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viernes, 19 de junio de 2020

Un amigo mío se fue a Fernando Poo...

Es cierto, no se trata de la guerra civil y sus consecuencias en el territorio ecuatorial.
Sin embargo, ¿quién mejor que Horacio Quiroga permite conocer el entramado social del país? Quiroga ficcionó por años con la posibilidad de llegar a África... y ante la imposibilidad de llegar, reflejó esa inquietud vital en varios de sus relatos.:

Gloria tropical

Un amigo mío se fue a Fernando Poo y volvió a los cinco meses, casi muerto.

Cuando aún titubeaba en emprender la aventura, un viajero comercial, encanecido de fiebres y contrabandos coloniales, le dijo:

-¿Piensa usted entonces en ir a Fernando Poo? Si va, no vuelve, se lo aseguro.
-¿Por qué? -objetó mi amigo-. ¿Por el paludismo? Usted ha vuelto, sin embargo. Y yo soy americano.
A lo que el otro respondió:
Primero, si yo no he muerto allá, sólo Dios sabe por qué, pues no faltó mucho. Segundo, el que usted sea americano no supone gran cosa co­mo preventivo. He visto en la cuenca del Níger varios brasileños de Ma­naos, y en Fernando Poo infinidad de antillanos, todos muriéndose. No se juega con el Níger. Usted, que es joven, juicioso y de temperamento tran­quilo, lleva bastantes probabilidades de no naufragar en seguida. Un consejo: no cometa desarreglos ni excesos de ninguna especie; ¡usted me en­tiende! Y ahora, felicidad.

Hubo también un arboricultor que miró a mi amigo con ojillos hú­medos de enternecimiento.
-¡Cómo lo envidio, amigo! ¡Qué dicha la suya en aquel esplendor de naturaleza! ¿Sabe usted que allá los duraznos prenden de gajo? ¿Y los da­mascos? ¿Y los guayabos? Y aquí, enloqueciéndonos de cuidados... ¿Sabe que las hojas caídas de los naranjos brotan, echan raíces? ¡Ah, mi amigo! Si usted tuviera gusto para plantar allí...
-Parece que el paludismo no me dejará mucho tiempo -objetó tranquilamente mi amigo, que en realidad amaba mucho sembrar. -¡Qué paludismo! ¡Eso no es nada! Una buena plantación de quina y todo está concluido... ¿Usted sabe cuánto necesita allá para brotar un poroto... ?

Málter -así se llamaba mi amigo- se marchó al fin. Iba con el más singular empleo que quepa en el país del tse-tsé y los gorilas: el de dac­tilógrafo. No es posiblemente común en las factorías coloniales un emplea­do cuya misión consiste en anotar, con el extremo de los dedos, cuántas to­neladas de maní y de aceite de palma se remiten a Liverpool. Pero la casa, muy fuerte, pagábase el lujo. Y luego, Málter era un prodigio de golpe de vista y rapidez. Y si digo era se debe a que las fiebres han hecho de él una quisicosa trémula que no sirve para nada.

Cuando regresó de Fernando Poo a Montevideo, sus amigos paseaban por los muelles haciendo conjeturas sobre cómo volvería Málter. Sabíamos que había habido fiebres y que el hombre no podía, por lo tanto, regresar en el esplendor de su bella salud normal. Pálido, desde luego. ¿Pero qué más? El ser que vieron avanzar a su encuentro era un cadáver amarillo, con un pescuezo de desmesurada flacura, que danzaba dentro del cuello postizo, dando todo él, en la expresión de los ojos y la dificultad del paso, la impresión de un pobre viejo que ya nunca más volvería a ser joven. Sus ami­gos lo miraban mudos.

-Creía que bastaba cambiar de aire para curar la fiebre... -murmu­ró alguno. Málter tuvo una sonrisa triste.
-Casi siempre. Yo no... -repuso castañeteando los dientes. Muchísimo más había castañeteado en Fernando Poo. Llegado que hubo a Santa Isabel, capital de la isla, se instaló en el pontón que servía de sede comercial a la casa que lo enviaba. Sus compañeros sujetos aniqui­lados por la anemia- mostráronse en seguida muy curiosos.
-Usted ha tenido fiebre ya, ¿no es verdad? -le preguntaron.
-No, nunca repuso Malter-. ¿Por qué?
Los otros lo miraron con más curiosidad aún.

-Porque aquí la va a tener. Aquí todos la tienen. ¿Usted sabe cuál es el país en que abundan más las fiebres?
-Las bocas del Níger, he oído...

Es decir, estas inmediaciones. Solamente una persona que ya ha perdido el hígado o estima su vida en menos que un coco es capaz de venir aquí. ¿No se animaría usted a regresar a su país? Es un sano consejo.

Málter respondió que no, por varios motivos que expuso. Además confiaba en su buena suerte. Sus compañeros se miraron con unánime son­risa y lo dejaron en paz.

Málter escribió, anotó y copió cartas y facturas con asiduo celo. No bajaba casi nunca a tierra. Al cabo de dos meses, como comenzara a fatigar­se de la monotonía de su quehacer, recordó, con sus propias aficiones hor­tícolas, el entusiasmo del arboricultor amigo.

-¡Nunca se me ha ocurrido cosa mejor! -se dijo Málter contento. El primer domingo bajó a tierra y comenzó su huerta. Terreno no fal­taba, desde luego, aunque, por razones de facilidad, eligió un área sobre to­da la costa misma. Con verdadera pena debió machetear a ras del suelo un espléndido bambú que se alzaba en medio del terreno. Era un crimen; pe­ro las raicillas de sus futuros porotos lo exigían. Luego cercó su huerta con varas recién cortadas, de las que usó también para la división de los cante­ros, y luego como tutores. Sembradas al fin sus semillas, esperó.

Esto, claro es, fue trabajo de más de un día. Málter bajaba todas las tardes a vigilar su huerta -o, mejor dicho, pensaba hacerlo así-, porque al tercer día, mientras regaba, sintió un ligero hormigueo en los dedos del pie. Un momento después sintió el hormigueo en toda la espalda. Málter constató que tenía la piel extremadamente sensible al contacto de la ropa. Continuó asimismo regando, y media hora después sus compañeros lo veían llegar al pontón, tiritando.
-Ahí viene el americano refractario al chucho -dijeron con pesada risa los otros-. ¿Qué hay, Málter? ¿Frío? Hace treinta y nueve grados. Pero a Málter los dientes le castañeteaban de tal modo, que apenas po­día hablar, y pasó de largo a acostarse.

Durante quince días de asfixiante calor estuvo estirado a razón de tres accesos. Los escalofríos eran tan violentos, que sus compañeros sentían, por encima de sus cabezas, el bailoteo del catre.

-Ya empieza Málter -exclamaban levantando los ojos al techo.

En la primera tregua Málter recordó su huerta y bajó a tierra. Halló todas sus semillas brotadas y ascendiendo con sorprendente vigor. Pero al mismo tiempo todos los tutores de sus porotos habían prendido también, así como las estacas de los canteros y del cerco. El bambú, con cinco esplén­didos retoños, subía a un metro.

Málter, bien que encantado de aquel ardor tropical, tuvo que arrancar una por una sus inesperadas plantas, rehízo todo y empleó, al fin, una lar­ga hora en extirpar la mata de bambú a fondo de azada.

En tres días de sol abierto, sus porotos ascendieron en un verdadero vértigo vegetativo, todo hasta que un ligero cosquilleo en la espalda advir­tió a Málter que debía volver en seguida al pontón.
Sus compañeros, que no lo habían visto subir, sintieron de pronto que el catre se sacudía.

