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viernes, 29 de noviembre de 2024

¡Viva el estraperlo!

La "denuncia Nombela" o "Caso Tayá" es una historia vieja...: el gobierno de derechas de la II República tuvo su propia caja B, su respectivo conseguidor y un desconocido A. Lerroux, cuya acumulación de escándalos acabó generando la caída del gobierno... caída inesperada para los partidos que integraban la coalición, y cuya frustración por la consecuente victoria del Frente Popular desencadenó la ruptura del 18 de julio de 1936. 

De hecho, tras las elecciones de febrero, concluirá Donato Ndongo-Bidyogo, «la victoria del Frente Popular en un ambiente de máxima polarización sería el pretexto de la sublevación militar que desembocó en la Guerra Civil».
Pero Ndongo no será el único que sostendrá ese análisis...; veíamos en La Gürtel del gobierno de derechas y Guinea que «entre la documentación elaborada por José Antonio Primo de Rivera en la prisión de Alicante, se incluye la referencia al "Asunto de Guinea..." como parte de su "síntesis moral" de los motivos que condujeron a la "rebelión" en julio de 1936».

Manzaneque, ex Gobernador de La Guinea,
momentos antes de jurar su declaración 
por al asunto Nombela ante la comisión parlamentaria el 4 de diciembre de 1935.


Pedro Medina Sanabria, recoge este texto en su imprescindible blog:


El 29 de noviembre de 1935, la prensa madrileña anunció con grandes titulares otro escándalo, y Miguel Maura planteó una interpelación pidiendo una investigación parlamentaria.

Aquella mañana pasé por la Presidencia, mientras se halla en sesión el Consejo de Ministros, y advertí grupos de gente estacionados en la calle, en hosco silencio, con un número desacostumbrado de guardias civiles entre ellos.

La historia del nuevo escándalo se extendió como fuego sobre un llano después de una sequía. Algún tiempo antes el Gobierno había contratado con un armador dos barcos para el servicio de la Guinea Española. Los barcos entregados estaban tan carcomidos, que uno se hundió en las mismas aguas del muelle y el agente del Gobierno canceló el contrato. El vendedor demandó por daños y perjuicios quinientas mil pesetas, La reclamación fue a manos de Lerroux, amigo del vendedor, y aquel la entregó a su secretario para investigación. De acuerdo con la historia que circulaba, este último habíase asombrado ante la moderación de la demanda. «¿Cómo? ¡Esto es ridículo!

La cantidad es demasiado pequeña. Debemos subirla lo menos a tres millones de pesetas». y así fue hecho al principio, tras la insistencia del demandante. Entonces, así reza la historia, la cantidad se elevó a siete millones; pero, intimidados por su propia audacia, se dejó en tres millones. Tras esto, Lerroux avisó al agente en la Guinea Española para que pagase la cantidad dando la impresión de que la orden procedía del Consejo de Ministros. Pero el agente, hombre honesto, se negó a cumplir la orden, siendo por ello sumariamente depuesto. Regresando a Madrid a toda prisa, el agente visitó a otros ministros, que negaron todo conocimiento de la transacción si bien un distinguido ministro, notable por su piedad, pensó que era menos peligroso pagar que exponerse a las consecuencias políticas de una denuncia.

A medida que la historia era conocida, aparecía claro que los cansados hombros de Lerroux tenían que cargar con el fardo, por lo que su resentimiento echaba chispas. Sus lugartenientes no aparecían en sus escaños, y un día Lerroux, encarándose con sus con sus colegas de la derecha, les dio una explicación directa. Estos se sintieron considerablemente afectados por el gesto. Lerroux compareció ante la Comisión e insistió en que los ministros habían sido consultados.

