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martes, 7 de mayo de 2024

La "denuncia Nombela" o "Caso Tayá"

La "denuncia Nombela" o "Caso Tayá" es una historia vieja... la gobierno de derechas de la II República tuvo su propia caja B, su propio comisario Villarejo, su respectivo conseguidor como el pequeño Nicolás  y un desconocido A. Lerroux que acabó generando la caída del gobierno de derechas en la II República... caída inesperada para los partidos que integraban la coalición, y cuya frustración por la consecuente victoria del Frente Popular desencadenó la ruptura del 18 de julio de 1936.

No es que lo digamos nosotros, incluso entre la documentación elaborada por José Antonio Primo de Rivera en la prisión de Alicante, se incluye la referencia al "Asunto de Guinea..." como parte de su "síntesis moral" de los motivos que condujeron a la "rebelión" en julio de 1936.


Vapor Príncipe de Asturias (Tayá).





Y, además, te lo cuenta el profesor Donato Ndongo en: Guinea Ecuatorial durante la II República. El ‘escándalo Nombela’. Implicaciones de un caso de corrupción colonial:

La cuestión colonial jugó un papel determinante en aquel proceso de desintegración política que desembocaría en la guerra de 1936. Preguntas importantes siguen siendo si los diversos partidos republicanos, el socialista, el comunista, los radicales, los anarquistas y todas sus derivaciones concibieron y propusieron una política colonial propia y si intentaron llevar a la práctica nuevos modelos de relación con los colonizados según sus propuestas ideológicas.

Mucho avanzaron los estudios sobre la historia de Guinea Ecuatorial desde la aparición de mi Historia y tragedia de Guinea Ecuatorial [1]. Pese a tan estimulante perspectiva, que nos permite tener un mayor conocimiento del conjunto de las realidades coloniales, ocultas durante siglos, los historiadores apenas se han adentrado en un período cuya brevedad no menoscaba su importancia: la II República. Salvando algún acontecimiento tratado de modo aislado –el asesinato del gobernador Gustavo de Sostoa en Annobón, o la sublevación militar en Fernando Poo y la Guinea Continental–, permanece aún oscura la política colonial formulada y ejecutada en España durante el régimen surgido en 1931. Especial significación adquiere esta omisión al constatar la profusión de estudios y análisis consagrados a la II República por especialistas españoles y extranjeros. Desde nuestro punto de vista, que no llegase a cuajar, debido a la interrupción de la Guerra Civil, no resta  interés a un conocimiento que, cuando menos, permitiría contrastarlo con las políticas coloniales conservadoras de la Restauración y el franquismo, poniendo de manifiesto las ideas y programas de los grupos liberales y las izquierdas, fuerzas políticas excluidas en ambos períodos, pero que asumirían mayor protagonismo en la política española entre 1931 y 1936. A este respecto, preguntas importantes siguen siendo si los diversos partidos republicanos, el socialista, el comunista, los radicales, los anarquistas y todas sus derivaciones concibieron y propusieron una política colonial propia; si intentaron llevar a la práctica nuevos modelos de relación con los colonizados según sus propuestas ideológicas; si se limitaron a gestionar una situación que, de alguna manera, les venía impuesta por los hechos; si hubo ideólogos o teóricos, cómo lo hicieron y con qué resultados. En definitiva, urge llenar el vacío existente sobre la postura de los movimientos políticos y sociales progresistas de la metrópoli ante la colonización y la descolonización de las posesiones españolas en África. Enuncia la cuestión el muy importante estudio La idea colonial en España, de Roberto Mesa, pero puede considerase insuficiente; apreciación que requiere una justificación, resultante del análisis de la obra, pero nos alejaríamos de modo excesivo de los objetivos de nuestra exposición[2].

Guiado por mi irrefrenable curiosidad, génesis de toda mi obra, intenté hallar respuestas a tales cuestiones. Fruto –provisional– de mi indagación es un volumen inédito, La II República y la cuestión colonial, gestado en 1977, continuado hasta 1980, retomado hace varios meses, y en cuya versión definitiva trabajo en la actualidad. Hoy les presento un fragmento, escogido de manera deliberada, a mi parecer suficientemente ilustrativo: el conocido como escándalo Nombela. De gran impacto político y mediático en su tiempo, continúa vigente, como ejemplo prístino de las divergentes –mejor diría contrapuestas– concepciones de los métodos y objetivos de la presencia española en la actual Guinea Ecuatorial; o, si se prefiere, de lo que algunos denominan “los intereses de España” en la ex colonia. Dos modelos de entender la acción colonial claramente enfrentados, muestra de una realidad demasiadas veces olvidada, u ocultada, y por ello apenas perceptible para la sociedad española y la sociedad guineana. Y por más empeño que se ponga en manipular tales realidades, emerge siempre la verdad sobre las intenciones ocultas; así, determinadas  actuaciones que se producen en Guinea, o con relación a ella, terminan influyendo en la historia de la metrópoli, y, por tanto, en la vida política y personal de los propios españoles. De ahí su importancia. En el futuro, con sosiego, podrá contraponerse a otros episodios, como el caso Trevijano, también insuficientemente calibrado para la cabal comprensión del rumbo adquirido por la política española tras la muerte del general Francisco Franco.  

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Aclaraciones previas: Mantuve, durante el transcurso de esta investigación, numerosas, interesantísimas y extensas entrevistas con el protagonista principal de este episodio,  Antonio Nombela, en su residencia del Paseo de La Habana, Madrid; la primera, el 30 de enero de 1979; la última, el 15 de enero de 1980. También deseo dejar constancia de que un extracto de este capítulo fue publicado en la revista Historia 16, en 1981[3].

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En la sesión de las Cortes del 26 de julio de 1935, al contestar a la interpelación del diputado independiente Dionisio Cano López sobre las razones de la destitución del inspector general de Colonias, Antonio Nombela[4], y del secretario general de Colonias,  José Antonio de Castro,  José María Gil-Robles –líder de la Confederación Española de Derechas Autónomas (CEDA) y ministro de la Guerra desde el acceso al poder de la coalición conservadora, integrada por la CEDA, el Partido Radical de Alejandro Lerroux y otras formaciones menores, tras las elecciones de noviembre de 1933–, había afirmado que se abriría un expediente y, si de él no se derivaban responsabilidades para los funcionarios  cesados, éstos serían repuestos en sus cargos y rehabilitados. Con esa esperanza, el ex capitán Nombela realizó en los meses siguientes numerosas gestiones ante miembros del Gobierno y del Parlamento; al resultar infructuosas, y con el fin de “restablecer su honor”, presentó el 28 de noviembre un largo memorándum al presidente de las Cortes, Santiago Alba, en el cual explicaba los motivos de su cese y pedía ser reintegrado en sus funciones.

El Partido Radical –segunda fuerza política en aquellas Cortes, tras la CEDA– recabó para sí el derecho de plantear la cuestión en el salón de sesiones, dándole estado parlamentario, y solicitó, por boca de su diputado Fernando Rey Mora, se arbitrasen los medios para que se esclarecieran las responsabilidades. Los republicanos conservadores, por medio de Miguel Maura, evacuaron consultas con Unión Republicana, el grupo de Martínez Barrio; con Izquierda Republicana, de Augusto Barcia, y el Partido Republicano Progresista, de Cirilo del Río, con quienes acordaron “hacer los esfuerzos imaginables” para que el tema quedase aclarado. Dada la gravedad de los hechos denunciados, Maura amenazó con recurrir a la interpelación en caso de que los radicales intentaran entorpecer la investigación. Por su parte, el presidente del Gobierno, el radical Joaquín Chapaprieta, intentó impedir la discusión de la denuncia en comisión parlamentaria, argumentando que debía ir a informe de la Comisión de Peticiones “por tratarse de una cuestión no planteada por miembros de la Cámara”. Introducida por el propio presidente de las Cortes, se dio lectura al extensísimo informe redactado por Antonio Nombela, al que se acompañaba gran número de documentos.

Nombela exponía que fue nombrado inspector general de Colonias por el entonces jefe del Gobierno, Ricardo Samper, el 29 de agosto de 1934. No conociéndose previamente, su nombramiento respondía al deseo de que elaborase un programa concreto de política colonial, desde un planteamiento eminentemente técnico. Le asignaron como colaboradores al secretario general de Colonias, José Antonio de Castro Martín, y al gobernador general de Guinea, Ángel Manzaneque. Apenas iniciada la labor encomendada, se produjo una crisis ministerial, y Samper fue sustituido por Alejandro Lerroux, y al subsecretario de la Presidencia, Boixareu, reemplazó Guillermo Moreno Calvo. Afirma Nombela que, al poco tiempo tuvo “la triste convicción de que a la incompetencia y al absoluto desinterés por la obra colonizadora se unía en el nuevo subsecretario un afán de dificultar toda labor que no respondiese exclusivamente a determinados propósitos que como único fin parece que allí le llevaban”.

Presagios confirmados a los pocos días de la toma de posesión del nuevo equipo ministerial, cuando Nombela fue llamado por el presidente de la República, Niceto Alcalá Zamora, para advertirle “sobre la clase de personajes que habían entrado en la Presidencia y sus anejos y sobre sus seguras intenciones”. El presidente añadió que tenía referencias de la probidad del inspector general, por lo que estaba seguro de que “sería el valladar que firmemente se opusiese a cuantos desmanes se pretendiesen realizar” en relación con las colonias. Le rogó, asimismo, que nunca dimitiese y resistiera a cuantas presiones recibiera de sus nuevos superiores, asegurándole que siempre encontraría respaldo moral en la Presidencia[5].

