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martes, 19 de septiembre de 2017

La proyección del fascismo en el Golfo de Guinea (1936-1945)

Cuenta Donato Ndongo Bidyogo en la ponencia "La proyección del fascismo en el Golfo de Guinea (1936-1945)" realizada dentro del III Seminario Internacional Sobre Guinea Ecuatorial que:

(...)

No revistieron importancia militar las breves escaramuzas de la Guerra Civil en el golfo de Guinea. Aunque se confirmaría en octubre, con la llegada de las tropas de ocupación –integradas por marroquíes–, en septiembre estaba consolidada la situación a favor del bando franquista. Son de un marcado carácter represivo las primeras disposiciones de la cabeza visible del Nuevo Estado en la colonia, el teniente coronel Luis Serrano, jefe de la Guardia Colonial. Destaca la prohibición del abono de nóminas “sin la presencia del interesado”, orden destinada a suspender de empleo y sueldo a los empleados que hubiesen huido o estuviesen presos, y facilitar la localización de los escondidos; decretó la baja de cuantos funcionarios prestaran sus servicios en la Guinea continental “hasta tanto se depure individualmente su conducta”; el Gobierno General incautó todos los bienes de las “personas desafectas al Movimiento Salvador de España”, consideradas tales los detenidos por haberse opuesto directa o indirectamente a la sublevación. Desde el 20 de octubre, ningún funcionario podía percibir haberes con cargo a los presupuestos generales de la colonia o cualquier otro organismo público, semipúblico o que tuviese préstamos de entidades oficiales, sin antes adherirse al nuevo régimen mediante juramento solemne de “absoluta fidelidad y lealtad”, disposiciones que afectaban por igual a colonos y nativos. Los misioneros claretianos recuperaron el monopolio de la enseñanza y todas las prerrogativas y prebendas de que gozaban antes de la proclamación de la República.

La ordenanza del 28 de septiembre determinó que la enseñanza en la colonia debía responder “a las
Niños cantando el «Cara al sol» con el maestro antes de entrar en la escuela.
conveniencias nacionales”; los juegos infantiles, obligatorios, tenderían “a la exaltación del patriotismo sano y entusiasta de la España nueva”, y se debía informar a la autoridad “toda manifestación de debilidad u orientación opuesta a la sana y patriótica actitud del Ejército y pueblo español que siente a España grande y única, desligada de conceptos antiespañolistas que solo conducen a la barbarie”. Al amparo de esta orden, y del bando que había declarado ilegales “la masonería y demás asociaciones de naturaleza secreta”, fueron represaliados muchos auxiliares indígenas que habían mantenido relaciones de amistad o habían protegido de cualquier forma a simpatizantes del Frente Popular, incluidos sus criados y cuantos se mostraron receptivos a las ideas antifascistas, o, simplemente comentaban con desaprobación la brutalidad de la represión desencadenada entre septiembre y diciembre de 1936. Asociaciones clánicas y tribales fueron perseguidas, la religión católica restablecida como única y obligatoria, y algunos jefes de poblado, incursos en cualquiera de las múltiples “responsabilidades” introducidas por la nueva legislación, fueron deportados a la isla de Annobón, de donde muchos no regresaron.

Aunque pocos guineanos participaron activamente en la Guerra Civil –tema aún por estudiar en profundidad–, debido a consideraciones demográficas, climatológicas y por el costo del transporte e instrucción, la temprana adscripción de Guinea a la Zona Nacional determinó su clasificación como “territorio de aprovisionamiento”. Sus recursos humanos se aplicaron a la producción de aquellos bienes necesarios para las necesidades de la guerra en la Península. Las Juntas de Importación y Exportación, creadas el 30 de octubre, pasaron a fiscalizar en favor del Gobierno de Burgos la venta de todos los productos coloniales, estableciendo un control estricto de entradas y salidas de mercancías, y examinando las cuentas de las ventas de cacao, café, madera  y otros productos, con la misión fundamental de determinar con exactitud el 20 % anual aprobado por la Cámara Oficial Agrícola de Fernando Poo como “donación gratuita” al Movimiento Nacional. Se creó un Sindicato de la Madera, seción de la cámara con sede en Bata, encargado de fiscalizar la exportación de maderas y normalizar las explotaciones abandonadas o dañadas por sus gerentes o trabajadores blancos afectos al bando republicano. En junio de 1937 se nombró la primera Comisión Delegada del Sindicado Maderero en la Metrópolis, dependiente de la Comisión de Industria y Comercio de la Junta Técnica del Estado, el primer Gobierno de Franco. Merece la pena detenerse sobre esta cuestión, puesto que, hasta la independencia de Guinea Ecuatorial en 1968, persistió la polémica sobre el carácter voluntario u obligatorio de la donación del 20 % de la producción colonial al bando sublevado. Algunos colonos sostenían que la idea había partido de la cámara, deseosos finqueros y comerciantes de congraciarse con las nuevas autoridades. Los documentos demuestran lo contrario. La ordenanza del gobernador Serrano, de 23 de septiembre de 1936, restableció el estatuto de la cámara de 1928, suprimiendo las modificaciones introducidas en junio de 1935, una de las cuales era la elección democrática de sus órganos de gobierno. Serrano designó presidente a su amigo Francisco Potau, conocido ultraconservador, y nombró vocales a otros destacados integristas, entre ellos Alfredo Casajuana, Antonia Llorens y Joaquín Mallo. A esa dirección afín sugirió Serrano la importante aportación de la colonia al bando franquismo. El 31 de octubre, el Gobierno General –no la propia cámara– estableció las normas para la donación: cada finquero o comerciante fue obligado a entregar a la Junta de Importación y Exportación el mencionado porcentaje sobre su producción en especie, envasada y situada en el puerto de embarque, en el plazo y fecha designados. La Junta podía desestimar la aportación si, a su juicio, no reunía las calidades y cantidades exigidas. Sin mencionar la coacción, Serrano cablegrafió al general Franco que los más importantes madereros habían “ofrecido la totalidad de los beneficios de su producción de ese año” al Movimiento Nacional, situando la misma en Hamburgo, transportada por buques extranjeros, donde se procedería a su venta. “Isla ofrece igual carácter impuesto voluntario –dice el radiograma– veinte por ciento sobre valor venta fruto cacao, café, bambú y disposición totalidad divisas se obtengan”. El gobernador interino, que calculaba la cosecha de cacao de ese año en 11.000 toneladas, resaltaba el supuesto gesto de los colonos como “expresión fervoroso entusiasmo patriótico y especial adhesión personal”, “dadas las circunstancias críticas” por las que atravesaba, en su opinión, la economía colonial.

Ni hubo, pues, “donación”, ni fue “generosa” y “entusiasta”. Lo demuestra la autorización obtenida para una subida general, precisamente en un 20 %, de todos los artículos de importación y exportación de la colonia, de modo que los colonos no perdieron ni un céntimo. Si para los españoles afincados en Guinea era difícil evadir la orden de “donación” –por las dificultades burocráticas y el riesgo de ser considerado “tibio” o “desafecto”, con las consecuencias pertinentes, según hemos visto–, para las empresas alemanas resultó muy fácil demostrar que “no estaban en condiciones” de hacer frente a aquel pago, aunque se beneficiaron del aumento de los precios. La Embajada de la Alemania de Hitler se encargaba de tramitar ante la Junta Técnica de Franco las exenciones; de este modo, la Casa W. A. Morritz no solo no realizó donación alguna, sino que obtuvo importantes exoneraciones fiscales y otras ventajas económicas. Pese a todo, la cuestión de la “donación voluntaria” fue objeto de infinitas y agrias polémicas, murmuraciones, comentarios y actuaciones discriminatorias, dato que también desmiente la falacia argüida por el gobernador interino. Ante la enconada pero soterrada oposición suscitada por la medida, el nuevo gobernador civil y militar, capitán de navío Manuel de Mendívil y Elío, incorporado a su puesto en enero de 1937, tuvo que publicar una nueva orden, del 30 de abril, por la que decidía, “cansado ya, no aceptar donación que de tan mal grado y con tan pocas ganas se le ofrece”. El airado bando constituye un severo rapapolvo para los colonos, a quienes se recriminaba “la conducta ruin que a retaguardia observan muchos de los alegres beneficiarios” de los esfuerzos y sacrificios “de los que riegan el suelo peninsular con la sangre generosa de sus mejores hijos, españoles auténticos que por desconocer el egoísmo entregan sus vidas en defensa de los supremos ideales de libertad y civilización”. Pese la dureza de tales descalificaciones, Mendívil se negó a sancionar “conducta tan desatentada”, porque “no habrían de faltar avaros maldicientes que a lo que era justicia llamasen arbitrariedad o represalia”; y para quitarles la razón, prefería rechazar en nombre del Estado, “con noble orgullo, cuanto no se le ofreciera con espontánea y libre voluntad”.  También declinaba imponer como tributo de guerra la suma discutida “u otra mayor”, optando por atenerse “al libre impulso de cada uno de sus hijos”, relevando de toda obligación a los “desheredados que no puedan o a las almas mezquinas que no quieran suscribirlo: sabremos así quiénes son o no son buenos ciudadanos, y quiénes cumplen o no cumplen sus deberes”. De este modo, la “donación” dejó de ser obligatoria para quienes no hubiesen suscrito el acuerdo de la cámara, y potestativa para los restantes afiliados. Quienes considerasen excesivo o exiguo el 20 % tenían quince días para señalar, en carta dirigida al gobernador, el porcentaje que estuviesen dispuestos a ofrecer, si decidían aportar alguno, o declarar su negativa a contribuir. El Gobierno General publicaría posteriormente la lista de contribuyentes y aportaciones. Quienes, españoles o extranjeros, no comunicaran nada al gobernador en el plazo indicado, se entendía que seguirían pagando el 20 %. Aquellos que no estuviesen dispuestos a pagar cantidad alguna al Movimiento Nacional y, sin embargo, hubiesen gravado en un 20 % el precio de sus productos, quedaban obligados a devolver el importe al vendedor o comprador. Medidas coactivas que surtieron su efecto: como nadie se arriesgaba a ser considerado desafecto, todos los productores y comerciantes pasaron a contribuir al esfuerzo de guerra del bando de Franco, aunque a regañadientes, pues se agriaron las relaciones entre el Gobierno General y los colonos. Las autoridades consideraron a los finqueros “malos españoles”, tratándoles con rigor. La mayoría de las disposiciones posteriores, sobre todo la centralización de las actividades económicas en sindicatos estatalizados controlados desde Madrid por la Dirección General de Marruecos y Colonias, se adoptaron como represalia por la tibieza demostrada por agricultores y comerciantes coloniales. Puede encuadrarse el cese de Serrano en este contexto, pues, veterano colonial, se le reprochó su incapacidad de “meter a raya” al estamento empresarial. Anotemos que no hemos hallado nexos o fundamentos políticos o ideológicos en la oposición al pago de la “donación”; creemos, con el gobernador Mendívil, que debe atribuirse en exclusiva al egoísmo de una élite que acogió con alborozo la subida, pero se mostró reticente a pagar. También debe tenerse en cuenta que la mayoría de los españoles residentes en Guinea se sentían desvinculados de las cuestiones políticas y luchas ideológicas que enfrentaban a sus compatriotas a 6.000 kilómetros de distancia. El descontento generado por la “sugerencia” de Serrano, secundada por Potau, Mallo y demás, pudo en realidad desembocar en una secesión, al estilo de los independentismos americanos o boer. En nuestra opinión, solo el exiguo número de colonos, y su dispersión entre Fernando Poo y Río Muni, impidió la articulación de aquel conato de rebelión.

