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sábado, 30 de junio de 2018

Carlos Greykey llevado al cómic




Si quieres conocer más sobre Carlos Greykey, accede a:

La deuda





¿Recordáis la sentencia 9 de mayo de 1940 del Tribunal Regional de Responsabilidades Políticas de los Territorios Españoles del Golfo de Guinea, por la que se condenaba al tarragonés Enrique Gil Suoncomonte -cuyo actual paradero se ignora- a «dos años de destierro y mil quinientas pesetas de multa»  co­mo responsable políticamente de hechos leves?

El BOE del 29 junio 1942 hacía público que se había abonado la multa, pudiendo disfrutar de sus bienes sin restricciones.

domingo, 24 de junio de 2018

El anecdotario familiar...


En el archivo fotográfico del ABC, conservan esta espectacular fotografía:

Los tripulantes del crucero "Mendez Núñez" saludando con el puño, después de llegar de Fernando Poo, para ponerse a las órdenes del bando republicano.

Fecha: 1937Ref.: 4400217
Palabras clave: Zona RepublicanaMarinaCartagena,CrucerosMurciaMéndez Núñez
Autor: Hermanos Izquierdo
Tipo: FOTOGRAFÍAS NEGRO



El crucero Méndez Núñez se encontraba lejos de las Costas Españolas al comienzo de la Guerra Civil, la marinería hizo desembarcar a los oficiales en Fernando Poo, y se puso a las órdenes del gobierno de la República.

Los Tripulantes de dicho crucero, saludando al Pueblo a su llegada a la península Ibérica.

lunes, 18 de junio de 2018

Bata agradecida

El 18 de junio de 2018 se vendió en el portal TodoColeccion.net la placa de bronce (47 cm x 45 cm) elaborada como  agradecimiento de la ciudad de Bata al buque Ciudad de Mahón con fecha de 14 de octubre de 1936.


sábado, 16 de junio de 2018

Matria: la vida de Enrique Isart Alonso llevada al teatro

Cuenta Benito Sacaluga Rodriguez en su blog que se acaba de estrenar Matria:

Los pasados días 16 y 17 de junio se representó en Madrid, en el Teatro Español, la obra "Matria", escrita y dirigida por Carla Rovira Pitarch, e interpretada por Marc Naya Díaz, Angela Pitarch Isart, Ramón Bonvehi Rosich, Laura Blanc Bigas y la propia Carla Rovira.

La obra tiene su origen en la relación de la familia de Carla Rovira con uno de sus miembros, con un marino de la República, Enrique Isart Alonso, Oficial 1º Naval, destinado el 18 de julio de 1936 a bordo del crucero "Méndez Núñez" en misión en Fernando Poo. Enrique Isart fue fusilado por la marina franquista el 14 de agosto de 1939 en Cartagena, en esa fecha contaba 23 años de edad, hoy, casi 80 años después, su cuerpo permanece desaparecido.

El libreto cuenta con abundantes soportes documentales, consistentes en una colección de cartas enviadas por Isart a su familia, desde antes del golpe de estado hasta pocas horas antes de su fusilamiento, así como con el contenido de la Causa 277/39, que condena a Isart a dos penas de muerte por el delito de adhesión a la rebelión. En realidad lo que hizo Isart en julio de 1936 fue mantener su fidelidad al Gobierno de la República y no sumarse al golpe de estado llevado a cabo por Franco y sus secuaces, a ese noble y leal comportamiento los jueces franquistas lo calificaban, y lo siguen haciendo, adhesión a la rebelión.

Además del merecido homenaje a Enrique Isart, y con él a todos los marinos republicanos, "Matria" nos interpela, poniendo ante nosotros el mundo de los olvidos... olvidos obligados por el miedo, amargos y dolorosos como aquellos a los que el pueblo español estuvo condenado, desde el fin de la guerra hasta bien pasada la muerte del dictador...más tarde olvidos asumidos como herencia irreclamable y de la mano de la desesperanza en la justicia...después olvidos ensombrecidos por el paso del tiempo, por el cambio generacional....y el olvido institucional...y la vergonzosa y vergonzante preconstitucional ley de amnistía de 1977.