-¡Calle! -exclamaron alzando la cabeza-. El americano está otra vez con frío.

Con esto, los delirios abrumadores que las altas fiebres de la Guinea no escatiman. Málter quedaba postrado de sudor y cansancio, hasta que el siguiente acceso le traía nuevos témpanos de frío con cuarenta y tres a la sombra.

Dos semanas más y Málter abrió la puerta de la cabina con una mano que ya estaba flaca y tenía las uñas blancas. Bajó a su huerta y halló que sus porotos trepaban con enérgico brío por los tutores. Pero éstos habían pren­dido todos, como las estacas que dividían los canteros, y como las que cer­caban la huerta. Exactamente como la vez anterior. El bambú destrozado, extirpado, ascendía en veinte magníficos retoños a dos metros de altura.

Málter sintió que la fatalidad lo llevaba rápidamente de la mano. ¿Pe­ro es que en aquel país prendía todo de gajo? ¿No era posible contener aquello? Málter, porfiado ya, se propuso obtener únicamente porotos, con prescindencia absoluta de todo árbol o bambú. Arrancó de nuevo todo, reemplazándolo, tras prolijo examen, con varas de cierto vecino árbol des­hojado y leproso. Para mayor eficacia, las clavó al revés. Luego, con pala de media punta y hacha de tumba, ocasionó tal desperfecto al raigón del bambú, que esperó en definitiva paz agrícola un nuevo acceso.

Y éste llegó, con nuevos días de postración. Llegó luego la tregua, y Málter bajó a su huerta. Los porotos subían siempre. Pero los gajos lepro­sos y clavados a contrasavia habían prendido todos. Entre las legumbres, y agujereando la tierra con sus agudos brotes, el bambú aniquilado echaba al aire triunfantes retoños, como monstruosos y verdes habanos.

Durante tres meses la fiebre se obstinó en destruir toda esperanza de salud que el enfermo pudiera conservar para el porvenir, y Málter se empe­ñó a su vez en evitar que las estacas más resecas, reviviendo en lustrosa bro­tación, ahogaran a sus porotos.

Sobrevinieron entonces las grandes lluvias de junio. No se respiraba sino agua. La ropa se enmohecía sobre el cuerpo mismo. La carne se pudría en tres horas y el chocolate se licuaba con frío olor de moho.

Cuando, por fin, su hígado no fue más que una cosa informe y enve­nenada y su cuerpo no pareció sino un esqueleto febril, Málter regresó a Montevideo. De su organismo refractario al chucho dejaba allá su juventud entera, y la salud para siempre jamás. De sus afanes hortícolas en tierra fe­cunda, quedaba un vivero de lujuriosos árboles, entre el yuyo invasor que crecía ahora trece milímetros por día.

Poco después, el arboricultor dio con Málter, y su pasmo ante aquella ruina fue grande.

-Pero allá -interrumpió, sin embargo- aquello es maravilloso, ¿eh? ¡Qué vegetación! ¿Hizo algún ensayo, no es cierto?

Málter, con una sonrisa de las más tristes, asintió con la cabeza. Y se fue a su casa a morir.

viernes, 12 de junio de 2020

La discreta tierra ecuatorial

¿Recordáis la entrada sobre el Refugio ecuatorial?

Según Rafael de Mendizábal Allende en Misión en África. La descolonización de Guinea Ecuatorial (1968-1969), el territorio servía no solo como castigo (como señalábamos en Desterrado... en Guinea), sino también como «refugio más o menos solapado...» de disidentes, pero también de aquellos que necesitaban distanciarse de conflictos.

Así, aparece el poeta León Felipe como boticario en Elobey y el Cejas en Bata, o casos como por ejemplo el recogido en El fusilamiento de Matías López Morales, «cuyo padre -Matías López Rodríguez- se alistó a sus más de 50 años en el Batallón de Voluntarios enviado a Guinea en el Ciudad de Mahón, para evitar infructuosamente el fusilamiento de su hijo».

Surge, por tanto, un territorio ecuatorial como discreto retiro temporal para casos como el del coronel Félix Muedra Miñón, quien en la década de los cuarenta fue empleado por Teodomiro Avendaño, el sargento Paisa, como gerente de su empresa Bokoko (gestora de la finca Avendaño, antigua hacienda Jones):

«Muedra, había sido un militar republicano asignado al Estado Mayor del Grupo de Ejércitos de la Región Central sobre quien siempre cayó la sospecha de connivencia con los franquistas (se le señaló reiteradamente como saboteador y quintacolumnista en el frente de Madrid)».  
Así, con todo, las autoridades franquistas le condenaron a treinta años, pena que le fue conmutada inicialmente por la de seis años y un día, si bien en 1941, se decreta su libertad condicional de la prisión militar de Valencia, así como la concesión de la conmutación del destierro. En los años posteriores se le generará tanto incoación de nuevos expedientes (1943, Juzgado de Instrucción número 4 de Madrid), ejecutorias de embargos, como finalmente reconocimiento de haberes pasivos como comandante de infantería retirado (desde el 1 de diciembre de 1942) y sucesivos expedientes de indultos (1944 y 1958).

Tras la salida de prisión, vivió varios años en Fernando Poo con su familia, regresando con el tiempo a la península.

Pasado ese periodo de destierro voluntario, habría retornado a una vida discreta en España.
Como cuenta Michael Alpert en El ejército popular de la República , que «Otros profesionales de la milicia sufrieron la pérdida de sus carreras, largas penas de cárcel, a pesar de las diversas amnistías, y a menudo graves dificultades sociales y económicas. Matallana, por ejemplo, estuvo encarcelado y luego tuvo que mantener a su familia trabajando como capataz de la construcción. Bernal, que contaba ya 65 años de edad, falleció en la cárcel. Otros estuvieron diez o doce años encarcelados. A pesar de que muchos sospechaban de su aparente poca lealtad republicana, el coronel Muedra, destinado en el Estado Mayor del Ejército del Centro, tuvo que exiliarse a Guinea. En 1956, se encontraba en Madrid con "una tiendecita donde le encontré despachando jabón y lejía". Otros militares que ocuparon importantes cargos en el Ejército Popular durante la guerra, se encontraban después obligados a vivir con mucha modestia, dedicándose a hacer traducciones mal pagadas o dando clases particulares».

No tiene que ver con esta historia... pero os dejamos un bonus track en forma de carta de 1950 dirigida a Muedra en Vega y Avendaño, en el apartado postal 17 de San Carlos (Fernando Póo).





viernes, 5 de junio de 2020

Los white hunters

La entrada dedicada a La herencia "natural" de Manuel Azaña, es un clásico.
Por eso, la recordamos regularmente con motivo del Día Mundial del Medio Ambiente.

El viril "hombre nuevo" del fascismo español, se ejemplificaba en el cazador e intrépido explorador del último reducto del mundo salvaje.

Historias hay muchas... por ejemplo la de los divisionarios Juan Chicharro Lamamié de Clairac y Francisco Soriano Frade. El primero fue Subgobernador en Guinea, presidente honorario de la Hermandad de la División Azul y autor de "En el país de los elefantes", en el que predominan los relatos de caza.

El segundo, «el 1 de abril de 1939 se presentó voluntario para un traslado a África. Así es como llegó en 1941 a Guinea Ecuatorial donde sirvió como oficial de la Guardia Colonial. Su destino era el distrito de Rio Benito y Cogo a donde había llegado el 29 de junio de ese año. Tenía el grado de teniente era el administrador territorial de esa zona. (...) Pero fue poco el tiempo que estuvo destinado en Guinea porque a principios de 1941 regresa a la Península para apuntarse como voluntario en la División Azul.»