El gobernador Mendívil castigó a los colonos incrementando el tipo impositivo sobre propiedades rústicas, urbanas e industriales; quienes no pagasen en el plazo estipulado,  serían multados con el quíntuplo del principal reclamado, añadidos los recargos  correspondientes. También se empezó a cobrar una peseta como “donativo voluntario” a toda persona que visitase los barcos fondeados en cualquier puerto de la colonia. Completa las medidas recaudatorias para financiar al Ejército de Franco una disposición de febrero de 1937, que obligó a fabricantes de chocolate y otras  industrias dependientes del cacao a someterse al control estricto de la Comisión de Industria, Comercio y Abastos. Ese mismo mes se creó la Junta de Cultivos, destinada a promover la producción de alimentos locales, obligatoria para nativos y colonos. Su finalidad no era mejorar las condiciones alimenticias de los nativos, como arguyó la propaganda, sino otras: primero, restringir en la colonia el consumo de productos de importación, como el arroz, aceite de oliva, trigo, pescado salado, conservas y similares, imprescindibles en el abastecimiento de las tropas del bando nacional; incrementar el cultivo de plátanos, bananas, yuca, malanga, palmeras y piñas, productos también destinados al abastecimiento de la industria de la zona bajo control franquista. Esta orden tendría, a la larga, trascendental importancia, en dos sentidos opuestos: por un lado, consagró la discriminación incluso en la alimentación, pues a partir de entonces quedó prohibida la venta a los nativos no emancipados de conservas y aceite de oliva, al tiempo que la agricultura tradicional traspasaba por primera vez los niveles de autoconsumo para crear excedentes. Sobreabundancia que mejoró la dieta de los guineanos, creó un mercado interior y posibilitó el despegue hacia un mercado exterior de productos tropicales, absorbido por España, con las consiguientes transformaciones sociales y económicas. Fue también un intento de diversificar la agricultura colonial, abandonando el tricultivo (maderas, cacao y café). Experiencia efímera, abandonada cuando quedó estabilizada la producción agrícola metropolitana, una vez superado el bloqueo internacional decretado por los aliados durante la Segunda Guerra Mundial. Podemos afirmar, pues, que la hambruna padecida en la posguerra española fue mitigada en parte gracias a los productos guineanos. Es mi propósito seguir investigando este tema, sobre todo para aportar las cifras de las importaciones desde Guinea entre 1937 y 1950, pero puedo adelantar hoy que la reconstrucción de la infraestructura ferroviaria fue posible por la madera de Río Muni: los vagones eran de madera ligera, y las traviesas, hasta no hace demasiado tiempo, eran de madera de okume.

El 1 de marzo de 1937 se creó la Agrupación de Milicias Nacionalistas de Fernando Poo, “una
Figura de plomo de falangista guineano de 1936.
Tras el decreto de unificación,
la milicia conservó en la Guinea Española
el característico salacot en vez de la boina roja.
agrupación de patriotas que, por no haber sido movilizados, no prestan servicio en el Ejército, pero a pesar de ello se ofrecen al Generalísimo Franco, representante del Estado, para colaborar, ayudar y combatir en caso necesario”; los   nativos encuadrados en la Guardia Colonial fueron afiliados obligatoriamente. De tal agrupación nadie podía salir; su jefe fue investido como delegado de Orden Público, y, según el artículo 15 de su reglamento, todos sus mandos recayeron en oficiales y clases del Ejército, lo que equivalía a reforzar aún más la autoridad de los delegados gubernativos. El Decreto de Unificación de requetés y falangistas bajo el mando único de Franco tuvo, asimismo, su proyección en Guinea, ya que en julio siguiente se modificaba el reglamento de esa Milicia Nacional para crear una “entidad de carácter nacional”, FET y de las JONS, bajo el mando delegado del Gobernador General, jefe territorial del Movimiento. Leopoldo Martínez Rodríguez ocupó el cargo de asesor político de las milicias; Emilio Gómez Vázquez fue designado secretario territorial del partido único, y Prudencio González Altuna ocupó la jefatura militar de la milicia. El 13 de septiembre se constituía en Santa Isabel la Central Nacional-Sindicalista, integrada en esta primera etapa por los sindicatos de Agricultura, Comercio, Oficinas e Industria, “a la manera de un ejército creador, justo y ordenado”. El 14 de marzo, un decreto-ley establecía la requisa, en favor del Estado Nacional, de cuantas divisas extranjeras, joyas, objetos de oro y plata tuviesen particulares, entidades financieras o empresas, a cambio de su valor en pesetas franquistas. Quienes denunciasen a los que se negaran a acatar la orden tenían derecho a percibir la mitad de la multa
impuesta al infractor. Dada la restricción de la personalidad jurídica de los nativos no emancipados, tal orden revistió en Guinea una curiosa particularidad: ante el supuesto de que un nativo no podía tener ni divisas ni joyas, la “Ordenanza sobre la responsabilidad de los negros no emancipados” les exoneraba de los delitos de “atesoramiento ilegal” y “auxilio a la rebelión”. A este decreto-ley siguió otro, de 5 de abril de 1937, sobre incautación de bienes. Destinado en principio a adaptar en la Colonia los preceptos del decreto 108 de la Junta de Defensa Nacional, instituyó una Comisión de Incautación de Bienes presidida por el secretario general del Gobierno, Carlos Vázquez Ruiz, e integrada por José María Martín-Gamero Isla y Francisco Cánovas del Castillo Tejada, encargados de tomar cuantas medidas creyesen oportunas para evitar la ocultación o desaparición de bienes de personas que “por su actuación fueran lógicamente responsables directos o subsidiarios, por acción u omisión, de daños o perjuicios de todas clases ocasionados directamente o como consecuencia de oposición al triunfo del Movimiento Nacional”. Las personas y empresas incautadas debían presentarse a un juicio, representadas  necesariamente por el asesor letrado del Gobierno General, en función de abogado del Estado, quien, al mismo tiempo, era miembro nato de la Comisión de Incautación. El expediente para declarar administrativamente el embargo de los bienes debía ser incoado por un juez, jefe u oficial del Ejército, nombrado por la Comisión de Incautación.

El 16 de marzo se modificó el Estatuto del Comité Sindical del Cacao, al que quedaban obligatoriamente afiliados todos los productores europeos de la colonia; su Junta Peninsular adquirió las funciones de clasificación o reclasificación del producto, proponiendo al Gobierno los precios únicos que debían aplicarse, y disponiendo e interviniendo en todo lo referente a la producción, distribución y venta en España. Se inició entonces una amplia campaña de propaganda para promocionar el cacao de Fernando Poo, tanto en España como en el extranjero. El sindicato se adecuaba así a la “solución totalitaria” exigida por pequeños y medianos productores, que se sentían perjudicados por la especulación y el arbitrario incremento de precios por los intermediarios, que acogieron con gozo la supresión del libre comercio; tal normativa creó nuevos problemas, quizá mayores, como la falta de representatividad y transparencia de los comisionados, que pasaron a especular en beneficio exclusivo de la burocracia sindical y los grandes finqueros. Por ejemplo, créditos y anticipos se otorgaron desde entonces sobre existencias comprobadas y cosechas pendientes, lo cual imposibilitaba en la práctica que un pequeño agricultor aumentase su producción o mejorase su explotación. Las grandes firmas se beneficiaron también del dirigismo corporativista resultante, al estar proporcionalmente más representadas en los órganos colegiados del sindicato, impidiendo la libre iniciativa privada, por ser la única entidad autorizada a recaudar los ingresos de las ventas, pagar los gastos y adoptar cuantas medidas se relacionasen con la producción, consumo y comercialización del cacao. Si se tiene en cuenta que el comité estaba presidido por el representante del Estado, designado libremente por el presidente de la Comisión de Industria, Comercio y Abastos de la Junta Técnica del Estado –luego por el ministro de Comercio–, con voz, voto y veto sobre cualquier acuerdo, puede afirmarse que fue en Guinea donde primero se aplicó el modelo económico y social del Movimiento Nacional; su verdadero resultado fue la aparición de grandes monopolios semiestatalizados, en los que las fuerzas productivas se limitaban a ejecutar las directrices políticas emanadas de la voluntad de la “superioridad”. Modelo que, como se sabe, generó burocratización, corrupción, arbitrariedad e ineficacia operativa.