"Matria" se plantea, nos plantea, ¿Como encarar la memoria familiar en un Estado forjado en el olvido?, ¿Cuál es el legado familiar de las heridas de la Guerra Civil?, lo hace a través de un espectaculo intenso e íntimo que nos invade como un soplo de esperanza. Nos invita a reapropiarnos de la Historia y generar un espacio de debate colectivo para narrar el silencio.

Cuando salí de la sala mantuve una agradable charla con los integrantes de la compañía, había motivos para la esperanza, agradeci su espléndido trabajo...a pocos metros de nosotros Garcia Lorca nos contemplaba sosteniendo una paloma entre sus manos...una paloma a punto de levantar el vuelo.

Ojalá que "Matria" pudiera recorrer todos los escenarios de España, concluye Benito Sacaluga.

viernes, 15 de junio de 2018

Tribunal Regional de Responsabilidades Políticas - 15 de junio de 1941

En el Boletín Oficial del Estado del 12 de octubre de 1941, el TRIBUNAL REGIONAL DE RESPONSABILIDADES POLÍTICAS DE LOS TERRITORIOS ESPAÑOLES DEL GOLFO DE GUINEA publica las siguientes sentencias:

CONDENA

1Ángel Miguel Pozanco Barranco (Oficial de Secretaría Judicial)Quince años de destierro de estos Territorios, inhabilitación especial durante el tiempo de la condena para el ejercicio de su profesión de Oficial de Secretaría y pérdida total de sus bienes en la Colonia
2Vicente Uriguen UrrutiaDestierro de tres años de estos Territorios y la multa de quinte mil pesetas

jueves, 7 de junio de 2018

Los presos coloniales en el Penal de Gando

Recoge Javier Rodrigo en La guerra fascista. Italia en la Guerra Civil española, 1936-1939 que Queipo de Llano «declara ante la legación italiana en noviembre de 1937 que tras la guerra los españoles no se convertirían, y que en consecuencia había "que librarse de esta gente. Hay que seguir fusilando, o crear grandes campos de concentración en las Canarias o en Fernando Po [sic]"». Pese a ese explícito posicionamiento, no se llegó a construir un gran campo de concentración en Fernando Poo. Se recurrió, esos sí, -como veíamos en Gran palabra tienen los blancos- al confinamiento de la  población autóctona en Annobón, mientras los coloniales desafectos al golpe de Estado acabarían en el campo de concentración del viejo lazareto de Gando, en Canarias.

Precisamente en "Cuadros del penal: memorias de un tiempo de confusión", Juan Rodríguez Doreste comparte su vivencia de reclusión en el penal de Gando con los represaliados de la Guinea republicana:

LOS PRESOS COLONIALES

Llevábamos algunos meses en Gando cuando llegaron los detenidos en la Guinea española, que procedían de la isla de Fernando Poo y del territorio del Río Muni, a los cuales se habían incorporado los tripulantes capturados del vapor de la Compañía Trasmediterránea, llamado precisamente el Fernando Poo, hundido en las aguas del puerto de Bata. Eran aproximadamente unos ciento cincuenta en total, entre tripulantes y coloniales. De los primeros salieron las bajas más importantes que causó la expedición conquistadora.

