Os contamos un poco su caso:
Ya en 1926 "La Guinea Española" informa de la llegada del agricultor Saturnino Monteagudo, natural de Sotos (provincia de Cuenca), en el Isla de Panay.
Elementos para conocer la guerra civil española en los antiguos territorios españoles del golfo de Guinea. Actual Guinea Ecuatorial.
Publicaba hace poco un medio digital que de las tres ciudades menos visitadas del mundo, una fue ciudad española hasta 1968:
La tercera ciudad menos visitada del mundo es una que perteneció a España hasta hace casi seis décadas: Malabo, la capital de Guinea Ecuatorial. En ella viven casi 300.000 personas y es el principal núcleo de población de la nación, aunque muy pocas personas se han decidido a visitarla debido a la escasa oferta turística que hay en el país.
Esta urbe se ubica en la isla de Bioko, y al haber estado durante muchos años bajo soberanía española, en ella se pueden encontrar algunos edificios coloniales a orillas del Atlántico, mientras que en sus alrededores se extienden enormes selvas que acentúan esa sensación exótica que se tiene al recorrer sus calles.
Qué lejos queda aquella nota que documenta Patricio Nbe en su viejo blog:
David Manzur Londoño (Neira, 14 de diciembre de 1929) es un pintor colombiano de origen libanés.
En 1934 su familia fue a vivir a Bata, en donde fue testigo con 6 años de edad del bombardeo de la ciudad por el Ciudad de Mahón.
«Entre sus recuerdos tiene grabada una imagen de la infancia: "A los seis años me tocó ver hundir un barco, empezaba la Guerra Civil Española, estando en Bata, Guinea Ecuatorial. Se llamaba Mahón y hundió otro barco que se llamaba Fernando Poo"», «vi cómo se hundió un barco con 90 personas adentro. Esa imagen fue muy difícil de digerir a esa edad.»
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| David Manzur. Estudio para una transverberación en el mar, 1. |
A punto de cumplir los 100 años, y con ganas de llegar a los 120, en su relato vital asoma la vivencia de la guerra (la española, la mundial y los conflictos colombianos).
Sobre el territorio ecuatorial, cuenta a la periodista Isabel López Giraldo en una de sus Historias de vida:
(...) Por razones de la depresión de la época y por el llamado de un cuñado de mi padre, durante mis primeros años viví especialmente en África y España. Lugares en los que recibí la influencia de la religión católica, de esa carga emocional arraigada en el concepto del pecado. Pero también aprendí sobre la vida de los santos.
La hermana de mi papá estaba casada con un hombre de negocios, muy rico [probablemente la familia David Nauffal de "Almacenes Madrid"]. Entonces mi papá decidió llevarnos con ellos a la Guinea Ecuatorial española, donde se encontraban. Para lograrlo, el primer paso fue llegar a la isla de la Gran Canaria. Aquí se dedicó a trabajar como comerciante de la mano de su cuñado. Yo tenía cinco años cuando viajamos, justo cuando estalló la guerra civil española. Recuerdo que me fascinó el viaje en barco: conocí el mar cuando fuimos al puerto de Barranquilla.
De Canaria fuimos a Guinea en un viaje que tomó doce días en El Domine. Este pertenecía a la compañía Trasmediterránea encargada del tránsito entre España y las colonias africanas. Era blanco, y me encantaba. Pero también me fasciné con las costas, con el mar, con los peces. El viaje me pareció mágico. Tenía seis años cuando estaba asimilando todo este esplendor.
Llegamos primero a Santa Isabel, la capital de lo que era Fernando Poo, actualmente conocido como Malabo, ubicado en el norte de Bioko. Aquí permanecimos una semana. Este es un lugar con encanto, con tortugas, con mariposas y con una densa selva tropical.
En 1934 pasamos al lugar continental de la Guinea llamado Bata, donde mi padre trabajaría. Estando allí bombardearon la Guinea Ecuatorial española, durante la guerra civil. Así fue como pasé cinco años de mi vida en medio del fuego.
Vivimos en una casa muy humilde a la orilla del mar. La casa, que más parecía una choza, tenía una seiba muy alta en el patio de atrás: creció más de treinta metros convirtiéndose en faro para los barcos.
(...) Un día, temprano, sentí un enorme estruendo por una pared que salió volando de la casa. Cuando miramos hacia el mar, había un barquito negro junto a otro, compañero de El Domine. Por fascinación me puse a verlo, pero no me dieron tiempo porque salimos huyendo a un hospital a través del bosque.
Al regreso supe que, al Fernando Poo, de la misma compañía transmediterránea de El Domine, se le había acercado un barquito negro. Éste había disparado un cañonazo que cayó en la casa vecina, derrumbándola y afectando gravemente la nuestra. En mi inocencia infantil resultó una aventura muy divertida que me llenó de curiosidad. Al final de la tarde, ya casi anocheciendo, alcanzamos a ver la manera como este barco, blanco y lleno de gente, se hundía.
