CB

sábado, 6 de mayo de 2023

Los intelectuales africanos ante el fenómeno de las dictaduras

El blog Humanities Futures (HF) del Franklin Humanities Institute en la Duke University publicó en 2017 el artículo Los intelectuales africanos ante el fenómeno de las dictaduras de Donato Ndongo Bidyogo-Makina. El profesor Ndongo es un referente para este paseo por la vieja calle 19 de septiembre de Santa Isabel, y -ahora que se ha vuelta a promover su justa candidatura al Premio Princesa de Asturias de las Letras- rescatamos el artículo por su interés:

 Abstract: La raíz de este escrito para el projecto Humanities Futures es el acto de recordar. Tal y como el griot del folklore africano, escritores y pensadores del continente, la diáspora o el exilio se han dedicado a transmitir las aspiraciones de todo un pueblo. Con el fenómeno de la dictadura al que siguió muchos de los movimientos para la independencia de los años 60 y 70, este papel adquirió un sentido nuevo: escribir ofreció la promesa de un futuro diferente ante los regímenes autoritarios. Dado el clima político, este ensayo insiste en que reconozcamos el trabajo de los africanos que se esforzaron en combatir el totalitarismo durante el siglo XX. Empezando con el V Congreso Panafricano en 1945, traza las contribuciones de pensadores, escritores y artistas africanos que se centran en la resistencia a través de la producción creativa. [Click here to read this essay in English.]



A menudo me preguntan para qué sirve la literatura en las sociedades africanas. Desde fuera, resultan incomprensibles tantas horas de soledad reflexionando sobre los anhelos y las frustraciones del ser humano, en pugna con cada palabra para escoger la más adecuada para incidir en corazones y mentes. Sobre todo, cuando el escritor apenas recoge algún fruto del empeño—ni sus potenciales lectores tienen fácil acceso a su obra. Parece un esfuerzo inútil, realizado por vagos o estúpidos; algunos afirman que somos diletantes que escriben para los blancos, principales consumidores de bienes culturales. Discrepo. No siendo la primera vez que viajo a Estados Unidos, este nuevo periplo prueba que algún escrito nuestro abre la mente—quizás hasta el corazón- de personas honestas, personas que consideran de interés cuanto podamos aportar. Les introduce a realidades desconocidas, o soslayadas por lejanas. Mi presencia aquí, como la de otros muchos colegas antes y después, justifica plenamente nuestro oficio, una de cuyas funciones es comunicar. Al no poder acotarse la comunicación, nos dirigimos a cualquier lector que desee bucear en nuestras realidades: nuestros compatriotas, quienes deben asomarse al espejo y cotejar si la imagen reflejada se corresponde con sus sueños; a la gente de cualquier parte del mundo dotada de sensibilidad, que deben conocer desde nuestra voz nuestro afán de cada día. Este es el papel inherente a la literatura en todas las sociedades, en cualquier época y lugar, con una particularidad: los escritores africanos heredamos el rol desempeñado por los trovadores en nuestras culturas milenarias.

A menudo me preguntan para qué sirve la literatura en las sociedades africanas… Parece un esfuerzo inútil, realizado por vagos o estúpidos; algunos afirman que somos diletantes que escriben para los blancos, principales consumidores de bienes culturales. Discrepo.

El griot no era un mero bufón en la corte de los poderosos, ni ilusionista manipulador de ensoñaciones adormecedoras, sino el elaborador y depositario de las ideas, guardián de la memoria y transmisor de los anhelos colectivos; en suma, el intermediario por excelencia entre la palabra y la acción. En nuestras culturas pre-coloniales, la palabra no era mero sonido desprovisto de significado; no gruñíamos, aunque la peligrosa mezcolanza de ignorancia y prejuicios, traducida en racismo por los colonizadores y sus epígonos, considerase nuestras lenguas "dialectos groseros", según escribió algún tratadista español. Nuestros mayores nunca hablaban por hablar; el verbo persuadía, orientaba, comprometía, definía y calificaba a quien lo expresaba, encerraba cuantos valores subyacen en el alma de un pueblo. En aquellas sociedades "primitivas", la principal diferencia entre un mayor y un joven estaba en la capacidad de razonar y exponer juicios certeros en el momento adecuado, transmitiendo ideas útiles para los ciudadanos. Un mayor dicharachero o mendaz era considerado insensato, no merecía respeto, nadie le tomaba en serio. Por otro lado, un joven prudente era captado para asumir responsabilidades en beneficio del conjunto. Enriquecidos hoy con la escritura—que, recordémoslo, no nació en Europa—tales características adquieren una nueva dimensión. Desprovista de los caprichosos efectos de la memoria física e inmune al transcurrir del tiempo, la palabra puede ser fijada para recordar permanentemente nuestra trayectoria, el origen, el rumbo y las metas propuestas. Esta concepción explica nuestra desdeñosa indiferencia ante demasiadas palabras sin sentido dirigidas a nuestras culturas, a nuestro continente, a nuestras personas, por gente incapaz de realizar un mínimo esfuerzo de empatía hacia otras realidades distintas de su rutinaria inmediatez.

Como mayor, podría aconsejar prudencia a los jóvenes, decirles que hagan oídos sordos a palabras necias. Pero no lo haré. Precisamente la edad y la experiencia me obligan a prevenir sobre las consecuencias de tanta necedad esparcida de modo impulsivo, irreflexivo y malévolo; la historia vivida y analizada advierte que nuestro desdén resulta perjudicial. No debemos seguir callando, limitándonos a esbozar sonrisillas misericordiosas ante ideas insensatas expuestas por ignorantes poderosos. Esa ignorancia, envuelta en soberbia, teñida de mala fe, resulta tan peligrosa que, tolerada, conduce a tragedias y genera atrocidades. Sobran ejemplos en la historia de la intolerancia. Los africanos, explotados, vejados y humillados durante los últimos cinco siglos y medio por otros humanos imbuidos en su jactanciosa autocomplacencia, estamos obligados a contraponer las mentiras con la verdad. Mientras gocemos—todavía – de cierta libertad para expresarnos con palabras y escritos, usémosla para desenmascarar el discurso tendencioso que estimula instintos mezquinos como el odio. No combatiremos la mentira con mentiras, el insulto con insultos, el odio con más odio. Empleemos armas más eficaces: avergonzarles con su ignorancia, ridiculizar su injustificada altivez y remover en sus corazones el poso de humanidad, de reflexión, que suponemos en todo bípedo implume, según la definición de Platón.

Por eso escogí este tema para mi charla aquí y ahora: parafraseando a Wole Soyinka, "algún día enseñaremos a leer a la soldadesca". Es nuestra responsabilidad ilustrar a quienes, creyendo poseer la verdad absoluta, pudieran descubrir que ignoran las verdades esenciales de la existencia.

Por eso escogí este tema para mi charla aquí y ahora: parafraseando a Wole Soyinka, "algún día enseñaremos a leer a la soldadesca". Es nuestra responsabilidad ilustrar a quienes, creyendo poseer la verdad absoluta, pudieran descubrir que ignoran las verdades esenciales de la existencia. Bastaría que leyesen Nations Nègres et Culture Civilización y barbarie, del historiador senegalés Cheik Anta Diop, para obligarles a cerrar la boca. Si leyesen a Nadine Gordimer y Doris Lessing (que no eran negras), no abrirían sus bocas. Les bastaría saber que el rey belga Leopoldo II asesinó a más de 10 millones de congoleses entre 1885 y 1908 para callarles.[1] Su drama es que desconocen su propia historia. Deberían saber que los alemanes exterminaron etnias enteras en Namibia, Togo y Tanganika a principios del S. XX. Deberían conocer las atrocidades cometidas por oficiales del Ejército español en mi pueblo, donde quemaban bebés solo porque les molestaba su llanto. Si leyeran, comprenderían las emociones de los descendientes de los millones de africanos masacrados por franceses, portugueses, italianos y británicos que en las cuatro esquinas de África destruyeron las estructuras sociales y frenaron en seco la evolución natural de nuestras culturas. Si fuesen honestos, les avergonzarían sus antepasados, aventureros glorificados que dominaron el mundo impulsados por la codicia y las hambrunas de la misérrima Europa del S. XV.

No es necesario seguir desgranando argumentos; los ejemplos anotados son suficientes para hacerles callar. No queda lugar para falacias esparcidas durante siglos por esclavistas y colonialistas, cuando Prehistoria, Biología y Psicología desmienten supuestas diferencias más allá de las distintas tonalidades de la piel que nos envuelve. Al saber que son burdas mentiras las supuestas fatalidades deterministas, es hora de actuar con seguridad, al no existir razones para que interioricemos la inferioridad que nos inocularon, condenándonos a vivir atenazados en la zozobra permanente.