Tras la cortina, los dirigentes derechistas trabajaban febrilmente para manipular el informe, Maura, presidente de la Comisión, dimitió como protesta., La Ceda, insistiendo en la prístina pureza de Lerroux, echaba las culpas sobre el humilde secretario, elegido como chivo expiatorio. Los monárquicos deseaban declarar culpables a los dos, amo y secretario, pero solamente de un «error administrativo». Los republicanos de izquierda estaban dispuestos a considerar culpables, no solamente al amo y al secretario, sino a Gil Robles como encubridor del hecho.

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La Comisión no pudo llegar a un acuerdo, y sólo un informe firmado encubriendo los hechos y firmado por nueve de los veintiuno que la formaban fue presentado por la Ceda como «el informe de la Comisión»; pero las opiniones discrepantes de los monárquicos y los partidos de izquierda ni siquiera se leyeron. Según el «informe de la Comisión», Lerroux salió «puro como la luz e inmaculado como una estrella», víctima inocente de un perverso secretario, que fue desollado con justa cólera.

Disgustado por la farsa y la hipocresía de todo ello, José Antonio Primo de Rivera estaba como un toro furioso en una tienda de porcelanas. Atacó demoledoramente el hecho hipócrita, con pruebas, y su vigorosa acusación contra la corrupción creó intranquilidad. Sabiendo que Lerroux solamente podía  ser exonerado por órdenes de Gil Robles, se dirigió en tonos dramáticos a él, llamándole por su nombre, implorándole que no se hiciera el habitual defensor de aquellos culpables de fraude contra el Estado. El requerido, con enrojecido rostro y semblante de furor, retorciéndose y contorsionándose en su asiento, hubo un momento en que pareció que iba a levantarse, pero cambió de parecer. Lerroux permanecía sentado e inmóvil, con los brazos cruzados.

Fue un debate violento, pero sin sentido, una batalla vergonzosa. A las diez, las Cortes suspendieron la sesión hasta la una y media de la madrugada. A las seis de la mañana se verificó la votación. Lerroux fue exonerado, condenado su oscuro secretario, con la teoría de que a mejor día, un hecho mejor – pues era domingo por la mañana. Pero apenas se anunció el resultado, cuando una penetrante voz se levantó de la desierta tribuna diplomática: «¡Viva el estraperlo!»

Los diputados miraron a la cara del travieso José Antonio Primo de Rivera, quien, con el desparpajo de un niño malicioso, se reía de sus mayores. Los diputados miraron con ceñudo enfado y se echaron a la calle, desierta.

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Fuente:
Autor: Claude G. Bowers, Embajador USA en España de 1933 a 1939
Título: Misión en España (My Mission to Spain)
1955 Editorial Grijalbo.- México
CAPITULO XII .- «!VIVA EL ESTRAPERLO!» FRUTOS PODRIDOS! Páginas 172 a 174.

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sábado, 16 de noviembre de 2024

El mejor premio


Cuenta Tamara García en El Diario de Cádiz: El premio de 'Negro limbo' ya lo tenemos, la declaración de Acacio Mañe como víctima de la represión

El realizador gaditano Lorenzo Benítez compite con su último documental en la sección Panorama Andaluz del Festival de Cine Europeo de Sevilla.

La película revela hechos relacionados con el pasado colonial español en Guinea Ecuatorial

“Emocionado, satisfecho y con muchas ganas de disfrutarlo con el equipo, con los protagonistas y, por supuesto, con el público en un marco fantástico”. Así de exultante, y no en vano, se mostraba el realizador gaditano Lorenzo Benítez horas antes de la puesta de largo en el Festival de Cine Europeo de Sevilla de Negro limbo o, lo que es lo mismo, del fruto de casi ocho años de investigación sobre unos sucesos silenciados durante más de 60 años que tienen que ver con el pasado colonial de España en África.

La historia de la desaparición en la entonces Guinea española (actual Guinea Ecuatorial) del líder fang Acacio Mañe, y el exilio del fiscal que intentó esclarecer los hechos que se produjeron en torno a 1959, cuando el dictador Francisco Franco mandaba con mano férrea país y colonias, guían el ánimo y el instinto del periodista de Canal Sur que se embarcó en esta obra tras el éxito de su anterior película, Madres invisibles. 