Pero centrémonos en uno de los white hunters más emblemáticos del fascio:

Olaechea el último cazador

Basilio Olaechea,
cacería de elefante de
diciembre de 1947.
«Otra leyenda vasca en Guinea fue el último gran cazador blanco de época colonial: Basilio Olaechea Orruño. Nacido en Baracaldo, Olaechea se convirtió en una leyenda como cazador mayor en África en la segunda mitad del siglo XX. Era atlético, fornido, y, en opinión de sus contemporáneos, de un arrojo que rayaba la temeridad. Su puntería era legendaria; Ramón Tatay dijo de él: “Olaechea, que es tal vez el mejor tirador que ha cazado en Guinea, hizo correr una piedra a tiros de mosquetón a más de cincuenta metros, ante los asombrados ojos de sus acompañantes”. La vida de Basilio Olaechea parece merecedora de una novela de aventuras; sus hechos podrían haber servido de inspiración a los maestros del género africano, como Rider Haggard o Edgar Rice Burroughs. Olaechea destacó entre otros white hunters por su férreo carácter, adaptabilidad, y pasión por la caza y los espacios vírgenes. Su vida sólo tuvo sentido arma en mano y perdido en un mundo fronterizo, que desapareció con la partida —en la segunda mitad del siglo XX— del mundo colonial. “El capitán Olaechea —escribió un militar español de aquella época— fue cargado por un elefante al que no pudo parar con su mosquetón, y se encontró en el suelo, con el animal sobre él, intentando clavarle los colmillos. De tal modo, que una pata delantera del elefante estaba entre las dos piernas del capitán. En estas circunstancias, su cazador disparó sobre el elefante a dos metros de distancia, y, aunque no lo mató, logró que el animal le cargase, abandonando al capitán”. Más tarde explicó cómo la heroicidad del pistero guineano, que salvó in extremis la vida del vasco, no era ni mucho menos habitual: “Si, en lugar de Olaechea, se hubiese tratado de otro europeo, probablemente el indígena hubiera huido como hicieron todos los demás”. Fue sin duda este desdén por el peligro lo que situó la figura del guerrero vasco en un lugar venerable, de mito africano, tanto para los colonos blancos como para los nativos.

El cazador Basilio Olaechea Orruño tras abatir a dos gorilas machos.
Fuente: el libro “La Caza en Guinea” de Ramón Tatay, editado por Espasa calpe en 1954.

Un rifle de Eibar en la selva

Nacido en una familia de clase humilde, no dudó en fugarse a Burgos y alistarse como voluntario en el bando nacional al estallar la Guerra Civil Española. A pesar de ser menor de edad, le hirieron en tres ocasiones, por lo que recibió varias condecoraciones. Tras el conflicto —después de conseguir el título de bachiller en el Instituto Ramiro de Maeztu de Vitoria— decidió quedarse en el ejército, donde, merced a su fuerza física y a su recio carácter, continuó ampliando su leyenda. Destacó como instructor militar y como deportista fue campeón de gimnasia de la Academia de Infantería. Los que le trataron aseguraban que su fortaleza y resistencia no conocían límites.

Cuando al terminar la Segunda Guerra Mundial Olaechea fue destinado a Río Muni, el territorio había comenzado su camino hacia la independencia. Allí ejerció como Administrador de diversas regiones, hasta que, por fin, en 1962, fue nombrado Gobernador Civil de toda la Región Continental. Como tal, bregó con independentistas -incluido Macías Ngema, que luego se convertiría en dictador sanguinario- y fue testigo de excepción de la emancipación progresiva de un país que clamaba por su libertad.

Compaginó sus deberes de funcionario y mando militar —es autor de un tratado sobre la guerra de guerrillas en el bosque ecuatorial— con su verdadera naturaleza, que de continuo le lanzaba a la espesura en busca de las más arriesgadas aventuras cinegéticas. Para sus hombres, los soldados de la Guardia Colonial (luego Guardia Territorial), fue casi como un Dios, hasta el punto de que le profesaban una lealtad ciega. Finalmente, en 1966, quien tantas veces había burlado a la muerte, pereció en Bilbao víctima del cáncer. Su desaparición fue un presagio, ya que, muerto Olaechea, su mundo colonial no tardó en seguirle a la tumba.»


En cualquier caso, no podía faltar el ibérico Roberto Alcázar (y su compinche Pedrín) como "Robinsones del África", que no es igual que "Tintín en el Congo"... pero cubre cuota como intrépido aventurero español.

lunes, 1 de junio de 2020

La segunda oleada


Instructivo de La Guinea Española
para el uso de mascarillas.
En la entrada El #YoMeQuedoEnCasa de 1921, recordábamos cómo en el verano de 1921 la gripe asoló la isla, anulándose ese año los festejos patronales dedicados a Santiago en Baney. La gripe del 18 -conocida popularmente como española- había llegado con retraso, pero llegó.

«Con el trote de una verdadera invasión hemos sentido llegarse a ésta, aunque en formas benignas, la famosa afección gripal, que tantos estragos hizo en días no lejanos en todo el mundo: nosotros hasta ahora éramos una excepción y no sabemos por dónde se nos ha colado de tal manera el atrevido huésped que apenas si hay casa en a población que no cuente con varios atacados; ha sido cuestión de días, por no decir horas, su toma de posesión».

Banderín de la Cooperativa
Indígena del Campo
de Bacaque Grande
(creada en 1951).
Los primeros casos de agosto no generaron alarma, pero conforme avanzaba la expansión de la pandemia, la población local entró en pánico: se dispersaron comunidades enteras huyendo del contagio social. Y poblados como Bakake fueron abandonados y refundados al año siguiente en otros lugares con mejores garantías de salubridad, al igual que los pobladores de Barépara se mudaron al actual emplazamiento de Bososo. O como las familias de Bakoñá y Batuy que crearon una nueva población junto a la solitaria capilla de Bopa.

Años después, La Guinea Española recordará que visitando la zona continental «don Ángel Barrera y el Sr Loygorri, al adentrarse muchos kilómetros al interior cuando, al atravesar ellos cierta zona, se hallaban todavía los cadáveres insepultos de tantos como la gripe y la viruela habían consumido».

Así con todo, pasó la gripe y tras el correspondiente Bokottekotte, ceremonia religiosa que significa literalmente "estruendo" o "grande ruido", los malos espíritus fueron exorcizados y arrojados de los poblados, retornándose a la normalidad.

Contaba La Guinea Española que ese ritual «tiene lugar después que un pueblo ha sufrido por larga temporada una mortal epidemia o gran calamidad como la gripe o la viruela. El Bojiammo señala el día de la ceremonia, en el cual todos han de procurarse una ramita de palmera por nombre losala chiké. A la puesta del sol, el bojiammo cargadísimo de innumerables amuletos dice a grandes voces: "Biloppéé, obuí, obuí, obuí -Espíritus condenados salid de aquí, afuera, afuera-". En diciendo estas palabras y armado del basalachiké y un garrote da con todas sus fuerzas garrotazos por las paredes interiores y exteriores de su choza. Los vecinos que ya está preparados también con gruesos garrotes y basalachiké en oyendo el ruido de la choza del Bojiammo, ejecutan idéntica operación en las suyas repartiendo garrotazos a diestro y siniestro gritando a una: "Biloppéé, obuí, obuí". Con esto fácilmente se comprende el bullicio y alboroto y estruendo infernales que se producen en el poblado. Verificada la operación en el interior de las chozas, salen todos los hombres a la calle y capitaneados por el propio Bojiammo siguen golpeando las paredes exteriores de las chozas y dando las mismas voces. Así recorren todo el poblado hasta llegar a los arcos que hay en sus entradas. Llegados aquí dicen: "Ajo to lo poalesijé loe palam jalo -Hasta aquí os hemos arrojado, no entréis otra vez jamás en el poblado-", Dichas estas palabras dejan allí mismo las palmas y los garrotes y vuélvense a sus casas, creyendo muy firmememente que todos los espíritus perversos, han huido espantados, del pueblo sin atreverse a entrar más en él».

