CB

viernes, 19 de mayo de 2023

Elecciones locales

¿Eres ciudadano español o tienes doble nacionalidad y resides en Guinea Ecuatorial? 

En ese caso, te interesará saber que el próximo 28 de mayo de 2023 se celebrarán elecciones a las Cortes de Aragón, a la Junta General del Principado de Asturias, al Parlamento de les Illes Balears, al Parlamento de Canarias, al Parlamento de Cantabria, a Cortes de Castilla-La Mancha, a les Corts Valencianes, a la Asamblea de Extremadura, a la Asamblea de Madrid, a la Asamblea Regional de Murcia, al Parlamento de Navarra y al Parlamento de La Rioja, además de elecciones a las Asambleas de Ceuta y Melilla.

Los electores que residen en el extranjero y que opten por depositar el voto en urna lo harán entre el octavo y el tercer día, ambos inclusive, anteriores al día de la elección, entregando personalmente los sobres en aquellas Embajadas, Oficinas o Secciones Consulares en las que estén inscritos o en los lugares que a tal efecto se habiliten para ello, en horario de mañana y tarde, incluidos los consulados honorarios de España en el extranjero.

También hay elecciones municipales, pero si eres residente en el exterior no podrás votar por no estar empadronado en un ayuntamiento español. A cambio tienes las elecciones al Consejo de Residentes.

O tal vez no: Frente a los 700 electores mínimos que establecía el Real Decreto 1339/1987, de 30 de octubre, sobre cauces de participación institucional de los españoles residentes en el extranjero, el actual Real Decreto 1960/2009, de 18 de diciembre, por el que se regulan los Consejos de Residentes Españoles en el Extranjero, establece un mínimo de 1.200 electores:

Y aunque a 1 de marzo de 2023, el CERA para Guinea Ecuatorial incluye a 1.522 ciudadanos con derecho a voto.... éstos se reparten entre la demarcación de Malabo, con 1.003, y los 519 en Bata.

Si bien es probable que con las futuras inscripciones que se deriven de las adquisiciones de nacionalidad española por la Ley de Memoria Democrática en los próximos años se alcance el límite de los 1.200 ciudadanos en Malabo.

Te lo contábamos anteriormente en el Consejo de vecinos de Santa Isabel.


martes, 16 de mayo de 2023

Adoquín de la memoria

Tal vez -ficcionábamos en algún tweet- algún día José, Carlos, Fernando, Isidro o Manuel puedan tener su propio adoquín de la memoria...  

Pues parece que lo veremos: Carlos Grey Molay (conocido también como Greykey), prisionero n° 5124 del Campo de Concentración de Mauthausen, va a tener un adoquín de la memoria en Barcelona.

La semana pasada publicaban los medios: 

Dos Stolpersteine en Sarrià - Sant Gervasi recordarán a dos represaliados por el nazismo en el lugar donde vivieron

De las doce piedras de memoria que se colocarán este año, dos serán en el distrito, en los lugares donde las personas homenajeadas vivieron en algún momento de sus vidas.

Por una parte, la que se dedica a Carlos Grey Molay, que es la primera persona afrodescendiente del Estado español que contará con una Stolperstein. Nació el 4 de julio de 1913 a Fernando Póo, entonces colonia española (actualmente Bioko, en Guinea Ecuatorial). Fue un combatiente republicano notable que estuvo recluido y sobrevivió al campo de Mauthausen.

Aunque de orígenes humildes, pudo estudiar e ir a la Universidad de Barcelona, donde cursó medicina. El estallido de la guerra hizo que se uniera a las tropas que combatían contra los sublevados. Después de la derrota pasó a Francia, donde participó en la guerra contra Alemania. Detenido, fue enviado a Mauthausen en 1941 con la matrícula 5124. Después de la liberación volvió a Francia, donde permanecería el resto de su vida. Murió en 1982.

La colocación del adoquín en memoria de Carlos Grey Molay tendrá lugar en la calle de Atenas, 3, el jueves, 18 de mayo, a las 10.00 h. Lo hará el alumnado del CFA Montserrat Roig, del distrito de Sant Martí.

Seis sobrevivientes de los campos de concentración conocemos, vinculados al territorio ecuatorial. Pero seguro que hay más...:

  • N° 31635 de Neuengamme: se trata del corisqueño José Epita Mbomo, "Yoni". Llegó a España en el viaje de vuelta de la Patrulla Atlántida y se acabó especializando como electricista y mecánico de hidroaviones en la base militar de Los Alcázares. Probable tío de Raquel Ilombe, fue el primer negro en casarse con una blanca en Cartagena, en donde se arraigó y le pilló la guerra. Derrotado el gobierno Republicano, acabó exiliado en Francia, donde luchó en la Resistencia contra la invasión alemana. Tras la derrota francesa, fue deportado a campos nazis y sobrevivió a un naufragio. Rehizo su vida en Francia tras la liberación.
  • N°5124 de Mauthausen (el más conocido). Carlos Greykey o Greymolay, ecuatoguineano de origen, creció en Barna en donde estudió medicina y luchó por la República. Como otros republicanos, sufrió exilio y acoso en Francia, hasta la invasión nazi. "Carlitos" pasó a defender la soberanía y libertades del país anfitrión, terminando finalmente en un campo de concentración alemán. Tras su liberación, se arraigó en Francia.
  • N° 4782 de Mauthausen: el cántabro Fernando Fernández Lavín, que había iniciado su exilio tras el bombardeo de la ciudad de Bata por el vapor Ciudad de Mahón. Se incorporó al frente catalán hasta "la retirada" republicana a Francia. Participó en la resistencia francesa a la invasión alemana, hasta la derrota. Y ya internado en el campo de concentración, participará de las estructuras clandestinas que acabarán tomando el campo tras la huida de las SS. Tanto él como Carlos Grey Molay  han quedado inmortalizados en las fotografías de Francesc Boi, el fotógrafo de Mauthausen.
  • N° 59282 de Sachsenhausen: Isidro Álvarez Martínez, el cartero batense. Como funcionario leal, integró el núcleo duro del Frente Popular en Río Muni, tuvo que huir, con el desembarco de falangistas y tropa marroquí en la bahía de Bata, y retornar al territorio peninsular por barco usando los puertos franceses. Al igual que sus compañeros, se ve empujado a "la retirada" a Francia, resiste a los alemanes y acaba en un campo de concentración.  Los años siguientes pasará por diferentes establecimientos, hasta recaer en los campos argelinos y finalmente retornar a España.
  • N° 23523 de Dachau: Otto Bruno Löbig, el relojero de Cartagena, trabajó como comerciante en Guinea. De esa etapa, sólo se sabe que, de regreso a España en el barco Escolano, éste fue interceptado por un submarino francés y obligado a entregar al pasajero alemán que viajaba a bordo del vapor español. Así, Löbig fue detenido el 22 de noviembre de 1939, iniciando un recorrido por prisiones en el norte de África, hasta que las autoridades francesas colaboracionistas lo remitirán a Alemania.
  • El 6° identificado (por ahora) es el ingeniero Manuel Cuenca Vázquez. En su caso, habría quedado en la isla de Fernando Póo tras el golpe de Estado del 19 de septiembre de 1936 en Santa Isabel. Triunfando el gobierno de Burgos, habría aprovechado un permiso reglamentario para reincorporarse al territorio leal a la república vía Lisboa. Acabará exiliado en Francia y finalmente en el campo de concentración de Buchenwald. Tras su liberación se verá exiliado a Venezuela.


