Ésta es una historia peculiar: eufóricos por la victoria del Frente Popular tras la caída del gobierno de derechas provocada por la trama guineana del escándalo Tayá, los frentepopulistas del territorio son expulsados por resolución del Gobernador y confinados a prisión en Canarias. El golpe de Estado les sorprenderá en la cárcel, y -pese a estar confinados- son heredados por los franquistas y mantenidos en prisión como una amenza para su proyecto.
Por esta
Calle 19 de Septiembre, pasaron muchos:
pasaron los republicanos y
funcionarios coloniales que no se pusieron a disposición de los golpistas, pero también la tripulación del Fernando Poo y del Méndez Núñez, así como los viejos coloniales a los que les pilló el conflicto en España y se les reclamaron deudas pasadas y futuras. O incluso los guineanos de origen que acabaron combatiendo y
terminaron en el exilio, con una España que renegaba de ellos y sin una Guinea Ecuatorial a la que regresar.
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Carta "Los republicanos de Fernando Poo son perseguidos"
de José Serrano Roldán en La Libertad,
11 de junio de 1936. |
Pero hay un pequeño colectivo: los
frentepopulistas de Fernando Poo. La historiografía franquista se referirá a ellos como «una docena de descontentos sin prestigio ni arraigo: un comerciante de Santa Isabel, don
Jaime Gay Compte, hombre apasionado y violento; un contratista de Obras, José Serrano Roldán, aventurero procedente de Tánger, que había creado en la isla un logia llamada "Fernandina número 17", filial de otras de Valencia y Barcelona; un médico, Abelardo Lloret, y unos cuantos funcionarios de menor cuantía y colonos descalificados».
El escritor José Antonio Rial, compartió prisión con alguno de ellos tanto en la cárcel de Fyffes como en el penal de Gando.
En su novela
La prisión de Fyffes lo recoge así:
«Santos y Pérez procedían de más lejos. Eran presos de la República. Habían intentado la formación del frente popular en la isla de Fernando Poo, y el gobernador de la colonia los deportó a Las Palmas, donde los encontró, encarcelados, el alzamiento militar
».
En ese caso, se trataba del comerciante Rafael Santos y del abogado Antonio Pérez a los que el Gobernador Luis Sánchez-Guerra Sainz había aplicado el
artículo 5º del Reglamento de Funcionarios en Guinea, tras decretar el 5 de junio el estado de excepción, por su euforia tras la caída de la coalición de derechas por la
Gürtel guineana de la CEDA y la posterior victoria del Frente Popular.
No es extraño que coincidieran, ya que -conforme al
Congreso: los campos de concentración y el mundo penitenciario en España durante la Guerra Civil y el franquismo- Fyffes se significó como un espacio de hacinamiento de todo tipo de presos:
«el máximo número de presos que llegó a acoger fue de 1.248, alcanzados el 28 de febrero de 1937 con la llegada de los 101 detenidos procedentes de la colonia española de Fernando Poo
».
Como recuerda Juan Rodríguez Doreste,
«lo que sí resultó ardoroso fue el largo encierro. Amontonados en unos barracones, en condiciones climáticas tan desfavorables, con servicios higiénicos y sanitarios apenas elementales, desprovistos de ejercicio y de adecuada alimentación, la salud de los presos comenzó a quebrantarse, su estado físico a descaecer visiblemente
».
De hecho Rial escribiría que su primera impresión de Fyffes fue
«la de haber descendido a
un pútrido submundo de cloacas y canalillos, donde cientos de sujetos
desarrapados se agitaban, inquietos y expectantes. (...) Con el tiempo la falta de higiene fue envenenando hasta los ladrillos de Fyffes.
Durante todo el día las colas de presos se alineaban delante de las letrinas, y
los que a puertas francas, y delante de sus compañeros vaciaban sus vientres,
eran apremiados por los de las colas para que les dejaran los puestos.