Escribimos para no ser meros cuentacuentos; concebimos nuestro oficio como un sólido compromiso ético y moral ante nuestras sociedades dolientes, espectros miserables deambulando sobre suelos inmensamente ricos.

Escribimos para no ser meros cuentacuentos; concebimos nuestro oficio como un sólido compromiso ético y moral ante nuestras sociedades dolientes, espectros miserables deambulando sobre suelos inmensamente ricos. Escogimos entre apoyar a los cuerdos o a los locos, a los opresores o a los oprimidos, a los verdugos o a las víctimas. Pavorosa circunstancia cotidiana que convierte la indiferencia en deshumanización: el don que poseemos no nos inmunizara ante el dolor ajeno, un dolor colectivo que es nuestro propio dolor. El escritor africano no se encierra en una urna de cristal desde la cual contempla impasible los fenómenos que describe. No somos, como en Occidente, seres privilegiados que elucubran desde la altura de sus torres de marfil cómo deleitar el ocio de los cuerpos bien nutridos. Sabemos que la literatura es arte, proposición; y el arte, para ser tal y no mera artesanía, simple imitación o repetición, no puede olvidar su dimensión estética. Pero no basta la estética en sí misma; la belleza es una banalidad, cambiante según las modas de la época o el lugar. El africano no concibe el "arte por el arte". No encerramos nuestra creación en museos y palacios para deleite exclusivo de expertos y poderosos. Aunamos en nuestra obra, literaria o plástica. Estética, ética y utilitarismo, conjunción armoniosa e inseparable que dota a nuestras culturas de los elementos necesarios para motivar las transformaciones sociales, noción que genera tópicos en quienes desprecian cuanto ignoran. Pero sobre ese trípode descansan nuestras realizaciones desde los albores, instrumentos valiosísimos hoy, cuando sentimos la necesidad de trascender la oralidad y adoptar la escritura, al descubrir que no necesitábamos intermediarios que distorsionaban cuanto no comprendían. Escribimos, también, para expresar nuestras almas desde nuestras almas: un sistema de creencias y valores, los estado de ánimo, nuestra percepción del mundo, que bien pudieran beneficiar al resto de la Humanidad.

Afirmemos entonces, con orgullo y seguridad, que los intelectuales negro-africanos tuvieron un papel vanguardista, determinante, en la conquista de la dignidad del género humano. El pensamiento africano de principios del S. XX, entroncado, como era natural, con su diáspora afroamericana y caribeña, puso al mundo ante sus contradicciones; siendo larga y prolija la enumeración, pondré un solo ejemplo: ¿libró el mundo una sangrienta y devastadora guerra contra el racismo y el totalitarismo, con importante aportación de los pueblos colonizados, para que la victoria de la libertad y la democracia beneficiara a una única raza, a una única cultura? Recordémoslo: en 1945, la mayoría de los habitantes de esta Tierra seguía sometida a una opresión tan cruel como la padecida por las razas y pueblos ultrajados por la barbarie nazi. La cuestión fundamental era – es – si libertad, democracia y dignidad son derechos exclusivos acotados a unos pocos, o inherentes a la condición humana. Fueron los intelectuales africanos y afroamericanos quienes llevaron a la conciencia universal un principio básico: la construcción y consolidación de la paz no puede ignorar ni soslayar los crímenes y la explotación padecidas en los territorios coloniales, disfrazados bajo eufemismos edulcorantes como "civilización".

Afirmemos entonces, con orgullo y seguridad, que los intelectuales negro-africanos tuvieron un papel vanguardista, determinante, en la conquista de la dignidad del género humano.

Si desbrozamos la historia reciente de prejuicios, aparece nítido que la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948 es el compendio de reivindicaciones de libertad y dignidad formuladas por el V Congreso Panafricano, reunido en Manchester (Inglaterra) en 1945, cuyas conclusiones permitieron extender los valores de la democracia a todas las naciones, pueblos y personas de la Tierra. En ese encuentro participaron las mentes negras más preclaras; entre otros, el afroamericano W. E. B. Du Bois, el jamaicano Georges Padmore y los africanos Nnamdi Azikwe (Nigeria), Jomo Kenyatta (Kenia), Julius Nyerere (Tanzania) y, sobre todo, el ghanés Kwame Nkrumah. Ellos acordaron priorizar la liberación política de África como tarea inmediata, decisión que sustituía la emoción por las ideas, el sentimiento por la acción. Esta determinación benefició al conjunto de la Humanidad al establecer el respeto y el diálogo como factores de disuasión de los conflictos, universalizando el derecho de autodeterminación de los pueblos y aboliendo el "derecho de ocupación"- eje de las relaciones internacionales a lo largo del S. XIX y pretexto que legitimó la ocupación de África en la Conferencia de Berlín (1884-1885). Lo demuestran la creación de Naciones Unidas y otros acontecimientos relevantes de la época, hoy minimizados, olvidados: la creación de la editorial y su revista Présence Africaine por el senegalés Alioune Diop en 1947, y el I Congreso Internacional de Escritores y Artistas Negros de París. En septiembre de 1956 se reunieron, entre otros muchos, Aimé Césaire, Léopold Sédar Senghor, Jacques Rabemananjara, Richard Wright, Cheik Anta Diop, Mercer Cook, John Davis y Jean Price-Mars.

Es imposible negar que las ideas emanadas de ese decisivo encuentro regulan desde entonces las relaciones culturales entre los pueblos. Conceptos como multiculturalismo, diálogo de civilizaciones, diversidad e interculturalidad los formularon por primera vez estos intelectuales negros. Marcó de modo fructífero no solo las relaciones políticas y culturales, sino la forma de percibir al "otro"; parecía hallada la fórmula definitiva que armonizara las relaciones entre las diferentes razas, credos y culturas.

Es de suma importancia recordar estas cosas aquí y ahora, cuando renacen anacrónicas cruzadas y movimientos revisionistas, cuando asistimos al intento de exhumar viejas teorías que llevaron el horror y el sufrimiento a centenares de millones de personas. Esas ideas supremacistas contenidas, por ejemplo, en la Filosofía de la historia de Hegel y en la obra del Conde de Gobineau[2], son el germen de intolerancias y el alimento espiritual de racistas y xenófobos. Quizá resulte útil poner las cosas en su sitio, cuando se alzan voces de ignorantes poderosos reclamando la recolonización de África y la re-esclavización de los negros; útil e importante porque tales formulaciones hubiesen sido estériles sin la complicidad de influyentes intelectuales no africanos, como André Gide, André Breton, Jean-Paul Sartre, Albert Camus o Théodore Monod, a los que pronto se sumaron Pablo Picasso, Roger Bastide, Basil Davidson, Michel Leiris y otros muchos. De ahí nuestra propuesta recurrente: es necesaria una convergencia de objetivos, la complicidad activa entre los demócratas africanos, americanos y europeos para conseguirlo. La lucha contra la intolerancia no concierne a un solo país, pueblo o raza; conquistar y mantener la libertad y la dignidad nos concierne a cada uno de los integrantes de nuestra especie. Parece hoy incuestionable que, sin aquella conjunción, que culminaba cinco siglos de resistencia contra esclavitudes y opresiones, el colonialismo—convertido en un anacronismo poco después—no hubiese perdido su fuerza.

Al surgir las independencias a mediados del siglo XX, los intelectuales africanos se encontraron ante un dilema. Habían ideado la rebelión anticolonial y asesorado a los políticos en la estrategia para recuperar la soberanía. Militaban en partidos independentistas, eran activistas sindicales o de movimientos juveniles. Su tarea había consistido en concienciar a las poblaciones sobre las inmensas ventajas de la libertad. Alcanzado el objetivo prioritario, debían optar entre colaborar con los poderes emergentes, dedicarse a su oficio, apartados de los vaivenes políticos, o, combatir a quienes les habían contribuido a encumbrar ante la amarga deriva de los nuevos Estados. Bien saben ustedes que pronto fue evidente que las independencias no traían ni libertad ni progreso.

Dilema profundamente humano: un escritor, artista o profesor universitario no está exento de emociones, pasiones e intereses. Por ello estamos contra los mitos, tal como se construyen en las sociedades occidentales: escribir libros no convierte a nadie en ángel incorpóreo pese a la coherencia exigible.

