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viernes, 28 de marzo de 2025

El caso del secretario del Gobernador

Las leyes memorialistas, tanto la del 2007 como la del 2022, por las que se reconocen y amplían derechos y se establecen medidas en favor de quienes padecieron persecución o violencia durante la guerra civil y la dictadura, obvian que hay territorios en los que imperó el franquismo y sus normas durante décadas… y que hoy en día éstos quedan por fuera de las fronteras españolas.

Precisamente en "Memoria y frontera", de María del Mar Fernández Pérez, se analiza:

En este periodo las fronteras del Estado eran diferentes, aunque en muchas ocasiones no se sea consciente de esto: no sólo territorios en Marruecos y el actual Sáhara ocupado eran posesiones españolas, también lo era Guinea Ecuatorial.
Resulta llamativa esta falta de referencias a las colonias si tenemos en cuenta que el imaginario colectivo de la Guerra Civil está plagado de referencias al norte de África: allí se produjo el golpe de estado en un primer momento, de allí venía el ejército africano y la famosa y temida guardia mora. Esta guerra, tan importante para la historia europea, empezó en África, y allí se produjeron los primeros asesinatos de quienes permanecieron fieles a la legalidad republicana. Es muy difícil hablar de este periodo sin hacer referencia al protectorado y situados en el momento actual, habrá que afrontar el desarrollo de la Ley de Memoria Histórica en territorio extranjero.

Así, tenemos a los gobernadores Juan Fontán (callejero en Las Palmas), Faustino Ruiz (callejero de San Fernando) o al subgobernador Juan Vara Terán (callejero de Santa Cruz de Tenerife). Todos ellos con responsabilidad en la administración colonial, y vinculación tanto con la represión franquista como con 
el ejercicio de autoridad durante la dictadura.


Pero no todos fueron gobernadores... también hubo secretarios de Gobernador.
Contábamos en El callejero y la memoria histórica:

A veces olvidamos que el golpe de Estado de 1936, respondió también a lealtades personales, camaraderías cuartelarias, intereses económicos y vínculos familiares. Por ejemplo, el Capitán de complemento de artillería y abogado Francisco Hernández González (Franito): fue golpista, combatiente en la guerra civil... y cuñado de Juan Fontán Lobé. Fue Consejero del Cabildo entre 1936 y 1937, poco después de su cese, La Guinea Española recoge un viaje del gobernador Fontán con su esposa, acompañados por «el abogado don Francisco Hernández González, secretario particular del señor Fontán». Desde los 40 ejercerá como Concejal y Teniente Alcalde del Ayuntamiento de Las Palmas («el alcalde accidental de la ciudad, camarada Hernández González», dirán los periódicos de la época) y en 1945 será nombrado Alcalde, cargo que ocupará hasta 1953.


El camarada Franito (sic), además de cuñado de Juan Fontán (y su secretario, siendo éste Gobernador y Jefe de la FET y de las JONS del territorio ecuatorial), compartía con él la adscripción al cuerpo de artillería, ser excombatientes de la guerra civil, participaron en procesos de depuración y persecución, fueron procuradores en Cortes (Franito apenas unos meses después de que su cuñado cesara por fallecimiento), y ambos cuentan con calles dedicadas a su memoria en el municipio de Las Palmas. En el caso del gobernador Fontán, sería su propio cuñado el que aprobó ponerle el nombre en Sesión extraordinaria del 26 de julio de 1944, como Concejal y Teniente Alcalde del Ayuntamiento de Las Palmas («el alcalde accidental de la ciudad, camarada Hernández González», dirán los periódicos de la época).

Como curiosidad, quien le sustituyó como secretario del gobernador del territorio ecuatorial fue el capitán Luis Soraluce Irastorza.

Encontraréis ejemplos de la participación de Hernández González en el aparato represor del franquismo a través del imprescindible blog de Pedro Sanabria, incluyendo las causas contra los republicanos de Fernando Póo y Río Muni.

viernes, 21 de marzo de 2025

Los ecuatoguineanos de la Patrulla Atlántida (I)

Cuenta Agustín de Foxá en Madrid de corte a checa:

Por la noche recibieron a José Félix con grandes aspavientos en casa de Fifí Estrada. Ya estaba puesta la mesa, con unas velas negras y unas fuentes de plata, para el consomé. Estaban Perico Castro-Nuño, María Parla, los Alberti, Federico García Lorca y el capitán Martínez, héroe de Aviación, con el negrito que se había traído de Fernando Poo.

