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martes, 7 de mayo de 2024

La "denuncia Nombela" o "Caso Tayá"

La "denuncia Nombela" o "Caso Tayá" es una historia vieja... la gobierno de derechas de la II República tuvo su propia caja B, su propio comisario Villarejo, su respectivo conseguidor como el pequeño Nicolás  y un desconocido A. Lerroux que acabó generando la caída del gobierno de derechas en la II República... caída inesperada para los partidos que integraban la coalición, y cuya frustración por la consecuente victoria del Frente Popular desencadenó la ruptura del 18 de julio de 1936.

No es que lo digamos nosotros, incluso entre la documentación elaborada por José Antonio Primo de Rivera en la prisión de Alicante, se incluye la referencia al "Asunto de Guinea..." como parte de su "síntesis moral" de los motivos que condujeron a la "rebelión" en julio de 1936.


Vapor Príncipe de Asturias (Tayá).





Y, además, te lo cuenta el profesor Donato Ndongo en: Guinea Ecuatorial durante la II República. El ‘escándalo Nombela’. Implicaciones de un caso de corrupción colonial:

La cuestión colonial jugó un papel determinante en aquel proceso de desintegración política que desembocaría en la guerra de 1936. Preguntas importantes siguen siendo si los diversos partidos republicanos, el socialista, el comunista, los radicales, los anarquistas y todas sus derivaciones concibieron y propusieron una política colonial propia y si intentaron llevar a la práctica nuevos modelos de relación con los colonizados según sus propuestas ideológicas.

Mucho avanzaron los estudios sobre la historia de Guinea Ecuatorial desde la aparición de mi Historia y tragedia de Guinea Ecuatorial [1]. Pese a tan estimulante perspectiva, que nos permite tener un mayor conocimiento del conjunto de las realidades coloniales, ocultas durante siglos, los historiadores apenas se han adentrado en un período cuya brevedad no menoscaba su importancia: la II República. Salvando algún acontecimiento tratado de modo aislado –el asesinato del gobernador Gustavo de Sostoa en Annobón, o la sublevación militar en Fernando Poo y la Guinea Continental–, permanece aún oscura la política colonial formulada y ejecutada en España durante el régimen surgido en 1931. Especial significación adquiere esta omisión al constatar la profusión de estudios y análisis consagrados a la II República por especialistas españoles y extranjeros. Desde nuestro punto de vista, que no llegase a cuajar, debido a la interrupción de la Guerra Civil, no resta  interés a un conocimiento que, cuando menos, permitiría contrastarlo con las políticas coloniales conservadoras de la Restauración y el franquismo, poniendo de manifiesto las ideas y programas de los grupos liberales y las izquierdas, fuerzas políticas excluidas en ambos períodos, pero que asumirían mayor protagonismo en la política española entre 1931 y 1936. A este respecto, preguntas importantes siguen siendo si los diversos partidos republicanos, el socialista, el comunista, los radicales, los anarquistas y todas sus derivaciones concibieron y propusieron una política colonial propia; si intentaron llevar a la práctica nuevos modelos de relación con los colonizados según sus propuestas ideológicas; si se limitaron a gestionar una situación que, de alguna manera, les venía impuesta por los hechos; si hubo ideólogos o teóricos, cómo lo hicieron y con qué resultados. En definitiva, urge llenar el vacío existente sobre la postura de los movimientos políticos y sociales progresistas de la metrópoli ante la colonización y la descolonización de las posesiones españolas en África. Enuncia la cuestión el muy importante estudio La idea colonial en España, de Roberto Mesa, pero puede considerase insuficiente; apreciación que requiere una justificación, resultante del análisis de la obra, pero nos alejaríamos de modo excesivo de los objetivos de nuestra exposición[2].

Guiado por mi irrefrenable curiosidad, génesis de toda mi obra, intenté hallar respuestas a tales cuestiones. Fruto –provisional– de mi indagación es un volumen inédito, La II República y la cuestión colonial, gestado en 1977, continuado hasta 1980, retomado hace varios meses, y en cuya versión definitiva trabajo en la actualidad. Hoy les presento un fragmento, escogido de manera deliberada, a mi parecer suficientemente ilustrativo: el conocido como escándalo Nombela. De gran impacto político y mediático en su tiempo, continúa vigente, como ejemplo prístino de las divergentes –mejor diría contrapuestas– concepciones de los métodos y objetivos de la presencia española en la actual Guinea Ecuatorial; o, si se prefiere, de lo que algunos denominan “los intereses de España” en la ex colonia. Dos modelos de entender la acción colonial claramente enfrentados, muestra de una realidad demasiadas veces olvidada, u ocultada, y por ello apenas perceptible para la sociedad española y la sociedad guineana. Y por más empeño que se ponga en manipular tales realidades, emerge siempre la verdad sobre las intenciones ocultas; así, determinadas  actuaciones que se producen en Guinea, o con relación a ella, terminan influyendo en la historia de la metrópoli, y, por tanto, en la vida política y personal de los propios españoles. De ahí su importancia. En el futuro, con sosiego, podrá contraponerse a otros episodios, como el caso Trevijano, también insuficientemente calibrado para la cabal comprensión del rumbo adquirido por la política española tras la muerte del general Francisco Franco.  

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Aclaraciones previas: Mantuve, durante el transcurso de esta investigación, numerosas, interesantísimas y extensas entrevistas con el protagonista principal de este episodio,  Antonio Nombela, en su residencia del Paseo de La Habana, Madrid; la primera, el 30 de enero de 1979; la última, el 15 de enero de 1980. También deseo dejar constancia de que un extracto de este capítulo fue publicado en la revista Historia 16, en 1981[3].

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En la sesión de las Cortes del 26 de julio de 1935, al contestar a la interpelación del diputado independiente Dionisio Cano López sobre las razones de la destitución del inspector general de Colonias, Antonio Nombela[4], y del secretario general de Colonias,  José Antonio de Castro,  José María Gil-Robles –líder de la Confederación Española de Derechas Autónomas (CEDA) y ministro de la Guerra desde el acceso al poder de la coalición conservadora, integrada por la CEDA, el Partido Radical de Alejandro Lerroux y otras formaciones menores, tras las elecciones de noviembre de 1933–, había afirmado que se abriría un expediente y, si de él no se derivaban responsabilidades para los funcionarios  cesados, éstos serían repuestos en sus cargos y rehabilitados. Con esa esperanza, el ex capitán Nombela realizó en los meses siguientes numerosas gestiones ante miembros del Gobierno y del Parlamento; al resultar infructuosas, y con el fin de “restablecer su honor”, presentó el 28 de noviembre un largo memorándum al presidente de las Cortes, Santiago Alba, en el cual explicaba los motivos de su cese y pedía ser reintegrado en sus funciones.

El Partido Radical –segunda fuerza política en aquellas Cortes, tras la CEDA– recabó para sí el derecho de plantear la cuestión en el salón de sesiones, dándole estado parlamentario, y solicitó, por boca de su diputado Fernando Rey Mora, se arbitrasen los medios para que se esclarecieran las responsabilidades. Los republicanos conservadores, por medio de Miguel Maura, evacuaron consultas con Unión Republicana, el grupo de Martínez Barrio; con Izquierda Republicana, de Augusto Barcia, y el Partido Republicano Progresista, de Cirilo del Río, con quienes acordaron “hacer los esfuerzos imaginables” para que el tema quedase aclarado. Dada la gravedad de los hechos denunciados, Maura amenazó con recurrir a la interpelación en caso de que los radicales intentaran entorpecer la investigación. Por su parte, el presidente del Gobierno, el radical Joaquín Chapaprieta, intentó impedir la discusión de la denuncia en comisión parlamentaria, argumentando que debía ir a informe de la Comisión de Peticiones “por tratarse de una cuestión no planteada por miembros de la Cámara”. Introducida por el propio presidente de las Cortes, se dio lectura al extensísimo informe redactado por Antonio Nombela, al que se acompañaba gran número de documentos.

Nombela exponía que fue nombrado inspector general de Colonias por el entonces jefe del Gobierno, Ricardo Samper, el 29 de agosto de 1934. No conociéndose previamente, su nombramiento respondía al deseo de que elaborase un programa concreto de política colonial, desde un planteamiento eminentemente técnico. Le asignaron como colaboradores al secretario general de Colonias, José Antonio de Castro Martín, y al gobernador general de Guinea, Ángel Manzaneque. Apenas iniciada la labor encomendada, se produjo una crisis ministerial, y Samper fue sustituido por Alejandro Lerroux, y al subsecretario de la Presidencia, Boixareu, reemplazó Guillermo Moreno Calvo. Afirma Nombela que, al poco tiempo tuvo “la triste convicción de que a la incompetencia y al absoluto desinterés por la obra colonizadora se unía en el nuevo subsecretario un afán de dificultar toda labor que no respondiese exclusivamente a determinados propósitos que como único fin parece que allí le llevaban”.

Presagios confirmados a los pocos días de la toma de posesión del nuevo equipo ministerial, cuando Nombela fue llamado por el presidente de la República, Niceto Alcalá Zamora, para advertirle “sobre la clase de personajes que habían entrado en la Presidencia y sus anejos y sobre sus seguras intenciones”. El presidente añadió que tenía referencias de la probidad del inspector general, por lo que estaba seguro de que “sería el valladar que firmemente se opusiese a cuantos desmanes se pretendiesen realizar” en relación con las colonias. Le rogó, asimismo, que nunca dimitiese y resistiera a cuantas presiones recibiera de sus nuevos superiores, asegurándole que siempre encontraría respaldo moral en la Presidencia[5].