Me encontraba solo. Y miraba la manera cómo, lentamente, se hundía la embarcación dejando ver un pedacito de uno de sus bordes. Me asusté al sentir una mano que tocó mi hombro. Se trataba del padre Bruno, una figura muy importante de la Iglesia pues hizo parte de las misiones maristas de España en la Guinea. El padre Bruno era amigo de mamá. Mi mamá era amiga de todos los sacerdotes. Entonces el padre Bruno me dijo: "Recemos porque están muriendo varios mártires" (...).
| Los hermanos David, Jaime (en brazos) y Sara Manzur en Bata. Detrás, el persona de servicio -boy- asignado. |
(...) En Santa Isabel me encontré con el barco italiano Duchessa D'aosta, que en ocasiones nos permitía a los muchachos, también en pandilla, escaparnos del colegio para conseguir ciertas comidas que nos daban los marineros y que por la guerra no podíamos tener en la capital. Lo triste fue que, otra noche, por efectos de un bombardeo, el barco desapareció.
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| El Duchessa D'aosta en el puerto de Santa Isabel (noviembre 1941), tomada desde el avión del Alfonso Alarcón. |
O «La guerra tenía su encanto para él [Manzur] y sus compañeros. Durante muchos meses permaneció en el puerto el barco italiano Duchessa D'aosta. Algunas veces lograban escaparse del colegio, jugaban recorriéndolo y recibían chocolates de sus marinos. Una tarde se lo llevaron y la tristeza fue total porque con él le arrebataron los dulces y el único juego que lograba atraerle».
la concesión de la nacionalidad española a los voluntarios integrantes de las Brigadas Internacionales y a sus descendientes que acrediten una labor continuada de difusión de la memoria de sus ascendientes y la defensa de la democracia en España. |
«Pasados varios meses, se presentó en el despacho parroquial de Bata el Fiscal General de la Colonia con un secretario y pidieron al párroco que les contara la conversación que había mantenido con D. Acasio Mañé la tarde que desapareció. Les contó lo dicho anteriormente. Ellos le leyeron el acta y, estando de acuerdo con lo escrito, el párroco lo firmó.
Después, el Fiscal fue llamando a declarar a las principales autoridades: al Subgobernador de Bata, al jefe de policía, al capitán de la Guardia Territorial y al Capitán de la Marina. Para eso, estuvo en Bata casi un mes. Acabado el atestado, el Fiscal y su ayudante se fueron a Santa Isabel (actual Malabo). Nada se supo de las declaraciones de las autoridades ni del atestado del Fiscal.
Nada se habría sabido del caso si unos seis años después, el mismo Fiscal no se lo hubiese revelado al P. Nicolás Preboste. De vez en cuando, este Fiscal, excelente cristiano y amigo íntimo del P. Preboste, pasaba por el despacho del misionero, para tratar con él asuntos espirituales.
Un día, antes de despedirse, le dijo: "Usted, Padre, nunca me ha preguntado sobre la desaparición y muerte de Acacio Mañé". El P. Preboste le contestó: "Es verdad, y me gustaría mucho saberlo". Le contó que, al descender Acacio las escaleras de la casa del jefe de la policía, varios guardias civiles lo sujetaron y metieron en un jeep que lo llevó a la Guardia Territorial, sin que nadie lo viera. Al día siguiente, habría tenido lugar la llamada a la misión preguntando por un capellán castrense.
A los dos o tres días, lo bajaron de noche al puerto, lo metieron en la lancha del puerto de Bata y lo llevaron a alta mar. Es probable que le dieran un tiro (esto no se ha confirmado), y a continuación lo arrojaron al mar, atado a una piedra grande. Así murió Acacio Mañé, por el "crimen" de haber hecho campaña a favor de la independencia de su pueblo. Fuera de los implicados, nadie vio nada, nadie se enteró de nada. Hasta ahora no consta que se haya castigado a los culpables.
El atestado del Fiscal fue entregado en el juzgado de Malabo, y los jueces, al ver implicadas a las autoridades de Bata, se declararon incompetentes y lo remitieron a Madrid. Allí, vista la gravedad del asunto, se archivó como secreto de Estado en el Ministerio de Guerra o de Justicia.
Los que entonces vivíamos en Guinea sólo vimos que los mencionados altos cargos de Bata, al poco tiempo de los hechos, eran sustituidos por otros, sin llamar la atención».
«Esta otra información la tengo también del P. José María Viñas Bosch. El fiscal de colonias de la Región Continental, del Opus Dei, no recuerda su nombre, se dirigía espiritualmente con el P. Nicolás Preboste. Un día, después de sus charlas místicas, el fiscal le preguntó al P. Preboste: "Padre, usted nunca me ha preguntado por lo de la muerte de Acacio Mëñë". Éste, por la seriedad del problema, le respondió entre titubeos, "pues, pues no". El fiscal le respondió: "yo sí que sé quiénes mataron a Acacio Mëñë. Interrogué a todos los jefes españoles que tenían el mando en Guinea, empezando por el Gobernador General don Faustino Ruiz González. La conclusión que saqué era que todos estos fueron los que ordenaron la muerte de Acacio, y el señor Gobernador General como el primer inculpado. Como yo no podía decidir aquí mandé el expediente a Madrid. Silencio administrativo"».