Bajo el gobierno del procónsul Mendívil y Elío, el naciente Estado Nuevo franquista abordó otro de los grandes temas coloniales: qué trato dar a los nativos. La ideología del Movimiento Nacional era imperialista. En mayo de 1935 había aparecido el libro Discurso a las juventudes de España, de Ramiro Ledesma Ramos, fundador de uno de los partidos integrantes en el Movimiento, las JONS. Calificado por José María de Areilza y Fernando María Castiella como “fundamental” para comprender la nueva interpretación de la Historia de España que forjaba el espíritu de cierta juventud encandilada con las ideas y logros de Mussolini en Italia y Hitler en Alemania, el jefe del nacionalsindicalismo invierte en esa obra la tesis “pesimista” de Ángel Ganivet en Idearium español, y “rectifica” las nostálgicas ensoñaciones de Ramiro de Maeztu en  Defensa de la Hispanidad, dos genuinos representantes de la obsesión imperialista que caracteriza a la glorificada Generación del 98. Ledesma les califica de “viejos”, pues “en su decrepitud biológica y espiritual” –dice– intentaban arrastrar a España “por el camino de la perdición”; juzgaba “erróneo” el concepto de “decadencia” aplicado a la situación internacional de España, que, para él, no había sido derrotada en 1898, solo había perdido una batalla. Bajo el seudónimo de Roberto Lanzas, este ideólogo expresó con mayor claridad su propuesta en Fascismo en España: “Sólo el triunfo en España de un movimiento nacional firmísimo pondrá a la Patria en condiciones de no pestañear ante las responsabilidades históricas que se nos echan encima. Sólo una España fuerte puede decidir las contiendas próximas de Europa en un sentido progresivo y fecundo. El secreto de un nuevo orden europeo que disponga de amplias posibilidades históricas se resume en esta consigna que nos atañe: resucitación española”. Pese a lo cual, como izquierdas y liberales, la extrema derecha española carecía de un corpus doctrinal aplicable a la política expansiva contenida en su formulación, y se debatía entre la readaptación de las obsoletas Leyes de Indias o la adopción de modelos más actualizados. Rechazaban los modelos contemporáneos experimentados por Gran Bretaña y Francia, responsables, en su opinión, del declive de España y enemigas de su resurgimiento; razón que explica la proliferación, entre 1939 y 1945, de libros y artículos analíticos sobre la organización de las posesiones españolas. Téngase en cuenta que estas fechas enmarcan el fin de la Guerra Civil y derrota de las potencias fascistas en la Segunda Guerra Mundial, a cuyo éxito esperaba auparse  Franco  para  restablecer el imperio español. No nos extenderemos aquí sobre esta cuestión apasionante; unas pocas pinceladas permiten comprender aquel debate: para los detractores del modelo francés de colonización, basado en la asimilación de los nativos a la cultura de la metrópolis, “el único mérito de Francia” consistía en “restablecer el orden en el trágico carnaval africano”; la asimilación podía ser “teóricamente justa, pero colonialmente equivocada”, al presuponer la igualdad de las razas, falacia que podía desembocar en comunismo, pues “el negro es, y será siempre, un negro, aunque la Liga de derechos del hombre lo promueva a superior rango”. Para otros, el método francés tenía la ventaja de “elevar” a los indígenas, al fundirse la raza colonizadora con la aborigen, de modo que los pueblos así formados “perpetúan las virtudes y tradiciones de la raza colonizadora: donde hay un hispanoamericano, hay un español”, argüían. La controversia se acentuaba al analizar el modelo inglés, basado en el proteccionismo o “administración indirecta”, inmoral para unos –“el principio de la sabiduría británica es no tener principios”, según Bravo Carbonell–, nefasto para tratadistas como Yglesias de la Riva, para quien conducía a preparar la emancipación. No siendo fácil la síntesis, algunos ideólogos recomendaron aplicar rasgos aislados de uno y de otro según las circunstancias. El resultado fue una colonización paternalista, plena de retórica católica, fluctuante según la coyuntura internacional: una indefinible amalgama entre rígida explotación,  en condiciones de semiesclavitud, y un apartheid más displicente que dictado por el odio, a menudo reducido en despectiva condescendencia ante seres considerados “no tan” iguales.

Todo lo cual aparece nítido en la legislación. El Reglamento General de Hospitales, de 2 de marzo de 1937, además de la consabida separación de los enfermos en salas distintas según su raza, consagra al administrador-comisario de cada centro de salud como jefe del personal indígena, debiendo éste “cumplir cuantas órdenes les sean dadas por el personal europeo de la sala” y guardar “el debido respeto a este personal y al personal europeo del Hospital”. La ordenanza de 6 de abril reformó el Reglamento de Enseñanza Colonial, en un “vehemente deseo” –escribió Heriberto Ramón Álvarez– de revalorizar la última colonia española, desde el empeño de rectificar el abandonismo del final del siglo XIX, poniendo “todo su entusiasmo y todos sus sacrificios en dar a sus escasos súbditos de color las enseñanzas y doctrinas que en los actuales tiempos no pueden ser negadas a ningún pueblo ni a ninguna raza. Clasificada por grados (primaria elemental, primaria superior, profesional y de artes gráficas), fue un primer y tímido intento de sistematizar la escolarización de los nativos, sometidos a un filtro espeso para captar a las futuras élites, escogidas por su inteligencia, dedicación y aptitud. Su característica básica era centrar la enseñanza en la dos pilares: “la Religión Católica e Historia Sagrada se enseñarán obligatoriamente en las escuelas, ocupando con la Enseñanza Patriótica el lugar preeminente que les corresponde”, con la finalidad de “conseguir ciudadanos españoles honrados, fuertes, capacitados y fervientes católicos”, lo cual se lograría “fomentando el amor a España por el conocimiento de sus instituciones fundamentales, de algunos hechos históricos y poniendo de relieve el beneficio que de ellos obtienen los indígenas”. Según una circular complementaria de la Inspección de Enseñanza, “ha de procurarse el aprendizaje y canto del Himno Nacional y demás cantos patrióticos”, aprovechando para ello “cuantas ocasiones y motivos se presenten para dar a los niños un conocimiento intuitivo de la génesis y desarrollo del Glorioso Movimiento Nacional (…) de forma que contribuya eficazmente al fomento y desarrollo del sentimiento de afecto y adhesión a una España Una, Grande y Libre, es decir, Católica e Imperial”.



Pero la carencia de medios lastraba el adoctrinamiento. Cuando se promulgó esta ordenanza sólo existían en toda Guinea 43 aulas escolares para los nativos, más una exclusiva para niños blancos, 19 de ellas en Fernando Poo, distrito que, según el censo de 1936, tenía 10.000 habitantes negros, aunque los inmigrantes y sus hijos no tenían derecho a la escolarización. El distrito continental, con una población indígena de 130.000 habitantes, disponía únicamente de 24 aulas, todas construidas con “materiales del país” por los propios nativos, al estar limitada la subvención del Estado al salario del maestro auxiliar, cuya manutención, vivienda y alimentación sufragaban también los aldeanos. Doce de las aulas estaban situadas en núcleos urbanos (ocho en Fernando Poo y cuatro en Río Muni). La población escolar era de 5.375 alumnos, 2.514 en Fernando Poo. Aunque era obligatoria la escolarización, bajo severas multas y castigos a los infractores, las enormes distancias entre los poblados y la escuela explican tan bajísima tasa de escolarización: en Fernando Poo, el 99,5 % de los alumnos vivían a menos de cinco kilómetros de la escuela; en Río Muni, la proporción se reducía al 63 %, más de la mitad de los cuales debían recorrer a pie distancias superiores a los 10 kilómetros. Un total de 56 enseñantes constituían la plantilla, 29 de los cuales residían en la isla, entre ellos los ocho blancos y el único negro titulado; en la parte continental había dos maestros titulados, ambos españoles y residentes en Bata; el resto eran auxiliares indígenas que solo enseñaban a deletrear, las cuatro reglas matemáticas básicas, los fundamentos de la doctrina cristiana y rudimentarias nociones de la Historia de España.  Por su parte, 15 escuelas dependían del Vicariato Apostólico, nueve para niños –cinco en Río Muni y cuatro en Fernando Poo– y seis para niñas (tres en cada distrito), con un total de 1.773 alumnos, de los cuales 638 eran varones. Para sufragarlas, los misioneros claretianos recibieron subvenciones del Estado por valor de 138.300 pesetas en 1939; 159.150 pesetas en 1940 y en 190.225 pesetas en 1941. El 9 de agosto quedó derogado el decreto de 24 de julio de 1932, reintegrando al Vicariato Apostólico la presidencia del Patronato de Indígenas. En julio de 1940 se devolvió al clero el disfrute de pasaje gratuito, en el servicio intercolonial y en sus desplazamientos a la Península.

El 29 de septiembre de 1937 era destituido Mendívil y Elío, aunque continuó en funciones hasta principios de diciembre. Le sustituyó el capitán de navío Juan Fontán y Lobé, que había mandado las tropas expedicionarias que tomaron Bata. Si Serrano había ganado Guinea para la causa de Franco, Mendívil asegurado la adhesión de los colonos y organizado el aprovisionamiento en retaguardia, Fontán sentaría las bases de la nueva administración colonial. En efecto, abolida la Junta Técnica del Estado tras la constitución  del primer Gobierno Nacional el 30 de enero de 1938, se creó el Servicio Nacional de Marruecos y Colonias, organismo centralizador de la política colonial. Los gastos de este servicio eran sufragados íntegramente por el presupuesto de Guinea. De ahí que la labor principal de Fontán fuese la organización institucional de la Colonia. El 27 de agosto de 1938 se publicó la ordenanza sobre administración colonial, que confirmó el nombre de Territorios Españoles del Golfo de Guinea, entidad única regida por un gobernador general dependiente directamente de la Vicepresidencia del Gobierno. El distrito de la Guinea Continental quedaba al mando de un subgobernador residente en Bata. Al frente de cada Demarcación Territorial –dos en Fernando Poo y once en Río Muni– estaba un administrador, oficial del Ejército responsable de todos los asuntos civiles y militares. El 29 de septiembre fue reorganizado el Patronato de Indígenas, constituido en “entidad de carácter público con personalidad propia y capacidad para adquirir, poseer, y enajenar bienes de toda clase, encargado de coadyuvar a la acción colonizadora del Estado, procurando el fomento, desarrollo y defensa de los intereses morales y materiales de los indígenas que no puedan valerse por sí mismos”. Reorganizada la “justicia indígena” el 10 de noviembre, se crearon los “tribunales de Raza”, instancia inferior, dirigida por el administrador territorial y un número reducido de jefes indígenas sin voz ni voto. El administrador –verdadero reyezuelo en su jurisdicción– dictaba sus resoluciones “de acuerdo con la costumbre comúnmente establecida”, siempre que ésta no fuese contraria al orden público, a los principios de la moral o a la acción civilizadora del Estado”, conceptos que, aplicados discrecionalmente por administradores territoriales y misioneros, desnaturalizaban el enunciado, al invalidar las modalidades de la organización política y social y demás prácticas consuetudinarias, en particular el derecho de familia. En contraposición a esta “justicia indígena”, se promulgó el estatuto de la “justicia europea” el 22 de diciembre, que consagraba los privilegios de los colonos.

