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jueves, 5 de mayo de 2022

Un guineo más en Mauthausen

Seguro que recordáis el sufrimiento de Carlos Grey-Molay (en diversos archivos y publicaciones se le identifica como José Carlos Grey-Key), Carlitos, en el campo de concentración de Mauthausen o el de José Epita Mbomo en Neuengamme.

Pero no fueron los únicos guineos que fueron confinados por los nazis... os contamos el caso de Fernando Fernández Lavín:

Cuenta Jesús Gutierrez Flores en “Guerra Civil en Cantabria y pueblos de Castilla" que Fernando Fernández Lavín nació en la localidad de Quintana de Soba (Cantabria) en 1914, «en cuya escuela aprendió las primeas letras, pastoreó el ganado de sus padres y segó y recogió la hierba de sus brañas. Salió de su tierra para emplearse en una explotación maderera en Guinea, hasta que la guerra le sorprendió con 20 años».

Al igual que otros conciudadanos, abandonará el territorio ecuatorial tras el triunfo del golpe de Estado y -en su caso- retornará vía Francia con un grupo de vascos. Ya en Cataluña, se incorpora como soldado de la quinta del 35 (había realizado el servicio militar en la Guardia Colonial).

Luchó en los frentes de Madrid, Teruel y el Ebro, para concluir en Cataluña con el grado de comandante. Fue herido en 1938 e ingresado en el Hospital Militar de Barcelona, donde conoció a la que será su mujer (Feliciana Alonso) que visitaba a unos chicos de Irún.
Traspasó nuevamente la frontera francesa con los vencidos y fue reclutado en una compañía de trabajo para después reforzar la línea Maginot que pretendía contener la amenaza del vecino alemán. Hecho prisionero, fue confinado en Mauthausen el 12 de diciembre de 1940, en donde coincidirá con Carlos Grey-Molay.

Está documentado que en el campo de concentración, Fernando Fernández Lavín se significó como miembro destacado de la organización de resistencia interna.

Carlos Hernandez de Miguel en "Los últimos españoles de Mauthausen" relata, por ejemplo, que «en septiembre de ese año, los deportados dieron un último paso en su nivel organizativo y fundaron el AMI, Aparato Militar Internacional. A esas alturas, los españoles ya llevaban meses con estructuras paramilitares que, aunque contaban con escasísimas armas, sí estaban relativamente bien organizadas. Por esa razón, Fernando Fernández Lavín, primero, y Miguel Malle, desde comienzos de 1945, fueron los dos máximos responsables del mando central del AMI junto al general soviético Andréi Pirógov. El papel de esta estructura militar cobró especial importancia,(..) en los momentos finales de la historia del campo y, también, durante las horas y días que siguieron a la liberación».

Fernando Fernández Lavín, comandante de la AMI, organización resistente clandestina creada en 1944 en el campo de Mauthausen, 4-7 de mayo de 1945 (Foto de Francesc Boix). 

Tras ser liberado, requirió atenciones médicas por una fuerte bronconeumonía y daños en el hígado. Regresó finalmente a España en 1954, trabajando como conductor de autobuses en Barcelona hasta sacar una oposición como administrativo.

Autor:Francesc Boix i Campo. Porta d'entrada al camp de presoners.Varis deportats encarregats del control del camp fins a l'arribada dels americans. Fernando Fernández Lavín, membre del Aparell Militar Internacional (AMI). Tira de sis imatges, marca PERUTZ, amb la numeració: 4, 3, 2, 1, 45, 44, a la part superior.

Falleció en 1993 en Barcelona, sin regresar nunca al territorio ecuatorial.
  • El cuarto guineo confinado en un campo de concentración nazi (inicialmente en Sachsenhausen y finalmente en Laufen), fue Isidro Álvarez, el cartero de Bata. Sobre su vida encontrarás más información en el blog deportados de Asturias.
Pero si quieres saber más sobre Carlos Greykey, accede a

martes, 16 de mayo de 2023

Adoquín de la memoria

Tal vez -ficcionábamos en algún tweet- algún día José, Carlos, Fernando, Isidro o Manuel puedan tener su propio adoquín de la memoria...  

Pues parece que lo veremos: Carlos Grey Molay (conocido también como Greykey), prisionero n° 5124 del Campo de Concentración de Mauthausen, va a tener un adoquín de la memoria en Barcelona.

La semana pasada publicaban los medios: 

Dos Stolpersteine en Sarrià - Sant Gervasi recordarán a dos represaliados por el nazismo en el lugar donde vivieron

De las doce piedras de memoria que se colocarán este año, dos serán en el distrito, en los lugares donde las personas homenajeadas vivieron en algún momento de sus vidas.

Por una parte, la que se dedica a Carlos Grey Molay, que es la primera persona afrodescendiente del Estado español que contará con una Stolperstein. Nació el 4 de julio de 1913 a Fernando Póo, entonces colonia española (actualmente Bioko, en Guinea Ecuatorial). Fue un combatiente republicano notable que estuvo recluido y sobrevivió al campo de Mauthausen.

Aunque de orígenes humildes, pudo estudiar e ir a la Universidad de Barcelona, donde cursó medicina. El estallido de la guerra hizo que se uniera a las tropas que combatían contra los sublevados. Después de la derrota pasó a Francia, donde participó en la guerra contra Alemania. Detenido, fue enviado a Mauthausen en 1941 con la matrícula 5124. Después de la liberación volvió a Francia, donde permanecería el resto de su vida. Murió en 1982.

La colocación del adoquín en memoria de Carlos Grey Molay tendrá lugar en la calle de Atenas, 3, el jueves, 18 de mayo, a las 10.00 h. Lo hará el alumnado del CFA Montserrat Roig, del distrito de Sant Martí.

Cinco sobrevivientes de los campos de concentración conocemos, vinculados al territorio ecuatorial. Pero seguro que hay más...:

  • N° 31635 de Neuengamme: se trata del corisqueño José Epita Mbomo, "Yoni". Llegó a España en el viaje de vuelta de la Patrulla Atlántida y se acabó especializando como electricista y mecánico de hidroaviones en la base militar de Los Alcázares. Probable tío de Raquel Ilombe, fue el primer negro en casarse con una blanca en Cartagena, en donde se arraigó y le pilló la guerra. Derrotado el gobierno Republicano, acabó exiliado en Francia, donde luchó en la Resistencia contra la invasión alemana. Tras la derrota francesa, fue deportado a campos nazis y sobrevivió a un naufragio. Rehizo su vida en Francia tras la liberación.
  • N°5124 de Mauthausen (el más conocido). Carlos Greykey o Greymolay, ecuatoguineano de origen, creció en Barna en donde estudió medicina y luchó por la República. Como otros republicanos, sufrió exilio y acoso en Francia, hasta la invasión nazi. "Carlitos" pasó a defender la soberanía y libertades del país anfitrión, terminando finalmente en un campo de concentración alemán. Tras su liberación, se arraigó en Francia.
  • N° 4782 de Mauthausen: el cántabro Fernando Fernández Lavín, que había iniciado su exilio tras el bombardeo de la ciudad de Bata por el vapor Ciudad de Mahón. Se incorporó al frente catalán hasta "la retirada" republicana a Francia. Participó en la resistencia francesa a la invasión alemana, hasta la derrota. Y ya internado en el campo de concentración, participará de las estructuras clandestinas que acabarán tomando el campo tras la huida de las SS. Tanto él como Carlos Grey Molay  han quedado inmortalizados en las fotografías de Francesc Boi, el fotógrafo de Mauthausen.
  • N° 59282 de Sachsenhausen: Isidro Álvarez Martínez, el cartero batense. Como funcionario leal, integró el núcleo duro del Frente Popular en Río Muni, tuvo que huir, con el desembarco de falangistas y tropa marroquí en la bahía de Bata, y retornar al territorio peninsular por barco usando los puertos franceses. Al igual que sus compañeros, se ve empujado a "la retirada" a Francia, resiste a los alemanes y acaba en un campo de concentración.  Los años siguientes pasará por diferentes establecimientos, hasta recaer en los campos argelinos y finalmente retornar a España.
  • El 5° identificado (por ahora) es el ingeniero Manuel Cuenca Vázquez. En su caso, habría quedado en la isla de Fernando Póo tras el golpe de Estado del 19 de septiembre de 1936 en Santa Isabel. Triunfando el gobierno de Burgos, habría aprovechado un permiso reglamentario para reincorporarse al territorio leal a la república vía Lisboa. Acabará exiliado en Francia y finalmente en el campo de concentración de Buchenwald. Tras su liberación se verá exiliado a Venezuela.
Ya tenemos uno en Barcelona... tal vez algún día nos tropecemos con los adoquines por las calles de Malabo o de Bata.

miércoles, 6 de mayo de 2020

75 años de la liberación de Carlitos

Ayer publicaba El Diario: Las pruebas de la responsabilidad franquista en la deportación de españoles a campos nazis, a 75 años de su liberación:
El 5 de mayo de 1945 una unidad del Ejército estadounidense liberó el campo de concentración nazi de Mauthausen, llamado "el campo de los españoles" debido al gran número de compatriotas que sufrieron y/o perecieron tras sus alambradas. La liberación no fue un acto premeditado y tuvo poco de épico. Un pelotón de 23 hombres, liderado por el sargento Kosiek, se topó por casualidad con el recinto mientras realizaba una misión rutinaria de reconocimiento. Los SS habían huido y dejado la custodia de decenas de miles de famélicos prisioneros a un asustado grupo de policías de Viena que no tardaron ni un segundo en rendirse.