¿"El negrito que se había traído de Fernando Póo"?  Así, es: aunque no queda claro que fuera precisamente el capitán Manuel Martínez Merino -como dice Foxá-, a los ibéricos pilotos parece que les apeteció emular a Robinson Crusoe y tener su propio "Viernes". Hay constancia de 2 ecuatoguineanos que acompañaron a los pilotos en el viaje de vuelta (en los barcos de apoyo, no en los hidroaviones): José Friman Mata y José Epita Mbomo.

Lo teníamos pendiente desde hace años, y hoy en este paseo por la vieja calle 19 de septiembre de Santa Isabel vamos a incluir el relato de José Epita Mbomo, corisqueño al que El País dedicó en 2021 el artículo El electricista que saboteó a los nazis y salvó a sus amigos. El artículo generó conmoción en una Guinea Ecuatorial, siempre falta de noticias positivas y acostumbrados a no dejar impronta en el ámbito internacional.

Las redes sociales se llenarán de expresiones espontáneas como ésta: «Es una de las historias más increíbles, bonitas y emocionantes que he leído. Y es sobre un guineano de Corisco».

Orgullosos, tampoco pasó desapercibido que Mbomo (conocido también como Yoni) era tío de la poeta Raquel Ilombe. Otro día hablaremos de Friman, pero hoy es el turno de Epita:

El guineano se formó como mecánico de aviones y se casó con una blanca en Murcia en 1936. En el exilio dirigió un grupo local de la Resistencia francesa, fue deportado a Neuengamme y sobrevivió a un bombardeo británico sobre barcos de prisioneros en el Báltico. Una investigadora de la Universidad Rovira i Virgili de Tarragona ha descubierto su paso por el campo de concentración. Esta es su biografía, reconstruida por EL PAÍS.

José Epita Mbomo nació el 15 de agosto de 1911 en Ibanamai, en la isla de Corisco, entonces parte de la colonia española de Guinea. Allí acude a la escuela que gestionan religiosos claretianos que castigaban a sus alumnos a arrodillarse sobre garbanzos, contaría años después a su hijo Andrés. Vive con su tía Esperanza. El 6 de enero de 1927 aterrizaron en la isla tres hidroaviones de la Patrulla Atlántida, una misión militar y científica que buscaba sacar pecho en la carrera de los cielos y recoger información para cartografiar la costa occidental africana. La exitosa expedición regresa con dos adolescentes guineanos a bordo de los barcos de apoyo: José Epita Mbomo y José Friman Mata. 





Tendríamos, por tanto, otro ecuatoguineano como Carlos Grey Molay que sobrevivió a un campo de concentración nazi. Y bueno, no todos iban a ser como el comandante Tray o el sargento Guerra Tonga.

Cuenta Afropoderossa en "España no sólo es blanca":

EL AVIÓN ES, QUIZÁ, UNO DE LOS AVANCES TECNOLÓGICOS más importantes del siglo XX y también uno de los que más rápido ha evolucionado. Apenas transcurrió una década entre los primeros vuelos de los hermanos Wright o del brasileño Alberto Santos Dumont, cortos y aparatosos, y el uso de aviones por parte de la mayoría de los ejércitos durante la Primera Guerra Mundial. Acabada la guerra, entre los años 1918 y 1939 tuvo lugar lo que podemos llamar «la edad de oro de la aviación». Los países comenzaron a competir por crear mejores aviones y más rápidos, por batir récords y por volar hasta donde nadie antes había llegado montado en una aeronave. Por ejemplo, en 1924, un grupo de aviadores de las Fuerzas Aéreas de los Estados Unidos dieron la primera vuelta completa a la Tierra en ciento setenta y cinco días. Y en 1927, el norteamericano Charles Lindbergh fue el primero en viajar de Nueva York a París sin realizar ninguna escala. España también participó en aquella carrera aeronáutica y, en invierno de 1927, aterrizaban en la base aérea de Los Alcázares, Murcia, tres hidroaviones bautizados como Cataluña, Andalucía y Valencia. Los tres aviones regresaban de un largo viaje que les había llevado hasta Guinea Ecuatorial, y sus tripulantes fueron recibidos como héroes. Pero aquel día, además de la tripulación, pisaron el suelo del aeródromo de Los Alcázares dos adolescentes negros llegados directamente de Guinea Ecuatorial. 