Dilema profundamente humano: un escritor, artista o profesor universitario no está exento de emociones, pasiones e intereses. Por ello estamos contra los mitos, tal como se construyen en las sociedades occidentales: escribir libros no convierte a nadie en ángel incorpóreo pese a la coherencia exigible. Resulta inevitable que alguno se guíe por su estómago en lugar de las ideas—como anotó Chinua Achebe—y oculte la sensibilidad tras la seguridad. En cualquier lugar y tiempo, el ser humano reacciona igual ante ciertos desafíos. Los africanos resistieron juntos la barbarie colonial; pero con las independencias, surgieron las divergencias metodológicas, tácticas, de enfoque, prioridades y objetivos. Afloró una pluralidad ideológica que había estado solapada durante la opresión. Reduccionismos simplistas consideran a todos los negros iguales cuando la raza no es un uniforme; cada cual adopta sus actitudes según su tendencia y expectativas. Sucedió en otros lugares: no toda la portentosa élite cultural de la República de Weimar tuvo el valor de enfrentarse a la barbarie hitleriana. La inmensa mayoría buscó acomodo en aquella siniestra estructura, fenómeno repetido en los países del "socialismo real": las academias científicas y humanísticas, el periodismo y el mundillo literario se nutrieron de "intelectuales orgánicos" al servicio del estalinismo.

No somos distintos los africanos, cuando la naturaleza humana es tan poco proclive al heroísmo pocos prefieren el escarnio, la marginación, la pobreza, la cárcel, el exilio y hasta el martirio antes que secundar la iniquidad. Si valoramos, además, la brutal presión del totalitarismo sobre mentes y cuerpos, al alimentarse las tiranías de adhesiones inquebrantables y lealtades absolutas hasta en el crimen, hallaremos otra razón que imposibilita la unidad de acción frente a la opresión del negro sobre el negro que sustituyó a la opresión del colonizador. Difícilmente comprensible en sociedades como la norteamericana, una objetiva contextualización requiere situarnos en países subdesarrollados, donde, a menudo, la única fuente de ingresos y supervivencia es el dedo portentoso del dictador. Realidades que inutilizan determinados ejercicios utópicos tendentes a buscar comportamientos idílicos impropios de nuestra especie, que ensalza el heroísmo precisamente por su infrecuencia.

Sería imposible trazar aquí la historia pormenorizada de cuanto acontece en cada una de las 55 naciones africanas en 60 años de supuesta "libertad", ni detallar el comportamiento de sus élites culturales ante tales convulsiones. Tenemos todos en la mente la imagen de África, paradigma de todos los desastres: crueles dictaduras vitalicias; enfermedades, hambrunas, guerras e inestabilidad permanentes; millones de refugiados; ignorancia y desprecio del saber; miseria lacerante, que contrasta con la opulencia vergonzante de oligarquías insaciables; líderes insensibles al sufrimiento de sus compatriotas; asombrosa ineficacia, que cuestiona la capacidad de raciocinio de muchos dirigentes; nula protección a niños y ancianos; violencia y cosificación de la mujer . . . en suma, conculcación sistemática de todos los derechos fundamentales, reflejada en los pavorosos índices de desarrollo humano; tragedias cotidianas contempladas impasibles ante la masiva emigración de nuestros jóvenes:. pavorosos efectos descritos en la literatura africana del último medio siglo.

Reduccionismos simplistas consideran a todos los negros iguales cuando la raza no es un uniforme; cada cual adopta sus actitudes según su tendencia y expectativas.

Leídos en otros mundos, parecería que nuestros libros legitiman la estampa del "África imposible" esparcida por los racistas. Porque, profusamente aireados tales efectos, apenas se incide en sus causas, claramente identificadas: un neocolonialismo voraz que explota de manera inmisericorde unos países riquísimos, mientras prevalece el discurso caritativo y se subraya la supuesta incapacidad del africano para organizarse y convivir en sociedad. Imagen que perpetúa un cliché inamovible, base de las relaciones entre Occidente y África; depredación a la que se suman naciones emergentes como China, India o Brasil. En la mente del ciudadano de otro rincón del Planeta, el africano es la escoria del mundo.

El cliché se asentó en el subconsciente de los propios africanos, seres acomplejados conscientes de su propia nadería, privados de asideros espirituales antaño proporcionados por las culturas primigenias, abocados a una insatisfacción íntima no satisfecha por una modernidad asfixiante, convertidos en caricaturas de otros. Carentes de infraestructuras culturales que contrarresten los efectos perversos del discurso único, rotas las ilusiones ante la certeza de que toda resistencia es inútil frente a los poderes invisibles que dominan sus vidas, aplastado todo intento de regeneración y ridiculizado por ello; el pensamiento africano aparece como agostado.

Pero no han claudicado nuestros pensadores. Conocemos mejor que nadie nuestros problemas, reflexionamos sobre ellos y proponemos soluciones. ¿Nos beneficia tal esfuerzo? ¿Importa cuanto podamos pensar o decir? ¿Conviene siquiera nadar a contracorriente, sorteando los mil ardides con que acallan las ideas transgresoras del orden constituido, los intentos de disidencia y racionalización, toda propuesta regeneracionista que altere la sordidez de nuestra existencia?

Pero no han claudicado nuestros pensadores. Conocemos mejor que nadie nuestros problemas, reflexionamos sobre ellos y proponemos soluciones.

Así, el mundo desarrollado está repleto de técnicos y profesionales liberales africanos imposibilitados de ejercer en sus países; hueco nunca cubierto por cooperantes y demás funcionarios de la caridad. Pero no es la "comodidad" de Europa y América del Norte el motivo de la deserción. ¿Sabe la opinión pública norteamericana que las instituciones financieras europeas reciben de África capitales equivalentes al doble del presupuesto que la Unión Europea destina a cooperación al desarrollo? ¿Les informan de que 14 países africanos pagan a Francia 400.000 millones de euros cada año, a cambio de nada? ¿Por qué no les dicen que el blanqueo de dinero y demás formas de corrupción practicadas por las industrias extractivas privan a los africanos de 157.000 millones de dólares anuales? ¿Por qué los africanos que defienden sus caladeros de pesca en Somalia o Nigeria, su principal recurso desde hace siglos, son considerados "piratas" y "terroristas" en Occidente, cuando, además de destruir su hábitat, la pesca ilegal y descontrolada supone pérdidas superiores a los 70.000 millones de dólares cada año? Son datos fáciles de encontrar en Internet, elaborados por instituciones y organismos que nadie sensato considera "revolucionarios". Los conocen sus autoridades, pero ocultan tales efectos, resultados de la gestión de sus empresas en lugares como Guinea Ecuatorial, mi país, donde sostienen desde hace casi tres décadas la tiranía más cruel y corrupta del momento actual. ¿Les parece, ante estas realidades, que son "un lujo" las independencias, que los africanos no merecen la libertad? ¿No suena a reduccionismo simplista el tópico de los "Estados fallidos", que, en pleno S. XXI, parece exhumar viejas apetencias imperialistas?

Desde nuestra percepción, ni han fallado nuestros Estados, ni son inviables nuestras naciones, ni poseemos los africanos un gen especial que nos haga inferiores a las demás personas. El fallo es el modelo impuesto en estas seis décadas de independencias sin soberanía, el modelo lampedusiano que sustituyó a los gobernadores blancos por los capataces negros, encargados de "mantener la estabilidad" en las posesiones para que nada cambiase. Cuanto sucede en África desde 1956 indica que nunca existió verdadera voluntad de dignificar al africano ni de reconocer su plena humanidad.

Como son ustedes personas mayores, cultas y capacitadas, indaguen y analicen por sí mismos cuantos conflictos se producen en África. Seguro que no encontrarán datos que avalen la falacia de las supuestas "guerras tribales" y demás mitos. Descubrirán, en cambio, el verdadero rol de empresas, gobiernos y personalidades "respetables" en la perpetuación de la miseria. Para nosotros, bastaría propiciar el único modelo aún por experimentar en África: la democracia participativa. Bastaría que recuperásemos de verdad la conducción de nuestros destinos, que nos representasen compatriotas honestos y dignos, preocupados por el bienestar de sus semejantes. Necesitamos dirigentes que respeten los derechos de todos, que den valor a la vida humana. Necesitamos líderes con solvencia moral e intelectual acreditada, no brutos ignorantes sacados de aldeas recónditas y endiosados súbitamente. Necesitamos presidentes y ministros que hablen el lenguaje actual, sin complejos ante nadie, para saber gestionar nuestros intereses. Necesitamos, en fin, recuperar el Humanismo, un concepto que no se encierra únicamente en los millones de libros que abarrotan las bibliotecas de Occidente; el Humanismo también está formulado en nuestros refranes y máximas, en nuestra filosofía, en nuestros valores tradicionales, aquellos que sean útiles en este siglo.