Los libertadores apenas estuvieron cuatro horas en el recinto porque recibieron la orden de regresar a su base con los cuatro únicos prisioneros estadounidenses y británicos que había en el campo. El resto de los "liberados", un ejército de hombres y mujeres enfermos, desesperados y hambrientos, quedaron abandonados entre un océano de cadáveres. Afortunadamente, la organización clandestina internacional, creada por los propios prisioneros españoles durante su cautiverio, se hizo con un arsenal de armas y mantuvo un cierto orden hasta que, casi 24 horas después, llegó el grueso de las tropas estadounidenses. La pesadilla había terminado.

Mauthausen fue el último campo de concentración nazi en ser liberado. Su importancia histórica para nuestro país no fue reconocida hasta el pasado año. Desde 2019, el 5 de mayo es considerado oficialmente el Día de Homenaje a los españoles deportados y fallecidos en campos de concentración y a todas las víctimas españolas del nazismo. Más de 9.300 de nuestros compatriotas, de los cuales al menos 300 eran mujeres, sufrieron años de cautiverio en los campos de la muerte de Hitler.

5.500 de ellos perecieron en ellos de la misma forma que los judíos, los gitanos, los soviéticos, los testigos de Jehová o los homosexuales: en la cámara de gas, ahorcados, apaleados, en macabros experimentos médicos, devorados por los perros, de hambre, de todo tipo de enfermedades… Mauthausen y su letal subcampo de Gusen son el símbolo de la deportación española porque por ellos pasó el 80% del total: más de 7.500 hombres y mujeres. El resto se repartió por Dachau (756), Buchenwald (636), Ravensbrück, Bergen Belsen, Auschwitz, Flossenbürg, Natzweiler, Neuengamme, Sttuthof, Sachsenhausen…
Deportados por Franco, Hitler y Pètain

Investigadores y asociaciones de Memoria Histórica coinciden en denunciar que el olvido que han sufrido estas víctimas españolas del nazismo por parte de nuestra democracia obedece a una única razón: también son víctimas del franquismo. La documentación que se conserva en los archivos demuestra que estos hombres y mujeres acabaron en los campos nazis por obra y gracia de un triángulo político formado por Francisco Franco, Adolf Hitler y Philippe Pétain, el líder de la Francia colaboracionista. Sin embargo, en la graduación de responsabilidades el dictador español aparece destacado en primer lugar. (...)

Pese a que no se le haya dado la relevancia de otros campos de concentración, no debe ser olvidado.
Y en lo que a este paseo por la calle 19 de Septiembre de la vieja Santa Isabel se refiere, tampoco debemos olvidar que el 5 de mayo supuso la liberación de Carlos Greyekey, Carlitos, nacido en la isla de Bioko y emigrado muy joven a Barcelona. Ahí hizo su vida e inició estudios de medicina. Iniciada la guerra se sumó a la defensa del Gobierno, siendo expulsado al exilio con la caía de la República. Al igual que los demás exiliados republicanos sufrió el maltrado por parte de las autoridades fancesa, hasta que iniciada la invasión alemana se sumaron a la defensa de las libertades del país. Con la derrota de la República francesa, fue confinado en Mauthausen, en donde inicialmente fue tratado con menor rigor que al resto de sus compañeros por el color inusual de su piel, hasta caer en desgracia. Así con todo, logró sobrevivir hasta la liberación del campo de concentración, iniciando su exilio como apátrida: con un gobierno español que le desconocía y una república de Guinea Ecuatorial inexistente. Falleció en los 80, nacionalizado francés.

Si quieres saber más sobre Carlos Greykey, accede a 



lunes, 2 de marzo de 2020

El caso de Carlitos

Es cierto, hubo ecuatoguineanos que lucharon en la guerra civil: uno de ellos estuvo incluso entre los que sufrieron el exilio tras la derrota de la República y acabó confinado en un campo de concentraciónLucía Mbomío lo cuenta en Prisionero 5124: Grey Molay, el republicano negro, uno de sus artículos de Afroféminas.

En Guinea Ecuatorial, ante la ausencia de archivos y la dificultad de acceder a fuentes primarias de información, es habitual recurrir a la literatura como respaldo documental.

Lo vamos a hacer también nosotros.

David Wingeate Pike en Españoles en el Holocausto - Vida y muerte de los republicanos en Mauthausen recoge que «A diferencia de los polacos, los rusos y muchos alemanes y austriacos, todos los españoles estaban allí por ser antifascistas. Casi en su totalidad eran veteranos de la guerra civil española y, curiosamente, incluían al único negro de Mauthausen: Carlos Gray Key, originario del Marruecos español pero nacido en Barcelona». El autor no acertó ni en el nombre ni en el origen.

«Con estos testimonios -añadirán Montse Armengou, Ricard Belis en El convoy de los 927- dejan de ser fotografías horrorosas para convertirse en historia vividas y sufridas, como la de Carlitos, un muchacho de Barcelona que no dejaba de decir "¡Me cago en Dios!" porque los alemanes se divertían dejándolo en carne viva de tanto fregarlo con agua y jabón. Era negro y los oficiales estaban empeñados en que se volviera blanco. Las humillaciones parecían no tener fin.»

En "El fotógrafo de Mauthausen" reproducen un edulcorado ejemplo de estas humillaciones:


O como relata Joaquim Amat-Piniella en K. L. Reich, «entre la multitud destacaba un punto negro. Era un muchacho barcelonés nacido en el África española. El oficial que lo descubrió desde arriba lo hizo llamar para que se presentara. El cuerpo del negro, robusto y musculoso (el hecho de ser negro le había valido un buen Kommando) sorprendió a los alemanes. Según sus convicciones racistas, los negros eran seres con las extremidades flacas, el vientre abombado y con expresión de caníbales. Aquel muchacho no era únicamente bello, sino hasta culto. Hablaba varios idiomas, entre ellos el alemán. Una vez en el mirador, tuvo que permanecer largo rato en la posición de "firmes", mientras el grupo de visitantes saciaba su curiosidad. Los prejuicios racistas se tambaleaban. Uno de los soldados, un joven linfático, con cara de infeliz, no pudo refrenar su necesidad de comprobar que no existía superchería; humedeció su dedo índice con saliva y frotó con fuerza la piel del negro. Su cara expresó desencanto y admiración a un tiempo: el color era sólido».


Carlos Hernández de Miguel en Los últimos españoles de Mauthausen - La historia de nuestros deportados, sus verdugos y sus cómplices, narra que «En este océano de vejaciones, lo peor que le podía ocurrir a un prisionero era atraer las miradas de los SS. Carlos Grey-Molay (En diversos archivos y publicaciones se le identifica como José Carlos Grey-Key) no pudo evitar convertirse en el centro de atención de los soldados y oficiales alemanes. Carlitos, tal y como le llamaban sus compañeros, era negro. Nacido en Barcelona, su familia provenía de la colonia española de Guinea. José Alcubierre fue testigo de su llegada al campo el 7 de junio de 1941: "Los alemanes le miraban como a un bicho raro. Le tocaban para ver si su piel desteñía, le abrían la boca para mirarle los dientes y se reían sin parar. Luego le empezaron a lavar con agua y jabón. Le frotaban con fuerza para ver si eran capaces de quitarle el color negro. Los prisioneros polacos empezaron también a reírse y nosotros nos enfrentamos a ellos porque se trataba de un compañero. Aunque era español le tenían en una barraca aparte. En cuanto podía se venía con nosotros, pero los SS le decían: Tú eres negro, así que no te juntes con estos". Como si fuera una atracción de circo, Carlitos fue admirado por el propio comandante Ziereis, que decidió colocarle como camarero en el pabellón de los oficiales. El propio Himmler tuvo ocasión de contemplar esta «rareza de la naturaleza» en una de las tres visitas que realizó al campo. Mariano Constante, que trabajaba como ordenanza de los SS, estaba presente: "Ziereis hervía en deseos de que su jefe supremo admirara aquel representante de una raza aún más baja que la de los subhombres. Hizo toda una serie de comentarios abominables sobre nuestro compatriota y su color de piel, acompañando sus explicaciones de bromas que provocaban la risa histérica de sus secuaces y que remató con este comentario: Es un negro español, sí, pero desciende de los negros de África, y lo que es más, de una tribu de antropófagos. Su padre comía carne humana". La curiosidad inicial entre los alemanes degeneró pronto en un profundo rechazo hacia el "salvaje" que tocaba su comida. Grey-Molay fue destinado a limpiar los retretes de los SS y, finalmente, a la cantera. Carlitos, el negro de Mauthausen, consiguió sobrevivir gracias a la ayuda de sus compañeros. Las secuelas de la tuberculosis y el recuerdo de las vejaciones a que fue sometido le acompañaron hasta el fin de su vida».





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lunes, 2 de abril de 2018

Prisionero 5124: Grey Molay, el republicano negro

Es cierto, hubo ecuatoguineanos que lucharon en la guerra civil, y uno de ellos sufrió exilio tras la derrota de la República y acabó confinado en un campo de concentración.

