzalo de Reparaz apodado "El Muni", le dedicaba en Diario de nuestra guerra un 26 de febrero de 1937 a la colonización de España por los alemanes y los italianos la siguiente reflexión: «No sabíamos qué hacer de Ifni. Los alemanes, en breves semanas, han construido allí dos aeródromos. No sabíamos para qué servían las Canarias, Fernando Poo y el golfo de Guinea. Pensaban nuestros gobernantes que sólo se podían aprovechar para desterrar a los proletarios o a los políticos a quienes se castigaba arrinconándoles. Tal sucedió con Franco, a quien se le dió el mando del archipiélago, que era precisamente la mejor colocación que podía desear, dados sus planes. Pero la ineptitud de los gobernantes españoles es infinita. Franco se servía de Canarias como base para sus planes. Ahora Alemania las aprovecha para los suyos. Nosotros no aprovechamos nada, porque no teníamos planes y ahora ya nada de aquello es nuestro.
Ni el Estrecho. Ni las Baleares. Ni Guinea. Ni la costa andaluza. Y los fascistas se han repartido España en zonas de influencia: los alemanes la España central y occidental; los italianos la España oriental, es decir el Mediterráneo. La España que queda es la que está en armas y en el campo. Los fusiles y las ametralladoras de nuestros milicianos y la artillería de nuestros aviadores tienen la palabra».

Ángel Miguel Pozanco Barranco, ya lo vaticinaba tras su huida de Bata: en su artículo Por las sendas del fascismo de El Heraldo de Castellón del 9 de abril de 1938, aventuraba una próxima guerra mundial, en la que Guinea sería clave para el aprovisionamiento de materias primas para Alemania, «El África Occidental, base alemana importantísima para una futura conflagración. Los buscadores de materias primas. Alemania, con su garra en la Guinea española, está cerca de su antigua colonia del Camerón». 

No le faltaba razón a Pozanco: «El 1 de diciembre de 1938 -nos recuerda Iñaki Tofiño citando a Donato Ndongo- se firmó en Berlín el contrato de suministro a la Alemania nazi de madera de Guinea, que incluía una cláusula por la que la España sublevada se comprometía a no embarcar madera a ningún otro país antes de haber cumplido con las cuotas impuestas por el convenio, una cláusula que resultaría problemática durante la II guerra mundial, cuando la marina británica dificultara el suministro a Alemania y, por ende, impidiera el comercio maderero de la colonia. Así, una parte sustancial de la deuda contraída por los sublevados con la Alemania nazi se pagó con madera de Guinea, de la misma forma el cacao sirvió de garantía para la adquisición de material del ejército sublevado. Acuerdos muy favorables para los nazis, ante la débil posición negociadora de una España en guerra, hostigada desde Guinea por empresas alemanas que, como Casa Woermann, Alfred Schmidt y Otto Mayer, hacían lo posible para favorecer los intereses de su país».

En ese contexto, la Falange local, el Diario Ébano y el propio gobernador participaron como lobby y apoyo a los intereses alemanes. «...los círculos del gobernador -recuerda Luz Gabás- eran más bien pronazis. De hecho, incluso hubo un momento en el que circulaban libremente por la isla periódicos alemanes con subtítulos en español».


Despedida 8 de noviembre de 1938 en el puerto
de Santa Isabel al Batallón de Voluntarios Patriotas
de Las Palmas
, presidida por la esvástica. 


 

Esa alianza sería decisiva no sólo para el desarrollo de la guerra en territorio peninsular, también para el triunfo de los rebeldes en Río Muni: según "El curioso alzamiento en Guinea" de José Luis Vila-San Juan, en los preparativos del golpe de Estado del 19 de septiembre de 1936 en Santa Isabel, se significó un barco alemán: «el 30 de agosto el Méndez Núñez emprende de nuevo el regreso a la Península. Los oficiales desembarcados, de acuerdo con un agricultor simpatizante que se había puesto en contacto con un bananero alemán, se trasladan a él en una lancha, fugándose a Victoria (Camerún británico), y de allí a Las Palmas de Gran Canaria [en el vapor alemán "Panther"], donde se encuentran con Bone que había conseguido escapar a nado». 

En los días siguientes, desde la isla, los golpistas tomarán medidas para hacerse con el territorio del Muni, sucediéndose escaramuzas en el río Ekuku, incertidumbre, y un par de muertos. Los republicanos permitieron a los rebeldes continentales abandonar Rio Benito camino de Gabón y de Camerún, desde donde se trasladaron a Fernando Poo. Según Togores Sánchez un barco alemán llamado “Whama” y un barco sueco llamado “Aodrin” fueron los que llevaron a los rebeldes a las vecinas colonias francesas. 

Igualmente, los alemanes del territorio continental saldrán huyendo a la espera de que se tranquilice la situación. El 4 de octubre -relata Miguel Hernández-, «el Cónsul (alemán de Santa Isabel) añadió que si no se le ponían trabas, el día 14 inmediato se reintegrarían todos [los colonos alemanes] al Continente, para continuar al frente de sus negocios en un barco alemán que, además, traería cien toneladas de arroz con destino a Kogo». 

Por lo que, cuando en la mañana del 14 de octubre se perfila en la bahía de Bata un barco desconocido con bandera extranjera, la ciudad se despierta alegre y confiada en la convicción de que se trata de los alemanes que regresan. Lo demás es historia: el desconocido barco con bandera extranjera se trataba realmente del repintado "ciudad de Mahón" con bandera falsa. Llegará de Las Palmas, y a bordo estaban los voluntarios canarios, tropas marroquís y Teodomiro Avendaño, el agricultor que había auxiliado a los oficiales del "Méndez Núñez" en su fuga. El barco se abrirá paso a cañonazos y las tropas marroquís desembarcarán en la ciudad generándose el pánico entre la población civil que huirá a los países limítrofes.

La crónica franquista recoge que éstos «siembran a su paso el espanto y contagian a todos su miedo irracional. ¡Los alemanes! ¡Que vienen los alemanes! -gritan, atribuyendo esta nacionalidad a sus vencedores, (…)- Han venido alemanes y moros. Degüellan a todos los españoles y someten, a las mujeres a insufribles vejámenes».

Unos años después, en 1941, George Hermann Schebsdath -el Cónsul Alemán en ese momento- fue nombrado Caballero de la Orden Imperial del Yugo y las Flechas por Franco. Esta orden fue creada en plena guerra civil como reconocimiento a Mussolini y Hitler: «en esta Cruzada contra la barbarie comunista, amenazadora de la Civilización Occidental, es llegado el día de premiar con ánimo ancho y generoso el esfuerzo de todos». (Un inciso: la  Orden Imperial del Yugo y las Flechas fue disuelta el año pasado con la aprobación de la Ley 20/2022, de 19 de octubre, de Memoria Democrática. No se otorgaba desde 1975, siendo uno de los últimos receptores el gobernador Juan María Bonelli Rubio).

Consulado de Alemania en Santa Isabel a finales de 1939.