En consecuencia, trató de oponerse por todos los medios a que prosperasen estos designios, lo cual le hacía cada día más difícil el desempeño de su cometido. Entre los manejos del nuevo equipo destacaba una petición de indemnización suscrita por la Compañía África Occidental, S. A., propiedad del naviero catalán Antonio Tayá, por un valor de 524.832 pesetas. El subsecretario Moreno Calvo presionó a Nombela mediante reiterados  requerimientos para que fuese abonada esta cantidad, a los que el inspector general se resistió, por entender que no era justa la indemnización. El subsecretario replicó que era necesario salvar las dificultades, por grandes que fuesen, “por cuanto el señor Tayá, cuando disfrutaba de crecida fortuna, con su dinero en Barcelona había sacado de difíciles apuros a don Alejandro Lerroux, y éste, reconocido, le había prometido corresponder cuando cambiaran las circunstancias”. Nombela, que aseguraba no conocer personalmente ni a Tayá ni a su abogado, Gómez Piñán, tuvo que recibirlos por orden del subsecretario, con la pretensión de que rectificase la opinión que tenía sobre el asunto que planteaban. En dicha entrevista, los interesados “se condolieron” de la lenta marcha de su expediente, culpando de ello al anterior director general de Marruecos y Colonias, Fernando Duque Sampayo, contra el cual hicieron “graves inculpaciones”. El subsecretario Moreno Calvo le dijo a Nombela que deseaba conocer el expediente, se lo llevó e hizo desaparecer un sobre con la firma de Tayá con el “enterado” de la notificación de que se le denegaba el pago de las 524.832 pesetas. Luego requirió a dos abogados del Estado para que estudiasen si existía algún defecto en la tramitación del expediente que impidiera materializar el pago. El informe de la asesoría acusó la falta de notificación, y no aceptó la sugerencia verbal del subsecretario, quien insistía en la urgencia del pago. Al ser devuelto el expediente a la Inspección de Colonias, causó sorpresa la falta del documento, y se observó que se había corregido la numeración con el fin de que existiera correlatividad en los documentos. Nombela se lo comunicó a Moreno Calvo, “y éste simuló que sentía desconfianza de su secretario particular e íntimo amigo D. Juan Alonso Jiménez. Prometió averiguarlo todo y castigar al causante”.

Posteriormente, Gómez Piñán pidió se instruyera un nuevo expediente, acogiéndose a lo que llamó “recurso de reposición”. Pasó el nuevo expediente a la Junta Asesora Jurídica de Colonias, encareciéndose a su presidente, magistrado del Tribunal Supremo Torres Roldán, “el interés de Lerroux en que se resolviera la cuestión”; pero la Junta rechazó el recurso. Se coaccionó de nuevo a Nombela, y Moreno Calvo –“no omitiendo epítetos” contra el magistrado–, amenazó con el despido a todos los componentes de la Junta. Volvió a salir el expediente de la Inspección de Colonias para pasar a manos del subsecretario. El abogado del Estado Manuel Gómez Acebo le informó a Moreno Calvo que habría que esperar el resultado de un recurso pendiente en el Tribunal Supremo antes de procederse a pago alguno. En efecto, el 22 de abril de 1935, el Tribunal Supremo dictó sentencia anulando la rescisión, acordada por la Administración, del contrato con la Compañía naviera, sin ordenar pago alguno, ya que, en caso de que procediera, sería objeto de expediente de liquidación por vía administrativa. Apoyado en esta sentencia, el subsecretario pretendió se procediera al pago inmediato, “ilegal y sin las debidas formalidades, no solo de la primera cantidad reclamada, sino de nuevas peticiones que la Compañía formuló en sucesivas instancias, y que el día 26 de abril de 1935 montaban 2.592.000 pesetas”.

Relata Nombela minuciosamente diversos incidentes con su superior jerárquico en su escrito a las Cortes. Así, recordaba que, estando él presente, Moreno Calvo le dijo a Gómez Piñán que, enterado de cuanto solicitaba la naviera y existiendo dinero en el Tesoro Colonial, le parecía “una solemne primada ser tan parco en pedir. Creía que debía sustituir el escrito por otro demandando siete u ocho millones que debía integrar el mencionado Tesoro”[6]. En efecto, el abogado de la empresa naviera exigió al Estado una compensación de 7.450.117 pesetas. Un sábado, hallándose Moreno Calvo en  Sevilla, Nombela expuso “discretamente” a Lerroux las irregularidades que venía observando. El presidente del Gobierno le aseguró que no sabía nada, y que incluso le extrañaba que el Tribunal Supremo hubiese fallado en contra de la Administración. Minutos después de esta reunión con Lerroux, Moreno Calvo llamaba a Nombela muy airado desde Sevilla para preguntarle qué razones había tenido para despachar con el jefe del Gobierno. Como tenía prevista para fechas inmediatas una audiencia con el presidente de la República –que al parecer no llegó a celebrarse–, y temeroso el subsecretario de que le transmitiera el tema, Moreno Calvo le comunicó a Nombela que había encontrado el informe en el cual el  Consejo de Estado ordenaba el nombramiento de un juez que estudiase y resolviese las pretensiones de la naviera, informe ignorado hasta entonces por el subsecretario de la Presidencia del Gobierno. Agregó éste que se hallaba muy satisfecho de los servicios del inspector general, por lo que le había concedido el título de comendador de la orden civil de África. Mientras tanto, Moreno Calvo se dedicó a buscar un juez que se prestara a sus designios, y nombró tal al abogado del Estado Martínez Almeida, que dimitió a los pocos días. Designó entonces al también abogado del Estado, Marín, y, como secretario suyo, impuso a Fernando Duque Sampayo, que había sido con anterioridad director de Marruecos y Colonias. Tayá, por su parte, había presentado dos nuevos escritos en los que decía conformarse con una cantidad inferior, 3.033.318 pesetas. Marín y Duque Sampayo, en el mayor secreto, resolvieron que debía abonarse a la Compañía África Occidental esta última cantidad, acordando que, para abreviar los trámites, el dinero se pagase con cargo al Tesoro Colonial; y para evitar posibles responsabilidades, el expediente pasara a dictamen del Consejo de Estado.

Pero no le convenía a Moreno Calvo aceptar la resolución del Consejo de Estado, según la cual todo lo que podría percibir la Compañía serían unas 200.000 pesetas. El subsecretario decidió jugar la última carta, y “amañó” un escrito en el cual decía que, de aceptarse la propuesta del Consejo de Estado, ésta costaría al Tesoro Colonial los siete u ocho millones que pedía la naviera. Por ello proponía, “velando por los intereses de la Nación”, se aceptara íntegramente el dictamen del juez instructor, Marín, es decir, que se pagasen los más de tres millones de pesetas, con cargo al Tesoro Colonial, con el fin de liquidar a la Compañía con un simple cheque, sin intervención de otros organismos del Estado. En esos términos se llevó el tema al Consejo de Ministros, que nombró ponentes a José María Gil-Robles, Antonio Royo Vilanova (ministro de Marina, del Partido Agrario) y Joaquín Chapaprieta, titular de Hacienda. Estos ponentes, que ni se preocuparon de conocer el expediente –los dos últimos declararon haber delegado en Gil-Robles el estudio–, “aceptaron con la mejor buena fe la propuesta, lo comunicaron a sus compañeros y por unanimidad se tomó el acuerdo” de pago.

El 12 de julio, Moreno Calvo, radiante de alegría, mostró a Nombela el acuerdo del Gobierno, ordenándole librase al día siguiente un cheque por 3.033.318 pesetas. Pero Nombela adujo que echaba de menos la firma del secretario del Consejo de Ministros, Luis Lucia, observación que suscitó la indignación del subsecretario. Poco después, el inspector de Colonias era llamado por éste para, en presencia del abogado de la naviera, entregarle una nueva orden de pago firmada por el propio presidente del Gobierno, Lerroux. Pese a que la nueva orden, por escrito, “salvaba su responsabilidad moral”, Nombela,  “convencido de que el Consejo de Ministros había sido sorprendido de buena fe”, y acompañado por el gobernador general de Guinea, Ángel Manzaneque, acudió al Palacio de las Cortes para intentar advertírselo a Gil-Robles, con el cual no pudo hablar personalmente. Un diputado de la CEDA que sirvió de intermediario transmitió textualmente al inspector de Colonias: “Dice el señor Gil-Robles que se encuentra atarugado porque, efectivamente, se ha sorprendido su buena fe y la de otros ponentes. Que si así lo hacen saber al presidente, sería provocar una crisis, que de ninguna manera interesa al país y que, como mal menor, es preferible transigir con el hecho, aun lamentándolo profundamente”. Nombela continuaba exponiendo que no hizo igual advertencia al presidente Lerroux porque en otras ocasiones se había desentendido de sus observaciones.            

