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martes, 20 de agosto de 2019

Gran palabra tienen los blancos

«...el ejército nacionalista compuesto
de italianos, alemanes, polacos,
portugueses, rumanos, negros de Fernando Poo,
cuentan desde hace unas semanas...»
La historiografía franquista desvincula a la población local de la guerra civil: sufrirán el resultado del conflicto, pero éste se restringirá a la población europea del territorio en una especie de pacto de silencio tácito para evitar cambios en el statu quo colonial.

Según Francisco Martos Avila, Juez de 1ª Instancia de los Territorios Españoles del Golfo de Guinea, la población local permanecerá como mera espectadora. Lo expresa a través de Lorenzo Bela, el cual «como todos los demás bubis está consternado al ver hasta una veintena de europeos detenidos -cosa nunca vista en la Colonia- y afirman con horror, presos de un incontenible pánico, presagiador de grandes males: "gran palabra tienen los blancos..."».
Según ese relato, la población indígena -militares incluidos- tan sólo habrían sido observadores no participantes de la alternancia entre europeos, y de disputa de «blancos contra blancos», limitándose a respetar a la autoridad de turno.
Concuerda con Ciriaco Bokesa Napo, el cual en El Patio recoge la afirmación de que «como bien se dignaron informarme los octogenarios D. Alfredo Mpesó y D. Carlos Peleté, “la guerra civil española era cosa entre blancos aquí en Santa Isabel; nosotros, los indígenas, pasábamos de ello”».

Pero ¿es eso cierto?

Al igual que cuesta rastrear información sobre el conflicto entre europeos... en lo que a la población local se refiere, ésta está invisibilizada. A través de este paseo por la Calle 19 de Septiembre de la vieja Santa Isabel podemos rescatar indicios de que no fueron meros espectadores.

Armemos el puzzle:

1938. Pza. de Santa Isabel.
Misa de campaña por los muertos en la guerra.

«El ingeniero Luis Sánchez Guerra, gobernador general, asustado por el ambiente levantisco recién importado de la metrópoli,declara el estado de excepción ya el 5 de junio de 1936 y pide urgentemente un barco de guerra para calmar los ánimos. El 24 de junio llega a Santa Isabel el crucero Méndez Núñez».

Nos contextualiza Luis Eugenio Togores Sánchez en "El alzamiento y la guerra en la colonia de Guinea española" (1990): 

«Lo único que enturbió esta tranquilidad en los días que precedieron a la Guerra Civil fueron algunos rumores respecto a un alzamiento nativo, lo que originó el estado de alerta de la Guardia Colonial, y la petición de que fuera enviado un crucero, el Méndez Núñez, a Santa Isabel, donde llegó el 24 de junio.
El pequeño Frente Popular local, incitado por los marineros del Méndez Núñez, acometió algunas acciones, como la realización de un mitin en el que se incitaba a los negros a sublevarse contra los blancos, así como la prohibición de la catequesis y el cierre de algunas iglesias, pero sin llegar a producirse brotes destacables de violencia.

El guineano Donato Ndongo nos narra en estos términos lo ocurrido el día del alzamiento en Santa Isabel: “Cuando se anunció en la tarde del 18 de julio la sublevación de las tropas estacionadas en Marruecos, nadie se inquietó”.

Los coloniales se mantenían tranquilos ante los frentes populistas, salvo en la cuestión de incitar a los negros a la sublevación, en tanto que la Guardia Colonial permanecía fiel al Gobernador. El propio gobernador manifestaba una cierta preocupación en relación a la población negra, como demuestran las siguientes líneas escritas a un amigo: “estamos abocados a que la población negra de las islas y el continente, que suma 150.000, se subleven y nos arrojen al mar sin distinción de banderas”. Primaba el espíritu colonial sobre el metropolitano en amplios sectores de la población».