La gestión de Fontán se caracteriza, asimismo, por el impulso de la economía colonial.  Destacan las negociaciones emprendidas con el Gobierno de Alemania para suministrar madera de Guinea al Reich, iniciadas el 7 de mayo de 1938. España estaba dispuesta a aceptar todas las condiciones de los nazis para permitir la entrada de las 15.000 toneladas de madera detenidas en sus puertos, a condición de que los alemanes sufragasen su almacenaje. Como era madera de flete, principalmente okume, el Gobierno de Franco prefería no establecer un precio global, y solicitar el examen de cada partida, sobre todo por la depreciación de la divisa británica. España se comprometía a entregar a Alemania 30.000 toneladas de okume durante 1938, con un cupo de 120.000 toneladas métricas en los dos años siguientes, con precios y fletes acordados en 35 chelines la tonelada, importe pagado en cuentas especiales del Comité de Moneda Extranjera del Gobierno de Burgos, divisas que financiarían los suministros alemanes al bando de Franco. Para ello, el Sindicato de la Madera, organismo vendedor, cedía expresamente sus derechos sobre las cantidades ingresadas en esas cuentas a favor del Comité de Moneda Extranjera. El organismo comprador alemán era la sociedad Rowak Handelsgesell, de Berlín, agente fiduciario encargado por las empresas importadoras de madera de okume. España propuso una comisión mixta de asuntos económicos y forestales que estudiara las cuestiones técnicas. El 6 de octubre, el conde de Jordana –vicepresidente del Gobierno y ministro de Asuntos Exteriores– comunicaba a su embajador en Berlín, Antonio Magaz, estas bases para las negociaciones, precisadas desde Guinea por los madereros. El 1 de diciembre se firmó en Berlín el contrato de suministro a Alemania de madera de Guinea, de cuyo texto final se desprende lo siguiente: España suministraría a los nazis 35.000 toneladas métricas de madera en 1938, y 120.000 toneladas en 1939 y 1940, en cuotas de 15.000 toneladas trimestrales. Si por cualquier razón no se pudiera servir el cupo trimestral, el Sindicato de la Madera se comprometía a no embarcar cantidad alguna de okume con destino a otro país hasta cumplir con Alemania, exceptuando el consumo interior español. Cláusula que resultaría ser el talón de Aquiles del convenio, pues, una vez iniciada la Segunda Guerra Mundial en septiembre de 1939, la marina de guerra británica dificultaría dicho suministro. Firmado por Jesús Gangoiti Barrera, presidente del sindicato, y ratificado por el embajador Magaz, este detalladísimo y draconiano contrato indica con nitidez que parte no poco importante de la deuda contraída por la España Nacional ante Alemania fue sufragada con madera de Guinea, al igual que el convenio hispano-alemán sobre suministro de cacao sirvió de garantía para la adquisición de material bélico para el Ejército de Franco. Acuerdos muy favorables para los nazis, ante la débil posición negociadora de una España en guerra, hostigada desde Guinea por empresas alemanas que, como Casa Woermann, Alfred Schmidt y Otto Mayer, hacían lo posible para favorecer los intereses de su país.

Además de los acuerdos económicos, destaca la cobertura política otorgada por Fontán a la política africana de Hitler. Finalizada la guerra española, el Gobierno de Alemania solicitó a Franco visados para Guinea en favor del doctor Ebeling y Joseph Ellendorf, que deseaban realizar “un viaje de estudios a las selvas vírgenes del Oeste de África”, calificado por los alemanes como de “suma importancia para el intercambio comercial hispano-alemán”. Si tenemos en cuenta que a lo largo de 1938 habían ido a Guinea los “investigadores” alemanes Johannes Zschcke Koeln, Walter Wilkening Muenchen, Joseph Werner y August Mueller, así como el catedrático Kleine y su ayudante Fricke, no parece descabellado afirmar que, ante la proximidad de la Segunda Guerra Mundial, tales viajes no respondían tanto a un interés científico o económico, sino político, o más bien de espionaje, relacionados con las intenciones alemanas de recuperar su antigua colonia de Camerún y parte considerable del África ecuatorial, incluida la Guinea continental española.

Veinte días antes de la sublevación, el gobernador general Luis Sánchez Guerra, “apelando a sentimientos humanitarios y patrióticos”, prohibió infligir castigos corporales a los trabajadores negros. El patrono o capataz que causara lesión por castigo físico a un bracero sería sancionado con multas gubernativas de 1.000 a 2.500 pesetas la primera vez, de 2.500 a 10.000 pesetas la segunda y la expulsión de la colonia para los reincidentes, sin perjuicio de las responsabilidades penales. Los patronos, propietarios o agentes de las fincas en que tuviese lugar el castigo corporal serían responsables subsidiarios de estas sanciones. El 21 de febrero de 1938 las autoridades franquistas modificaron dicha ordenanza, aduciendo que carecía de “aquella flexibilidad que exige la multiplicación de matices que la realidad ofrece y de aquella graduación que la diferente gravedad del daño objetivo inferido en cada caso hace necesaria”. Introduciendo un criterio “muy católico” (sic) sobre “la justicia que ha de constituir la meta de los castigos corporales a los seres humanos”, clasificaron el maltrato físico y su sanción según produjeran o no lesiones, y cuando originasen lesiones, si éstas eran leves, menos graves o graves, “distinguiendo además en todos los casos los antecedentes del autor en relación con el hecho”. Así, el europeo que apaleaba a un africano sin lesionarle pagaba una multa de 100 a 200 pesetas la primera vez, de 200 a 300 la segunda y de 300 a 500 la tercera vez. Si la lesión era leve, la sanción se establecía entre 500 y 2.500 pesetas la primera vez, de 1.500 a 4.000 la segunda y de 2.500 a 5.000 la tercera. En caso de lesiones graves, la multa oscilaba entre 1.000 y 20.000 pesetas, máximo establecido para la tercera vez; sólo a la cuarta vez podía ser expulsado. Modificaciones legislativas que tuvieron su corolario práctico, al resultar materialmente imposible –por el miedo y las trabas legales– que un negro acusase a un blanco y probase que había sido objeto de maltrato, si se tiene en cuenta que el médico que debía calificar la lesión era blanco. Además, el decreto de 12 de julio de 1940 prohibía a los administradores territoriales sancionar a los blancos con multas superiores a 500 pesetas; el límite del subgobernador se fijó en 5.000 pesetas, siendo el gobernador general la única instancia con atribuciones de hasta las 20.000 pesetas. Si recordamos que los colonizados carecían de personalidad jurídica, por lo cual estaban sujetos a la tutela del Patronato de Indígenas ante cualquier pleito que les afectase, es fácil comprender la impunidad consagrada. A los colonos, además, les amparaban normas de rango superior, que establecían que las autoridades ejercieran su potestad sancionadora “teniendo en cuenta la capacidad económica del infractor y la malicia y trascendencia social de la infracción”, y revisaran “discrecionalmente” las sanciones impuestas, hubiese o no recurso.

Otras regulaciones de esta época refuerzan la “superioridad” del colono blanco. Por el contrario, diversas modificaciones legales introducidas suponen un claro retroceso en las condiciones de los negros, inmigrantes o nativos, sobre todo en el aspecto laboral. La ordenanza del 28 de agosto de 1938, por ejemplo, reactualizó las “prestaciones personales”, trabajos forzados durante 40 días al año para todos los negros no emancipados, simultaneada con las disposiciones sobre “vagos y maleantes” del 2 y 18 de agosto de 1936 y el trabajo penitenciario colonial, que facultaban a los representantes del Estado a emplear gratuita y obligatoriamente a cualquier negro que no tuviese ocupación conocida, y a utilizar a los presos negros para cualquier trabajo –incluida la empresa privada y el servicio doméstico– pues, como expresa con claridad Yglesias de la Riva, “el régimen de internamiento como sanción en sí misma para el indígena resultaría, de no ir acompañado del trabajo, una prebenda”. Si la propiedad de los indígenas no emancipados hasta entonces estaba limitada a un máximo de 20 hectáreas por cabeza de familia, el gobernador Fontán la redujo a cuatro hectáreas, que debían obtenerse mediante subasta entre aquellos nativos que “demostraran aptitud para el cultivo”, con preferencia, por este orden, para los casados canónicamente, los que tuviesen mayor número de hijos y los poseedores de “mejores informes de conducta y hábitos  morales”. El descontento que produjo la aplicación de estas normas alimentaría focos de protesta, todavía aislados, germen de los brotes nacionalistas que cristalizarían a finales de la década siguiente.