En consecuencia, trató de oponerse por todos los medios a que prosperasen estos designios, lo cual le hacía cada día más difícil el desempeño de su cometido. Entre los manejos del nuevo equipo destacaba una petición de indemnización suscrita por la Compañía África Occidental, S. A., propiedad del naviero catalán Antonio Tayá, por un valor de 524.832 pesetas. El subsecretario Moreno Calvo presionó a Nombela mediante reiterados  requerimientos para que fuese abonada esta cantidad, a los que el inspector general se resistió, por entender que no era justa la indemnización. El subsecretario replicó que era necesario salvar las dificultades, por grandes que fuesen, “por cuanto el señor Tayá, cuando disfrutaba de crecida fortuna, con su dinero en Barcelona había sacado de difíciles apuros a don Alejandro Lerroux, y éste, reconocido, le había prometido corresponder cuando cambiaran las circunstancias”. Nombela, que aseguraba no conocer personalmente ni a Tayá ni a su abogado, Gómez Piñán, tuvo que recibirlos por orden del subsecretario, con la pretensión de que rectificase la opinión que tenía sobre el asunto que planteaban. En dicha entrevista, los interesados “se condolieron” de la lenta marcha de su expediente, culpando de ello al anterior director general de Marruecos y Colonias, Fernando Duque Sampayo, contra el cual hicieron “graves inculpaciones”. El subsecretario Moreno Calvo le dijo a Nombela que deseaba conocer el expediente, se lo llevó e hizo desaparecer un sobre con la firma de Tayá con el “enterado” de la notificación de que se le denegaba el pago de las 524.832 pesetas. Luego requirió a dos abogados del Estado para que estudiasen si existía algún defecto en la tramitación del expediente que impidiera materializar el pago. El informe de la asesoría acusó la falta de notificación, y no aceptó la sugerencia verbal del subsecretario, quien insistía en la urgencia del pago. Al ser devuelto el expediente a la Inspección de Colonias, causó sorpresa la falta del documento, y se observó que se había corregido la numeración con el fin de que existiera correlatividad en los documentos. Nombela se lo comunicó a Moreno Calvo, “y éste simuló que sentía desconfianza de su secretario particular e íntimo amigo D. Juan Alonso Jiménez. Prometió averiguarlo todo y castigar al causante”.

Posteriormente, Gómez Piñán pidió se instruyera un nuevo expediente, acogiéndose a lo que llamó “recurso de reposición”. Pasó el nuevo expediente a la Junta Asesora Jurídica de Colonias, encareciéndose a su presidente, magistrado del Tribunal Supremo Torres Roldán, “el interés de Lerroux en que se resolviera la cuestión”; pero la Junta rechazó el recurso. Se coaccionó de nuevo a Nombela, y Moreno Calvo –“no omitiendo epítetos” contra el magistrado–, amenazó con el despido a todos los componentes de la Junta. Volvió a salir el expediente de la Inspección de Colonias para pasar a manos del subsecretario. El abogado del Estado Manuel Gómez Acebo le informó a Moreno Calvo que habría que esperar el resultado de un recurso pendiente en el Tribunal Supremo antes de procederse a pago alguno. En efecto, el 22 de abril de 1935, el Tribunal Supremo dictó sentencia anulando la rescisión, acordada por la Administración, del contrato con la Compañía naviera, sin ordenar pago alguno, ya que, en caso de que procediera, sería objeto de expediente de liquidación por vía administrativa. Apoyado en esta sentencia, el subsecretario pretendió se procediera al pago inmediato, “ilegal y sin las debidas formalidades, no solo de la primera cantidad reclamada, sino de nuevas peticiones que la Compañía formuló en sucesivas instancias, y que el día 26 de abril de 1935 montaban 2.592.000 pesetas”.

Relata Nombela minuciosamente diversos incidentes con su superior jerárquico en su escrito a las Cortes. Así, recordaba que, estando él presente, Moreno Calvo le dijo a Gómez Piñán que, enterado de cuanto solicitaba la naviera y existiendo dinero en el Tesoro Colonial, le parecía “una solemne primada ser tan parco en pedir. Creía que debía sustituir el escrito por otro demandando siete u ocho millones que debía integrar el mencionado Tesoro”[6]. En efecto, el abogado de la empresa naviera exigió al Estado una compensación de 7.450.117 pesetas. Un sábado, hallándose Moreno Calvo en  Sevilla, Nombela expuso “discretamente” a Lerroux las irregularidades que venía observando. El presidente del Gobierno le aseguró que no sabía nada, y que incluso le extrañaba que el Tribunal Supremo hubiese fallado en contra de la Administración. Minutos después de esta reunión con Lerroux, Moreno Calvo llamaba a Nombela muy airado desde Sevilla para preguntarle qué razones había tenido para despachar con el jefe del Gobierno. Como tenía prevista para fechas inmediatas una audiencia con el presidente de la República –que al parecer no llegó a celebrarse–, y temeroso el subsecretario de que le transmitiera el tema, Moreno Calvo le comunicó a Nombela que había encontrado el informe en el cual el  Consejo de Estado ordenaba el nombramiento de un juez que estudiase y resolviese las pretensiones de la naviera, informe ignorado hasta entonces por el subsecretario de la Presidencia del Gobierno. Agregó éste que se hallaba muy satisfecho de los servicios del inspector general, por lo que le había concedido el título de comendador de la orden civil de África. Mientras tanto, Moreno Calvo se dedicó a buscar un juez que se prestara a sus designios, y nombró tal al abogado del Estado Martínez Almeida, que dimitió a los pocos días. Designó entonces al también abogado del Estado, Marín, y, como secretario suyo, impuso a Fernando Duque Sampayo, que había sido con anterioridad director de Marruecos y Colonias. Tayá, por su parte, había presentado dos nuevos escritos en los que decía conformarse con una cantidad inferior, 3.033.318 pesetas. Marín y Duque Sampayo, en el mayor secreto, resolvieron que debía abonarse a la Compañía África Occidental esta última cantidad, acordando que, para abreviar los trámites, el dinero se pagase con cargo al Tesoro Colonial; y para evitar posibles responsabilidades, el expediente pasara a dictamen del Consejo de Estado.

Pero no le convenía a Moreno Calvo aceptar la resolución del Consejo de Estado, según la cual todo lo que podría percibir la Compañía serían unas 200.000 pesetas. El subsecretario decidió jugar la última carta, y “amañó” un escrito en el cual decía que, de aceptarse la propuesta del Consejo de Estado, ésta costaría al Tesoro Colonial los siete u ocho millones que pedía la naviera. Por ello proponía, “velando por los intereses de la Nación”, se aceptara íntegramente el dictamen del juez instructor, Marín, es decir, que se pagasen los más de tres millones de pesetas, con cargo al Tesoro Colonial, con el fin de liquidar a la Compañía con un simple cheque, sin intervención de otros organismos del Estado. En esos términos se llevó el tema al Consejo de Ministros, que nombró ponentes a José María Gil-Robles, Antonio Royo Vilanova (ministro de Marina, del Partido Agrario) y Joaquín Chapaprieta, titular de Hacienda. Estos ponentes, que ni se preocuparon de conocer el expediente –los dos últimos declararon haber delegado en Gil-Robles el estudio–, “aceptaron con la mejor buena fe la propuesta, lo comunicaron a sus compañeros y por unanimidad se tomó el acuerdo” de pago.

El 12 de julio, Moreno Calvo, radiante de alegría, mostró a Nombela el acuerdo del Gobierno, ordenándole librase al día siguiente un cheque por 3.033.318 pesetas. Pero Nombela adujo que echaba de menos la firma del secretario del Consejo de Ministros, Luis Lucia, observación que suscitó la indignación del subsecretario. Poco después, el inspector de Colonias era llamado por éste para, en presencia del abogado de la naviera, entregarle una nueva orden de pago firmada por el propio presidente del Gobierno, Lerroux. Pese a que la nueva orden, por escrito, “salvaba su responsabilidad moral”, Nombela,  “convencido de que el Consejo de Ministros había sido sorprendido de buena fe”, y acompañado por el gobernador general de Guinea, Ángel Manzaneque, acudió al Palacio de las Cortes para intentar advertírselo a Gil-Robles, con el cual no pudo hablar personalmente. Un diputado de la CEDA que sirvió de intermediario transmitió textualmente al inspector de Colonias: “Dice el señor Gil-Robles que se encuentra atarugado porque, efectivamente, se ha sorprendido su buena fe y la de otros ponentes. Que si así lo hacen saber al presidente, sería provocar una crisis, que de ninguna manera interesa al país y que, como mal menor, es preferible transigir con el hecho, aun lamentándolo profundamente”. Nombela continuaba exponiendo que no hizo igual advertencia al presidente Lerroux porque en otras ocasiones se había desentendido de sus observaciones.            

Ante la desalentadora impresión que le produjo la actitud de Gil-Robles, el inspector de Colonias se dirigió al Ministerio de Obras Públicas y Comunicaciones para entrevistarse con su titular, a su vez secretario del Consejo de Ministros, Luis Lucia –líder de la Derecha Regional Valenciana, integrada en la CEDA–, definido por Nombela como “persona en la que igualmente apreciaba análogas dotes de honradez y rectitud”. Pero el ministro, por medio de su secretario, le contestó que estaba al corriente del asunto, “pero ante lo lamentable que es no poder hacer nada, no quiere molestarse”. Nombela le comunicó entonces su “decisión irrevocable, que no podría impedirse por tener ya depositados en París y en Lisboa los documentos testificales”, de poner al corriente de los hechos a la opinión pública, para que ésta “se enterase de cómo procedía la Administración, desbordada por la desvergüenza de los unos y la lenidad de los otros”. Esa misma noche,  llamó por teléfono al presidente de la República, pero, “por lo avanzado de la hora”, solo pudo hablar con el secretario de su Casa, Sánchez Guerra[7], a quien refirió la situación. La decidida actitud de Antonio Nombela, quien “estaba dispuesto a todo antes que permitir el  “expolio”,  según  sus palabras, y que fue comentada esa  misma noche entre Gil-Robles y Luis Lucia[8], obligó a ambos ministros a cambiar de parecer. Lucia acudió a la mañana siguiente a la Presidencia del Gobierno, y al manifestarle el subsecretario Moreno Calvo que en el expediente Tayá faltaba el requisito de su firma como secretario del Consejo de Ministros, le contestó que no solo no lo firmaría, sino que se lo llevaba a Gil-Robles, quien había estimado no estar lo suficientemente estudiado el asunto, y deseaba que fuera de nuevo discutido en otra reunión. “Un estudio detenido de todos los antecedentes me convenció –escribe Gil-Robles en No fue posible la paz– de la enorme irregularidad que se pretendía cometer… Como anomalía reveladora de propósitos inequívocos, además de la falta en el expediente de documentos sustanciales, figuraba un acuerdo de resolución en el que se habían eludido las formalidades usuales y habituales”.