LA PATRULLA ATLÁNTIDA 

Aquellos tres aviones que aterrizaron en Los Alcázares constituían la Patrulla Atlántida, cuyo objetivo había sido sobrevolar la costa atlántica africana hasta llegar al golfo de Guinea, gesta que no se había conseguido jamás hasta entonces, y cartografiarla. En aquella época, por mucho que Guinea Ecuatorial fuera una colonia española, estaba muy mal comunicada con la península, así que debió de ser toda una sorpresa para los guineanos ver aparecer aquellos aviones de repente en el cielo y que aterrizaran en su territorio. Quizá fue precisamente aquella visión lo que impresionó a dos adolescentes de dieciséis años de la isla de Corisco. Se llamaban José Friman y José Epita Mbomo, y ambos se embarcaron en los hidroaviones de la Patrulla Atlántida cuando inició su regreso a España. Algunas fuentes afirman que la tripulación se había traído a los dos jóvenes como una especie de «trofeo» para demostrar que efectivamente la expedición había llegado hasta su destino, pero, de todos modos, nada parece indicar que ninguno de los chicos viajara obligado y nadie se desentendió de ellos al llegar. Al contrario. José Epita Mbomo consiguió un trabajo en el aeródromo y fue «apadrinado», prácticamente adoptado, por la familia de uno de los oficiales de Los Alcázares. Y prosperó. En apenas dos años, José Epita se había convertido en mecánico de aviones en la base y se formaba como electricista. Estaba integrado y progresaba. Entonces, una noche de carnaval, José decidió asistir a un baile que se celebraba en un casino de la zona. 

«¿NO TE DA MIEDO, DE NOCHE?» Aunque José Epita se había integrado en su pueblo, eso no significa que todo el mundo lo aceptara por igual. De hecho, esa noche de carnaval, al entrar en el pabellón donde se celebraba la fiesta, mucha gente se escandalizó. La orquesta dejó de tocar. Las madres agarraron a sus hijas para que no se apartaran de su lado. Y, sin embargo, José acabó bailando con una chica. Se llamaba Cristina. Si José había sido valiente al ir a una fiesta en la España de principios del siglo XX sin importarle tener que enfrentarse a comentarios y actitudes racistas, Cristina no lo había sido menos. El hermano de Cristina conocía a José de la base, por lo que, pese a la resistencia de los amigos, acabó presentándolos. Y esa noche bailaron. A partir de ese momento, José y Cristina estuvieron juntos. Superaron el rechazo de los vecinos y de las amigas de Cristina, e incluso algunos ataques de los jóvenes de Los Alcázares, que no estaban dispuestos a dejar que un chico negro se llevara a «una de sus chicas». Por otro lado, la familia de Cristina, aunque quizá no los apoyara activamente, nunca se opuso al noviazgo. Así que, el 1 de enero del año 1936, José Epita Mbomo y Cristina Sáez se casaron. La boda, en aquella España de principios del siglo XX, levantó un revuelo tremendo no solo en Murcia, sino también en todo el país. A Cristina la gente le decía: «¡Uy! ¡Casarse con un negro! ¿Y no te dará miedo por las noches, cuando esté oscuro?». Y, al salir de la iglesia, ya les esperaban vecinos, curiosos y periodistas. De hecho, llegaron a dar entrevistas para la prensa de la época. José y Cristina fueron una de las primeras —si no la primera— parejas interraciales del país. Durante un tiempo muy breve fueron felices, pero entonces estalló la guerra civil española. 

LUCHADOR 

Durante la guerra civil española, parte del ejército se alineó con los sublevados del general Franco, mientras que otra parte se mantuvo fiel a la República, como es el caso del aeródromo de Los Alcázares donde trabajaba José. Sin embargo, a medida que la guerra avanzaba, y la República iba perdiendo terreno contra los sublevados, José se dio cuenta de que se encontraba en grave peligro porque, además de ser un idealista, era un militante de izquierdas convencido. En ese periodo, eso le habría costado años de cárcel o, seguramente, la vida, así que José y su familia decidieron escapar. Primero lo hizo Cristina con sus dos hijos y con su madre. Durante un tiempo permanecieron en Cataluña y luego, en 1939, pasaron al otro lado de la frontera, a Francia. No mucho después, José hizo lo mismo. Por desgracia, la llegada a Francia no significaba estar a salvo, pues, como tantos otros refugiados españoles, José acabó recluido casi diez meses en diversos campos de refugiados, el más famoso de los cuales fue seguramente Argelès-sur-Mer, un lugar insalubre construido en la propia playa. Las personas allí recluidas, que eran gente inocente que escapaba de la guerra, tenían que dormir sobre la arena dura y fría, no disponían de suficiente comida ni atención médica, y recibían continuos maltratos de los guardias. Aun así, José logró salir. Cristina le había conseguido un trabajo de electricista en la ciudad de Mérignac, cerca de Burdeos, y, gracias a eso, por fin pudo reencontrarse con su mujer y sus hijos. Esa mala experiencia no logró que José perdiera sus ideales y su espíritu combativo, por lo que, al estallar la Segunda Guerra Mundial, él siguió luchando. Cuando Francia cayó bajo las garras del nazismo, José se sumó a la Resistencia que combatía al Tercer Reich, acompañado de partisanos franceses y republicanos españoles exiliados como él. Entre otras acciones de espionaje y de sabotaje, el grupo de José hizo saltar por los aires un hangar lleno de vehículos del ejército alemán y también saboteó el suministro de energía del aeródromo de Mérignac para impedir la salida de aviones. Solo con eso, José Mbomo habría sido un héroe merecedor de todos los honores, pero su historia no acaba aquí, porque en 1944, a causa de sus acciones en la Resistencia, fue capturado por la policía francesa. 