Los ocho agujeros, e incluso la cloaca y el agua, resultaban insuficientes para
contener y arrastrar las deyecciones de aquellos dos mil comedores de rancho,
y los retretes se llenaban hasta rebosar y un río negro salía de aquel ángulo, en
fermentación, del edificio, que corría al patio y, por una canal descubierta, salía
a las huertas de afuera
».
Posteriormente serían concentrados en el
Penal de Gando,
«Y así un día aparecieron por Gando, derrotados, pálidos, con evidentes señales del estrago corporal que les había causado una reclusión que lindaba en infrahumana. (...)
Llegaron los detenidos en la Guinea española, que procedían de la isla de Fernando Poo y del territorio del Río Muni, a los cuales se habían incorporado los tripulantes capturados del vapor de la Compañía Trasmediterránea, llamado precisamente el Fernando Poo, hundido en las aguas del puerto de Bata. Eran aproximadamente unos ciento cincuenta en total, entre tripulantes y coloniales. De los primeros salieron las bajas más importantes que causó la expedición conquistadora
». Entre ellos estaba igualmente
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Imagen del campo de concentración del Lazareto de Gando en Gran Canaria
(Cortesía de Fernando Caballero Guimerá).
En "Los campos de concentración de Franco" de Carlos Hernández de Miguel. |
El origen de esos presos heredados por el franquismo, queda recogido en
La Guinea Española, como parte del texto conmemorativo del 2º aniversario del triunfo del golpe de Estado en la isla:
«Cuando los sucesos electorales de febrero de 1936 colmaron los alientos de cierto sector, que se iba agrupando: a partir de esa fecha aparece entre nosotros como fuerza organizada y atrevida el Frente Popular. Aquella masa ya preparada, tomó cuerpo; y se sintió en condiciones de actuar, comenzando a reclutar adeptos y simpatizantes; anteriormente, esta labor hubiera sido difícil por falta de costumbres políticas entre nosotros (…) Entre esos elementos diversos prevaleció por su influencia y actividad un sector izquierdista, calculador, que conocedor de los componentes de la nueva agrupación, fue actuando con tiento, pero con un impulso ascendente, hasta que, por el retraimiento de unos y osadía de otros adquirió verdadera beligerancia, llegando a ser fácilmente oídos sus primates en las altas esferas, a donde tenían fácil acceso: fue un acto de excesiva confianza en la protestada legalidad de los Frentes, el autorizar esa agrupación; y aunque se quiso frenar embarcando más tarde para Canarias a algunos de sus más revoltosos, la medida fue ya tardía y así es como la agrupación no plegó alas, sino que cobró mayores bríos. Así se evidenció, con sus concomitancias con los extremistas del
Méndez Núñez; en sus continuas reuniones, organizadas en seccionen diversas; cambios de impresiones frecuentes en bares y casas particulares: se organizaron mítines, pero dada su tendencia hubieron de reducirse y aun negarse
».
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Bando del 5 de junio de 1936: «El modo de ser interpretado, por algunos, el derecho a la libre emisión de sus ideas, por primera vez reconocido en la Colonia durante el mando de este Gobernador General y el evidente estrago que a la causa de la colonización está ello ocasionando, obligan al Gobierno General, contra lo que fuera su deseo, si el freno del patriotismo hubiera sido suficiente, a adoptar las siguientes medidas,...». |
Así, el diario
Acción recoge en su edición del 28 de junio de 1936, que a bordo del
Ciudad de Cádiz «venían cuatro detenidos conducidos por un cabo de la guardia colonial, de Santa Isabel. Estos han sido detenidos en Fernando Póo, por órdenes del gobernador civil, que los manda a disposición del Presidente de la Audiencia de Las Palmas, por el delito de alteración del orden público, durante los recientes sucesos ocurridos en nuestra colonia de Santa Isabel de Fernando Póo».
Tras el 18 de julio, pese a no poder imputarles de faltas contra los Bandos emitidos por la autoridad militar (por estar precisamente en prisión), se optó por retenerlos en la cárcel como
presos gubernativos.