Donato Ndongo señala en Franco no ha muerto en Guinea Ecuatorial. Proyección del fascismo en el golfo de Guinea entre 1935 y 1945, que dos semanas más tarde del bombardeo de Bata, las nuevas autoridades establecieron que cada finquero o comerciante debía entregar voluntariamente un porcentaje sobre su producción en especie, envasada y situada en el puerto de embarque a la Junta de Importación y Exportación como contribución al financiamiento de la guerra: «Si para los españoles afincados en Guinea era difícil evadir la orden de “donación” -por las dificultades burocráticas y el riesgo de ser considerado “tibio” o “desafecto”, con las consecuencias pertinentes, según hemos visto–, para las empresas alemanas resultó muy fácil demostrar que “no estaban en condiciones” de hacer frente a aquel pago, aunque se beneficiaron del aumento de los precios. La Embajada de la Alemania de Hitler se encargaba de tramitar ante la Junta Técnica de Franco las exenciones; de este modo, la Casa W. A. Moritz no solo no realizó donación alguna, sino que obtuvo importantes exoneraciones fiscales y otras ventajas económicas».

Durante el segundo año de Guerra Civil el mecanismo comercial creado por la Alemania nazi para facilitar suministros a la administración golpista creció paulatinamente:  «Abrimos sucursales en Zaragoza, Málaga, Bilbao y Santa Isabel (Guinea española). El crecimiento continuo de la necesidad de bienes importados nos obligó a mayores esfuerzos para aumentar la exportación. Por tanto nos dedicamos a la compra de materias primas además del intercambio del sistema de compensación autorizada», dirán las actas del conglomerado empresarial Sociedad Financiera Industrial Ltda-Sofindus.

Las empresas alemanes se convertirían así en herramientas de la acción exterior alemana en el territorio ecuatorial. 

Pero no sólo será un vínculo comercial: «En 1940, -cuenta José Martínez Carreras en "Guinea Ecuatorial española en el contexto de la Segunda Guerra Mundial"- en el mes de septiembre, se informa sobre la organización de concentraciones de grupos de alemanes nacionalistas y en edad militar -parece que unos 42 en Bata y 40 en Río Benito- para colaborar con las autoridades españolas en la disposición de medidas de defensa en Río Muni. En octubre se transmite la noticia de que muchos comerciantes españoles están llegando a Guinea por cuenta de las firmas alemanas; la Agencia Fortuny Limitada y el Banco Exterior de España permiten que este comercio se haga en su propio nombre, aunque la firma alemana Moritz ha cesado de exportar cacao y café, mientras que otras firmas y agentes que comercian son Antonio Macías Casanova y Drumen, S.A.»

Según Objetivo África: crónica de la Guinea Española en la II Guerra Mundial de Jesús Ramírez Copeiro, la Abwehr -el servicio secreto de información alemán- en Santa Isabel «contó entre sus filas con algunos miembros de la colonia alemana afincados en la isla desde hacía muchos años, conocedores por tanto de su lengua y de sus costumbres: Hans Egon Classen y Heinrich Lühr. Sus nombres figuraban en las listas angloamericanas de agentes alemanes, cuya deportación a Alemania se solicitaba al final de la guerra. Ambos eran personajes en permanente actividad, especialmente Classen, dispuesto siempre a obtener información de primera mano, como cuando se desplazó a Laka (actual Sipopo) a raíz del accidente del Sunderland británico. "Classen era el que más veía moverse, esa era su misión -comenta José A. Dies Latorre- la información recogida la enviaba luego cifrada por radio". Aparte de la estrecha y eficaz colaboración de Classen y Lühr en las labores de información, el cónsul Schebsdath contó también con la ayuda desinteresada de la comunidad alemana establecida en la ciudad. La guerra no hacía distingos, las colonias de los países beligerantes afincadas en Santa Isabel, campo neutral, proporcionaron a sus respectivos países una rica fuente informativa.

Para realizar las tareas de información se contó con la infraestructura de la Casa Moritz (compartían vecindad y empleados). En el colindante despacho y oficina del consulado alemán se realizaban las labores confidenciales propias de un consulado en tiempos de guerra, ofreciendo así una cierta protección diplomática a su personal, práctica habitual que los servicios secretos británicos también realizaban con sus consulados y viceconsulados.

La situación estratégica de la isla de Fernando Poo en el golfo de Guinea, área frecuentada por un importante comercio marítimo con Gran Bretaña y paso obligado de numerosos buques por sus inmediaciones, la convertía en una zona de especial interés para el espionaje alemán».

Sin llegar a adquirir la importancia de Hispano-Marokkanische Transport-Aktiengesellschaft, HISMA, la ecuatoguineana Drumen S.A. sirvió de fachada para las operaciones alemanas en el territorio ecuatorial. Ya en 1937, "Llibertat, òrgan oficial antifeixista" del conseil municipal de Mataró advertía que «En Berlín hay una Compañía de Nueva Guinea, de la que es administrador Albert Heht, ex gobernador de Togo y de Guinea alemana, y miembros del Consejo de Administración: Mosler, director de la Deutsche Bank; von Schwabech, de la casa Breinchroeder; Bucher, del A. B. G.; G.W. Mars, banquero de Berlín. Y el barón D'Oppenheim, de Colonia. El presidente de esta sociedad de expansión en las colonias españolas es el mismo Adolf Hitler. Esta compañía posee Drumen, SA en San Carlos (isla de Fernando Poo), así como la factoría de Bata (territorio de Muni). Se comprende por qué el gobierno de Hitler lo insistió tanto que Franco se apoderase de estos territorios».

Lo contábamos en Operación Gibraltar: Iniciada la II Guerra Mundial, Franco y Hitler mantendrán una entrevista en Hendaya para valorar la participación española en el conflicto. Y según Paul Preston, «Hitler sólo aludió de pasada a Canarias y sugirió un encuentro con Franco en la frontera hispanofrancesa. Poco después, Serrano Súñer volvió a reunirse con Ribbentrop, quien le presionó para obtener la cesión de una de las islas Canarias y añadió que Alemania quería la Guinea española y las islas de Fernando Poo (hoy Bioko), Annobón (Pagalu) y otras menores, a cambio del Marruecos francés. Serrano Súñer reaccionó negativamente, afirmando que, aunque la juventud española clamaba por Gibraltar, sería "absolutamente imposible" consentir otras amputaciones o limitaciones del territorio español». 

Aunque el Reich no logró instalar su base en Fernando Póo, los puertos españoles en África fueron estratégicamente receptivos para barcos italianos y alemanes, dando lugar a la operación Postmaster como advertencia británica.

Incluso Copeiro se hace eco de un persistente rumor sobre el abastecimiento de submarinos en Laka, actual Sipopo: «La firma alemana Drumen S.A. poseía fincas de cacao en San Carlos y en Bata: su representante en Santa Isabel era el comerciante Heinrich Lühr. Pero la sociedad alemana tenía también otra finca de cacao en Fernando Poo de gran extensión y a cota baja -llegaba hasta el mar- situada en el distrito de Laka, no lejos del poblado de Baney. (…) la finca disponía de un puertecito alargado con suficiente calado, construido ante la escasez de vehículos y la falta de carreteras. Pero era mucho puerto para tan poca lancha y los rumores no tardaron en surgir. Al parecer desde este punto se abastecía en noches oscuras, sin luna, a los submarinos alemanes que operaban en aguas del golfo de Guinea. La lancha suministraba bidones de combustible, agua potable y víveres a los sumergibles que se aproximaban a la isla».