Ya tenemos uno en Barcelona... tal vez algún día nos tropecemos con los adoquines por las calles de Malabo o de Bata.

lunes, 15 de mayo de 2023

La Guerra por Donato Ndongo

El profesor Ndongo es un referente para este paseo por la vieja calle 19 de septiembre de Santa Isabel, y -ahora que se ha vuelta a promover su justa candidatura al Premio Princesa de Asturias de las Letras- rescatamos este fragmento de Historia y tragedia de Guinea Ecuatorial publicado por Diario 16, por un Donato Ndongo de 26 años:

La República y Guinea

Como todas las revoluciones nacionales, la República del 14 de abril de 1931 fue esencialmente chauvinista en sus planteamientos, y apenas se ocupó de otros problemas que no fueran los suyos propios. Como todo régimen de derechas, demoliberal, de la Europa de la época, la República española fue colonialista, aunque ese colonialismo fuera, en términos relativos, más humanista, Hasta el mes de mayo de 1931 fue gobernador general Miguel Núñez de Prado, nombrado por la Dictadura, que siguió sometiendo a los nativos. Durante su mandato se abrieron los primeros caminos, se llevaron las primeras factorías al interior del continente y se generalizó la construcción de aserraderos de madera. En cada pueblo se formaron destacamentos de 15 ó 20 guardias coloniales al mando de un oficial o suboficial blanco, y el negro empezó a familiarizarse con la cara de los blancos y los gestos que querían significarse en esa cara. La República nombró gobernador general al general Sostoa, que fue asesinado pocos meses después de llegar por un sargento de la Guardia Colonial en Annobón. Se nombró entonces a Estanislao Lluesma, quien en 1932 protagonizó el incidente del Buenos Aires, barco que deporto a 121 sindicalistas barceloneses a Annobón, lo que produjo enconadas disputas en las Cortes. Nombrado gobernador Manzaneque, permanecería en el cargo hasta 1835, y fue quien completó la pacificación del territorio continental. En 1934, Manzaneque había intentado una reestructuración de la colonia. Un Decreto de 21 de noviembre de ese año autorizaba a la Inspección General de Colonias a dar instrucciones para resolver los problemas relacionados a la concesión de terrenos, en espera de la elaboración de un reglamento sobre el régimen de la propiedad de los Territorios del Golfo de Guineas. En 1935, al plantearse la sucesión de Manzaneque al frente, del Gobierno General de Guinea, se produjo un incidente entre el presidente de la República, Niceto Alcalá Zamora, y el jefe del Gobierno, Alejandro Lerroux. Este propuso para el cargo al naviero Tayá, alto cargo de la Compañía Transmediterránea, a lo que se opusieron el presidente y el inspector general de Colonias, quienes sostuvieron la candidatura de Luis Sánchez Guerra, hijo del ex presidente del Consejo de Ministros con Alfonso XIII, a su vez vetada por Leroux. Para sostener sus razones, el inspector general de colonias acusó a Tayá de haberse lucrado con fondos del Gobierno destinado en Guinea, contando para ello con la complicidad del jefe del Gobierno. Este incidente, muy comentado en la época y conocido como la denuncia Nombela precipitaría el hundimiento del líder radical. El presidente Alcalá Zamora pudo así colocar a un hombre de su confianza, Sánchez Guerra, en el Gobierno General dé- Santa Isabel. Alcalá Zamora deseaba, un remozamiento de la acción colonial, y estaba dispuesto a llevar a cabo las mejoras que fueran precisas para asegurar la productividad del territorio guineano y, con ello, sanear en lo posible, la maltrecha balanza comercial de España. El nuevo gobernador general llevó como secretario general a Miguel Pozanco, que ha legado a la historia de Guinea unos, datos del máximo, interés histórico y cultural. Vivian entonces en la isla de Fernando Poo 2.000 europeos, que, aunque españoles, en su mayoría estaban britanizados. Las explotaciones agrícolas y forestales se cedían a cambio del pago de un pequeño canon al Gobierno General y demás autoridades coloniales, y las grandes compañías exportadoras de cacao contrataban a los negros, guineanos o emigrantes, por 80 céntimos semanales. No obstante, eran obligados a trabajar en agotadoras jornadas que nunca eran inferiores a doce y hasta catorce horas diarias. Los braceros vivían con sus familias en unos largos barracones, insalubres, y eran forzados a comprar los productos alimenticios o de uso personal que necesitarán en la cantina de la finca, propiedad del patrón. La corrupción administrativa era general. La compañía maderera Alena S.A., que explotaba en exclusiva la zona del río Benito, embarcaba cientos de miles de toneladas anuales. Sólo cada cuatro meses tres veces al año iba un barco a la isla de Annobón, siendo éste el único enlace de dicho territorio con el resto de la colonia. Las misiones, a pesar de los tiempos que corrían, conservaban prácticamente intacto su enorme poderío, aunque había una cierta tensión entre algunos colonos liberales, generalmente recién llegados, y el obispo Leoncio Fernández Galilea. En las misiones se aprovechaba el recreo para que los niños y catequistas negros mientras los blancos iban a almorzar a sus casas fueran a chapear (cortar la hierba) las fincas de los misioneros.

Aunque con anterioridad existían varios proyectos para construir el puerto de Bata, la llegada de Luis Sánchez Guerra, ingeniero de Caminos, aceleró la idea y se iniciaron las obras: Los obreros, negros, eran reclutados. en el interior del continente por Alena mediante una prima total de 600 pesetas, que se entregaba la mitad a los familiares del contratado y la otra mitad a lo largo del período del contrato. Sánchez Guerra se enfrentó muy pronto con la Cámara Agraria, agrupación de los colonos; al reformar tímidamente el reglamento del trabajo de los negros. La administración del último gobernador republicano saneó muchas zonas pantanosas, llegándose a exterminar casi por completo a la mosca tsé tsé, transmisora de la enfermedad del sueño. Se había creado un servicio de vigilancia forestal encargado de evitar y reprimir las talas abusivas. de madera, y se programó un sistema racionalizado de repoblación forestal.

A partir de 1935 la colonia pasó a llamarse de modo oficial Territorios, Españoles del Golfo de Guineas y se llevó a cabo una nueva distribución administrativa de dichos territorios. La isla de Fernando Poo quedó dividida en tres demarcaciones: Santa Isabel, San Carlos y Concepción; en la parte continental se suprimió el distrito sur, unificándose el territorio bajo el mando de un solo subgobernador. Este único, distrito fue subdividido en once demarcaciones: Acurenam, Bata, Ebebiyín, Evinayong, Mikomiseng, Kogo, Rio Benito, Bimbiles, Mongomo, Nsork y Niefing. Annobón, Corisco y Elobeyes eran otros tantos distritos. No, se llegó a completar la reforma de la administración.

Un censo efectuado en las primeras semanas de 1936 dio la cifra de 157.881 habitantes nativos, cantidad que puede muy bien aproximarse a la realidad, aunque hay que contar con las posibles y fáciles omisiones.

La guerra civil en las islas

Evidentemente, la República no fue anticolonialista, pero hizo un intento serio de modernización de las, relaciones coloniales, sacándolas de un paternalismo caduco e ineficaz y creando una colonia moderna. Muchos españoles anticolonialistas, y algunos negros, habían concebido una cierta esperanza, al triunfar el Frente. Popular, de poder crear una especie de "colonia modelo". Los negros seguían sin ninguno de los derechos civiles reconocidos a los blancos, aunque había mejorado en parcelas muy concretas sus condiciones materiales de vida. Un capitalismo moderno, dinámico e imaginativo luchaba para capitalizar a su favor la situación de la colonia, del cual no eran ajenos intereses franceses, en franco contraste contra los terratenientes asentados y los misioneros primorriveristas. Muchos españoles, sobre todo catalanes, se habían establecido en Fernando Poo en el lustro precedente, y la isla se iba perfilando como tierra de promisión, en el aspecto económico, además de la privilegiada situación geográfica en que estaba situada. Pero apenas había en la colonia actividad política como tal. Resume perfectamente la filosofía del colono la siguiente declaración de uno de aquellos hombres: nosotros habíamos ido: allí a trabajar y a luchar por ganar dinero. La Península, Madrid y el Congreso quedaban muy lejos.