Informado Moreno Calvo de las gestiones de Nombela, el subsecretario le preguntó, airado,  que “quién era él para oponerse y entorpecer un acuerdo del Consejo de Ministros”, a lo que respondió el inspector de Colonias: “No precisamente el titular de este cargo, por cuanto comprendo que no puedo vivir más tiempo con gente de tal moral; pero sí un español que, a sabiendas de que existen unas colonias deseosas de buena administración,  defiende con el mayor tesón que se entre a saco en el peculio de las mismas”. “En ese caso hace usted bien en dimitir –replicó el subsecretario– porque, si no, sería destituido por mí”. A ello repuso Nombela: “Siendo así, prefiero salir destituido, que para mí, en este caso, será una grandísima honra”[9]. Al día siguiente, 17 de julio de 1935, el Consejo de Ministros, celebrado bajo la presidencia de Alcalá Zamora, revocó el acuerdo de pago aprobado una semana antes. Los ministros fueron felicitados por ello por el jefe del Estado, pero, en la referencia de la reunión aparecieron juntos el nuevo acuerdo, la felicitación del Presidente de la República y las órdenes de cese de Nombela y Castro Martín.

Todo ello demostraba dos cosas: el cese de los más altos responsables de la gestión de las Colonias primaba los intereses políticos del momento sobre los intereses del Estado español; en segundo lugar, que ni Gil-Robles ni ningún otro ministro habían estudiado el expediente encomendado por el Gobierno, al contrario de lo que afirmaría en las Cortes el ministro de la Guerra. En su discurso ante el Parlamento el 26 de Julio, Gil-Robles mintió también a los diputados al negar la existencia de un primer acuerdo de pago del Consejo de Ministros, a pesar de constar lo contrario en la referencia oficial. De la honradez personal del líder de la CEDA no duda nadie, pero, como escribía el diario ABC el 29 de noviembre a propósito del affaire, era una “nota lamentable” que la negligencia y la desatención de un Gobierno facilitaran la tentativa de expolio, salvado in extremis simplemente porque las amenazas de divulgación del ex capitán Nombela impusieron el estudio y la rectificación del primer acuerdo de pago. El cese de Nombela y Castro Martín indicaba, además, que había existido una componenda entre los ministros partidarios de la revocación del ilegal acuerdo y los seguidores de Lerroux, componenda que, planeada en presencia del jefe del Estado, Alcalá Zamora, vinculaba de lleno en la injusta decisión a todas las altas instituciones. Situación aún más reprobable si se tiene en cuenta el apoyo prometido al inspector de Colonias un año antes, precisamente para que se resistiera al entramado de corrupción previsible en el equipo de Lerroux, ya salpicado por otros escándalos. En su escrito al Parlamento, Nombela señalaba “la paradoja de que de las personalidades de la actual situación a quienes he acudido directa o indirectamente para resolver con la natural rapidez este asunto, solo he recibido muestras de adhesión y reconocimiento de la justicia de una reparación oficial; a pesar de ello, nada se ha hecho en definitiva para llegar a ella. Solo disfruta de la protección oficial el que en estos asuntos aparece como acusado”.

La interpelación del diputado Cano López en la sesión parlamentaria del 26 de julio, interesándose acerca de los motivos de la destitución de los dos altos funcionarios de la Administración Colonial, motivó que el presidente del Gobierno, Lerroux, que temía, fundadamente, alusiones personales, se ausentase del hemiciclo pretextando enfermedad. “Como el ministro de Estado se levantase –recuerda Gil-Robles en No fue posible la paz– para contestar y defender al presidente del Consejo y el terreno fuese muy resbaladizo, dada la inexperiencia parlamentaria del mismo, intervine para explicar la tramitación del asunto y ofrecer a la Cámara todos los elementos necesarios para investigar a fondo sobre el mismo”[10]. Ante sus intentos de eludir el tema mediante argucias dialécticas, el diputado independiente insistió en su pregunta fundamental: por qué se había destituido a los funcionarios cuando la felicitación del presidente de la República parecía indicar una aprobación de su conducta. El ministro de la Guerra, hombre fuerte en aquella coalición radical-cedista, respondió: “la responsabilidad del Inspector de Colonias, si existiese, solo podría derivarse de un exceso de celo, de una extralimitación de las funciones que le fueron encomendadas”. Gil-Robles había propuesto, y así lo acordó el Gobierno, la instrucción de un expediente para averiguar las responsabilidades en que hubiesen podido incurrir quienes amañaron el expediente de la Compañía África Occidental. La incoación del expediente fue encomendada a un funcionario de la Presidencia del Gobierno; maniobra, para Nombela,  destinada a que jamás se depurasen de verdad las responsabilidades, pues quienes debían ordenar su instrucción eran precisamente los autores directos de las irregularidades, y, según sus palabras, “no era admisible creer que ellos mismos fueran a encartarse en tan inculpatoria documentación”. De modo que a Gil-Robles le constaba la inexistencia de tal expediente cuando aseguró en sede parlamentaria que se  exigirían responsabilidades, sin cuya sustanciación, dijo, no se podría seguir hablando del tema de las destituciones de Nombela y Castro; y prometió que las Cortes conocerían “en breve” las conclusiones, para que los diputados realizaran su misión fiscalizadora de la actuación del Gobierno. Sin embargo, desde la destitución de Nombela y Castro el 17 de julio, hasta que el primero presentó su denuncia al presidente de las Cortes el 28 de noviembre, no entró en el Parlamento expediente alguno relacionado con esta cuestión. En su libro, Gil-Robles admite que, tras la interpelación del diputado Cano López, creyó “liquidada definitivamente” la cuestión, y, “absorbido” por los problemas de su ministerio, no volvió a pensar en el expediente de Guinea. Según Nombela, días después de la interpelación, Gil-Robles, “con premeditada felonía”, ordenó a un abogado del Estado que fueran revisados minuciosamente cuantos informes, expedientes y órdenes hubiese autorizado el ex capitán Nombela  durante su desempeño como inspector general de Colonias, para, con el más fútil pretexto, abrirle un expediente que justificase la existencia del que había prometido a las Cortes, “aunque fuera apócrifa”.

El abogado del Estado, Martínez Almeida, informó a Nombela de su misión, a la que renunció. Fue sustituido por un funcionario de Hacienda, llamado Cordón, el cual, al no encontrar nada censurable, se disculpó y felicitó al investigado, asegurándole “estar avergonzado” por haber aceptado aquella orden de “persecución a ultranza”. El Gobierno de Lerroux cayó el 20 de septiembre. Nombela intentó, en repetidas visitas al nuevo presidente, Joaquín Chapaprieta, que Gil-Robles rectificase en las Cortes sus apreciaciones “y colocar mi nombre en el lugar que correspondía”. “El (nuevo) presidente no intentaba quitarme la razón en lo por mí pretendido –escribe Nombela en Arriba–, pues, conocedor a fondo del asunto, reconocía el derecho que me asistía. Me prometía siempre que estaba haciendo lo posible para satisfacer mis justos deseos, pero no me ocultaba ‘que era papeleta difícil humillar la reconocida altanería del señor Gil-Robles’”. Me confesó Nombela que recibió amenazas de muerte, y, agotada su paciencia, “con el asesoramiento y buen consejo de José Antonio Primo de Rivera, quien espontáneamente se ofreció como mi defensor en este asunto”, redactó su informe, registrado en el Palacio de la Carrera de San Jerónimo el 28 de noviembre de 1935[11]. Denuncia destinada, sobre todo, a informar a la opinión pública sobre la verdad de los hechos, esclarecimiento del que esperaba lo siguiente: “resplandeciese la rectitud de mi gestión y la culpabilidad de cuantos personajes se habían visto implicados en los intentos de atracar el Tesoro; unos aspirando a ser beneficiarios y otros colaborando más o menos directamente en el vergonzoso hecho”[12]. 

Tras un breve debate el 29  de noviembre, durante el cual Gil-Robles tuvo que admitir que hubo acuerdo de pago en Consejo de Ministros[13], el Parlamento nombró una comisión investigadora, ante la que declararon Nombela y otros testigos en sesiones agotadoras. Compuesta por 21 diputados, bajo la presidencia del republicano conservador Gregorio Arranz Olalla, la integraban cinco cedistas (De la Iglesia, Sánchez Miranda, Cuartero Pascual, Hermida Villelga y Barros de Lys), tres radicales (Pareja Yévenes, Martínez  Moya y Arrazola Madera), dos agrarios (Díaz Ambrona e Igual Padilla), el liberal demócrata Muñoz de Diego, el progresista Fernández Castillejos; Marial Mundet, de Esquerra Republicana de Catauña; el nacionalista vasco Careaga Andueza;  Recaséns  Siches, de Unión Republicana; Marco Miranda, de Izquierda Republicana; Romualdo de Toledo, tradicionalista; Reig Fernández, de la Lliga de Cataluña; el independiente Eduardo O’Shea y el monárquico Fuentes Pila, que actuaba como secretario. Aún no he conseguido saber la razón de la ausencia de socialistas y comunistas. Antes de que la comisión pudiese adoptar resoluciones, dimitió su presidente porque, según declaró su correligionario y jefe de filas Miguel Maura: “nosotros no podemos avenirnos a una componenda de la naturaleza que pretenden hacer algunos elementos de la comisión, puesto que en el dictamen redactado se elude toda responsabilidad de tipo político para el Gobierno que regía los destinos del país en julio de este año y recae toda la responsabilidad”. Una dura réplica de los diputados radicales dividió a la Comisión. Incapaz de dar explicaciones convincentes, Lerroux,     exculpado con el apoyo de Gil-Robles, fue forzado a dimitir de todos sus cargos por propio grupo político; el 7 de diciembre anunciaba su retirada de la vida pública. A las cinco de la tarde de ese mismo día, se iniciaba una turbulenta sesión parlamentaria, que duró hasta las siete de la mañana del día siguiente, a la que se negó a asistir Lerroux, con la excusa de que “por las noches no salía de su casa”.   