Terminada II Guerra Mundial, en aplicación de los Acuerdos de Bretton Woods el gobierno español expropiará bienes y propiedades vinculadas a Alemania en todo el territorio nacional, incluyendo los situados en Guinea.

Cuenta Manu Valentín que «el 10 de agosto de 1942 encontramos, tanto a Josef Euwens como a la Drumen, S.A., en la "Proclaimed List of Certain Blocked Nationals" elaborado por la Secretaría de Estado de los EE.UU» y en 1949 el gobierno español «declara que las participaciones pertenecientes a extranjeros de la sociedad Drumen, S.A. están sujetas a la expropiación. Josef Euwens, entre otros, veían peligrar su patrimonio. Sin embargo, dos años más tardes, el BOE anunciaba que la Drumen, S.A. quedaba exenta de las disposiciones que estaban sujetas al bloqueo de propiedades extranjeras. ¿Qué había pasado? ¿Cómo había conseguido librarse de la expropiación? ¿Había jugado algún papel Teodomiro Avendaño, propietario de la Veiga Avendaño, S.A., sociedad que, tiempo después, acabaría adquiriendo las participaciones de la Drumen fundado la Bokoko-Drumen, S.A.?».


Se dan, además de intereses comerciales y empresas instrumentales, casos particulares: por ejemplo, El País revisó los archivos del Ministerio de Exteriores en busca de nazis que hubieran recurrido al "santuario" franquista. El autor de "Los 104 de la lista negra" se fijó en el caso de Franz Liesau Zacharias, que murió en el 52 de la calle Alcalá en 1992, a los ochenta y cuatro años. En la hoja de extradición que habían remitido los aliados a Franco decía: «Este hombre se hace llamar doctor. En realidad fue agente del servicio de contraespionaje involucrado en la compra de animales del Marruecos español y de la Guinea española para fines experimentales en Alemania, entre ellos la propagación de horribles enfermedades, como la peste, en los campos de concentración». 

Fernando García Pañeda, ficciona sobre su trabajo en "Todos tus nombres": 

-¿Arma misteriosa? ¿Qué clase de arma puede ser esa? pregunta Mr. Timothy.

-Habéis hablado de monos, y los monos son los animales más semejantes a los humanos -responde Alphonse-. Lo que tenemos que preguntarnos es qué clase de experimentos puede realizar un biólogo perteneciente a la inteligencia militar con seres parecidos a los humanos. En realidad, nada que no se haya inventado ya. Un arma tan vieja como la misma guerra.

Los informes y ensayos de Liesau sirvieron, en parte, para reducir la población reclusa en campos de concentración y exterminio nazis que se extendieron por países centroeuropeos. En 1947 el Consejo de Control Aliado pidió la extradición de Liesau, rechazada por autoridades franquistas. 

Donato Ndongo lo recuerda en Franco no ha muerto en Guinea Ecuatorial..., «Además de los acuerdos económicos, destaca la cobertura política otorgada por Fontán a la política africana de Hitler. Finalizada la guerra española, el Gobierno de Alemania solicitó a Franco visados para Guinea en favor del doctor Ebeling y Joseph Ellendorf, que deseaban realizar “un viaje de estudios a las selvas vírgenes del Oeste de África”, calificado por los alemanes como de “suma importancia para el intercambio comercial hispano-alemán”. Si tenemos en cuenta que a lo largo de 1938 habían ido a Guinea los “investigadores” alemanes Johannes Zschucke, Walter Wilkening, Joseph Werner y August Müller, así como el catedrático Kleine y su ayudante Fricke, no parece descabellado afirmar que, ante la proximidad de la Segunda Guerra Mundial, tales viajes no respondían tanto a un interés científico o económico, sino político, o más bien de espionaje, relacionados con las intenciones alemanas de recuperar su antigua colonia de Camerún y parte considerable del África ecuatorial, incluida la Guinea continental española».

Sumado a Franz Liesau Zacharias, la lista de los 104 espías nazis reclamados al gobierno de Franco por el Consejo de Control Aliado en 1947 incluye a empleados de la Drumen como Karl Panhorst, oficial de la Abwehr y miembro del NSDAP, Josef Euwens (conocido como José Euwens Dolleman), miembro del NSDAP, o finqueros con plantaciones de café en Kogo como Joachim Heino von Boddein, oficial de la Abwehr, y Wilhelm Johannes Pahl (alias Fernando), gerente administrativo de la Compañía Vasco-Africana Ltd. en Kogo y espía y reclutador de la Abwehr. Y habrá alguno más...

Entre otros, los dos hermanos Clauss Kindt. Y de éstos, nos recuerda Wiliam Martín, «Adolfo Clauss Kindt, nacido en Huelva, hijo de Ludwig Clauss Röder, cónsul honorario en la ciudad. En la I Guerra Mundial actuó como agente del servicio secreto alemán. Luego realizó estudios de agronomía y trabajó en plantaciones de café y cacao en la Guinea Española.

En la Guerra Civil se afilió a Falange Española y combatió como intérprete y oficial de carros en la Legión Cóndor. Durante la II Guerra Mundial fue jefe del Abwehr en Huelva, estando a cargo del servicio de espionaje, contraespionaje y sabotaje, contra los intereses británicos en la provincia. Llegaría a ser uno de los más importantes, activos e inteligentes agentes alemanes en el sur de Europa».

En 1946, el departamento de Guerra de los Estados Unidos, remitió al comité de asuntos militares del Senado una nueva relación de afiliados al NSDAP por el mundo, incluyendo a «Hans Brandau (comerciante agrícola en Bata), Franz Bruno Buchthal (comerciante en Basakato del Oeste), Franz Dittmer (finquero en Santa Isabel), Willy Dölling (comerciante en Santa Isabel), Heinrich Engelbrecht (plomero en Fernando Póo), Fritz Gerboth (agricultor en Santa Isabel), Ernst Georg Goldschmitt (ingeniero agrónomo en San Carlos), Richard Heiner (comerciante en Bata), Fritz Hemmerle (arquitecto en Santa Isabel), Curt Hillmer (empleado en Santa Isabel), Alfred Liebske (empleado en Santa Isabel), Armin Pilz (empleado en Bata), Gerhard Studemund (comerciante en San Carlos), Kurt Vogt (agricultor en Bococo), Rudolf Wocke (jubilado, exsecretario de la gobernación, en Bococo) y Dr Johannes Zschucke (instructor de la Universidad de Colonia en Santa Isabel)».

Algo se sospechaba sobre esa incómoda presencia en territorio ecuatorial en el consulado británico en Santa Isabel: en 1941 reportaban los inversionistas alemanes a su Embajada en Madrid que tres compatriotas había sido retirados de sus puestos en empresas españolas de Bata y Santa Isabel por presiones del consulado, quedando éstos relegados a puestos más discretos fuera de las capitales.