En Guinea había un solo partido, el Frente Popular, formadoa principios de 1936, y que contaba con unos 150 adeptos. No se celebraron elecciones ni votaron en febrero de 1936 los españoles allí residentes. Era un Frente Popular muy moderado, en el que predominaba el elemento socialdemócrata, dirigido por un grupo de intelectuales y animado por lo que podríamos llamar la clase media de la sociedad colonial. A pesar de todo, se cerraron algunas iglesias, se habló en favor de los negros colonizados y hubo incidentes dialécticos entre los laicos y los "clericales". Estos últimos eran la aristocracia colonial, que se reunía en un club muy privado, llamado El Casino, de Santa Isabel: Allí únicamente tenían acceso los propietarios y los apoderados, y en sus locales apenas si interesaba la política. Pero por nimios que sean unos incidentes, si suceden en una pequeña comunidad que, además, está a la defensiva, adquieren una importancia desmesurada. Corrieron rumores de. que los nativos iban a sublevarse y Sánchez Guerra puso en estado de alerta a los 800 guardias coloniales y proclamó el estado de excepción el 5 de junio. Solicitó refuerzos a Madrid, y se le envió el crucero Méndez Núñez, que llegó a Santa Isabel el 24 del mismo mes, permaneciendo en Guinea hasta primeros de agosto.

El 14 de julio llega a la colonia la noticia del asesinato de Calvo Sotelo. Los clericales organizaron algún mitin y se rezó algún responso, que obligó al gobernador a sancionar a sus organizadores con 50 pesetas de multa. Cuando se anunció, en la tarde del 18 de julio, la sublevación de las tropas estacionadas en Marruecos, apenas nadie se inquietó. Hubo un pequeño motín a bordo del Méndez Núñez, resuelto a favor del Gobierno de Madrid. En los primeros días del mes de agosto, el buque partió hacia España, pero en Dakar recibió órdenes de regresar a Fernando Poo. Al anclar de nuevo en Santa Isabel la facción nacionalista planteó un desembarco en la ciudad, que hizo abortar el propio gobernador subiendo al buque y arengando a la marinería. Algunos rebeldes consiguieron escapar hacia el Camerún británico-ex alemán. Pronto corrió el rumor de la llegada del buque Fernando Poo, que habitualmente cubría la ruta, comercial con España, portador de armas para el Frente Popular. La verdad es que únicamente traía seis fusiles y una pistola, armamento ordinario en un buque mercante. Miguel Pozanco, desde Radio Ebolowa, en el Camerún francés, consiguió comunicar con el capitán del barco, poniéndole en antecedentes, sobre, la situación de semirrebeldía que se vivía en la isla y, recomendándole se dirigiera directamente a Bata.

Hasta mediados de agosto reinó la calma en Guinea. Pero la incertidumbre sobre lo que realmente ocurría en la Península, pues las noticias llegaban con dificultad, acompañado por el bloqueo que de las cuentas corrientes hizo el único Banco existente en la colonia, el Exterior de España, y la angustia: por la escasez de alimentos para los europeos (que los importaban directamente de España), hizo subir de temperatura los hasta entonces casi pacíficos enfrentamientos entre laicos y clericales, es decir, entre el Frente Popular y los terratenientes del Casino. Algunos propietarios coloniales, a quienes la sublevación nacionalista había sorprendido en Barcelona, consiguieron llegar por los medios más inimaginados a Santa Isabel, y allí explicaron su versión sobre el ya llamado Glorioso Alzamiento. El capitán Ayuso, jefe de la Guardia Civil (andando el tiempo llegaría a ser director general de la Guardia Civil), propuso al teniente coronel Serrano, jefe de la Guardia Colonial, la insurrección. para ganar la isla a la causa nacional. Se reclutó a los “clericales”, que se reunieron el 18 de septiembre para destituir a Sánchez Guerra. Nombraron gobernador a un médico hacendado, que ostentó el cargo hasta el día siguiente, al hacerse cargo del Gobierno General el teniente coronel Serrano. Durante la noche se detuvo a todos los componentes del FrentePopular, aunque no hubo violencias, Serrano declaró el día 19 el estado de guerra, siguiendo las instrucciones del Gobierno de Burgos.

La guerra civil en el continente

El subgobernador de Bata, Miguel Hernández Porcel, del Frente Popular, se negó a sumarse a la sublevación capitaneada por los militares de la isla, con lo que quedaron incomunicados ambos territorios. Desde Kogo y Rio Benito, zonas de importantes explotaciones madereras controladas por los clericales, se intentó una marcha sobre Bata el 23 de septiembre de 1936. A la altura de Comandachina, cerca del río Ekuku, fueron Interceptados por las tropas gubernamentales. En ambos bandos, mandados por suboficiales blancos, las tropas eran negras. Al darles el "¡Alto en hombre de la República!", los contrarios respondieron con un "¡Viva el Ejército, Arriba España!". Sonaron unos cuantos disparos, y en la formación progubernamental cayeron muertos dos negros. Rodeada por completo, se. rindió la formación rebelde, cuyos cabecillas fueron. detenidos. Pocos días después eran expulsados del territorio, refugiándose en Gabón. Desde allí, varios consiguieron llegar a la isla de Fernando Poo.


Los madereros y comerciantes contrarios al Frente Popular se iban trasladando, con todos los medios a su alcance, a Santa Isabel. El Frente Popular quedó así reforzado en Bata gracias a la decisión y activismo de hombres como Miguel Pozanco, Alejandro Torres García y José Sierra Companys, primo del presidente de la Generalitat de Cataluña. Pero las autoridades francesas de las vecinas colonias les negaron cualquier tipo de ayuda que no fuera el asilo político. El Frente Popular se encontró, pues, aislado de la metrópoli y de prácticamente todo el mundo, y su capacidad de defensa se reducía a un centenar de viejos fusiles, sobrantes de las campañas de Marruecos. Mientras tanto, el buque Fernando Poo, que había permanecido en la bahía de Bata, había puesto rumbo a Fernando Poo. Apenas hubo zarpado, empezaron a radiarle desde ambas capitales que no se dirigiera a la otra, pues ellos eran los guberna mentales y los otros los sublevados. Desde Santa Isabel existía el propósito de apoderarse del barco para invadir el continente, Ante la duda, el radiotelegrafista comunicó con Madrid, donde, después de aclararle la situación, le ordenaron dirigirse a Bata; allí fue utilizado como prisión, encerrándose en él a monjas, sacerdotes y otros sospechosos de rebelión y conspiración. A los pocos días de anclado el Fernando Poo, se presentó en la bahía de Bata el Ciudad de Mahón, salido de Canarias para apoyar a los insurrectos de Santa Isabel. Disparó contra la ciudad y contra el Fernando Poo, que se hundió con losprisioneros a bordo. A continuación, desembarcó una compañía de tropas moras que ocupó la ciudad. Dicha compañía estaba al mando de Francisco Pérez Barrueco, que fue inmediatamente nombrado subgobernador de Bata. Los republicanos se retiraron hacia el interior del continente, siguiendo la ruta de Ebebiyin, hasta que alcanzaron la frontera gabonesa. Muchos años después, aún se podía ver el esqueleto del Fernando Poo en el fondeadero de Bata. Allí le hablan dejado las autoridades coloniales como permanente símbolo del martirio de unos hombres que habían caído por Dios y por la Patria, víctimas de la barbarie de los comunistas. Así hablaba, en los primeros años 60, un misionero de Bata a sus alumnos.

 

Comisión de la Armada para Salvamento de Buques,
trabajos de reconocimiento del Fernando Poo en 1939.