Lucía Mbomío lo cuenta en uno de sus artículos de Afroféminas, tras una cuidadosa investigación:

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Prisionero 5124: Grey Molay, el republicano negro

Una noche de vigilia, allá por 2008 o 2009, me pregunté si los que eran como yo, lxs negrxs, también habían formado parte de los acontecimientos que tuvieron lugar en Europa. Me dediqué a buscar por Internet y encontré el documental “Noirs aux camps nazis”  (Negros en los campos nazis) de Serge Bilé. Descubrí a José Carlos Greykey (cuyo nombre real, supe después y gracias a mi investigación, era José Carlos Grey Molay) y a partir de ahí, sentí la necesidad de contar su historia. Así  fue como me embarqué en la producción de un documental que jamás pude concluir, pero que me sirvió para dar con fotos y documentos valiosísimos (como su ficha de ingreso en Mauthausen), para conocer a su familia, a algunas de sus amistades y, en definitiva, para saber más acerca de esta figura tan interesante  que hoy quiero que conozcáis.


Aún recuerdo cuando entrevisté a José Alcubierre en Angouleme, Francia. Tenía 80 y pico años y nadie podría imaginar al verle, con su pinta de abuelo del montón,  que era un superviviente  de uno de los regímenes execrables que nos “regaló” el convulso s. XX, que su estómago, siendo todavía un niño,  había soportado un hambre inenarrable, que sus pies habían padecido calambres y que sus brazos sabían qué era el agotamiento extremo. Alcubierre había compartido confinamiento con José Carlos en Mauthausen y le llamaba Carlitos.

Me contó que lxs españolxs tenían bastante peso allí porque eran muchos y que, a pesar de ser reclusos, tenían cierta influencia. Un buen día les llamó otro compañero de encierro para avisarles del maltrato que estaba padeciendo uno de los suyos. Acudieron unos cuantos corriendo a una placita para defenderle y encontraron a varios nazis que, con un frío del que duele, le echaban agua constantemente “para ver si se volvía blanco”. Tardaron en caer en la cuenta que aquel hombre, también era español, un negro español y republicano, de los del triángulo azul, de los que se quedaron sin patria por no apoyar el alzamiento franquista. No tenían patria pero sí lugar de nacimiento y de vida y de recuerdos, hasta que todo se truncó. José Carlos nació en 1913 en Fernando Poo  (hoy, Isla de Bioko, Guinea Ecuatorial) , por aquel entonces, colonia española (aunque en el documento de ingreso en el campo pusiera Barcelona).

Oímos la historia de buena parte de las víctimas y de los verdugos, de los que ganaron y de los vencidos. Oímos testimonios de judíos, republicanos, y comunistas. Nos estremecimos, sufrimos por ellos.
Pero faltó algo.

En la primera mitad del s.XX,  Europa era un gigante artificial, abarcaba toda su superficie actual y, además, los territorios que tenía en África, Caribe y Asia. Por aquel entonces, el viejo continente se retorcía de dolor en luchas intestinas generadas por el auge del imperialismo del que el colonialismo no era sino otro síntoma (y consecuencia).

Durante la Gran Guerra, la mitad del mundo se partió la cara con la otra mitad. Se perdieron dinero, ciudades, monumentos, vidas… Se calcula que, entre 55 y 70 millones de personas, murieron en la primera contienda global. Entre ellas, había convencidos, reclutados por la fuerza, y africanos. Dentro de los africanos los había dispuestos y también obligados. La mayoría combatió en una guerra que no era la suya, en un lugar que no era el suyo (y que podía estar pisando por primera vez), en un clima que no era el suyo, por una causa que desconocía y por una patria que, aunque afirmara lo contrario, tampoco era la suya salvo porque así lo había estipulado la Conferencia de Berlín.

Me temo que ningún o casi ningún africano asistió a esa conferencia.

Cesó la guerra y nació el fascismo, bautizado con mil nombres (nacionalsocialismo, fascio, franquismo…) y con una sola cara: la del terror. Encontró una fervorosa acogida en una tierra lastimada, sembrada de desheredados y resentidos. Creció alimentado de la pasividad de la Sociedad de Naciones y alcanzó su mayoría de edad en España un 18 de Julio de 1936.

Erróneamente, en España, nos han transmitido que las últimas colonias se perdieron en 1898. Olvidan el enclave del IFNI, el norte de Marruecos, el malogrado Sáhara y Guinea Ecuatorial, que necesitaron más de 70 años para desligarse de la metrópolis. Así las cosas, los que, en esa época eran españoles, se alistaron (o no, pero entraron) en un bando u otro.

José Carlos Grey- Molay (1913 – 1982) estaba en Barcelona estudiando medicina cuando le sorprendió el inicio de la contienda. Había llegado a España 9 años antes, procedente de Guinea Ecuatorial para continuar sus estudios de Bachillerato. Se consideraba catalán y hablaba perfectamente la lengua de allí. Desde el principio, se posicionó del lado republicano, luchó con sus afines y, como ya sabemos, perdió. Perdieron.

De igual modo que otros tantos republicanos, fue a parar a Francia, lugar en el que poco después también arribó el fascismo. El mariscal Petain asumió la presidencia durante el Régimen de Vichy y Francia, que se había levantado contra las hordas hitlerianas, terminó por ser un nido de ellas… Algunos franceses formaron un sólido grupo de resistencia al que también se unieron refugiados españoles, Grey- Molay, por ejemplo.

Todo aquel que perteneciera al movimiento disidente y que fuera capturado, terminaba ejecutado o en un campo de concentración. El gobierno francés era fascista, el español, también. Los portadores de ideas diferentes no tenían lugar en ninguno de los dos países, de modo que ningún estado los reclamó.

Vagones repletos de seres humanos caminaban por columnas de hierro que atravesaban impávidas las fronteras que, en plena contienda parecían inexpugnables  … y sin embargo, es evidente, no lo eran si de lo que se trataba era de transportar seres humanos a los que se trataría sin ningún tipo de humanidad.  El destino final eran campos de esclavitud, de extenuación y hacinamiento, de experimentación, de muerte. De muerte.

– ¿Por qué eres negro? Le preguntaban a Carlos.
– Porque mi madre no me ha lavado bien. Contestaba una y otra vez a sabiendas de que esa respuesta podría costarle la vida.

Regidos por ignorantes salvajes y despiadados, lo mejor al llegar era no llamar la atención de las SS, pero, para un negro, rodeado de blancos, eso era, y es, imposible.

José Carlos fue capturado en el frente del Rhin e internado en Mauthausen en 1941. Era un extraño “ejemplar” para los nazis (pese a que en Alemania había negros procedentes de Namibia, Tanganika, Togo y Camerún) y para los propios españoles, hermanos de ideas, encierro y armas.
Los nazis veían el caso Grey-Molay como algo tan curioso, que terminaron por convertirle en asistente personal de ellos. Él era el que les abría las puertas, el que les servía la comida… Vestido con un uniforme del ejército yugoslavo, José Carlos, era una especie de botones, sin horarios. Eso le provocó que se salvara de trabajar en las duras canteras. Ahora bien, estaba a la merced de los impulsos asesinos de los oficiales para los que servía.

Juan de Diego, otro interno español, decía que para el resto de compatriotas, era uno más. Nunca vieron su color. Según él, la solidaridad entre la comunidad española era muy fuerte, más que en cualquier otra. Eso salvó a José Carlos cuando los nazis se cansaron de ver a un negro cerca de ellos.

En 1945, Grey Molay fue liberado. Como tantxs otrxs republicanxs, decidió no regresar a España sino que se fue a París, lugar en el que, según una de sus hijas, trabajó de bailarín en un cabarette, al principio, y de electricista después, formó una familia y siguió luchando por la libertad. Desde 1977 y hasta su muerte, en 1982, fue un activo miembro del ANRD (Alianza Nacional de Restauración Democrática) que se posicionó en contra del dictador ecuatoguineano Macías Nguema. Grey Molay volvió al origen aunque nunca regresara a la tierra que le vio nacer.

No se sabe cuántos negros perecieron durante la II Guerra Mundial ni en la Guerra Civil Española. Ni siquiera podríamos decir cuántos lucharon en un bando u otro o cuántos tuvieron la mala suerte de entrar en un campo de concentración. Sabemos que José Carlos Grey- Molay fue uno de ellos y, por eso, es importante que sepamos quién fue, merece que le recordemos.


Si quieres conocer más sobre Carlos Greykey, accede a:

jueves, 7 de diciembre de 2023

El caso Cuenca

Victor Sanz, en "El exilio español en Venezuela", recoge un interesante relato:

Manuel Cuenca

Zaragoza 1885-Caracas 1958

Padre de los anteriores. Ingeniero químico industrial. Ocupó el cargo de jefe de las azucareras de Zaragoza y del Servicio Agronómico de Fernando Poo [y por lo tanto, parte de las autoridades que integran estatutariamente el Patronato Indígenas], en la Guinea Española, donde se encontraba al inicio de la sublevación. Pidió permiso para salir de vacaciones y cuando el barco en que viajaba pasó por Lisboa, se quedó y fue a España, poniéndose a las órdenes del gobierno republicano. Fue designado jefe de laboratorios del Servicio de Inteligencia. Con el fin de la guerra en Cataluña salió para Francia, durante la ocupación alemana fue detenido por los nazis y le enviaron al campo de concentración de Buchenwald hasta el fin de la guerra. Regresó a París y de allí vino a Venezuela , estando gobernando la Junta Cívico-Militar, con Betancourt de presidente. Al exiliarse a Venezuela, logró un puesto de profesor en un liceo de Boconó, Estado de Trujillo. 