Precisamente, el plan de invasión de Guinea que había ideado el Consejo Nacional de Euskadi para el 3er. Batallón de Fusileros Marinos de la Francia Libre afirmaba a finales de 1941 que en el territorio operaba la «Organización de la Gestapo, repartida entre alemanes y falangistas españoles. Algunos de sus miembros disponen de documentación española, pero son alemanes, que habitaban en países sudamericanos antes de la guerra». Incluyendo como ejemplo a la Casa Woerman, que «la dirige Mr. Herman, un alemán de la Gestapo (...) Individuo peligroso y gran conocedor de La Guinea, tiene una gran influencia».

Por otra parte, además del claro posicionamiento de la Falange local y su periódico Ébano, no son poco los casos de miembros de la administración colonial que se desempeñaron en la llamada popularmente División Azul (la 250 Infanterie-Division del ejército nazi). Lo contábamos de refilón en Los white hunters, con el ejemplo de dos divisionarios: Juan Chicharro Lamamié de Clairac y Francisco Soriano Frade. El primero fue Subgobernador en Guinea y presidente honorario de la Hermandad de la División Azul. U otros como Luis Teigell Cea (del que todavía no hemos hablado en este paseo por la vieja calle 19 de septiembre de Santa Isabel), falangista y divisionario y que, tras ganar la oposición de Médico del Servicio Sanitario Colonial, fue Director de la Leprosería de Mikomeseng durante 8 años.
Pero hubo más voluntarios ecuatoriales en la 250ª, al igual que hubo otros falangistas que lo intentaron y fueron rechazados como el alférez Juan Manuel John Tray y Mueri, posteriormente conocido como el "comandante Tray".

Así, que algún nazi sí que hubo en el territorio ecuatorial... 

Eso sí, décadas después Carrero Blanco afirmaba sin rubor en el ayuntamiento de Santa Isabel que «casi sin medios, nos enfrentamos en 1808 con Napoleón, en 1936 con el comunismo y que estábamos dispuestos a hacer frente a Hitler en 1941, cuando acababa de llevarse por delante a todos los ejércitos de Europa...».

lunes, 14 de agosto de 2023

El notario de Santa Isabel

No, esta entrada no va sobre Antonio García-Trevijano, si no sobre Manuel Gramunt Puig.

Como recordaréis, en Libre de toda sospecha os contábamos cómo los funcionarios fueron purgados según sus lealtades o tibiezas con respecto a las autoridades surgidas tras el golpe de Estado del 19 de septiembre de 1936. Y entre otros ejemplos, os poníamos:

  • Orden de 14 de febrero de 1950 por la que se declara admitido al servicio, sin sanción, a don Manuel Gramunt Puig, Notario de los Territorios españoles del Golfo de Guinea.
El notario había salido anteriormente en este blog como el juez municipal, el cual asumiendo de forma interina las funciones de juez de primera instancia subastó los bienes expropiados al republicano José Serrano Roldán.

Si había formado parte -aunque sea accidentalmente- de la maquinaria represora, ¿cómo es que fue a su vez represaliado? Miguel Prieto Escudero despeja ese misterio en Notarios y registradores en el África colonial española

Manuel Gramunt i Puig, Notario de los territorios españoles del Golfo de Guinea (1927-1942)

Dice Luis Prados en notaríAbierta«Realmente sería delicioso poder escuchar de primera mano las historias de personajes como Manuel Gramunt i Puig y de aquellos que fueron notarios de la Guinea Española, que tenían además, la obligación legal de asesorar a los indígenas frente a cualquier abuso, principalmente contractual, que los colonizadores pudiesen hacerles ante su situación de inferioridad».

En relación a Don Manuel Gramunt i Puig y gracias a las pistas que me da Plácido Barrios he encontrado en internet toda esta información del que fue Notario en la Guinea Española:

1927: «Por Real Orden de esta misma fecha se declara vacante la Notaria de Leiro, por nombramiento del que la desem­peñaba, D. Manuel Gramunt y Puig, para la Notaría de Santa Isabel de Fernando Póo. Madrid, 8 de Abril de 1927.—El Di­rector general, Pío Ballesteros«.

1927: «Ilmo. Sr.: Vista la real orden de la Presidencia del Consejo de Ministros de 9 de Marzo último, por la que se nombra Notario en los territorios es­pañoles del Golfo de Guinea a don Manuel Gramunt Puig, Notario do Leiro: Vista la instancia de este funcionario, en la que declara que opta por la Notaría de Santa Isabel de Fernando Póo y solicita acogerse al Real De­creto de la misma Presidencia del Consejo de 12 de Febrero del año ac­tual, cuyo artículo 1.° dice textual­mente: “ Cuando un funcionario del Estado, cualquiera que sea su situa­ción administrativa, pase con la mis­ma categoría, o con otra superior o inferior a la que tenga, a ocupar al­gún puesto de la Administración pú­blica de los territorios españoles del Africa Occidental, se le considerará, para todos los efectos de las leyes es­pañolas en la misma situación admi­nistrativa que si estuviera en la pen­ínsula, en cuyo escalafón seguirá figurando y ascendiendo cuando reglamentariamente le corresponda”,  S.M.elRey (q.D.g.) ha tenido a bien disponer que se le considere al Sr. Gramunt Puig, para mientras des­empeñe el cargo de Notario de Santa Isabel de Fernando Poo en la situación que actualmente tiene en el escalafón del Notariado con todos sus derechos, según la disposición legal transcrita, y que se declare, por tanto, vacante la Notaría de Leiro, anun­ciándola para su provisión en el tur­no correspondiente. Dios guarde a Y. I. muchos años. Madrid, 8 de Abril de 1927. PONTE. Señor Director General de los Regis­tros y del Notariado».

[Nota: Manuel (o Manel, para la familia) Gramunt i Puig debió ser todo un personaje: hijo de notario con título nobiliario (Baronia de Sendes i al Senyoriu de Banyus) en desuso, es posible rastrear sus artículos en "Pla i Muntanya", periódico quincenal de L'Unio Republicana: «El dia 17 [de julio de 1934] el nostre car amic Manuel Gramunt embarcà cap a l'illa de Fernando Poo per tal de tornar a fer-se càrrec de la Notaria que des de l'any 1927 està regentant a Santa Isabel. Sentim no hagi pogut ésser més llarga la seva estada entre nosaltres per fruir de la seva bona companyonia i espererm pugui gaudir prompte d'una nova llicència per a poder tornar a encaixar amb ell. "Pla i Muntanya" desitja a l'amic Gramunt força salut i sort en la seva nova estada a la Guinea Espanyola». 
De la misma forma que "Finestral" de la ciudad de Balaguer contaba cómo antes de retornar a la isla, iba a realizar un grand tour europeo, incluyendo una estadía de 9 días en la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (!): «A RÚSSIA.-El nostre amíc i conegut Notari de Fernando Poo, Manuel Gramunt ha marxat a Rússia, on hi passarà uns deu dies. De passada visitarà París i Berlin. Els misteris de la Rússia soviètica que tants comentaris susciten en cercles polítics i taules de cafè, ens seran narrats amb to humorístic i amb estil pintoresc pel nostre amic, al seu retorn». A su regreso dirá maravillas de la URSS (y alguna cosa mala), si bien descartará la réplica del modelo soviético en España por el carácter anarquista (sic) y poco disciplinado de los españoles. Le quedará -eso sí- la responsabilidad de sermonear desde la montaña reclamando el compromiso colectivo y la responsabilidad de la ciudadanía.]