Ante la desalentadora impresión que le produjo la actitud de Gil-Robles, el inspector de Colonias se dirigió al Ministerio de Obras Públicas y Comunicaciones para entrevistarse con su titular, a su vez secretario del Consejo de Ministros, Luis Lucia –líder de la Derecha Regional Valenciana, integrada en la CEDA–, definido por Nombela como “persona en la que igualmente apreciaba análogas dotes de honradez y rectitud”. Pero el ministro, por medio de su secretario, le contestó que estaba al corriente del asunto, “pero ante lo lamentable que es no poder hacer nada, no quiere molestarse”. Nombela le comunicó entonces su “decisión irrevocable, que no podría impedirse por tener ya depositados en París y en Lisboa los documentos testificales”, de poner al corriente de los hechos a la opinión pública, para que ésta “se enterase de cómo procedía la Administración, desbordada por la desvergüenza de los unos y la lenidad de los otros”. Esa misma noche,  llamó por teléfono al presidente de la República, pero, “por lo avanzado de la hora”, solo pudo hablar con el secretario de su Casa, Sánchez Guerra[7], a quien refirió la situación. La decidida actitud de Antonio Nombela, quien “estaba dispuesto a todo antes que permitir el  “expolio”,  según  sus palabras, y que fue comentada esa  misma noche entre Gil-Robles y Luis Lucia[8], obligó a ambos ministros a cambiar de parecer. Lucia acudió a la mañana siguiente a la Presidencia del Gobierno, y al manifestarle el subsecretario Moreno Calvo que en el expediente Tayá faltaba el requisito de su firma como secretario del Consejo de Ministros, le contestó que no solo no lo firmaría, sino que se lo llevaba a Gil-Robles, quien había estimado no estar lo suficientemente estudiado el asunto, y deseaba que fuera de nuevo discutido en otra reunión. “Un estudio detenido de todos los antecedentes me convenció –escribe Gil-Robles en No fue posible la paz– de la enorme irregularidad que se pretendía cometer… Como anomalía reveladora de propósitos inequívocos, además de la falta en el expediente de documentos sustanciales, figuraba un acuerdo de resolución en el que se habían eludido las formalidades usuales y habituales”.

Informado Moreno Calvo de las gestiones de Nombela, el subsecretario le preguntó, airado,  que “quién era él para oponerse y entorpecer un acuerdo del Consejo de Ministros”, a lo que respondió el inspector de Colonias: “No precisamente el titular de este cargo, por cuanto comprendo que no puedo vivir más tiempo con gente de tal moral; pero sí un español que, a sabiendas de que existen unas colonias deseosas de buena administración,  defiende con el mayor tesón que se entre a saco en el peculio de las mismas”. “En ese caso hace usted bien en dimitir –replicó el subsecretario– porque, si no, sería destituido por mí”. A ello repuso Nombela: “Siendo así, prefiero salir destituido, que para mí, en este caso, será una grandísima honra”[9]. Al día siguiente, 17 de julio de 1935, el Consejo de Ministros, celebrado bajo la presidencia de Alcalá Zamora, revocó el acuerdo de pago aprobado una semana antes. Los ministros fueron felicitados por ello por el jefe del Estado, pero, en la referencia de la reunión aparecieron juntos el nuevo acuerdo, la felicitación del Presidente de la República y las órdenes de cese de Nombela y Castro Martín.

Todo ello demostraba dos cosas: el cese de los más altos responsables de la gestión de las Colonias primaba los intereses políticos del momento sobre los intereses del Estado español; en segundo lugar, que ni Gil-Robles ni ningún otro ministro habían estudiado el expediente encomendado por el Gobierno, al contrario de lo que afirmaría en las Cortes el ministro de la Guerra. En su discurso ante el Parlamento el 26 de Julio, Gil-Robles mintió también a los diputados al negar la existencia de un primer acuerdo de pago del Consejo de Ministros, a pesar de constar lo contrario en la referencia oficial. De la honradez personal del líder de la CEDA no duda nadie, pero, como escribía el diario ABC el 29 de noviembre a propósito del affaire, era una “nota lamentable” que la negligencia y la desatención de un Gobierno facilitaran la tentativa de expolio, salvado in extremis simplemente porque las amenazas de divulgación del ex capitán Nombela impusieron el estudio y la rectificación del primer acuerdo de pago. El cese de Nombela y Castro Martín indicaba, además, que había existido una componenda entre los ministros partidarios de la revocación del ilegal acuerdo y los seguidores de Lerroux, componenda que, planeada en presencia del jefe del Estado, Alcalá Zamora, vinculaba de lleno en la injusta decisión a todas las altas instituciones. Situación aún más reprobable si se tiene en cuenta el apoyo prometido al inspector de Colonias un año antes, precisamente para que se resistiera al entramado de corrupción previsible en el equipo de Lerroux, ya salpicado por otros escándalos. En su escrito al Parlamento, Nombela señalaba “la paradoja de que de las personalidades de la actual situación a quienes he acudido directa o indirectamente para resolver con la natural rapidez este asunto, solo he recibido muestras de adhesión y reconocimiento de la justicia de una reparación oficial; a pesar de ello, nada se ha hecho en definitiva para llegar a ella. Solo disfruta de la protección oficial el que en estos asuntos aparece como acusado”.

La interpelación del diputado Cano López en la sesión parlamentaria del 26 de julio, interesándose acerca de los motivos de la destitución de los dos altos funcionarios de la Administración Colonial, motivó que el presidente del Gobierno, Lerroux, que temía, fundadamente, alusiones personales, se ausentase del hemiciclo pretextando enfermedad. “Como el ministro de Estado se levantase –recuerda Gil-Robles en No fue posible la paz– para contestar y defender al presidente del Consejo y el terreno fuese muy resbaladizo, dada la inexperiencia parlamentaria del mismo, intervine para explicar la tramitación del asunto y ofrecer a la Cámara todos los elementos necesarios para investigar a fondo sobre el mismo”[10]. Ante sus intentos de eludir el tema mediante argucias dialécticas, el diputado independiente insistió en su pregunta fundamental: por qué se había destituido a los funcionarios cuando la felicitación del presidente de la República parecía indicar una aprobación de su conducta. El ministro de la Guerra, hombre fuerte en aquella coalición radical-cedista, respondió: “la responsabilidad del Inspector de Colonias, si existiese, solo podría derivarse de un exceso de celo, de una extralimitación de las funciones que le fueron encomendadas”. Gil-Robles había propuesto, y así lo acordó el Gobierno, la instrucción de un expediente para averiguar las responsabilidades en que hubiesen podido incurrir quienes amañaron el expediente de la Compañía África Occidental. La incoación del expediente fue encomendada a un funcionario de la Presidencia del Gobierno; maniobra, para Nombela,  destinada a que jamás se depurasen de verdad las responsabilidades, pues quienes debían ordenar su instrucción eran precisamente los autores directos de las irregularidades, y, según sus palabras, “no era admisible creer que ellos mismos fueran a encartarse en tan inculpatoria documentación”. De modo que a Gil-Robles le constaba la inexistencia de tal expediente cuando aseguró en sede parlamentaria que se  exigirían responsabilidades, sin cuya sustanciación, dijo, no se podría seguir hablando del tema de las destituciones de Nombela y Castro; y prometió que las Cortes conocerían “en breve” las conclusiones, para que los diputados realizaran su misión fiscalizadora de la actuación del Gobierno. Sin embargo, desde la destitución de Nombela y Castro el 17 de julio, hasta que el primero presentó su denuncia al presidente de las Cortes el 28 de noviembre, no entró en el Parlamento expediente alguno relacionado con esta cuestión. En su libro, Gil-Robles admite que, tras la interpelación del diputado Cano López, creyó “liquidada definitivamente” la cuestión, y, “absorbido” por los problemas de su ministerio, no volvió a pensar en el expediente de Guinea. Según Nombela, días después de la interpelación, Gil-Robles, “con premeditada felonía”, ordenó a un abogado del Estado que fueran revisados minuciosamente cuantos informes, expedientes y órdenes hubiese autorizado el ex capitán Nombela  durante su desempeño como inspector general de Colonias, para, con el más fútil pretexto, abrirle un expediente que justificase la existencia del que había prometido a las Cortes, “aunque fuera apócrifa”.

El abogado del Estado, Martínez Almeida, informó a Nombela de su misión, a la que renunció. Fue sustituido por un funcionario de Hacienda, llamado Cordón, el cual, al no encontrar nada censurable, se disculpó y felicitó al investigado, asegurándole “estar avergonzado” por haber aceptado aquella orden de “persecución a ultranza”. El Gobierno de Lerroux cayó el 20 de septiembre. Nombela intentó, en repetidas visitas al nuevo presidente, Joaquín Chapaprieta, que Gil-Robles rectificase en las Cortes sus apreciaciones “y colocar mi nombre en el lugar que correspondía”. “El (nuevo) presidente no intentaba quitarme la razón en lo por mí pretendido –escribe Nombela en Arriba–, pues, conocedor a fondo del asunto, reconocía el derecho que me asistía. Me prometía siempre que estaba haciendo lo posible para satisfacer mis justos deseos, pero no me ocultaba ‘que era papeleta difícil humillar la reconocida altanería del señor Gil-Robles’”. Me confesó Nombela que recibió amenazas de muerte, y, agotada su paciencia, “con el asesoramiento y buen consejo de José Antonio Primo de Rivera, quien espontáneamente se ofreció como mi defensor en este asunto”, redactó su informe, registrado en el Palacio de la Carrera de San Jerónimo el 28 de noviembre de 1935[11]. Denuncia destinada, sobre todo, a informar a la opinión pública sobre la verdad de los hechos, esclarecimiento del que esperaba lo siguiente: “resplandeciese la rectitud de mi gestión y la culpabilidad de cuantos personajes se habían visto implicados en los intentos de atracar el Tesoro; unos aspirando a ser beneficiarios y otros colaborando más o menos directamente en el vergonzoso hecho”[12]. 