Siguió trabajando un tiempo más, pero por razones de salud se vio obligado a retirarse. O.R.V. , Informante, Fernando Cuenca (hijo).

De ser así, tendríamos el 6º confinado en un campo de concentración nazi (Buchenwald), vinculado al territorio ecuatorial, que se sumaría a Isidro Álvarez (Laufen), José Epita Mbomo (Neuengamme), Fernando Fernández Lavín (Mauthausen), Otto B. Löbig (Dachau) y Carlos Grey Molay (Mauthausen).

Hay poca información accesible sobre el periodo africano de Manuel Cuenca, si bien es cierto, que "La Guinea Española" recoge un viaje (1935) del capataz Manuel Cuenca en el vapor Legazpi. 

Tiene también la imperdonable falta de ser uno de los públicos contribuyentes a la donación de las 10.353,65 pesetas para la República, conforme a la Gaceta de Madrid del 5 Noviembre 1936.

Las crónicas dicen que el ingeniero químico Manuel Cuenca Vázquez era natural de Ferrol, nacido el 3 de octubre de 1882, e hijo de un general de la Guardia Civil. Titulado en Bélgica, es un alma errante: a lo largo de su vida profesional, habría trabajado en Zaragoza, Paraguay, Cuba, Fernando Póo y finalmente exiliado en Venezuela, pasando por Francia y Alemania. 
Iniciado el conflicto armado, tras el triunfo del golpe de Estado en Santa Isabel, escapa de Fernando Póo con la excusa de disfrutar de sus vacaciones reglamentarias, incorporándose a la España republicana como Director del Laboratorio del Departamento de Información del Estado, y más tarde en el Laboratorio Químico del Ministerio de Defensa Nacional. Caído el frente catalán, participa en la retirada al territorio francés, sufriendo sucesivos internamientos en los campos de Argelès-sur-Mer, Bram, Montolieu, Septfonds y Montauban. Pedirá infructuosamente refugio en México, hasta que con la invasión alemana de Francia será confinado por los nazis en el Campo de Concentración de Buchenwald. Tras su liberación, se exiliará a Venezuela, en donde paulatinamente se irán reagrupando sus hijos: Fernando, Juan, y María Teresa Cuenca. 

Faltaría tan sólo Luis [Victoriano] Cuenca Estevas. No les acompaña tampoco la madre de éstos, Soledad Estevas Fernández en el exilio venezolano, ya que se habrían divorciado en 1938.

Los 4 hermanos cuentan con mucha historia, os lo contamos en gallego (para variar):
  • Femando Cuenca. Vigo 1918. Capitán republicano. Presenciou as negociacións de rendición notificandoas ás forzas na estrada de Estremadura. Agachado en Madrid fuxe a México e en 1947 chega a Venezuela. 
  • Juan Cuenca Estevas. Ourense 1914. Milita nas Juventudes Socialistas. Realiza traballos de intelixencia. Condenado a morte. Fuxe e chega a Venezuela en 1952. Abre a libraria "Europa". 
  • Maria Teresa Cuenca de Tejero. Vigo 1913. Secretária de Indalecio Prieto e do ministro do Aire Hidalgo de Cisneros. Reclamada radialmente polo réxime de Franco fuxe a Franza en 1940 e posteriormente chega a Venezuela. A desaparición por parte da policia do seu fillo fixo dela unha figura pública. Traballaba no IVSS coma secretária e moraba na urbanización Los Caobos. O su fillo, Alejandro, nado en 1940, chega a Venezuela en 1957. Militante da Juventud Comunista, en 1967 é detido nunha rúa céntrica polo Servizo de Intelixéncia das Forzas Armadas. É desaparecido e presumibelmente morto por mor das torturas. 
Luis, que habría fallecido en Somosierra pocos días después de dar inicio la guerra civil, es conocido por formar parte del grupo que asesinó a Calvo Sotelo.

José María Zavala lo recoge en "Los expedientes secretos de la Guerra Civil", a través de la declaración de su hermano Juan:

Hace un año me nacionalicé venezolano, sin perder la nacionalidad española. He venido ahora a España, con mi familia, por asuntos particulares. Resido accidentalmente en Madrid, en la calle del General Álvarez de Castro número 1.
Mi hermano es Luis Cuenca Estevas, que en el libro de la Causa General aparece con el nombre de “Victoriano”. Mi hermano nació en La Coruña, en 1910 o 1911, hijo de nuestros padres Manuel y Soledad. Nuestro padre era ingeniero industrial. Éramos una familia de clase media; mi hermano cursó el Bachiller y se presentó más tarde a unas oposiciones, que no ganó, al Cuerpo de Aduanas.
Reveses de fortuna obligaron a mi padre y a mi hermano Luis a marcharse a Cuba en 1928, donde tuve noticias de que Luis anduvo envuelto en los jaleos de los estudiantes que ocurrieron en La Habana en aquella época, aunque ignoro si fue durante la Presidencia de Machado o con posterioridad a la misma.
Mi padre y hermano regresaron a España en 1932, pero muy poco después mi padre volvió a marcharse de España al Gran Chaco, entre Bolivia y Paraguay. Mi hermano Luis se afilió a las Juventudes Socialistas con marcada inclinación a la figura de Indalecio Prieto, a quien acompañaba en todos los mítines en que éste intervenía, asistiendo también a los que iban Fernando de los Ríos y Besteiro.
Mi hermano Luis vivía con entera independencia de mí, quizá influido por disgustos familiares –y no por causa mía–, que no vienen ahora al caso mencionar, y por eso no tenía noticia muy exacta de la vida que llevaba. Ignoro cuáles fueron sus medios de vida en aquel entonces, aunque tuve noticia de que tenía unas representaciones y después que estuvo trabajando en un sindicato.
Sí sabía la estrecha amistad que unía a mi hermano Luis con el teniente Castillo y la que tenía, aunque más superficial, con el capitán de la Guardia Civil Fernando Condés, afines a sus ideas. (...)

 




sábado, 3 de junio de 2023

Un poco más de Grey Molay

Pero ¿quién fue José Carlos Grey Molay?

Max Liniger-Goumaz afirma que era «Fernandino, nacido en Santa Isabel el 4 de julio de 1913; Medio hermano de Grange Molay. Estudios primarios en Santa Isabel. Estudios secundarios en Barcelona desde 1928. Inició estudios de medicina en la Universidad de Barcelona en 1933». Su historia conocida seguirá con la interrupción de los estudios a los 23 años por el estallido de la guerra civil, seguido de la  huida/expulsión a Francia con los restos del ejército republicano, maltrato por las autoridades francesas, hasta la incorporación a la 29 Compañía de Trabajadores Extranjeros destinado en el Caserne Toulouse y Niederhaslach, participando en la resistencia francesa a la invasión alemana. Finalmente es detenido e internado en el campo de tránsito de prisioneros de guerra Frontstalag 140 ubicado en el castillo de Belfort (Francia) y deportado al campo de concentración de Mauthausen.

Liberado en 1945, nunca podrá regresar ni a Barcelona ni a Guinea Ecuatorial, por estar ambos territorios bajo control franquista. 

Consolidado su exilio en Francia, nunca terminó su formación en medicina, especializándose como electricista. Murió en 1982, tras 46 años de exilio.

En su última década, tras la independencia de Guinea Ecuatorial y viendo la deriva del gobierno de Macías, particiàrá en la  Alianza Nacional de Restauración Democrática, representando a la organización en varias conferencias internacionales. Los problemas de los refugiados pesaron mucho en su accionar, presidiendo en Ginebra (1978) una conferencia organizada en el Consejo Mundial de Iglesias sobre ese tema.

Igualmente, la convicción de conciliar el desarrollo de África con las aspiraciones de su pueblo  fue una inquietud en sus últimos días.

Gustau Nerín, lo resume en un tweet: «afrocatalà deportat a Mauthausen, lluitador contra el feixisme i contra la dictadura de Macías».

¿Pero sabemos algo más de él? Contextualicemos: Los Fernandinos gozaron de cierto poderío social y económico en la guinea colonial, tanto como para poder cursar estudios en España (especialmente Barcelona), pero nunca fueron una población numerosa. De hecho, sus apellidos son recurrentes... y Grey o Molay no son de las más conocidos.

Así que no es de extrañar que Liniger afirme con convicción que Agustín Daniel Grange Molay era su medio hermano. Grange podría haber pasado a la historia como próspero finquero, concejal del Ayuntamiento de Santa Isabel y propietario de la funeraria local, pero en los años previos a la independencia destacó por integrar en representación de la Unión Democrática Fernandina UNDEMO la comisión ecuatoguineana de la Conferencia Constitucional de Madrid para la Independencia de Guinea Ecuatorial. Las crónicas de ésta se refieren a él indistintamente como "Grey Molay" o "Grange Molay" y fue de los defensores de una independencia sin división territorial. Con el nacimiento de la república, fue ministro de agricultura ya como integrante de MONALIGE y único fernandino en el primer gobierno de Macías. Tras pasar por varias etapas de arresto domiciliario, en 1972 fue nombrado ministro de educación, si bien al año fue cesado por usar la palabra "intelectual" en un consejo de ministros. Rafael de Mendizábal Allende en Misión en África. La descolonización de Guinea Ecuatorial (1968-1969), se referirá a él como «fernandino, feligrés de la Iglesia Evangelista, de labio leporino, parco en palabras, inepto, petulante e hispanófobo».

Pero esa es otra historia...