¿Seguimos?

1942: La Orden de 23 de febrero de 1942 dio de baja al notario de la entonces Guinea española, Manuel Gramunt Puig, supuestamente por una publicación en prensa (Plácido Barrios y Antonio Linage nos lo cuentan en ELNSXXI-94).

«En cumplimiento de lo dispuesto por la Orden de la Presidencia del Gobierno de 11 de los corrientes, publicada en el BOLETÍN OFICIAL DEL ESTADO del día 17, que acordó la separación del servicio colonial del Notario de los Territorios españoles del Golfo de Guinea don Manuel Gramunt Puig, la cual lleva consigo, de acuerdo con el artículo 20 del Estatuto General de los Funcionarios coloniales de 8 de diciembre de 1931, la separación de cualquier otro Cuerpo o carrera de Estado (La separación del servicio será siempre definitiva y el funcionario que haya incurrido en esa pena no podrá volver al servicio del Estado en cualquier orden). Este Ministerio ha acordado que el mencionado Notario don Manuel Gramunt Puig sea separado del servicio, causando baja en el escalafón del Cuerpo Notarial».

Ficha de encausado de Manuel Gramunt y Puig. Tribunal Especial para la Represión de la Masonería y el Comunismo (España).


Recientemente Plácido Barrios y Eladi Crehuet nos han contado en el artículo Promociones notariales en la inmediata posguerra (Las “patrióticas”) que: «Fue separado del servicio …. debido a una publicación en prensa titulada “Después del temporal” en pro de la democracia».

1950: «ORDEN de 14 de febrero de 1950 por la que se declara admitido al servicio, sin sanción, a don Manuel Gramunt Puig, Notario de los Territorios españoles del Golfo de Guinea. Ilmo. Sr.: Visto el expediente de revi­sión de la sanción impuesta por Orden de 11 de febrero de 1941 al Notario de los Territorios españoles del Golfo de Guinea don Manuel Gramunt Puig de acuerdo con el informe del juez instructor y con el dictamen de asesoría jurídica. Esta Presidencia del Gobierno, a propuesta de V. I., ha tenido a bien dejar  sin efecto la expresada Orden, declaran­do, en su lugar, admitido al servicio, sin sanción, al Notario don Manuel Gramunt Puig, que quedará en la situación de ex­cedente con respecto a la Administración Colonial, con derecho preferente a ocu­par la primera vacante de Notario que se produzca en dichos Territorios, y dándose cuenta de esta resolución al Ministerio de Justicia, Dirección General de los Re­gistros y del Notariado, a fin de que el interesado sea reintegrado al Cuerpo de Notarios de la Península. Lo que participo a V. I. para su conoci­miento y efectos procedentes. Dios guarde a V. I. muchos años.  Madrid, 14 de febrero de 1950.—P. D., el Subsecretario. Luis Carrero. Ilmo. Sr. Director general de Marruecos y Colonias».

1955: ORDEN de 26 de diciembre de 1955 por la que, en virtud de concurso ordinario, se nombra a los señores que se expresan para servir las notarías que se detallan: Getafe, Manuel Gramunt Puig, en situación de excedencia voluntaria. Parece que se le quitaron las ganas de ejercer por una temporada. 

[Nota: tal vez guarde relación con esa falta de "ganas de ejercer" el haber sobrevivido a un aparatoso accidente de tráfico en agosto de 1952: «En el cruce del paseo de San juan con la calle de Valencia chocaron un trolebús de la línea F. C. con el turismo "T.E.G. 2203", cuyo conductor, Manuel Gramunt Puig, resultó con lesiones de pronóstico reservado».]

1965: Jubilación como Notario de Getafe«RESOLUCION de la Dirección General de los Re­gistros y del Notariado por la que se jubila al No­tario de Getafe don Manuel Gramunt Puig, por ha­ber cumplido la edad reglamentaria. Ilmo. Sr.: En cumplimiento de lo dispuesto en la Ley de 13 de julio de 1935, los artículos 57 del vigente Reglamento del Notariado, 18 y 19 del Decreto de 29 de abril de 1955; Ordenes de 24 de julio y 9 de diciembre de 1958 y 25 de mayo de 1964, y visto el expediente personal del Notario de Getafe don Ma­nuel Gramunt Puig, del cual resulta que éste ha cumplido la edad de setenta y cinco años y ha desempeñado el cargo más de treinta. Esta Dirección General, en uso de las facultades atribuidas por el artículo 17 de la Ley de Régimen Jurídico de la Admi­nistración del Estado y el número segundo, apartado f) del De­creto de 12 de diciembre de 1958, ha tenido a bien acordar la jubilación forzosa del Notario de Getafe don Manuel Gramunt Puig, por haber cumplido los setenta y cinco años de edad, asignándole, por haber prestado treinta años de servicios efec­tivos, la pensión anual vitalicia de 46.000 pesetas, más dos pa­gas extraordinarias, y el socorro de 75.000 pesetas, también anual, cantidades todas que le serán satisfechas con cargo a los fondos de la Mutualidad Notarial por mensualidades vencidas y a partir del dia siguiente al del cese en la Notaría Lo que digo a V. I. para su conocimiento, el de esa Junta Directiva, interesado y demás efectos. Dios guarde a V. I. muchos años. Madrid, 4 de octubre de 1965 – El Director general. Francisco Escrivá de Romaní. Ilmo. Sr. Decano del Colegio Notarial de Madrid».

La herencia de Gramunt«La Fundación Privada Marguerida de Montferrato se crea en el año 1975 a consecuencia del deseo del Notario D. Manuel Gramunt i Puig de que su herencia fuera destinada a la cultura. Desde entonces el patronato ha administrado los medios y los esfuerzos para dar cumplimiento a su voluntad. Durante los años anteriores a 2015 se han hecho diferentes actividades y proyectos de acuerdo con esta idea inicial, pero es en el año 2015 cuando la Fundación Privada Marguerida de Monferrato abre un espacio destinado al arte contemporáneo. De este modo, el deseo de D. Manuel Gramunt i Puig es ahora el gratificante trabajo que hace la Fundación Privada Marguerida de Monferrato para difundir el arte contemporáneo y, en consecuencia, la educación y la cultura».

jueves, 10 de agosto de 2023

Accidentado paseo a Moka

Es cierto, no se trata de la guerra civil y sus consecuencias en el territorio ecuatorial. Sin embargo, ¿quién mejor que Roberto Arlt permite conocer el entramado social del país?:


Accidentado paseo a Moka en "El criador de gorilas" (1941) de Roberto Arlt.