Quizá la intervención más sustanciosa sea la de José Antonio Primo de Rivera. Muy extensa y profusa, aporta, sin embargo, datos valiosos que permiten profundizar y completar la comprensión del tema. Según este relato de los acontecimientos, la naviera Compañía África Occidental, S. A., tenía en Guinea dos buques, el Teresa Tayá y el Príncipe de Asturias, que servían la ruta entre Fernando Poo, Río Muni y Annobón. Amarrados sin motivo ni explicación y surtos en puerto, se hundieron súbitamente. La empresa cargó su importe al Estado, hecho que aceptó la Administración. El contrato fue rescindido mientras un tercer barco navegaba desde Newcastle a Santa Isabel, siendo entonces subastado por la Compañía, cuyo importe y gastos fueron también cargados al Estado. La contabilidad de la empresa no tenía ni libro copiador de cartas, ni libro de actas, ni presentó nunca a la comisión investigadora sus archivos; el libro auxiliar de tráfico no estaba legalizado; en el de inventarios y balances solo aparecían dos inventarios incompletos y un balance de comprobación de saldos; en el diario únicamente aparecían asientos anteriores a la fecha oficial de la apertura de la sociedad… Por todo lo cual, la comisión parlamentaria había concluido que “la contabilidad examinada es jurídicamente defectuosa y técnicamente incompleta, confusa y deficiente. No parece que la Sociedad haya satisfecho impuesto alguno a la Hacienda del Estado”[14].

Ya en un tono político, el jefe nacional de Falange Española pasó a condenar a Gil-Robles, rompiendo la táctica de meses atrás, cuando intentó atraer a una alianza al líder de la CEDA: “Su Señoría, desde el 26 de julio, oyó las denuncias aquí; su señoría supo aquel intento de cobro ilegal contra el Tesoro Colonial, de una indemnización mal acordada; su señoría, estoy seguro de que con la mejor buena intención del mundo, no denunció esto, no llegó a una ruptura pública con los que trataban de asaltar así el Tesoro Colonial; su señoría ha venido prolongando esta peligrosísima convivencia, y hay algo aquí más grave que lo que puede parecer a su señoría, porque sé que su señoría lo ofrecería, en todo caso, como sacrificio de España: hay el riesgo que estamos corriendo de que, por convivir con gentes que no son dignas de convivir con nosotros; que no tienen nada que hacer en la vida pública de España; que deben retirarse a sus casas, y esto por la infinita benevolencia de quienes no los mandan a la cárcel, está comprometiendo su señoría la posibilidad de que nos agrupemos todos un día: los radicales que se salven de la reprobación general, los jóvenes y los viejos de Acción Popular que le siguen, hombres de derecha e izquierda, en un posible Frente Nacional, que ha de tener como primera bandera la bandera de la moralidad pública”. 

En el turno de explicación de voto, Primo de Rivera resumía la posición de su grupo: “El voto particular del señor Toledo (Romualdo de) envuelve en las responsabilidades políticas a don Alejandro Lerroux; el dictamen de la Comisión excluye de la responsabilidad política a don Alejandro Lerroux y deja caer esa responsabilidad política sobre la cabeza del subsecretario. Los subsecretarios –ya se ha dicho hoy con palabras más doctas– no pueden ser objeto de responsabilidad política. Lo que tratan de hacer con ese dictamen es la grave facha de acusación política –política por ahora– sobre la cabeza de don Alejandro Lerroux, y yo digo solamente esto: si tal hacéis, acaso salvéis con los votos de esta noche a don Alejandro Lerroux; pero caerá sobre todos vosotros, sobre todos los que votéis, la reprobación terminante de la opinión pública entera (…); la opinión pública reclama con escándalo que se abomine esta noche de un tono político impuesto a las costumbres españolas por don Alejandro Lerroux. Ésta es la verdad, y está en la conciencia de todos vosotros. Pero ¿es que vamos a decir todavía esta noche, una vez más, que don Alejandro Lerroux no delinque? Llegó lo del straperlo y apareció su hijo adoptivo, una especie de cuerpo mixto civil y militar que le rodea, el subsecretario de la Gobernación, el ministro de la Gobernación, todos; él, incólume. Llega este asunto, y tenemos al subsecretario de la Presidencia, quién sabe si al señor Nombela, quién sabe si al juez instructor; él, incólume. ¡Señores! Ya es hora de que concluyamos esta especie de juego de personajes de vieja farsa italiana. El señor Lerroux no delinque nunca; pero en las inmediaciones del señor Lerroux hay siempre, para delinquir, o un hijo adoptivo, o un cuarto cívicomilitar, o un subsecretario propicio, o un ministro medio tonto; siempre se encuentra eso en los alrededores del señor Lerroux para que se lleven el peso a la hora de las condenaciones…”[15].

También acusado de complicidad política en las irregularidades por Unión Republicana e Izquierda Republicana, Gil-Robles centró su discurso en la defensa de la estabilidad de la mayoría gubernamental, y, por tanto, de sí mismo: “Aquí no hay criterios políticos, no hay maniobras; no hay más que el respeto a la conciencia, el respeto absoluto a la Justicia (…) Esto es lo que quiero decir en este instante en que la conciencia de cada cual ha de dar solución al problema. La mía queda completamente tranquila; si algún honor he de tener entre las amarguras de la vida política, habrá de ser mi intervención en el asunto de ‘África Occidental, Sociedad anónima’”[16]. En cuanto al resto de las formaciones políticas, el reformista Muñoz de Diego creía en la buena fe de Lerroux y consideraba reprobable la conducta de su subsecretario; el agrario Royo Vilanova declaró y mantuvo que en el Consejo de Ministros dijo que, a su juicio, el informe del abogado del Estado estaba bien hecho y pedía se pasase el expediente al Fiscal de la República “por si el que lo estudió y el que dio su opinión han delinquido como prevaricadores”. El radical Pérez Madrigal defendía  tanto a Lerroux como a Moreno Calvo, pues, en su opinión, “atacar a un partido republicano es atacar al régimen”. El ex presidente del Gobierno, Samper, también radical, rechazó estas afirmaciones de Pérez Madrigal, asegurando que no actuaba contra su partido, sino que se había ajustado estrictamente a la verdad en su declaración ante la Comisión. Para el también radical Martínez Moya, Nombela era un “militar pundonoroso y un hombre íntegro”; pero no había cumplido su deber como funcionario, “de obediencia al superior”.  El  progresista Fernández Castillejos rechazaba enérgicamente los velados ataques dirigidos al presidente de la República, y llamaba “malos republicanos” tanto a quienes los habían proferido como a quienes se habían callado. El tradicionalista Romualdo de Toledo y el monárquico Fuentes Pila pedían la condena  de Lerroux, criterio sostenido con inusitada energía por el conservador Miguel Maura.

El portavoz de Izquierda Republicana, Augusto Barcia, afirmaba que, habiendo existido un acuerdo de pago del Consejo de Ministros, la responsabilidad debía alcanzar a todos sus miembros presentes. Goicoechea, de Renovación Española, concretó las responsabilidades en que, a su juicio, había incurrido Lerroux, cuya culpabilidad no le cabía duda. Para los populistas de Gil-Robles, quien hasta en las declaraciones testificales ante la Comisión Parlamentaria había negado que el Gobierno hubiese adoptado un primer acuerdo de pago, todo se reducía a una maniobra de desprestigio contra el partido radical, “único valladar que tiene España contra los avances revolucionarios”. Y mientras Rafael Guerra del Río anunciaba que los radicales no romperían la coalición con la CEDA, Martínez de Velasco, en nombre del Gobierno, comunicaba que los diputados del bloque quedaban en libertad de votar según su conciencia. La votación dio como resultado la exculpación de Lerroux, y la inculpación de Moreno Calvo. Nombela, considerado por algunos como “un compañero de viaje” de los comunistas, fue hallado culpable de “exceso de celo” y de falta de respeto a la Justicia, denegándosele a él y a Castro Martín la posibilidad de reincorporarse a sus funciones.

Además de la retirada de Lerroux, otras consecuencias importantes de la denuncia de Nombela fueron la ruptura de la coalición de Gobierno y la agudización de las contradicciones en la derecha posibilista, y el fraccionamiento de los partidos más directamente implicados en los hechos debatidos en las Cortes a principios de diciembre de 1935, empezando por el Partido Radical, que desapareció del mapa político español. La dimisión de Ricardo Semper de la presidencia del Consejo de Estado y su abandono del Partido Radical fue uno de los episodios más ruidosos en el ambiente de crispación y crisis general que siguió al tenso debate parlamentario. Como escribe Gil-Robles en su libro, “al salir del Congreso, a las siete de la mañana del día 8 de diciembre, llevaba el triste presentimiento de haber pronunciado mi último discurso de aquellas Cortes. La crisis quedó abierta al día siguiente”. Lo cual demuestra nuestra teoría: la cuestión colonial jugó un papel determinante en aquel proceso de desintegración política, aspecto insuficientemente destacado por la historiografía.