Necesitamos, en fin, recuperar el Humanismo, un concepto que no se encierra únicamente en los millones de libros que abarrotan las bibliotecas de Occidente; el Humanismo también está formulado en nuestros refranes y máximas, en nuestra filosofía, en nuestros valores tradicionales, aquellos que sean útiles en este siglo.

No nos reconocemos en esos africanos esperpénticos, caricaturescos, que dicen que somos. En Kampala o Kinshasa, en Lomé, Nairobi, Harare o Malabo, como en Londres y Roma, Madrid, París, Ottawa o Washington, un ladrón es un ladrón y un asesino es un asesino. No nos resignaremos a ninguna fatalidad. Sabemos que todo puede ser distinto. Pero mientras el Occidente prefiera en el poder en África a los liberticidas, a los ladrones y a los asesinos, no nos insulten, por favor, porque Mobutu Sese Seko, Jean-Bedel Bokassa, Idi Amin Dada, Félix Houphouët-Boigny, Hisène Habré, Omar Bongo, Charles Taylor, Sani Abacha, Ggnassingbé Eyadéma, Blaise Compaoré, Yoweri Museveni, Denis Sassou-Nguesso, Robert Mugabe, José Eduardo dos Santos o Teodoro Obiang Nguema no nos representan: ni les hemos elegido, ni roban en nuestro nombre, ni para nosotros.

¿Cómo no escribir, si nuestra primera obligación es contar las cosas que nadie contará por nosotros? ¿Cómo callar, si nuestro principal deber es completar las medias verdades? Y mientras vivamos, seguiremos escribiendo, para desenmascarar las falacias, para denunciar la manipulación, conscientes de que la lucha emprendida por nuestros abuelos y nuestros padres no ha concluido. Si ellos arrancaron la soberanía formal, nosotros trazamos el camino hacia la libertad y el desarrollo que disfrutarán las generaciones venideras.

No todos los intelectuales africanos escogieron la ardua senda de combatir la censura y la ignorancia, defender el derecho a la vida y a la libertad. Muchos se acomodaron por ambición, cobardía o comodidad, poniendo sus capacidades al servicio de las dictaduras. Los muertos se borraron de nuestra memoria, y los vivos pagan su traición en sus conciencias. Consideramos de mayor interés recordar a los miles de africanos que sufrieron y sufren humillaciones, cárceles, torturas, exilios y muerte por su fidelidad a la idea de un África libre, próspera, solidaria y digna. Son aspiraciones por las que nuestros mayores exigieron el fin del colonialismo, reivindicando un Humanismo sin apellidos, fuente de todo progreso. Al ser imposible mencionarlos a todos, me ciño a las palabras de Bertolt Brecht, creador del Teatro Épico, perseguido por los nazis y asesinado por los comunistas: "Hay hombres que luchan un día y son buenos. Hay otros que luchan un año y son mejores. Hay quienes luchan muchos años, y son muy buenos. Pero los hay que luchan toda la vida: esos son los imprescindibles".

Entre nuestros "imprescindibles", destaca el malgache Jacques Rabemananjara, nacido en 1913, co-fundador del Movimiento Democrático por la Renovación Malgache y diputado electo en la Asamblea Francesa tras la II Guerra Mundial, no ocupó su escaño—fue detenido, torturado y condenado a cadena perpetua por orden del general Charles de Gaulle, acusado de instigar la rebelión de 1947. Liberado diez años después, le tuvieron confinado fuera de su país hasta la independencia. Varias veces ministro y vicepresidente, un golpe de estado en 1972 le llevó nuevamente al exilio, donde murió en 2005. Escribió una novela, trece poemarios, tres obras de teatro, dos libros de ensayo y dos volúmenes que compilan sus numerosos artículos.

Félix Tchicaya U Tam’si nació en el llamado Congo francés en 1931. Vivió en Francia desde los 15 años hasta la independencia, en 1960. Seguidor de Patrice Lumumba, regresó al exilio tras el asesinato de este líder nacionalista en enero de 1961, donde falleció en 1988. Su corta obra comprende cuatro poemarios, cuatro novelas y tres piezas teatrales.

Entre nuestros "imprescindibles", destaca el malgache Jacques Rabemananjara, Félix Tchicaya U Tam’si, Alenxandre Biyidi Awala, Chinua Achebe, Sony Labou-Tansi.

Alexandre Biyidi Awala, más conocido como Mongo Beti, nació en Camerún en 1932. Palpó en su infancia las injusticias coloniales, causa de su militancia en el partido de Rubén Um Nyobé, líder anticolonialista asesinado por los franceses en 1958. Estudió en Francia, donde permaneció por su oposición a la dictadura de su país; fundó una revista y escribió 22 libros de narrativa y ensayo de denuncia de las dictaduras africanas sostenidas desde Europa. Regresó a Camerún tras su jubilación, donde se murió poco después, en 2001, envenenado según su familia.

Camara Laye nació en Guinea-Conakry en 1928. Becado para perfeccionar su oficio de mecánico en Francia, aprovechó para estudiar ingeniería. Proclamada la independencia en 1958, regresó a su país, y colaboró con el presidente Ahmed Sékou Touré pero la deriva tiránica de éste le obligó a exiliarse en Senegal, donde falleció en 1980. Publicó solo cuatro novelas, pero fundamentales en la literatura africana.

Amadou Kourouma nació en 1927 en Costa de Marfil. De joven se incorporó al ejército colonial francés, que dejo tras la guerra de Indochina. Proclamada la independencia en 1960, regresó a su país. Sus críticas al presidente Félix Houphouet-Boigny, protegido por Francia, le llevaron a prisión. Su largo exilio transcurrió en Argelia, Camerún, Togo y Francia. Regresó a su país durante el interregno democrático; su crítica a la guerra civil iniciada en 2002—"una extravagancia que conducirá al caos", dijo—le convirtió en "enemigo" del poder. Tuvo que huir del país, muriendo en el exilio en 2003. Tuve la inmensa suerte de conocerle y charlar brevemente con él en septiembre de 2001. Me impresionó su desbordante amargura. Su obra, solo cinco novelas, es una de las más sólidas de la literatura poscolonial, irónica, plena de desgarradoras imágenes sobre la realidad del continente.

Mi admiración y tributo hacia Chinua Achebe es eterna, pues decantó mi vocación literaria, tras descubrir, en mi adolescencia, Todo se desmorona. Nació en Nigeria en 1930. Miembro destacado de la portentosa generación de intelectuales, cuyo activismo, siendo aún estudiantes en la Universidad de Ibadán, sería fundamental para articular la conciencia anti-colonial, en Nigeria y países vecinos. La convulsa historia de su país, con la guerra de Biafra como culminación, marcó su vida y su obra. Desde 1972 vivió exiliado en Boston, como profesor en la Universidad de Massachusetts, donde murió en 2013. Desde un sentimiento profundo escribí su necrológica en el diario español El País, como la de Mongo Beti y, hace poco, la de mi amiga y compatriota María Nsue. El inmenso legado de Achebe incluye cinco novelas, ocho libros de relatos, ocho de ensayos políticos, históricos y crítica literaria, cuatro de literatura infantil y seis poemarios, en los cuales se posiciona críticamente ante fenómenos como golpismo y dictaduras y sus efectos desoladores sobre el individuo.

Sentí igualmente cercana la trágica desaparición de Sony Labou-Tansi en Brazzaville, en 1995, dos semanas después que su esposa. Nacido en Kinshasa (República Democrática del Congo), se estableció en Brazzaville (República de Congo), en la otra orilla del río común, hoy frontera por el arbitrario reparto colonial. Su obra describe las peores pesadillas del africano actual, un mundo esperpéntico, absurdo, resumido en una sola frase: "No busquemos más, lo hemos encontrado: el hombre ha sido creado para inventar el infierno". En su breve vida, este corrosivo dramaturgo y director escénico nos legó seis novelas, doce piezas teatrales y cinco libros de poesía.

Entre los "imprescindibles" africanos vivos, sobresalen Wole Soyinka y Ngugi wa Thiong’o.