Cuando el “Caballo Verde” salió del puerto de Santa Isabel, el noble anciano, apoyado de codos en la pasarela del paquete, cargado de negros hediondos y pirámides de bananas, me dijo al mismo tiempo que miraba entristecido cómo la isla de Fernando Poo empequeñecía a la distancia:

-¡Cómo ha cambiado todo esto! ¡Cuánto! Y de qué modo!

Clavé los ojos en el rostro del noble anciano, que en su juventud había sido un conspicuo bandido, y moví también la cabeza, como si participara de sus sentimientos. El viejo continuó:

-Fue allá por el año 80. Entonces no existía el puerto que usted ha visto ni la catedral con sus dos torres de cemento, ni el hospital, ni la Escuela de Artes e Industrias, ni alumbrado eléctrico en la calle de Sacramento, ni negros en bicicleta. No. Nada de eso existía.

Fijé la mirada en el lomo de una ballena que se sumergía y luego lanzaba un surtidor de agua al espacio, pero el viejo bandido no vio a la ballena. Su mirada estaba detenida en el pasado. Emocionado, prosiguió:

-Cuando llegué a Fernando Poo, la aduana era una valla de bambú y la Casa de Gobierno una choza al pie de la colina. Algunos indígenas descalzos, embutidos en fracs donde habían zurcido charreteras de oro y sombreros de copa, desempeñaban funciones burocráticas con un puñal en el cinto y un paraguas en la mano En el mismo paraje donde se levanta hoy la catedral de Santa Isabel conocí al rey de los bubíes [bupíes en el original], un granuja pintado de ocre amarillo que se pavoneaba, semidesnudo, por el islote, cubierto con un sombrero de mujer y diez collares de vértebras de serpiente colgando del cuello. Cuando comía en presencia de forasteros, una de sus mujeres, de rodillas frente a él, soportaba en sus manos el plato de madera, en el cual él y yo hundíamos los dedos para recoger puñados de arroz, que antes de comer apelmazábamos en una bola, porque ésa era la costumbre.


"Cuando llegué a Fernando Poo, la aduana era una valla de bambú..."


El noble anciano movió la cabeza.

-¡Cuánto, cuánto ha cambiado todo esto! África ya no es África. África ha muerto, mi querido joven.

No respondí palabra, aunque me halagó el epíteto de joven. La costa de la isla se alejaba; las cimas cobrizas del cráter de San Agustín y el pico de Rosa Gándara superponían sus moles triangulares en el horizonte; la bola de fuego del sol naufragaba en un mar ígneo de vellones escarlatas.

Súbitamente la inmensidad atlántica pareció inflamarse en rojo de piedra, el rojo subió por los flancos del “Caballo Verde”, bajó a los puentes; los negros parecían diablos hacinados en una caldera, las pirámides de plátanos irradiaban una atmósfera bermeja y la isla de Fernando Poo, ennegrecida en un juego de contraluces, en este fondo de fuego, quedó reteñida de violeta. Mágicamente sus valles aparecieron cargados de brumas violetas, sus montes tallados en bloques de terciopelo violeta, y de pronto, por el rostro del noble anciano, rodaron dos lágrimas, a las que el reflejo del Atlántico rojo dio apariencias de lágrimas de sangre. Luego, bruscamente, se hizo la noche. El tantán de los negros resonó a bordo del “Caballo Verde”; una luna perlática fosforeció en la inmensidad entre enormes estrellas rebosantes de temblorosas luces, y el noble anciano que en su juventud había sido un conspicuo bandido dijo, mientras vertía sobre el hielo de su copa el oro de un whisky viejo:

-Esta tarde me acordé de mi primer viaje al valle de Moka. Yo tenía dieciocho años. Todo ocurrió en la primavera del año 80. Mi choza de ramas y techo de hojas de palma se levantaba en la isla de Leben. Allí me dedicaba a vivir desnudo en las caletas. Una mañana, como de costumbre, mi criado Alí me despertó con sus palabras rituales:

“-Que tu día sea bendecido…

“Alí era un chiquillo de quince años, que yo encontré vagabundeando, muerto de hambre en las orillas del Río de Oro. Cuando tropecé con él andaba descalzo, su turbante era un trapo indecente y su chilaba hubiese avergonzado a un mendigo del Zoco. A cambio de esta pobreza de bienes terrenales, Alí era valiente como un tigre y docto como un ulema, pues hablaba holandés y un montón de dialectos africanos. Contra la seca carne de su pecho guardaba un puñal.

“Adecenté a Alí dentro de la posibilidad de mis recursos, y me lo llevé a la isla de Leben, en la de Fernando Poo.

“Ahora estaba frente a mí, más perezoso y adormilado que nunca, rezongando con la boca abierta por un bostezo:

“-Que tu día sea bendecido. Allí están los hombres que te conducirán a Moka.

“Hacía varios días le había manifestado a Alí que quería visitar el valle de Moka. El valle de Moka, antes que lo estropearan los blancos, era un paraíso de helechos, en cuyo centro una fuente de agua hirviente dejaba escapar vapores venenosos que mataban a los pájaros que cometían la imprudencia de entrar en la atmósfera de sus emanaciones de óxido de carbono. Los negros bubíes decían que el diablo vivía en el valle de Moka.

“En cierto modo, mi aventura era descabellada, porque el calor arreciaba cada día más. Lluvias constantes sucedían a soles de fuego, pero yo estaba dispuesto a toda costa a entrenarme en la vida salvaje de los bosques tropicales, pues tenía el proyecto de asaltar el próximo invierno un importante banco de Calcuta y de huir a través de la selva; mas, precisamente, para huir a través de la selva había que conocer la selva, estar familiarizado con sus peligros, con sus hombres, con su misterio.

“Tal es la razón por la que yo me veía en marcha ahora, a través de un bosque tupido, en compañía de un pillete mahometano y cuatro salvajes auténticos. Estos tenían el rostro rayado de cicatrices horizontales. Marchaban en fila india, completamente desnudos, mostrando vientres enormes en cuerpos flaquísimos, con collares de vértebras de serpiente en torno del cuello, para librarse del mal de ojo de los genios malignos de la selva. Sobre sus cabezas motudas cargaban las bolsas de arroz, cacao y café que necesitábamos para sobrevivir en medio de la selva. También llevábamos algunas botellas de pólvora para los jefes salvajes que encontráramos en el camino. Yo iba armado con una magnífica carabina, revólver y puñal. Mi proyecto era meter a los indígenas en el valle de Moka y obligarlos a cruzar el valle en dirección contraria a la que habían venido, aprendizaje que tenía que ser rico en experiencias para mí y Alí, a quien pensaba convertir en un eficiente ayudante de bandido.

“Durante los primeros días de viaje, quiero decir, las primeras horas, el paisaje me extasió violentamente. Mis hombres, unos con yataganes prehistóricos, otros con hachas de extraña procedencia, se abrían paso entre la cortina vegetal que filtraba en verde la luz solar. Había momentos que parecíamos buzos en el fondo del mar, tan perfecta era la atmósfera verde en la cual nos movíamos constantemente. Nuestra pequeña caravana era acompañada por los arrullos de las palomas silvestres, las voces atroces de los papagayos, los ronquidos de los filicoti, los chillidos de los monos, que se desgañitaban, huyendo rápidamente por las ramas más altas.