En efecto, Gil-Robles intentó revertir en éxito la debilidad moral y política en que le había sumido el caso Nombela, contraatacando hacia el flanco más débil, el descalabrado Partido Radical.  Se opuso a la política económica del presidente del Consejo, Chapaprieta, quien había propuesto poco antes subir en un modesto porcentaje el impuesto de sucesiones y gravar algo más los latifundios. Si, como deduce Stanley Payne[17], no parece que el dirigente de la CEDA fuera personalmente contrario a estas medidas, promovidas por el jefe de Gobierno y ministro de Hacienda, la crisis promovida por el ministro de la Guerra respondería a su deseo de recuperar la confianza de los poderosos intereses financieros y agrarios que apoyaban su proyecto político, para, a partir de ahí, situarse en óptimas condiciones que le permitieran subir al poder con el apoyo de las fuerzas situadas a su derecha: falangistas, tradicionalistas y monárquicos. Pero, tras la denuncia de Nombela, se incrementaron los recelos del presidente de la República hacia el líder de la CEDA, pese a ser  el partido más votado en las elecciones de 1933, en que obtuvo el 24 % de los sufragios. Junto a los factores que suelen considerarse decisivos para que Alcalá Zamora se negase a encargar la formación de Gobierno a Gil-Robles tras la dimisión de Chapaprieta, creemos que puede añadirse también el escándalo de la corrupción en Guinea.

Fracasados otros intentos de constituir un Gobierno estable, y presionado a derecha e izquierda con amenazas golpistas, coaliciones nacionalistas y levantamientos revolucionarios, el 7 de enero de 1936 el presidente de la República optó por la convocatoria de elecciones generales, que tuvieron lugar en febrero. El descalabro del Bloque nacional nucleado por Gil-Robles con los restos más conservadores del Partido Radical y otros grupos menores tuvo como consecuencia la victoria del Frente Popular. Lo demás es sobradamente conocido.

Este texto fue pronunciado como conferencia durante el II Seminario Internacional sobre Guinea Ecuatorial organizado por el Centro de Estudios Afro-Hispánicos (CEAH), UNED, en Madrid entre el 6 y el 10 de julio de este año. Una versión muy resumida se publicó en una Tercera del diario ABC. Se puede consultar igualmente en Endoxa, NÚM. 37 (2016): NUEVAS INVESTIGACIONES SOBRE Y DESDE GUINEA ECUATORIAL. 

No te pierdas:

  • La Gürtel del gobierno de derechas y Guinea.
  • Entrevista a Antonio Nombela.
  • El asunto de Guinea....
  • Los republicanos de Fernando Póo felicitan al Diario La Libertad.
  • Creación del Frente Popular.
  • ... y los heredados de la República.
  • Notas

    [1]    Ndongo-Bidyogo, Donato: Historia y tragedia de Guinea Ecuatorial; Edit. Cambio 16, Madrid, 1977. Agotado. Próximamente se podrá adquirir en la página web del autor.

    [2]    Mesa, Roberto: La idea colonial en España; Edit. Ciencia Nueva, Madrid, 1967. Reedición en Fernando Torres, edit., Valencia, 1976.

    [3]    Vid. Ndongo-Bidyogo, Donato: ‘Corrupción en la II República: el caso Nombela’. Historia 16, núm. 66, 1981, págs. 33-42.

    [4]    Antonio Nombela Tomasich (Madrid, 1900). Militar africanista. Participó en la guerra de Marruecos en 1921, en la que ganó la Cruz laureada de San Fernando, y donde permaneció hasta 1931. Del arma de infantería pasó a aviación. Siendo capitán, en 1931 es destinado a la Guardia Colonial de los Territorios Españoles del Golfo de Guinea. Nombrado subgobernador de la Guinea Continental, tras el asesinato del gobernador Gustavo de Sostoa accedió de modo interino a la titularidad del Gobierno General, cesando en el ejercicio activo en el Ejército. Durante 1934 realizó y perfeccionó estudios sobre Administración Colonial en las Universidades de París, Amberes y Ámsterdam. Fue nombrado inspector general de Colonias ese mismo año. Aunque fue ascendido a comandante tras estallar la Guerra Civil, solicitó la baja definitiva del Ejército y no participó en ella. A partir de 1939 se dedicó al negocio de la madera. Al alcanzar la edad de jubilación, en 1964, se le reconoció el empleo de coronel; por su condición de caballero laureado, ascendió a general de brigada, en la reserva. Falleció en Madrid, a los 85 años, el 16 de marzo de 1986.

    [5]    Antonio Nombela en el diario Arriba (11-15 de mayo, 1968), en réplica a José María Gil-Robles tras la publicación de No fue posible la paz, Ediciones Ariel, Barcelona, 1968. En conversación conmigo, el ex inspector general de Colonias afirmó que no reveló los detalles de su entrevista con el presidente Alcalá Zamora en 1935 por “discreción” y por “respeto” al jefe del Estado.

    [6]    Caja que financiaba las infraestructuras y servicios de la colonia y el salario de los funcionarios (similar al presupuesto de las Diputaciones en la España peninsular). Se nutría con la partida correspondiente de los Presupuesto del Estado y los ingresos fiscales cedidos y gestionados por la Administración colonial. Vid. Miranda Junco, Agustín: Leyes Coloniales, Madrid, 1945; y Castro Antolín, Mariano L. de: ‘La revolución de 1868 y la Guinea Española’, en Cuadernos de Historia Contemporánea, núm. extraordinario, 191. Universidad Complutense, Madrid, 2003.

    [7]    Rafael Sánchez-Guerra Sainz, secretario general de la Presidencia de la República durante el mandato de Niceto Alcalá Zamora (11 de diciembre 1931-7 de abril de 1936). Su hermano, Luis Sánchez-Guerra, fue nombrado gobernador general de Guinea el 8 de septiembre de 1935, en sustitución de Ángel Manzaneque, destituido a consecuencia de la denuncia de Nombela.

    [8]    Según indica el primero en No fue posible la paz; cf.: Antonio Nombela, diario Arriba, Madrid, 12 de mayo, 1968.

    [9]    Véanse los diarios El Sol (29 de noviembre, 1935) y Arriba (11, 12, 14 y 15 de mayo, 1968). Algunos pormenores fueron aportados por el propio Nombela en conversaciones con el autor.

    [10]   El ministro de Estado (Asuntos Exteriores) era Juan José Rocha García, del Partido Radical. Gil-Robles, José María: No fue posible la paz; Ediciones Ariel, Barcelona, 1968. Ver también sus Discursos parlamentarios, Ediciones Taurus, Madrid, 1971.

    [11]   Del análisis de la conducta anterior y posterior de Nombela no cabe deducir afinidad ideológica alguna entre éste y el fundador de Falange Española. Nombela fue siempre neutral en política, un profesional riguroso, fiel a sus convicciones y principios. Rechazó el ofrecimiento de diversos partidos –desde falangistas al comunista– para integrarse en sus listas en las elecciones de febrero de 1936. Tiendo a enmarcar el asesoramiento de Primo de Rivera en su deseo de utilizar el tema para desgastar al Gobierno.

    [12]   En nuestras conversaciones, Nombela reveló que el subsecretario Moreno Calvo había sobornado a magistrados, abogados y funcionarios, y aseguró que la naviera Compañía África Occidental sólo hubiese recibido 165.000 pesetas de la cantidad reclamada; Lerroux y sus amigos tenían intención de repartirse el resto.

    [13]   Gil-Robles, J. Mª: Discursos parlamentarios, pág. 526 y sig. Citado por la Comisión de Investigación, el ex subsecretario Moreno Calvo tuvo que aportar dichos documentos. La prensa de la época cubrió estos hechos con profusión. Véanse, sobre todo, los diarios El Sol, ABC y El Debate.

    [14]   Nombela declaró al autor que Tayá había hecho hundir barcos de la Compañía, con toda su tripulación –compuesta fundamentalmente por guineanos y otros africanos– con el solo fin de cobrar el seguro. Y el servicio internacional que prestaban sus barcos era “desastroso, sucio, inseguro”.

    [15]   Primo de Rivera, José A.: Textos de doctrina política. (Agustín del Río Cisneros, comp.). Edición de la Sección Femenina de FET y de las JONS Madrid, 1964. Contiene numerosos discursos.

    [16]   Gil-Robles, J. Mª: Discursos Parlamentarios, pág. 765 y ss.

    [17]   Payne, Stanley G.: Ejército y sociedad en la España liberal, Edit. Akal, Madrid, 1976, pág. 483.

    martes, 10 de diciembre de 2019

    Entrevista a Antonio Nombela

    Hace unos años empezamos nuestro paseo por la Calle 19 de Septiembre de la vieja Santa Isabel con La Gürtel de la CEDA en Guinea...:
    La "denuncia Nombela" o "Caso Tayá" es una historia vieja... la Confederación Española de Derechas Autónomas (CEDA) tuvo su propia caja B, un comisario Villarejo, su respectivo conseguidor como el pequeño Nicolás y un desconocido M. Rajoy que acabó generando la caída del gobierno de derechas en la II República... caída inesperada para los partidos que integraban la coalición, y cuya frustración por la consecuente victoria del Frente Popular desencadenó la ruptura del 18 de julio de 1936.
    (...) Incluso entre la documentación elaborada por José Antonio Primo de Rivera en la prisión de Alicante, se incluye la referencia al "Asunto de Guinea..." como parte de su "síntesis moral" de los motivos que condujeron a la "rebelión" en julio de 1936.
    Hoy reproducimos una entrevista de Mundo Gráfico a Antonio Nombela publicada en diciembre de 1935:

    El ex inspector general de Colonias don Antonio Nombela, autor de la sensacional denuncia a las Cortes de "los tres millones de Tayá" habla a MUNDO GRÁFICO: "Para mí era un problema de conciencia, y no tenía más camino que el que he tomado".