Los funcionarios y la guarnición militar del continente, reducida ésta prácticamente a unas milicias que tenían más carácter de gendarmería civil que de unidad castrense, se mantuvieron fieles al gobierno legítimo por espacio, poco más o menos, de tres meses. Suspendido el contacto y la comunicación regular con la Península, en espera de una inminente sofocación del levantamiento, en la que todos confiaban al no triunfar en los primeros días la vasta conjuración, aquellas gentes decidieron aguardar pacientemente el que estimaban cercano desenlace. El único acto que pudiera tildarse de rebeldía, aunque realmente no lo fuera en sus especiales circunstancias, fue la decisión unánime de los tripulantes del Fernando Poo de negarse a zarpar con rumbo a Europa, dejando el barco fondeado en aguas de Bata, en la Guinea continental, hasta que el horizonte político se aclarara. Su pecado mayor, tan ingenuo como contraproducente, fue detener a unos cuantos misioneros, que estaban esparcidos por el interior, y concentrarlos en el Fernando Poo, convertido en parcial prisión militar, bastante diferente por comodidades y trato al inmundo pontón en que fueron encerrados los presos políticos de Tenerife hasta que se trasladaron a la prisión de Fyffes. El gobierno nacionalista decidió, por razones de prestigio exterior, rescatar aquellos territorios y encomendó la misión al Gobierno militar de nuestra provincia. Se requisó y se artilló conveniente mente el vapor Ciudad de Mahón, que prestaba servicios entre las islas, se reclutó un batallón que se llamó de voluntarios canarios,en el que se inscribieron hombres jóvenes y maduros a quienes no agradaba la adhesión directa al falangismo, y en los primeros días de octubre la expedición puso proa aventura. Se rumoreó entonces que la partida se estuvo difiriendo hasta comprobar que el Blas de Lezo, unidad de guerra naval fiel al gobierno republicano, abandonaba las aguas guineanas donde estaba apostado.

En la crónica histórica, que la prensa local relató a través de literatura tan ditirámbica como altisonante, fueron presentadas la conquista y la ocupación como una epopeya heroica. En realidad hubiera podido ser calificada de episodio de opereta —más de seiscientos hombres, entre los cuales figuraba un Tabor moro de Tiradores de Ifni, un batallón de voluntarios uniformados, artilleros, médicos, etc. para reducir a un puñado de aparentes rebeldes que no disponían ni de una sola ametralladora— si no hubiese costado a los vencidos el tributo de numerosas vidas, y a los expedicionarios cinco desaparecidos en el mar, al ladearse inesperadamente el casco del buque Fernando Poo, cuando ya se encontraban a bordo numerosos voluntarios que lo creían definitiva mente estabilizado. De los tripulantes que perecieron, unos se ahogaron al tratar de ganar la orilla a nado, otros fueron ametrallados en la lancha en que huían desde una falúa que el Ciudad de Mahón desplazó para perseguirlos. Pocos pudieron escapar alcanzando, a través de los bosques, la frontera del Camerun. El navío artillado conminó a rendirse al Fernando Poo. Al no acceder la tripulación, le disparó varios cañonazos, uno de los cuales abrió un boquete en la banda de estribor. El barco se escoró y quedó totalmente acostado. El resto de la epopeya fué un sencillo y marcial paseo. Ingresaron en la prisión todos los funcionarios en activo, los supervivientes del barco hundido, y unas cuantas personas más, caracterizadas en la colonia por un republicanismo más o menos tibio, pero desde luego nunca muy extremado y ardoroso.

Imagen del campo de concentración del Lazareto de Gando en Gran Canaria
(Cortesía de Fernando Caballero Guimerá).
En "Los campos de concentración de Franco" de Carlos Hernández de Miguel.
Lo que sí resultó ardoroso fue el largo encierro. Amontonados en unos barracones, en condiciones climáticas tan desfavorables, con servicios higiénicos y sanitarios apenas elementales, desprovistos de ejercicio y de adecuada alimentación, la salud de los presos comenzó a quebrantarse, su estado físico a descaecer visiblemente. Y así un día aparecieron por Gando, derrotados, pálidos, con evidentes señales del estrago corporal que les había causado una reclusión que lindaba en infrahumana. Constituían un buen contingente, muy heterogéneo de composición, pero muy homogéneo en la solidaridad, en el buen espíritu. Venían funcionarios caracterizados: el tesorero de Hacienda, el jefe de Correos, el jefe de la Policía gubernativa, el comisario López García, pintoresco personaje, realmente detenido por error, pues no era ni chicha ni limonada, dependientes de la Curaduría, algunos profesionales, cultivadores y finqueros, escritores, un excelente poeta, etc. y la totalidad de la tripulación del Fernando Poo, desde el capitán, pundonoroso marino, que fue de los primeramente liberados, al cocinero mayor, el inolvidable Juan Mas, que a fuerza de ingenio culinario logró tornar ligeramente más apetecibles aquellas equívocas cocciones que nos servían bajo especie de rancho.

