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Cuenta Ana Ramírez en Los cuernos rojos de España: Manolo Prieto, el comunista que diseñó el Toro de Osborne:
Manuel Prieto nació en Cádiz, en 1912. Pronto comenzó a dibujar y, gracias al dinero que reunió en dos de sus primeras exposiciones, se marchó a Madrid para medrar como diseñador gráfico. “También tenía un problema de asma, un médico le recomendó que se mudara a la capital por el clima. El Puerto de Santa María se le quedaba pequeño”. Sus primeros trabajos en el Madrid de los treinta fueron pequeños dibujos para una compañía de danza, hasta que acudió a una exposición de cartelería. “Mi padre nos contó que, al ver los carteles, sintió una especie de latigazo. A partir de ese momento, decidió dedicarse al arte comercial”. Algunos calificaron a Prieto como “el Toulouse-Lautrec español”.
Aquella fue la época de su implicación política. “La guerra le pilló cuando empezó a trabajar en la agencia Publicitas. Era un joven con ideales y salió a defender lo que creía justo en una época de conflicto. Supongo que por eso se afilió al Partido Comunista. En aquella época, o te posicionabas en un lado o en el otro. Pero nunca hizo hincapié en esta etapa ni nos comentó que fuera un activista o una figura importante dentro del PC”. Debido a su problema con el asma, Prieto nunca estuvo en el frente “ni pegó un tiro en su vida”. Su lucha se redujo a los colores y el papel. “Allí lo tuvieron en los trabajos de dibujante, diseñando carteles y propaganda para ‘engrandecer a las tropas republicanas’ y cosas así”.
Su hijo Manuel buscó muestras de la obra de su padre durante la Guerra Civil, pero no encontró casi nada. “Sin embargo, no hay duda de que se dedicó a la cartelería y a la propaganda del bando republicano”.
Lo más parecido a una represalia política por su trabajo como cartelista republicano llegó después de la guerra, cuando trabajó para la embajada alemana. Según cuenta su hijo, alguien dio un chivatazo y denunció el pasado político de Prieto. “Los alemanes fueron a buscarlo a su casa y lo llevaron a un despacho. Allí le hicieron algunas preguntas y, al final de la conversación, el responsable del ejército alemán sacó un puro y le dijo: ‘Toma, fúmate esto. Tienes algún enemigo por ahí, pero estás limpio’. A mi padre esto le tranquilizó mucho. Nunca supo quién lo denunció".
“Por circunstancias de la vida, le ofrecieron un empleo en la embajada americana. Cuando se lo comunicó a los alemanes, le dijeron que se fuera, que ellos se iban a marchar. Supongo que estarían a punto de perder la guerra. A mi padre solo le interesaba el diseño gráfico y eso fue lo que le salvó de las represalias políticas en un bando o en otro. Solo luchó con el lápiz y el pincel”. Quizás a través de su trabajo en las dos embajadas, Prieto entró en contacto con las vanguardias europeas del dibujo y el diseño. En 1947, comenzó a trabajar en la Agencia Azor de publicidad. Diez años más tarde, el primer Toro de Osborne se instalaba en Cabanillas de la Sierra como campaña publicitaria para el brandi Veterano, y el diseño de Prieto comenzó a fundirse con el paisaje de carretera. “Creo que mi padre llegó a vivir los primeros líos en la época de Josep Borrell como ministro de Obras Públicas. Se empezó a hablar de retirar las vallas de Osborne por la nueva normativa publicitaria”. Se redactaron manifiestos con las firmas de Antonio Gala, Francisco Umbral o Consuelo Álvarez de Toledo para evitar la desaparición de los astados.
Un toro de Osborne intervenido con fragmentos del "Guernica" (2017). |
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