“Alí, contra su costumbre de irme pisando los talones y de adularme conscientemente en cuanto sospechaba que pudiera agradarme, caminaba ahora junto a los bubíes, que tal es el nombre de los salvajes de Poo, melancólicamente agobiado.

“Atribuí su silencio a que estaba fatigado, como yo también comenzaba a estarlo de caminar continuamente sobre una crujiente alfombra de hojas secas o podridas, cuyos vahos penetraban por las narices hasta martillear su neuralgia en las sienes. A veces levantaba la cabeza; allá arriba, muy alto, se veía la cúpula de los árboles cuyo nombre ignoraba, pero cuyo tronco áspero o lustroso, de hojas gruesas o transparentes soportaba desde sus ramas en arco innumerables bejucos, manchados de estrellas escarlatas o de cálices blancos.

“De pronto Alí me hizo una señal. Me acerqué a él y dijo:

“-Estos perros enemigos del Profeta saben que estoy enfermo.

“Lo miré, sorprendido, a él y a los cargueros.

“Efectivamente, los bubíes debían sospechar la naturaleza de la enfermedad de Alí, porque hablaban vivamente entre ellos. Llevé mi mano a la frente de Alí. Quemaba de fiebre. Le tomé el pulso. Su corazón parecía querer saltar del pecho.

“-Hagamos alto -dije-. Di a los hombres que busquen hojas de palma, que nos quedaremos aquí hasta mañana.

“Alí habló con los indígenas; éstos dejaron sus cargas en el suelo y se apartaron para recoger hojas de palma con que techar la choza que tenían que fabricar.

“Alí se dejó caer en el suelo y entrecerró los ojos. Así permaneció durante una hora. Lejos se escuchaban los voces de los cargueros bubíes. Alí, con la cabeza apoyada en el tronco, dormitaba. De pronto se puso de pie, arrojó un grito, echó a correr, golpeó de cara en un árbol y cayó. Por momentos un estremecimiento sacudía su cuerpo. Me incliné sobre él para examinarlo, y entonces, allí en su brazo amarillento, vi una ligera mancha escarlata que extendía sus arabescos.

“Me retiré estremecido.

“No quedaba duda. Alí estaba bajo la acción del primer ataque de la enfermedad del sueño.

“Como si mi descubrimiento hubiera aterrorizado a la naturaleza que me rodeaba, un silencio imponente pesaba en el bosque. Las voces de los bubíes no se escuchaban ya.

“Aturdido por la sorpresa, me senté en el tronco de un árbol derribado por el rayo. ¿No estaría yo también infectado? No podía ignorar las consecuencias de esta terrible enfermedad tan contagiosa como incurable. En el Congo, más de una vez me había encontrado con negros encadenados por el pescuezo a recios árboles para que no pudieran deambular a través de los poblados propagando su peste. Allá, en el fondo de la maleza, una tarde, no lejos del Río de Oro, descubrí un alucinante grupo de negras y negros en distintas etapas de la enfermedad. Algunos durmiendo, con la piel pegada a los huesos, otros con los párpados tan inflamados que apenas podían mantenerlos abiertos. Algunos, semiincorporados como espectros de ceniza, pedían limosna desde su lecho de hojas secas. Otros, completamente inmóviles, pegados al suelo, con las piernas encogidas, parecían momificados en su extremísima demacración. Nubes de mosquitos se cernían sobre sus cuerpos de muertos vivos.

“¿Qué hacer?

“Si yo abandonaba a Alí en el bosque, lo devorarían las fieras, las hormigas gigantes, los buitres. Si lo llevaba conmigo, me infectaba, si ya no lo estaba. ¿Qué hacer? Alí estaba perdido, y yo también, quizá, estaba perdido. De los bubíes no se escuchaba una sola voz. Nos habían abandonado, aterrorizados por la enfermedad cuya peligrosidad conocían.

“Tomé mi revólver, me acerqué a Alí y le encañoné cuidadosamente la cabeza. Sonó un estampido. Alí no sufriría más.

“Ahora lo que yo tenía que hacer era volver a Leben. Hacía siete horas que habíamos salido del islote; la noche estaría próxima. Pasaría la noche en la selva, y al día siguiente regresaría por el camino que habían abierto las hachas y yataganes de los bubíes.

“Dando un rodeo en torno del cadáver de Alí, me acerqué al lugar donde los indígenas habían abandonado las bolsas de provisiones; preparé un poco de cacao, y deshecho por la fatiga, pensando torpemente que yo podía estar también enfermo de la enfermedad del sueño, apoyé la cabeza en una bolsa, y bajo la oscuridad del ramaje me quedé dormido.

“Un grito espantoso me despertó en la noche.

“Me puse de pie en la oscuridad. Estaba rodeado de ramas de árboles sobre las que se movían lentejuelas fosforescentes. Eran las pupilas de los pájaros que reflejaban en su fondo la luz de la luna, invisibles desde el lugar donde yo vigilaba.

“Me estremecí en mi mojadura de rocío. Ni un grito ni una voz en el bosque, donde tan espantoso aullido había estallado. Por momentos se oía el crujido que provocaba una ardilla al deslizarse sobre las hojas secas, o el roce de un reptil al deslizarse.

“Me tomé el pulso. El corazón marchaba perfectamente.

“El bosque permanecía en un silencio total, un silencio como el que provoca la presencia de un ser vivo entre las bestias. Sin embargo, nada denunciaba al hombre ni al salvaje, como no ser este silencio festoneado en reflejos amarillos.

“Sin embargo, un grito terrible, allí cerca, había venido a despertarme. ¿Quién era el que había gritado?

“La noche debía estar avanzada, porque arriba, entre las ramas de los árboles, las grandes estrellas próximas parecían flotar en un estanque de agua. Cautelosamente me senté en el suelo y me puse a esperar la llegada del día. Pensé que me sobraba razón cuando pensaba que para fugarse a través de la selva había que estar entrenado. No nos habíamos apartado nada más que unas horas de la orilla del agua, y ya se presentaban dificultades insuperables.

“Otra vez me quedé dormido. Cuando desperté, el sol estaba alto. De pronto me llamó la atención un grupo de monos chillando en la copa de un árbol, señalándose los unos a los otros, como seres humanos, algo que yo no podía ver desde el lugar en que me encontraba. Recordé el grito de la noche y trepé a un árbol para escudriñar.

“Desde la rama más alta, donde ya me había encaramado, sólo se distinguía una especie de plazoleta o claro en el bosque. Nada más. Sin embargo, los monos chillaban y se mostraban algo que yo no podía ver. Bajé del árbol y comencé a cortar entre los bejucos de la cortina vegetal un camino hacia el claro misterioso. Trabajaba alegremente, a pesar de la terrible temperatura que hacía, porque pensaba que esa disposición para el trabajo indicaba que todavía yo no estaba infectado por la enfermedad del sueño.