La expedición del Ciudad de Mahón estaba mandada por el capitán Fontán, y como lugarteniente por el capitán Hernández. El 12 de octubre de 1936 se celebró en Santa Isabel una misa de campaña, después de la cual se hizo cargo del Gobierno General dicho capitán Juan Fontán. Hasta entonces no había sido especialmente cruenta la situación, pero los presos laicos empezaron a ser apaleados y hubo algún fusilamiento. En cuanto a los colonos que ya habitaban en el territorio y que se habían sublevado contra el Gobierno de la República pasaron a ser considerados, incomprensiblemente, ciudadanos de segunda categoría. Para tratar de hacerse agradables a los ojos de las nuevas autoridades los viejos colonos organizaron una suscripción popular, cuyo resultado fue la donación del 20 por 100 de sus ganancias durante dos años para la causa nacional. Además, organizaron el envío masivo de materias primas y alimentos al bando nacional, pero todo ello no parecía ser suficiente para las tropas de ocupación venidas de Canarias, que se adueñaron de la situación e impusieron su propia ley. Las tropas estaban animadas por el segundo oficial, el capitán Hernández, al que se conocía por el sobrenombre de "Mi caballo murió", ya que siempre andaba fustigando a su alrededor con un látigo, aunque no tenía caballo.

Los miembros supervivientes del Frente Popular fueron deportados a Canarias en los primeros días de noviembre de 1936, y Guinea pasó a formar parte del territorio del nuevo Estado, una de cuyas primeras disposiciones fue la de suprimir las denominaciones autóctonas de algunos distritos: Mongomo pasó a ser Guadalupe; Bimbiles, Valladolid; Niefang, Sevilla, y Kogo, Puerto Iradier.

sábado, 6 de mayo de 2023

Los intelectuales africanos ante el fenómeno de las dictaduras

El blog Humanities Futures (HF) del Franklin Humanities Institute en la Duke University publicó en 2017 el artículo Los intelectuales africanos ante el fenómeno de las dictaduras de Donato Ndongo Bidyogo-Makina. El profesor Ndongo es un referente para este paseo por la vieja calle 19 de septiembre de Santa Isabel, y -ahora que se ha vuelta a promover su justa candidatura al Premio Princesa de Asturias de las Letras- rescatamos el artículo por su interés:

 Abstract: La raíz de este escrito para el projecto Humanities Futures es el acto de recordar. Tal y como el griot del folklore africano, escritores y pensadores del continente, la diáspora o el exilio se han dedicado a transmitir las aspiraciones de todo un pueblo. Con el fenómeno de la dictadura al que siguió muchos de los movimientos para la independencia de los años 60 y 70, este papel adquirió un sentido nuevo: escribir ofreció la promesa de un futuro diferente ante los regímenes autoritarios. Dado el clima político, este ensayo insiste en que reconozcamos el trabajo de los africanos que se esforzaron en combatir el totalitarismo durante el siglo XX. Empezando con el V Congreso Panafricano en 1945, traza las contribuciones de pensadores, escritores y artistas africanos que se centran en la resistencia a través de la producción creativa. [Click here to read this essay in English.]



A menudo me preguntan para qué sirve la literatura en las sociedades africanas. Desde fuera, resultan incomprensibles tantas horas de soledad reflexionando sobre los anhelos y las frustraciones del ser humano, en pugna con cada palabra para escoger la más adecuada para incidir en corazones y mentes. Sobre todo, cuando el escritor apenas recoge algún fruto del empeño—ni sus potenciales lectores tienen fácil acceso a su obra. Parece un esfuerzo inútil, realizado por vagos o estúpidos; algunos afirman que somos diletantes que escriben para los blancos, principales consumidores de bienes culturales. Discrepo. No siendo la primera vez que viajo a Estados Unidos, este nuevo periplo prueba que algún escrito nuestro abre la mente—quizás hasta el corazón- de personas honestas, personas que consideran de interés cuanto podamos aportar. Les introduce a realidades desconocidas, o soslayadas por lejanas. Mi presencia aquí, como la de otros muchos colegas antes y después, justifica plenamente nuestro oficio, una de cuyas funciones es comunicar. Al no poder acotarse la comunicación, nos dirigimos a cualquier lector que desee bucear en nuestras realidades: nuestros compatriotas, quienes deben asomarse al espejo y cotejar si la imagen reflejada se corresponde con sus sueños; a la gente de cualquier parte del mundo dotada de sensibilidad, que deben conocer desde nuestra voz nuestro afán de cada día. Este es el papel inherente a la literatura en todas las sociedades, en cualquier época y lugar, con una particularidad: los escritores africanos heredamos el rol desempeñado por los trovadores en nuestras culturas milenarias.

A menudo me preguntan para qué sirve la literatura en las sociedades africanas… Parece un esfuerzo inútil, realizado por vagos o estúpidos; algunos afirman que somos diletantes que escriben para los blancos, principales consumidores de bienes culturales. Discrepo.

El griot no era un mero bufón en la corte de los poderosos, ni ilusionista manipulador de ensoñaciones adormecedoras, sino el elaborador y depositario de las ideas, guardián de la memoria y transmisor de los anhelos colectivos; en suma, el intermediario por excelencia entre la palabra y la acción. En nuestras culturas pre-coloniales, la palabra no era mero sonido desprovisto de significado; no gruñíamos, aunque la peligrosa mezcolanza de ignorancia y prejuicios, traducida en racismo por los colonizadores y sus epígonos, considerase nuestras lenguas "dialectos groseros", según escribió algún tratadista español. Nuestros mayores nunca hablaban por hablar; el verbo persuadía, orientaba, comprometía, definía y calificaba a quien lo expresaba, encerraba cuantos valores subyacen en el alma de un pueblo. En aquellas sociedades "primitivas", la principal diferencia entre un mayor y un joven estaba en la capacidad de razonar y exponer juicios certeros en el momento adecuado, transmitiendo ideas útiles para los ciudadanos. Un mayor dicharachero o mendaz era considerado insensato, no merecía respeto, nadie le tomaba en serio. Por otro lado, un joven prudente era captado para asumir responsabilidades en beneficio del conjunto. Enriquecidos hoy con la escritura—que, recordémoslo, no nació en Europa—tales características adquieren una nueva dimensión. Desprovista de los caprichosos efectos de la memoria física e inmune al transcurrir del tiempo, la palabra puede ser fijada para recordar permanentemente nuestra trayectoria, el origen, el rumbo y las metas propuestas. Esta concepción explica nuestra desdeñosa indiferencia ante demasiadas palabras sin sentido dirigidas a nuestras culturas, a nuestro continente, a nuestras personas, por gente incapaz de realizar un mínimo esfuerzo de empatía hacia otras realidades distintas de su rutinaria inmediatez.

Como mayor, podría aconsejar prudencia a los jóvenes, decirles que hagan oídos sordos a palabras necias. Pero no lo haré. Precisamente la edad y la experiencia me obligan a prevenir sobre las consecuencias de tanta necedad esparcida de modo impulsivo, irreflexivo y malévolo; la historia vivida y analizada advierte que nuestro desdén resulta perjudicial. No debemos seguir callando, limitándonos a esbozar sonrisillas misericordiosas ante ideas insensatas expuestas por ignorantes poderosos. Esa ignorancia, envuelta en soberbia, teñida de mala fe, resulta tan peligrosa que, tolerada, conduce a tragedias y genera atrocidades. Sobran ejemplos en la historia de la intolerancia. Los africanos, explotados, vejados y humillados durante los últimos cinco siglos y medio por otros humanos imbuidos en su jactanciosa autocomplacencia, estamos obligados a contraponer las mentiras con la verdad. Mientras gocemos—todavía – de cierta libertad para expresarnos con palabras y escritos, usémosla para desenmascarar el discurso tendencioso que estimula instintos mezquinos como el odio. No combatiremos la mentira con mentiras, el insulto con insultos, el odio con más odio. Empleemos armas más eficaces: avergonzarles con su ignorancia, ridiculizar su injustificada altivez y remover en sus corazones el poso de humanidad, de reflexión, que suponemos en todo bípedo implume, según la definición de Platón.

Por eso escogí este tema para mi charla aquí y ahora: parafraseando a Wole Soyinka, "algún día enseñaremos a leer a la soldadesca". Es nuestra responsabilidad ilustrar a quienes, creyendo poseer la verdad absoluta, pudieran descubrir que ignoran las verdades esenciales de la existencia.