Suprimida la vicepresidencia por Ley de 8 de agosto de 1939, sobre reorganización de la Administración Central del Estado, la Dirección General de Marruecos y Colonias –del cual dependía la delegación peninsular del Sindicato de la Madera– quedó adscrita al Ministerio de Asuntos Exteriores; el Comité de Comercio Exterior Forestal de Guinea continuó tutelado por el Ministerio de Industria y Comercio. División de competencias que puede interpretarse por la rivalidad constante, desde la supresión del Ministerio de Ultramar tras la independencia de Cuba y Filipinas, entre la Presidencia del Gobierno y el Ministerio de Asuntos Exteriores por el control de la política colonial, pero también enmarcarse en las aspiraciones imperialistas del Nuevo Estado franquista en vísperas de la Segunda Guerra Mundial. Porque a partir del 1 de septiembre de 1939 se revalorizó la posición estratégica de Guinea, pese a la “no beligerancia” de España. Días antes de la invasión de Polonia, el 21 de agosto, Alemania envió al Atlántico sur algunos buques corsarios, entre ellos el Admiral Graf Spee, con la misión de perturbar el tráfico mercante aliado. Ante ello, el Reino Unido introdujo el sistema de convoyes en su tráfico marítimo; en la semana del 5 al 12 de octubre de 1939, el Graf Spee hundió cuatro mercantes aliados, con un total de 22.300 toneladas, en la ruta entre Angola y Sierra Leona, cuyo centro geográfico es Guinea. Esta concentración de buques de guerra en la zona colonial española tuvo sus consecuencias en el orden económico y político. Las exportaciones de productos guineanos a Alemania se realizaba mayoritariamente en mercantes alemanes y suecos; ante la creciente intervención de la marina británica para obstaculizar tales transportes, las compañías navieras suecas  Nordstron & Hehin y Rederer Jonasson empezaron a poner inconvenientes para transportar el cacao y la madera guineanos. Los importadores alemanes se aprovechaban de la situación. Por ejemplo: el vapor Wagogo, que había partido de Río Benito el 23 de agosto de 1939 con destino a Hamburgo con un cargamento de 2.378 toneladas de okume, tuvo que refugiarse en el puerto de Lobito (Angola) debido al hostigamiento inglés; la empresa armadora Woermann Lines pretendía devolver la mercancía al Sindicato de la Madera, previo pago de la totalidad del flete en Hamburgo, además de un abono por arribada forzosa equivalente al 20 % sobre el valor de la mercancía, pagos exigidos en marcos alemanes o en divisas neutrales; pretensiones que contravenían el convenio vigente, que el Sindicato de la Madera y la Dirección General de Marruecos y Colonias solo consideraban “excesivas”. En lugar de exigir el cumplimiento del convenio, el Gobierno español propuso realizar el pago en pesetas y una rebaja del abono por arribada forzosa. Otro ejemplo: el buque español Domine fue retenido en el verano de 1940 en el puerto de Freetown (Sierra Leona) por buques ingleses, que requisaron el cargamento de cacao y la correspondencia oficial y privada; sorprende el tono extremadamente conciliador de las notas de protesta españolas, que expresan la violación de su soberanía, pero, sobre todo, se quejan del perjuicio económico causado a la colonia. La razón esgrimida por los ingleses para apresar buques españoles fue el conocimiento del encargo realizado por el Ministerio de Industria y Comercio al Comité Sindical del Cacao para la cesión de 2.000 toneladas de cacao con destino al Gobierno de Italia que, junto al acuerdo suscrito con Alemania, rompía la supuesta neutralidad española. Pero España negaba tales transacciones, alegando que la mercancía era transportada desde su colonia para su propio consumo interior y no para exportar a ningún país en guerra con Gran Bretaña. Los ingleses tragaron la mentira, pero desde entonces la marina británica obligó a navegar a los barcos españoles con un certificado expedido por su Embajada en Madrid, llamado navicert, tema importante por las cuantiosas pérdidas económicas que supuso para España a lo largo de la guerra, que revela, además, el inestable equilibrio diplomático en que se movía el naciente régimen franquista. Su análisis pormenorizado excede los propósitos de nuestra exposición, pero podremos volver sobre ello en algún otro momento. En todo caso, nos sugiere las implicaciones de  Guinea en la Segunda Guerra Mundial, sobre todo las intensas negociaciones desarrolladas en Berlín y Roma entre 1939 y septiembre de 1942 por Juan Luis Beigbeder y Ramón Serrano Súñer, ministros de Asuntos Exteriores de Franco, y los intentos de España por recuperar y ampliar su espacio en África, “expoliado” –según la terminología española– por Francia en la Conferencia de París. En ese sentido, como ya han apuntado diversos historiadores, la frustración de Franco al no obtener suficientes garantías de expansión territorial en África, tras sus entrevistas con Hitler en Hendaya, el 3 de octubre de 1940, y con Mussolini en Bordighera, el 12 de febrero de 1941, fue causa decisiva para la no beligerancia de España en la Segunda Guerra Mundial. España se encontraba en posición delicada: debilitada por la Guerra Civil, con un Gobierno no consolidado pese a la dura represión, en medio de las ambiciones imperialistas cruzadas de sus presuntos aliados. Al respecto, conviene añadir las presiones del Gobierno colaboracionista de Vichy, ansioso de recuperar el África Ecuatorial francesa y demás colonias africanas controladas por la Francia Libre tras la proclama de resistencia del general De Gaulle tras firmarse el armisticio con Alemania. Desde diciembre de 1940, el mariscal Phillipe Pétain presionaba a Madrid para obtener un consulado en Bata, petición informada favorablemente por el exgobernador Fontán, nuevo director general de Marruecos y Colonias, quien ponderó sus ventajas políticas y económicas ante el subsecretario de la Presidencia, Luis Carrero Blanco. Pero Serrano Súñer la desautorizó, porque “sería un centro de intrigas que causarían conflictos y dificultarían las relaciones sui generis que  la colonia se ve obligada a mantener con los vecinos”. En todo caso, los episodios reseñados resultan significativos a nuestro entender: revelan cuestiones hasta ahora ocultadas, como la existencia de intensas relaciones económicas entre España y las potencias del Eje, y el papel de la economía guineana en la devolución de los emprésitos de la Guerra Civil a Hitler y Mussolini.

Por ultimo, resaltar una obviedad apenas percibida por los estudiosos de las cuestiones guineanas: imposible comprender nuestra deriva poscolonial sin tener en cuenta estas medidas introducidas por el régimen de Franco en Guinea de 1936 hasta que comprendió la irrealidad de la quimera neoimperial, introductoras del fascismo en aquellos territorios. Conceptos, normas y usos incrustados tan profundamente en la mente de los colonizados que marcan todavía los modos de comportamiento político de la mayor parte de nuestra clase política. Se ven en el boato, perviven en los conceptos, en la terminología, en las leyes, en la percepción del ciudadano desde las alturas del  poder. No parece entonces exagerada mi afirmación recurrente: Franco no ha muerto en Guinea Ecuatorial. Por lo cual no bastó una independencia formal para alcanzar la libertad. Y la conclusión también es obvia: la construcción de nuestra sociedad exige empezar, ineludiblemente, por liberar nuestros espíritus del poso histórico de un totalitarismo superpuesto a un primitivismo nunca erradicado por una colonización frustrada, sobre todo, por los complejos y la indefinición de los propios colonizadores.

Donato Ndongo Bidyogo, escritor, periodista, historiador, trata este tema en "Reivindicaciones de España. La proyección del fascismo en el Golfo de Guinea (1936-1945)" dentro del III Seminario Internacional Sobre Guinea Ecuatorial:

 

Aniversario del triunfo de los golpistas en Santa Isabel

Un día como hoy, los golpistas se hicieron con la Isla de Fernando Poo (actual Bioko).
El 18 septiembre de 1936, la Guinea Española se acostó republicana.... y a la mañana siguiente, nada volvió a ser igual.


Sublevación militar en la isla Fernando Poo de la Guinea Española


lunes, 18 de septiembre de 2017

Caminado por Malabo

Ramón Esono Ebalé fue detenido el sábado 16 de septiembre en Malabo, Guinea Ecuatorial. Tras salir de un restaurante y subirse al coche, tres personas que se identificaron como miembros de la seguridad del Estado abrieron las puertas y le esposaron. Desde entonces Ramón se encuentra retenido en dependencias policiales a la espera de que se le notifique la causa de su detención.

Hace un tiempo, Ramón publicaba:

NO SE MIENTA EXCELENCIA. USTED A MI NO PUEDE HACERME NADA.

Ésta imagen responde a uno de los experimentos que empecé hoy para preparar mi regreso al país, Guinea Ecuatorial, en diciembre próximo, con la sana intención de renovar mi pasaporte que tengo roto como una medida para salvar el honor de mi padre que en su día fue víctima de presión gubernamental dictatorial. Pero, sobre todo, para hacer honor al refrán que reza:

"Si quieres que algo salga bien, hazlo tú mismo".

Lo que significa de que voy a montar eclipse en el país. Y los que crean de que pueden asesinarme, que lo hagan mirándome a los ojos. Supongo que nos les costará nada porque para ellos es ya una costumbre. Pero para mí será todo un honor saber que no me matarán cobardemente.

Gracias por entenderla de esa manera

Amigos, admiradores y desconocidos reaccionaron con «no te mataran saben que todo está ahora muy controlando. lo que te aran será esperarte en el aeropuerto y devolverte en el mismo avión que te trajo. lo mismo que Chicampo son cobardes», «Tío no te aconsejo ke vengas a guinea en los tiempos ke corren... de corazón y recuerda ke no es valiente ni inteligente el ke va a la guerra sino el ke las sabe evitar...un abrazo», « Nse, creo que si vienes y te pasa algo ahí aprovechamos el revuelto como en Túnez y Egipto. solo buscamos algo pa empesar», o « Todos los Guineanos estamos en espera de cualquier desliz y saldremos todos por las calles. Ramon no vuelvas al infierno encárgate de informarle día a día al mundo las muertes, torturas, persecuciones y hambrunas que sufrimos»…

Veamos en que´queda todo esto... mucho ánimo a Ramón y su familia.










martes, 8 de agosto de 2017

Resultado de la causa 521 de 1936

En Una pena de muerte y 11 cadenas perpetuas contamos cómo el Ministerio Fiscal solicitaba duras penas para los acusados. A través del blog "Memoria e Historia de Canarias" de Pedro Medina Sanabria es posible acceder a diferentes y variados documentos. Entre otros:

RESULTADO DE LA CAUSA 521 DE 1936
Sentencia del Consejo de Guerra celebrado en la plaza de Las Palmas, en la causa procedente de la Guinea Española, por el delito de excitación a la rebelión.