Y puestos a ficcionar sobre apellidos poco comunes y por buscar el contexto familiar: ¿recuerdan a la madre de Ignacio Garriga, doña Cloti Vaz de Concicao Molay, nacida en Barcelona, oriunda de Santa Isabel? Tiren de ese hilo y tal vez se lleven una sorpresa...

lunes, 8 de mayo de 2017

El republicano negro que sobrevivió a Mauthausen


Si quieres conocer más sobre Carlos Greykey, accede a:

domingo, 1 de septiembre de 2019

80 años del exilio republicano español

El 1 de abril, aniversario del fin de la guerra española, inició la conmemoración de los 80 años del exilio republicano español. Pero ¿hubo exilio ecuatoguineano a raíz de la victoria de los golpistas el 19 de septiembre?

Lo hubo… y este blog recopila diferentes testimonios.

Es cierto que, al estar el territorio ecuatorial administrado por el Estado español, el mismo no pudo ser receptor de exiliados, como sí lo fue el territorio francés, mexicano o argentino, por ejemplo.

Se dan, sin embargo, diferentes situaciones:

  • Españoles que huyen tras la caída de Bata a través de las fronteras terrestres de Río Muni, iniciando el exilio previo paso -en algunos casos- por la España republicana. 
  • Funcionarios en activo de la administración colonial, que acabaron inhabilitados para el cargo público y se vieron forzados al exilio. Son casos como el de Ángel Miguel Pozanco, secretario del Subgobernador, que falleció en el exilio en Venezuela. O Miguel Hernández Porcel, Subgobernador de la Guinea Continental Española.
  • Funcionarios que pasaron en algún momento por la administración colonial, y acabaron inhabilitados para el cargo público y se vieron forzados al exilio. Son casos como el del doctor Juan BoteLeón Felipe, boticario y administrador del hospital de Elobey que falleció en el exilio en México, Joaquín Mallo, presidente del Consejo de Vecinos de Santa Isabel que falleció en el exilio en Francia, o Guillermo Cabanellas de Torres, exSecretario del Gobierno General de la Guinea Española que falleció en el exilio en Argentina.
  • Guineanos que se encuentran en la península, luchan por la legitimidad republicana, y acaban en el exilio. Son escasos numéricamente, pero hay varios casos, siendo el más llamativo el de Carlos Greykey, quien tras pasar por los campos de internamiento franceses, lucha contra la invasión alemana de Francia y acaba -como el resto de republicanos españoles- confinado en el campo de concentración de Mauthausen. 
  • Tripulación del Méndez Núñez: como recoge Victoria Fernández Díaz en El Exilio de los Marinos Republicanos, a medida que el Gobierno republicano fue perdiendo los puertos, la armada quedó desabastecida ante la neutralidad del resto de países. Antes de quedar a la deriva, se coordinó el abandono de los barcos en puerto extranjero, siendo éstos recogidos por los franquistas y la tripulación confinada en diferentes campos de concentración para pasar posteriormente al exilio. «Para casi 4000 marinos de la Flota Republicana española el exilio empezó en Bizerta. En la mañana del 7 de marzo de 1939 once buques fondearon en su rada. Para poder entrar, las autoridades francesas exigieron la entrega y el desarme total. Inmediatamente se quitaron los cerrojos de los cañones, se trincaron las direcciones de tiro, se llevaron a los pañoles los fusiles, las municiones, las ametralladoras. Se cerraron con llave que custodió el mando francés. También dieron la orden de entregar las pistolas. Según testimonios de muchos marinos prefirieron tirarlas al mar (...) Las autoridades francesas les permitieron empezar a bajar de los buques el día 12. Lo hicieron en varias tandas a lo largo del mes de marzo. Los reúnian con sus petates o maletas en el Arsenal. Muchos de los civiles que desembarcaron no llevaban nada. Según consignan los documentos de la época, entraron en el exilio con las manos vacías. Desde el arsenal todos eran dirigidos a la estación de tren, bajo la atenta mirada de los militares y policías franceses. Próxima estación: el campo de concentración de Meheri Zebbeus». Es el caso, por ejemplo de Ramón Prados Pita, oficial del Méndez Núñez, quien «al final de la guerra salió de España en un buque auxiliar hacia Oran. Allí, sabemos que estuvo en el campo de concentración de Relizane, en la región de Mostaganem. Este campo se abrió en julio de 1939 para trasladar lejos de lugares habitados a los refugiados que llegaron a Oran. En el campo de Relizane, igual que en los de Camp Morand o Suzzoni, las condiciones de vida eran lamentables. Cuando empezó la guerra europea, los españoles fueron encuadrados en Compañías de Trabajadores Extranjeros y mandados a hacer carreteras, a trabajar en las minas o en la construcción del Transahariano en pleno desierto en condiciones infrahumanas (...) En Argelia, Ramón Prados reconstruyó su vida pero falleció, aún joven, en 1954. Fue enterrado en Oran, en el cementerio de Tamashouet en el cuadrado 76, linea 6, tumba 7».

  • Tripulación del buque Fernando Poo superviviente del naufragio en la bahía de Bata. 
  • Condenados por los Tribunales de Responsabilidades Políticas. Funciona en dos vías, ya que por un lado se dan casos de sentenciados a pérdida de sus bienes y destierro de la Guinea Española, y -sorprendentemente- en otros casos la sentencia les condena al destierro de la península al África ecuatorial, en donde se verían obligados a rehacer sus vidas. En la práctica, ambas condenas suponen la imposibilidad de retornar a sus hogares, y con ello el exilio forzado. 
Tribunal Colonial de Santa Isabel
  • Se da una peculiaridad más en el territorio: empezada la purga en la España franquista, al igual que se dan casos de alistamientos en la División Azul para redimir faltas propias o ajenas, hacer méritos y alejar sospechas, igualmente hay quien solicita plaza en la administración colonial. Es el caso, por ejemplo de la familia del canario Matías López Morales, cuyo padre se alistó a sus más de 50 años en el Batallón de Voluntarios enviado a Guinea en el Ciudad de Mahón, para evitar infructuosamente el fusilamiento de su hijo:: «llegando en ese momento un teniente con una botella de coñac y le dijo “Toma muchacho, tómate un buche para que te serenes”. Matías le contestó: “¿Más sereno me quiere? Usted es el que no lo está, yo no bebo nunca y hoy menos lo haré. Estoy escribiendo a mi padre varias cosas, hablando con mi madre que es un ser extraordinario y ha venido a acompañarme hasta el último momento en que me van a asesinar después de estar indultado dos meses y mi padre voluntario sirviendo en Fernando Poo, que con los accidentes que han pasado allí está vivo de milagro. Ya que usted me ha traído el coñac se lo agradezco, yo desearía solo una botella de agua para refrescarme la boca”».

miércoles, 22 de enero de 2020

Ojos que no ven

Juan Valbuena, en su proyecto sobre la relación entre España y Guinea Ecuatorial, Ojos que no ven,corazón que no siente, describe este periodo:

Imagen familiar en el parque de Punta Fernanda, al fondo Monumento a los Caídos en la guerra civil.
Fotografía del album familiar de Erika Reuss incluido en la selección de OQNVCQNS.
«España y Guinea estaban muy lejos, las escasas comunicaciones consistían en un barco mensual y la inercia política fue convirtiendo a la colonia africana en una especie de virreinato donde los sucesivos gobernadores tenían atribuciones casi absolutas. La inestabilidad social de la metrópoli llegaba amortiguada y con mucho retraso: la instauración de la II República en 1931 no supuso grandes cambios en la cuestión colonial, si bien se nombró por vez primera a un civil como Gobernador de los Territorios Españoles del Golfo de Guinea. Duró poco en el cargo: era el otoño de 1932 y, en su primer viaje de reconocimiento, el diplomático Gustavo de Sostoa fue asesinado en extrañas circunstancias por el Sargento Castilla, la máxima autoridad de la remota isla de Annobón. Tres años después tiene lugar un episodio vinculado a Guinea con una gran repercusión en la política española: el Inspector General de Colonias, Antonio Nombela, puso en conocimiento de las Cortes un caso de corrupción vinculado a la cancelación de un contrato público de transportes marítimos con la colonia. El escándalo consiguiente dio pie a la ruptura de la coalición conservadora en el poder y la posterior convocatoria de las elecciones, en febrero de 1936. La victoria del Frente Popular en esos comicios se considera el punto de no retorno que desencadenó el levantamiento del ejército y la trágica Guerra Civil, un conflicto que acabó con la victoria del General Franco y su nombramiento como Caudillo de España.