Las súplicas de clemencia de numerosas personalidades mundiales—incluido el presidente Bill Clinton—no impidieron el ahorcamiento de Ken Saro-Wiwa en noviembre de 1995, ordenado por el general Sani Abacha, entonces dictador de Nigeria. Escritor, productor de televisión, ecologista y activista de los derechos humanos, su único delito fue presidir el Movimiento para la supervivencia del Pueblo Ogoni, etnia que padece desde 1958 la continua degradación del Delta del Níger, su hábitat, a causa de los vertidos petrolíferos. Su activismo pacífico le costó la vida a los 44 años, sin que importaran sus 15 libros publicados (poesía, novela, teatro, ensayo), por los que había sido postulado al Premio Nobel de Literatura.

Entre los "imprescindibles" africanos vivos, sobresalen Wole Soyinka y Ngugi wa Thiong’o. Galardonado el primero con el Premio Nobel de Literatura en 1986, y el segundo eterno candidato. Sus biografías son conocidas, sobre todo en Estados Unidos, su país de refugio, donde ejercieron su magisterio académico. Del nigeriano Soyinka destacan su honestidad militante y su proclama sobre la Tigritud: "El tigre no anuncia su tigritud; salta sobre su presa y la devora", proclamó, en oposición a la Negritud propuesta por Senghor. En este prolífico poeta, novelista, dramaturgo y ensayista no existe la duda: "Hasta que África no controle su destino, no recuperará su humanidad", declaró en 2001. El keniano Ngugi lidera la cruzada para que el africano abandone las "lenguas imperialistas" y adopte las lenguas nativas como vehículos de creación literaria; renunció al inglés para escribir en kikuyu la treintena de libros que abarca su producción: teatro, novela y ensayos de temática cultural y política.

Evoco a los innumerables héroes anónimos (periodistas, economistas, abogados, profesores, estudiantes…) que sacrifican a diario sus vidas para alimentar la llama de la libertad futura – un futuro quimérico.

Termino este periplo incompleto recordando los esfuerzos y sacrificios de otros muchos pensadores y artistas que, en las seis últimas décadas, se enfrentarona los poderes inicuos que ahondan la sima de la degradación del negro, en África y en el mundo. Como cada país conoce y recuerda a sus héroes, aquí solo puedo evocar genéricamente a músicos como el nigeriano Fela Kuti, activista de los derechos humanos muerto en 1997, a los 57 años, a causa del duro castigo sufrido durante veinte años de encarnizada persecución. Al también músico Pierre Claver Zeng, gabonés, quien durante décadas fustigó a la oligarquía familiar impuesta por Francia desde 1967 hasta hoy; murió en París en 2010. Sin olvidar a líderes religiosos: Rafael Nze Abuy, arzobispo de Malabo (Guinea Ecuatorial), a quien, enfermo, la tiranía de Teodoro Obiang impidió salir del país hasta el último momento y murió en Madrid en 1991. Cristophe Munzihirwa, arzobispo de Bukavu (R. D. de Congo), fue asesinado en 2004. También Engelbert Mveng, jesuita camerunés, teólogo, antropólogo e historiador, muerto en Yaúnde en 1995 en circunstancias nunca aclaradas. Su compatriota Jean-Marc Ela, sacerdote, teólogo y sociólogo, perseguido hasta en su exilio canadiense, donde falleció misteriosamente en 2008.

Evoco a los innumerables héroes anónimos (periodistas, economistas, abogados, profesores, estudiantes . . . ) que sacrifican a diario sus vidas para alimentar la llama de la libertad futura—un futuro quimérico: mientras preparaba esta conferencia, huía de Zimbabue del notable poeta Mbizo Chiroso, a causa de la sañuda persecución del dictador Robert Mugabe. Es a ellos, verdaderos protagonistas de esta historia, a quienes debemos expresar nuestra profunda gratitud.

Notas

  1. Joseph Konrad reflejó un pálido retrato en El corazón de las tinieblas. 
  2. Joseph Arthur, conde de Gobineau fue autor de Ensayo sobre la desigualdad de las razas humanas (1855) donde desarrollaó la teoría de la superioridad racial aria

Fuentes

Feuser, Willfred. 1988. "Wole Soyinka: The Problem of Authenticity." Black Literature Forum 22 (3): 559.

Lab’Ou Tansi, Sony. 2011. Life and a Half. Translated by Alison Dundy. Bloomington: Indiana University Press.

Soyinka, Wole. 1972. “Background and Friezes.” In A Shuttle in the Crypt. London: R. Collings.

Tulio Demicheli, Santiago. 2001. "Soyinka: ‘Hasta que África no controle su destino, no recuperará su humanidad’." ABC.es, March 24. http://www.abc.es/hemeroteca/historico-24-03-2001/abc/Cultura/soyinka-hasta-que-africa-no-controle-su-destinono-recuperara-su-humanidad_19821.html.

martes, 2 de mayo de 2023

Gobernador por un día (o por una noche)

José Luis Vila-San Juan recoge en su relato sobre el golpe de Estado del 19 de septiembre de 1936 en Santa Isabel que:

«La consigna fue presentarnos a las 12 de la noche del 18 de septiembre. Nos reunimos unos cincuenta. Ninguno de nosotros pertenecía a ningún partido político. Pero el Frente Popular tampoco se había dormido, aunque siempre siguiendo la línea moderada que marca todo el proceso de la guerra en Fernando Poo. El mismo 18 de septiembre, destituye a Sánchez Guerra y nombra Gobernador a un medico-cirujano de mucho prestigio y potencialidad económica. Uno de los "triunfadores", no de los "fracasados", como hubiese sido lo lógico. (No me quieren dar su nombre. Yo lo he averiguado, pero quiero respetar el significativo silencio de mis comunicantes como correspondiente cortesía por los muchos otros datos que me han proporcionado.) El nuevo Gobernador ostentó su cargo sólo una noche (la del 18 al 19 de septiembre). Hoy es General de la reserva del Ejército español».

Mucho secretismos cuando está publicado en el BOE. Se trata del coronel retirado de Sanidad de la Armada don Estanislao Lluesma García, que ya había sido gobernador de Guinea en sustitución de Gustavo de Sostoa y Sthamer tras su asesinato.

En cualquier caso, hasta su llegada, Sánchez Guerra ofreció el cargo de gobernador interino al registrador de la propiedad José María Martín-Gamero Isla y al Dr Abelardo Lloret Peral, declinando ambos el ofrecimiento. Posteriormente, el primero acabó sumándose al aparato represor franquista integrando la Comisión de Incautación de Bienes prevista por la Junta de Defensa Nacional, y el Dr Lloret internado en el campo de concentración de Gando.

Pero -tal vez- la duda sea quién quedó finalmente como gobernador interino tras el declinamiento del Dr, Lloret... lo que aclaramos con Fernando El Africano en el imprescindible Foro de Crónicas de La Guinea Ecuatorial: «El Gobernador que dice en la crónica cuyo mandato duró un día y que no quiere mencionar su nombre, era el médico militar don José del Val Cordón. Que llegó a Guinea creo como comandante médico y decidió establecerse en Santa Isabel como médico particular, con su hermana [Carmen]. Posteriormente además de su clínica fue el Director cirujano del Hospital General. Una magnifica persona vecino y amigo de mi familia. Operó a mi hermana Paquita de una operación ocular delicada, y que gracias a sus esfuerzos no perdió el ojo. (…) Recuerdo que me contaba mi tío Julián que era secretario del Ayuntamiento de Santa Isabel, que en principio hubo algunas detenciones por parte del bando republicano y se nombró Gobernador interino a don José del Val, médico y comandante de marina, pero presumo que como no era muy político dimitió. Entonces Santa Isabel se declaró del bando de Franco, y se escuchaban las noticias en casa de mi tío que era de los pocos particulares que tenía una radio. Él era falangista. En Bata dominó la República hasta el hundimiento del Fernando Poo (…). Como premio a su labor durante la Guerra a mi tío lo destituyeron cuando ganó su bando (Franco), y menos mal que logró colocarse de contable en Fortuny».

Aunque realmente tampoco hubo mucho margen de maniobra ni para el Dr Lloret, ni para el Dr del Val: como recuerda Fernando El Africano, a las pocas horas del nombramiento del Dr Lluesma se produjo el golpe de Estado en Santa Isabel.

Os contamos un poco más sobre el efímero gobernador...