CONDENA 

1BORLET DE LA TORRE, JOSÉAbsuelto
2BUELTAS SAURA, LUIS10 años
3CARRILLO RIERA, GONZALO10 años
4FERNÁNDEZ ORTE, FERMIN6 años 1día
5GARCÍA SOLVES, JOSÉ12 años
6GAY COMPTE, JAIME30 años
7GIL FILIBERTO, SANTIAGO12 años
8GIL FILIBERTO, VICENTE6 años 1d
9HINESTROSA MONTES, FRANCISCO6 años 1d
10LUQUE VÁZQUEZ, MANUEL10 años
11MANTILLA HENRIQUEZ PEDRO10 años
12MENDOZA PARENO, JOSÉ6 años 1día
13PALLARES REY, JOSÉ6 años 1día
14PELLICER GARAY, ENRIQUE6 años 1día
15PERALTA GARCÍA, CASIMIRO6 años 1día
16PÉREZ BALLESTA, GINES10 años
17PLATAS CALVETE, ANTONIOAbsuelto
18ROBLES DIEZ, JOSÉ12 años
19ROJO TOME, SANTIAGO6 años 1día
20SABIO DUTROIT, SEGUNDOAbsuelto
21SERRANO ROLDAN, JOSÉ10 años
22TRILLA TORRES-GUITART, JOSÉ12 años

domingo, 16 de julio de 2017

Restitución simbólica de derechos

Tras las primeras sentencias por parte de los golpistas, el Gobierno republicano procede a restaurarles en sus derechos, aunque sea de modo simbólico:

Vistas las instancias promovidas por funcionarios dependientes de la Presidencia del Consejo de Ministros- (Dirección general de Marruecos y Colonias), en las que solicitan, a los efectos del Decreto de 27 de Septiembre último, ser admitidos en el empleo y cargo que desempeñaban.
Esta Presidencia, de acuerdo con lo establecido en el artículo tercero, apartado a) del referido Decreto, se ha servido declarar el reingreso de los siguientes funcionarios en sus respectivas categorías y con pleno reconocimiento de derechos, entendiéndose esta declaración con carácter provisional hasta transcurridos seis meses en que por el silencio administrativo quedarán convalidados en sus puestos, con todos los derechos que les correspondan por las disposiciones vigentes:
-Don Ángel García-Villalba Molín, Ingeniero Jefe del Servicio Agronómico de los territorios españoles del Golfo de Guinea.
-Don Luis Calero Ortiz, Maestro albañil en la Colonia.
-Don Francisco Alfaro Marcos, Oficial técnico de Correos del Protectorado
-Don Fernando Navarro Cubero, Oficial técnico de Correos del Protectorado.
-Don Teodoro Vicente Rodríguez, Auxiliar administrativo del Protectorado.
-Don Martín Herrando Fernández, Practicante del Servicio Sanitario Colonial,
-y Don Ángel Miguel Pozanco y Barranco.
Lo digo a V. S. para su conocimiento y efectos oportunos.
Valencia, 16 de Julio de 1937.
P.D., JOSE PRAT
Señor Director general de Marruecos y Colonias.
Otro tanto el 28 de enero de 1937, reincorporando «al servicio activo, en sus respectivas categorías, con pleno reconocimiento de derechos; entendiéndose esta declaración con carácter provisional hasta transcurridos seis meses en que por el silencio administrativo quedarán convalidados en sus puestos con todos los derechos que le correspondan por las disposiciones vigentes» con:
-José Lizcano Barco, Oficial de Correos afecto a la Administración de Bata (Guinea Continental española).
-José Monedero Carrillo, Oficial segundo del Cuerpo de Correos, Interventor de la Administración Principal de Correos de Santa Isabel de Fernando Póo.
-Rafael Masiello Guerrero, Administrador territorial de Guinea Continental.
-Eduardo Sánchez Hernández, Administrador del Servicio Radiotelegráfico de Río Benito en los territorios españoles del Golfo le Guinea.
-Y Emilio Fontanet Monfort, Instructor de primera de la Guardia Colonial

O el 15 de febrero de 1937 con:
-Don Eduardo Ruíz Gardyn, Auxiliar del Cuerpo Administrativo de la Colonia.
-Don Rafael Iranzo Muñoz, Auxiliar naval de la Colonia.
-Don José Lozano Alonso, Maestro en la Colonia,
-y Don Juan Viñolas Puig, Torrero de Faro en la Colonia.

Lo cual estuvo precedido por una resolución de recuperación haberes:
El estado de anormalidad por que atraviesan las posesiones -españolas del Golfo de Guinea, Cabo Juby, Ifni y el Protectorado de España en Marruecos, ha dado lugar a que los funcionarios de dicha procedencia que se -encuentran en España y han probado su lealtad al régimen estén percibiendo sus haberes por la Dirección general de Marruecos y Colonias. Con el fin de lograr que tales funcionarios presten un servicio positivo a la causa y de descargar en lo. posible el presupuesto de la Dirección general de Marruecos y Colonias, se hace preciso dictar unas normas que regulen la situación administrativa y forma de acreditar haberes de aquellos funcionarios que no han podido ser utilizados por dicha Dirección general....


domingo, 9 de julio de 2017

Contrarreforma educativa educativa durante la guerra civil

Niños cantando el «Cara al sol» con el maestro antes de entrar en la escuela.
El nuevo régimen franquista español desactivó ya en 1936 la política educativa republicana aplicada en la colonia guineana e incorporó los criterios, principios y símbolos de la nueva situación del nacional-catolicismo. Los dos aspectos centrales de la contrarreforma educativa del franquismo durante la guerra civil(1936-1939) están relacionados con la religión católica y la ideología nacionalista que impusieron una dura aculturación colonial.

sábado, 8 de julio de 2017

El caso de Luis Mestre Anguera

En este paseo por la Calle 19 de Septiembre de la vieja Santa Isabel son recurrentes los barcos y su tripulación: surgen de vez en cuando el Fernando Poo, el Méndez Núñez, el Ciudad de Mahón, el Santa María o incluso el Isla de Panay.
Pero por el puerto de Santa Isabel pasaban más barcos y Sergio Millares Cantero nos lo recuerda en  "Morir a Canàries 1936-1941: Catalans sota la repressió franquista":

Lluis Mestre Angueza, natural de Barcelona (el Barcelonès), casat I de 32 anys, de professió cuiner i amb domicili a Bata. És processat per atemptat i rebel·lió, especificant que es tracta d’amenaces amb un ganivet. El judici se celebra el 2 de setembre de 1937 i és condemnat a 6 anys i 6 mesos, i se li imposa una multa de 2500 pessetes. Surt en llibertat el juliol de 1940.

Cocinero del vapor Rio Francolí, es posible acceder a su historia a través del Blog de Pedro Medina Sanabria | Memoria e Historia de Canarias:

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AUTO .En Las Palmas a trece de Agosto de mil novecientos treinta y seis.

RESULTANDO que estas diligencias se iniciaron como consecuencia de la denuncia formulada por el Capitán del vapor Rio Francolí contra el cocinero Luis Mestre Anguera.

RESULTANDO que se ha tomado declaración al Capitán de dicho vapor, el cual manifiesta que el encartado se acercó con un cuchillo de grandes dimensiones siendo desarmado por el tercer Oficial en el Puente del barco y mas tarde quitándole otro cuchillo dicho Oficial en la puerta de la cocina

RESULTANDO que dicho tercer Oficial señala la conducta provocativa e irrespetuosa del citado cocinero; hace constar que tuvo que quitarle dos cuchillos, pero que estima que no hubo propósito de agresión.

RESULTANDO que el timonel únicamente le vió el cuchillo en la mano al encartado.

RESULTANDO que al folio siete se procesa al presunto responsable, al que se le toma declaración indagatoria, habiéndosele solicitado antecedentes del mismo de la Comandancia de Marina que se unirá a las actuaciones a su debido tiempo

CONSIDERANDO que a juicio del Instructor se han practicado las diligencias necesarias para el esclarecimiento del hecho

VISTO el artículo 532 del Código de Justicia Militar

S.S. ACUERDA elevar en consulta estas actuaciones al Sr. Auditor.

Así lo acordó S.Sª                         Doy fé.

[Firmas rubricadas de ROMÁN LEÓN VILLAVERDE y JOSÉ REDONDO DELGADO, Capitán Juez Instructor y Soldado Secretario fedatario, respectivamente.]

Con esta fecha se remite estas actuaciones en consulta que constan de 10 folios útiles.

Doy fé
[Firma rubricada de JOSÉ REDONDO DELGADO.]

Cfr.: A-TMTQ 13415-436-5.- Causa 61 de 1936 en Las Palmas.- Folio 11.
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M.8,834,214
19

ACTA DE CELEBRACIÓN DEL CONSEJO DE GUERRA

En Las Palmas a dos de Septiembre de mil novecientos treinta seis, como Juez Instructor de las presentes actuaciones, extiendo la presente acta, con arreglo al art. 585 del Código de Justicia Militar, para que conste: Que en dicho dia a las quince horas, y en el Regimiento Infantería Canarias número 39, se ha reunido el Consejo de Guerra Ordinario de Plaza para ver y fallar la causa instruida por el delito de Excitación a la Rebelión, contra Luis Mestre Anguera, habiendo constituido el Tribunal los siguientes señores:

Presidente Sr. Teniente Coronel Don Ernesto Pascual Lascuevas del Grupo de Artillería, Vocales Capitanes D. Ramon Gómez Irimia del Grupo Mixto de Ingenieros número 4; Don Gonzalo Sastre Molina, del Regimiento Infantería Canarias numero 39; Don Francisco García Moreno, Don Carlos Lobo Navascués, Don Luis Martínez Mateos, del Grupo Mixto de Artilleria numero 3. Vocal ponente el Teniente Auditor de Segunda movilizado Don Luis Piernavieja y del Pozo; Vocales suplentes, Don Guillermo Sido Pedro del Grupo Mixto de Artilleria numero 3 y Don Daniel Rodrigo Macías de la Caja de Reclutas número 60, Fiscal el Teniente Auditor de primera Don Lorenzo Martínez Fuset y como Defenso el Alférez de Complemento del Regimiento Infantería Don José Ramírez Bethencourt, no estando presente el procesado por haber renunciado pero si a disposición del Consejo.