De la historia de Acacio Mañe, sí, pero también la historia de cientos de líderes desaparecidos y exiliados de un país a punto de ser libre, de la vida de los colonos, de sus descendientes y de memoria va esta producción. De esa otra Memoria Democrática aún más enterrada, y ya es difícil, que la de las cunetas de la Piel de Toro. 

“No ha sido fácil, no”, cuenta apuntando la frase con un intento de sonrisa que encierra un erial de permisos de rodaje (“nada fáciles de conseguir en un país donde la libertad de información está muy restringida”), de “búsqueda de contactos locales”, hasta de “una pandemia” que “casi tumba el proyecto” y de silencios, muchos silencios por romper. “Muchos de los testimonios que aparecen todavía hoy se siguen ocultando, hay personas que han hablado y que han fallecido durante la elaboración del documental, otros que han intervenido no sin vencer muchas reticencias, como pueden ser miembros de la Armada cercanos al entonces gobernador general, Faustino Ruiz, y luego también hemos tenido dificultades a la hora de acceder a archivos oficiales en España. De hecho, algunos de los documentos más relevantes los hemos encontrado más fuera de los archivos oficiales que dentro, como en la Fundación Franco o el archivo personal del que fue ministro de Asuntos Exteriores de Franco en aquella época, Fernando Castiella”, relata el director y productor.

Una “larga y laberíntica investigación” tan fragmentada, en cierta manera, como el tiempo, como la memoria, las memorias, a la que Negro limbo hace referencia y que tiene su reflejo en la propia imagen del cartel de la película, un collage. “Me pareció muy buena idea la metáfora del collage porque es un símbolo de cómo ha sido la investigación, de la memoria española en este ámbito e, iría más allá, de cualquier tipo de relato de la memoria colectiva, pues cuando intentas acercarte a un hecho después de que hayan pasado décadas, al final no deja de ser algo fragmentario”, reflexiona Benítez que en su película abraza “una trama policial y política muy compleja” que podría tener “muchísimas ramificaciones” que ha tenido que ir descartando en favor “de la narrativa y la agilidad de la película”.

Una historia que ha querido contar en el fondo y en la forma “de la manera más honesta posible”. Esto es, eligiendo un punto de vista muy concreto. “Hablamos de la historia de un movimiento de liberación en Guinea, pero que está contada por españoles, nosotros y los narradores principales, Mon Fernández-Dans, el hijo del fiscal que intentó en su momento investigar este caso que hemos retomado después de 60 años, y David Morello, que es el investigador nuestro que bucea en toda la trama y que está muy próximo a la ceguera total, que ha sido también un proceso que hemos seguido en paralelo durante la película y que, bueno, de forma casual ha servido también de metáfora de lo que estábamos investigando”.

Cartel del documental 'Negro limbo'.

Con estos conductores, con la investigación hecha y con todas las piezas del puzzle ya sobre la mesa de estudio, Lorenzo Benítez pensó “mucho” en cómo abordar estructuralmente la obra para acabar resolviendo que “lo más honesto” era empezar el documental “por donde comenzó todo”, por la familia del fiscal que en su tiempo quiso investigar la desaparición de Acacio, “desde ahí pasar a los archivos oficiales, de ahí a los testigos que aún estaban vivos, tanto colonos como algunos de los miembros del antiguo movimiento de liberación de Guinea, y, finalmente, tras un proceso también muy largo de localización y de ponerse de acuerdo con ellos, dar voz a la familia de la víctima”, enumera.

Un camino que en la pantalla veremos “que empieza y termina en África” como una manera también “de equilibrar” la voz narrativa desde España (“somos nosotros haciendo una revisión de nuestro pasado colonial”) y el protagonismo del caso de Acacio Mañe. 