    El ex-Inspector general de las Colonias don Antonio Nombela Tomasich nos recibe en su domicilio de la calle de Narváez. El señor Nómbela es un hombre joven, sencillo, de pocas palabras, pero enjundiosas; de gesto sobrio y de modales francos. El escrito enviado a las Cortes por el ex inspector de Colonias denunciando graves irregularidades administrativas ha colocado a este funcionario en el primer plano de la actualidad. Nombela es Caballero de la Orden de San Fernando -tiene la laureada-, y ha vivido siempre alejado del barullo político.
    Cuando el reportero le habla de la sensación que ha causado en las gentes su denuncia, nos responde con firmeza:
    -No he querido ni he buscado el escándalo, y aquí, si hay escándalo, no es en mis palabras, sino en los hechos que denuncio. He ido demorando mi determinación a instancia del señor Chapaprieta y ante la promesa de que ellos resolverían. Por último, viendo que las Cortes iban a cerrarse, y cansado de recibir felicitaciones y de oír epítetos contra el señor Moreno Calvo, sin que en definitiva se sacara a la luz este asunto, opté por enviar mi escrito a la Cámara de los Diputados para que ella hiciera justicia. Yo no he estado afiliado nunca a ningún partido político, ni he sentido jamás deseos de mezclarme en ninguna lucha de partidos. Me he limitado a cumplir con mi deber y a ir donde se me ha mandado.
    Y añade, después de una ligera pausa:
    -No es cierto, como se ha dicho, que yo pedía la restitución de mi cargo. Al contrario, afirmé que al dar este paso no aceptaría ni reposición ni cargo alguno, sino que mi deseo se limitaba a que se hiciera justicia y se castigara a los culpables.
    -¿Es usted militar, señor Nombela?
    -Soy capitán de Aviación.
    -Creo que es usted un hombre muy enterado de los problemas coloniales, y que a ellos ha dedicado su actividad.
    -No sé si los conoceré bien o mal; pero lo que puedo decirle a usted es que he estudiado los problemas coloniales en los libros y en la realidad, con afanes de acierto. He estado diez años en África, dos años de subgobemador en Guinea, y para completar lo que se puede llamar, quitándole todo aire de jactancia o de pedantería, la «cultura colonial», fui comisionado -durante el Gobierno del señor Martínez Barrio- a Bruselas, Amsterdam, Amberes y París, para estudiar la organización de las Colonias y los centros coloniales extranjeros.
    -Afirma usted en su escrito a las Cortes que la organización de nuestras colonias de África Occidental -Guinea y Fernando Poo- adolecen de taras y defectos que es necesario subsanar. ¿En qué consisten estos defectos?
    -Es muy largo de contar. Precisamente en el decreto orgánico -con la creación de la Inspección de Colonias- estaba hecho por mí para limar estos defectos. Pero la mayoría de estos proyectos tropezaban con la obstrucción, tenaz e irreductible, del señor Moreno Calvo.
    -La oposición del subsecretario de la Presidencia culminó en el asunto Tayá.
    -Este acoso ha durado siete meses. El señor Moreno Calvo empleaba conmigo desde la amenaza a la conminación o el soborno verbal. Todo era inútil, por la sencilla razón de que yo he pensado siempre que el Estado me pagaba a mí para que defendiera los intereses del país; y el señor Moreno Calvo -como usted habrá leído en el escrito mío- opinaba lo contrario. Por eso, en una de las muchas discusiones que tuvo conmigo exclamó irritado: «¡Qué... tanta defensa del Tesoro!»
    -¿Todos los asuntos de las Colonias pasaban por las manos de usted?
    -Todos. Ahora que en este asunto de Tayá, o sea del cheque de los tres millones trescientas diez y ocho mil pesetas, con la orden del Consejo de Ministros, mi responsabilidad era solamente de índole moral; pero como yo veía que aquello no era una cosa limpia, creí mi deber oponerme con todas mis fuerzas para que se frustrara el propósito del señor Moreno Calvo. Para mí era un problema de conciencia, y no tenía más camino que el que he tomado. Ahora estoy tranquilo.
    -¿Trató usted al señor Tayá?
    -Yo no he visto al señor Tayá más que una vez. Sólo ha hablado conmigo en una ocasión.
    -Sobre este tema interpeló al Gobierno el diputado señor Cano López.
    -Cuando el señor Cano López llevó este asunto al Parlamento, yo no tenía el gusto de conocerlo. Ahora, sí.
    -«Me consta -dice usted, señor Nombela, en su escrito a las Cortes- que ninguna investigación se efectúa respecto de la gestión del señor Moreno Calvo, tan públicamente denunciada y conocida no solamente en el asunto que nos ocupa, sino en otros muchos, como el de la Comisión de Agricultores, Productores de Cacao y Chocolateros»... ¿Qué hay en estas palabras suyas?
    -En esto de los Agricultores, Productores de Cacao y Chocolateros -arguye el señor Nombela- hay cosas interesantísimas, de delicada índole moral, que es necesario que conozca el país, y no -como ahora ocurre- sólo un número determinado de personas. Por eso yo pido una investigación que deje al descubierto de una forma clara y diáfana la conducta de cada uno, y que al que haya hecho granjeria y cotización de su cargo se le castigue. Pero, en fin, esto está entregado al Parlamento, y él hará justicia, como lo ha hecho otras veces. Por eso digo en mi documento que, «movido principalmente por estímulo de este doloroso pero estricto deber de ciudadanía, de promover la sanción de los que delinquen desde los altos puestos que les confía la nación, y por la justa aspiración de que en el lugar donde se ha puesto mi honor en entredicho .se depure mi conducta y se proclame mi correcto proceder, acudo, en ejercicio de un derecho constitucional, a las Cortes con este escrito».
    Estrecho la mano del señor Nombela, le felicito por su actitud, y me voy.
    El reportaje ha terminado.

    martes, 8 de marzo de 2016

    La Gürtel del gobierno de derechas y Guinea

    La "denuncia Nombela" o "Caso Tayá" es una historia vieja... el gobierno de derechas de la II Rpública tuvo su propia caja B, su respectivo conseguidor  y un desconocido A. Lerroux que acabó generando la caída del gobierno de derechas en la II República... caída inesperada para los partidos que integraban la coalición, y cuya frustración por la consecuente victoria del Frente Popular desencadenó la ruptura del 18 de julio de 1936.
    La “denuncia Nombela” es un claro ejemplo de que, como otros episodios de la historia europea, las “lejanas realidades coloniales” influyen de modo decisivo en la política de la Metrópolis y en la vida de los colonizadores. Insuficientemente destacado por la historiografía, la gravedad de los hechos puestos en conocimiento de las Cortes en noviembre de 1935 por el Inspector General de Colonias precipitaría la ruptura de la coalición conservadora que gobernaba desde 1933, formada por la Confederación Española de Derechas Autónomas (CEDA), liderada por José María Gil-Robles, el Partido Radical de Alejandro Lerroux y grupos menores. La revelación por Nombela del entramado de corrupción que, por comisión u omisión, minaba las estructuras de los partidos políticos en el poder y a sus dirigentes, tuvo un profundo impacto en la opinión pública. El descrédito consiguiente de las instituciones republicanas fue causa determinante -junto a otras- en el hundimiento de aquel régimen, al precipitar las elecciones de febrero de 1936. La victoria del Frente Popular en un ambiente de máxima polarización sería el pretexto de la sublevación militar que desembocó en la Guerra Civil. Acontecimientos que, pese a los cortafuegos ideados durante la Transición tras la muerte del general Francisco Franco, siguen gravitando en la conciencia colectiva de España, condicionando su vida política hasta la actualidad.
    Es un tema ampliamente estudiado, que merece la pena leerlo de la pluma de Donato Ndongo-Bidyogo en "Corrupción en la II República: el caso Nombela" o en "Guinea Ecuatorial durante la II República. El ‘escándalo Nombela’. Implicaciones de un caso de corrupción colonial".

    Incluso entre la documentación elaborada por José Antonio Primo de Rivera en la prisión de Alicante, se incluye la referencia al "Asunto de Guinea..." como parte de su "síntesis moral" de los motivos que condujeron a la "rebelión" en julio de 1936.

    Pero el escándalo guineano no sólo supuso la caída de la coalición de derechas, y la espiral de violencia de los años posteriores:
    el escándalo de la Gürtel colonial de rebote deslegitimó al gobernador Luis Sánchez-Guerra, hermano de Rafael Sánchez-Guerra Sainz (Secretario General de la Presidencia de la República durante el mandato de Niceto Alcalá Zamora, del 11 de diciembre 1931 al 7 de abril de 1936), por lo que su posterior renuncia permitió el triunfo de los golpistas en la isla de Fernando Poo el 19 de septiembre de 1936.

    Igualmente, se da la paradoja de que la euforia frenteamplista de los escasos republicanos de la Guinea Española con la caída del gobierno de la CEDA supuso la declaración del estado de excepción en la colonia el 5 de junio de 1936 y la aplicación del artículo 5º a éstos, encontrándose desterrados y confinados en Canarias cuando los golpistas se hicieron cargo de las cárceles en el archipiélago. Así, se verían acusado de rebelión... pese a estar privados de libertad durante el golpe de Estado del 36.

    domingo, 1 de mayo de 2022

    Creación del Frente Popular

    ¡1 de mayo! Aniversario de la creación del Frente Popular en Fernando Póo.