Dada cuenta de la causa en audiencia publica y después de renunciar las partes al examen del testigo presente en esta Plaza y que fue citado, hace uso de la palabra el Sr. Fiscal el que estudia los hechos de autos en sus dos aspectos, relacionados con el Código Penal Común y el Militar, Considera el vapor Rio Francoli como prolongación del territorio Nacional, en que el procesado Luis Mestre trata de excitar a la rebelión con las palabras pronunciadas, terminando pidiendo en nombre de la ley la pena de doce años de prisión mayor y accesorias correspondientes por el delito de Excitación a la Rebelión.

Seguidamente hace uso de la palabra el Defensor que señala la falta de testigos por encontrarse el vapor Rio Francoli en Cadiz. Dice que el Ministerio Público basa toda su acusación en la declaración del Capitán la que a su juicio no es cierta, lo que se deduce de las declaraciones del tercer Oficial y el Timonel, haciendo constar que no hubo intento de agresión. Termina pidiendo la absolución de su defendido por no ser pertinente la calificación del Ministerio Fiscal de excitación a la rebelión.

El Señor Fiscal se ratifica en lo anteriormente manifestado después de concedida la palabra por el Presidente elevando a definitiva sus conclusiones; y la Defensa también se ratifica pero haciendo constar que en todo caso la conducta de su defendido puede ser considerada como constitutiva de un delito de desobediencia que castiga el numero 260 del Código Penal Ordinario.

Seguidamente el Presidente pregunta al procesado Luis Mestre Anguera si tiene algo que exponer a lo que contesta este que no, dando a continuación, el Señor Presidente, por terminado el acto, quedando reunido el Consejo en sesión secreta para deliberar, y pronunciar fallo.

De, todo lo cual certifico.

[Firma rubricada de ROMÁN LEÓN VILLAVERDE].

 

Vº Bº

El Teniente Coronel Presidente

[Firma rubricada de ERNESTO PASCUAL LASCUEVAS].

 

Cfr.: A-TMT5 13415-436-5.- Causa 61 de 1936.- Folio 19

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El testigo no mencionado, a cuyo examen renuncian ambas partes, era el Brigada de la Guardia Civil LUIS ROBLEDANO VAQUERIZO,.

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[Nota de Pedro Medina Sanabria: Como puede leerse, este documento datado en Las Palmas el dos de Septiembre de mil novecientos treinta seis, certifica la presencia del temible Fiscal LORENZO MARTÍNEZ FUSET, en la Isla de Gran Canaria, dejando en evidencia de falsedad absoluta, las falacias publicadas acerca de la presencia en Francia, de este conspicuo individuo.]

sábado, 1 de julio de 2017

La Sección Femenina

Aunque en los "27 Puntos Doctrinales" de Falange Española de las JONS no había referencia al africanismo, la Falange tenía presencia en el territorio de la Guinea Española.
Meses antes del 18 de Julio existían milicias de Falange en Santa Isabel, organizadas por Luis Ayuso Sánchez-Molero, capitán de la Guardia Civil, las cuales apenas declarado el
estado de guerra se presentaron correctamente uniformadas y equipadas en la forma que puede apreciarse en la figura.

Pero ¿y las mujeres?, Es cierto; también llegó la Sección Femenina al golfo de Guinea...

Como "Falange Femenina", tuvo presencia a la par de la milicia integrada por varones: «En Santa Isabel y en Bata funciona ya -de modo admirable- la Falange Femenina, que tiene allí una tarea dura y de prueba, que cumple con gran espíritu de sacrificio y abnegación», dirá el gobernador Juan Fontán en 1937, pero la Sección Femenina se hizo esperar.

No será hasta 1954 que lo grupos de coros y danzas de la Sección Femenina incluirán el territorio ecuatorial en sus giras. Y una década después generarán una estructura estable.

Portada de ABC (24 de julio de 1957): BAILES ANDALUCES EN FERNANDO POO Las muchachas de los Coros y Danzas de la Sección Femenina de Cádiz, durante uno de sus actuaciones en el patio del colegio de las Madres Concepcionistas de Bavilé [Basilé], en Santa Isabel de Fernando Póo.
La propia Pilar Primo de Rivera le dedica un par de páginas a la implantación africana de la Sección Femenina en sus memorias “Recuerdos de una vida”:
También acudimos, porque se nos necesitaba, al África Ecuatorial. Todo lo que fuera incrementar allí la influencia de España y ayudar a la mujer a ocupar su puesto y a hacer valer sus derechos, nos parecía una de nuestras primeras obligaciones; por esto, cuando recibí, a través del Ministerio, una petición para que se enviase profesorado de la Sección Femenina a los Institutos creados por el Gobierno en la región ecuatorial de Fernando Poo y Río Muni, empezamos a pensar en la gran obra que se podía hacer; en el 63, las autoridades nativas vinieron personalmente a pedirme que enviara profesoras. Recuerdo que vino Federico Ngomo (después atrozmente asesinado por Macías en el momento de la independencia) con el comisario general de Río Muni, general Díaz de Villegas. (…)
Accediendo a los deseos expresados por las autoridades nativas, se organizó en Río Muni una escuela de hogar permanente. Después se establecieron dos colegios menores, uno en Santa Isabel y otro en Río Muni. Todos los gastos estaban pagados por las autoridades nativas, es decir, por el presidente de la Diputación de cada una de estas provincias. En Río Muni, en la escuela, además de las enseñanzas de hogar, se daban clases de bachillerato, y había una escuela de Magisterio. Todo ello, reconocido oficialmente por el Ministerio. Se organizó también un colegio menor y equipos de cátedras ambulantes, para internarse en los poblados de las provincias, y se preparó a monjitas nativas para que hicieran la labor en la selva. Se llevaron a la Península alumnas de nuestros centros a un albergue primero, y luego a un recorrido por España. Más adelante varias vinieron aquí para estudiar en colegios menores, y algunas siguieron carreras. En la Almudena se formaron varias ATS. Dos de ellas fueron más tarde directoras de un hospital en su país. Para que las alumnas pudiesen seguir el bachillerato se habían enviado allí algunas maestras.
Curso de divulgadoras sanitarias en Castellón de la Plana.

Amalia Morales Villena y Soledad Vieitez Cerdeño lo documentan en "La Sección Femenina en la «llamada de África»: Saharauis y guineanas en el declive del colonialismo español":
La Sección Femenina de la Falange Española y de las Juntas de Ofensiva Nacional Sindicalista (JONS) recibió el encargo («misión», como ellas lo entendían) del gobierno de Franco de establecerse en un nuevo territorio al que expandir la experiencia de nuestro país en la gestión de las políticas sobre y para con las mujeres españolas. Varias generaciones de españolas recibieron sus enseñanzas y doctrinas en el intento de moldear las mentes y los cuerpos de las futuras madres de la Patria. Desde finales de la década de los años cincuenta en adelante, el régimen se plantea ampliar el ámbito de acción de Sección Femenina a las colonias saharauis y guineanas, como reconocimiento de su identidad nacional española y como estrategia para mostrar las bondades del régimen en cuanto a las colonias. Desde sus servicios y programas lograrían inculcar en estas mujeres la política de género del régimen en su etapa final, una política que constataba su fracaso para con las mujeres de la metrópoli, aún así contribuyendo a la españolización de las colonias. Durante catorce años hasta la disolución del Movimiento Nacional y, con él, la organización falangista de Sección Femenina fue estableciendo delegaciones e implantando servicios en las denominadas provincias españolas en África. La primera intervención de la Sección Femenina se llevó a cabo en el Sahara y un año después, a tenor del «éxito alcanzado» en la Guinea ecuatorial colonial, donde permanecieron hasta su independencia y, consecuentemente, hasta la salida de todas las instituciones franquistas de los territorios coloniales por entonces.
La Sección Femenina en Guinea
El proyecto africano significaba para Sección Femenina la gestión de un nuevo ámbito de servicios que les garantizaba a sí mismas (y, de paso, al resto de las mujeres) un espacio pequeño (aunque exclusivo) de poder que, contando con el beneplácito del régimen, legitimaba su labor; contentas así mismo de que el régimen siguiera contando con ellas hasta el punto de que le sobrevivieron en el tiempo. Más allá de estas razones coyunturales, sin embargo, los mandos de Sección Femenina argumentaron esa entrada en escena, basándose en una explícita (aunque aparentemente cándida) preocupación, «al conocer la situación de la mujer nativa […] [y] considerando que, al ser provincias de España, también ella era española». Ampliaban así el marco de actuación muy considerablemente, aún siendo conscientes de que se trataría de mujeres «difíciles» y problemáticas, con una mentalidad totalmente diferente a la de las mujeres nacionales. Con todo, el reiterado uso del genérico y singular «mujer» en el discurso de la organización rezuma un esencialismo que niega, como ya lo hiciera con las mujeres españolas, esa diversidad cultural, religiosa, étnica, etaria, generacional y/o de clase de las mujeres saharauis y guineanas, ubicadas por otro lado en regiones tan dispares del ya considerablemente diverso y complejo continente africano.
Noticia de ABC referente a la inauguración
de E'Waiso Ipola en enero de 1967

Sección Femenina en Guinea Ecuatorial 
La intervención de Sección Femenina en Guinea se hizo poco después que en el Sahara, en este caso a demanda del Procurador a Cortes y Presidente de la Diputación Provincial de Río Muni, Federico Ngomo. Se establecieron dos delegaciones de la organización femenina, una en Río Muni y otra en la isla de Fernando Poo (hoy Bioko), siempre atendiendo al «contenido étnico diferente» y la «idiosincrasia» de las comunidades «tribales» de las dos provincias y, en especial, de sus mujeres.