PRISIONERO 

Como tantos otros, José acabó en un campo de concentración, en su caso Neuengamme, en Alemania. Las condiciones en el campo eran inhumanas. Hambre y miseria, maltratos continuos, trabajos forzados, enfermedades y muerte. Incluso para José, que al ser electricista se le asignó un trabajo que conllevaba ciertos privilegios, las condiciones eran durísimas. Irónicamente, puede que lo que acabó salvándolo a él y a algunos de sus compañeros fue precisamente que José fuera un hombre negro. De hecho, parece ser que en todo el campo de Neuengamme no había ni siquiera diez prisioneros negros, a los que los nazis consideraban inferiores, exóticos y solo aptos para servir. Así que José, además de electricista, también trabajó de camarero para los oficiales nazis del campo. De ese modo tenía acceso a las sobras de comida, que compartía con sus compañeros. 

EL FIN 

Los nazis, cuando vieron que la guerra estaba perdida, decidieron borrar todo rastro de sus crímenes. Eso significaba cerrar los campos de concentración, eliminar pruebas documentales, archivos, fotografías… y a los prisioneros. José, como tantos otros, fue sacado del campo. Ya fuera metiéndolos en trenes para ganado, sin ventilación, ni agua, ni espacio para respirar, o bien a pie, en extenuantes «marchas de la muerte» donde muchos morían de agotamiento y muchos otros, los que no eran capaces de seguir el ritmo, eran ejecutados, llegaron hasta el mar Báltico. José Mbomo acabó como prisionero en el Cap Arcona, un antiguo transatlántico de lujo —habría que imaginar una nave muy parecida al Titanic—. Allí, en las cubiertas superiores, los soldados y oficiales nazis disfrutaban del lujo del barco. En cambio, las bodegas estaban llenas de prisioneros en condiciones todavía peores que las del campo que habían dejado, unos prisioneros que los nazis pretendían usar como moneda de cambio para negociar una rendición ventajosa frente a los Aliados. No llegó a ocurrir. La RAF, la fuerza aérea británica, bombardeó el Cap Arcona sin saber que sus bodegas estaban llenas de prisioneros. El navío se incendió y, al final, se hundió. Solo sobrevivieron 316 prisioneros de los más de 4.500 que iban a bordo. Entre ellos, José. 

UNA VIDA TRANQUILA 

José Epita Mbomo se salvó. Quizá fue pura suerte. Quizá fue porque, al contrario que muchos de los demás prisioneros del Cap Arcona, él sabía nadar. Sea como sea, en esa ocasión José tampoco se rindió. Fue rescatado por una lancha de la Cruz Roja y, al fin, pudo regresar junto a su familia. La guerra había acabado definitivamente, así que, tal vez por primera vez en muchísimos años, ya no tuvo que luchar más. José y su familia se establecieron en Francia. Incluso si hubiera sido seguro para ellos regresar, no lo habrían hecho. José siguió trabajando como electricista, y Cristina y él llegaron a tener cinco hijos. Este hombre incansable acabó muriendo de cáncer en los años setenta y su historia probablemente habría quedado olvidada con el tiempo. Es cierto que había recibido algunos honores y condecoraciones del Estado francés por su participación en la Resistencia, sí, pero, al igual que muchos otros, José nunca hablaba de la guerra, de los campos y de las veces que tuvo que luchar por salvar su vida. Y, sin embargo, poco a poco la gente fue sabiéndolo. Se comenzaron a investigar los campos de concentración y la historia de los supervivientes españoles, una historia que había sido silenciada durante años por el régimen franquista, que se desentendió completamente de los ciudadanos de ideología republicana porque no eran «de los suyos». Como siempre, aquello que no se cuenta no existe. Los hijos de José también descubrieron que su padre, aunque no les había contado nada, sí que había escrito en cuadernos y en agendas los hechos más importantes de su vida, que así han llegado hasta nosotros. Una historia extraordinaria de un hombre valiente que, por fin, sale a la luz.

