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jueves, 5 de junio de 2025

Banquete monstruo

Decía uno de los informantes de José Luis Vila-San Juan en El curioso alzamiento en Guinea:

-Los españoles que fuimos a Guinea (...) podíamos ser cualquier cosa, menos políticos... Yo llegue el 33. Aquellos españoles habían ido allí, sencillamente, por ambición. Por un correctísimo deseo de lucro: buenos sueldos (aunque dificilisimas condiciones de trabajo, habitabilidad, clima y salubridad), largos permisos o vacaciones retribuidas, posibilidades de ascensos y de independizarse, etc. (...)

-Si claro, pero, había lucha entre los partidos políticos?

-No. No es que hubiese o no lucha, es que no había partidos políticos.

-Pero Vds. bien tendrían ideologías distintas...

-Nosotros habíamos ido allí a trabajar y a luchar por ganar dinero. La Península, Madrid y el Congreso, quedaban muy lejos.

Pero, ¿era cierto que la población era indiferente a los debates peninsulares? Este paseo por la calle 19 de septiembre de la vieja Santa Isabel nos induce a pensar otra cosa:

«En Bata -cuenta La Guinea Española del 3 de mayo de 1931- ha tenido lugar un "Banquete monstruo": El día 19 del actual (abril) y para conmemorar el advenimiento de la República hubo un banquete monstruo en la fonda del Sr. [Manuel] Bernal al que acudieron unos noventa comensales europeos. El local resultó pequeño e incapaz de contener a tanta gente; reunió mucha cordialidad, no habiendo desmanes de ninguna clase y haciendo uso de la palabra dos o tres de los asistentes».

Pero no sólo en Bata, ya que en Santa Isabel, Tomás L. Pujadas recogía en La Iglesia en la Guinea Ecuatorial, Fernando Poo el soterrado pulso en entre lo que él llamaba come-jamones y los clericales, cuando con motivo de la celebración del «aniversario del advenimiento de la república coincidió con el día de viernes santo y naturalmente fue necesario celebrar una recepción oficial en el palacio del gobierno con su inevitable servicio de bocadillos anticlericales, es decir, de jamón en día de abstinencia», debiendo mediar Guillermo Cabanellas, Secretario del Gobierno General de los Territorios Españoles del Golfo de Guinea y «republicano de primera hora». 

Y en el tercer aniversario..., incluso tenemos el registro fotográfico de la fiesta republicana en Río Benito.

Fiesta republicana en Río Benito (1934):
«La colonia española en Río Benito (Guinea española)
festejó el aniversario de la proclamación de la República
que simboliza la niña María Luisa Domínguez,
a quién rodean en la foto varios indígenas».

viernes, 23 de mayo de 2025

Relatos y creencias

¿Recordáis El cementerio musulmán de Musola? No es la primera vez que la temática religiosa surge en este paseo por la vieja calle 19 de septiembre de Santa Isabel.

Al fin y al cabo, en un España pretendidamente monocolor, los relatos minoritarios o divergentes no tenían cabida. 

Juan Antonio Monroy recoge su experiencia en "Un protestante en la España de Franco":

«En 1858 -la Historia es un simple juego de abstracciones-, España envió al primer gobernador general, quien la declaró colonia de la Corona. Con el señor gobernador llegaron los señores jesuitas, faltaría más. Iban pagados por el gobierno español, como siempre, con un sueldo de 4.000 pesetas anuales. Pesetas de aquellos tiempos, más otras pesetillas por trabajos extras.

También con los ingleses llegaron los misioneros protestantes, con la diferencia de que en lugar de entregar a los nativos reliquias y estampitas les regalaban ejemplares de la Biblia. La Palabra de Dios corrió y fue glorificada. Los misioneros ingleses fundaron iglesias y establecieron escuelas. Demasiada herejía para el clero católico.

Algunos jesuitas enfermaron, otros no soportaban el clima; los discípulos de Loyola abandonaron el país; para sustituirles llegaron los claretianos, orden de frailes fundada en Cataluña por el arzobispo Antonio María Claret.

Misión Jesuítica (1889) en Santa Isabel.

Para entonces los jesuitas ya habían emprendido una santa cruzada en contra de los protestantes. Uno de ellos, Miguel Martínez Sanz, envió una carta a sus superiores en España en la que decía: "Es muy probable que el Gobierno español, a ruegos míos, haga observar aquí las leyes españolas que prohíben todo culto público a excepción del católico". Otro jesuita, paisano de Loyola, José Irisarri, enviaba poco después otra carta al prefecto de la Orden, en la que le comunicaba: "Expulsado el ministro protestante, empezaron a trabajar los misioneros para arreglar a aquellos católicos y para convertir a los no católicos". Y así fue. A instancia del clero católico, las autoridades españolas ordenaron la expulsión de los dirigentes protestantes extranjeros.

Pero regresaron. El valor viene de las ideas. Y las de Cristo están fuertemente arraigadas en el alma de sus seguidores. La amenaza no puede con ellos. No puede con nosotros. En 1870 desembarcaron en la isla dos pastores metodistas. Llegaban de Inglaterra. Inmediatamente se dedicaron a reagrupar a los creyentes dispersos y a establecer nuevas iglesias. Si la cifra que me han proporcionado es correcta, actualmente hay en Guinea unos 15.000 cristianos evangélicos, casi todos ellos pertenecientes a la Iglesia Evangélica Española, denominación que también se ha preocupado en abrir escuelas para niños (...)».

 Así, el territorio ecuatorial no quedará ajeno a las pulsiones peninsulares, y «el brazo armado del nacionalcatolicismo llegaba también a las colonias que a España le quedaban en África. En diciembre de 1962 publiqué en el periódico La Verdad la carta de un pastor protestante de Río Muni, en Guinea. Me rogaba que no pusiera su nombre, pero en una nota personal se comprometía a ofrecer todos los datos a quienes lo quisieran. Este hombre contaba que un sacerdote católico llegado a aquellas tierras se dedicaba a perseguir, insultar, violentar a los protestantes, ordenándoles aceptar el bautismo católico. "En una ocasión -decía mi comunicante- penetró en el hogar de un joven creyente insistiéndole que se convirtiera al catolicismo. Como nuestro hermano se negara, le golpeó varias veces en la cabeza y en el cuerpo con un palo que llevaba en la mano".

Al dar cuenta de la noticia añadía yo: "La sangre me hierve de tal forma que mis manos tiemblan al pulsar las teclas de la máquina. Si no conociera al pastor que me escribe y estuviera convencido de su honradez, dudaría del hecho brutal que describe".

No fue el único en aquellas tierras. En septiembre de 1967, cuando dirigía en Madrid la revista Restauración, fundada un año antes, recibí otra carta de Río Muni. La firmaba el pastor Juan Esono Mangué. Contaba que el sacerdote español Antonio Barrio convenció a un grupo de jóvenes para que destruyeran la capilla protestante en el poblado de Gongom. Cuando el humilde edificio quedó demolido reunió al grupo y les dijo:

-Amados hermanos, quiero que firméis que vosotros habéis destruido la capilla.