Sin embargo, unos meses después, en enero el periódico relataba que «Mal año comenzamos: sobre no hallar despejada la incógnita que nos legó el pasado, nos tememos que los males van a llover sobre mojado. No hemos lamentado lo bastante los destrozos causados entre los indígenas por la gripe y viruela, pero lo sensible es que cuando creíamos el mal vencido, vuelve a erguirse con nueva gallardía entre diferentes poblados indígenas y aún entre braceros de fincas. en Rebola, Baney, Bakoñá y otros pueblos del Este; como también en Zaragoza, Botenós y Basakato, ha habido bastantes casos de castigados (...) que se acentúan por la falta de aislamiento conveniente de los atacados. Mucho nos llama la atención por tratarse del tiempo de seca, el menos a propósito para la fecundación de los gérmenes...».

Es decir, hubo un rebrote que todavía se notaba avanzado el 1922 cuando pese a que ya no parecía haber gripe en el territorio ecuatorial, el vapor San Carlos fue puesto en cuarentena tras detectarse enfermos en su ruta de vuelta a la península.


El confinamiento de
los viajeros del San Carlos.


Así que, aunque desconfinemos y concluya el #YoMeQuedoEnCasa, tomemos precauciones ante el COVID-19.

Y si te interesa este tema, le hemos dedicado alguna entrada más en este paseo por la calle 19 de Septiembre de la vieja Santa Isabel:

miércoles, 27 de mayo de 2020

Condena a Francisco Saez Hernández

El portal Víctimas de la Dictadura en Castilla-La Mancha recoge la ficha de:
Francisco Saez Hernández (de profesión jornalero), natural de Casas Ibáñez.

Acusado por su militancia -entre otras del sindicato UGT y presidente de la Casa del Pueblo- y por sus cargos. Estaba en Fernando Poo cuando estalló el conflicto bélico y se desplazó hasta la España republicana.

Según Guinea mártir: Narraciones, notas y comentarios de un condenado a muerte de Pozanco, Francisco Sáez estaría entre «los refugiados en Libreville (Gabón), [que] se dirigieron a España, también como todos los anteriores, vía Francia, (...) ¡La conducta de estos compatriotas, marchando a España, contrasta con la de algunos que han preferido el exilio y sus consecuencias, a incorporarse a la defensa de su país!».

Una vez repatriado a la zona republicana peninsular, cruzando datos se podría reconstruir que -al igual que Rafael Matamala, el farmacéutico de BataRodrigo Miralles, exiliados tras la toma de Bata,- habría ingresado unos meses después al Instituto de Carabineros.

El consejo de guerra del 27 de mayo de 1940 le condenó a seis años y un día de prisión. Salió en libertad condicional el 7 de junio de 1941 y en definitiva el 28 de marzo de 1945, tras redimir 84 días de pena por trabajo.
Edad: 34
Sexo: Hombre
Estado civil: Casado/a
Residencia: Pozo Lorente
Filiación sindical: UGT
Cargo público: Presidente de la Casa del Pueblo
Inicio de la condena: 22/06/1939
Fin de la condena: 07/06/1941
Delitos: Auxilio a la rebelión
Tribunal: Causa 4575-39 (Casas Ibáñez)
Sentencia: Seis años y un día
Fuentes: Archivo General e Histórico de Defensa 14951/2
Investigadores: Julián Vadillo Muñoz

martes, 19 de mayo de 2020

El caso de Joaquín Martí

En este paseo por la Calle 19 de Septiembre de la vieja Santa Isabel son recurrentes los barcos y su tripulación: surgen de vez en cuando el Fernando Poo, el Méndez Núñez, el Ciudad de Mahón, el Santa María o incluso el Isla de Panay.

Pero por el puerto de Santa Isabel pasaban más barcos. Te contamos el caso de Joaquín Martí Ballester, marinero de un barco pesquero.

La Universidad de Alicante ha elaborado una base de datos de La represión franquista en la provincia de Alicante, y entre la biografías recopiladas se encuentra la suya:
Banyeres de Mariola / L'Alcoià
Natural y vecino de Banyeres. Helador / Marinero, de 35 años. En julio de 1948 fue trasladado desde Bilbao hasta el Reformatorio de Alicante, adonde llegó en septiembre, siendo entonces sancionado por el Gobierno Civil con un arresto de treinta días. Según el informe de la guardia civil, perteneció a UGT y a la CNT a corta edad. El alzamiento militar le sorprendió en Santa Isabel (Fernando Poo), como tripulante de un barco de pesca; desembarcó en 1937 en Barcelona para responder a la llamada de su reemplazo; prestó servicio en la 46 División, 121 Brigada; estuvo preso en los campos franceses de Argelés y Saifot, y en una Compañía de Trabajadores, haciendo fortificaciones, también durante la ocupación alemana; al acabar la guerra, intentó marchar a América clandestinamente, en un barco griego, pero finalmente fue detenido por las autoridades de Baltimore y devuelto a Rotterdam, donde en el Consulado español le dieron el pasaporte pero no el visado para entrar en España: fue detenido al llegar en un barco a Bilbao. Su padre era Joaquín Martí Esteve. Además, un tío suyo, que había sido alcalde durante "la dominación roja", estaba exiliado en el África francesa.
(Fuente: AHPA. Legajo 939).

domingo, 10 de mayo de 2020

Sombreros de copa en Fernando Póo

Susana Cuartero Escobés documenta en La masonería española en Filipinas un artículo aparecido en el Diario Mercantil (1896) sobre «los trabajos filibusteros» que conspiraban para la independencia tanto de Filipinas como de Cuba. Se trata de un eufemismo periodístico para aludir a la masonería, cuya labor en la emancipación de los territorios de ultramar era «… menos inofensiva que la moda de los sombreros de copa en Fernando Poo…».

¿Significa eso que no se usaban sombreros de copa en Fernando Poo? ¿Que no había anhelos de independencia entre la población local? ¿O que tal vez no hubo masonería en el territorio ecuatorial?

Por la propia idiosincrasia de la francmasonería -es discreta por naturaleza- y las décadas de represión a la que ha sido sometida, es difícil recabar información... pero definitivamente la hubo y en este paseo por la Calle 19 de Septiembre de la vieja Santa Isabel es posible recopilar indicios de la misma:
  • La historiografía franquista, cuando se refiere al pequeño colectivo de los frentepopulistas de Río Muni se referirá a ellos como «una docena de descontentos sin prestigio ni arraigo: un comerciante de Santa Isabel, don Jaime Gay Compte, hombre apasionado y violento; un contratista de Obras, José Serrano Roldán, aventurero procedente de Tánger, que había creado en la isla un logia llamada "Fernandina número 17", filial de otras de Valencia y Barcelona; un médico, Abelardo Lloret, y unos cuantos funcionarios de menor cuantía y colonos descalificados».
Es decir, no sólo hubo masonería, sino que también hubo una logia local... que fue perseguida por los ganadores de la guerra civil. Se trata de la Logia Fernandina (no confundir con las agrupaciones tradicionales de los criollos fernandinos) constituida en 1929. De hecho, los propios fernandinos eran según Julián Arija -colono y periodista- «protestantes y francmasones en gran mayoría, afiliados a logias inglesas», organizaciones locales en las que -según Gustau Nerín- «se hermanaban blancos y negros».