Por eso escogí este tema para mi charla aquí y ahora: parafraseando a Wole Soyinka, "algún día enseñaremos a leer a la soldadesca". Es nuestra responsabilidad ilustrar a quienes, creyendo poseer la verdad absoluta, pudieran descubrir que ignoran las verdades esenciales de la existencia. Bastaría que leyesen Nations Nègres et Culture Civilización y barbarie, del historiador senegalés Cheik Anta Diop, para obligarles a cerrar la boca. Si leyesen a Nadine Gordimer y Doris Lessing (que no eran negras), no abrirían sus bocas. Les bastaría saber que el rey belga Leopoldo II asesinó a más de 10 millones de congoleses entre 1885 y 1908 para callarles.[1] Su drama es que desconocen su propia historia. Deberían saber que los alemanes exterminaron etnias enteras en Namibia, Togo y Tanganika a principios del S. XX. Deberían conocer las atrocidades cometidas por oficiales del Ejército español en mi pueblo, donde quemaban bebés solo porque les molestaba su llanto. Si leyeran, comprenderían las emociones de los descendientes de los millones de africanos masacrados por franceses, portugueses, italianos y británicos que en las cuatro esquinas de África destruyeron las estructuras sociales y frenaron en seco la evolución natural de nuestras culturas. Si fuesen honestos, les avergonzarían sus antepasados, aventureros glorificados que dominaron el mundo impulsados por la codicia y las hambrunas de la misérrima Europa del S. XV.

No es necesario seguir desgranando argumentos; los ejemplos anotados son suficientes para hacerles callar. No queda lugar para falacias esparcidas durante siglos por esclavistas y colonialistas, cuando Prehistoria, Biología y Psicología desmienten supuestas diferencias más allá de las distintas tonalidades de la piel que nos envuelve. Al saber que son burdas mentiras las supuestas fatalidades deterministas, es hora de actuar con seguridad, al no existir razones para que interioricemos la inferioridad que nos inocularon, condenándonos a vivir atenazados en la zozobra permanente.

Escribimos para no ser meros cuentacuentos; concebimos nuestro oficio como un sólido compromiso ético y moral ante nuestras sociedades dolientes, espectros miserables deambulando sobre suelos inmensamente ricos.

Escribimos para no ser meros cuentacuentos; concebimos nuestro oficio como un sólido compromiso ético y moral ante nuestras sociedades dolientes, espectros miserables deambulando sobre suelos inmensamente ricos. Escogimos entre apoyar a los cuerdos o a los locos, a los opresores o a los oprimidos, a los verdugos o a las víctimas. Pavorosa circunstancia cotidiana que convierte la indiferencia en deshumanización: el don que poseemos no nos inmunizara ante el dolor ajeno, un dolor colectivo que es nuestro propio dolor. El escritor africano no se encierra en una urna de cristal desde la cual contempla impasible los fenómenos que describe. No somos, como en Occidente, seres privilegiados que elucubran desde la altura de sus torres de marfil cómo deleitar el ocio de los cuerpos bien nutridos. Sabemos que la literatura es arte, proposición; y el arte, para ser tal y no mera artesanía, simple imitación o repetición, no puede olvidar su dimensión estética. Pero no basta la estética en sí misma; la belleza es una banalidad, cambiante según las modas de la época o el lugar. El africano no concibe el "arte por el arte". No encerramos nuestra creación en museos y palacios para deleite exclusivo de expertos y poderosos. Aunamos en nuestra obra, literaria o plástica. Estética, ética y utilitarismo, conjunción armoniosa e inseparable que dota a nuestras culturas de los elementos necesarios para motivar las transformaciones sociales, noción que genera tópicos en quienes desprecian cuanto ignoran. Pero sobre ese trípode descansan nuestras realizaciones desde los albores, instrumentos valiosísimos hoy, cuando sentimos la necesidad de trascender la oralidad y adoptar la escritura, al descubrir que no necesitábamos intermediarios que distorsionaban cuanto no comprendían. Escribimos, también, para expresar nuestras almas desde nuestras almas: un sistema de creencias y valores, los estado de ánimo, nuestra percepción del mundo, que bien pudieran beneficiar al resto de la Humanidad.

Afirmemos entonces, con orgullo y seguridad, que los intelectuales negro-africanos tuvieron un papel vanguardista, determinante, en la conquista de la dignidad del género humano. El pensamiento africano de principios del S. XX, entroncado, como era natural, con su diáspora afroamericana y caribeña, puso al mundo ante sus contradicciones; siendo larga y prolija la enumeración, pondré un solo ejemplo: ¿libró el mundo una sangrienta y devastadora guerra contra el racismo y el totalitarismo, con importante aportación de los pueblos colonizados, para que la victoria de la libertad y la democracia beneficiara a una única raza, a una única cultura? Recordémoslo: en 1945, la mayoría de los habitantes de esta Tierra seguía sometida a una opresión tan cruel como la padecida por las razas y pueblos ultrajados por la barbarie nazi. La cuestión fundamental era – es – si libertad, democracia y dignidad son derechos exclusivos acotados a unos pocos, o inherentes a la condición humana. Fueron los intelectuales africanos y afroamericanos quienes llevaron a la conciencia universal un principio básico: la construcción y consolidación de la paz no puede ignorar ni soslayar los crímenes y la explotación padecidas en los territorios coloniales, disfrazados bajo eufemismos edulcorantes como "civilización".

Afirmemos entonces, con orgullo y seguridad, que los intelectuales negro-africanos tuvieron un papel vanguardista, determinante, en la conquista de la dignidad del género humano.

Si desbrozamos la historia reciente de prejuicios, aparece nítido que la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948 es el compendio de reivindicaciones de libertad y dignidad formuladas por el V Congreso Panafricano, reunido en Manchester (Inglaterra) en 1945, cuyas conclusiones permitieron extender los valores de la democracia a todas las naciones, pueblos y personas de la Tierra. En ese encuentro participaron las mentes negras más preclaras; entre otros, el afroamericano W. E. B. Du Bois, el jamaicano Georges Padmore y los africanos Nnamdi Azikwe (Nigeria), Jomo Kenyatta (Kenia), Julius Nyerere (Tanzania) y, sobre todo, el ghanés Kwame Nkrumah. Ellos acordaron priorizar la liberación política de África como tarea inmediata, decisión que sustituía la emoción por las ideas, el sentimiento por la acción. Esta determinación benefició al conjunto de la Humanidad al establecer el respeto y el diálogo como factores de disuasión de los conflictos, universalizando el derecho de autodeterminación de los pueblos y aboliendo el "derecho de ocupación"- eje de las relaciones internacionales a lo largo del S. XIX y pretexto que legitimó la ocupación de África en la Conferencia de Berlín (1884-1885). Lo demuestran la creación de Naciones Unidas y otros acontecimientos relevantes de la época, hoy minimizados, olvidados: la creación de la editorial y su revista Présence Africaine por el senegalés Alioune Diop en 1947, y el I Congreso Internacional de Escritores y Artistas Negros de París. En septiembre de 1956 se reunieron, entre otros muchos, Aimé Césaire, Léopold Sédar Senghor, Jacques Rabemananjara, Richard Wright, Cheik Anta Diop, Mercer Cook, John Davis y Jean Price-Mars.

Es imposible negar que las ideas emanadas de ese decisivo encuentro regulan desde entonces las relaciones culturales entre los pueblos. Conceptos como multiculturalismo, diálogo de civilizaciones, diversidad e interculturalidad los formularon por primera vez estos intelectuales negros. Marcó de modo fructífero no solo las relaciones políticas y culturales, sino la forma de percibir al "otro"; parecía hallada la fórmula definitiva que armonizara las relaciones entre las diferentes razas, credos y culturas.