Uno de ellos respondió:

-No, padre; la culpa es de usted; usted sabe que no hemos destruido esta capilla por nuestra voluntad, sino porque usted nos ha obligado.

En un tono de contrariedad e impaciencia el misionero católico replicó:

-Es igual, no temáis, nada os va a pasar; ya sabéis que todas las autoridades nuestras son católicas.

Como siempre, desde los tiempos de Constantino. La iglesia buscando la protección y la complicidad del poder civil. Con Franco, obispos y curas se consideraban omnipotentes. La obsesión de entonces era la defensa de la ortodoxia religiosa; al heterodoxo, estuviera en Madrid o en Río Muni, había que acorralarlo, perseguirlo y, a poder ser, exterminarlo».

Aunque con la independencia, no mejoró mucho la situación:

«Presionado por las Naciones Unidas, el Gobierno español concedió la independencia a Guinea en agosto de 1968.

Dos meses después, en octubre, yo aterricé en Fernando Poo. Fui con la intención de ayudar a un reducido número de personas pertenecientes a la iglesia de Cristo, que habían sido convertidas por un misionero norteamericano residente en la vecina Gabón. El grupo se reunía en casa de uno de ellos y yo pretendía buscar en alquiler un local para dedicarlo al culto. Todo el tiempo estuve acompañado por dos de los hombres más espabilados de la pequeña congregación. Uno solo hablaba inglés. Era de Nigeria.

Preguntamos en agencias dedicadas al negocio inmobiliario y recorrimos calles en busca de lo que necesitábamos. El hombre que estaba en la recepción del hotel me habló de un primo suyo que disponía de un local vacío y lo quería alquilar. Fui a verlo. Justo lo que estábamos buscando. Estuvimos de acuerdo en precio. En el momento de firmar el contrato no lo había hecho antes, me preguntó a qué iba a dedicar el recinto. Me salió tal como lo pensé:

-Aquí vamos a establecer una iglesia.

-¿Una Iglesia católica? -preguntó él.

-No. Una iglesia protestante -respondí yo.

La cara de aquel hombre cambió. De una expresión de pascua florida pasó a la de una semana santa de angustia.

Me confesó: -No puedo alquilar mi local a los protestantes. Pertenezco a Acción Católica, colaboro en la parroquia, soy amigo de los sacerdotes que aquí trabajan, no puedo, no lo alquilo.

No lo alquiló.

Debió ir con la historia al sacerdote de su parroquia. Porque al día siguiente un religioso claretiano habló desde una emisora de la ciudad y advirtió a los oyentes que una nueva secta protestante había llegado a la ciudad. Que tuvier- an cuidado. No se dejaran engañar.

Yo seguía mi camino. Me contaron que el Gobierno recién constituido ofrecía gratis parcelas de terreno para construcciones religiosas. Logré una entrevista con el ministro del Interior, Ángel Masie Ntutumu. Fue extraordinariamente amable. Le expliqué mis intenciones. Respondió que no había problema. Que haría gestiones. Que regresara tres días después. Yo tenía entonces una máquina fotográfica Polaroid, que tomaba imágenes el instante. Pedí a un funcionario que por allí estaba que me sacara una fotografía con el ministro. Lo hizo. Fue publicada en el número de la revista Restauración correspondiente a noviembre de 1968. También la tengo enmarcada en mi galería de retratos con mujeres y hombres más o menos célebres.

Volví al despacho del señor ministro tres días después. Al entrar se me cayó el alma a los pies. Junto a él estaba sentado un sacerdote católico. En mi presencia dijo al ministro que no nos diera terreno para construir un templo protestante. Que enfadaría mucho a las altas autoridades españolas. Hubo una pequeña trifulca. Nos despedimos del ministro y ambos salimos del despacho. Una vez en la calle le invité a tomar un café en el hotel. Se negó. Le hablé del ecumenismo pregonado por el papa Juan XXIII. De la Ley de Libertad Religiosa promulgada por el Gobierno español un año antes. Nada de nada. Tenía cabeza de cántaro. Me dijo antes de marcharse: "Este país es católico y no queremos a otras sectas protestantes. Ya hay suficientes protestantes aquí". Me fui. No se prestaba al diálogo. Al día siguiente me llamó al hotel un funcionario del Ministerio. Decía que "por ahora no se me podía dar terreno para un edificio protestante".

Ignoro qué ocurrió. Semanas después me entero por la prensa madrileña que el ministro había muerto en circunstancias muy extrañas.

No me rendí. Mis amigos y yo seguimos buscando. Hasta que encontramos un precioso local que daba a dos calles. Era propiedad de un gallego residente en Fernando Poo. El precio del alquiler era alto, pero no exagerado. Me pedía el anticipo de seis meses. Decía que necesitaba el dinero. Lo tuvo. Nos pusimos manos a la obra. Pintamos. Compramos bancos. Inauguramos con la asistencia de unas 50 personas. En el número aludido de la revista Restauración figura una fotografía del mencionado local. Regresé a Madrid. El más capacitado del grupo quedó responsabilizado de los cultos. Exactamente ocho meses y siete días después recibo carta en la que se me dice que el local había sido clausurado por las autoridades. ¿Qué autoridades, las civiles o las eclesiásticas? No quise averiguarlo. Guinea Ecuatorial quedaba muy lejos de Madrid como para embarcarme en otra disputa con los que siempre andaban tras de mí, sembrando mi camino con puntas de acero y tratando de doblegarme a golpes de espada ajena. Porque aquella España se sostenía sobre dos patas: el Ejército y la Iglesia católica».

Concluye Monroy con «(...) la actitud de los curas católicos ante el intruso protestante era normal en ellos. En Guinea Ecuatorial, en el norte de Marruecos, en la América hispana, en Filipinas, en todos los países donde España estableció sus plantas, la Iglesia católica impuso un poder paralelo. Un dominio exclusivo y excluyente. Para el catolicismo, más en aquellas repúblicas que en los países europeos, la autoridad de Dios estaba física y automáticamente en la autoridad de la iglesia. Solo ella representaba a Dios. Solo ella podía hablar en nombre de Dios. Con esta doctrina dominaba las conciencias y se señoreaba de los pueblos, esclavos del clero. Resultaba patético ver a criaturas miserables, sucias, andrajosas, arrodilladas en un suelo de piedra, escuchando a un cura español hablando en latín. En los villorrios indios de las montañas y en las grandes ciudades europeizadas, el cura y el obispo estaban siempre junto al gobernante, que con frecuencia era el tirano».

Si os interesan las creencias en el Territorio ecuatorial, no os perdáis:

sábado, 10 de mayo de 2025

Quién se acuerda de Eduardo?