Evoco el grupo de los coloniales, como les llamábamos, con particular simpatía. Compartí el alojamiento, primero, con Gonzalo Carrillo, abogado, pintor y caricaturista, y después, con Francisco Hinestrosa, alto funcionario de Hacienda, que era también excelente retratista. Los tres nos reunimos hasta nuestra liberación en el memorable cuarto de la pintura que en el último año de nuestra odisea fue algo así como la Academia del Penal, en estricto sentido ateniense. Algunos de ellos al salir se establecieron en nuestra isla, se casaron, también fueron otros tardíamente repuestos en sus escalafones oficiales, por que a todas aquellas personas honorables solo podía reprochárseles una con ducta de limpia lealtad, que a los ojos de los insurgentes podría ser reprobable, pero que en el juicio inapelable de la historia, en la balanza de la justicia, debe pesar como auténtica virtud. Para su ventura los coloniales llegaron cuando se vivían las últimas jornadas de la vesania punitiva y se iniciaba el deshielo, como diría Ehremburg a propósito del período poststaliniano en la Rusia soviética. Todavía alcanzaron algunos coletazos, vieron partir a los últimos condenados a muerte. Sufrieron por ello también como nosotros los canarios, porque supieron fundirse de modo espontáneo en la misma anhelosa expectación y en el mismo irremediable dolor, la injusta inmolación de aquellos compañeros que sellaron con su sangre la inmerecida represión que sufrió el pueblo de nuestra isla, que ni antes de nuestra guerra, ni en su inicio, ni en su curso, desmintió con un solo hecho su tradición secular de tranquilo, pacífico y tolerante.

martes, 5 de junio de 2018

La herencia "natural" de Manuel Azaña


Hoy es el Día Mundial del Medio Ambiente, así que le vamos a dedicar una entrada en la Calle 19 de Septiembre de la vieja Santa Isabel:

El 25 de julio de 1936, a los pocos días del golpe de Estado, el Gobierno de la República seguía administrando el país pese a la sorprendente prolongación del conflicto.

Ese día, el Boletín Oficial del Estado publicaba la Ley aprobando, a los efectos de su ratificación por España, el Convenio relativo a la conservación de la fauna y flora en estado natural, que se firmó en Londres el 8 de Noviembre de 1933.

El Decreto, ratificado por las Cortes había sido firmado por Manuel Azaña como Presidente de la República, era parte de los compromisos derivados de la  Conferencia para la Protección de la fauna y de la flora en África de 1933.

Su aplicación afectaba explícitamente a los territorio españoles del Golfo de Guinea y preveía el establecimiento de un régimen especial para la conservación de la fauna y de la flora, "considerando que la fauna y la flora natural de ciertas partes del mundo, y en particular de África, están en peligro, en las condiciones actuales, de extinción o de perjuicio permanente".