El día 18 de julio de 1936 fue un día normal en la colonia, donde glorioso, alzamiento y nacional son tres palabras que no describen lo ocurrido. Hasta el mes de agosto no hubo movimientos significativos, estos devinieron en la paradójica situación de que, durante algunas semanas del mes de septiembre, el continente permaneciera fiel al gobierno republicano del Frente Popular mientras la isla ya se había alineado con las tropas sublevadas. En octubre hubo un único enfrentamiento armado que se saldó con dos soldados negros muertos, uno por cada bando. También fallecieron por error los llamados Mártires de Bata, unos seglares y religiosos hechos prisioneros en las bodegas de un barco hundido por el fuego amigo del Ciudad de Mahón, nave que llegó desde Canarias con tropas leales a los golpistas para tomar el control de la región continental. Desde ese momento, Guinea fue zona nacional. La Administración española resultante modificó los estatutos del Patronato de Indígenas, ahondando más en la separación entre indígenas y negros emancipados, cuyos derechos eran equiparables a los de los blancos gracias a su “grado de cultura, educación, moralidad y posición económica” individual o familiar. En esta rígida estructura legal, que se mantuvo vigente hasta los años sesenta, serían considerados indígenas -sujetos sin independencia jurídica efectiva- todas las personas negras, ya fueran originarias de Guinea o hubieran llegado como comerciantes o fuerza de trabajo en cualquier momento. Poco a poco, la colonia dejó de ser un lugar abierto al que se podía llegar sin papeles. Se disparó la expedición de documentos y salvoconductos (wakabuk, en pichin), la burocracia y la fotografía útil aparecieron con fuerza en escena y se generalizó el control de movimientos por el territorio. Se empezó a perseguir la ociosidad, el comercio informal y se impuso la habitual construcción “vagos y maleantes”. Pese a todas estas medidas, no se consiguió establecer un mecanismo fiable de identificación y marcación de origen, por lo que existió bastante confusión, y muchas personas fueron asignadas erróneamente a lugares o grupos humanos a los que no pertenecían. Como cuenta Enrique Martino, el valiente investigador español que puso en marcha opensourceguinea.org, sigue sin haber una estructura individualizadora fuerte, la gente tiene varios documentos diferentes y las cifras de los censos bailan a lo largo de las décadas (...). Las dificultades económicas consecuencia de la Guerra Civil y el aislamiento internacional tras el fin de la Segunda Guerra Mundial hicieron de España un país eminentemente autárquico. Las necesidades de abastecimiento de materias primas en todos los sectores convirtieron los productos procedentes de Guinea en preciados bienes. La oferta y la demanda de los mismos no dejó de aumentar en décadas, propiciando las explotaciones privadas intensivas: especialmente de madera en el continente y de cacao en la isla. La presencia del Estado estaba destinada a garantizar el bienestar de los colonos -ahora llamados coloniales-, sus posesiones y sus negocios. Se estima que el 90% de las exportaciones de productos que salían de los Territorios Españoles del Golfo de Guinea llegaban a los puertos de la península, en una relación de dependencia económica característica del colonialismo. El escaso número de españoles que ha habido siempre en Guinea es llamativo; sin duda, esto ha propiciado históricamente una especie de régimen de finca privada protegida por recursos públicos, lo que acaba explicando ciertas inercias en la relación entre ambos territorios. Es sorprendente también el reducido número de familias de guineanos casi todas de origen Krio, que acabaron residiendo en España, muchas de ellas en Barcelona y Bilbao. Como contraejemplo de la historia de aquellos años: José Grey Molay, nacido como Carlos Graykey en Barcelona en 1913. Brillante estudiante que no pudo acabar Medicina por el estallido de la Guerra Civil, luchó en ella por el bando perdedor y, como muchos otros españoles, tuvo que exiliarse, cruzando a pie los Pirineos. En la Segunda Guerra Mundial fue derrotado de nuevo en territorio francés, capturado e internado en el campo de concentración de Mauthausen donde, según la investigación llevada a cabo por la periodista Lucía Asué Mbomío, le adjudicaron el número 5124, la S de Spanier y el triángulo azul de los apátridas. Fue el único prisionero negro retratado por el fotógrafo español Francisco Boix, cuyas imágenes y testimonio se utilizaron en los Juicios de Nuremberg. Liberado en 1945, nunca quiso volver a España y hasta 1982 vivió en La Corneuve, un barrio de la periferia de París con gran número de vecinos de origen africano....».


viernes, 14 de febrero de 2020

Anulación del Consejo de Guerra al radiotelegrafista de Bolondo

La Generalitat de Catalunya ha hecho un gran esfuerzo por dignificar a las víctimas sacándolas del olvido.

El pasado 7 de julio, en aplicación de la Ley 11/2017, del 4 de julio, de reparación jurídica de víctimas del franquismo, publicada en el DOGC núm. 7406, de 6 de julio de 2017 (corrección de erratas en el DOGC núm. 7406, de 17.7.2017) el Arxiu Nacional de Catalunya publicó en formato PDF la lista de reparación jurídica de víctimas del franquismo (1938-1978).
Los argumentos en el sentido de no reabrir viejas heridas del pasado son inconcebibles en un contexto democrático, ya que el restablecimiento de la dignidad de las víctimas no busca la venganza sino la verdad, la justicia, la reparación y la garantía de no repetición.
Tras cuarenta y dos años de la muerte del dictador Franco ninguna ley ha declarado expresamente la nulidad de los juicios del franquismo.
Por este motivo, la presente ley, de conformidad con el ordenamiento jurídico, declara la ilegalidad de los tribunales y de los procedimientos y consejos de guerra instruidos en Cataluña desde el 5 de abril de 1938 hasta diciembre de 1978 por la Auditoría de Guerra del Ejército de Ocupación, denominada posteriormente Auditoría de Guerra de la IV Región Militar.
Son 66.629 expedientes hasta la fecha. De entre éstos, se puede identificar sin lugar a dudas a Ricardo Echevarria Rezamosa [Retamosa], sevillano de 30 años, vecino de Santa Isabel de Fernando Poo.

Como es habitual, no hay mucha información sobre él, si bien el Diario Oficial editado por el Gobierno de la República en Valencia, recoge su ascenso a teniente, así como una circular posterior en la que se dispone que «el teniente de Ingenieros D. Ricardo Echevarría Retamosa, de la Sección de Transmisiones de la 20 Brigada Mixta, pase destinado a la Jefatura de Transmisiones del Estado Mayor del Ejército de Tierra, incorporándose con urgencia».

Ricardo Echevarria, Teniente de la Unidad de voluntarios de Transmisiones de Campaña, fue sometido a un juicio sumarísimo por un Consejo de Guerra, sobreseyéndose su caso en 1941.
A finales de 1946, La Guinea Española daba noticia de su reincorporación al territorio ecuatorial: «Han ocupado sus vacantes D. Ricardo Echevarría y Sra. en la radio de Bolondo». En abril de 1947, se publica una sentida despedida, que incluye el agradecimiento por su celo como radiotelegrafista durante el accidente del avión de Iberia pilotado por el capitán Sastre en junio del año anterior «aunque tardía, vaya nuestra felicitación a nuestro buen amigo».

En 2017, la Generalitat de Catalunya decreta la nulidad de ese juicio sumarísmo y “restablece el honor, la dignidad y la memoria” de una víctima “injustamente procesada por los tribunales franquistas”.


El Archivo realiza un trabajo ejemplar, si bien la tarea sigue en proceso: se dan ausencias notorias como la del barcelonés Carlos Grey Molay, el republicano negro del campo de concentración de Mauthausen, o la de Josep Serra Companys, primo del president Lluís Companys, que por su lealtad y defensa de la ciudad de Bata (Río Muni), acabó en el campo de concentración del viejo lazareto de Gando.

viernes, 22 de marzo de 2019

Biznaga de Plata a de Enric Ribes

.¿Recordáis al Prisionero 5124: Grey Molay, el republicano negro?

Su hija Muriel ha participado en la producción de un documental (compartimos el
trailer):


GreyKey nace de la curiosidad y el miedo de Muriel Grey-Molay hacia su padre, fallecido cuando era pequeña. Mediante una fascinante selección de archivo, Muriel recorre el camino de su padre, un hombre que trabajaba de noche y temía la oscuridad y el silencio. Finalmente, a través de la voz Muriel y el proyecto de Enric Ribes, se consigue poner fin a las dudas sobre el enigmático carácter de Carlos Grey-Molay, un guineano superviviente del campo de concentración de Mauthausen.
Y éste ha ganado la Biznaga de Plata al mejor cortometraje documental en la Sección Oficial de Cortometrajes Documental del Festival de Málaga
Si quieres conocer más sobre Carlos Greykey, accede a

martes, 20 de agosto de 2019

Gran palabra tienen los blancos

«...el ejército nacionalista compuesto
de italianos, alemanes, polacos,
portugueses, rumanos, negros de Fernando Poo,
cuentan desde hace unas semanas...»
La historiografía franquista desvincula a la población local de la guerra civil: sufrirán el resultado del conflicto, pero éste se restringirá a la población europea del territorio en una especie de pacto de silencio tácito para evitar cambios en el statu quo colonial.

Según Francisco Martos Avila, Juez de 1ª Instancia de los Territorios Españoles del Golfo de Guinea, la población local permanecerá como mera espectadora. Lo expresa a través de Lorenzo Bela, el cual «como todos los demás bubis está consternado al ver hasta una veintena de europeos detenidos -cosa nunca vista en la Colonia- y afirman con horror, presos de un incontenible pánico, presagiador de grandes males: "gran palabra tienen los blancos..."».
Según ese relato, la población indígena -militares incluidos- tan sólo habrían sido observadores no participantes de la alternancia entre europeos, y de disputa de «blancos contra blancos», limitándose a respetar a la autoridad de turno.
Concuerda con Ciriaco Bokesa Napo, el cual en El Patio recoge la afirmación de que «como bien se dignaron informarme los octogenarios D. Alfredo Mpesó y D. Carlos Peleté, “la guerra civil española era cosa entre blancos aquí en Santa Isabel; nosotros, los indígenas, pasábamos de ello”».

Pero ¿es eso cierto?