El 14 de octubre del 36, caerá la ciudad de Bata bajo los cañones del Ciudad de Mahón. Antes hundiría al buque civil Fernando Poo, muriendo 17 tripulantes ahogados en la bahía. Incluyendo Eduardo Selma, maquinista y héroe del naufragio del vapor Teide

En la madrugada del 8 de junio de 1932, el Teide embarranca en punta Oscura, al SO de la isla de Fernando Poo, en un lugar llamado por los nativos Etepo, junto al río Baña y muy próximo a punta Sagre. El 1er maquinista Eduardo Selma, logró que el barco se mantuviera estable, facilitando la evacuación ordenada de tripulación y pasajeros junto al capitán.

02.00 h - El buque no para de dar terribles golpes contra las piedras y no cesa de llover un momento.

-Siguen las señales de SOS sin desesperante resultado.

-El buque ha iniciado una tumba a estribor y los golpes contra las piedras son cada vez más alarmantes.

-Continua la lluvia y las señales de SOS.

04.30 h - Llamadas a CRR con las señales de SOS sin resultado.

-A causa de entrar agua en la máquina, me dicen han apagado los hornos de estribor y funciona solamente el de babor bajando la corriente a 60 V.

-Continúan los espeluznantes golpes del buque contra las rocas y la tumba a estribor va acentuándose cada vez más.

Sigo haciendo llamadas de SOS desesperadamente.

 

Finalmente, a las 5 de la tarde, Selma, el capitán del Teide y Jaime Ors -el delegado de la Trasmediterránea- tomaron la última lancha dando por perdido el buque.

Francisco Font Betanzos relata el hundimiento, y concluye con "años más tarde otro buque de la Compañía Trasmediterránea se perdería en estas aguas guineanas, aunque por motivos diferentes. El Fernando Poo era hundido por el Ciudad de Mahón, de la misma naviera, el 14 de octubre de 1936… pero ésta es otra historia".


Precisamente, el maquinista del Fernando Póo sería también Eduardo Selma, aunque en esta ocasión, el capitán Emilio Ley Arata, director de la Trasmediterránea, en la edición del 12 de noviembre de La Prensa afirmaba que «resultó muerto en el accidente del Fernando Poo el primer maquinista Eduardo Selma, marxista».
Resulta sorprendente esa afirmación de "marxista", dirigida a quién propició la salvación de la tripulación y pasaje (obispo de Santa Isabel incluido) del Teide en 1932. Ya que no hay nada que nos induzca a pensar que Eduardo Selma merezca la inquina del director de la Trasmediterránea.

Si revisamos el Blog de Pedro Medina Sanabria | Memoria e Historia de Canarias es posible consultar las declaraciones que la tripulación del Fernando Póo realiza a Juan Fontán, en calidad de juez, sobre los hechos ocurridos el 14 de octubre de 1936 en la bahía de Bata:

Así, el radiotelegrafista Enrique López Astudillo, declara «que Antonio Tarí obligó a los maquinistas con pistola», lo cual coincide con el electricista Jaime Tomás Romeo, con «que bajó Antonio Tarí con pistola en mano, negándose el 1º [Eduardo Selma] y 2º a poner los motores en marcha y obligándoles Antonio Tarí con la pistola». De hecho, según el cuarto maquinista Ceferino Sáez Sánchez, no sólo fue obligado, si no «que el 1º maquinista [Eduardo Selma] dio la orden de cerrar el combustible» y parar el barco.
Esto cuadraría con la declaración del capitán Pasajes, que afirma que «cuando vio que el barco se ponía en movimiento fue a la entrada de la máquina y gritó que parasen sin saber si fue por su orden o por otra causa pero el barco paró». Y -en un intento por protegerse y proteger a su tripulación- el capitán enumera al personal menos sospechoso de ser leal al gobierno republicano y -entre otros- «cita como simpatizantes del movimiento [nacional] al médico Fuertes, a Muñoz, Zamora, y a todos los maquinistas excepto Filló y Bausá».

Incluso Manuel de Dios y del Águila, recuerda cómo él y Selma se habrían peleado con los tripulantes más combativos...: «con motivo de la celebración de las Asambleas tuvieron un disgusto el declarante y el primer Maquinista Eduardo Selma con Filló». Y ya sabemos que Manuel de Dios era señalado por sus compañeros como derechista frente a Filló que era considerado uno de los líderes revolucionarios del barco.

En definitiva, cuando en la historiografía franquista se recuerda (o se oculta) a los 17 ahogados de la tripulación del Fernando Póo, los únicos a los que se pone nombre es al "comunista Eduardo Selma" y al "barbero Caparrós". Pese a que Selma, el héroe del hundimiento del vapor Teide, realmente no se habría significado en los sucesos del 14 de octubre como para merecer el desdén del director de la Trasmediterránea.

La clave, probablemente serán deudas anteriores... vinculadas al proceso de huelga en el puerto de Barcelona, antes de partir el último viaje del Fernando Póo: el 23 de junio de 1936, el diario Universal recogía la noticia de que «a última hora de la noche de ayer la Policía se personó a bordo del trasatlántico Fernando Póo cuya tripulación se declaró en huelga de brazos caídos, a consecuencia de unas diferencias con la Compañía. Los agentes practicaron la detención de los 80 tripulantes de la nave, que ingresaron detenidos en el Juzgado de guardia, donde de madrugada continúa el interrogatorio»

lunes, 5 de mayo de 2025

Dos tenientes en Guinea

Los hermanos Juan y Pedro Medina Sanabria son fuente de inspiración e información para este paseo por la calle 19 de Septiembre de la vieja Santa Isabel. Y el Blog de Pedro Medina Sanabria | Memoria e Historia de Canarias hace un trabajo constante de difusión, por lo que merece la pena bucear un rato por sus páginas. Hoy, recuperamos esta entrada: 

CAUSA 537 DE 1936 CONTRA DOS TENIENTES EN GUINEA

A.0.000.829*

Comandancia    Militar    de      Canarias

13058 – 420 – 18

Plaza de Santa Isabel de Fernando Poo                                            Juzgado Militar Eventual num.1

Causa numero 537 de 1936

Delito . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

Encartado. Tenientes Don Enrique Olivera Medrano y Don Francisco Rancaño Sarilles

Ocurrió el hecho el día  . . . . . . . . . . . .

Dieron principio las actuaciones  el día 5 de Mayo de 1937.

En prisión preventiva el día  . . . . . . . . . . . . . . . . . .

En libertad provisional . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

JUEZ INSTRUCTOR               SECRETARIO
Capitán de Artillería.Teniente de Infantería
Don Juan Fontan Lobe.Don Pedro Baeza Martinez.