Tras un breve debate el 29  de noviembre, durante el cual Gil-Robles tuvo que admitir que hubo acuerdo de pago en Consejo de Ministros[13], el Parlamento nombró una comisión investigadora, ante la que declararon Nombela y otros testigos en sesiones agotadoras. Compuesta por 21 diputados, bajo la presidencia del republicano conservador Gregorio Arranz Olalla, la integraban cinco cedistas (De la Iglesia, Sánchez Miranda, Cuartero Pascual, Hermida Villelga y Barros de Lys), tres radicales (Pareja Yévenes, Martínez  Moya y Arrazola Madera), dos agrarios (Díaz Ambrona e Igual Padilla), el liberal demócrata Muñoz de Diego, el progresista Fernández Castillejos; Marial Mundet, de Esquerra Republicana de Catauña; el nacionalista vasco Careaga Andueza;  Recaséns  Siches, de Unión Republicana; Marco Miranda, de Izquierda Republicana; Romualdo de Toledo, tradicionalista; Reig Fernández, de la Lliga de Cataluña; el independiente Eduardo O’Shea y el monárquico Fuentes Pila, que actuaba como secretario. Aún no he conseguido saber la razón de la ausencia de socialistas y comunistas. Antes de que la comisión pudiese adoptar resoluciones, dimitió su presidente porque, según declaró su correligionario y jefe de filas Miguel Maura: “nosotros no podemos avenirnos a una componenda de la naturaleza que pretenden hacer algunos elementos de la comisión, puesto que en el dictamen redactado se elude toda responsabilidad de tipo político para el Gobierno que regía los destinos del país en julio de este año y recae toda la responsabilidad”. Una dura réplica de los diputados radicales dividió a la Comisión. Incapaz de dar explicaciones convincentes, Lerroux,     exculpado con el apoyo de Gil-Robles, fue forzado a dimitir de todos sus cargos por propio grupo político; el 7 de diciembre anunciaba su retirada de la vida pública. A las cinco de la tarde de ese mismo día, se iniciaba una turbulenta sesión parlamentaria, que duró hasta las siete de la mañana del día siguiente, a la que se negó a asistir Lerroux, con la excusa de que “por las noches no salía de su casa”.   

Quizá la intervención más sustanciosa sea la de José Antonio Primo de Rivera. Muy extensa y profusa, aporta, sin embargo, datos valiosos que permiten profundizar y completar la comprensión del tema. Según este relato de los acontecimientos, la naviera Compañía África Occidental, S. A., tenía en Guinea dos buques, el Teresa Tayá y el Príncipe de Asturias, que servían la ruta entre Fernando Poo, Río Muni y Annobón. Amarrados sin motivo ni explicación y surtos en puerto, se hundieron súbitamente. La empresa cargó su importe al Estado, hecho que aceptó la Administración. El contrato fue rescindido mientras un tercer barco navegaba desde Newcastle a Santa Isabel, siendo entonces subastado por la Compañía, cuyo importe y gastos fueron también cargados al Estado. La contabilidad de la empresa no tenía ni libro copiador de cartas, ni libro de actas, ni presentó nunca a la comisión investigadora sus archivos; el libro auxiliar de tráfico no estaba legalizado; en el de inventarios y balances solo aparecían dos inventarios incompletos y un balance de comprobación de saldos; en el diario únicamente aparecían asientos anteriores a la fecha oficial de la apertura de la sociedad… Por todo lo cual, la comisión parlamentaria había concluido que “la contabilidad examinada es jurídicamente defectuosa y técnicamente incompleta, confusa y deficiente. No parece que la Sociedad haya satisfecho impuesto alguno a la Hacienda del Estado”[14].

Ya en un tono político, el jefe nacional de Falange Española pasó a condenar a Gil-Robles, rompiendo la táctica de meses atrás, cuando intentó atraer a una alianza al líder de la CEDA: “Su Señoría, desde el 26 de julio, oyó las denuncias aquí; su señoría supo aquel intento de cobro ilegal contra el Tesoro Colonial, de una indemnización mal acordada; su señoría, estoy seguro de que con la mejor buena intención del mundo, no denunció esto, no llegó a una ruptura pública con los que trataban de asaltar así el Tesoro Colonial; su señoría ha venido prolongando esta peligrosísima convivencia, y hay algo aquí más grave que lo que puede parecer a su señoría, porque sé que su señoría lo ofrecería, en todo caso, como sacrificio de España: hay el riesgo que estamos corriendo de que, por convivir con gentes que no son dignas de convivir con nosotros; que no tienen nada que hacer en la vida pública de España; que deben retirarse a sus casas, y esto por la infinita benevolencia de quienes no los mandan a la cárcel, está comprometiendo su señoría la posibilidad de que nos agrupemos todos un día: los radicales que se salven de la reprobación general, los jóvenes y los viejos de Acción Popular que le siguen, hombres de derecha e izquierda, en un posible Frente Nacional, que ha de tener como primera bandera la bandera de la moralidad pública”. 

En el turno de explicación de voto, Primo de Rivera resumía la posición de su grupo: “El voto particular del señor Toledo (Romualdo de) envuelve en las responsabilidades políticas a don Alejandro Lerroux; el dictamen de la Comisión excluye de la responsabilidad política a don Alejandro Lerroux y deja caer esa responsabilidad política sobre la cabeza del subsecretario. Los subsecretarios –ya se ha dicho hoy con palabras más doctas– no pueden ser objeto de responsabilidad política. Lo que tratan de hacer con ese dictamen es la grave facha de acusación política –política por ahora– sobre la cabeza de don Alejandro Lerroux, y yo digo solamente esto: si tal hacéis, acaso salvéis con los votos de esta noche a don Alejandro Lerroux; pero caerá sobre todos vosotros, sobre todos los que votéis, la reprobación terminante de la opinión pública entera (…); la opinión pública reclama con escándalo que se abomine esta noche de un tono político impuesto a las costumbres españolas por don Alejandro Lerroux. Ésta es la verdad, y está en la conciencia de todos vosotros. Pero ¿es que vamos a decir todavía esta noche, una vez más, que don Alejandro Lerroux no delinque? Llegó lo del straperlo y apareció su hijo adoptivo, una especie de cuerpo mixto civil y militar que le rodea, el subsecretario de la Gobernación, el ministro de la Gobernación, todos; él, incólume. Llega este asunto, y tenemos al subsecretario de la Presidencia, quién sabe si al señor Nombela, quién sabe si al juez instructor; él, incólume. ¡Señores! Ya es hora de que concluyamos esta especie de juego de personajes de vieja farsa italiana. El señor Lerroux no delinque nunca; pero en las inmediaciones del señor Lerroux hay siempre, para delinquir, o un hijo adoptivo, o un cuarto cívicomilitar, o un subsecretario propicio, o un ministro medio tonto; siempre se encuentra eso en los alrededores del señor Lerroux para que se lleven el peso a la hora de las condenaciones…”[15].

También acusado de complicidad política en las irregularidades por Unión Republicana e Izquierda Republicana, Gil-Robles centró su discurso en la defensa de la estabilidad de la mayoría gubernamental, y, por tanto, de sí mismo: “Aquí no hay criterios políticos, no hay maniobras; no hay más que el respeto a la conciencia, el respeto absoluto a la Justicia (…) Esto es lo que quiero decir en este instante en que la conciencia de cada cual ha de dar solución al problema. La mía queda completamente tranquila; si algún honor he de tener entre las amarguras de la vida política, habrá de ser mi intervención en el asunto de ‘África Occidental, Sociedad anónima’”[16]. En cuanto al resto de las formaciones políticas, el reformista Muñoz de Diego creía en la buena fe de Lerroux y consideraba reprobable la conducta de su subsecretario; el agrario Royo Vilanova declaró y mantuvo que en el Consejo de Ministros dijo que, a su juicio, el informe del abogado del Estado estaba bien hecho y pedía se pasase el expediente al Fiscal de la República “por si el que lo estudió y el que dio su opinión han delinquido como prevaricadores”. El radical Pérez Madrigal defendía  tanto a Lerroux como a Moreno Calvo, pues, en su opinión, “atacar a un partido republicano es atacar al régimen”. El ex presidente del Gobierno, Samper, también radical, rechazó estas afirmaciones de Pérez Madrigal, asegurando que no actuaba contra su partido, sino que se había ajustado estrictamente a la verdad en su declaración ante la Comisión. Para el también radical Martínez Moya, Nombela era un “militar pundonoroso y un hombre íntegro”; pero no había cumplido su deber como funcionario, “de obediencia al superior”.  El  progresista Fernández Castillejos rechazaba enérgicamente los velados ataques dirigidos al presidente de la República, y llamaba “malos republicanos” tanto a quienes los habían proferido como a quienes se habían callado. El tradicionalista Romualdo de Toledo y el monárquico Fuentes Pila pedían la condena  de Lerroux, criterio sostenido con inusitada energía por el conservador Miguel Maura.