La primera Delegada Provincial de Río Muni fue Pilar Santalices y, al poco tiempo, Carmen Obón, quien permaneció allí hasta la independencia, acontecida cinco años después del Referéndum celebrado el 15 de diciembre de 1963. En la isla de Fernando Poo, Concha Tentor ejerció como Delegada Provincial de Sección Femenina. Según sus propios informes y testimonios, la mujer guineana (a diferencia de la saharaui) presentaba mayor interés por formarse, «aunque su carácter era difícil en todos los sentidos: apático, mentiroso, etc. ». Sin embargo, las niñas guineanas acudieron con celeridad a las escuelas de hogar que comenzaban a funcionar en las ciudades de Bata y de Santa Isabel (esta última hoy denominada Malabo, capital del país).
La labor de las Cátedras Ambulantes en Guinea [Las Cátedras Ambulantes se llevaron a cabo en las ciudades guineanas de Sevilla del Niefang (hoy simplemente Niefang) y de Valladolid de los Bimbeles (Añisok, hoy día).] arrancó con mayor intensidad que en el Sahara, debido a que las dificultades geográficas y la dispersión dificultaban el desempeño de Sección Femenina en el caso saharaui. Se constituyeron cinco equipos que instruían a las jóvenes y a las madres cuidadoras, organizadoras del hogar, así como a las familias en técnicas de administración del hogar, industrias rurales, higiene, además de clases de educación física y formación familiar y cívica; labores que se llevaron a cabo sin tener en consideración los intereses de estas mujeres y niñas africanas. Ya en 1965 funcionaban los Círculos de Juventudes y un Colegio Menor en Bata, habiéndose incorporado profesoras de Sección Femenina en los institutos de las dos capitales de provincia, Bata y Santa Isabel, para impartir las enseñanzas de hogar, educación física y formación política.
Segundo turno albergue de Benicasim.
 En el contexto guineano es preciso destacar la colaboración de Sección Femenina con algunas organizaciones religiosas, en especial las Hermanas de la Misión Católica de Nkué y las Oblatas, conformadas en su mayor parte por mujeres guineanas que trabajaron para el progreso de sus comunidades. La Sección Femenina se encargó de ampliar la formación de estas religiosas, capacitándolas como maestras, lo que contribuyó a fortalecer estos vínculos sin duda alguna. A diferencia de lo que ocurría en Sahara, la Sección Femenina encontró en los representantes políticos guineanos locales mayor apoyo y reconocimiento a su desempeño, algo que también se tradujo en el diverso despliegue de facilidades y recursos. Por otro lado, la religión y el idioma les parecieron más accesibles en este caso y, por lo tanto, las condiciones para expandir la política y los servicios de Sección Femenina fueron percibidas como más favorables, aún cuando la inversión en infraestructuras y servicios fue realmente mínima. La prensa española de la época también recogía la opinión pública estadounidense, respecto a la importancia de generar una sociedad euro-africana en Río Muni [Titular «España está forjando una sociedad euro-africana en Río Muni. Allí prevalecen la paz y la amistad, dice el New York Times» (ABC Domingo, 16 de abril de 1961, pg. 36].

"Enseñanza de trabajos de cestería. Apréciese la presencia de una joven guineana de las muchas que siguieron estudios en escuelas de la Sección Femenina", señala Pilar Primo de Rivera en sus memorias.
No podemos obviar el carácter de «provincia española» [El 14 de noviembre de 1963 las Cortes franquistas otorgaron a Guinea el estatuto de provincia española lo que implicaba contar con representación en dichas Cortes], otorgado por el régimen a Guinea Ecuatorial en 1959. Ello explica en buena medida que la formación y la capacitación de afiliadas «nativas» con el fin de desempeñar cargos profesionales o políticos se iniciara con prontitud, entre otras cuestiones, por el creciente trabajo que se realizaba en las dos provincias y para capacitarlas de cara al relevo, una vez llegada la independencia del país. Un importante número de jóvenes guineanas, un total de 44 alumnas, se formaron en los centros de Las Navas, La Mota, Onésimo Redondo, La Almudena… obteniendo titulación un importante número de ellas [Obtuvieron las siguientes titulaciones: 7 ayudante técnico sanitario (ATS), 4 matronas, 2 profesoras de Hogar, 1 de Educación Física, 2 elementales de Educación Física, 4 Instructoras rurales, 2 maestras, 8 profesoras de Corte y Confección, 2 de peluquería y cosmética, 2 divulgadoras sanitario-sociales]. Desde 1967, se incorporaron a la labor de las instituciones falangistas, hecho que el régimen se encargó de proyectar para mostrar su preocupación, así como el interés por la integración de las colonias. Como era de esperar por la construcción imperante de las relaciones y los roles género, las especialidades fueron adecuadas a las mujeres: puericultoras, enfermeras, matronas o modistas y también en cada una de las especialidades propias de la Sección Femenina (educadoras físicas, divulgadoras, instructoras rurales…).
Mientras la Falange centralizaba su sede y la imprenta del Semanario Ébano en el viejo edificio de la familia Jones, la Sección Femenina se dotó de un nuevo edificio. Conocido como E'Waiso Ipola, expresión bubi que significa “¡oye, mujer, levántate!”, fue posteriormente usado para dar cobijo a la guardia cubana de Macías. Tras su derrocamiento, el edificio fue dedicado definitivamente a funciones docentes y actualmente alberga a un colegio de salesianas.
En la fotografía de La Guinea Española (edición de enero/febrero de 1967) se recoge la llegada de Pilar Primo de Rivera y María Nieves Sunyer al aeropuerto de Santa Isabel para inaugurar la sede de la Sección Femenina y Colegio Menor de E'Waiso Ipola. La Escuela-Hogar de Bata en el complejo de la sede de la Diputación Provincial de Río Muni había sido inaugurada con anterioridad, recibiendo ésta la visita de Manuel Fraga Iribarne en enero de 1966.
Cercano el momento de la independencia de Guinea Ecuatorial, la Sección Femenina estuvo convencida de su posible continuidad en el país, al menos hasta dar el relevo a esa minoría de mujeres preparadas, aún en formación. Para argumentar tanto su labor como su potencial de futuro, la Delegada Nacional, Pilar Primo de Rivera, presentó diversos informes en los que ponía de manifiesto la firme convicción de que el desempeño de Sección Femenina no había consistido exclusivamente en una mera replica de los servicios existentes en España, sino en la creación de formulas particulares que además atendían a la diferencia cultural del país. Así lo recogen las póstumas Crónicas oficiales de la organización: «procuramos en todo momento respetar la idiosincrasia y tradiciones de la mujer guineana, no pretendiendo trasplantar simplemente instituciones que funcionaban en España, sino crear formas nuevas». Al igual que ocurriera en España, el colectivo de Sección Femenina creyó firmemente que podía ser una institución útil después de la independencia y, tras la muerte de Franco, a tenor de lo que había hecho hasta entonces y junto con las camaradas «nativas», formadas para tal fin. Ello requería ampliar el plan de formación para constituir una minoría o elite de mujeres preparadas, plan que se frustró con la llegada al poder de Francisco Macías Nguema, Presidente de la nueva República, quien «con colaboraciones marxistas eficientes, trató de devolver a la selva en el plazo más breve posible» al país.
Llegada la independencia, el 12 de octubre de 1968, el mismo día en que Manuel Fraga Iribarne -rigurosamente vestido con la guerrera blanca del uniforme de jerarca de Falange- firmaba en la vieja Santa Isabel el acta por el que nacía una república, se firmaron varios acuerdos. Y un año después, el Convenio cultural entre el Reino de España y la República de Guinea Ecuatorial, el cual en su artículo 10º establecía que "el Gobierno español prestará al Gobierno de la República de Guinea Ecuatorial toda la ayuda posible para la enseñanza y la práctica de la educación física y deportiva, a través de la Organización Juvenil, la Sección Femenina, la Delegación de Deportes u otras organizaciones similares".

Sección Femenina y OJE, en el acto de despedida ante la Diputación Provincial de Fernando Poo, previo a salir de viaje hacia España.

Meses después de la independencia de Guinea Ecuatorial, Rafael de Mendizábal describía en "Misión en África: La descolonización en Guinea Ecuatorial (1968-1969)":
En los días frenéticos inmediatamente posteriores al «golpe de Estado» [del 5 de marzo de 1969] con las «juventudes» desbocadas por las calles de Bata asesinando a los suyos, saqueando tiendas y violando mujeres, las Jefas de la Sección Femenina de Falange se portaron ejemplarmente, con sencillez y coraje, tanto en Bata como en Santa Isabel, permaneciendo con sus pequeñas alumnas negras en los Colegios que regentaban, sin acceder a refugiarse en los campamentos de la Guardia Móvil como todos les aconsejaban.
Concluye Pilar Primo de Rivera: “Evidentemente, retiramos de allí las camaradas, aunque Macías nos instó varias veces a que las dejáramos, asegurando que él las protegería y ayudaría. Así terminó todo, y muchas de nuestras antiguas alumnas murieron asesinadas.”
La organización se mantuvo en Guinea Ecuatorial hasta finales de 1969 y el gobierno español sostuvo -en aplicación el Convenio cultural entre el Reino de España y la República de Guinea Ecuatorial- prácticamente hasta su disolución en España el financiamiento a la asignatura de “labores del hogar” en los colegios ecuatoguineanos (el 1 de abril de 1977 el Real Decreto Ley 23/1977 suprimió la Sección Femenina), con mandos locales como Marina Alene Mbá, generando así una suerte de Falange Exterior:
Con todo -completamos citando a Amalia Morales Villena-, tras la salida de Sección Femenina, quedaron unas débiles estructuras, herederas de su labor y estilo organizativo. Tal fue el caso de las líderes guineanas de la Sección Femenina, reconvertidas en el ala femenina del Partido Unificado Nacional de Trabajadores, sección que como indica el investigador Gustau Nerín «a partir de la dictadura de Macías siguió haciendo lo mismo que había hecho la organización falangista. Esto sí, cada vez se actuaba con menos recursos y de forma más precaria». La formación recibida por estas mujeres, no obstante, las situó en una posición privilegiada ante el nuevo contexto político, lo que les permitió ocupar puestos de responsabilidad educativa, social e incluso política...
Joanna Allan trata igualmente este tema en "Mujeres políticas silenciosas. Formas de resistencia de las mujeres ecuatoguineanas frente al colonialismo" dentro del V Seminario Internacional del CEAH: 50 años de independencia de Guinea Ecuatorial:

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