Cfr.: Archivo del Tribunal Militar Territorial 5.- 13058-420-18.- Causa número 537 de 1936.- Cubierta.

miércoles, 23 de abril de 2025

Lección de ortografía

¡23 de abril! Hace un tiempo os contábamos de El libro como artículo de lujo en el Territorio ecuatorial. Hoy, os compartimos una lección de ortografía publicada en La Guinea Española en su edición de 9 de julio de 1939:

Son muchos los que escriben Fernando Poo acentuando la primera ó del Póo. Son muchos menos los que hoy acentúan la última ó del Poo, escribiendo Poó. A nuestro juicio, ni unos ni otros están en lo cierto, pues conforme a las reglas de la Real Academia Española de la Lengua, debe escribirse sin ningún acento, así: Fernando Poo.

La isla que hoy llamamos Fernando Poo, fué descubierta en los años de 1471 a 1478 por el hidalgo portugués de la Casa Real de Alfonso V, llamado Fernão o Fernan do Po, el cual le dió el nombre de Formosa por la belleza con que se ofreció a sus ojos al descubrirla. Cuando en virtud del Tratado de 24 de marzo de 1778 entre España y Portugal, pasó esta isla al dominio español, el Gobierno de España le mudó el nombre de Formosa por el de su descubridor Fernão o Fernan do Po, uniendo el genitivo do que significa del con el Fernan pasando a formar una sola palabra Fernando, Es curioso que en el artículo 13 del Tratado se llama la isla Fernando del Pó y con ó acentuada, según lo trae Beltrán y Rózpide en su obrita La Guinea Española,

El poner Poo con dos oes, en vez de una que tenía la palabra portuguesa, pudo ser debido a que, siendo una final fuerte en que se cargaba el acento al decir do Po, debió parecer a algunos que la o era duplicada y así fuese escribiendo Poo en vez de Po.

Las obras portuguesas que hemos podido manejar llaman al descubridor Fernão o Fernan do Po, y otros escriben Fernando Pó con acento en la ó.

En obras y diccionarios ingleses hemos visto escrito Fernando Po y en algunas hasta formando una sola palabra como telegráfica: Fernandopó.

En libros franceses, antiguos relativamente, hallamos también escrito Fernando-Pô unidas las dos palabras con guión y acento circumflejo en la ô.

Por tanto podemos decir que, habiéndose españolizado el nombre del descubridor dádole la forma de Fernando Poo, hemos de concluir que, según las reglas de la Gramática de la Academia ha de escribirse el Poo sin acento por ser palabra llana terminada en vocal.

Si alguien puede aportar mejores datos que los anteriores, con gusto les recibiremos y publicaremos para común utilidad.


Aunque ya en 1871, la propuesta para la creación de bibliotecas populares en Puerto Rico y Fernando Póo, usaba la tilde en la primera "o"...


 

lunes, 14 de abril de 2025

El voto femenino y la República

 Nos cuenta Trifonia Melibea Obono:

¿Guinea Ecuatorial debería conmemorar la Segunda República Española, nacida el 14 de abril 1931, en un día como hoy? Sí, y por un logro principal: el voto femenino, que no fue un logro de “los padres de la independencia” sino de Clara Campoamor, responsable de la conquista del sufragio femenino en España cuando Guinea Ecuatorial estaba envuelta, todavía, en la Guinea Española como colonia.  

Guinea Ecuatorial se independizó en 1968 y para entonces las mujeres españolas tenían vetado el acceso al espacio público. Y nosotras, recién salidas del yugo colonial pudimos votar, ¿Por qué?

Pudimos votar porque, a un lado, el régimen político español (el franquismo) necesitaba contentar a la Europa democrática y a los Estados Unidos, espacios geopolíticos (y amigos políticos) que determinaron el fin de la empresa colonial y el comienzo de la empresa neocolonial. Y porque al otro lado, los movimientos independentistas guineoecuatorianos formados por varones se encontraban envueltos en asuntos personales, disputas partidistas, y en la necesidad de transmitir una imagen de país libre vestido de modernidad. Así que… ¿el voto femenino en el tablero de ajedrez? Sí.

Sin embargo, la agenda de género ni entonces ni en la actualidad ocupa un párrafo en las agendas políticas. En el día de hoy, 14 de abril, conmemoramos que determinados logros de la Segunda República (entre estos el voto femenino, que a Clara Campoamor le costó el exilio y la inquina de buena parte de la élite política española), fueron utilizados (incluidos en la Constitución de Guinea Ecuatorial) por el franquismo, con el fin de contentar a Estados aliados: Guinea Ecuatorial se convertiría en una democracia...

Al final el primer gobierno de Guinea Ecuatorial integrado por sensibilidades políticas diversas demostró que el derecho al voto de las mujeres fue parte de un juego político frente a una España que oficialmente se había marchado con la independencia, y frente a mujeres feministas que erróneamente proyectaron expectativas en “los padres de la independencia”.


 



 

viernes, 11 de abril de 2025

El calvario del abuelo

Hace un año, se instaló en acto público el "adoquín de la memoria" en Gijón, como homenaje y recordatorio del leal cartero de Bata. Se trata de Isidro Álvarez Martínez, que se significó en Río Muni por su lealtad al gobierno, integró el reconstituido Frente Popular del territorio ecuatorial, y como funcionario organizó la colecta de donaciones para apoyar a la República. Tras el bombardeo y caída de la ciudad de Bata, huyó al Camerón francés, desde donde se incorporó por barco al territorio bajo administración republicana. Con la derrota, se suma a la retirada al territorio francés iniciando su exilio, separado de su familia. Los siguientes años itinerará entre campos de refugiados, prisiones y de concentración, especialmente tras la invasión nazi de Francia. Finalmente, sus orígenes cubanos/estadounidenses (nació en Cuba, siendo en ese momento un territorio administrado por Estados Unidos) le permitió gestionar su liberación y volver a España en 1947. Pasó por las purgas e investigaciones (incluso por masonería) de rigor. El Ayuntamiento de Gijón recuerda: «El Fiscal especial de Correos que se ocupó del caso recopiló declaraciones de funcionarios, alcaldes y párrocos de diversas regiones en las que Isidro había servido entre 1920 y 1939, así como de la administración colonial en Guinea Ecuatorial. Todos los inquiridos coincidían en que era un hombre moderado, reservado y recto. Todos menos los que informaron desde Guinea Ecuatorial, quienes cargaron las tintas contra aquel administrador de Correos de Bata que se habría destacado en el microcosmos de españoles de la colonia como opuesto en acto y palabra al “Glorioso Alzamiento”. Estas vagas acusaciones desde Río Muni bastaron para que el juez sentenciara contra el regreso de Isidro Álvarez a la Administración».

"... se trata de una buena personal de la cual nadie tiene queja alguna."

Finalmente, y prácticamente a tiempo de jubilarse, logró ser reincorporado al cuerpo de correos.