El portavoz de Izquierda Republicana, Augusto Barcia, afirmaba que, habiendo existido un acuerdo de pago del Consejo de Ministros, la responsabilidad debía alcanzar a todos sus miembros presentes. Goicoechea, de Renovación Española, concretó las responsabilidades en que, a su juicio, había incurrido Lerroux, cuya culpabilidad no le cabía duda. Para los populistas de Gil-Robles, quien hasta en las declaraciones testificales ante la Comisión Parlamentaria había negado que el Gobierno hubiese adoptado un primer acuerdo de pago, todo se reducía a una maniobra de desprestigio contra el partido radical, “único valladar que tiene España contra los avances revolucionarios”. Y mientras Rafael Guerra del Río anunciaba que los radicales no romperían la coalición con la CEDA, Martínez de Velasco, en nombre del Gobierno, comunicaba que los diputados del bloque quedaban en libertad de votar según su conciencia. La votación dio como resultado la exculpación de Lerroux, y la inculpación de Moreno Calvo. Nombela, considerado por algunos como “un compañero de viaje” de los comunistas, fue hallado culpable de “exceso de celo” y de falta de respeto a la Justicia, denegándosele a él y a Castro Martín la posibilidad de reincorporarse a sus funciones.

Además de la retirada de Lerroux, otras consecuencias importantes de la denuncia de Nombela fueron la ruptura de la coalición de Gobierno y la agudización de las contradicciones en la derecha posibilista, y el fraccionamiento de los partidos más directamente implicados en los hechos debatidos en las Cortes a principios de diciembre de 1935, empezando por el Partido Radical, que desapareció del mapa político español. La dimisión de Ricardo Semper de la presidencia del Consejo de Estado y su abandono del Partido Radical fue uno de los episodios más ruidosos en el ambiente de crispación y crisis general que siguió al tenso debate parlamentario. Como escribe Gil-Robles en su libro, “al salir del Congreso, a las siete de la mañana del día 8 de diciembre, llevaba el triste presentimiento de haber pronunciado mi último discurso de aquellas Cortes. La crisis quedó abierta al día siguiente”. Lo cual demuestra nuestra teoría: la cuestión colonial jugó un papel determinante en aquel proceso de desintegración política, aspecto insuficientemente destacado por la historiografía.

En efecto, Gil-Robles intentó revertir en éxito la debilidad moral y política en que le había sumido el caso Nombela, contraatacando hacia el flanco más débil, el descalabrado Partido Radical.  Se opuso a la política económica del presidente del Consejo, Chapaprieta, quien había propuesto poco antes subir en un modesto porcentaje el impuesto de sucesiones y gravar algo más los latifundios. Si, como deduce Stanley Payne[17], no parece que el dirigente de la CEDA fuera personalmente contrario a estas medidas, promovidas por el jefe de Gobierno y ministro de Hacienda, la crisis promovida por el ministro de la Guerra respondería a su deseo de recuperar la confianza de los poderosos intereses financieros y agrarios que apoyaban su proyecto político, para, a partir de ahí, situarse en óptimas condiciones que le permitieran subir al poder con el apoyo de las fuerzas situadas a su derecha: falangistas, tradicionalistas y monárquicos. Pero, tras la denuncia de Nombela, se incrementaron los recelos del presidente de la República hacia el líder de la CEDA, pese a ser  el partido más votado en las elecciones de 1933, en que obtuvo el 24 % de los sufragios. Junto a los factores que suelen considerarse decisivos para que Alcalá Zamora se negase a encargar la formación de Gobierno a Gil-Robles tras la dimisión de Chapaprieta, creemos que puede añadirse también el escándalo de la corrupción en Guinea.

Fracasados otros intentos de constituir un Gobierno estable, y presionado a derecha e izquierda con amenazas golpistas, coaliciones nacionalistas y levantamientos revolucionarios, el 7 de enero de 1936 el presidente de la República optó por la convocatoria de elecciones generales, que tuvieron lugar en febrero. El descalabro del Bloque nacional nucleado por Gil-Robles con los restos más conservadores del Partido Radical y otros grupos menores tuvo como consecuencia la victoria del Frente Popular. Lo demás es sobradamente conocido.

Este texto fue pronunciado como conferencia durante el II Seminario Internacional sobre Guinea Ecuatorial organizado por el Centro de Estudios Afro-Hispánicos (CEAH), UNED, en Madrid entre el 6 y el 10 de julio de este año. Una versión muy resumida se publicó en una Tercera del diario ABC. Se puede consultar igualmente en Endoxa, NÚM. 37 (2016): NUEVAS INVESTIGACIONES SOBRE Y DESDE GUINEA ECUATORIAL. 

No te pierdas:

  • La Gürtel del gobierno de derechas y Guinea.
  • Entrevista a Antonio Nombela.
  • El asunto de Guinea....
  • Los republicanos de Fernando Póo felicitan al Diario La Libertad.
  • Creación del Frente Popular.
  • ... y los heredados de la República.
  • Notas

    [1]    Ndongo-Bidyogo, Donato: Historia y tragedia de Guinea Ecuatorial; Edit. Cambio 16, Madrid, 1977. Agotado. Próximamente se podrá adquirir en la página web del autor.

    [2]    Mesa, Roberto: La idea colonial en España; Edit. Ciencia Nueva, Madrid, 1967. Reedición en Fernando Torres, edit., Valencia, 1976.

    [3]    Vid. Ndongo-Bidyogo, Donato: ‘Corrupción en la II República: el caso Nombela’. Historia 16, núm. 66, 1981, págs. 33-42.

    [4]    Antonio Nombela Tomasich (Madrid, 1900). Militar africanista. Participó en la guerra de Marruecos en 1921, en la que ganó la Cruz laureada de San Fernando, y donde permaneció hasta 1931. Del arma de infantería pasó a aviación. Siendo capitán, en 1931 es destinado a la Guardia Colonial de los Territorios Españoles del Golfo de Guinea. Nombrado subgobernador de la Guinea Continental, tras el asesinato del gobernador Gustavo de Sostoa accedió de modo interino a la titularidad del Gobierno General, cesando en el ejercicio activo en el Ejército. Durante 1934 realizó y perfeccionó estudios sobre Administración Colonial en las Universidades de París, Amberes y Ámsterdam. Fue nombrado inspector general de Colonias ese mismo año. Aunque fue ascendido a comandante tras estallar la Guerra Civil, solicitó la baja definitiva del Ejército y no participó en ella. A partir de 1939 se dedicó al negocio de la madera. Al alcanzar la edad de jubilación, en 1964, se le reconoció el empleo de coronel; por su condición de caballero laureado, ascendió a general de brigada, en la reserva. Falleció en Madrid, a los 85 años, el 16 de marzo de 1986.

    [5]    Antonio Nombela en el diario Arriba (11-15 de mayo, 1968), en réplica a José María Gil-Robles tras la publicación de No fue posible la paz, Ediciones Ariel, Barcelona, 1968. En conversación conmigo, el ex inspector general de Colonias afirmó que no reveló los detalles de su entrevista con el presidente Alcalá Zamora en 1935 por “discreción” y por “respeto” al jefe del Estado.

    [6]    Caja que financiaba las infraestructuras y servicios de la colonia y el salario de los funcionarios (similar al presupuesto de las Diputaciones en la España peninsular). Se nutría con la partida correspondiente de los Presupuesto del Estado y los ingresos fiscales cedidos y gestionados por la Administración colonial. Vid. Miranda Junco, Agustín: Leyes Coloniales, Madrid, 1945; y Castro Antolín, Mariano L. de: ‘La revolución de 1868 y la Guinea Española’, en Cuadernos de Historia Contemporánea, núm. extraordinario, 191. Universidad Complutense, Madrid, 2003.

    [7]    Rafael Sánchez-Guerra Sainz, secretario general de la Presidencia de la República durante el mandato de Niceto Alcalá Zamora (11 de diciembre 1931-7 de abril de 1936). Su hermano, Luis Sánchez-Guerra, fue nombrado gobernador general de Guinea el 8 de septiembre de 1935, en sustitución de Ángel Manzaneque, destituido a consecuencia de la denuncia de Nombela.

    [8]    Según indica el primero en No fue posible la paz; cf.: Antonio Nombela, diario Arriba, Madrid, 12 de mayo, 1968.

    [9]    Véanse los diarios El Sol (29 de noviembre, 1935) y Arriba (11, 12, 14 y 15 de mayo, 1968). Algunos pormenores fueron aportados por el propio Nombela en conversaciones con el autor.

    [10]   El ministro de Estado (Asuntos Exteriores) era Juan José Rocha García, del Partido Radical. Gil-Robles, José María: No fue posible la paz; Ediciones Ariel, Barcelona, 1968. Ver también sus Discursos parlamentarios, Ediciones Taurus, Madrid, 1971.

    [11]   Del análisis de la conducta anterior y posterior de Nombela no cabe deducir afinidad ideológica alguna entre éste y el fundador de Falange Española. Nombela fue siempre neutral en política, un profesional riguroso, fiel a sus convicciones y principios. Rechazó el ofrecimiento de diversos partidos –desde falangistas al comunista– para integrarse en sus listas en las elecciones de febrero de 1936. Tiendo a enmarcar el asesoramiento de Primo de Rivera en su deseo de utilizar el tema para desgastar al Gobierno.

    [12]   En nuestras conversaciones, Nombela reveló que el subsecretario Moreno Calvo había sobornado a magistrados, abogados y funcionarios, y aseguró que la naviera Compañía África Occidental sólo hubiese recibido 165.000 pesetas de la cantidad reclamada; Lerroux y sus amigos tenían intención de repartirse el resto.

    [13]   Gil-Robles, J. Mª: Discursos parlamentarios, pág. 526 y sig. Citado por la Comisión de Investigación, el ex subsecretario Moreno Calvo tuvo que aportar dichos documentos. La prensa de la época cubrió estos hechos con profusión. Véanse, sobre todo, los diarios El Sol, ABC y El Debate.