Una figura central que, además, ha trascendido cualquier tipo de expectativa que su director pudiera tener sobre Negro limbo, que compite en la sección Panorama Andaluz del Festival de Cine Europeo de Sevilla, pero que ya tiene su mayor recompensa: “El premio ya lo tenemos y es que el documental ha servido para avalar la declaración oficial por parte del Gobierno español de Acacio Mañe como víctima de la represión política y colonial franquista. No es una reparación ni mucho menos, pero sí es algo bastante inédito y es el reconocimiento de que con este hombre se hizo un acto criminal”, aduce. 

La película se estrenó el jueves 14 de noviembre en el Teatro Alameda de Sevilla y se puede ver este viernes 15 de noviembre en Odeon Multicines Plazas de Armas a las 17.00 horas. Además, cuenta Benítez, ya se está trabajando para que la película se pueda ver en Cádiz y, sobre todo, en San Fernando, una ciudad en la que la memoria del gobernador Faustino Ruiz está todavía muy viva.

La historia familiar de un amigo, el comienzo de todo

La memoria colonial de España tanto en África como en Latinoamérica, una parte de la historia de nuestro país apenas revisada, siempre ha interesado, “y mucho”, al periodista y cineasta Lorenzo Benítez. Quizás por ello cuando su amigo Mon le cuenta un día de forma casual que su familia “tuvo que salir de Guinea por motivos desconocidos y un tanto misteriosos y del que no se quería hablar mucho en la familia” al gaditano se le encendió una chispa.

“Me dio muchísima curiosidad, empezamos a tirar un poco del hilo y descubrimos que detrás de esa historia de la familia, su padre, José Antonio Fernández-Dans que fue el fiscal general de la colonia durante 14 años, había tratado de investigar el caso de la desaparición de un finquero, un hombre negro guineano que tenía cierta relevancia social en la colonia. Todo aquello mientras era gobernador de la colonia Faustino Ruiz, de San Fernando, donde hoy tiene todavía una calle y títulos de reconocimiento. Aquella investigación generó cierto ruido en su tiempo y acabó con la vuelta del padre de Mon. Todo aquello me hizo pensar que podía haber algo más detrás”, recuerda Benítez que junto al hijo de Fernández-Dans y otro amigo suyo, el investigador David Morello, emprendieron esta aventura.

Así, poco a poco, a lo largo de muchos años, sin prisas, pero con determinación apareció la historia de Negro limbo, una que no estaba en la cabeza de Benítez, pero que no soltó cuando la encontró. Porque el tiempo no es quien pone todo en su sitio, sino la voluntad de las personas.

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lunes, 11 de noviembre de 2024

El loro exiliado

¿Recordáis El caso del loro? No fue el único. Alguno hasta sufrió exilio...

Cuenta Miguel A. Mellado en El Loro de los Villalbas, sobre el loro que se trajo Antonio Villalba de Guinea Ecuatorial, «y lo instalaron en la misma estación de tren de Almendricos. El loro había aprendido a imitar el pitido del silbato del jefe Villalba y a pesar de que ningún tren podía salir de la estación sin el pertinente silbido del Jefe, el loro en más de una ocasión hizo que saliera el tren sin el permiso de Villalba por lo que tuvieron que exiliarlo a Albox»:

(...) Juan Manuel Villalba fue un gran Jefe de Estación en Almendricos durante casi 15 años, nos comentaban la gente de allí que le cedía agua de los depósitos de Renfe al pueblo para su abastecimiento en contra del criterio de la dirección de RENFE por lo que fue reprendido y amonestado en más de una ocasión por la dirección regional de RENFE, pero fiel a su carácter altruista y viendo las necesidades y escasez siguió dándole agua y años después, ya fallecido su padre, el pleno del Ayto de Lorca nombró a la plaza junto a la estación y a la fuente del pueblo con el siguiente nombre: “EN RECUERDO DE UN HOMBRE BUENO. JEFE VILLALBA” rindiéndole tributo a su abnegada aportación y su servicio al pueblo de Almendricos. 