Tras la toma de la ciudad la noche del 18 de septiembre, cuenta Juan Ramírez Dampierre -Vicecónsul portugues en Fernando Poo-, que: «Los presos políticos en número de cuarenta, están bien guardados y vigilados por las milicias, como también bien tratados, pudiendo recibir de sus casas o pensión las comidas y todo lo que necesiten para su uso personal, pero sin comunicación con el exterior del enorme barracón de cemento, donde se encuentran muy bien instalados bajo rigurosa vigilancia. Entre ellos hay media docena de funcionarios de la Secretaria General del Gobierno, cuatro de la Administración de Hacienda, tres de la Administración de Correos, incluyendo el propio Administrador y varios particulares, algunos sin importancia, además de dos negros. También el capitán del Puerto se encuentra entre ellos, señalado como Gobernador Central Comunista».

Escaramuza de Bolondó
según la iconografía franquista.
El triunfo del golpe de Estado en la isla, genera un levantamiento en armas en el continente que -seguimos con L. Togores- se resolvió «tras un pequeño combate -sólo hubo dos bajas, y ambos nativos de la Guardia Colonial- entre nacionalistas y republicanos cerca de Bolondó, a orillas del río Ekuku, donde el avance de los nacionalistas continentales fue frenado tras ser amenazados con fusilar rehenes, se produce un canje de prisioneros y la salida de los nacionalistas de territorio continental por medio del vapor alemán Wakama y del sueco Aodrin hacia Camerún y Gabón, para luego, con la mayor brevedad, pasar a Santa Isabel».

Como señala Wharton, «a nivel práctico, fue la población nativa la que sufrió las privaciones y bajas de la Guerra Civil, debido a que ambos bandos los reclutaron forzadamente para formar parte de sus tropas como soldados de a pie y a que la escasez de comida afectó fundamentalmente a la población nativa y, en particular, a los niños».

Mientras, según el vicecónsul portugués, en la isla «el número de presos políticos o sospechosos, continúa creciendo y algunos que habían sido puestos en libertad, poco después, por considerarlos inofensivos, fueron de nuevo capturados al hacerse nuevos registros en sus domicilios o por haber nuevas denuncias contra ellos».

Con la llegada del Ciudad de Mahón, se produce el hundimiento del Fernando Poo y el consiguiente bombardeo de Bata. Rodrigo Miralles, testigo del bombardeo escribe al Diario de Almería desde su exilio en Camerún: «Después de bombardear el barco, el Ciudad de Mahón empezó a disparar sobre Bata, sin tener en cuenta que es una población indígena y que los negros están al margen de toda lucha entre nosotros. Poco podíamos hacer con nuestro medio centenar escaso de roñosos mosquetones contra los cañones y ametralladoras del Ciudad de Mahón...».

Cuenta Ángel Miguel Pozanco que «los fascistas, llegados desde Canarias, estaban asistidos por un tabor de regulares, trescientos milicianos falangistas y una centuria de coloniales. Nos fueron hechos varios prisioneros, en los que la sevicia característica fascista se empleó inhumanamente. Resultaron muertos varios europeos e indígenas leales a nuestra causa».

Tras el bombardeo de Bata, las tropas marroquí son desembarcadas, y -según Pozanco- «no respetaron nada ni a nadie». Tras la marcha del Ciudad de Mahón rumbo a Santa Isabel, donde es recibido por las autoridades franquistas, «la nueva guardia marroquí controlaba todo [en la zona continental] y cometió toda clase de abusos incontrolados con los nativos, muchos de los cuales también emigraron al Camerún». En "La guerra que vino de África", Gustau Nerín afirma igualmente que «las razzias alcanzaron la lejana Guinea; allí los áscaris de Ifni se llevaban todo aquello que deseaban de factorías y viviendas», así como que «las violaciones no constituían un mito. Los oficiales de unidades marroquíes permitieron que sus hombres cometiesen abusos sexuales en muchos puntos de Andalucía y también en la Guinea Española».

Gustau Nerín documenta también la huida de los republicanos ante el bombardeo y desembarco en Bata, los cuales «se iban a pie, en condiciones extremas, porque habían abandonado sus hogares lo más rápido posible. Según algunos guineanos, testigos de la huida, había incluso niños blancos desnudos».
El repliegue acaba generando un fuerte tiroteo -cuando el brigada Fontanet, que decide resistir en Ebebiyin, ultimo puesto antes de Camerún,- en el bosque de Kangañe, en la desembocadura del río Utamboni, con bajas en ambos bandos.