Es de suma importancia recordar estas cosas aquí y ahora, cuando renacen anacrónicas cruzadas y movimientos revisionistas, cuando asistimos al intento de exhumar viejas teorías que llevaron el horror y el sufrimiento a centenares de millones de personas. Esas ideas supremacistas contenidas, por ejemplo, en la Filosofía de la historia de Hegel y en la obra del Conde de Gobineau[2], son el germen de intolerancias y el alimento espiritual de racistas y xenófobos. Quizá resulte útil poner las cosas en su sitio, cuando se alzan voces de ignorantes poderosos reclamando la recolonización de África y la re-esclavización de los negros; útil e importante porque tales formulaciones hubiesen sido estériles sin la complicidad de influyentes intelectuales no africanos, como André Gide, André Breton, Jean-Paul Sartre, Albert Camus o Théodore Monod, a los que pronto se sumaron Pablo Picasso, Roger Bastide, Basil Davidson, Michel Leiris y otros muchos. De ahí nuestra propuesta recurrente: es necesaria una convergencia de objetivos, la complicidad activa entre los demócratas africanos, americanos y europeos para conseguirlo. La lucha contra la intolerancia no concierne a un solo país, pueblo o raza; conquistar y mantener la libertad y la dignidad nos concierne a cada uno de los integrantes de nuestra especie. Parece hoy incuestionable que, sin aquella conjunción, que culminaba cinco siglos de resistencia contra esclavitudes y opresiones, el colonialismo—convertido en un anacronismo poco después—no hubiese perdido su fuerza.

Al surgir las independencias a mediados del siglo XX, los intelectuales africanos se encontraron ante un dilema. Habían ideado la rebelión anticolonial y asesorado a los políticos en la estrategia para recuperar la soberanía. Militaban en partidos independentistas, eran activistas sindicales o de movimientos juveniles. Su tarea había consistido en concienciar a las poblaciones sobre las inmensas ventajas de la libertad. Alcanzado el objetivo prioritario, debían optar entre colaborar con los poderes emergentes, dedicarse a su oficio, apartados de los vaivenes políticos, o, combatir a quienes les habían contribuido a encumbrar ante la amarga deriva de los nuevos Estados. Bien saben ustedes que pronto fue evidente que las independencias no traían ni libertad ni progreso.

Dilema profundamente humano: un escritor, artista o profesor universitario no está exento de emociones, pasiones e intereses. Por ello estamos contra los mitos, tal como se construyen en las sociedades occidentales: escribir libros no convierte a nadie en ángel incorpóreo pese a la coherencia exigible.

Dilema profundamente humano: un escritor, artista o profesor universitario no está exento de emociones, pasiones e intereses. Por ello estamos contra los mitos, tal como se construyen en las sociedades occidentales: escribir libros no convierte a nadie en ángel incorpóreo pese a la coherencia exigible. Resulta inevitable que alguno se guíe por su estómago en lugar de las ideas—como anotó Chinua Achebe—y oculte la sensibilidad tras la seguridad. En cualquier lugar y tiempo, el ser humano reacciona igual ante ciertos desafíos. Los africanos resistieron juntos la barbarie colonial; pero con las independencias, surgieron las divergencias metodológicas, tácticas, de enfoque, prioridades y objetivos. Afloró una pluralidad ideológica que había estado solapada durante la opresión. Reduccionismos simplistas consideran a todos los negros iguales cuando la raza no es un uniforme; cada cual adopta sus actitudes según su tendencia y expectativas. Sucedió en otros lugares: no toda la portentosa élite cultural de la República de Weimar tuvo el valor de enfrentarse a la barbarie hitleriana. La inmensa mayoría buscó acomodo en aquella siniestra estructura, fenómeno repetido en los países del "socialismo real": las academias científicas y humanísticas, el periodismo y el mundillo literario se nutrieron de "intelectuales orgánicos" al servicio del estalinismo.

No somos distintos los africanos, cuando la naturaleza humana es tan poco proclive al heroísmo pocos prefieren el escarnio, la marginación, la pobreza, la cárcel, el exilio y hasta el martirio antes que secundar la iniquidad. Si valoramos, además, la brutal presión del totalitarismo sobre mentes y cuerpos, al alimentarse las tiranías de adhesiones inquebrantables y lealtades absolutas hasta en el crimen, hallaremos otra razón que imposibilita la unidad de acción frente a la opresión del negro sobre el negro que sustituyó a la opresión del colonizador. Difícilmente comprensible en sociedades como la norteamericana, una objetiva contextualización requiere situarnos en países subdesarrollados, donde, a menudo, la única fuente de ingresos y supervivencia es el dedo portentoso del dictador. Realidades que inutilizan determinados ejercicios utópicos tendentes a buscar comportamientos idílicos impropios de nuestra especie, que ensalza el heroísmo precisamente por su infrecuencia.

Sería imposible trazar aquí la historia pormenorizada de cuanto acontece en cada una de las 55 naciones africanas en 60 años de supuesta "libertad", ni detallar el comportamiento de sus élites culturales ante tales convulsiones. Tenemos todos en la mente la imagen de África, paradigma de todos los desastres: crueles dictaduras vitalicias; enfermedades, hambrunas, guerras e inestabilidad permanentes; millones de refugiados; ignorancia y desprecio del saber; miseria lacerante, que contrasta con la opulencia vergonzante de oligarquías insaciables; líderes insensibles al sufrimiento de sus compatriotas; asombrosa ineficacia, que cuestiona la capacidad de raciocinio de muchos dirigentes; nula protección a niños y ancianos; violencia y cosificación de la mujer . . . en suma, conculcación sistemática de todos los derechos fundamentales, reflejada en los pavorosos índices de desarrollo humano; tragedias cotidianas contempladas impasibles ante la masiva emigración de nuestros jóvenes:. pavorosos efectos descritos en la literatura africana del último medio siglo.

Reduccionismos simplistas consideran a todos los negros iguales cuando la raza no es un uniforme; cada cual adopta sus actitudes según su tendencia y expectativas.

Leídos en otros mundos, parecería que nuestros libros legitiman la estampa del "África imposible" esparcida por los racistas. Porque, profusamente aireados tales efectos, apenas se incide en sus causas, claramente identificadas: un neocolonialismo voraz que explota de manera inmisericorde unos países riquísimos, mientras prevalece el discurso caritativo y se subraya la supuesta incapacidad del africano para organizarse y convivir en sociedad. Imagen que perpetúa un cliché inamovible, base de las relaciones entre Occidente y África; depredación a la que se suman naciones emergentes como China, India o Brasil. En la mente del ciudadano de otro rincón del Planeta, el africano es la escoria del mundo.

El cliché se asentó en el subconsciente de los propios africanos, seres acomplejados conscientes de su propia nadería, privados de asideros espirituales antaño proporcionados por las culturas primigenias, abocados a una insatisfacción íntima no satisfecha por una modernidad asfixiante, convertidos en caricaturas de otros. Carentes de infraestructuras culturales que contrarresten los efectos perversos del discurso único, rotas las ilusiones ante la certeza de que toda resistencia es inútil frente a los poderes invisibles que dominan sus vidas, aplastado todo intento de regeneración y ridiculizado por ello; el pensamiento africano aparece como agostado.

Pero no han claudicado nuestros pensadores. Conocemos mejor que nadie nuestros problemas, reflexionamos sobre ellos y proponemos soluciones. ¿Nos beneficia tal esfuerzo? ¿Importa cuanto podamos pensar o decir? ¿Conviene siquiera nadar a contracorriente, sorteando los mil ardides con que acallan las ideas transgresoras del orden constituido, los intentos de disidencia y racionalización, toda propuesta regeneracionista que altere la sordidez de nuestra existencia?

Pero no han claudicado nuestros pensadores. Conocemos mejor que nadie nuestros problemas, reflexionamos sobre ellos y proponemos soluciones.