Otra cosa que me pareció curiosa y que contaron en Almendricos, era que en la estación había un loro que había traído [Antonio, Jefe de la Policía Municipal, e] hijo del Jefe Villalba desde Guinea Ecuatorial en los primeros años de los 60 y que fue todo un atractivo exótico para los trabajadores de la estación, para vecinos de Almendricos y para los pasajeros, que cuando paraba el tren un par de minutos en la estación, se bajaba todo el mundo a ver al loro.

Aquel pájaro fue todo un personaje durante muchos años en esas tierras, al igual que el mono que había junto a la carretera en Arboleas a principios de los años 90, el loro era un poco sinvergüenza, hablaba perfectamente todo lo aprendido e imitaba magistralmente el silbato del Jefe de Estación, por lo que en más de una ocasión el loro con su pitido dio salida a más de un tren que allí estaba estacionado. 

Al Jefe Villalba y a los trabajadores el ferrocarril los llevaba fritos, en cuanto pasaban por delante les voceaba: BORRACHO!!! BORRACHO!!! Y para las mujeres también tenía el loro, cuando veía a alguna se lanzaba a grito pelao: GORDA!!! GORDA!!!. En cierta ocasión iba un hombre en el correo hasta Barcelona y al parar en la estación se quedó mirando al loro y el loro le espetó: BORRACHO!!! BORRACHO!!! Por lo que este señor se bajó del tren y enganchó del cuello al loro con la clara intención de estrangularlo, los que había allí presentes lo detuvieron y le dijeron que si estaba loco para hacerle eso al pajarico, el hombre respondió de malas maneras que: A MÍ NO ME LLAMA NADIE BORRACHO!!!

La situación del loro se hizo insostenible en la estación de Almendricos y llegaron a la conclusión que el loro se tenía que ir y punto, que el que lo había traído, que se lo llevara y así es como Antonio Villalba lo recogió y acompañó al loro al exilio albojense.

Después de inaugurar Antonio Villalba la gasolinera en 1970 trasladó al loro, que se convirtió en una atracción para todos sus clientes y las familias que viajaban en coche, el loro muy “sinvergüenza” llamaba la atención de todo aquél que pasaba cerca de la gasolinera gritando improperios como ¡¡¡“sinvergüenza, sinvergüenza, sinvergüenza!!!, “hijo de p…”, repetía al ver pasar a alguien a algunos metros de distancia con una sorprendente voz de tenor y despertaba las risas de los empleados del surtidor y de los clientes que ya lo conocían, pero también despertaba el asombro y las malas caras en los hombres que pasaban ajenos por la carretera andando o con su motillo y que no entendían ni acertaban a adivinar quién los insultaba.

El loro fue el ídolo de muchos niños, de muchos camioneros de toda la comarca y brindó una época en la que las risas y buenos momentos formaban parte de aquel seco paisaje de las afueras de Albox. Inolvidable era también como silbaba el loro la canción de la película de “El Puente sobre el río Kwai” como si estuviéramos en el cine, sonaba a más de 200 metros de radio la melodía. Este fue el final del loro pues era tal su destreza que todo el mundo se acercaba a saludarlo y obtenía su respuesta: “hola, ¿cómo te llamas?” y claro, para camelárselo, casi todo el mundo le obsequiaba con pipas saladas y otras golosinas, que le produjeron finalmente la muerte ante la gran tristeza de todos los albojenses y visitantes de la comarca. Antonio Villalba que lo había traído de Guinea Ecuatorial también sufrió su pérdida y hasta el último momento hizo todo lo que pudo llevándolo a un célebre veterinario de Huércal Overa intentado curar su salud y evitar su muerte. Al morir el loro, se valoró por parte de Antonio su disecado, pero al final se quiso evitar la tristeza que produciría contemplarlo sin voz ni silbido.

Antonio Villalba (1963) durante su servicio
como guardia civil en La Guinea Ecuatorial.