Terminado el conflicto armado, nos cuenta Donato Ndongo-Bidyogo en Franco no ha muerto en Guinea Ecuatorial. Proyección del fascismo en el golfo de Guinea entre 1935 y 1945 que «Son de un marcado carácter represivo las primeras disposiciones de la cabeza visible del Nuevo Estado en la colonia, el teniente coronel Luis Serrano, jefe de la Guardia Colonial. Destaca la prohibición del abono de nóminas “sin la presencia del interesado”, orden destinada a suspender de empleo y sueldo a los empleados que hubiesen huido o estuviesen presos, y facilitar la localización de los escondidos; decretó la baja de cuantos funcionarios prestaran sus servicios en la Guinea continental “hasta tanto se depure individualmente su conducta”; el Gobierno General incautó todos los bienes de las “personas desafectas al Movimiento Salvador de España”, consideradas tales los detenidos por haberse opuesto directa o indirectamente a la sublevación. Desde el 20 de octubre, ningún funcionario podía percibir haberes con cargo a los presupuestos generales de la colonia o cualquier otro organismo público, semipúblico o que tuviese préstamos de entidades oficiales, sin antes adherirse al nuevo régimen mediante juramento solemne de “absoluta fidelidad y lealtad”, disposiciones que afectaban por igual a colonos y nativos. Los misioneros claretianos recuperaron el monopolio de la enseñanza y todas las prerrogativas y prebendas de que gozaban antes de la proclamación de la República.

La ordenanza del 28 de septiembre determinó que la enseñanza en la colonia debía responder “a las conveniencias nacionales”; los juegos infantiles, obligatorios, tenderían “a la exaltación del patriotismo sano y entusiasta de la España nueva”, y se debía informar a la autoridad “toda manifestación de debilidad u orientación opuesta a la sana y patriótica actitud del Ejército y pueblo español que siente a España grande y única, desligada de conceptos antiespañolistas que solo conducen a la barbarie”. Al amparo de esta orden, y del bando que había declarado ilegales “la masonería y demás asociaciones de naturaleza secreta”, fueron represaliados muchos auxiliares indígenas que habían mantenido relaciones de amistad o habían protegido de cualquier forma a simpatizantes del Frente Popular, incluidos sus criados y cuantos se mostraron receptivos a las ideas antifascistas, o, simplemente comentaban con desaprobación la brutalidad de la represión desencadenada entre septiembre y diciembre de 1936. Asociaciones clánicas y tribales fueron perseguidas, la religión católica restablecida como única y obligatoria, y algunos jefes de poblado, incursos en cualquiera de las múltiples “responsabilidades” introducidas por la nueva legislación, fueron deportados a la isla de Annobón, de donde muchos no regresaron».
  • Es dificil obtener la información, pero entre esos nativos represaliados estaría, por ejemplo Armengol Nicol, que según el juez Francisco Martos Avila, sufrió una paulatina degradación, física y moral, ya que le «"hicieron mella en su espíritu, blando como la cera, la propaganda del Frente Popular que entonces, durante la figurada estancia de Armengol en España, comenzaba a manifestarse en la Metrópoli". A su vuelta, ese supuesto proceso degenerativo se vería acrecentado: en su malestar el exbecario "empieza a germinar el espíritu rebelde de un descontento, de un injustamente tratado, de un traidor...". En definitiva, se le acabará retirando el reconocimiento de emancipado (lo que supone la muerte civil) y -tras la información de su arresto por apoyo al Gobierno republicano- se pierde su pista...». 
  • Por el contrario, Jesus Maria Bakale estudiante para perito agrícola, «quien había sido becario en España y se le retiró la beca, por sus ideas antimarxistas» según el gobernador Fontán, por lo que a inicios de 1939 le recomendaba para un empleo público. Aunque el periódico La Guinea Española -nada sospechoso de ser pro marxista- en su edición del 28 octubre de 1934 arremetía contra él con un contundente «no hay derecho a que aprovechándose de unas ocasiones o circunstancias saturadas de un nerviosismo acentuado cual es el producido por la actual lucha social que afecta a todas las naciones, se llegue a la villanía de calumniar y mentir de una manera tan desenvuelta como lo hace».
  • O el desconocido guardia colonial Simón N'Ganye Camerún, detenido tras la toma de Bata e internado con los 150 coloniales en el campo de concentración del viejo lazareto de Gando, en Las Palmas. Finalmente, fue juzgado en consejo de guerra el 22 Junio de 1938, en el salón de actos del RIC-39 en La Isleta. Se puso así fin a los casi dos años de prisión entre Santa Isabel y Las Palmas, al ser absuelto por la circunstancia eximente de "obediencia debida" (le ordenaron desarmar a un Oficial que hizo ademán de defenderse antes de su detención, poniéndole el fusil en el pecho).
Razonaba Patricio Nbe en su viejo blog que «nunca se ha hablado entre los colonos de las ejecuciones de blancos peninsulares y españoles por parte de sus homónimos que parece ser que hubo en los primeros días de la guerra, ni siquiera de las batallas de la guerra civil en Guinea», lo cual concuerda con Francisco Sánchez Ruano, quien afirmaba en Islam y Guerra Civil Española: moros con Franco y con la República que tras la caída de Bata «los prisioneros españoles y guineanos que hicieron los canarios fueron fusilados en su mayoría, y si en el caso de los españoles izquierdistas sí puede entenderse en la mecánica represiva de los rebeldes en España y Marruecos, no es fácil comprender el motivo de la represión con los guineanos, pues los negros solían obedecer por simple costumbre a los españoles que mandaban. Pero los rebeldes encargaron al cabo camerunés Bonifacio Bonibey denunciar a todos los guineanos fieles a la República, siendo detenidos y deportados a Annobón».