El gobernador y su esposa María Luisa Uranga.
Fue destinado a la Estación naval del Golfo de Guinea por primera vez en 1902, y prestó servicio en diferentes países, incluyendo la incorporación al frente de guerra europeo en 1915 -en donde acabó como visitador de campamentos y hospitales de prisioneros franceses en Alemania- para estudiar la organización y los progresos higiénicos y quirúrgicos en los ejércitos involucrados.
Cuenta Estanislao Lluesma Goñalóns, nieto del gobernador Estanislao Lluesma García, que además de gobernador de la Guinea Española en África, «fue médico de la Armada española, que entre sus pacientes contaba con la infanta Isabel de Borbón y el rey Alfonso XIII. Entre muchos otros méritos, mi abuelo recibió la Medalla al Reconocimiento Francés por su gestión con los prisioneros enfermos en Alemania durante la Primera Guerra Mundial y tuvo el extraño honor de haber sido condenado a muerte dos veces en su vida, a causa de sus ideales republicanos, en la España del siglo pasado».

Juan Medina Sanabria, relata en su trabajo Isleta, Puerto de la Luz: campos de concentración, que «El 5 Septiembre 1936 el Gobernador General de los Territorios de la Guinea Española, solicita a Madrid ser cesado de su cargo, siendo aceptada su dimisión el día 17 siguiente, marchando al extranjero. Queda designado para relevarle el Coronel de Sanidad de la Armada Estanislao Lluesma García [y en espera de su incorporación se le propone al doctor Abelardo Lloret Peral como gobernador interino, el cual declina el nombramiento], que repetía en el cargo. Y como podrá verse a continuación, no llega siquiera a trasladarse a la Guinea. Se fraguaba en la isla de Fernando Poó un levantamiento militar, bajo la dirección del Teniente Coronel Luis Serrano Marangues, Jefe de la Guardia Colonial, que se pronuncia el 19 de Septiembre 1936, con la lectura y publicación de un Bando, donde establece de manera rotunda, como únicas órdenes a acatar, las emanadas por el Gobierno de Burgos, no produciéndose ningún hecho trágico en la isla. Al igual que en los lugares donde triunfaba en estos momentos el alzamiento castrense, se procede a la detención de individuos afiliados al Frente Popular y los considerados, por razón de sus actuaciones y conversaciones, desafectos con el nuevo régimen».

Definido por los claretianos en Guinea como «señor equilibrado y comedido», durante el sitio a Madrid fue Jefe de la Defensa Pasiva (Junta Superior de Defensa Pasiva y Antigas de Madrid), encargada de la construcción de refugios antiaereos, así como la creación de brigadas sanitarias, antigases, de desescombro, etc.

Pese a estar marcado ideológicamente, no se vio forzado al exilio.
Sí fue procesado (9289 1939 183/3) por el franquismo y su propio hijo -Estanislao Lluesma Uranga- vivirá exiliado en Argentina. Como recordábamos en la Sentencia de Miguel Hernández Porcel, «sus predecesores leales a la República tuvieron procesos similares, como Miguel Núñez de Prado (1926-1931) que fue fusilado pocos días después del golpe de Estado o Estanislao Lluesma García (1932-1934 y 1936). O su efímero sucesor, Rafael Masiello Guerrero, que acabó fusilado...
Diferente fue con Ángel Manzaneque Feltrer (1934-1935), que como Auditor de la Cuarta Región Militar formó parte del aparato represor».

jueves, 20 de abril de 2023

El caso del perito agrícola

Contábamos en Los condenados a muerte de Fernando Poo sobre las cuatro sentencias de muerte, por el delito de auxilio a la rebelión en la causa 537/36, a los civiles Generoso Rey García, Gregorio Álvarez Alonso, Vicente Moreno Cancho y Esteban Sánchez Navarro. El consejo de guerra se celebró el 3 Noviembre 1938, en el salón de actos del RIC-39, en La Isleta, donde se condenó a muerte a cuatro de los implicados, siendo aprobada esta sentencia por el Capitán General Vicente Valderrama, con fecha 23 Noviembre 1938. Dada cuenta la sentencia al Cuartel General del Jefe del Estado, con fecha 3 Octubre 1939, la misma es conmutada por la inferior en grado, pasando las penas de muerte a la de reclusión perpetúa.

Finalmente, esa conmutación de la pena de muerte se redujo a reclusión perpetua, posteriormente a 30 años de prisión. Ésta a su vez fue reducida paulatinamente, incluyéndoles en sucesivas resoluciones de libertad preventiva y reducción de pena en la década posterior. 

En cualquier caso, el Tribunal Regional de Responsabilidades Políticas igualmente les condenó a la pérdida total de bienes en la Colonia y al destierro de la misma. Y a Vicente Moreno Cancho, siendo éste funcionario desde 1933, además a la pérdida de empleo:

Boletín Oficial del Estado.-Burgos 16 de diciembre de 1937


Como consecuencia de su intervención directa en actos contrarios al Glorioso Movimiento Nacional, el Gobierno General de los Territorios Españoles del Golfo de Guinea acordó la separación definitiva del Servicio Colonial del Perito Agrícola del Estado don Vicente Moreno Cancho, habiendo sido confirmada esta Sanción por la Presidencia de la Junta Técnica del Estado. En consecuencia con lo expuesto, esta Presidencia ha dispuesto que el mencionado don Vicente Moreno Cancho sea dado de baja en el escalafón del Cuerpo de Peritos Agrícolas del Estado. Lo que comunico a V. S. para conocimiento y efectos. 
Dios guarde a V. S. muchos años.
Burgos. 13 de diciembre de 1937.- II Año Triunfal.-El Presidente, Eufemio Olmedo. 
Señor Jefe de Personal de la Comisión de Agricultura y Trabajo Agrícola-Burgos

La inhabilitación para la función pública fue una pauta más de ensañamiento, que se sumaba a las sentencias de los tribunales militares, así como a las sanciones del Tribunal de Responsabilidades Políticas.

A finales de 1943, se le concede la libertad condicional y se le libera igualmente de la sentencia de destierro, por lo que abandonó la prisión provincial de Las Palmas.

Todo un calvario: Sentenciado inicialmente a muerte, posteriormente a cadena perpetua, finalmente a 30 años..., indultado en 1943, inhabilitado para la función pública, desterrado... y sanciones económicas aparte. ¿Cuál fue el pecado de Vicente Moreno Cancho?

Básicamente, el haberse significado como leal a la república, solicitando por escrito como junto a otros "frentepopulistas y simpatizantes" al subgobernador que -tras la fuga del finquero Avendaño con los oficiales del Méndez Núñez- depusiera de mando a las autoridades desleales, protegiera las permeables fronteras continentales y conformara una guardia de voluntarios a la par que "declaran su absoluto acatamiento [al Gobierno legítimo de la República] hasta derramar su última gota de sangre".

Encabezará esa carta la firma Alejandro Torres, agricultor y presidente del comité provisional del Frente Popular en Río Muni. Le seguirán otras cartas, como la del día 15, solicitando el control de armas y  si bien esa ya no la firmará Vicente Moreno, éste acabará presidiendo el Comité de Intervención y Control Económico del Frente Popular y constará como afiliado del mismo en los listados recabados durante la instrucción generada tras la caída de Bata.

En cualquier caso, éstas notas serán premonitorias, ya que -como sabemos- el 18 de septiembre, Santa Isabel se acostó republicana... y el 19 se despertó bajo la obediencia al gobierno golpista de Burgos. Incluso las peticiones de cese de los militares desleales y control de fronteras acabará demostrándose que eran medidas prudentes.

No cruzó la frontera de Camerún en la huida generalizada, por lo que su nombre se encuentra en la relación de "presos y expulsados que serán conducidos por el crucero auxiliar Ciudad de Alicante hasta Las Palmas" a inicios de 1937.

Así, sancionado y desterrado, tras su liberación rehizo su vida en Canarias en donde contrajo matrimonio. Todavía en 1946, el Juez de Primera Instancia de Baltanás publicaba una citación como parte interesada en una herencia y añadía "últimamente residente en Canarias, sin que se sepa el punto fijo de residencia".
Falleció en Las Palmas a la edad de 78 años.

martes, 18 de abril de 2023

Roma versus Masonería

Hoy publica Jesús Colina en El Debate, África es el nuevo campo de batalla entre la masonería y la Iglesia católica:

Ante la expansión de la masonería en África, obispos de varios países del continente están multiplicando pronunciamientos y decisiones para mostrar de la manera más clara posible la incompatibilidad entre el catolicismo y la pertenencia a una logia. Algunos pastores incluso alertan ante los peligros de infiltración masónica en la misma Iglesia.
Uno de los últimos casos más sonados se ha vivido en Togo, donde monseñor Nicodème Anani Barrigah-Bénissan, arzobispo de Lomé, anunció en una carta, fechada el 13 de marzo, la imposibilidad para la Iglesia de celebrar los funerales de Ignace Anani Kokouvi Clomegah, conocido como el Gran Maestro de los masones del país, al tiempo que se consideraba como feligrés de la parroquia Cristo Resucitado de Hedzranawoé. (...) El episcopado togolés recuerda que «desde el 28 de abril de 1738, cuando el Papa Clemente XII condenó la masonería, la posición de la Iglesia no ha cambiado».