Bando publicado por La Guinea Española en noviembre de 1936.

Ese hermanamiento cesará con el triunfo del golpe de Estado el 19 de septiembre, ya que la masonería fue duramente reprimida. 

En el caso de los masones, el ensañamiento fue doble, ya que no sólo se aplicaban las consabidas sanciones por la vía administrativa, civil y/o militar a los detractores del golpe de Estado: los acusados de pertenecer a la masonería están expuestos tanto a las arbitrariedades del consabido Tribunal Regional de Responsabilidades Políticas como a otro específico, el Tribunal Especial para la Represión de la Masonería y el Comunismo, creado más tarde. No podría ser de otra forma, si incluso Franco -bajo el seudónimo de J. Boor- afirmaba en el artículo El gran secreto (1948), que «de origen masónico fueron todos los movimientos revolucionarios que en siglo y medio se suceden en nuestro territorio, y los de secesión de nuestros territorios de América, y masones los gobernantes y generales comprometidos en todas las traiciones que mutilaron nuestra Patria. Masón era Morayta y los que con él desde España alentaron la insurrección cubana, y masones los que en las Cortes, y a espaldas de aquel Ejército, los traicionaron para la renuncia y la rendición...».
Juan Fontán, en su discurso de toma de posesión como gobernador general y Jefe Provincial de Falange Española Tradicionalista y de la JONS, no deja lugar a dudas «el Generalísimo de nuestros ejércitos, siempre vencedores, el hombre providencial que Dios pu­so en el camino de España, para sal­varla de caer en la ruina en que que­rían sumirla sus enemigos declarados, los marxistas, y los enemigos ocul­tos, el judaísmo y la masonería».

Os contamos algunos casos recogidos en el blog.
Documento sobre Francisco Del Rosal
que habla de su vinculación a la Fernandina
  • José Serrano Roldán, «que había creado en la isla un logia llamada "Fernandina número 17", filial de otras de Valencia y Barcelona» fue sometido a la Causa 518/36 «por tenencia ilícita de arma, al acreditarse que una pistola encontrada en un bosque, con la numeración raspada, era de su propiedad». La fiscalía solicitó para él cadena perpetua siendo finalmente condenado a 10 años de prisión. A eso, habría que incluir el destierro e incautación de bienes acostumbrado por el Tribunal Regional de Responsabilidades Políticas de Santa Isabel, que acabaría con una subasta pública de sus propiedades. Participó en la fuga más mítica del campo de concentración de Gando, pero esa es otra historia...
  • Jaime Gay Compte (o Conte en este caso), el "socio" de Serrano, cuenta a su vez con una ficha a nombre del sr. "Galiay" por delito de masonería en el Tribunal Especial para la Represión de la Masonería y el Comunismo.
  • Francisco Del Rosal, militar de carrera, perteneció a la Logia Cabo Espartel, situada en la zona de Alcazarquivir (Marruecos), con el nombre de "Galdos". En 1930 tramita una licencia por asuntos particulares y se traslada a la Guinea española en donde se vincula con la Logia Fernandina. Con la proclamación de la República regresa a la península y se reincorpora al ejército, manteniéndose leal al gobierno tras el golpe de Estado de 1936. Destacó como dirigente de la Columna Del Rosal integrada por milicianos de la CNT. Empujado al exilio, escribía a las autoridades mexicanas: «Soy de los que aun con amnistía (si la dieran) no podré nunca volver a España, porque aunque no robé ni asesiné, soy en cambio masón, que es mucho peor que nada para la España de hoy». Falleció en 1945 exiliado en Nicaragua.
  • En la dialéctica local, era tradicional que los claretianos señalaran como masones a los gobernadores con los que entraban en contradicción. Así, identificaban al gobernador José Barrasa Fernández de Castro como masón grado 33 (sic) por su empeño en crear la escuela pública en el territorio, «Barrasa se opuso a que las religiosas se estableciesen en Elobey y no permitió que hubiese más de tres en el colegio ya fundado de Corisco, añadiendo que, si de él dependiera, no habría ninguna. Para mayor sinceridad y lealtad a la masonería, sin permiso de la metrópoli, abrió una escuela laica…», al igual que lo hicieron también con José de la Puente Bassave, «rabiosamente sectario y con indudables pintas de masón», o incluso con Ángel Barrera y Luyando. En el caso del viejo Gobernador que murió descalzo recogemos la historia Miguel Núñez del Prado, realmente único gobernador de la Guinea española del que se tiene constancia que fuera integrante de la masonería. En la misma se denominaba "Lafayette", nombre con el que -todavía- se dirigió en 1933 a la Fernandina expresando los «sentimientos fraternales y ofreceros de manera especial nuestra [de la logia Unión núm. 88] entusiasta colaboración en la obra masónica». En el periodo republicano se afilió a la Unión Militar Republicana Antifascista-UMRA (la misma organización que salvó al crucero Méndez Núñez de pasarse a los golpistas). Cuando la sublevación militar de julio de 1936 se mantuvo leal al Gobierno hasta el punto de que accedió a ir a Zaragoza a intentar revertir la insurrección en la ciudad del general Cabanellas (también masón), siendo detenido al aterrizar y fusilado (tras robarle las botas).
  • En el cartero de Bata, esbozamos la historia de Isidro Álvarez, criado en Asturias pero nacido en Cuba: significado como uno de los apoyos de la administración pública al subgobernador, salió huyendo reintegrándose al cuerpo de correos en el territorio republicano. Con el avance de los golpistas, se suma a la retirada a Francia (en noviembre de 1937 el gobierno de Burgos decretó su suspensión del servicio). En el blog deportados de Asturias relatan su periplo por diversos campos tanto en Francia como en Alemania, hasta que «en mayo de 1943, fue llevado a una prisión de la capital alemana y desde allí enviado a la cárcel de Laufen, a orillas de Danubio». Es probable que como nacido en Cuba fuera confinado con menor rigor que otros republicanos, por lo que  «Tras año y medio de cautiverio Isidro y sus improbables compañeros de prisión se beneficiaron de un intercambio de prisioneros auspiciado por las Naciones Unidas. Como hombres libres, en febrero de 1945 llegaron al campo de refugiados de Philippeville, Argelia». Con el fin de la guerra mundial, solicita la repatriación: «Se abrió así un proceso en el Tribunal Especial para la Represión de la Masonería y el Comunismo, en el que la principal prueba documental en su contra era una simple comunicación de 1936 de la Logia Jovellanos de Gijón con la Logia Constancia de Ourense interesándose por los antecedentes de aquel funcionario de Correos que había manifestado su voluntad de entrar la masonería. En el verano de 1947 el tribunal dicto sentencia absolutoria, dejando así vía libre para su retorno a España». Esa carta y los únicos informes desfavorables remitidos desde Bata la impedirán reincorporarse a su puesto en correos. Hasta que «a comienzos de 1970, Isidro reclamó una vez más su reintegración en el cuerpo de Correos. A punto de cumplir los setenta años, era la última oportunidad que le quedaba de volver a formar parte de la Administración y obtener así una pensión por los veinte años de servicio. En esta ocasión no hubo ningún informe negativo, y todo indica que in extremis Isidro volvió a ser funcionario del Estado por unos meses».
  • El caso del médico narra el acoso al doctor José Villaverde de Beitia, médico separado del Servicio Sanitario Colonial el 31 de octubre de 1938 porque «por su conducta había de considerárselo contrario al Movimiento Nacional, como consecuencia de una información sobre actividades de la Masonería en la Colonia, practicada por un Juez Militar, que dio lugar a la resolución del Gobernador General de Guinea de 19 de octubre de 1938».
  • En El exilio de Joaquín Mallo e Incautaciones de bienes a Joaquín Mallo, se recoge el proceso de exilio, incautación de bines y fallecimiento del finquero, presidente del Consejo de Vecinos, diputado y presidente de la Cámara Agrícola. En el portal Villa de Chía, completan con un «vista su trayectoria, es muy posible que fuera miembro masónico vinculado a la Gran Logia Española (desde alguna de las muchas logias madrileñas de la época) y con contactos en la Asociación Masónica Internacional». De hecho, José Antonio Ferrer Benimeli  en su libro "Masonería, política y sociedad" le atribuye incluso el grado 33. 
  • El médico del penal documenta igualmente la detención del doctor Abelardo Lloret Peralt, detenido en Santa Isabel el 19 Septiembre 1936. Tras sucesivas privaciones de libertad, es condenado en mayo de 1944 «como autor de un delito consumado de Masonería, (...) a la pena de doce años y un día de reclusión menor, accesorias legales de inhabilitación absoluta perpetua». Dos años después, el Juzgado de Instrucción número 2 de Las Palmas de Gran Canaria hace saber que ha sido sobreseído el expediente de responsabilidades políticas y «ha recobrado la libre disposición de todos sus bienes».
Según La Guinea Española, hojas de inscripción de la Logia Fernandina