    [14]   Nombela declaró al autor que Tayá había hecho hundir barcos de la Compañía, con toda su tripulación –compuesta fundamentalmente por guineanos y otros africanos– con el solo fin de cobrar el seguro. Y el servicio internacional que prestaban sus barcos era “desastroso, sucio, inseguro”.

    [15]   Primo de Rivera, José A.: Textos de doctrina política. (Agustín del Río Cisneros, comp.). Edición de la Sección Femenina de FET y de las JONS Madrid, 1964. Contiene numerosos discursos.

    [16]   Gil-Robles, J. Mª: Discursos Parlamentarios, pág. 765 y ss.

    [17]   Payne, Stanley G.: Ejército y sociedad en la España liberal, Edit. Akal, Madrid, 1976, pág. 483.

    domingo, 5 de mayo de 2024

    La Cuestión Española (y más allá)

    Esto viene de lejos. Tan lejos que no podremos ser exhaustivos, pero "La Cuestión Española" tiene varios hitos:

    En San Francisco, Potsdam y Londres, los pueblos de las Naciones Unidas condenaron el régimen de Franco y decidieron que, mientras continuara ese régimen, «España no ha de ser admitida en el seno de las Naciones Unidas». Así, en mayo y junio de l946, el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas resolvió unánimemente, que -entre otras- «en origen, naturaleza, estructura y conducta general, el régimen de Franco es un régimen de carácter fascista, establecido en gran parte gracias a la ayuda recibida de la Alemania nazi de Hitler y de la Italia fascista de Mussolini (...)».

    La Asamblea General reiterará resoluciones en ese sentido, recordando en la resolución 39 la necesidad de establecer «un gobierno cuya autoridad emane del consentimiento de los gobernados, que se comprometa a respetar la libertad de palabra, de culto y de reunión, y estar dispuesto a efectuar prontamente elecciones en que el pueblo español, libre de intimidación y violencia y sin tener en cuenta los partidos, pueda expresar su voluntad».

    Lo demás es historia: en el marco de la guerra fría, el gobierno de Franco fue homologado como parte del mundo libre, y aceptado en el seno de Naciones Unidas.

    Lo sorprendente es que décadas después "La Cuestión Española" siga sin resolver. 

    Todavía en 2013, el Grupo de Trabajo sobre Desapariciones Forzadas o Involuntarias del Consejo de Derechos Humanos había criticado que no existiera un plan nacional para este cometido. En su comunicado, los relatores saludaron la intención del Gobierno de asumir su responsabilidad y ejercer un rol activo en la búsqueda de víctimas desaparecidas y lo instaron a adoptar inmediatamente las medidas legislativas, administrativas y financieras necesarias para ejercer efectivamente esta función. 

    Un años después, reiteraba «el limitado alcance de la Ley de Memoria Histórica; la carencia de presupuesto para la implementación de ésta; la vigencia de la Ley de Amnistía tal como ha sido interpretada por las autoridades judiciales; la impunidad para todos los casos de desapariciones forzadas; la ausencia de un delito autónomo de desaparición forzada; la falta de una ley de acceso a la información; la dificultad para acceder a los archivos; y la carencia de un plan nacional de búsqueda de personas desaparecidas, entre otros» y constataba como «urgente que el Estado adopte como una inmediata prioridad la búsqueda de la verdad y en particular sobre la suerte y el paradero de las personas desaparecidas».

    De ahí que nadie deba extrañarse porque tres relatores de la ONU, hayan emitido un informe en el que se pide al Gobierno de España que adopte las «medidas necesarias» frente a las leyes de concordia impulsadas por PP y Vox en tres comunidades autónomas. De acuerdo con los tres relatores -expertos independientes que trabajan de manera voluntaria- que han presentado el documento, las leyes que están siendo tramitadas en Aragón, Comunidad Valenciana y Castilla y León «podrían» vulnerar los derechos humanos. En concreto, los expertos temen que con estas normas se invisibilicen «las graves violaciones de derechos humanos cometidas durante el régimen dictatorial franquista».




    Ahora, que si en España queda mucho camìno por andar... ¿cómo estarán los territorios que estuvieron bajo administración española, que sufrieron también la guerra civil y sus consecuencias, pero que quedan actualmente por fuera del marco normativo español?

    Precisamente en "Memoria y frontera...", de María del Mar Fernández Pérez, se analiza:

    En este periodo las fronteras del Estado eran diferentes, aunque en muchas ocasiones no se sea consciente de esto: no sólo territorios en Marruecos y el actual Sáhara ocupado eran posesiones españolas, también lo era Guinea Ecuatorial.
    Resulta llamativa esta falta de referencias a las colonias si tenemos en cuenta que el imaginario colectivo de la Guerra Civil está plagado de referencias al norte de África: allí se produjo el golpe de estado en un primer momento, de allí venía el ejército africano y la famosa y temida guardia mora. Esta guerra, tan importante para la historia europea, empezó en África, y allí se produjeron los primeros asesinatos de quienes permanecieron fieles a la legalidad republicana. Es muy difícil hablar de este periodo sin hacer referencia al protectorado y situados en el momento actual, habrá que afrontar el desarrollo de la Ley de Memoria Histórica en territorio extranjero.

    Y aunque en ocasiones se cruzan fronteras, como en el caso de la Anulación del Consejo de Guerra al radiotelegrafista de Bolondo, ¿quién se acuerda de la población local? Por ejemplo, ¿quién se acuerda de Acacio Mañe?

    Aunque haya en España quien protesta por los informes y resolución por ser "injerencistas", hay consenso internacional; la "cuestión española" desde hace tiempo se ve como la "anomalía española". 

    lunes, 22 de abril de 2024

    ¿Hace una ronda de saludos?

    Cuenta Enrique Martino Martín en Corrupción y contrabando:funcionarios españoles y traficantes nigerianos en la economía de Fernando Poo (1936-1968), «Durante esos años, desde el balcón de su oficina, junto al palacio del gobernador y la catedral, el vicecónsul británico veía cómo los "obreros nigerianos" recién desembarcados y contratados marchaban hacia las fincas "obligándoles a hacer el saludo fascista"».

    Resulta un dato sorprendente, pero no tanto. Al fin y al cabo, el DECRETO de 17 de julio de 1942 por el que se refunden las disposiciones vigentes en lo que respecta el Himno Nacional, Cantos Nacionales y Saludos, incluía en su artículo tercero que «se establece como Saludo Nacional el constituido por el brazo derecho extendido en dirección al frente, con la mano en prolongación del mismo, abierta, sus dedos unidos y algo más altos que la cabeza».

    Es decir, en el nuevo Estado había himno y bandera oficial, pero también un saludo.

    La fotografía histórica ha dejado un curioso rastro que vamos a seguir en este paseo por la vieja calle 19 de septiembre de Santa Isabel:


    «La población local realiza el Saluto Romano en un minuto de silencio»  ante el monumento a los caídos en la fachada de la catedra de Santa Isabel, documentaba el diplomático alemán Günter Wolff durante su viaje de investigación a la Guinea española (1939/1940).

    Precisamente Ébano, en la edición conmemorativa del Día de la Victoria de 1940, recogía el discurso de Joaquín Robles, jefe provincial de propaganda, que concluía con un «quiero que hoy como todos los días desde hace un año oigáis con reverencia la Conmemoración de los Caídos, brazo en alto, como tantos cayeron Cara al Sol, por España y por Dios».

    Ébano y La Guinea Española tienen recurrentes alusiones a pobladores, europeos y autóctonos, adultos y escolares recibiendo a las autoridades brazo en alto.



    En esta otra imagen, podemos apreciar a niños cantando el Cara al Sol -brazo en alto- con el maestro antes de entrar en la escuela, conforme a «la ordenanza del 28 de septiembre que determinó que la enseñanza en la colonia debía responder “a las conveniencias nacionales”; los juegos infantiles, obligatorios, tenderían “a la exaltación del patriotismo sano y entusiasta de la España nueva”» recordaba Donato Ndongo Bidyogo en la ponencia "La proyección del fascismo en el Golfo de Guinea (1936-1945)" realizada dentro del III Seminario Internacional sobre Guinea Ecuatorial del Centro de Estudios Afro-hispánicos de la UNED.


    Ésta ya es un clásico, con el saludo de rigor a la apertura del partido de futbol. «Manuel Hernández Sanjuán recuerda como en la Guinea Colonial de aquellos años cuarenta había una gran afición al futbol. Imagen de la presentación de los equipos en el partido que se celebró con motivo de la inauguración oficial del nuevo estadio de Santa Isabel», el Estadio Municipal La Paz.


    Sorprende un poco más el registro de los ecuatoguineanos trabajadores del Pabellón de Guinea en la XX Feria Oficial e Internacional de Muestras de Valencia (1942), saludando brazo en alto a las autoridades de visita.


    Y como detectaba el cónsul británico, los trabajadores de las fincas se plegaban a las costumbres españolas, como los de esta finca en Kogo, que reciben con el saludo fascista a la compañía Hermic Films, de Manuel Hernández Sanjuán. 