Pero esta es una historia que ya nos suena conocida en los paseos por la vieja calle 19 de septiembre de Santa Isabel:

En la dialéctica local, era tradicional que los claretianos señalaran como masones a los gobernadores con los que entraban en contradicción. Así, identificaban al gobernador José Barrasa Fernández de Castro como masón grado 33 (sic) por su empeño en crear la escuela pública en el territorio, «Barrasa se opuso a que las religiosas se estableciesen en Elobey y no permitió que hubiese más de tres en el colegio ya fundado de Corisco, añadiendo que, si de él dependiera, no habría ninguna. Para mayor sinceridad y lealtad a la masonería, sin permiso de la metrópoli, abrió una escuela laica…», al igual que lo hicieron también con José de la Puente Bassave, «rabiosamente sectario y con indudables pintas de masón», o incluso con Ángel Barrera y Luyando. 

Además de ser un socorrido recurso dialéctico, en el territorio ecuatorial sí hubo masonería (desde los primeros colonos británicos incluyendo a Sir Richard Burton, miembro de Hope Lodge n°337 de Karachi, o exploradores como Manuel Iradier y Bulfy, que fue francmasón y secretario de la logia Victoria n°134 de Vitoria). 

E incluso en Fernando Póo se contó con una logia local de origen hispánico... que fue perseguida por los ganadores de la guerra civil. Se trata de la Logia Fernandina (no confundir con las agrupaciones tradicionales de los criollos fernandinos) constituida en 1929. De hecho, Julian Arija -colono y periodista- señalará a los fernandinos como «protestantes y francmasones en gran mayoría, afiliados a logias inglesas», organizaciones locales en las que -según Gustau Nerín- «se hermanaban blancos y negros».

Bando publicado por el periódico claretiano 
La Guinea Española en noviembre de 1936.

En el caso de los masones, el ensañamiento fue doble, ya que no sólo se aplicaban las consabidas sanciones por la vía administrativa, civil y/o militar: los acusados de pertenecer a la masonería están expuestos tanto a las arbitrariedades del Tribunal Regional de Responsabilidades Políticas como a otro específico, el Tribunal Especial para la Represión de la Masonería y el Comunismo, creado más tarde. No podría ser de otra forma, si incluso Franco -bajo el seudónimo de J. Boor- afirmaba en el artículo El gran secreto (1948), que «de origen masónico fueron todos los movimientos revolucionarios que en siglo y medio se suceden en nuestro territorio, y los de secesión de nuestros territorios de América, y masones los gobernantes y generales comprometidos en todas las traiciones que mutilaron nuestra Patria. Masón era Morayta y los que con él desde España alentaron la insurrección cubana, y masones los que en las Cortes, y a espaldas de aquel Ejército, los traicionaron para la renuncia y la rendición...».

Y en Sombreros de copa en Fernando Póo ya os contamos algunos casos. Así que no es tan novedosa esa fijación con los talleres africanos. 

Pero si de religión va el tema... no te pierdas:

viernes, 14 de abril de 2023

Primer aniversario

El artículo La II República, ¿o la llegada de un mesías para los olvidados territorios españoles del Golfo de Guinea? de José Luis Bibang Ondo Eyang relata cómo fue la adhesión del territorito ecuatorial a la II República:

Por la tarde del 14 de abril de 1931 se proclamó en España la República. Si no insólito (ya que se trataba de la II República), sí se trató de un hecho histórico que no dejó impasible a nadie. En la misma tarde, el presidente del Gobierno Provisional, Don Niceto Alcalá Zamora, envió un radiograma al gobierno colonial, resaltando el clima y el ambiente pacífico en que se habían desarrollado los hechos: «Presidente de la República a Gobernador de Guinea. -Tengo el honor de participar a V.E. que el gobierno de la República sin el menor incidente, con el aplauso entusiasta del pueblo y la cooperación leal y respetuosa del ejército, guardia civil y fuerza de orden público, se ha posesionado del poder en esta tarde sin choque alguno con el régimen a extinguir, antes bien previa cordial conferencia con el anterior ministro de Estado, que representaba a aquel [...]». Las autoridades coloniales, en tanto que funcionarios públicos, tenían pocas opciones ante el radio del gobierno metropolitano. O acataban el nuevo régimen o dimitían. Al día siguiente, a las 13:30 p.m., la Junta de Autoridades coloniales se reunió en una sesión extraordinaria en la que se adoptó un comunicado manifestando su adhesión al nuevo régimen en los siguientes términos: «Recibido radiograma V.E. nº 25. -Reunida la Junta de autoridades acordó unánimemente respetar y acatar el nuevo régimen, enviando a V.E. gobierno atento y respetuoso saludo y un ofrecimiento leal colaboración, felicitándole de que trascendental suceso se haya realizado sin luchas ni violencias, por acto legal voluntad popular». Dos días después, en una concentración pública organizada en la ciudad de Santa Isabel a tal efecto, Don Pedro Amilivia, entonces presidente del Consejo de Vecinos de la capital, leyó un escrito que concluía con las siguientes palabras: «Yo espero que así seguirá [refiriéndose al ambiente de paz en que se han desenvuelto los hechos en la metrópoli] hasta su completo término la evolución y recordando que el nuevo régimen tiene por bandera la libertad, es su culto la justicia y como norma los derechos del hombre, estudiará los problemas coloniales con todo cariño, con toda voluntad, cooperando todos para conseguir una colonia rica y espléndida, trozo de una patria espléndida y más rica» (...).

Además de las declaraciones de las altas autoridades, todos los Jefes de Servicios y oficiales debieron prestar “voluntariamente” una promesa de adhesión a la República. Se utilizó la fórmula siguiente: «Prometo por mi honor servir bien y fielmente a la República, obedecer sus leyes y defenderla con armas».

Sobre las reacciones, expectativas y contradicciones entre la población local merece la pena repasar el resto del artículo de Bibang.

Pero con respecto a la aparente tranquilidad y consenso entre los colonos, además del indicador de ausentarse el obispo de la colonia en la sesión extraordinario de la Junta de Autoridades Coloniales, de la que era miembro nato por su condición de presidente del Patronato de Indígenas, tan sólo una anécdota en el primer aniversario de la República:

Cuenta Tomás L. Pujadas en La Iglesia en la Guinea Ecuatorial, Fernando Poo que

El primer aniversario del advenimiento de la república coincidió con el día de viernes santo y naturalmente fue necesario celebrar una recepción oficial en el palacio del gobierno con su inevitable servicio de bocadillos anticlericales, es decir, de jamón en día de abstinencia.

Las señoras más detallistas, cayeron pronto en la cuenta y se contentaron con beber gaseosas u horchata. Los caballeros, más despistados o más cobardes religiosamente hablando, tomaron gentilmente su respetable bocadillo.

Pero he aquí que a un republicano de los presentes, seguro de la autoridad que le daba su antiguo reconocido republicanismo, se sacó del chaqué un carnet republicano con borla de oro y dijo con suficiente voz para que lo pudiesen oír todos los come-jamones: "En toda España sólo somos cuarenta los que tenemos esta clase de carnet, entre ellos Azaña; los republicanos de primera hora. Pues bien, sepan que yo guardo abstinencia sin que mis convicciones republicanas se resistan”. Bastó esto para que muchos de los que ya estaban mordisqueando el bocadillo lo echaran disimuladamente debajo de la mesa, para que se lo comieran los gatos, los cuales no estaban obligados a la ley de la abstinencia.

Aunque Pujadas se lía con las fechas, ya que el 1er aniversario no cayó en Viernes Santo... (ese año Viernes Santo fue un 25 de marzo, fue en el segundo aniversario en el que coincidió), en cualquier caso, tan sólo unos días antes del aniversario, La Guinea Española aleccionaba a los come-jamones publicando un fragmento de una canción popular:

Vengo a acusarme, mi Padre, 
De que he comido jamón
¿Será por tener la Bula?
No que fue con tenedor.