Al igual que cuesta rastrear información sobre el conflicto entre europeos... en lo que a la población local se refiere, ésta está invisibilizada. A través de este paseo por la Calle 19 de Septiembre de la vieja Santa Isabel podemos rescatar indicios de que no fueron meros espectadores.

Armemos el puzzle:

1938. Pza. de Santa Isabel.
Misa de campaña por los muertos en la guerra.

«El ingeniero Luis Sánchez Guerra, gobernador general, asustado por el ambiente levantisco recién importado de la metrópoli,declara el estado de excepción ya el 5 de junio de 1936 y pide urgentemente un barco de guerra para calmar los ánimos. El 24 de junio llega a Santa Isabel el crucero Méndez Núñez».

Nos contextualiza Luis Eugenio Togores Sánchez en "El alzamiento y la guerra en la colonia de Guinea española" (1990): 

«Lo único que enturbió esta tranquilidad en los días que precedieron a la Guerra Civil fueron algunos rumores respecto a un alzamiento nativo, lo que originó el estado de alerta de la Guardia Colonial, y la petición de que fuera enviado un crucero, el Méndez Núñez, a Santa Isabel, donde llegó el 24 de junio.
El pequeño Frente Popular local, incitado por los marineros del Méndez Núñez, acometió algunas acciones, como la realización de un mitin en el que se incitaba a los negros a sublevarse contra los blancos, así como la prohibición de la catequesis y el cierre de algunas iglesias, pero sin llegar a producirse brotes destacables de violencia.

El guineano Donato Ndongo nos narra en estos términos lo ocurrido el día del alzamiento en Santa Isabel: “Cuando se anunció en la tarde del 18 de julio la sublevación de las tropas estacionadas en Marruecos, nadie se inquietó”.

Los coloniales se mantenían tranquilos ante los frentes populistas, salvo en la cuestión de incitar a los negros a la sublevación, en tanto que la Guardia Colonial permanecía fiel al Gobernador. El propio gobernador manifestaba una cierta preocupación en relación a la población negra, como demuestran las siguientes líneas escritas a un amigo: “estamos abocados a que la población negra de las islas y el continente, que suma 150.000, se subleven y nos arrojen al mar sin distinción de banderas”. Primaba el espíritu colonial sobre el metropolitano en amplios sectores de la población».

Tras la toma de la ciudad la noche del 18 de septiembre, cuenta Juan Ramírez Dampierre -Vicecónsul portugues en Fernando Poo-, que: «Los presos políticos en número de cuarenta, están bien guardados y vigilados por las milicias, como también bien tratados, pudiendo recibir de sus casas o pensión las comidas y todo lo que necesiten para su uso personal, pero sin comunicación con el exterior del enorme barracón de cemento, donde se encuentran muy bien instalados bajo rigurosa vigilancia. Entre ellos hay media docena de funcionarios de la Secretaria General del Gobierno, cuatro de la Administración de Hacienda, tres de la Administración de Correos, incluyendo el propio Administrador y varios particulares, algunos sin importancia, además de dos negros. También el capitán del Puerto se encuentra entre ellos, señalado como Gobernador Central Comunista».

Escaramuza de Bolondó
según la iconografía franquista.
El triunfo del golpe de Estado en la isla, genera un levantamiento en armas en el continente que -seguimos con L. Togores- se resolvió «tras un pequeño combate -sólo hubo dos bajas, y ambos nativos de la Guardia Colonial- entre nacionalistas y republicanos cerca de Bolondó, a orillas del río Ekuku, donde el avance de los nacionalistas continentales fue frenado tras ser amenazados con fusilar rehenes, se produce un canje de prisioneros y la salida de los nacionalistas de territorio continental por medio del vapor alemán Wakama y del sueco Aodrin hacia Camerún y Gabón, para luego, con la mayor brevedad, pasar a Santa Isabel».

Como señala Wharton, «a nivel práctico, fue la población nativa la que sufrió las privaciones y bajas de la Guerra Civil, debido a que ambos bandos los reclutaron forzadamente para formar parte de sus tropas como soldados de a pie y a que la escasez de comida afectó fundamentalmente a la población nativa y, en particular, a los niños».

Mientras, según el vicecónsul portugués, en la isla «el número de presos políticos o sospechosos, continúa creciendo y algunos que habían sido puestos en libertad, poco después, por considerarlos inofensivos, fueron de nuevo capturados al hacerse nuevos registros en sus domicilios o por haber nuevas denuncias contra ellos».

Con la llegada del Ciudad de Mahón, se produce el hundimiento del Fernando Poo y el consiguiente bombardeo de Bata. Rodrigo Miralles, testigo del bombardeo escribe al Diario de Almería desde su exilio en Camerún: «Después de bombardear el barco, el Ciudad de Mahón empezó a disparar sobre Bata, sin tener en cuenta que es una población indígena y que los negros están al margen de toda lucha entre nosotros. Poco podíamos hacer con nuestro medio centenar escaso de roñosos mosquetones contra los cañones y ametralladoras del Ciudad de Mahón...».

Cuenta Ángel Miguel Pozanco que «los fascistas, llegados desde Canarias, estaban asistidos por un tabor de regulares, trescientos milicianos falangistas y una centuria de coloniales. Nos fueron hechos varios prisioneros, en los que la sevicia característica fascista se empleó inhumanamente. Resultaron muertos varios europeos e indígenas leales a nuestra causa».

Tras el bombardeo de Bata, las tropas marroquí son desembarcadas, y -según Pozanco- «no respetaron nada ni a nadie». Tras la marcha del Ciudad de Mahón rumbo a Santa Isabel, donde es recibido por las autoridades franquistas, «la nueva guardia marroquí controlaba todo [en la zona continental] y cometió toda clase de abusos incontrolados con los nativos, muchos de los cuales también emigraron al Camerún». En "La guerra que vino de África", Gustau Nerín afirma igualmente que «las razzias alcanzaron la lejana Guinea; allí los áscaris de Ifni se llevaban todo aquello que deseaban de factorías y viviendas», así como que «las violaciones no constituían un mito. Los oficiales de unidades marroquíes permitieron que sus hombres cometiesen abusos sexuales en muchos puntos de Andalucía y también en la Guinea Española».

Gustau Nerín documenta también la huida de los republicanos ante el bombardeo y desembarco en Bata, los cuales «se iban a pie, en condiciones extremas, porque habían abandonado sus hogares lo más rápido posible. Según algunos guineanos, testigos de la huida, había incluso niños blancos desnudos».
El repliegue acaba generando un fuerte tiroteo -cuando el brigada Fontanet, que decide resistir en Ebebiyin, ultimo puesto antes de Camerún,- en el bosque de Kangañe, en la desembocadura del río Utamboni, con bajas en ambos bandos.


Terminado el conflicto armado, nos cuenta Donato Ndongo-Bidyogo en Franco no ha muerto en Guinea Ecuatorial. Proyección del fascismo en el golfo de Guinea entre 1935 y 1945 que «Son de un marcado carácter represivo las primeras disposiciones de la cabeza visible del Nuevo Estado en la colonia, el teniente coronel Luis Serrano, jefe de la Guardia Colonial. Destaca la prohibición del abono de nóminas “sin la presencia del interesado”, orden destinada a suspender de empleo y sueldo a los empleados que hubiesen huido o estuviesen presos, y facilitar la localización de los escondidos; decretó la baja de cuantos funcionarios prestaran sus servicios en la Guinea continental “hasta tanto se depure individualmente su conducta”; el Gobierno General incautó todos los bienes de las “personas desafectas al Movimiento Salvador de España”, consideradas tales los detenidos por haberse opuesto directa o indirectamente a la sublevación. Desde el 20 de octubre, ningún funcionario podía percibir haberes con cargo a los presupuestos generales de la colonia o cualquier otro organismo público, semipúblico o que tuviese préstamos de entidades oficiales, sin antes adherirse al nuevo régimen mediante juramento solemne de “absoluta fidelidad y lealtad”, disposiciones que afectaban por igual a colonos y nativos. Los misioneros claretianos recuperaron el monopolio de la enseñanza y todas las prerrogativas y prebendas de que gozaban antes de la proclamación de la República.