Ante la duda, -una vez más- La Guinea Española es esclarecedora. En abril de 1937 publica un artículo en el que -tras acusar a la masonería de fomentar el separatismo americano y filipino en el siglo XIX- se centra en el territorio ecuatorial: «no es una incógnita el que en Sta. Isabel, años pasados, bajo la obediencia de la Gran Logia Española, fundada en 1885 Calle Zurbano, 1º Barcelona y Alcalá 171 (Hotel) Madrid, funcionaba un Taller masónico establecido en la calle Castilla con el nombre “Fernandina” y cuyo Venerable fue el conocido abogado José Rumbao; poco antes y por poco tiempo debía estar el taller en la Calle Armengol Coll. (…) Poco hemos investigado sobre el tema en el Continente; pero allí no se quedaron atrás y mucho se significó en ese orden masónico Higinio Mazorra, masón de mucha consideración entre sus principales como lo evidencias los documentos que no tenía inconveniente en mostrar; de ahí procedían también los dirigentes de la revuelta del continente».

Fotografía que Gilda Mazorra envía en 1919 a su hermano Higinio, previendo su regreso de Estados Unidos al estallar la I Guerra Mundial. Al dorso de la tarjeta está manuscrito: ' Para que me conozcas,/ y cuando vengas no te/ equivoques al saludarme/ te envío este retrato/ tu hermana que te quiere/ mucho. Gilda 7=IIII=1919'.
Extraída de "Las fotografías de mujeres entre las fotografías de origen masónico del archivo general de la Guerra Civil española".
  • Sin más información sobre Higinio Mazorra Setién salvo su origen cántabro (de Villacarriedo), y que previo a su arraigo en el territorio ecuatorial había trabajado en Cuba y en Estados Unidos. Era afiliado del Frente popular, que estuvo entre los huidos a Camerún tras la caída de Bata. Celeste Muñoz le incluye en la relación de personas citadas por la Comisión de Incautación de los Territorios del Golfo de Guinea, y el Tribunal Regional de Responsabilidades Políticas le condenó en 1940 a «quince años de destierro de estos territorios y la pérdida total, de sus bienes en esta Colonia», exonerando de culpa a su hermano Jesús. Cuenta con sendos expedientes de indulto tanto de la Audiencia Provincial de las Palmas como del Juzgado de 1ª Instancia y Apelación de Santa Isabel, por lo que se entiende que fue igualmente juzgado en Las Palmas y cumplió pena de prisión. El archivo deja igualmente constancia de su pertenencia a las logias Perfección Martí de Palos (La Habana) e Hijos de Acacia de Alacranes (Huelva).
  • De José Rumbao y Conde no hay mucha información... nacido en 1900 en Allariz (Orense) y abogado de profesión, en su expediente del colegio de abogados de Madrid consta que fue procesado en 1929 en Guinea, revocándose el auto por la Audiencia de Las Palmas a petición conjunta del fiscal y su defensor. Años después, el gobierno de la República le instruyó en 1937 expediente por posible desafección al régimen; le acusan de confraternizar con supuestos quinta columnistas en Madrid, si bien se puede rastrear casos en los que -como abogado- intercedió para sacar de prisión a detenidos por las autoridades republicanas. Posteriormente los tribunales franquistas le acusaron de delito de masonería. Fue condenado a 12 años de prisión e inhabilitación absoluta y perpetua. Años después encontramos noticias del "abogado de Sigüenza" en la provincia de Guadalajara.
  • Es llamativo el caso de Otto Löbig, el relojero de Cartagena: marcado como antifascista, su negocio es destrozado y emigra con su familia a Fernando Póo en 1939, buscando el anonimato como comerciante. En uno de sus viajes, el buque "Escolano" es detenido por los franceses y se llevan a Löbig por ser alemán, iniciando un periplo por prisiones del norte de África. Con la caída de París, las autoridades colaboracionistas con la Alemania nazi, le entregarán, recayendo finalmente en el Campo de Concentración de Dachau. Sobre la masonería, hay constancia de que en 1931 la logia Lealtad nº6 no le aceptó. Pero Löbig, protestante de origen y rebautizado católico al contraer nupcias, no tendría problemas en adherirse a la masonería cartagenera, muy vinculada al protestantismo ibérico. De hecho, su nieto lo describe como "rosacruz, masón y superviviente de un campo de concentración". Exiliado, falleció de un ataque al corazón en Maiquetía, Venezuela, el viernes 28 de enero de 1977. 
Pero seguro que hay más casos de represaliados por su pertenencia al taller de Fernando Poo, como Segundo Sabio Dutoit, aunque él fue absuelto de los cargos, al contrario que Antonio Costa Roca, Secretario de la Cámara Agrícola, identificado como masón y condenado por el TRP a la pérdida total de sus bienes en la colonia y seis años de destierro.

Faltaría, por ejemplo, indagar más sobre la participación de la población local. En el imprescindible Guinea Ecuatorial (des)conocida: (Lo que sabemos, ignoramos, inventamos y deformamos acerca de su pasado y su presente), se recoge cómo la población local en la búsqueda por ascender socialmente se incorpora a la Logia Fernandina, junto a liberales y republicanos españoles. Igualmente se darán casos de pertenencias a talleres ingleses o franceses con presencia en otros países del continente. En PARES tiene ficha del Tribunal Especial para la Represión de la Masonería y el Comunismo, entre otros, Guillermo Barleycorn Beckley (archivada por ser súbdito inglés), Eduardo Barleycorn Atti, los hermanos Abilio y Manuel Balboa Arkins o Daniel Macati Kinson... «También eran masones varios portugueses [tal vez Arturo da Costa Leal y Joaquín Pedro Pedrosa] asentados en la colonia, el sirio David Nauffal, el cónsul de Liberia G. M. Johnson y el pastor metodista británico George Bell. En 1944, cuando el Tribunal para la Represión de la Masonería y el Comunismo comenzó a citarles para su procesamiento, Carrero Blanco, a propuesta del gobernador Bonelli, ordenó a su presidente que excluyera de su jurisdicción a los indígenas guineanos, pues no habían sido plenamente conscientes del carácter maléfico de las logias, a las que habían entrado debido a su cultura británica y para imitar a los españoles, los verdaderos responsables».