Isidro Álvarez Martínez fue un funcionario de Correos que se despidió de su familia a finales de 1934 tras serle concedido el traslado a la colonia española de Guinea Ecuatorial. Iba a trabajar allí dieciocho meses y después tendría opción a un destino permanente y bien remunerado en Asturias. Sin embargo, lo que él no sabía es que no los volvería a ver hasta doce años más tarde. Todo le salió mal. Le pilló allí el golpe militar del 18 de julio de 1936, que era el año en el que tenía que volver a España. Afortunadamente, logró huir antes de caer en mano de los franquistas y se refugió en el país vecino, Camerún. De ahí se fue en barco hasta Marsella y, desde allí, pasó a España por Cataluña.

A comienzos de 1939 tuvo que exiliarse a Francia. Allí pasó por diversos campos de refugiados, como el de Bram, del que pudo salir al encontrar empleo en la construcción. Pero a finales de 1942 fue detenido por los alemanes e internado en el campo de tránsito de Compiègne (Francia). Después fue deportado a Sachsenhausen (Alemania) en enero de 1943 y, cuatro meses más tarde, en mayo, fue llevado a una prisión de la capital alemana y posteriormente a la cárcel de Laufen. Es probable que acabara allí por tener la nacionalidad cubana (sus padres emigraron a la isla y le nacieron ahí), aunque se hubiese criado desde los nueve meses en la gijonesa calle de los Moros. Con el fin de la Segunda Guerra Mundial , inició un periplo por numerosos campos de refugiados italianos: Cartago, Túnez, Nápoles, Aversa, Bari y Cine Città. Hasta que finalmente, gracias a una sentencia absolutoria del Tribunal Especial para la Represión de la Masonería y el Comunismo, pudo regresar a España el 22 de febrero de 1947. «Nuestro abuelo vivió un calvario fuera de España y otro cuando volvió», recordó una de sus nietas, Carmen Jardón Álvarez, minutos antes de colocar el "stolpersteine" o "adoquín de la memoria" que, desde ayer, conmemora la figura de su abuelo como víctima del nazismo a la altura del número 2 de la calle de los Moros.

Pero si quieres saber más sobre Isidro Álvarez Martínez, revisa:

martes, 1 de abril de 2025

Adhesión a la paz...

Recordáis las entradas Al paso alegre de la paz y España en paz sobre cómo el territorio ecuatorial se suma a la celebración de los "XXV años de paz"?

Se trataba del esfuerzo de Manuel Fraga Iribarne desde el Ministerio de Información y Turismo por celebrar el aniversario de la victoria sobre el comunismo con el lema reconciliador de la Paz.

Y desde África funcionarios y autoridades coloniales se suman con entusiasmo a las celebraciones: 

«Con motivo del XXV aniversario del glorioso Alzamiento Nacional, en la Dirección General de Plazas y Provincias Africanas se han recibido los siguientes telegramas de adhesión a Su Excelencia el Jefe del Estado: 
Alcalde de Puerto Iradier, Cámara de Comercio de Bata, Alcalde de Evinayong, Alcalde de Bata, Alcalde de Ebebiyin, Alcalde de Mongomo de Guadalupe, Alcalde de Acurenam, Presidente de la Diputación de Bata, Gobernador General de Ifni, Alcalde de Valladolid de los Bimbiles, Alcalde de Nsorc, Gobernador General de Guinea, uno muy expresivo también de las autoridades nativas de la provincia de Ifni, Decano de las Cooperativas del Campo de Fernando Poo, Vicepresidente de la Cámara de Santa Isabel, Presidente de la Diputación de Fernando Póo, Gobernador General de la provincia del Sahara, Alcalde de Sevilla de Niefang, Ayuntamiento de Annobón, 
Ayuntamiento de Santa Isabel de Fernando Póo e Instituto de Estudios Africanos».

De hecho, esa adhesión formará parte del relato; unos meses antes de la independencia, en pleno aniversario de golpe de Estado de 1936, Franco dirige un mensaje a los Guineanos, a través de Manuel Fraga Iribarne: "En estos días en que se cumple un aniversario más de la gloriosa efemérides de nuestro Movimiento en la vida española (...) Vosotros, mejor que nadie, sabéis hasta qué punto España ha procurado, en todo momento, desde que la paz volvió a nuestra Patria, atender a vuestras necesidades presentes y prever vuestro futuro. De las provincias guineanas España ha sabido hacer un territorio ejemplar, que se compara favorablemente, en el orbe africano en que se halla inscrito, por el nivel de vida, por el estado sanitario, por el número de alfabetizados, por tantos datos que acreditan su progreso. Pero, sobre todos esos bienes, el Gobierno español os ha traído el más deseable de todos: el bien de la paz. En un continente convulsionado por las luchas raciales, tribales y sociales, en el que determinados pueblos han caído en ciertos momentos en niveles próximos a la anarquía, las provincias de Guinea han vivido en paz, en trabajo y en orden, en una línea constante de progreso y de confianza, sin los que todo intento de mejoramiento hubiese sido imposible".


Aunque, tal vez, esa "Paz" no signifique lo mismo para todo el mundo...



viernes, 28 de marzo de 2025

El caso del secretario del Gobernador

Las leyes memorialistas, tanto la del 2007 como la del 2022, por las que se reconocen y amplían derechos y se establecen medidas en favor de quienes padecieron persecución o violencia durante la guerra civil y la dictadura, obvian que hay territorios en los que imperó el franquismo y sus normas durante décadas… y que hoy en día éstos quedan por fuera de las fronteras españolas.

Precisamente en "Memoria y frontera", de María del Mar Fernández Pérez, se analiza:

En este periodo las fronteras del Estado eran diferentes, aunque en muchas ocasiones no se sea consciente de esto: no sólo territorios en Marruecos y el actual Sáhara ocupado eran posesiones españolas, también lo era Guinea Ecuatorial.
Resulta llamativa esta falta de referencias a las colonias si tenemos en cuenta que el imaginario colectivo de la Guerra Civil está plagado de referencias al norte de África: allí se produjo el golpe de estado en un primer momento, de allí venía el ejército africano y la famosa y temida guardia mora. Esta guerra, tan importante para la historia europea, empezó en África, y allí se produjeron los primeros asesinatos de quienes permanecieron fieles a la legalidad republicana. Es muy difícil hablar de este periodo sin hacer referencia al protectorado y situados en el momento actual, habrá que afrontar el desarrollo de la Ley de Memoria Histórica en territorio extranjero.

Así, tenemos a los gobernadores Juan Fontán (callejero en Las Palmas), Faustino Ruiz (callejero de San Fernando) o al subgobernador Juan Vara Terán (callejero de Santa Cruz de Tenerife). Todos ellos con responsabilidad en la administración colonial, y vinculación tanto con la represión franquista como con 
el ejercicio de autoridad durante la dictadura.


