En Las tinieblas de tu memoria negra, el profesor Donato Ndongo-Bidyogo nos cuenta:
«Pero, por encima de todo eso, en el primer banco delante a
la derecha te sentías más cerca de la Verdad: con sólo levantar la vista un
poco por encima de la bien peinada cabeza de don Ramón se topabas con la rectilínea
mirada del General Más Joven de Europa, el Invicto Caudillo de España por la
Gracia de Dios, a cuyo conjuro os permitían romper filas al entrar y al salir
de la escuela. Sí. El Generalísimo me miraba directamente a los ojos, nunca
olvidaré esa mirada severa pero llena de una bondad infinita, que no me dejaba
otro remedio sino el de ser obediente y aplicado, la responsabilidad del primer
banco delante a la derecha me obligaba a ser agradecido hacia Ese Hombre que
nos habla traído la Verdadera Libertad que los sindiós nos quisieron arrebatar
esclavizándonos con engaños y asechanzas materialistas, esos sindiós que formaban
una raza especial de hombres malvados pintados de rojo y cuyo lenguaje sembraba
la confusión de los ismos: el único ismo redentor es el catolicismo que predica
la Única y Verdadera Religión y la igualdad entre los hombres ante la presencia
del Señor el día del Juicio Final, y cuando me sentía con el valor suficiente
para soslayar durante unos brevísimos segundos la escrutadora mirada del
Caudillo Salvador de España, mis ojos se encontraban con los del Mártir Vilmente
Asesinado, Joven Esperanza Truncada por las Balas Asesinas de los Enemigos de
la Patria, como siempre decía don Ramón cuando se emocionaba demasiado contándonos
su historia. Pero el Fundador no miraba directamente a mis ojos. Tenía una
expresión tristona de contagiosa melancolía idealista, la cabeza ligeramente
ladeada para que apreciáramos, y yo lo apreciaba, las bellísimas entradas que
adoraban su bellísimo rostro, la camisa de amplias solapas abiertas que dejaban
entrever el Impoluto pecho henchido de Generosidad.
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Y entre ambos retratos destacaba un enorme crucifijo, y el
bronce realzaba nítidamente la viril musculatura de los amplios brazos del
Redentor, la cabeza reclinada sobre el pecho, las rodillas arqueadas, el
desmesurado agujero del pecho del que colgaban gotas también de bronce
reluciente, que don Ramón decía eran sangre…»
Rafael de Mendizábal Allende en
Misión en África. La descolonización de Guinea Ecuatorial (1968-1969) relata como «en las primeras semanas, y algo más, hubo una tensión soterrada entre la nueva Administración y los funcionarios españoles, que simbólicamente se resistían a descolgar el retrato de Francisco Franco en sus despachos y sustituirlo por el de Francisco Macías. Era una actitud, psicológicamente comprensible. No se hacían a la idea de encontrarse en otro país, en un país extranjero y de la noche a la mañana dejar de ser, como habían sido hasta entonces los señores en una colonia disfrazada de provincia. En mi despacho había colgado la primera fotografía enmarcada del presidente hecha por Manolo López Padilla y cuando hablaba con alguno de mis compatriotas no me cansaba de recomendarles que hicieran lo mismo. Muchos de ellos nada tenían de franquistas y más de uno
había llegado allí de rebote por no serlo pero reaccionaban como carpetovetónicos. De repente su corazón rebosaba adhesión inquebrantable al Caudillo...».
Resulta sugerente hacer un seguimiento al baile de fotografías en el territorio ecuatorial.
Cuenta Albert Sánchez Piñol en Payasos y monstruos, que «De lo que no cabe ninguna duda es de que el ego de Macías estaba sobredimensionado. En sus crecientes delirios de grandeza exigió su divinización. Obligó a colgar su retrato en todas las iglesias y en los servicios religiosos de todas las confesiones se tenían que utilizar las fórmulas: "Dios creó Guinea Ecuatorial gracias a Macías, sin Macías no hay Guinea" y "Nunca sin Macías, todo por Macías, abajo el colonialismo y todos los ambiciosos". En las escuelas los niños rezaban "en el nombre de Mesié, Nguema, Biyogo y Ñegue Ndong"».
En las siguientes fotografías, funcionarios coloniales sustituyen en 1968 la fotografía del que Francisco Macías Nguema llamaba su "colega" Franco, por la del propio Macías.
Y en la segunda, un residente de Malabo destruye un cartel, el 13 de agosto de 1979, que mostraba a Macías.
Se trata del proceso habitual de exfoliación de símbolos en los relevos políticos.
Este baile de fotografías no es muy diferente del
acostumbrado renombramiento del callejero, como por ejemplo la calle «19 de septiembre» en la vieja Santa Isabel. Antes se había llamado «O’Donnell» y «Libertad» sucesivamente, según el régimen político imperante en la península. Últimamente se la conoce como calle del «12 de Octubre» (por el día de la Independencia) y es un callejón absorbido casi en su totalidad por la explanada del Palacio del Pueblo.
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