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domingo, 10 de julio de 2022

Las peladas en Guinea Ecuatorial


Resulta interesante, que en un contexto como el ecuatoguineano, en el que en pleno siglo XXI las leyes del franquismo operan como fuente normativa del derecho, se presente la obra "Las peladas" que reflexiona sobre la memoria (también la memoria histórica), la represión y la (auto)represión. 

Cuenta el director David Roldán en su blog, que «después de ganar todos los premios a los que optaba en los festivales de teatro de Teba y Frigiliana (Málaga). Mejor espectáculo, Premio del público y Premio mejor actor para Alfonso Rodríguez, Las peladas cruza nuestras fronteras y viaja en diciembre de 2021 a Guinea Ecuatorial con dos representaciones en los Centros culturales españoles de Bata y Malabo dentro del programa Excenario de AECID (Agencia española de cooperación internacional para el desarrollo) del Ministerio de asuntos exteriores de España».

Finalmente, tras el colapso pandémico, llega en julio a Malabo y Bata.

«‘Las peladas’ -nos recuerda RealEquatorialGuinea- es al mismo tiempo un thriller psicológico y una tragicomedia que recupera la memoria y rinde homenaje a las víctimas de los abusos que se perpetraron tras la guerra civil española. También lleva al escenario temas universales como la vejez, el amor y el miedo, tratados con realismo y sensibilidad y en los que el espectador no podrá evitar verse reflejado».

Según Horacio Otheguy, se trata de:

...un testimonial que debería figurar de manera estable en una sala dedicada exclusivamente a textos relacionados con la guerra civil, abarcando precuelas y las largas secuelas de posguerra. No hay mucho representado y en general bajo el sotto voce típicamente impuesto por las dictaduras fascistas. Aún hoy en España el miedo circula entre los más ancianos, clavados en la frustración de no haber enterrado a sus seres queridos asesinados por el régimen, o vengado tanta crueldad o, sencillamente, la enorme frustración de ver pasar los años, enseñorearse tantos con la palabra Democracia pero nadie mueve pieza y todavía hay que convivir con torturadores de entonces y la complicidad de sus allegados de hoy. Ante esta tremenda fuerza de la naturaleza que no se permite un momento de respiro para obtener la mayor cantidad de justicia posible, el teatro brinda, en su infinita modestia del gran esfuerzo económico que implica cualquier montaje, por sencillo que parezca, para ir más allá de los innumerables artículos periodísticos y libros en circulación. Variadas expresiones teatrales que evitan el mitín fácil y se explayan en historias cuya cercanía crea espectadores nuevos, al tiempo que fortalece a los más maduros: personajes en acción, situaciones límite donde el desprecio al contrario ideológicamente forja sórdidos crímenes amparados por leyes marciales.

Alejada de un directo tono mitinero, Las peladas (Soledad de ausencia) escrita y dirigida por David Roldán-Oru se desarrolla en un contexto de teatro de intriga psicológica. Respeta coordenadas escénicas tradicionales para dar un mensaje de absoluta claridad afianzando hacia el final de la trama el objetivo principal: la denuncia sobre el compromiso de la Iglesia Católica con los crímenes de la dictadura franquista, y la impunidad que aquellos hechos tienen aún en el estado democrático español. Hay además un tema de niños robados que internacionaliza el conflicto en relación con las dictaduras militares hispanoamericanas, e incluso en España en tiempos «normales» donde el abuso de poder se ha convertido además en un buen negocio para religiosos y seglares.

Los personajes se encuadran en el teatro costumbrista y sus tres intérpretes ofrecen composiciones austeras, muy logradas, tanto en la fresca simpatía de la enfermera (Sofía Gano), la estoica disciplina de una monja severísima y una compañera adorable (ambos personajes a cargo de Laura Garmo), y el esfuerzo de envejecer entre tinieblas, alucinado y doliente Benito, a cargo de Alfonso Rodríguez.

El espacio sonoro tiene especial importancia, ya que ofrece una atmósfera histórica clave (estremece la voz estridente de Manuel Fraga). La escenografía y la iluminación conforman la precisa creación de un ambiente lúgubre que va convirtiéndose en ideológicamente radiante.

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