sábado, 15 de marzo de 2025

Una de fotografías

Alberto Quintana, exCoordinador General de la Cooperación Española en Guinea Ecuatorial, recordará en su libro Un despropósito Ecuatorial:

Ordenémonos y comencemos por algún sitio. Por ejemplo, por una foto.

 


Tengo conmigo una del puerto engalanado. Es la despedida de los voluntarios franquistas llegados en el Ciudad de Mahón para poner orden en la retaguardia. Los mismos que en Bata habían hundido el Fernando Poo. Bueno, no de todos; porque en el cementerio de Elá Nguema he encontrado dos lápidas pertenecientes a soldados de aquel contingente que murieron acá. Habrá más, seguro.

Los mármoles dicen:

Domingo Artiles Cruz. Voluntario de Canarias. Falleció el 9 - 12 - 1936.

Y Pablo Cutiérrez - ¿será Gutiérrez? - Quintero. Tri. del CRC. AXLR. CD. de Mahón. Falleció el 1-2-37.


La foto está reproducida en un libro publicado por el Ministerio de Defensa que presta mucha atención a la descripción en detalle de las unidades militares. En su página 202. Lo que más llama la atención es que el muelle del puerto está presidido por una, grande y vistosa (en lugar de "libre") esvástica nazi. Y justo un poquito más abajo una pancarta que dice "Arriba España".

Recordemos que cruzada viene de cruz -aunque sea gamada- . Y que "el relato" de aquel tiempo remitía a una cruzada evangelizadora contra polígamos y antropófagos. En palabras de Díaz de Villegas, uno de los que dirigieron aquel cotarro, una raza originariamente viciosa y haragana.

Lo rematará años después Carrero Blanco, cuando le toque explicar la intervención española en Guinea: "…para nosotros, el hombre es, según frase feliz de José Antonio, un portador de valores eternos".

Era el lenguaje (y la ideología -atroz- ) de la época. Con el golpe de Estado el gobernador general había pasado a asumir también la función de jefe del Movimiento. Falange llegaría a tener en Guinea unos 600 afiliados. Dos centurias de ellos eran indígenas. He conocido a alguno de los que las integraron. Todavía recuerdan las canciones:

 

Yo soy moreno de Guinea que por España voy a luchar contra los rojos que la mancillan y que la tratan de destrozar.



Existe una fotografía -otra- en la que aparece un falangista con salacot rodeado de jóvenes negros. Y creo, no estoy seguro del todo, que le corresponde una lápida que también he visto (el tiempo es implacable). Se encuentra en el mismo cementerio de Elá Nguema y está presidida por un yugo y muchas flechas:

"DEP. El Camarada Remigio Ceballos Santiso, Secretario Local de Falange se ausentó a los 28 años de edad. ¡Presente! - Te has muerto, pero tu espíritu cristiano vivirá siempre en el corazón de tus padres y hermano: Rafael, María y Rafaelín. - Te fuistes, esposo querido, más nuestras almas continuarán comunicándose eternamente su amores. Ana María. - Papaíto, te veo entre los luceros, dando eterna guardia a mis cariños (...) ¡Viva España!"



El 26 de noviembre de 1939, en el segundo aniversario de su muerte, Ébano publicó una esquela convocando a una misa en la catedral en honor del camarada Remigio. La noticia que venía a su lado era la organización de un tren especial para asistir a la inhumación de los restos de José Antonio en El Escorial.

Tal vez estas cosas ayuden a comprender que Ignacio Alonso, uno de los líderes en los 90 del grupo neonazi Bases Autónomas, hubiera nacido en Guinea, o que Vox cuente con dirigentes de origen ecuatoguineano.

Falange Española de las JONS (cuya organización había contribuido a poner en marcha Ernesto Giménez Caballero) instalará su sede en una casa de Maximiliano Jones, el fernandino. Una casa que antes nunca había sido habitada porque Jones la construyó para una hija -Mildred- que falleció prematuramente de tuberculosis.