Una gran iniciativa, que hubiera beneficiado, por ejemplo al Monte Alén, considerando que como mejor puede realizarse esta conservación es:
  1. Constituyendo parques nacionales, reservas naturales íntegras y otras reservas, en las cuales se limiten o prohíban la cala, la muerte o captura de la fauna y la recolección o destrucción de la flora.
  2. Imponiendo reglas concernientes a la caía, la muerte y la captura de la fauna fuera de tales áreas.
  3. Reglamentando el comercio de los trofeos.
  4. Y prohibiendo ciertos métodos y armas para la caza, la muerte y la captura de la fauna.
Se preveía así la creación tanto de  reservas naturales integrales, como de parques nacionales:
La expresión “parque nacional” designará un área situada bajo la fiscalización pública, cuyos límites no se cambiarán, y ninguna parte de la cual podrá ser transferida, salvo por la Autoridad legislativa competente; reservada para la propagación, la protección y la conservación de la vida animal salvaje y de la vegetación salvaje y para la conservación de objetos de interés estético, geológico, prehistórico, histórico, arqueológico y otros intereses científicos, en provecho, en beneficio y para el recreo del público en general;  en la cual están prohibidas la caza, la muerte o la captura de la fauna y la destrucción o re colección de la flora, salvo por las Autoridades del parque o bajo la dirección o fiscalización de las mismas.
Igualmente, se establecía una relación de especies amparadas en diferentes grados por la Convención, incluyendo aquellos que como los primates, hipopótamos o los elefantes "deberán ser protegidos lo más completamente posible en cada uno de los territorios de los Gobiernos contratantes, y la caza, la muerte o la captura de dichos animales no podrá tener lugar sino por permiso especial de la Autoridad superior del territorio, permiso que no se concederá sino en circunstancias especiales y únicamente para fines científicos importantes, o si fuera esencial para la administración del territorio en cuestión."

Lamentablemente, la aplicación de esta norma precursora de la protección de la naturaleza en África se vio frustrada por la derrota del gobierno republicano.

La protección de Monte Alén se vería retrasada hasta 1954 con una tímida referencia en el Reglamento de Caza en Guinea, y -ya en una Guinea Ecuatorial independiente- con la inclusión entre las áreas protegidas (Ley n° 8/1988) y posteriormente con la creación del parque nacional (Ley n° 3/1997).

Cuenta Antonio Sánchez en "Los trece cazadores de los mil elefantes": "Volví a la Guinea Española,
donde, en 1953, la caza aún estaba sin reglamentar y con una autorización del gobernador general se podían cazar elefantes de forma ilimitada, pagando por elefante muerto la cantidad de mil pesetas, seis euros al cambio de hoy, pero que entonces era bastante dinero. Como no disponía de muchos medios económicos los desplazamientos los realizaba mayoritariamente andando o en canoas por los ríos, lo que me permitía llegar a lugares muy alejados donde los elefantes estaban tranquilos y fuera del alcance normal de otros cazadores, pues el tener entonces un vehículo era un sueño imposible para mí. A principios de la década de los cincuenta yo era un ‘todoterreno’ físico, con 1,90 metros de estatura y fuerte como un búfalo, incansable y entusiasta a toda prueba, con la ventaja de que nunca en mi vida tomé una gota de alcohol ni fumé, lo que creo me ayudó bastante para estar siempre en forma.
Durante cierto tiempo estuve cazando por la Guinea Española, donde le vendía el marfil a un amigo que se dedicaba a esto y me pagaba 300 pesetas por kilo de marfil, lo que me resultaba rentable después de pagar los gastos, hasta el punto de que pude comprar un Jeep Willys excedente de la guerra, pero que aún funcionaba bastante bien, con el que me podía desplazar por el sur de Camerún y Gabón, pues ya entonces los franceses habían construido un buen sistema de carreteras que permitían, con pocas limitaciones, desplazarse por ‘casi’ todas partes."

"La administración colonial autorizaba la caza del elefante sólo cuando había entrado una manada en un sitio cercano a un poblado con fincas de cultivo. Entonces se permitía la caza para que no destruyeran los cultivos" cuenta Mariano Llobet en «Me hubiera quedado en Fernando Poo para siempre».