Y en ese caso, la lista de donantes de las 10.353,65 pesetas para la República, en la que abundaban apellidos de orígen africano y fernandino, como Barleycorns, Roku, Muañache, N'guema, N'sé, Obiang, Esono, Estrada, Modipo, Boneke, Otanga, Bolopá, Eyeme, Eyanga, Ebute, Noula, Upolo..., se convirtió en prueba inculpatoria: nunca fue tan fácil tirar de la manta, como con La Gaceta de Madrid del 5 Noviembre 1936.

O con aquellos que integraban algunos de los talleres masónicos: En el imprescindible Guinea Ecuatorial (des)conocida: (Lo que sabemos, ignoramos, inventamos y deformamos acerca de su pasado y su presente), se recoge cómo la población local en la búsqueda por ascender socialmente en se incorpora a la Logia Fernandina, junto a liberales y republicanos españoles. En PARES tiene ficha del Tribunal Especial para la Represión de la Masonería y el Comunismo, entre otros, Guillermo Barleycorn Beckley (archivada por ser súbdito inglés), Eduardo Barleycorn Atti, los hermanos Abilio y Manuel Balboa Arkins o Daniel Macati Kinson... Especialmente revelador será este testimonio de «Edward Barleykorn, (...) Como de pasada, mencionó que, al final de la guerra civil española, le habían embarcado rumbo a España junto con otros masones. Los masones blancos habían sido ejecutados por los franquistas; él, que pertenecía a una logia de Sierra Leona, quedó libre».

Con respecto a la participación de guineanos como combatientes,«J. Lahsen -aclara Francisco Sánchez Ruano- citó antes a cinco guineanos que combatieron en el 1º tabor de Tiradores de Ifni, episodio de los más ignorados de la guerra, hasta tal punto que los historiadores guineanos desconocen la cifra exacta de los sodados guineanos de Franco, apuntando más de cien. La situación era compleja pues los negros de Guinea hispana no eran personas jurídicas, pese a que la Guardia Colonial -la antigua Guardia Nacional Republicana- pasó al ejército de Franco el 24 de octubre de 1936. No obstante -en la guerra todo es posible por pura necesidad-, el decreto de 29 de agosto de 1936 les permitió su incorporación al Tercio; probablemente porque entonces cualquier español o extranjero podría dar no sólo nombre supuesto sino cualquier nacionalidad y edad. Es por lo que los voluntarios guineanos fueron embarcados en los puertos de Santa Isabel y Bata, desde el 1 de diciembre de 1936, con destino a Marruecos donde los incorporaron a unidades con otros negros de otros países: Mauritania, Senegal y Mali, entonces colonias francesas.»