Pero no todos fueron gobernadores... también hubo secretarios de Gobernador.
Contábamos en El callejero y la memoria histórica:

A veces olvidamos que el golpe de Estado de 1936, respondió también a lealtades personales, camaraderías cuartelarias, intereses económicos y vínculos familiares. Por ejemplo, el Capitán de complemento de artillería y abogado Francisco Hernández González (Franito): fue golpista, combatiente en la guerra civil... y cuñado de Juan Fontán Lobé. Fue Consejero del Cabildo entre 1936 y 1937, poco después de su cese, La Guinea Española recoge un viaje del gobernador Fontán con su esposa, acompañados por «el abogado don Francisco Hernández González, secretario particular del señor Fontán». Desde los 40 ejercerá como Concejal y Teniente Alcalde del Ayuntamiento de Las Palmas («el alcalde accidental de la ciudad, camarada Hernández González», dirán los periódicos de la época) y en 1945 será nombrado Alcalde, cargo que ocupará hasta 1953.


El camarada Franito (sic), además de cuñado de Juan Fontán (y su secretario, siendo éste Gobernador y Jefe de la FET y de las JONS del territorio ecuatorial), compartía con él la adscripción al cuerpo de artillería, ser excombatientes de la guerra civil, participaron en procesos de depuración y persecución, fueron procuradores en Cortes (Franito apenas unos meses después de que su cuñado cesara por fallecimiento), y ambos cuentan con calles dedicadas a su memoria en el municipio de Las Palmas. En el caso del gobernador Fontán, sería su propio cuñado el que aprobó ponerle el nombre en Sesión extraordinaria del 26 de julio de 1944, como Concejal y Teniente Alcalde del Ayuntamiento de Las Palmas («el alcalde accidental de la ciudad, camarada Hernández González», dirán los periódicos de la época).

Como curiosidad, quien le sustituyó como secretario del gobernador del territorio ecuatorial fue el capitán Luis Soraluce Irastorza.

Encontraréis ejemplos de la participación de Hernández González en el aparato represor del franquismo a través del imprescindible blog de Pedro Sanabria, incluyendo las causas contra los republicanos de Fernando Póo y Río Muni.

viernes, 21 de marzo de 2025

Los ecuatoguineanos de la Patrulla Atlántida (I)

Cuenta Agustín de Foxá en Madrid de corte a checa:

Por la noche recibieron a José Félix con grandes aspavientos en casa de Fifí Estrada. Ya estaba puesta la mesa, con unas velas negras y unas fuentes de plata, para el consomé. Estaban Perico Castro-Nuño, María Parla, los Alberti, Federico García Lorca y el capitán Martínez, héroe de Aviación, con el negrito que se había traído de Fernando Poo.

¿"El negrito que se había traído de Fernando Póo"?  Así, es: aunque no queda claro que fuera precisamente el capitán Manuel Martínez Merino -como dice Foxá-, a los ibéricos pilotos parece que les apeteció emular a Robinson Crusoe y tener su propio "Viernes". Hay constancia de 2 ecuatoguineanos que acompañaron a los pilotos en el viaje de vuelta (en los barcos de apoyo, no en los hidroaviones): José Friman Mata y José Epita Mbomo.

Lo teníamos pendiente desde hace años, y hoy en este paseo por la vieja calle 19 de septiembre de Santa Isabel vamos a incluir el relato de José Epita Mbomo, corisqueño al que El País dedicó en 2021 el artículo El electricista que saboteó a los nazis y salvó a sus amigos. El artículo generó conmoción en una Guinea Ecuatorial, siempre falta de noticias positivas y acostumbrados a no dejar impronta en el ámbito internacional.

Las redes sociales se llenarán de expresiones espontáneas como ésta: «Es una de las historias más increíbles, bonitas y emocionantes que he leído. Y es sobre un guineano de Corisco».

Orgullosos, tampoco pasó desapercibido que Mbomo (conocido también como Yoni) era tío de la poeta Raquel Ilombe. Otro día hablaremos de Friman, pero hoy es el turno de Epita:

El guineano se formó como mecánico de aviones y se casó con una blanca en Murcia en 1936. En el exilio dirigió un grupo local de la Resistencia francesa, fue deportado a Neuengamme y sobrevivió a un bombardeo británico sobre barcos de prisioneros en el Báltico. Una investigadora de la Universidad Rovira i Virgili de Tarragona ha descubierto su paso por el campo de concentración. Esta es su biografía, reconstruida por EL PAÍS.

José Epita Mbomo nació el 15 de agosto de 1911 en Ibanamai, en la isla de Corisco, entonces parte de la colonia española de Guinea. Allí acude a la escuela que gestionan religiosos claretianos que castigaban a sus alumnos a arrodillarse sobre garbanzos, contaría años después a su hijo Andrés. Vive con su tía Esperanza. El 6 de enero de 1927 aterrizaron en la isla tres hidroaviones de la Patrulla Atlántida, una misión militar y científica que buscaba sacar pecho en la carrera de los cielos y recoger información para cartografiar la costa occidental africana. La exitosa expedición regresa con dos adolescentes guineanos a bordo de los barcos de apoyo: José Epita Mbomo y José Friman Mata. 





Tendríamos, por tanto, otro ecuatoguineano como Carlos Grey Molay que sobrevivió a un campo de concentración nazi. Y bueno, no todos iban a ser como el comandante Tray o el sargento Guerra Tonga.

Cuenta Afropoderossa en "España no sólo es blanca":

EL AVIÓN ES, QUIZÁ, UNO DE LOS AVANCES TECNOLÓGICOS más importantes del siglo XX y también uno de los que más rápido ha evolucionado. Apenas transcurrió una década entre los primeros vuelos de los hermanos Wright o del brasileño Alberto Santos Dumont, cortos y aparatosos, y el uso de aviones por parte de la mayoría de los ejércitos durante la Primera Guerra Mundial. Acabada la guerra, entre los años 1918 y 1939 tuvo lugar lo que podemos llamar «la edad de oro de la aviación». Los países comenzaron a competir por crear mejores aviones y más rápidos, por batir récords y por volar hasta donde nadie antes había llegado montado en una aeronave. Por ejemplo, en 1924, un grupo de aviadores de las Fuerzas Aéreas de los Estados Unidos dieron la primera vuelta completa a la Tierra en ciento setenta y cinco días. Y en 1927, el norteamericano Charles Lindbergh fue el primero en viajar de Nueva York a París sin realizar ninguna escala. España también participó en aquella carrera aeronáutica y, en invierno de 1927, aterrizaban en la base aérea de Los Alcázares, Murcia, tres hidroaviones bautizados como Cataluña, Andalucía y Valencia. Los tres aviones regresaban de un largo viaje que les había llevado hasta Guinea Ecuatorial, y sus tripulantes fueron recibidos como héroes. Pero aquel día, además de la tripulación, pisaron el suelo del aeródromo de Los Alcázares dos adolescentes negros llegados directamente de Guinea Ecuatorial. 

LA PATRULLA ATLÁNTIDA 

Aquellos tres aviones que aterrizaron en Los Alcázares constituían la Patrulla Atlántida, cuyo objetivo había sido sobrevolar la costa atlántica africana hasta llegar al golfo de Guinea, gesta que no se había conseguido jamás hasta entonces, y cartografiarla. En aquella época, por mucho que Guinea Ecuatorial fuera una colonia española, estaba muy mal comunicada con la península, así que debió de ser toda una sorpresa para los guineanos ver aparecer aquellos aviones de repente en el cielo y que aterrizaran en su territorio. Quizá fue precisamente aquella visión lo que impresionó a dos adolescentes de dieciséis años de la isla de Corisco. Se llamaban José Friman y José Epita Mbomo, y ambos se embarcaron en los hidroaviones de la Patrulla Atlántida cuando inició su regreso a España. Algunas fuentes afirman que la tripulación se había traído a los dos jóvenes como una especie de «trofeo» para demostrar que efectivamente la expedición había llegado hasta su destino, pero, de todos modos, nada parece indicar que ninguno de los chicos viajara obligado y nadie se desentendió de ellos al llegar. Al contrario. José Epita Mbomo consiguió un trabajo en el aeródromo y fue «apadrinado», prácticamente adoptado, por la familia de uno de los oficiales de Los Alcázares. Y prosperó. En apenas dos años, José Epita se había convertido en mecánico de aviones en la base y se formaba como electricista. Estaba integrado y progresaba. Entonces, una noche de carnaval, José decidió asistir a un baile que se celebraba en un casino de la zona. 

«¿NO TE DA MIEDO, DE NOCHE?» Aunque José Epita se había integrado en su pueblo, eso no significa que todo el mundo lo aceptara por igual. De hecho, esa noche de carnaval, al entrar en el pabellón donde se celebraba la fiesta, mucha gente se escandalizó. La orquesta dejó de tocar. Las madres agarraron a sus hijas para que no se apartaran de su lado. Y, sin embargo, José acabó bailando con una chica. Se llamaba Cristina. Si José había sido valiente al ir a una fiesta en la España de principios del siglo XX sin importarle tener que enfrentarse a comentarios y actitudes racistas, Cristina no lo había sido menos. El hermano de Cristina conocía a José de la base, por lo que, pese a la resistencia de los amigos, acabó presentándolos. Y esa noche bailaron. A partir de ese momento, José y Cristina estuvieron juntos. Superaron el rechazo de los vecinos y de las amigas de Cristina, e incluso algunos ataques de los jóvenes de Los Alcázares, que no estaban dispuestos a dejar que un chico negro se llevara a «una de sus chicas». Por otro lado, la familia de Cristina, aunque quizá no los apoyara activamente, nunca se opuso al noviazgo. Así que, el 1 de enero del año 1936, José Epita Mbomo y Cristina Sáez se casaron. La boda, en aquella España de principios del siglo XX, levantó un revuelo tremendo no solo en Murcia, sino también en todo el país. A Cristina la gente le decía: «¡Uy! ¡Casarse con un negro! ¿Y no te dará miedo por las noches, cuando esté oscuro?». Y, al salir de la iglesia, ya les esperaban vecinos, curiosos y periodistas. De hecho, llegaron a dar entrevistas para la prensa de la época. José y Cristina fueron una de las primeras —si no la primera— parejas interraciales del país. Durante un tiempo muy breve fueron felices, pero entonces estalló la guerra civil española. 

LUCHADOR 

Durante la guerra civil española, parte del ejército se alineó con los sublevados del general Franco, mientras que otra parte se mantuvo fiel a la República, como es el caso del aeródromo de Los Alcázares donde trabajaba José. Sin embargo, a medida que la guerra avanzaba, y la República iba perdiendo terreno contra los sublevados, José se dio cuenta de que se encontraba en grave peligro porque, además de ser un idealista, era un militante de izquierdas convencido. En ese periodo, eso le habría costado años de cárcel o, seguramente, la vida, así que José y su familia decidieron escapar. Primero lo hizo Cristina con sus dos hijos y con su madre. Durante un tiempo permanecieron en Cataluña y luego, en 1939, pasaron al otro lado de la frontera, a Francia. No mucho después, José hizo lo mismo. Por desgracia, la llegada a Francia no significaba estar a salvo, pues, como tantos otros refugiados españoles, José acabó recluido casi diez meses en diversos campos de refugiados, el más famoso de los cuales fue seguramente Argelès-sur-Mer, un lugar insalubre construido en la propia playa. Las personas allí recluidas, que eran gente inocente que escapaba de la guerra, tenían que dormir sobre la arena dura y fría, no disponían de suficiente comida ni atención médica, y recibían continuos maltratos de los guardias. Aun así, José logró salir. Cristina le había conseguido un trabajo de electricista en la ciudad de Mérignac, cerca de Burdeos, y, gracias a eso, por fin pudo reencontrarse con su mujer y sus hijos. Esa mala experiencia no logró que José perdiera sus ideales y su espíritu combativo, por lo que, al estallar la Segunda Guerra Mundial, él siguió luchando. Cuando Francia cayó bajo las garras del nazismo, José se sumó a la Resistencia que combatía al Tercer Reich, acompañado de partisanos franceses y republicanos españoles exiliados como él. Entre otras acciones de espionaje y de sabotaje, el grupo de José hizo saltar por los aires un hangar lleno de vehículos del ejército alemán y también saboteó el suministro de energía del aeródromo de Mérignac para impedir la salida de aviones. Solo con eso, José Mbomo habría sido un héroe merecedor de todos los honores, pero su historia no acaba aquí, porque en 1944, a causa de sus acciones en la Resistencia, fue capturado por la policía francesa. 

PRISIONERO 

Como tantos otros, José acabó en un campo de concentración, en su caso Neuengamme, en Alemania. Las condiciones en el campo eran inhumanas. Hambre y miseria, maltratos continuos, trabajos forzados, enfermedades y muerte. Incluso para José, que al ser electricista se le asignó un trabajo que conllevaba ciertos privilegios, las condiciones eran durísimas. Irónicamente, puede que lo que acabó salvándolo a él y a algunos de sus compañeros fue precisamente que José fuera un hombre negro. De hecho, parece ser que en todo el campo de Neuengamme no había ni siquiera diez prisioneros negros, a los que los nazis consideraban inferiores, exóticos y solo aptos para servir. Así que José, además de electricista, también trabajó de camarero para los oficiales nazis del campo. De ese modo tenía acceso a las sobras de comida, que compartía con sus compañeros. 

EL FIN 

Los nazis, cuando vieron que la guerra estaba perdida, decidieron borrar todo rastro de sus crímenes. Eso significaba cerrar los campos de concentración, eliminar pruebas documentales, archivos, fotografías… y a los prisioneros. José, como tantos otros, fue sacado del campo. Ya fuera metiéndolos en trenes para ganado, sin ventilación, ni agua, ni espacio para respirar, o bien a pie, en extenuantes «marchas de la muerte» donde muchos morían de agotamiento y muchos otros, los que no eran capaces de seguir el ritmo, eran ejecutados, llegaron hasta el mar Báltico. José Mbomo acabó como prisionero en el Cap Arcona, un antiguo transatlántico de lujo —habría que imaginar una nave muy parecida al Titanic—. Allí, en las cubiertas superiores, los soldados y oficiales nazis disfrutaban del lujo del barco. En cambio, las bodegas estaban llenas de prisioneros en condiciones todavía peores que las del campo que habían dejado, unos prisioneros que los nazis pretendían usar como moneda de cambio para negociar una rendición ventajosa frente a los Aliados. No llegó a ocurrir. La RAF, la fuerza aérea británica, bombardeó el Cap Arcona sin saber que sus bodegas estaban llenas de prisioneros. El navío se incendió y, al final, se hundió. Solo sobrevivieron 316 prisioneros de los más de 4.500 que iban a bordo. Entre ellos, José. 

UNA VIDA TRANQUILA 

José Epita Mbomo se salvó. Quizá fue pura suerte. Quizá fue porque, al contrario que muchos de los demás prisioneros del Cap Arcona, él sabía nadar. Sea como sea, en esa ocasión José tampoco se rindió. Fue rescatado por una lancha de la Cruz Roja y, al fin, pudo regresar junto a su familia. La guerra había acabado definitivamente, así que, tal vez por primera vez en muchísimos años, ya no tuvo que luchar más. José y su familia se establecieron en Francia. Incluso si hubiera sido seguro para ellos regresar, no lo habrían hecho. José siguió trabajando como electricista, y Cristina y él llegaron a tener cinco hijos. Este hombre incansable acabó muriendo de cáncer en los años setenta y su historia probablemente habría quedado olvidada con el tiempo. Es cierto que había recibido algunos honores y condecoraciones del Estado francés por su participación en la Resistencia, sí, pero, al igual que muchos otros, José nunca hablaba de la guerra, de los campos y de las veces que tuvo que luchar por salvar su vida. Y, sin embargo, poco a poco la gente fue sabiéndolo. Se comenzaron a investigar los campos de concentración y la historia de los supervivientes españoles, una historia que había sido silenciada durante años por el régimen franquista, que se desentendió completamente de los ciudadanos de ideología republicana porque no eran «de los suyos». Como siempre, aquello que no se cuenta no existe. Los hijos de José también descubrieron que su padre, aunque no les había contado nada, sí que había escrito en cuadernos y en agendas los hechos más importantes de su vida, que así han llegado hasta nosotros. Una historia extraordinaria de un hombre valiente que, por fin, sale a la luz.

sábado, 15 de marzo de 2025

Una de fotografías

Alberto Quintana, exCoordinador General de la Cooperación Española en Guinea Ecuatorial, recordará en su libro Un despropósito Ecuatorial:

Ordenémonos y comencemos por algún sitio. Por ejemplo, por una foto.

 


Tengo conmigo una del puerto engalanado. Es la despedida de los voluntarios franquistas llegados en el Ciudad de Mahón para poner orden en la retaguardia. Los mismos que en Bata habían hundido el Fernando Poo. Bueno, no de todos; porque en el cementerio de Elá Nguema he encontrado dos lápidas pertenecientes a soldados de aquel contingente que murieron acá. Habrá más, seguro.

Los mármoles dicen:

Domingo Artiles Cruz. Voluntario de Canarias. Falleció el 9 - 12 - 1936.

Y Pablo Cutiérrez - ¿será Gutiérrez? - Quintero. Tri. del CRC. AXLR. CD. de Mahón. Falleció el 1-2-37.


La foto está reproducida en un libro publicado por el Ministerio de Defensa que presta mucha atención a la descripción en detalle de las unidades militares. En su página 202. Lo que más llama la atención es que el muelle del puerto está presidido por una, grande y vistosa (en lugar de "libre") esvástica nazi. Y justo un poquito más abajo una pancarta que dice "Arriba España".

Recordemos que cruzada viene de cruz -aunque sea gamada- . Y que "el relato" de aquel tiempo remitía a una cruzada evangelizadora contra polígamos y antropófagos. En palabras de Díaz de Villegas, uno de los que dirigieron aquel cotarro, una raza originariamente viciosa y haragana.

Lo rematará años después Carrero Blanco, cuando le toque explicar la intervención española en Guinea: "…para nosotros, el hombre es, según frase feliz de José Antonio, un portador de valores eternos".

Era el lenguaje (y la ideología -atroz- ) de la época. Con el golpe de Estado el gobernador general había pasado a asumir también la función de jefe del Movimiento. Falange llegaría a tener en Guinea unos 600 afiliados. Dos centurias de ellos eran indígenas. He conocido a alguno de los que las integraron. Todavía recuerdan las canciones:

 

Yo soy moreno de Guinea que por España voy a luchar contra los rojos que la mancillan y que la tratan de destrozar.



Existe una fotografía -otra- en la que aparece un falangista con salacot rodeado de jóvenes negros. Y creo, no estoy seguro del todo, que le corresponde una lápida que también he visto (el tiempo es implacable). Se encuentra en el mismo cementerio de Elá Nguema y está presidida por un yugo y muchas flechas:

"DEP. El Camarada Remigio Ceballos Santiso, Secretario Local de Falange se ausentó a los 28 años de edad. ¡Presente! - Te has muerto, pero tu espíritu cristiano vivirá siempre en el corazón de tus padres y hermano: Rafael, María y Rafaelín. - Te fuistes, esposo querido, más nuestras almas continuarán comunicándose eternamente su amores. Ana María. - Papaíto, te veo entre los luceros, dando eterna guardia a mis cariños (...) ¡Viva España!"



El 26 de noviembre de 1939, en el segundo aniversario de su muerte, Ébano publicó una esquela convocando a una misa en la catedral en honor del camarada Remigio. La noticia que venía a su lado era la organización de un tren especial para asistir a la inhumación de los restos de José Antonio en El Escorial.

Tal vez estas cosas ayuden a comprender que Ignacio Alonso, uno de los líderes en los 90 del grupo neonazi Bases Autónomas, hubiera nacido en Guinea, o que Vox cuente con dirigentes de origen ecuatoguineano.

Falange Española de las JONS (cuya organización había contribuido a poner en marcha Ernesto Giménez Caballero) instalará su sede en una casa de Maximiliano Jones, el fernandino. Una casa que antes nunca había sido habitada porque Jones la construyó para una hija -Mildred- que falleció prematuramente de tuberculosis.




Hoy ese edificio, que está ubicado en el perímetro del palacio de Obiang, alberga una Biblioteca Nacional que no tiene apenas libros

Vinculado a Falange, a la que se apuntaron numerosos fernandinos, nació en 1939 Ébano -el periódico de la esquela- . Los niños aprenden en la escuela el Cara al sol.