Especialmente revelador será este testimonio de «Edward Barleykorn, un marchito y sabio anciano que me habló de su larga vida como cultivador de cacao. (Como de pasada, mencionó que, al final de la guerra civil española, le habían embarcado rumbo a España junto con otros masones. Los masones blancos habían sido ejecutados por los franquistas; él, que pertenecía a una logia de Sierra Leona, quedó libre)».

En el Centro Documental de la Memoria Histórica se puede acceder igualmente a esta imagen:



Fotografía en formato cabinet en plano medio de Blas Barrera Ferrán, miembro de la Logia Fernandina. Pende de su cuello joya del grado 33.



La fotografía está pegada a portafotos de cartón, en cuyo dorso, manuscrito en tinta, se puede leer: 'A los qq:.hh:.de la Resp:.Log/ 'Fernandina'/ su h:./ B:.B:. Garibaldi.g:.33:./ Blas Barrera Ferrán/ Barcelona-calle/ Tresllits 6'. Al dorso además sello de tinta del fotógrafo: ' RAFAEL DELMONTE/ FOTOGRAFO/PUERTO-PRINCIPE'. 

Perdido en la historia queda el caso del cura Galeote, sacerdote castrense en Fernando Poo. Éste cometió un magnicidio en 1886, décadas antes que Restituto Castilla, al asesinar al diputado y primer obispo de la diócesis de Madrid-Alcalá. Asesino confeso, se le acusó de ser «masón del grado 9°». Si bien según el escritor canario Benito Pérez Galdós, «la prensa ultramontana ha dicho que Galeote era masón, y aún indica la logia a que pertenecía, y el nombre o número que usaba en aquella misteriosa asociación. Pero al sostener esto, los ultramontanos no han añadido ninguna prueba. Debemos ponerlo en duda, y creer que tal especie no tiene más objeto que echar la culpa del crimen a las ideas liberales que con más o menos fundamento, se asocian por algunos al instituto masónico. También se dijo que el cura Merino, que dio la puñalada a la Reina Isabel, era masón; mas no resultó cierto. El baldón que sobre el clero arroja la mano aleve de Galeote es demasiado grande para que los defensores del Estado eclesiástico no quieran arrojarlo sobre otra cabeza».

O incluso se suele desconocer la condición de masón de Sir Richard Burton, cónsul británico en Santa Isabel en la década de los 60 del siglo XIX, cuando España apenas daba pasos titubeantes por retomar la administración del territorio insular. En el caso de Burton, está documentado que durante su servicio en el ejército de la Compañía de las Indias Orientales se inicio en la Logia Esperanza (Hope Lodge #337) de rito escocés, con sede en Karachi (Kurrachee en esa época), actual Pakistán, a la que se incorporó precisamente durante los primeros años de su creación.



Esta acumulación de referencias personales son un indicio evidente de que la masonería sí tuvo presencia en el territorio. No podía ser de otra forma, si ya el 30 de noviembre de 1922, José Freixa Martí, Julián Rodríguez Ballester y Juan Vich Company, comisionados por las logias canarias Añaza, Abora y Andamana, y con Amado Zurita Colet (grado 33 de Añaza) como presidente acordaron la tramitación de un nuevo Taller denominado Gran Logia Regional de Canarias, «cuya jurisdicción comprenda el Archipiélago Canario, costa occidental de África y posesiones españolas del Golfo de Guinea». Éste taller tuvo un complejo proceso de creación, que fue truncado con la represión que sufrió la masonería en Canarias tras el triunfo del golpe de Estado.

En cualquier caso, resulta paradójico el ensañamiento con la masonería en el territorio, si precisamente la consolidación del mismo se debió a las exploraciones del alavés Manuel Iradier y Bulfy, que fue francmasón y secretario de la logia Victoria nº 134 de Vitoria con el nombre simbólico de Lurrac Villazen (Lurrak Billatzen -en la grafía actual del euskera-) que significa 'Buscando tierras'.

O incluso el detalle de que la masa principal de colonos tras la retirada de la administración británica procedía de las deportaciones forzosas por razón política, entre la que había masones además de liberales, republicanos y carlistas peninsulares... pero también cubanos, portorriqueños y filipinos (¿alguien se acuerda de la presencia filipina o portorriqueña en el territorio? Eso da para otra entrada...), siendo algunos de ellos sin lugar a dudas integrantes de diferentes talleres. Al fin y al cabo, en esos territorios insulares ser masón suponía un delito doble por «el crimen a las ideas liberales que con más o menos fundamento, se asocian por algunos al instinto masónico», como decía Benito Pérez Galdos, y por imputarles la connivencia con los procesos independentistas, como recordaba La Guinea Española. De hecho, el cubano y deportado Francisco Javier Balmaseda, en Los Confinados a Fernando Poo dejaría constancia de que «los españoles, con pocas excepciones, tienen indecible horror á la masonería, cuya humanitaria y grandiosa institución no comprenden».


Cerramos esta entrada con un documento muy especial: la fotografía anónima de un deportado cubano al que el fotógrafo Otto Schkölziger identifica como "masón de la isla de Cuba. Fue exiliado a la isla Fernando-Po", con fecha estimada entre 1891-1906.

Placa conmemorativa de las deportaciones de cubanos. Ubicada en la actual avenida de la Independencia de la ciudad de Malabo.



miércoles, 6 de mayo de 2020

75 años de la liberación de Carlitos

Ayer publicaba El Diario: Las pruebas de la responsabilidad franquista en la deportación de españoles a campos nazis, a 75 años de su liberación:
El 5 de mayo de 1945 una unidad del Ejército estadounidense liberó el campo de concentración nazi de Mauthausen, llamado "el campo de los españoles" debido al gran número de compatriotas que sufrieron y/o perecieron tras sus alambradas. La liberación no fue un acto premeditado y tuvo poco de épico. Un pelotón de 23 hombres, liderado por el sargento Kosiek, se topó por casualidad con el recinto mientras realizaba una misión rutinaria de reconocimiento. Los SS habían huido y dejado la custodia de decenas de miles de famélicos prisioneros a un asustado grupo de policías de Viena que no tardaron ni un segundo en rendirse.

Los libertadores apenas estuvieron cuatro horas en el recinto porque recibieron la orden de regresar a su base con los cuatro únicos prisioneros estadounidenses y británicos que había en el campo. El resto de los "liberados", un ejército de hombres y mujeres enfermos, desesperados y hambrientos, quedaron abandonados entre un océano de cadáveres. Afortunadamente, la organización clandestina internacional, creada por los propios prisioneros españoles durante su cautiverio, se hizo con un arsenal de armas y mantuvo un cierto orden hasta que, casi 24 horas después, llegó el grueso de las tropas estadounidenses. La pesadilla había terminado.

Mauthausen fue el último campo de concentración nazi en ser liberado. Su importancia histórica para nuestro país no fue reconocida hasta el pasado año. Desde 2019, el 5 de mayo es considerado oficialmente el Día de Homenaje a los españoles deportados y fallecidos en campos de concentración y a todas las víctimas españolas del nazismo. Más de 9.300 de nuestros compatriotas, de los cuales al menos 300 eran mujeres, sufrieron años de cautiverio en los campos de la muerte de Hitler.