    Realmente, fue efímero.
    Pero forma parte de una historia apasionante, y poco conocida:

    Cuando se repasa el desarrollo del conflicto del 36, el relato impuesto es el que reproduce Gerardo J. Cámara en La tierra amada. Aventura y Fe:
    -Yolanda, en la Guerra Civil, ¿qué ocurrió en Guinea?
    -Pasó con bastante tranquilidad -comento, no fue como en España. Los habitantes de Guinea no era políticos, eran trabajadores. Allí la política prácticamente no interesaba a nadie. La gente vivía pacíficamente. El gobernador de la colonia fue fiel al Frente Popular hasta que el 19 de septiembre de 1936, el capitán de la Guardia Civil y el teniente coronel de la Guardia Colonial de Fernando Poo le destituyeron en un pequeño golpe sin dar ni un tiro. No hubo derramamiento de sangre y la vida en la colonia continuó como siempre. Todo el mundo se conocía y nadie quería complicarse la vida.
    -¿Qué ocurrió después de la Guerra Civil?
    -Después de la guerra -continuó Yolanda- la colonia vivió una etapa floreciente (…).
    Aunque sabemos que sí hubo tiros (y bombardeos), se trata de la construcción que ya veíamos con José Luis Vila-San Juan en El curioso alzamiento en Guinea:
    -Los españoles que fuimos a Guinea -me dice uno de mis comunicantes- podíamos ser cualquier cosa, menos políticos... Yo llegue el 33. Aquellos españoles habían ido allí, sencillamente, por ambición. Por un correctísimo deseo de lucro: buenos sueldos (aunque dificilísimas condiciones de trabajo, habitabilidad, clima y salubridad), largos permisos o vacaciones retribuidas, posibilidades de ascensos y de independizarse, etc.
    Lógicamente, como en todo este tipo de emigración, se barajaban muy distintos caracteres: el trabajador formal, el vago, el aventurero, el que tiene suerte y el que no la tiene.
    -En los años 34 y 35, el Gobierno seguía preocupándose mucho y muy bien por la población de Guinea. Tanto por los nativos como por nosotros. Especialmente, en cuestiones de Sanidad colonial: uno de los grandes triunfos fue la batalla contra la mosca tse-tse, transmisora de la enfermedad del sueno que, al revés de lo que la gente cree, no produce sueño, sino que lo impide...
    -Hablemos más de política.
    -Esto era política.
    -Si claro, pero, había lucha entre los partidos políticos?
    -No. No es que hubiese o no lucha, es que no había partidos políticos.
    -Pero Vds. bien tendrían ideologías distintas...
    -Nosotros habíamos ido allí a trabajar y a luchar por ganar dinero. La Península, Madrid y el Congreso, quedaban muy lejos.
    Fiesta republicana en Río Benito (1934):
    «La colonia española en Río Benito (Guinea española)
    festejó el aniversario de la proclamación de la República
    que simboliza la niña María Luisa Domínguez,
    a quién rodean en la foto varios indígenas».

    Al fin y al cabo, en julio de 1931, el propio Alcalá-Zamora como presidente del gobierno provisional de la República, firmó un decreto exponiendo que «la modificación trascendental que en todo nuestro régimen jurídico supone el advenimiento de la República tenía que llegar, en su repercusión, al régimen colonial de los territorios que, formando parte integrante de la soberanía, están sitos en las islas y continente de Guinea». Sin embargo, y pese a que en el mismo establece que los derechos constitucionales serán de aplicación igualmente a los pobladores españoles y extranjeros del territorio, explicita que «será especial la legislación de orden público, las de reunión, asociación y Prensa», quedando la regulación de ese derecho fundamental entre las «adaptaciones que a propuesta del Gobernador se acuerden por el Gobierno».

    Mientras tanto, de entre las diferentes contradicciones que experimenta la política española esos años, hay una que pese a su lejanía se vive con pasión en el territorio: se trata de la "denuncia Nombela" (por el ex inspector general de Colonias, Antonio Nombela) o "Caso Tayá", vinculada directamente con los intereses y la administración del territorio, y que acabó generando la caída del gobierno de derechas en la península. 

    «¡Votad a España!, dicen, y los españoles votarán a España, a la España sin ladrones y sin encubridores, a la España libre de "Straperlos" y de "Golfos de Guinea", a la España digna del catorce de abril».

    De hecho, tras las elecciones de febrero de 1936, concluirá Donato Ndongo-Bidyogo «La victoria del Frente Popular en un ambiente de máxima polarización sería el pretexto de la sublevación militar que desembocó en la Guerra Civil». Incluso entre la documentación elaborada por José Antonio Primo de Rivera en la prisión de Alicante, se incluye la referencia al «Asunto de Guinea...» como parte de su "síntesis moral" de los motivos que condujeron a la "rebelión" en julio de 1936.


    Manzaneque, ex Gobernador de La Guinea,
    momentos antes de jurar su declaración 
    por al asunto Nombela ante la comisión parlamentaria el 4 de diciembre de 1935.

    Volviendo al territorio ecuatorial, no son pocos los colonos y funcionarios que conocen personalmente a Nombela y que saben de primera mano de las arbitrariedades de las navieras con conocimiento cuando no colaboración de las autoridades de turno. En definitiva, muchos son los que festejen la denuncia y han seguido y alentado los avances del caso. Varios de ellos, redactarán y firmarán una nota de público agradecimiento para el Diario La Libertad, por ser a través de sus editoriales e investigación periodística los más visibles impulsores de que la "denuncia Nombela" no quedara olvidada en un cajón. Éstos firmantes, serán precisamente quienes tras esa euforia y alentados por el triunfo de las izquierdas en las elecciones (en las que no pudieron participar ni desde Fernando Póo, ni desde Río Muni), tomarán la determinación de constituir un estructura local del Frente Popular.
    La política -seguirá el informante de Vila-San Juan- empezó al final del periodo inmediatamente anterior al 17 de julio.
    La potencialidad económica de Guinea, en aquellos tiempos, era baja. Existían sólo cuatro o cinco Compañías fuertes. No podían dar buen trabajo a cuantos habían llegado allí en busca de un Eldorado. Quien no servía, quien no resistía, quien no se superaba en esfuerzo y en tesón, quedaba marginado. Entonces se empezó a hablar del Frente Popular. Se adherían los fracasados, los descontentos con su situación, que no habían sabido elevar.
    En cualquier caso, contando con la necesaria anuencia del gobernador, constituyeron la organización y su primera actividad pública fue la celebración del 1 de mayo de 1936, con un comunicado que generó gran revuelo (gracias a Celeste Muñoz, os compartimos el texto):

     Agricultores, obreros, comerciantes, trabajadores todos de Fernando Póo y del Continente:

    La primera agrupación de FRENTE POPULAR de Guinea, acaba de nacer en Santa Isabel de Fernando Póo, y se dirige a todos los que trabajan, en la histórica fecha del primero de Mayo, comenzando su acción pública en este día internacional de fraternidad.
    Nosotros, haremos llegar hasta aquí el formidable impulso renovador que ha sacudido al pueblo español, y os aseguramos que haremos oir nuestra voz siguiendo el ejemplo magnífico de España, que en formidable esfuerzo se ha unido contra los saqueadores de las arcas públicas y del Tesoro Colonial.
    Por estar lejos de la Metrópoli estos territorios, la intriga, la falta de organización y de moralidad, la arbitrariedad, están a la orden del día. Ni escapa, ni puede escapar a la Colonia a la fiscalización del pueblo. No es Guinea excepción honrosa que sea preciso destacar del bienio negro, como espejo de pureza. También aquí es necesario que lleguen nuevos aires y que soplen con fuerza sobre los emboscados que reniegan de las ideas que ayer sostuvieron, para conservar un puesto desde el que poder sabotear las tareas que se ha marcado el pueblo español, y que habrán de llegar hasta nosotros.
    Durante el bienio negro, nos hemos visto asaltados por gentes encumbradas al rescoldo del favor político, ilegalmente nombradas para cargos de vital importancia, que continúan controlando los mandos y utilizándolos contra nosotros, contra el pueblo entero, contra los que representamos el nuevo movimiento del pueblo, derrocador de caciques y de capillitas de compadres.
    Pero a pesar de esto, nada nos hará detenernos en nuestro camino. La agrupación de FRENTE POPULAR de Santa Isabel no ha nacido sin lucha y declara a la vez que ha nacido para la lucha.
    Hemos de luchar, con toda energía y decisión, para obtener las siguientes reivindicaciones:
    1. Sustitución por elementos de izquierda de las autoridades políticas de la Colonia, nombradas durante el bienio de derechas.
    2. Derechos políticos y sociales de igual amplitud que os reconocidos en la Metrópoli.
    3. Ayuntamiento de elección popular.
    4. Delimitación de jurisdicciones y eliminación de los servicios inútiles con supresión o reforma radical de las Administraciones Territoriales y del Patronato de Indígenas.
    5. Sustitución total e inmediata de la enseñanza religiosa, pasando al Estado todas las escuelas, talleres y fincas detentados por las misiones y que son propiedad del pueblo.
    6. Reorganización de los servicios administrativos, con jornada legal del trabajo, imprimiendo mayor eficacia a la acción de todos.
    7. Revisión de los nombramientos de funcionarios efectuados durante los dos últimos años, con reconocimiento de sus derechos a los funcionarios coloniales.
    8. Fomento de la agricultura, apoyo a los pequeños agricultores y facilidades de crédito.
    9. Consejo Colonial y descentralización administrativa
    10. Modificación democrática del Estatuto Colonial.
    11. Protección eficaz del trabajo, tanto de los europeos como de los nativos.
    12. Elevación del nivel cultural y material de indígena.
    POR EL FRENTE POPULAR DE SANTA ISABEL 
    LA JUNTA DIRECTIVA 


    ¿Seguimos con el relato del monárquico Vila-San Juan?:

    [El abogado Rafael Rodríguez Delgado,] el llamado Presidente del Frente Popular -único partido existente en Fernando Poo- había ido reclutando a sus adeptos casa por casa (como quien hace seguros), ya que en el Casino -una especie de club privado- sólo tenían entrada los propietarios y apoderados, lo que significaba que, aun en la eventualidad de que hubiera podido hacer allí su propaganda, poca clientela hubiese conseguido...
    -En total logró reclutar unos 150 hombres. Pero, nunca fueron extremistas. Era un Frente Popular muy moderado.
    De todas formas, el Gobernador General, Luis Sánchez Guerra, el 5 de junio declara el estado de excepción, que, prácticamente, ni se notó. Asimismo, solicitó a Madrid un barco de guerra, como medida preventiva. El crucero «Méndez Núñez» llega a Santa Isabel el 24.
    -El Gobierno, ¿era muy izquierdista?
    -Luis Sánchez Guerra era un caballero de arriba abajo. Ingeniero de Caminos, fue el quien había ya realizado el puerto de Alicante. Era hijo del ex ministro José Sánchez Guerra.