    Todavía en diciembre de 1946, cuando la derrota alemana exigía mitigar las formas y las expresiones, La Guinea Española recogía la noticia de que: «La Colonia ha vivido días de intensa emoción: noticias patrióticas, de condena de la actitud de la ONU con respecto a España. (...) partía del Consejo de Vecinos una nutrida manifestación en la que figuraban no solamente los elementos Oficiales, sino lo más selecto de la ciudad en las múltiples manifestaciones culturales y económicas, presididos por el presidente del Consejo, Sr. Ibars. Los Oficiales y Marinos del Dato, robustecieron con su presencia las nutridas filas de coloniales. Rompía la marcha los alumnos de las Escuelas de los Misioneros, presididos por su Director R. P Boixadera y a los acordes de sus cornetas y tambores y con los gritos ¡FRANCO! ¡FRANCO! ¡FRANCO! ¡levaron el entusiasmo a otros muchos que se sumaron espontáneamente al grupo de manifestantes. Seguían las banderas de Falange Nacional y del Requeté y en pos de ella los europeos en apretado haz, con un gran cartel en el que se leía "Incondicionalmente, a las órdenes de nuestro Caudillo". (...) los manifestantes, brazo en alto, entonaron el Cara al Sol, desfilando marcialmente, recorriendo las calles hasta llegar de nuevo, ante el edificio del Consejo, desde cuyo balcón, leyó D. Manuel G. Maicas, con entusiasmo y fervor patriótico, el discurso del Caudillo».

    martes, 9 de abril de 2024

    Desde Murcia

    Hace un año, el incombustible Adolfo Fernández Marugán desde el portal de ASODEGUE informaba que "Por circunstancias de naturaleza no técnica, que dificultan la regularidad habitual en las publicaciones, esta página no se actualizará hasta inicios de marzo. Prometemos volver con renovado ánimo de servicio. Saludos." Así,que artículos como este de El Diario.es se quedan sin el acostumbrado eco... En esta ocasión le vamos a dar entrada:

    Donato Ndongo, periodista y escritor: “La dictadura de Teodoro Obiang intentó secuestrar a mi hijo en Murcia”

    El opositor ecuatoguineano reside en la Región desde 1995 y denuncia que las presiones de la dictadura de su país en España lo han llevado a ser desahuciado de su casa.

    Una de las paredes del despacho de Ndongo (Aldo Conway)

    “Una mañana, mi mujer dejó a mi hijo Pascual, que tenía seis años, en el colegio. A la media hora, las monjas le llaman para decirles que había venido un negro que hablaba bien español, bien vestido, intentando llevárselo. Yo vivía en Estados Unidos por aquel entonces, y de Missouri a Murcia son siete [husos horarios] de diferencia. Cuando tu mujer te llama llorando a las tres de la madrugada, te puedes imaginar. Se te cae el mundo encima”. A Donato Ndongo (Niefang, 1950) muchos lo consideran el mejor escritor africano en español de todos los tiempos. Es, además, uno de los principales enemigos intelectuales del régimen totalitario de Teodoro Obiang en Guinea Ecuatorial y fue ministro de Exteriores del gobierno en el exilio. También fue delegado territorial de la Agencia EFE en África Central, director del colegio mayor universitario Nuestra Señora de África de Madrid y del Centro Cultural Hispano-Guineano de Malabo hasta 1994, cuando el secretario de Estado para la Seguridad, Manuel Nguema, lo hizo exiliarse a punta de pistola a la Región de Murcia. “Me dijo de parte del presidente que estaban hartos de mí y que me tenía que ir”.

    Parapetado tras una mesa de oficina, se expresa con la urgencia de quien ha llegado a una conclusión peligrosa. Tras su mirada, desgastada por haber visto más de la cuenta, palpita un pulso de rabia consciente; late el desazón de quien renuncia a todo por principios. Su hijo Pascual, ahora con 24 años, duerme en el piso de abajo de su casa de Espinardo (Murcia). “Estuvo anoche de juerga con esas cosas de la huerta”, dice, refiriéndose a las fiestas de primavera de la Región. “Siempre les digo a mis hijos que podría ser multimillonario. Pero mi conciencia no está en venta. Obiang me propuso ser ministro hace muchos años. Le dije: ‘Señor presidente, dejen de matar a la gente’. ¿Cómo voy a colaborar con un asesino? Siempre me he negado y he pagado un precio por ello”. El escritor se encuentra en una situación delicada: el próximo día 26 de abril, el banco ejecutará su desahucio por impago de su hipoteca. Donato, de 74 años, casado y con dos hijos, denuncia el altísimo coste profesional que le ha supuesto su oposición a Teodoro Obiang. Según relata a elDiario.es, cobra la pensión mínima y no puede hacer frente a los gastos de casa. “Mis hijos están estudiando y esa es la única prioridad para mí, pero yo no tengo dónde ir, no tengo dónde dejar mis cosas”.

    Ndongo vivió en España desde los 14 años y se licenció en periodismo en Barcelona y a partir de 1985 regresó a Guinea Ecuatorial para trabajar en el Centro Cultural. “En el año 87 Miguel Ángel Aguilar, que por entonces era el director de información de la Agencia EFE, me ofreció ser delegado allí, pero yo estaba muy cómodo en el Centro Cultural y no quería meterme en ese berenjenal, así que colaboré como corresponsal con algún artículo de vez en cuando. Nadie quería ser delegado, así que cuando en 1992 me dijeron: ‘O asumes la delegación de África Central o tenemos que cerrarla’, no pude rehusar”, añade. En esa época, los corresponsales que enviaba la Agencia duraban menos de un año.

    Para la tarea de cubrir la información para una zona en constante conflicto, Donato contaba con la ayuda de un asistente que resultó ser un espía del régimen. “Hacía el trabajo de becario, lo mandaba a hacer gestiones, ir al Ministerio a pedir unos papeles, hacer recados, pero no mucho más. Me pareció un buen chico y no le presté mucha atención. Ni siquiera era periodista. De haber sabido que hacía ese trabajo lo habría echado sin pensarlo”. La relación de la dictadura ecuatoguineana con la prensa es muy turbulenta: la salida de Ndongo Guinea supuso el éxodo del último periodista del mundo que informaba al exterior sobre lo que sucede en el país. “Yo no contemporizaba, yo era un profesional. Me ofrecieron dinero, me ofrecieron cargos; hasta me ofrecieron ser embajador en España, e incluso recibí presiones por parte del gobierno español. Si consideramos parte del gobierno español al director general de Política Exterior para África y Medio Oriente (Miguel Ángel Moratinos), que supongo que sí. Pero a mí me echaron de allí por la fuerza y no se supo en ningún sitio, porque Moratinos prohibió a EFE difundir lo que había ocurrido con su delegado en Guinea”. 

    Tanto Andrés Esono, otro opositor guineano, como Donato Ndongo, sugirieron que Moratinos protegía a Obiang. A la pregunta sobre su relación con él, el exministro –en declaraciones telefónicas a elDiario.es Región de Murcia– ha respondido: “Toda mi actuación en esa época era para mejorar las relaciones [con Guinea Ecuatorial].” También añade que le perdió la pista a Ndongo cuando llegó a España. “Yo lo comprendo, sé que tiene una situación difícil y todos tenemos que trabajar por la mejor democracia en Guinea Ecuatorial y tenemos que trabajar todos juntos, pero que se dejen de obsesiones de unos y de otros. Aquí todos trabajamos por lo mismo, pero este señor decía ser ministro del gobierno en el exilio y no hay ningún gobierno en el exilio reconocido”. Por último, esta vez por Whatsapp, el ahora Alto Representante de las Naciones Unidas para la Alianza de Civilizaciones, ha reiterado que: “Si hice declaraciones en su momento (...) seguirán siendo válidas. Nada que añadir”. Se refería Moratinos a lo que expresó a este mismo diario en 2022: “Estábamos haciendo todos los esfuerzos por conciliar y este hombre hacía su trabajo. Mi política ha sido siempre la misma: diálogo y acompañamiento hacia una democratización”.

    El factor étnico complica esta democratización en un país con mayoría fang, en el que otras etnias aspiran a una representación que por ahora se antoja difícilmente alcanzable. “La idea”, continúa Ndongo, “es conseguir un gobierno para todos, un régimen de libertades en el que todos gocen de los derechos de ser guineano. Yo puedo ser fang y que un candidato bubi (otra de las siete etnias que componen Guinea) me resulte adecuado lo vote”. La clave de la democracia en África es no basar el voto en la afinidad étnica. Y, por supuesto, la no intromisión de potencias extranjeras.

    En el despacho del ático de su casa, Donato interpela a las preguntas aireando un mechero con una mano y un cigarrillo con los dedos de la otra. Habla con tanto ímpetu que olvida encenderlo durante casi toda la entrevista. Las paredes están cubiertas por montañas de libros y revistas apiladas desde el suelo. Cuenta que tiene más de 8.000. “Llevo 22 años aquí y no me ha dado para comprar estanterías [se ríe], abajo, en el sótano, hay muchos más”.

    Se instaló en Los Alcázares a finales de 1995, y en 2002 compró la vivienda en la que reside actualmente, cerca de la capital murciana. “Cuando llegué a España, la Agencia, que sabía lo que había tenido que vivir en esos nueve años, me dijo que no me preocupara, que descansase y que después ya veríamos a qué delegación iba a parar. Pero resultó que el director general de Asuntos de África, Moratinos, le dijo a EFE que me echara. Me llamaba domingo tras domingo. Le dije que yo no recibía órdenes del Ministerio, sino de la Agencia, y me dijo que la Agencia pertenecía al gobierno. Le expliqué que yo había hecho periodismo en España, y que en la asignatura de Historia del Periodismo, que aprobé con nota, aprendí la creación de la Agencia EFE. Solo por proteger a Obiang. Así que rescindieron mi contrato y me marché a Murcia a terminar mi libro, Los poderes de la tempestad, tranquilo, con mi mujer… a verlas venir”. Ante estas acusaciones, el ex ministro Moratinos niega que él tuviera capacidad alguna de interferir en su relación laboral con la Agencia.