Hoy ese edificio, que está ubicado en el perímetro del palacio de Obiang, alberga una Biblioteca Nacional que no tiene apenas libros

Vinculado a Falange, a la que se apuntaron numerosos fernandinos, nació en 1939 Ébano -el periódico de la esquela- . Los niños aprenden en la escuela el Cara al sol.

miércoles, 5 de marzo de 2025

El segundo golpe de estado de Franco

Ésta es una gran historia... y además es histórica.

En este paseo por la vieja calle 19 de septiembre de Santa Isabel, relatábamos en El hombre del chiringuito cómo Franco dio un golpe de Estado en Fernando Póo. Pero no fue el único.

Años después dio un nuevo golpe de Estado en el territorio ecuatorial, pero en esa ocasión éste fue fallido.

Lo contaba hace unos años el gran José Eburi Palé en uno de sus apuntes de la serie de Cartas desde el exilio guineano de Libro de Notas:

Un intento de marcha atrás – el otro golpe de Franco

Si hubo una chapuza paradigmática en todo el proceso de la independencia de Guinea esa fue el fallido golpe de estado de marzo de 1969, auspiciado soterradamente por el gobierno español. El irónico calificativo de chapuza podría ser el adecuado de no ser por las consecuencias: la venganza criminal de un demente, la tortura, el martirio y el asesinato de una ingente cantidad de ciudadanos ante la pasividad miserable del gobierno español; que en este caso fue responsable directo, por acción.

A aquellas alturas del proceso guineano el gobierno español comprende que la situación se le ha ido de las manos y que, como consecuencia de su desidia en Guinea, su prestigio internacional corre peligro. Macías ha enviado cartas a la ONU a raíz de los sucesos de la guerra de las banderas en Bata y el tema empieza a conocerse en el exterior. Tanto Carrero Blanco como Castiella ven peligrar su reputación personal y su posición en el régimen. Franco es ya un anciano que tardó solo seis años más en morir, pero aún ostenta el poder y de vez en cuando procura, mediante golpes de efecto bien recordados por todos, que eso quede claro.

Por fin, aunque tardíamente, los ignorantes políticos del “régimen”, que habían desoído clamorosamente las opiniones de todos los conocedores de Guinea, comprenden que Macías es un hombre paranoico, peligroso y que la prensa internacional se hace eco del desastre diplomático en Guinea. La actitud pusilánime de España no pasa desapercibida en los foros internacionales.

Los políticos y ministros guineanos moderados, cabales, la mayoría pro españoles deciden pasar a la acción no sin temor por miedo a su falta de experiencia; toman finalmente la decisión de parar a Macías, amparados por el apoyo tácito y material de España. Ese es el caso de Atanasio Ndongo Miyone, ministro de asuntos exteriores, y de Saturnino Ibongo, embajador de Guinea en la ONU, que por su actividad internacional no han perdido el contacto con Madrid y pasan por aquí a menudo. Los políticos guineanos más preparados y los profesionales cualificados, es decir, lo mejor de la pirámide poblacional guineana están horrorizados por las acciones criminales de Macías; pero cualquier acción que imaginen llevar a cabo no es posible resolverla sólo en territorio guineano y, más aún, sin el asesoramiento y la ayuda material de España. La situación es crítica, el futuro de Guinea y las vidas de muchos ciudadanos depende de que se actúe con rapidez. El asesinato de Bonifacio Ondó y de miles de guineanos anónimos, es ya un hecho conocido internacionalmente.
De las Memorias de estío, de Miguel Herrero de Miñón:

Un mes después, en otra reunión secreta el día 28 de febrero, me comunicaron (Atanasio y Saturnino), que proyectaban la incapacitación de Macías y la formación de un gobierno de salvación nacional. Para ello pidieron y obtuvieron mi colaboración y en mi casa se ajustaron proclamas y calendario.

Los hechos, a pesar del oscurantismo oficial al respecto, vigente todavía hoy, y de los 39 años transcurridos, sucedieron aproximadamente así:

Atanasio Ndongo regresa a Madrid procedente de Etiopía ante las preocupantes noticias de los sucesos de Bata y los baños de sangre ordenados por Macías. Durante los días 28 de febrero y 1 de marzo de 1969, tiene una reunión de varias horas con Fernando Castiella y otra igualmente profusa con Miguel Herrero de Miñón, arriba aludida, en la que se ultiman los detalles del plan de incapacitación de Macías.

El gobierno español, pone a disposición de Atanasio un avión entero de Iberia en el que además de él sólo viajan seis personas, entre otras Saturnino Ibongo, Armando Balboa, director de la TV guineana, y el asesor español de la TVE en Guinea, Luis Carrascosa. La policía “impide” el embarque en el vuelo a Jose Luis Novais, periodista de Le Monde e invitado personal del propio Ndongo.

 

Durante esos dos días, se han producido noticias dignas de mención:

La astucia de Macías brilla una vez más pues, enterado de las intenciones ocultas de España, nuestro sistema de inteligencia situándose siempre al más alto nivel guarda una jugada maestra en la manga y convoca en la tarde del día 4 e inesperadamente un Consejo de Ministros. Macías confiesa en el consejo su imposibilidad personal de acuerdo con España y su decisión de dimitir a favor de Atanasio Ndongo, al cual hace entrega del palacio presidencial. Saturnino, Atanasio y miembros de su confianza se instalan en él y el ambiente se relaja en una celebración improvisada, mientras el palacio es custodiado por la Guardia Nacional de etnia Combe. Macías ha denunciado ante la ONU “agresiones” por parte de las fuerzas españolas, absoluta falsedad por cierto. La agencia PYRESA informa del asesinato de Juan José Bima, español blanco en Rio Muni; la noticia es firmada por Diego Carcedo. Don Juan Durán Loriga, embajador de España en Guinea, es sustituido por Pan de Soraluce, cuya primera medida en Guinea es ordenar el absoluto acuartelamiento de las unidades de la Guardia Civil. Oficialmente, la radio exterior de España difunde la noticia de que la “crisis” con Guinea está resuelta y el viaje de Atanasio se perfila como el final de dicha crisis, que se espera zanjar con algunas mínimas disculpas por parte de Macías al cónsul español en Bata. Atanasio Ndongo llega a Guinea el 3 de Marzo de 1969 y después de una breve escala técnica en Santa Isabel, se dirige a Bata. Ante la negativa inicial de Macías de dar ningún tipo de disculpas al cónsul español, tal y como había prometido, queda implícitamente decidida su destitución por Atanasio, según el acuerdo con Madrid. Atanasio cuenta con la simpatía de la Guardia Nacional y la Guardia Marítima de Rio Benito, mayoritariamente de su misma etnia, Combe.

Macías previamente había organizado en secreto una fuerza de partidarios armados de su misma tribu, al frente de la cual se dirige a palacio a las cuatro de la madrugada. Al llegar a la entrada el desconcierto es general. Macías asesina por su propia mano a los centinelas Combes de la puerta principal y sus mercenarios suben las escalinatas disparando indiscriminadamente. Atanasio Ndongo escucha el escándalo y presa del pánico se arroja por la ventana del despacho presidencial, situado en la primera planta, produciéndose lesiones de gravedad. Hay versiones según las cuales es defenestrado directamente por las juventudes de Macías. Saturnino Ibongo huye despavorido y es alcanzado por un tiro en la nuca. Macías arenga a los miembros del ejército de tierra, de su misma etnia, convenciéndoles de que la marina, mayoritariamente Combe, se había sublevado. Entran en las dependencias sin resistencia alguna y sorprenden a la mayoría de la marinería durmiendo, siendo así asesinados en masa, incluyendo al oficial de guardia.


En la mañana del día cuatro y ajenos a lo ocurrido por el corte de las comunicaciones llega a Bata el avión procedente de Santa Isabel con casi todas las personas convocadas el día anterior por Atanasio Ndongo. Todas ellas fueron detenidas, encarceladas y en pocos días, asesinadas y torturadas. Se detiene también a oficiales españoles, que serán puestos en libertad días más tarde, a cambio de grandes sumas de dinero, que España paga religiosamente.

En la mañana del día cinco la radio oficial da su versión de lo sucedido, obviamente manipulada, falseada y favorable a Macías.

El incidente se salda con cientos de asesinados y torturados, entre otros: Atanasio Ndongo Miyone (Ministro de Asuntos Exteriores) Saturnino Ibongo Yyanga (Embajador de Guinea en la ONU) Armando Balboa Dougan (Director de la televisión guineana) Pastor Torao Sikara (Presidente de la Asamblea Nacional) Gustavo Watson (Diputado) Agustín Nve (Diputado) Enrique Gori Molubela (Presidente de la Diputación de Fernando Poo) Federico Ngomo Mandongo (Presidente de la Diputación de Rio Muni) Edmundo Bosio Dioco (Vicepresidente) La mayoría de Diputados de la “oposición”.

El total de asesinados en esa noche y los días sucesivos, es incalculable. De las Memorias de estío, de Miguel Herrero de Miñón:


...Incomprensiblemente, Ndongo, Ibongo y algún otro conjurado, en lugar de esperarle en Santa Isabel como habíamos acordado, fueron al continente tratando de detenerlo (a Macías).


Esa misma mañana, Macías agradece al nuevo embajador español, Pan de Soraluce, su “neutralidad”, lo cual no le impide horas más tarde acusar a España de organizar el golpe. En España, Fernando María Castiella y Manuel Fraga en el Consejo de Ministros del día 7 de marzo insisten en la no injerencia en los asuntos guineanos y en que mantendrán allí las tropas españolas “_para facilitar el éxodo de la población española_”. Ambas afirmaciones, son colosales embustes y la población española ya había iniciado su éxodo, con ayuda exclusiva de la providencia.

Macías ha entrado marcha atrás en el túnel del tiempo, quemado los puentes y arrastrado a un país entero tras él. Su cólera y su sinrazón llegan al paroxismo absoluto. Decide abolir por decreto la Constitución, que desde un principio despreció, a pesar de Don Antonio García Trevijano. Disuelve la Asamblea Nacional y prohíbe los partidos políticos, creando el partido único nacional (PUN). Prohíbe toda clase de culto religioso que no sea el de sus dioses ancestrales, en especial el culto católico. Encarcela a los sacerdotes negros y expulsa a los blancos. Asesina sin más a los “únicos” cuatro médicos autóctonos existentes en el territorio y expulsa al cuerpo médico español. Vocifera en la radio la vuelta a la medicina tribal y a la brujería ancestral, incorporando en su séquito a un hechicero adivinador de su misma etnia.

Toda esta situación desesperada, injusta y terrorífica es consecuencia de la ineptitud personal, la desidia y la cobardía de una larga lista de personajes incalificables; Franco, Carrero Blanco, Fernando Castiella, Manuel Fraga, Herrero de Miñón, Juan Durán, Pan de Soraluce, Antonio G. Trevijano, Paesa y un largo etcétera. Abandonaron un territorio español y a sus gentes inocentes, vestidas de país nuevo, en manos de un loco, como se abandona una mascota en la carretera un día de verano. No se prestó lícito consejo a tiempo a los políticos serios guineanos, que habían mamado nuestra cultura desde su nacimiento. Que habían estudiado en nuestras universidades, hablaban nuestro idioma desde la cuna, se llamaban Pedro, Juan o Enrique. Eran seguidores del Real Madrid, del Barcelona o del Atlético de Bilbao. Sabían cantar jotas y bailar sardanas. Habían leído a Quevedo, Ortega y Gasset, Bécquer, el ABC, La Codorniz y la Gaceta Ilustrada. Cantaban villancicos y tomaban polvorones en Navidad. A sus hijos les traían juguetes los Reyes Magos y seguían las procesiones en Semana Santa. Hacían quinielas y jugaban a la Lotería Nacional. Escuchaban Radio Nacional de España y el domingo seguían la retransmisión de la liga de futbol. Bebían Soberano, anís Del Mono, Rioja y Alvariño. Se casaban por la iglesia y sus hijos iban al Instituto Nacional Cardenal Cisneros. Habían estudiado latín en el bachillerato, la reválida de cuarto, sexto y Preu, la geografía española, los afluentes del Tajo, del Duero y la lista de los reyes Godos. Conocían nuestro cine y admiraban a Carmen Sevilla, Lola Membrives, Marisol o Lola Flores.

En definitiva, eran tan españoles como cualquiera, porque eso les habíamos dicho durante doscientos años y así lo sentían. Todos ellos, los más conocidos y preparados, murieron torturados, asesinados y fueron exterminados; mientras tanto la madre patria miraba de reojo porque unos cuantos aquí e impunemente decidieron que no eran nadie. Otros muchos miles, no tan conocidos, también murieron por la misma sinrazón.

Los aviones de Spantax y de Iberia comienzan a salir de Santa Isabel con cerca de sesenta personas más de su capacidad a bordo. Un viaje de ocho horas, con el pasillo de los aviones atestados de pasajeros tirados por los suelos, en manga corta, con lo puesto y teniendo que abonar el pasaje a su llegada desesperada a Barajas, Madrid, capital de la patria y reserva espiritual de occidente.

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