    Según la historiografía franquista, la victoria del Frente Popular en 1936 tras el escándalo de la gürtel del gobierno de derechas, pone nervioso a los poderes fácticos coloniales y el gobernador «reúne a la Junta de Autoridades el 5 de junio y promulga un bando por el que se declara a la colonia en estado de excepción: "El modo de ser interpretado, por algunos, el derecho a la libre emisión de sus ideas, por primera vez reconocido en la Colonia durante el mando de este Gobernador General y el evidente estrago que a la causa de la colonización está ello ocasionando, obligan al Gobierno General, contra lo que fuera su deseo, si el freno del patriotismo hubiera sido suficiente, a adoptar las siguientes medidas,..."».


    Con apenas un mes de existencia, la personería jurídica del Frente Popular quedará suspendida... y se expulsará a algunos de los agitadores como al comerciante Rafael Santos o al abogado Antonio Pérez, a los que por decisión del Gobernador General se les aplica el artículo 5 y se pone a disposición de la Audiencia de Canarias. Y así, sea como preso gubernativo de junio 1936 o como leales a la República en el territorio ecuatorial durante el golpe de Estado de julio, los fundadores del Frente Popular en la isla acabarán confinados en el campo de concentración del viejo lazareto de Gando, en donde recibirán al resto de presos coloniales conforme eran procesados en el territorio ecuatorial por las nuevas autoridades franquistas.

    El golpe en la mesa del Gobernador General no pasó desapercibido: incluso el 11 de junio el diario uruguayo El bien público abría portada con un "Graves desórdenes en la Guinea Española":



    Pero no hay constancia de esas revueltas... ni llegó el Blas de Lezo. Sí llegó por unos días el Méndez Núñez, que retornó a España conforme se apaciguaban los ánimos y se prolongaba inesperadamente en la península el golpe de Estado del 18 de julio.

    Regresó de nuevo a mediados de agosto, ante el temor de que la oficialidad del buque se pasara a la armada sublevada en el trayecto a España. De nuevo en el puerto de Santa Isabel, y una vez depuesta la oficialidad y confinada en la hacienda de Teodoro Avendaño, la marinería permanecerá ociosa en la ciudad alentando el debate político e insuflando confianza a los militantes del disuelto Frente Popular.

    Cuenta en sus informes Juan Ramírez Dampierre, Vicecónsul portugués en Fernando Póo, que esa presencia envalentonó al colectivo, el cual

    dirigió una carta al Gobernador General que la consideró inconveniente e irreverente, castigando al presidente del Grupo del Frente Popular, su autor [Rafael Rodríguez Delgado], con una multa disciplinaria de quinientas pesetas. Como las condiciones financieras de éste fuesen precarias, se le embargaron algunos de sus bienes, retirados de su establecimiento, cuya venta de subasta judicial financiada para el 25 del mes corriente. Como no tuvo compradores se anunció una segunda subasta. 

    Finalmente, el buque se retirará a finales de mes, quedando los frentepopulistas isleños sin su respaldo.

    Pero veamos un detalle recogido por José Luis Bibang Ondo Eyang en La Guerra Civil en la Guinea española: Un episodio quizá insignificante, pero documentado

    Para evitar la especulación [de alimentos], el GG, por medio de una ordenanza de 15 de agosto de 1936 (BOC de 15 de agosto de 1936), dispuso la creación de una Junta de Subsistencias, un órgano cuyas funciones principales, según rezaba la misma disposición, eran: racionar los braceros disponibles entre los finqueros coloniales; controlar y regular los precios de los productos; y proponer cualesquier otras medidas que consideren «procedentes» para el mantenimiento de la estabilidad de la actividad económica colonial durante el curso de la guerra. El presidente de la referida Junta era el Secretario General del Gobierno Colonial. Como vocales de la Junta, estaban: el presidente de la Cámara Agrícola Oficial de Comercio e Industria; el presidente de Consejo de Vecinos de Santa Isabel; el Curador Colonial; el Director de Sanidad; y el Administrador Principal de Hacienda y Aduanas. El Ayudante de la Marina actuaba como secretario de la Junta. En la Guinea continental, las funciones de la Junta de Subsistencia las desempeñaba un Comité de Subsistencias, compuesto por los señores: Toribio Villalobos (presidente), Serra Companys, Rafael Iranzo y Jose Lozano Alonso.

    Obsérvese que en la zona insular se integra a representantes de instituciones... mientras que en la zona continental, los integrantes del comité procederán de -por así decirlo- la sociedad civil. 
    Con el paso de los días, ese matiz será decisivo: Tras la partida del crucero Méndez Núñez, se generan  movimientos pro golpistas en la zona continental, por lo que los republicanos de Río Muni, solicitan al subgobernador que tome medidas de control de armas y revisión de jerarquías en función a la lealtad al gobierno de República. Solicitan igualmente la conformación de una milicia nacional, firmando la solicitud ciudadanos que posteriormente se verán forzados al exilio y sancionados por su posicionamiento.

    El temor se confirma: unos días después, caerá Santa Isabel, y se sublevará Cogo.

    Fue dado un "golpe de Estado", en la madrugada del sábado 19 del corriente (septiembre); reteniendo con respeto al Gobernador General que continúa ocupando su casa particular en el Palacio, detenido e incomunicado, esa mañana desde las seis, fueron hechos presos cuantos constituían el Grupo Político Frente Popular y sus simpatizantes, siendo las prisiones hechas por milicias nacionalistas, acompañadas cada una de tres soldados de la Guardia Colonial indígena, todos debidamente armados y equipados. Todo Esto ocurrió con el mayor orden y serenidad, alterado tan sólo con el paso constante de camionetas con tropas armadas en los puntos estratégicos de la ciudad e iban a las casas de los individuos que iban a hacer prisioneros.

    La historiografía franquista contará que, tras la caída de Santa Isabel, se producirá una reunión urgente en la subdelegación del Gobierno en Bata: «Por la noche se celebra una reunión confidencial y secreta de elementos del Frente Popular, que presiden Porcel y Pozanco, y a la que asisten Alejandro Torres, Rafael Iranzo, el jefe de Correos, Isidro Álvarez y el brigada e instructor de la Guardia colonial Emilio Fontanet. En esta reunión se adoptaron graves acuerdos: proclamar el estado de guerra; destituir y arrestar al capitán y a los oficiales de la Guardia colonial y nombrar comandante militar de la colonia a Fontanet. Y, por último, sustituir a todos los administradores territoriales que no inspirasen confianza».

    Y Alejandro Torres García junto con «el procurador Sierra Companys, primo del Presidente de la Generalidad, de Cataluña; el maestro nacional José Lozano; el agricultor Francisco Padrón y el industrial Enrique Brutinel» conformaron nuevamente el Frente Popular en el territorio continental, con el beneplácito del subgobernador Hernández Porcel y desoyendo el bando del 5 de junio de 1936 que había disuelto la organización en la zona insular.

    Este Comité provisional del  Frente Popular en Río Muni permanecerá operativo hasta que la tripulación del vapor Fernando Poo llegó a puerto, y reclamó una asamblea el 1 de octubre, para elegir un nuevo Comité Central.
    No es de extrañar esa exigencia: en opinión de la naviera, «los oficiales del barco casi todos son rojos», y de hecho la tripulación había pasado en verano por una huelga que conllevó incluso dormir en comisaría para 80 de ellos, se habían posicionado desde el primer momento a favor del gobierno republicano y contaba con un comité abordo. 

    Nos comparte Celeste Muñoz: «Aquí tenim l'acta fundacional, la constitució del comitè central i una llista d'afiliats de la regió de Muni (AGA, caixa 81/15781). Segons la meva estimació el FPG va arribar a tenir entre 150 i 200 militants (tots de la comunitat colona, formada per unes 1000 persones llavors)».





    Ese nuevo comité del Frente Popular apenas tendrá un par de semanas de vigencia: la mañana del 14 de octubre, del Ciudad de Mahón en una operación de falsa bandera se hará pasar por un barco extranjero llamado el Ciudad de Macao, sorprendiendo a la población de Bata. Como ya sabemos, la jornada terminará con el Fernando Póo hundido en la bahía, la ciudad bombardeada, y los pobladores huyendo desesperadamente hacia las fronteras más cercanas y zonas boscosas en las que esconderse: Ángel Miguel Pozanco, secretario del Subgobierno de Bata, concluye que «con dos cañonazos destruyó el Fernando Poo y atacó la sede del Subgobierno. En el ataque al Fernando Poo también murieron varios tripulantes y otros fueron hechos prisioneros. Soldados marroquíes bien armados, que fueron desembarcados en Bata, no respetaron nada ni a nadie». O Gustau Nerín que documenta la huida de los republicanos ante el bombardeo y desembarco en Bata, los cuales «se iban a pie, en condiciones extremas, porque habían abandonado sus hogares lo más rápido posible. Según algunos guineanos, testigos de la huida, había incluso niños blancos desnudos».

    El último en caer será precisamente el agricultor Alejandro Torres García, que había sido efímero presidente del comité provisional del Frente Popular, y que permanecerá en solitario cubriendo la retirada de funcionarios y población civil. 

    Seguirán castigos, juicios, confinamientos, destierros, fusilamientos, ensañamiento e incautaciones de bienes. Incluyendo el periódico El Defensor de Guinea, que con el tiempo había acabado identificándose abiertamente con el Frente Popular, y que una vez integrado en la prensa del movimiento, dio lugar al periódico Ébano.

    Al final, el acumulado de días entre la organización del Frente Popular en Fernando Póo y en Río Muni, no alcanzaría ni tan siquiera 2 meses de existencia. Pero hoy... es el aniversario: ¡Feliz 1 de mayo!.