Así, el mundo desarrollado está repleto de técnicos y profesionales liberales africanos imposibilitados de ejercer en sus países; hueco nunca cubierto por cooperantes y demás funcionarios de la caridad. Pero no es la "comodidad" de Europa y América del Norte el motivo de la deserción. ¿Sabe la opinión pública norteamericana que las instituciones financieras europeas reciben de África capitales equivalentes al doble del presupuesto que la Unión Europea destina a cooperación al desarrollo? ¿Les informan de que 14 países africanos pagan a Francia 400.000 millones de euros cada año, a cambio de nada? ¿Por qué no les dicen que el blanqueo de dinero y demás formas de corrupción practicadas por las industrias extractivas privan a los africanos de 157.000 millones de dólares anuales? ¿Por qué los africanos que defienden sus caladeros de pesca en Somalia o Nigeria, su principal recurso desde hace siglos, son considerados "piratas" y "terroristas" en Occidente, cuando, además de destruir su hábitat, la pesca ilegal y descontrolada supone pérdidas superiores a los 70.000 millones de dólares cada año? Son datos fáciles de encontrar en Internet, elaborados por instituciones y organismos que nadie sensato considera "revolucionarios". Los conocen sus autoridades, pero ocultan tales efectos, resultados de la gestión de sus empresas en lugares como Guinea Ecuatorial, mi país, donde sostienen desde hace casi tres décadas la tiranía más cruel y corrupta del momento actual. ¿Les parece, ante estas realidades, que son "un lujo" las independencias, que los africanos no merecen la libertad? ¿No suena a reduccionismo simplista el tópico de los "Estados fallidos", que, en pleno S. XXI, parece exhumar viejas apetencias imperialistas?

Desde nuestra percepción, ni han fallado nuestros Estados, ni son inviables nuestras naciones, ni poseemos los africanos un gen especial que nos haga inferiores a las demás personas. El fallo es el modelo impuesto en estas seis décadas de independencias sin soberanía, el modelo lampedusiano que sustituyó a los gobernadores blancos por los capataces negros, encargados de "mantener la estabilidad" en las posesiones para que nada cambiase. Cuanto sucede en África desde 1956 indica que nunca existió verdadera voluntad de dignificar al africano ni de reconocer su plena humanidad.

Como son ustedes personas mayores, cultas y capacitadas, indaguen y analicen por sí mismos cuantos conflictos se producen en África. Seguro que no encontrarán datos que avalen la falacia de las supuestas "guerras tribales" y demás mitos. Descubrirán, en cambio, el verdadero rol de empresas, gobiernos y personalidades "respetables" en la perpetuación de la miseria. Para nosotros, bastaría propiciar el único modelo aún por experimentar en África: la democracia participativa. Bastaría que recuperásemos de verdad la conducción de nuestros destinos, que nos representasen compatriotas honestos y dignos, preocupados por el bienestar de sus semejantes. Necesitamos dirigentes que respeten los derechos de todos, que den valor a la vida humana. Necesitamos líderes con solvencia moral e intelectual acreditada, no brutos ignorantes sacados de aldeas recónditas y endiosados súbitamente. Necesitamos presidentes y ministros que hablen el lenguaje actual, sin complejos ante nadie, para saber gestionar nuestros intereses. Necesitamos, en fin, recuperar el Humanismo, un concepto que no se encierra únicamente en los millones de libros que abarrotan las bibliotecas de Occidente; el Humanismo también está formulado en nuestros refranes y máximas, en nuestra filosofía, en nuestros valores tradicionales, aquellos que sean útiles en este siglo.

Necesitamos, en fin, recuperar el Humanismo, un concepto que no se encierra únicamente en los millones de libros que abarrotan las bibliotecas de Occidente; el Humanismo también está formulado en nuestros refranes y máximas, en nuestra filosofía, en nuestros valores tradicionales, aquellos que sean útiles en este siglo.

No nos reconocemos en esos africanos esperpénticos, caricaturescos, que dicen que somos. En Kampala o Kinshasa, en Lomé, Nairobi, Harare o Malabo, como en Londres y Roma, Madrid, París, Ottawa o Washington, un ladrón es un ladrón y un asesino es un asesino. No nos resignaremos a ninguna fatalidad. Sabemos que todo puede ser distinto. Pero mientras el Occidente prefiera en el poder en África a los liberticidas, a los ladrones y a los asesinos, no nos insulten, por favor, porque Mobutu Sese Seko, Jean-Bedel Bokassa, Idi Amin Dada, Félix Houphouët-Boigny, Hisène Habré, Omar Bongo, Charles Taylor, Sani Abacha, Ggnassingbé Eyadéma, Blaise Compaoré, Yoweri Museveni, Denis Sassou-Nguesso, Robert Mugabe, José Eduardo dos Santos o Teodoro Obiang Nguema no nos representan: ni les hemos elegido, ni roban en nuestro nombre, ni para nosotros.

¿Cómo no escribir, si nuestra primera obligación es contar las cosas que nadie contará por nosotros? ¿Cómo callar, si nuestro principal deber es completar las medias verdades? Y mientras vivamos, seguiremos escribiendo, para desenmascarar las falacias, para denunciar la manipulación, conscientes de que la lucha emprendida por nuestros abuelos y nuestros padres no ha concluido. Si ellos arrancaron la soberanía formal, nosotros trazamos el camino hacia la libertad y el desarrollo que disfrutarán las generaciones venideras.

No todos los intelectuales africanos escogieron la ardua senda de combatir la censura y la ignorancia, defender el derecho a la vida y a la libertad. Muchos se acomodaron por ambición, cobardía o comodidad, poniendo sus capacidades al servicio de las dictaduras. Los muertos se borraron de nuestra memoria, y los vivos pagan su traición en sus conciencias. Consideramos de mayor interés recordar a los miles de africanos que sufrieron y sufren humillaciones, cárceles, torturas, exilios y muerte por su fidelidad a la idea de un África libre, próspera, solidaria y digna. Son aspiraciones por las que nuestros mayores exigieron el fin del colonialismo, reivindicando un Humanismo sin apellidos, fuente de todo progreso. Al ser imposible mencionarlos a todos, me ciño a las palabras de Bertolt Brecht, creador del Teatro Épico, perseguido por los nazis y asesinado por los comunistas: "Hay hombres que luchan un día y son buenos. Hay otros que luchan un año y son mejores. Hay quienes luchan muchos años, y son muy buenos. Pero los hay que luchan toda la vida: esos son los imprescindibles".

Entre nuestros "imprescindibles", destaca el malgache Jacques Rabemananjara, nacido en 1913, co-fundador del Movimiento Democrático por la Renovación Malgache y diputado electo en la Asamblea Francesa tras la II Guerra Mundial, no ocupó su escaño—fue detenido, torturado y condenado a cadena perpetua por orden del general Charles de Gaulle, acusado de instigar la rebelión de 1947. Liberado diez años después, le tuvieron confinado fuera de su país hasta la independencia. Varias veces ministro y vicepresidente, un golpe de estado en 1972 le llevó nuevamente al exilio, donde murió en 2005. Escribió una novela, trece poemarios, tres obras de teatro, dos libros de ensayo y dos volúmenes que compilan sus numerosos artículos.

Félix Tchicaya U Tam’si nació en el llamado Congo francés en 1931. Vivió en Francia desde los 15 años hasta la independencia, en 1960. Seguidor de Patrice Lumumba, regresó al exilio tras el asesinato de este líder nacionalista en enero de 1961, donde falleció en 1988. Su corta obra comprende cuatro poemarios, cuatro novelas y tres piezas teatrales.

Entre nuestros "imprescindibles", destaca el malgache Jacques Rabemananjara, Félix Tchicaya U Tam’si, Alenxandre Biyidi Awala, Chinua Achebe, Sony Labou-Tansi.

Alexandre Biyidi Awala, más conocido como Mongo Beti, nació en Camerún en 1932. Palpó en su infancia las injusticias coloniales, causa de su militancia en el partido de Rubén Um Nyobé, líder anticolonialista asesinado por los franceses en 1958. Estudió en Francia, donde permaneció por su oposición a la dictadura de su país; fundó una revista y escribió 22 libros de narrativa y ensayo de denuncia de las dictaduras africanas sostenidas desde Europa. Regresó a Camerún tras su jubilación, donde se murió poco después, en 2001, envenenado según su familia.