Días después del supuesto incidente, cerraría un extenso artículo con un lapidario «y cuando oigáis o leáis que la Misión Católica quiere acapararlo todo, Junta de Autoridades, Patronato, Consejo de Vecinos, etc, tened compasión y lástima de esos pobrecillos que no saben lo que hablan, ni entienden lo que escriben; de lo contrario tendríamos que llamarlos embusteros con el diccionario de la Academia Española».

Todo ello precedido por un debate entre El Defensor de Guinea y La Guinea Española tras la publicación por ésta última de una reflexión de cómo Managua quedó arrasada en 1931 por un terremoto como castigo divino por las políticas laicaizantes, especialmente en el ámbito educativo.

En cualquier caso, sirva la anécdota como ejemplo de cómo la tranquilidad ecuatorial era sólo aparente, y había un soterrado pulso. También lo visibiliza José Luis Vila-San Juan en El curioso alzamiento en Guinea, cuando años más tarde se encontraría «la población, al decir de las izquierdas, dividida en laicos y clericales, es decir, los pertenecientes al Frente Popular y los "terratenientes del Casino"».

Y... ¿quién sería ese republicano de primera hora? Dos históricos del republicanismo hubo en el territorio ecuatorial que participaron en la sublevación de Jaca: Rafael Rodríguez Delgado, primer presidente del Frente Popular en Fernando Póo, y Guillermo Cabanellas, Secretario del Gobierno General de los Territorios Españoles del Golfo de Guinea. 

Tal vez hubo incluso un tercero; el capitán de corbeta Servando Marenco, responsable de la sublevación en Lérida y amigo personal de Fermín Galán, participó en la operación postmaster en el puerto de Santa Isabel durante la II Guerra Mundial. Pero esa es otra historia. 

Por fechas... y por capacidad de generar esa reacción dentro de un acto en palacio, probablemente fue Guillermo Cabanellas.


Fiesta republicana en Río Benito (1934):
«La colonia española en Río Benito (Guinea española)
festejó el aniversario de la proclamación de la República
que simboliza la niña María Luisa Domínguez,
a quién rodean en la foto varios indígenas».

domingo, 9 de abril de 2023

¿Hace una ronda de procesiones?

Es curioso: nuestra reciente publicación en redes sociales ha generado múltiples reacciones, pese a su sencillez.. Incluyendo preguntas del tipo de «No se hacen procesiones ya en G.E.? Creía que si. La población es católica». 

Una lógica que suena un poco al comentario de Estaban Bilbao y Eguía aleccionado a los procuradores en Cortes«Luego les explicó la fórmula de juramento, el cual no tendrá para ellos ninguna variación, puesto que todos son católicos,… ».

Así, que ¿hace una serie de fotografías de procesiones obtenidas en las galerías de 'Crónicas de la Guinea Ecuatorial' antes de que colapsara?



Procesión de la Virgen del Pilar en Zaragoza (Sampaka) 1944.

Santa Isabel (Guinea Ecuatorial): (sin fecha, década de los 60). Fieles durante la procesión del Domingo de Ramos, se dirigen a la Catedral de Santa Isabel.

Procesión del Cº de María por las calles de Santa Isabel


Procesión en la festividad de la Inmaculada Concepción de 1936, frente a la catedral de Santa Isabel. El paso con la imagen está escoltado por falangistas uniformados con la camisa azul mahón de rigor, pantalón blanco, zapatos negros, correaje y fusil con bayoneta.

Procesión, al fondo la iglesia de metal que sustituyó temporalmente la jesuítica de San José (quemada en 1888), hasta la construcción de la actual catedral de Santa Isabel de Hungría.

Y si de religión va el tema... no te pierdas:

lunes, 27 de marzo de 2023

Reemplazos de 1914 a 1968

En agosto de 1969, remitida por la Comisión Liquidadora dependiente de Presidencia de Gobierno, ingresa en el Archivo General Militar de Guadalajara parte de la documentación repatriada de Guinea Ecuatorial tras su independencia en octubre de 1968, y que contenía básicamente expedientes de reservistas y de la Guardia Colonial de esos territorios.

Desde el portal, puedes acceder a interesantes documentos como el listado del fondo Territorios Españoles de Guinea Ecuatorial 305121/742, con los reemplazos de 1914 a 1968. No están todos: falta -por ejemplo- el comandante Tray al que el servicio militar le pilló en Canarias por estar estudiando allí al inicio de la guerra y no pasó a la reserva al manterse en el ejército como alférez al término de la misma. Sí está sin embargo su hermano Francisco. 

Y entre las piezas destacadas del Archivo se incluye la filiación de Andrés Mbuamangongo Matala Besupa, natural de Ukomba, reemplazo de agosto 1951.

Os lo compartimos como una curiosidad:


Qué interesante sería contar con el listado correspondiente al Servicio Social de la Mujer

sábado, 18 de marzo de 2023

El caso del loro

Entre los interesantes relatos breves de Esteban Calderón queremos señalaros Loros (¡gracias Esteban!):

Suele pensarse erróneamente que Guinea debe ser un paraíso de loros con gran variedad de plumaje, y no es así. En realidad, sólo hay dos especies: una, la más abundante, de color gris y cola roja, y otra, más pequeña y mucho más rara de ver, de color verde. Sin embargo, el gris de su plumaje no convierte en aburridas a estas aves, ya que son seguramente los loros mejor dotados y con más habilidad para aprender a hablar, siempre que se dé la condición de que el contacto con los humanos se produzca desde que el animalito es muy pequeño. En mi recuerdo permanecen imborrables dos loros.

El primero, como no puede ser de otra manera, es el mío. Se lo regaló a mi padre un empleado nativo de su oficina, en Bata, cuando casi no tenía plumas, probablemente caído de algún nido, cosa algo frecuente. En casa muchas veces lo teníamos suelto sin que por ello se escapase: éramos su única familia. En ocasiones trepaba por la mosquitera de mi cama y cuando estaba arriba del todo, calculaba la distancia con el ojo y se dejaba caer a mi lado, para que le rascase. Aquel imperativo fue de las primeras palabras que aprendió: “¡Ráscame, ráscame!”. Mi padre, con la ironía --a veces hiriente-- que le caracterizaba, lo bautizó como “Pocho”, que era el apodo de un compañero de trabajo de Cartagena y cuyo perfil recordaba, ciertamente, a un lorito. Así, “Pocho” se convirtió en uno más de la familia y aprendió a hablar por los codos --debería decir por las alas-- y a imitar cualquier sonido que escuchase. A menudo descolgábamos el teléfono para atender una llamada y no había nadie al otro lado del aparato. Era “Pocho” imitando el sonido del teléfono. Lo mismo sucedía con las voces de los distintos miembros de la familia. Nada se le resistía.No obstante, aunque la existencia de los loros suele ser larga, la de mi loro no lo fue mucho. Ya en España tan sólo vivió tres o cuatro años. Como en casa siempre teníamos aves de corral, un pavo contrajo la peste aviar y contagió al pobre “Pocho”. El pavo se curó, pero mi loro se murió. Desde entonces, aunque he tenido ocasión de hacerlo, no he querido tener ningún loro; ningún otro puede ocupar el lugar de “Pocho”.

El segundo loro que recuerdo también fue en Bata y pertenecía a D. Gonzalo, el jefe provincial de Falange, que era muy amigo de mi padre, aunque mantenían vivas discusiones políticas por sus posiciones antagónicas. El matrimonio no tenía hijos y aquel loro, cuyo nombre ha desaparecido de mi memoria, era la niña de sus ojos. Pero, claro, los loros aprenden lo que escuchan a su alrededor o aquello que pertinazmente se les enseña y tal fue el caso que nos ocupa, ya que aquel prodigio de lorito continuamente cantaba el “Cara al sol”, “Montañas nevadas”, silbaba el “Oriamendi” y daba los gritos de rigor de la Falange, aquello de “¡España, Una!, ¡España, Grande!, ¡España, Libre!”, y un sinfín de cosas más. El loro suele ser un animalito simpático y que cae bien, sin embargo aquel lorito no gozaba de mucha popularidad entre la colonia española de Bata. Un buen día llegó a mi casa D. Gonzalo. Apenas podía articular palabra. Mi padre le sirvió un “Johnny Walker” con soda y lo tranquilizó un poco. Abatido exclamó:

–¡Esteban, me han robado el loro!

 D. Gonzalo, muy confiado, solía tener su loro en una jaula en la terraza de la planta baja. Nunca más supo de él. No puedo afirmarlo con rotundidad, pero tengo para mí que aquel loro indeliberadamente falangista terminó sus días en la cazuela de algún desafecto al Régimen, harto de sus proclamas.