La ordenanza del 28 de septiembre determinó que la enseñanza en la colonia debía responder “a las conveniencias nacionales”; los juegos infantiles, obligatorios, tenderían “a la exaltación del patriotismo sano y entusiasta de la España nueva”, y se debía informar a la autoridad “toda manifestación de debilidad u orientación opuesta a la sana y patriótica actitud del Ejército y pueblo español que siente a España grande y única, desligada de conceptos antiespañolistas que solo conducen a la barbarie”. Al amparo de esta orden, y del bando que había declarado ilegales “la masonería y demás asociaciones de naturaleza secreta”, fueron represaliados muchos auxiliares indígenas que habían mantenido relaciones de amistad o habían protegido de cualquier forma a simpatizantes del Frente Popular, incluidos sus criados y cuantos se mostraron receptivos a las ideas antifascistas, o, simplemente comentaban con desaprobación la brutalidad de la represión desencadenada entre septiembre y diciembre de 1936. Asociaciones clánicas y tribales fueron perseguidas, la religión católica restablecida como única y obligatoria, y algunos jefes de poblado, incursos en cualquiera de las múltiples “responsabilidades” introducidas por la nueva legislación, fueron deportados a la isla de Annobón, de donde muchos no regresaron».
  • Es dificil obtener la información, pero entre esos nativos represaliados estaría, por ejemplo Armengol Nicol, que según el juez Francisco Martos Avila, sufrió una paulatina degradación, física y moral, ya que le «"hicieron mella en su espíritu, blando como la cera, la propaganda del Frente Popular que entonces, durante la figurada estancia de Armengol en España, comenzaba a manifestarse en la Metrópoli". A su vuelta, ese supuesto proceso degenerativo se vería acrecentado: en su malestar el exbecario "empieza a germinar el espíritu rebelde de un descontento, de un injustamente tratado, de un traidor...". En definitiva, se le acabará retirando el reconocimiento de emancipado (lo que supone la muerte civil) y -tras la información de su arresto por apoyo al Gobierno republicano- se pierde su pista...». 
  • Por el contrario, Jesus Maria Bakale estudiante para perito agrícola, «quien había sido becario en España y se le retiró la beca, por sus ideas antimarxistas» según el gobernador Fontán, por lo que a inicios de 1939 le recomendaba para un empleo público. Aunque el periódico La Guinea Española -nada sospechoso de ser pro marxista- en su edición del 28 octubre de 1934 arremetía contra él con un contundente «no hay derecho a que aprovechándose de unas ocasiones o circunstancias saturadas de un nerviosismo acentuado cual es el producido por la actual lucha social que afecta a todas las naciones, se llegue a la villanía de calumniar y mentir de una manera tan desenvuelta como lo hace».
  • O el desconocido guardia colonial Simón N'Ganye Camerún, detenido tras la toma de Bata e internado con los 150 coloniales en el campo de concentración del viejo lazareto de Gando, en Las Palmas. Finalmente, fue juzgado en consejo de guerra el 22 Junio de 1938, en el salón de actos del RIC-39 en La Isleta. Se puso así fin a los casi dos años de prisión entre Santa Isabel y Las Palmas, al ser absuelto por la circunstancia eximente de "obediencia debida" (le ordenaron desarmar a un Oficial que hizo ademán de defenderse antes de su detención, poniéndole el fusil en el pecho).
Razonaba Patricio Nbe en su viejo blog que «nunca se ha hablado entre los colonos de las ejecuciones de blancos peninsulares y españoles por parte de sus homónimos que parece ser que hubo en los primeros días de la guerra, ni siquiera de las batallas de la guerra civil en Guinea», lo cual concuerda con Francisco Sánchez Ruano, quien afirmaba en Islam y Guerra Civil Española: moros con Franco y con la República que tras la caída de Bata «los prisioneros españoles y guineanos que hicieron los canarios fueron fusilados en su mayoría, y si en el caso de los españoles izquierdistas sí puede entenderse en la mecánica represiva de los rebeldes en España y Marruecos, no es fácil comprender el motivo de la represión con los guineanos, pues los negros solían obedecer por simple costumbre a los españoles que mandaban. Pero los rebeldes encargaron al cabo camerunés Bonifacio Bonibey denunciar a todos los guineanos fieles a la República, siendo detenidos y deportados a Annobón».

Y en ese caso, la lista de donantes de las 10.353,65 pesetas para la República, en la que abundaban apellidos de orígen africano y fernandino, como Barleycorns, Roku, Muañache, N'guema, N'sé, Obiang, Esono, Estrada, Modipo, Boneke, Otanga, Bolopá, Eyeme, Eyanga, Ebute, Noula, Upolo..., se convirtió en prueba inculpatoria: nunca fue tan fácil tirar de la manta, como con La Gaceta de Madrid del 5 Noviembre 1936.

O con aquellos que integraban algunos de los talleres masónicos: En el imprescindible Guinea Ecuatorial (des)conocida: (Lo que sabemos, ignoramos, inventamos y deformamos acerca de su pasado y su presente), se recoge cómo la población local en la búsqueda por ascender socialmente en se incorpora a la Logia Fernandina, junto a liberales y republicanos españoles. En PARES tiene ficha del Tribunal Especial para la Represión de la Masonería y el Comunismo, entre otros, Guillermo Barleycorn Beckley (archivada por ser súbdito inglés), Eduardo Barleycorn Atti, los hermanos Abilio y Manuel Balboa Arkins o Daniel Macati Kinson... Especialmente revelador será este testimonio de «Edward Barleykorn, (...) Como de pasada, mencionó que, al final de la guerra civil española, le habían embarcado rumbo a España junto con otros masones. Los masones blancos habían sido ejecutados por los franquistas; él, que pertenecía a una logia de Sierra Leona, quedó libre».

Con respecto a la participación de guineanos como combatientes,«J. Lahsen -aclara Francisco Sánchez Ruano- citó antes a cinco guineanos que combatieron en el 1º tabor de Tiradores de Ifni, episodio de los más ignorados de la guerra, hasta tal punto que los historiadores guineanos desconocen la cifra exacta de los sodados guineanos de Franco, apuntando más de cien. La situación era compleja pues los negros de Guinea hispana no eran personas jurídicas, pese a que la Guardia Colonial -la antigua Guardia Nacional Republicana- pasó al ejército de Franco el 24 de octubre de 1936. No obstante -en la guerra todo es posible por pura necesidad-, el decreto de 29 de agosto de 1936 les permitió su incorporación al Tercio; probablemente porque entonces cualquier español o extranjero podría dar no sólo nombre supuesto sino cualquier nacionalidad y edad. Es por lo que los voluntarios guineanos fueron embarcados en los puertos de Santa Isabel y Bata, desde el 1 de diciembre de 1936, con destino a Marruecos donde los incorporaron a unidades con otros negros de otros países: Mauritania, Senegal y Mali, entonces colonias francesas.»

Es curioso, sin embargo, los testimonios de participación en el frente de los ecuatoguineamos. Aunque fueran pocos, los hubo. Como muestra:

Grey, era una especie de botones, sin horarios. Eso le salvó de trabajar en las duras canteras.
Ahora bien, estaba a la merced de los impulsos asesinos de los oficiales para los que servía.
  • Lucía Mbomío nos cuenta de «uno de los negros que tuvo la desgracia de pasar 4 años de su vida en ese infierno nazi fue José Carlos Grey Molay. En su ficha de entrada ponía que era voluntario español rojo originario de Cataluña. Era negro. En realidad venía de Guinea Ecuatorial, antigua colonia española. Fue a España a estudiar medicina, en Cataluña aprendió el idioma y se integró en el movimiento de defensa de la república. El avance franquista provocó que, como tantos otros, se desplazara a Francia, lugar en el que se integró en la resistencia contra el movimiento de Petain. En 1941 le capturaron y le llevaron a Mauthausen». Saldrá del campo de concentración con la liberación del mismo, apátrida como exiliado republicano y sin una Guinea Ecuatorial a la que regresar. Morirá en los 80 nacionalizado francés.
  • En el otro extremo, Juan Manuel Tray, falangista, veterano y mutilado de la Guerra Civil, que llegó a presentarse -infructuosamente- como voluntario de la división azul. Fue el militar ecuatoguineano de mayor rango en el ejército español, pero el conflictivo proceso de consolidación de la república de Guinea Ecuatorial le costaron su carrera militar. 
Un soldado negro atendido por una enfermera en un hospital de la España franquista. (Fotografía de la BNE incluida en Islam y Guerra Civil Española: moros con Franco y con la República de Francisco Sánchez Ruano)
Tray es el tercero por la derecha. Fotografía tomada en la base aérea de Los Llanos, en Albacete, en el año 1947.

  • Adolfo Obian Biko resume igualmente el caso de Rafael Ndong Asue, el Sargento Guerra Tonga, que «a los 25 años de edad luchó con las tropas nacionalistas del general Franco y dirigió las operaciones militares que dieron lugar a la liberación del Río Muni de las fuerzas republicanas contra Franco en Guinea. Se dice que durante la guerra liberó heroicamente a muchos españoles, entre otros sacerdotes y monjas encarcelados por las tropas comunistas opuestas a Franco en Bata. Su actuación durante la guerra civil le mereció el honor y numerosas condecoraciones militares. (...) En 1957 fue despedido del ejército y confinado en su pueblo natal de Ekumanguma (Río Benito) por haber zurrado a un instructor español de la Guardia Colonial en Akurenám (Rio Muni) (...) Murió en su pueblo un 18 de octubre de 1965, abandonado en la miseria y sin recompensa financiera ni material de España tras 45 años de servicio militar español».

Los denominados "falangistas morenos".
Concluye Donato Ndongo-Bidyogo que «aunque pocos guineanos participaron activamente en la Guerra Civil -tema aún por estudiar en profundidad-, debido a consideraciones demográficas, climatológicas y por el costo del transporte e instrucción, la temprana adscripción de Guinea a la Zona Nacional determinó su clasificación como “territorio de aprovisionamiento”. Sus recursos humanos se aplicaron a la producción de aquellos bienes necesarios para las necesidades de la guerra en la Península». O en palabras de Gustau Nerín, «en Guinea Ecuatorial no se efectuó ninguna leva masiva, ya que la mano de obra autóctona era necesaria para las plantaciones de productos tropicales, que resultaron esenciales para la economía de guerra».

Sobre el uso del territorio ecuatorial como el granero en la retaguardia, lo recogemos en varias entradas del blog, ya que esa labor de financiación tuvo necesariamente que recaer sobre las espaldas de la población local.

Al final, la "gran palabra" no fue sólo cosa de blancos.

Lo que no queda tan claro, es si en el Monumento a los Caídos de Punta Fernanda o en el de Kogo se guarda también memoria por los muertos ecuatoguineanos.