Es curioso, sin embargo, los testimonios de participación en el frente de los ecuatoguineamos. Aunque fueran pocos, los hubo. Como muestra:

Grey, era una especie de botones, sin horarios. Eso le salvó de trabajar en las duras canteras.
Ahora bien, estaba a la merced de los impulsos asesinos de los oficiales para los que servía.
  • Lucía Mbomío nos cuenta de «uno de los negros que tuvo la desgracia de pasar 4 años de su vida en ese infierno nazi fue José Carlos Grey Molay. En su ficha de entrada ponía que era voluntario español rojo originario de Cataluña. Era negro. En realidad venía de Guinea Ecuatorial, antigua colonia española. Fue a España a estudiar medicina, en Cataluña aprendió el idioma y se integró en el movimiento de defensa de la república. El avance franquista provocó que, como tantos otros, se desplazara a Francia, lugar en el que se integró en la resistencia contra el movimiento de Petain. En 1941 le capturaron y le llevaron a Mauthausen». Saldrá del campo de concentración con la liberación del mismo, apátrida como exiliado republicano y sin una Guinea Ecuatorial a la que regresar. Morirá en los 80 nacionalizado francés.
  • En el otro extremo, Juan Manuel Tray, falangista, veterano y mutilado de la Guerra Civil, que llegó a presentarse -infructuosamente- como voluntario de la división azul. Fue el militar ecuatoguineano de mayor rango en el ejército español, pero el conflictivo proceso de consolidación de la república de Guinea Ecuatorial le costaron su carrera militar. 
Un soldado negro atendido por una enfermera en un hospital de la España franquista. (Fotografía de la BNE incluida en Islam y Guerra Civil Española: moros con Franco y con la República de Francisco Sánchez Ruano)
Tray es el tercero por la derecha. Fotografía tomada en la base aérea de Los Llanos, en Albacete, en el año 1947.

  • Adolfo Obian Biko resume igualmente el caso de Rafael Ndong Asue, el Sargento Guerra Tonga, que «a los 25 años de edad luchó con las tropas nacionalistas del general Franco y dirigió las operaciones militares que dieron lugar a la liberación del Río Muni de las fuerzas republicanas contra Franco en Guinea. Se dice que durante la guerra liberó heroicamente a muchos españoles, entre otros sacerdotes y monjas encarcelados por las tropas comunistas opuestas a Franco en Bata. Su actuación durante la guerra civil le mereció el honor y numerosas condecoraciones militares. (...) En 1957 fue despedido del ejército y confinado en su pueblo natal de Ekumanguma (Río Benito) por haber zurrado a un instructor español de la Guardia Colonial en Akurenám (Rio Muni) (...) Murió en su pueblo un 18 de octubre de 1965, abandonado en la miseria y sin recompensa financiera ni material de España tras 45 años de servicio militar español».

Los denominados "falangistas morenos".
Concluye Donato Ndongo-Bidyogo que «aunque pocos guineanos participaron activamente en la Guerra Civil -tema aún por estudiar en profundidad-, debido a consideraciones demográficas, climatológicas y por el costo del transporte e instrucción, la temprana adscripción de Guinea a la Zona Nacional determinó su clasificación como “territorio de aprovisionamiento”. Sus recursos humanos se aplicaron a la producción de aquellos bienes necesarios para las necesidades de la guerra en la Península». O en palabras de Gustau Nerín, «en Guinea Ecuatorial no se efectuó ninguna leva masiva, ya que la mano de obra autóctona era necesaria para las plantaciones de productos tropicales, que resultaron esenciales para la economía de guerra».

Sobre el uso del territorio ecuatorial como el granero en la retaguardia, lo recogemos en varias entradas del blog, ya que esa labor de financiación tuvo necesariamente que recaer sobre las espaldas de la población local.

Al final, la "gran palabra" no fue sólo cosa de blancos.

Lo que no queda tan claro, es si en el Monumento a los Caídos de Punta Fernanda o en el de Kogo se guarda también memoria por los muertos ecuatoguineanos.

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