Camara Laye nació en Guinea-Conakry en 1928. Becado para perfeccionar su oficio de mecánico en Francia, aprovechó para estudiar ingeniería. Proclamada la independencia en 1958, regresó a su país, y colaboró con el presidente Ahmed Sékou Touré pero la deriva tiránica de éste le obligó a exiliarse en Senegal, donde falleció en 1980. Publicó solo cuatro novelas, pero fundamentales en la literatura africana.

Amadou Kourouma nació en 1927 en Costa de Marfil. De joven se incorporó al ejército colonial francés, que dejo tras la guerra de Indochina. Proclamada la independencia en 1960, regresó a su país. Sus críticas al presidente Félix Houphouet-Boigny, protegido por Francia, le llevaron a prisión. Su largo exilio transcurrió en Argelia, Camerún, Togo y Francia. Regresó a su país durante el interregno democrático; su crítica a la guerra civil iniciada en 2002—"una extravagancia que conducirá al caos", dijo—le convirtió en "enemigo" del poder. Tuvo que huir del país, muriendo en el exilio en 2003. Tuve la inmensa suerte de conocerle y charlar brevemente con él en septiembre de 2001. Me impresionó su desbordante amargura. Su obra, solo cinco novelas, es una de las más sólidas de la literatura poscolonial, irónica, plena de desgarradoras imágenes sobre la realidad del continente.

Mi admiración y tributo hacia Chinua Achebe es eterna, pues decantó mi vocación literaria, tras descubrir, en mi adolescencia, Todo se desmorona. Nació en Nigeria en 1930. Miembro destacado de la portentosa generación de intelectuales, cuyo activismo, siendo aún estudiantes en la Universidad de Ibadán, sería fundamental para articular la conciencia anti-colonial, en Nigeria y países vecinos. La convulsa historia de su país, con la guerra de Biafra como culminación, marcó su vida y su obra. Desde 1972 vivió exiliado en Boston, como profesor en la Universidad de Massachusetts, donde murió en 2013. Desde un sentimiento profundo escribí su necrológica en el diario español El País, como la de Mongo Beti y, hace poco, la de mi amiga y compatriota María Nsue. El inmenso legado de Achebe incluye cinco novelas, ocho libros de relatos, ocho de ensayos políticos, históricos y crítica literaria, cuatro de literatura infantil y seis poemarios, en los cuales se posiciona críticamente ante fenómenos como golpismo y dictaduras y sus efectos desoladores sobre el individuo.

Sentí igualmente cercana la trágica desaparición de Sony Labou-Tansi en Brazzaville, en 1995, dos semanas después que su esposa. Nacido en Kinshasa (República Democrática del Congo), se estableció en Brazzaville (República de Congo), en la otra orilla del río común, hoy frontera por el arbitrario reparto colonial. Su obra describe las peores pesadillas del africano actual, un mundo esperpéntico, absurdo, resumido en una sola frase: "No busquemos más, lo hemos encontrado: el hombre ha sido creado para inventar el infierno". En su breve vida, este corrosivo dramaturgo y director escénico nos legó seis novelas, doce piezas teatrales y cinco libros de poesía.

Entre los "imprescindibles" africanos vivos, sobresalen Wole Soyinka y Ngugi wa Thiong’o.

Las súplicas de clemencia de numerosas personalidades mundiales—incluido el presidente Bill Clinton—no impidieron el ahorcamiento de Ken Saro-Wiwa en noviembre de 1995, ordenado por el general Sani Abacha, entonces dictador de Nigeria. Escritor, productor de televisión, ecologista y activista de los derechos humanos, su único delito fue presidir el Movimiento para la supervivencia del Pueblo Ogoni, etnia que padece desde 1958 la continua degradación del Delta del Níger, su hábitat, a causa de los vertidos petrolíferos. Su activismo pacífico le costó la vida a los 44 años, sin que importaran sus 15 libros publicados (poesía, novela, teatro, ensayo), por los que había sido postulado al Premio Nobel de Literatura.

Entre los "imprescindibles" africanos vivos, sobresalen Wole Soyinka y Ngugi wa Thiong’o. Galardonado el primero con el Premio Nobel de Literatura en 1986, y el segundo eterno candidato. Sus biografías son conocidas, sobre todo en Estados Unidos, su país de refugio, donde ejercieron su magisterio académico. Del nigeriano Soyinka destacan su honestidad militante y su proclama sobre la Tigritud: "El tigre no anuncia su tigritud; salta sobre su presa y la devora", proclamó, en oposición a la Negritud propuesta por Senghor. En este prolífico poeta, novelista, dramaturgo y ensayista no existe la duda: "Hasta que África no controle su destino, no recuperará su humanidad", declaró en 2001. El keniano Ngugi lidera la cruzada para que el africano abandone las "lenguas imperialistas" y adopte las lenguas nativas como vehículos de creación literaria; renunció al inglés para escribir en kikuyu la treintena de libros que abarca su producción: teatro, novela y ensayos de temática cultural y política.

Evoco a los innumerables héroes anónimos (periodistas, economistas, abogados, profesores, estudiantes…) que sacrifican a diario sus vidas para alimentar la llama de la libertad futura – un futuro quimérico.

Termino este periplo incompleto recordando los esfuerzos y sacrificios de otros muchos pensadores y artistas que, en las seis últimas décadas, se enfrentarona los poderes inicuos que ahondan la sima de la degradación del negro, en África y en el mundo. Como cada país conoce y recuerda a sus héroes, aquí solo puedo evocar genéricamente a músicos como el nigeriano Fela Kuti, activista de los derechos humanos muerto en 1997, a los 57 años, a causa del duro castigo sufrido durante veinte años de encarnizada persecución. Al también músico Pierre Claver Zeng, gabonés, quien durante décadas fustigó a la oligarquía familiar impuesta por Francia desde 1967 hasta hoy; murió en París en 2010. Sin olvidar a líderes religiosos: Rafael Nze Abuy, arzobispo de Malabo (Guinea Ecuatorial), a quien, enfermo, la tiranía de Teodoro Obiang impidió salir del país hasta el último momento y murió en Madrid en 1991. Cristophe Munzihirwa, arzobispo de Bukavu (R. D. de Congo), fue asesinado en 2004. También Engelbert Mveng, jesuita camerunés, teólogo, antropólogo e historiador, muerto en Yaúnde en 1995 en circunstancias nunca aclaradas. Su compatriota Jean-Marc Ela, sacerdote, teólogo y sociólogo, perseguido hasta en su exilio canadiense, donde falleció misteriosamente en 2008.

Evoco a los innumerables héroes anónimos (periodistas, economistas, abogados, profesores, estudiantes . . . ) que sacrifican a diario sus vidas para alimentar la llama de la libertad futura—un futuro quimérico: mientras preparaba esta conferencia, huía de Zimbabue del notable poeta Mbizo Chiroso, a causa de la sañuda persecución del dictador Robert Mugabe. Es a ellos, verdaderos protagonistas de esta historia, a quienes debemos expresar nuestra profunda gratitud.

Notas

  1. Joseph Konrad reflejó un pálido retrato en El corazón de las tinieblas. 
  2. Joseph Arthur, conde de Gobineau fue autor de Ensayo sobre la desigualdad de las razas humanas (1855) donde desarrollaó la teoría de la superioridad racial aria

Fuentes

Feuser, Willfred. 1988. "Wole Soyinka: The Problem of Authenticity." Black Literature Forum 22 (3): 559.

Lab’Ou Tansi, Sony. 2011. Life and a Half. Translated by Alison Dundy. Bloomington: Indiana University Press.

Soyinka, Wole. 1972. “Background and Friezes.” In A Shuttle in the Crypt. London: R. Collings.

Tulio Demicheli, Santiago. 2001. "Soyinka: ‘Hasta que África no controle su destino, no recuperará su humanidad’." ABC.es, March 24. http://www.abc.es/hemeroteca/historico-24-03-2001/abc/Cultura/soyinka-hasta-que-africa-no-controle-su-destinono-recuperara-su-humanidad_19821.html.