“Finalmente llegué a la plazoleta.

“Allí, en un claro, a ras del suelo, se veía la cabeza de una negra dormida o muerta, puesto que estaba con los ojos cerrados. Parecía aquella una cabeza cortada dejada expresamente en el suelo. A unos metros de la cabeza, separada del brazo, se veía la mano derecha de la negra. Había sido cortada de un hachazo.

“El cuerpo de la negra estaba enterrado en el suelo hasta el mentón.

“Comprendí.

“El castigo que los bubíes infligían a las mujeres que cometían el delito de adulterio o que abandonaban el bosque para vivir con un extranjero. Me incliné sobre la negra. Ofrecía un espectáculo extraño esa cabeza con los ojos cerrados a ras del suelo. Levanté un párpado de la cabeza. La negra estaba viva.

“Miré en derredor. La tribu que la castigó allí, a poca distancia, había dejado olvidada una paleta de madera. Corrí a la pala y comencé a quitar la tierra del hoyo en el que la negra viva estaba enterrada. El sudor corría a grandes chorros por mi cuello. Yo descargaba y descargaba paletadas de tierra, y la negra no abría sus ojos. Le toqué la frente. Se consumía de fiebre. Finalmente, evitando herirle el cuerpo, abrí el hoyo y conseguí retirar a la negra aun viva de su sepultura. Los negros que la mutilaron le habían envuelto el muñón en hierbas, a fin de evitar la hemorragia y prolongar así su agonía. Cargué a la negra sobre mi espalda. Era una muchacha joven y bonita. La llevé hasta mi campamento, a la orilla de la fuente, y le eché un poco de agua entre los labios.

“Yo no era un sentimental; estaba acostumbrado a considerar al negro al mismo nivel que a la bestia, pero esta negra de cara romboidal, joven y ya martirizada, despertó mi piedad. Tres días después que la retiré de su sepultura abrió los ojos. Me miró, sonrió, y luego volvió a cerrarlos. Finalmente reaccionó, y por uno de aquellos milagros casi incomprensibles, su brazo mutilado se cicatrizó.

“Yo trabajaba alegremente para salvar la vida de Bokapi. Trabajaba alegremente como un esclavo porque esa constante disposición para trabajar me indicaba que yo no estaba infectado por la enfermedad del sueño. Creo que fue la primera vez en mi vida que trabajé. Había que buscar agua, preparar el arroz, ahuyentar de la cabaña toda clase de bicharracos: langostas, gorgojos, hormigas, grillos, caballos del diablo. Un día recuerdo que maté una araña negra y peluda, grande como un cangrejo. Oscilando sobre sus patas de camello se aproximaba a Bokapi, que dormía.

“Finalmente Bokapi me contó el origen de sus desventuras. Su pecado consistía en haberse ido a vivir con un mestizo.

“La cosa ocurrió así:

“Entonces cada tres meses, llegaba un buque al puerto de Santa Isabel. La llegada del buque se festejaba con una fiesta fantástica. En la costa de la selva, entre las cañas de azúcar y los plátanos, se formaban danzones de negros. Corrían latas de aguardiente tenebroso, fuego vivo que trocaba el danzón en una orgía de la cual también participaban los blancos. En una de estas fiestas conoció ella al mestizo Juan, lo amó y se fue a vivir con él en las proximidades de la empalizada de bambú.

“El mestizo la amaba cuanto puede amar un mestizo y no le pegaba nunca, ni por la noche ni por el día. Pero a pesar de estas virtudes, el mestizo se enfermó. Inútilmente lo atendió el marinero que era el jefe de la aduana, y después el hechicero del poblado más próximo. El mestizo murió como Dios manda, y Bokapi se quedó sola.

“La tribu en el bosque no se había olvidado de su deserción. Una tarde que Bokapi corrió hasta el bosque a buscar una gallina, recibió un golpe en la cabeza. Cuando despertó estaba tendida en el suelo. La habían despojado de sus ropas; algunos bubíes armados de bambú aguardaban el momento de su suplicio. Primero un hechicero viejo, envuelto en innumerables vueltas de vértebras de serpiente y con la cabeza adornada de cuernos de antílope, le había lanzado torrente de imprecaciones; después, un grupo de viejas la flageló con látigos de bejucos hasta que Bokapi se desmayó. Cuando recobró el conocimiento estaba oprimida por un corsé frío que la paralizaba toda entera. Se reconoció enterrada viva, con la cabeza a ras del suelo y un brazo fuera, sobre la tierra. Silenciosamente danzaban en torno de ella sombras lujuriosas; de pronto las sombras se detuvieron; el hechicero levantó el hacha y la dejó caer.

“El tremendo grito que me había despertado fue lanzado por Bokapi al sentir la mano cortada.

“Conocí entonces la naturaleza negra.

“Si Bokapi había amado al mestizo, a mí me adoraba. Cuando pudo caminar y valerse, cuanta atención le sugería su imaginación para demostrarme su amor y gratitud la ponía en práctica. Si yo entraba en la choza, ella se ponía de rodillas y besaba el suelo que pisaba. Luego corría a ofrecerme licor de plátano, que sabía preparar, o solomillos de rata gigante, que se ingeniaba para atrapar. Cuando yo dormía, ella, de pie a mi lado, movía constantemente unas hojas de palma para renovar el aire en torno de mi rostro. Yo pensaba ahora que no me dedicaría a ser bandido ni intentaría robar el banco de mi proyecto. Viviría para siempre con Bokapi en la isla de Leben, y Bokapi trabajaría para mí, y yo no haría nada más que bañarme en las caletas y dormir en los arenales.

“Finalmente abandonamos la selva.

“El camino que algunas semanas antes habían abierto sus salvajes hermanos estaba borrado. Sin embargo, Bokapi se orientaba en la selva con naturalidad asombrosa. Tres días demoramos en llegar a los acantilados, y cuando estábamos por salir de la floresta entre cuyos claros se distinguían los cocoteros de los arenales, ocurrió lo imprevisto.

“Bokapi y yo caminábamos tranquilamente, cuando, de pronto, ella me apretó el brazo, deteniéndome.

“A cinco metros de nosotros, desenvolviendo sus pesados aros amarillos, irritada, nos miraba una boa. Su cabeza triangular se dirigía a nosotros con la lengua bífida ondulando de furor fuera de la escamosa boca.

“Me paralizó un frío mortal. No podíamos escapar. Íbamos a perecer los dos. Bokapi lo comprendió, se despidió de mí con una mirada y rápidamente se lanzó a la boa.

“¡Quién pudiera contar la inútil lucha de la negra con la boa! Yo vi cómo Bokapi, con su único brazo libre, intentó tomar la garganta de la boa; vi cómo los anillos de la terrible serpiente prensaban sus piernas y su pecho; vi cómo Bokapi clavó los dientes en el lomo de la boa con tan furiosa mordedura, que súbitamente la boa duplicó su presión. Y Bokapi ya no se movió.

“Entonces, a la vista de la playa, entré al bosque y me puse a llorar como una criatura. La selva era terrible.”