5.500 de ellos perecieron en ellos de la misma forma que los judíos, los gitanos, los soviéticos, los testigos de Jehová o los homosexuales: en la cámara de gas, ahorcados, apaleados, en macabros experimentos médicos, devorados por los perros, de hambre, de todo tipo de enfermedades… Mauthausen y su letal subcampo de Gusen son el símbolo de la deportación española porque por ellos pasó el 80% del total: más de 7.500 hombres y mujeres. El resto se repartió por Dachau (756), Buchenwald (636), Ravensbrück, Bergen Belsen, Auschwitz, Flossenbürg, Natzweiler, Neuengamme, Sttuthof, Sachsenhausen…
Deportados por Franco, Hitler y Pètain

Investigadores y asociaciones de Memoria Histórica coinciden en denunciar que el olvido que han sufrido estas víctimas españolas del nazismo por parte de nuestra democracia obedece a una única razón: también son víctimas del franquismo. La documentación que se conserva en los archivos demuestra que estos hombres y mujeres acabaron en los campos nazis por obra y gracia de un triángulo político formado por Francisco Franco, Adolf Hitler y Philippe Pétain, el líder de la Francia colaboracionista. Sin embargo, en la graduación de responsabilidades el dictador español aparece destacado en primer lugar. (...)

Pese a que no se le haya dado la relevancia de otros campos de concentración, no debe ser olvidado.
Y en lo que a este paseo por la calle 19 de Septiembre de la vieja Santa Isabel se refiere, tampoco debemos olvidar que el 5 de mayo supuso la liberación de Carlos Greyekey, Carlitos, nacido en la isla de Bioko y emigrado muy joven a Barcelona. Ahí hizo su vida e inició estudios de medicina. Iniciada la guerra se sumó a la defensa del Gobierno, siendo expulsado al exilio con la caía de la República. Al igual que los demás exiliados republicanos sufrió el maltrado por parte de las autoridades fancesa, hasta que iniciada la invasión alemana se sumaron a la defensa de las libertades del país. Con la derrota de la República francesa, fue confinado en Mauthausen, en donde inicialmente fue tratado con menor rigor que al resto de sus compañeros por el color inusual de su piel, hasta caer en desgracia. Así con todo, logró sobrevivir hasta la liberación del campo de concentración, iniciando su exilio como apátrida: con un gobierno español que le desconocía y una república de Guinea Ecuatorial inexistente. Falleció en los 80, nacionalizado francés.

Si quieres saber más sobre Carlos Greykey, accede a 


Lucía Mbomío publicaba hace un tiempo: "En el día del homenaje en Mauthausen, quiero aprovechar para recordar a José Carlos Grey Molay (1913-1982), q estaba en Barcelona estudiando, cuando le sorprendió el inicio de la Guerra Civil. Había llegado a España 9 años antes, procedente de Guinea Ecuatorial"



martes, 5 de mayo de 2020

Operación Gibraltar

Es probable que en 1968 las expectativas sobre Gibraltar condicionaran el proceso de Guinea Ecuatorial, pero lo que sí es seguro, es que en los años 40 el territorio ecuatorial fue una codiciada moneda de cambio.

Así lo pronosticaba Ángel Miguel Pozanco Barranco en El granero en la retaguardia o incluso ficciona Manuel Hurtado en el dialogo entre Eugenio Montes y el inglés en "La librería del callejón":
-Unfortunately, allí estará Serrano Suñer, el más proclive al acuerdo para que España entre en guerra, el hombre que oculta intencionadamente a su cuñado la información sobre las victorias aliadas y amplifica, tanto como puede, los triunfos nazis.
Marvin podía tener razón. Franco acababa de cambiar el estatus de neutralidad por el de no beligerancia tras la invasión de Francia por los alemanes, lo que se interpretaba como un acercamiento evidente a las posiciones nazis.
-Nuestros servicios secretos han averiguado que Hitler tiene intención de pedir a Franco la cesión de una de las islas Canarias, de una base naval en Mogador o Agadir y de la isla de Fernando Poo, y que el general, además de nuestra colonia de Gibraltar, quiere que el Führer le prometa la cesión de Orán, Marruecos y la Guinea del imperio colonial francés. Esos arrogantes esquizofrénicos pretenden repartirse el mundo como si fuesen sus amos.

Peter Harris en Operación Félix sostiene la misma narrativa:

Franco los recibió con una sonrisa impostada. La reunión con el Führer lo había dejado preocupado. Una de las veladas amenazas lanzadas por Hitler, caso de mantener la neutralidad, podría suponer que la Wehrmacht cruzara los Pirineos de forma hostil. El Führer no lo había dicho, pero podía deducirse de sus palabras.
-¿Qué tal han ido las cosas, mi general?
-Bien. Hitler no se ha llevado lo que venía buscando. -La voz de Franco sonaba aflautada-. No hay fecha para que entremos en la guerra.
-¿Quiere decir que la posibilidad de entrar en conflicto se mantiene?
-No he querido cerrar esa puerta. -Utilizó un tono que daba a entender que era él quien había controlado la situación-. Pero les aseguro, caballeros, que no ha sido una reunión fácil. Planteé al Führer nuestras propuestas, explicándoselas punto por punto, y me respondió con una serie de exigencias que incluían la entrega de la isla de Fernando Poo y una de las Canarias.
-¿Fernando Poo y una de las Canarias? -preguntó sorprendido uno de los generales.
-Quiere establecer bases militares desde las que controlar las rutas del Atlántico, dando por descontado el cierre del Mediterráneo a los ingleses.
-¿Se ha hablado de Gibraltar?
-La operación que han diseñado se llama Félix y la tienen ultimada hasta en sus menores detalles. Me ha dicho que las tropas de dicha operación están listas al otro lado de la frontera.
-¿Qué le ha respondido usted?
-Le he dado la única respuesta digna que cabía. -Franco paseó la mirada por quienes habían sido sus compañeros de armas y palpó la expectación con que esperaban sus palabras-. Gibraltar es asunto nuestro y seremos nosotros quienes nos las veamos, llegado el caso, con los ingleses.
-¡Bravo, mi general!
-¡Eso es lo que yo llamo poner los cojones encima de la mesa! -El general se atusó las guías de su mostacho.
Hubo quien aplaudió, y Franco le dedicó una sonrisa cortés.

Pero para que no haya dudas, un repaso a la documentación de Stohrer, el embajador alemán en España nos sacará de dudas:



Como condiciones previas para la entrada en la Guerra, España cita las siguientes:
1. Obtención de cierto número de ganancias territoriales : Gibraltar, el Marruecos francés, la parte de Argelia colonizada y poblada por un número prominente de españoles (Orán) y, además, el ensanchamiento de Río de Oro y de las colonias del Golfo de Guinea (...).
Peligros de la operación para España: [Inglaterra] podría además ocupar las Islas Canarias, Tánger y las colonias españolas, lo que seguro ocurrirá cuando empiece la campaña (...). 


viernes, 1 de mayo de 2020

Valor incalculable

¿Repasamos la entrada Patrimonio en llamas de este paseo por la Calle 19 de Septiembre de la vieja Santa Isabel?

Cartel de la guerra civil.
Y puesto que es el año 1936 y la noche del 18 al 19 de septiembre de ese año el detonante para este blog, os compartimos una fotografía de la catedral en ese año: