Volvió, y vaya que sí volvió: regresó a Guantánamo a llevar agua y comida a su paisano y compañero de trabajo Hermelindo León Laurel.
Quienes habéis seguido el caso de Francisco recordaréis que no es un gesto vano; la ultima vez que fue a llevar agua y comida a sus paisanos y amigos... le costó 12 meses de confinamiento (11 en diferentes celdas y presidios y el último en la isla de Annobón).
Pero la situación del visitado Hermelindo, Dino, no es menos kafkiana que la que vivió el propio Paco: en el caso de Dino, todo se precipitó cuando aprovechó las vacaciones reglamentarias en la Embajada de España para dejar ordenado su escritorio en la Biblioteca del Centro Cultural y visitar a su familia, revisar cultivos y tapar goteras en la casa natal en Annobón.
Para entender lo que pasó, un inciso: ¿Recordáis a Joaquín Eló Ayeto, Paisa? En esta ocasión, por abogar por la liberación de Paco Ballovera lleva más de un año de prisión sin juicio. Pero la vez anterior, estuvo otro año entero por hacer un chiste (un mal chiste, pero no era para encerrarle) entre sus compañeros de estudios. Igual ha pasado con Dino Laurel; un mensaje de WhatsApp en un grupo cerrado ha supuesto que, llegando en enero a su pueblo, fuera detenido en su hogar y paseado -cual justicia medieval- desnudo para escarnio público por la plaza. Lleva desde entonces privado de libertad.
Definitivamente Dino no tiene el poderío económico de los Ruiz-Mateos, pero su familia extensa (que también incluye 13 hijos) depende de su exiguo salario (!) de la Cooperación Española y lo que rasca como escritor y dramaturgo para sobrevivir, «Soy artista -dirá un personaje de su obra "Milagrosamente sobrevivimos" -. Un humilde actor de teatro. En mi país ese divertido oficio, no nos da de comer ni nos genera fondos. Sólo unas calderillas después del show y al día siguiente, de nuevo con la cara arrugada como la tenemos siempre».
Y así desde enero.
Ni su sindicato, la española Unión General de Trabajadores, ni la gremial de escritores Pen Club, se han acordado de él.
Pese a ese silencio, llegado su cumpleaños privado de libertad, sus compañeros «bibliotecólogos de los Centros Culturales España de Bolivia, Cartagena, Chille, El Salvador, Paraguay y Uruguay, y el Centro de Formación de Bolivia, ante la situación que enfrenta nuestro colega Hermelindo León Laurel, conocido como Dino, que ha sido arrestado por el régimen dictatorial de Guinea Ecuatorial sin orden judicial, expresamos nuestro más profundo rechazo ante esta flagrante violación de los derechos humanos. Expresamos nuestra total solidaridad y asimismo aspiramos que por todas las vías que correspondan se agoten los recursos para su pronta liberación».
Y desde su celda, adoleciendo de serios problemas de salud, el propio Dino clamaba hace unos días: «Pido clemencia, suplicando a las autoridades competentes tengan en cuenta mi estado como ciudadano con derechos. Ocho meses que se dice pronto, es demasiado castigo por lo que no he hecho. No he cometido ningún crimen, ni delito. Por lo tanto, clamo justicia, y pido humildemente mi excarcelación».
Y es que, Melibea, Paco, Juan Tomás, Francisco (y otros) son claros indicadores de que la escritura es profesión de riesgo en Guinea Ecuatorial.
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