    En el año 2000 ganó el concurso para la creación de un centro de estudios africanos en la Universidad de Murcia y se convirtió en el director durante el rectorado de José Ballesta, actual alcalde de la ciudad. En 2004, rescinden de nuevo su contrato, esta vez sin explicaciones.

    “Como director del Centro de Estudios Africanos me llamaban de la prensa para hacerme entrevistas muchas veces, y me preguntaban qué opinaba yo sobre ciertos temas. Supongo que incomodaba demasiado. También es que tenían unas cosas... me invitaron a participar en el centenario del conde de Floridablanca. ¡A mí! No tienen sensibilidad o no tienen ni idea, porque el conde de Floridablanca, que en Murcia lo consideran un santo, fue quien firmó con Portugal el acuerdo que cedía las colonias de lo que hoy es Guinea Ecuatorial porque España necesitaba una cantera propia de esclavos para llevar a América”. Pocos meses después, la Universidad de Missouri lo contrató como profesor asociado. Recuerda, con ironía, a un compañero de departamento que era camerunés. “Siempre nos estábamos lamentando de estar a 20 grados bajo cero. Un camerunés y un guineano tan lejos de casa. Joseph y yo nos preguntábamos qué demonios hacíamos ahí cuando podíamos estar tranquilamente en nuestro país, sin tener que pasar ese frío. No hay ni un solo africano que emigre por gusto, ni uno. Y conozco a millones, te puedes imaginar”.

    La huella colonial de los países africanos va más allá de los éxodos forzosos. Antes de Obiang gobernaba su tío, Francisco Macías Nguema. Hay un fenómeno que describe Ndongo en su libro Historia y tragedia de Guinea Ecuatorial denominado afrofascismo, una pulsión anticolonial con un componente ultranacionalista muy marcado. Buena parte de los militares que ejecutan los golpes de Estado que se producen en África formaban parte de los antiguos ejércitos coloniales o han heredado su esencia, eminentemente represiva contra la población local, por lo que los regímenes dictatoriales suelen ser brutales. Macías trató de erradicar toda la huella española de Guinea Ecuatorial.

    Según cuenta Donato, lo consiguió: “A día de hoy, lo único que queda de España en Guinea es el idioma. Existen siete etnias distintas, cada una con su lengua propia, pero la impronta común es la cultura española. Yo soy fang, que es la etnia mayoritaria, pero convivimos con otras seis y el español es la lengua vehicular entre todos. ¿Qué es lo que diferencia a un fang de Gabón o de Camerún de uno de Guinea? El español. Eso es lo que nos une. Macías prohibió el uso del español en Guinea”.

    Sin embargo, el dictador no propuso una lengua común. “Si al menos hubiera impuesto, digámoslo así, un desarrollo de las culturas autóctonas, podría llegar a entenderse, pero esto no se dio. En aquellos tiempos, además, la gente era completamente analfabeta y este tipo pretendía volver a la selva, en el peor de los sentidos. Prohibió la importación de medicamentos, porque eran productos imperialistas, y propuso la medicina tradicional y que la gente fuese a buscar plantas medicinales a la selva. Quieren convertir a Guinea Ecuatorial en Filipinas. Mira qué ocurrió allí con el legado español”, sentencia. “Solo que aquí en lugar del inglés, se ha impuesto el francés como lengua cooficial, un idioma que no habla nadie en un país de 800.000 personas. ¡Esa es otra! Ni siquiera han censado a la población, así que esa cifra se la inventan. Dice el gobierno que somos más de dos millones, pero sin un censo es imposible de saber. También se destruyeron partidas bautismales y de nacimiento durante la era de Macías”. Los edificios coloniales han ido cayendo uno por uno, se ha tratado de borrar todo vestigio de la presencia española. Si destruyes el legado que une a las etnias, son más débiles. Es lo que hacen los tiranos, los fascistas. Por eso lo fomentan“.

    Donato hace multitud de gestos durante la entrevista señalando los montones de libros apilados de su despacho; dice que es capaz de encontrar lo que necesite, aunque le lleve algo de tiempo. Lo que se amontona allí y en el sótano de su casa es el trabajo de toda una vida. “No tengo dónde meter todo esto. Quieren que me vaya el día 26 y no tengo a dónde ir, así que si quieren que me vaya me van a tener que sacar. Van a tener que venir con la policía y sacarme a mí y sacar todas mis cosas, y que lo vea todo el mundo”, dice mirando a uno de los rincones. En la puerta metálica del porche, ya en la calle, Donato se cierra la chaqueta sobre la camisa y su mirada se dispersa entre las fachadas de los adosados de enfrente, los coches aparcados y el suelo con una expresión sombría, sin que su tono al hablar se endurezca. Mirada y voz como dos relojes en franco desacuerdo, sometidos a la tensión de dos impulsos.

    jueves, 4 de abril de 2024

    Un adoquín de la memoria para el cartero de Bata

    En mayo del año pasado recibíamos con alegría la noticia de que a Carlos Grey Molay (conocido también como Greykey), prisionero n° 5124 del campo de concentración de Mauthausen, se le había colocado un adoquín de la memoria en Sarrià - Sant Gervasi, el que fue su barrio cuando vivía en Barcelona. Fue un tardío acto de justicia.

    Esta semana, ha vuelto a ocurrir: En esta ocasión se trata del preso n° 59282 del campo de concentración de Sachsenhausen, Isidro Álvarez, el cartero batense. Como funcionario leal, integró el núcleo duro del Frente Popular en Río Muni, tuvo que huir, con el desembarco de falangistas y tropa marroquí en la bahía de Bata, y retornar al España republicana a través del territorio francés. Hoy, un Stolperstein (adoquín de la memoria) recuerda su historia frente a la que fue su casa en el n°2, calle Los Moros de Gijón.



    La edición Nortes de Público lo cuenta así:

    Isidro Álvarez Martínez nació el 1 de septiembre de 1900 en Batabanó, ciudad portuaria situada sesenta kilómetros al sur de La Habana. Sus padres, Concepción e Isidro, eran hijos de sendas familias de Campiellos, concejo de Sobrescobio, que como tantos miles de asturianos emigraron en la segunda mitad del siglo XIX a la por entonces provincia española de Cuba. Posiblemente se instalaron en Batabanó atraídos por la floreciente actividad comercial que vivía la ciudad tras la construcción del ferrocarril a la capital de la isla. Allí, a la orilla del Caribe, los jóvenes Isidro y Concepción se casaron y tuvieron a sus dos primeros hijos. Isidro sería el segundo de siete hermanos.

    Isidro Álvarez Martínez vio la luz en un país en formación. En 1900, Cuba no era ya una posesión española, pero tampoco un estado independiente. Formalmente era una colonia de Estados Unidos, que se la había arrebatado a España tras una corta guerra en 1898. Cuba sólo obtendrá su independencia en 1902. Por entonces, Isidro ya no estaba en la isla, pues la familia había partido para España un año antes, cuando el pequeño tenía nueve meses. Probablemente, para las autoridades de La Habana, Isidro mantuvo su derecho a la nacionalidad cubana pese a residir en España y ser a todos los efectos español. Este baile de nacionalidades bien pudo salvar la vida a Isidro Álvarez cuando muchos años más tarde acabase en un campo de concentración nazi. Aunque, como veremos, tal vez fue precisamente ese el motivo por el que fue deportado…

    Los Álvarez Martínez se cuentan entre aquellos miles de indianos que, con sus fortunas y sus costumbres modernas traídas de América, dinamizaron la economía y la vida social de Asturias de comienzos del siglo XX. La familia se instaló en Gijón y abrió una sastrería en la calle Jovellanos, entre el Parchís y los Jardines del Náutico. En esta zona burguesa de la ciudad, el pequeño Isidro Álvarez debió compartir escuela y amistades con hijos de la buena sociedad gijonesa. A los dieciocho años, seguramente con el bachillerato concluido, Isidro se trasladó a Madrid para preparar las oposiciones al cuerpo de Correos. Coronada con éxito la empresa, comenzó a trabajar como funcionario en 1920. Un lustro más tarde, en noviembre de 1925, se casó con Justina Castro Gacio en la iglesia de San José en Gijón. La prensa local daba noticia del glamuroso enlace entre la “elegante y virtuosa señorita” y el “joven oficial del Cuerpo de Correos” en el que habían sido padrinos el hermano de ella, el consignatario de buques José Castro Gacio y su esposa, Eloína Arias.

    Tras la boda, la pareja partió para una larga luna de miel que acabaría en San Miguel, Tenerife, donde Isidro había sido destinado. Allí nació en septiembre de 1926 Dulce María de la Concepción, la primera de los cuatro hijos que tendría el matrimonio. Un año más tarde, la familia dejó Las Canarias para regresar a Gijón, donde nacerán en los años siguientes Justina y Carmina. Eran tiempos marcados por convulsiones políticas que quizás también hicieron algún rasguño a las relaciones familiares. Así, mientras Isidro era de tendencia progresista y debió saludar la llegada de la República en 1931, su cuñado José se opuso frontalmente al nuevo régimen, afiliándose ese mismo año al ultraconservador Acción Popular de Gil Robles.

    El siguiente destino de Isidro Álvarez fue Viana do Bolo, concello de Ourense lindante con Sanabria. Allí nació su único hijo varón, Manuel. Para sostener a la familia, Isidro sumó a su trabajo de funcionario la de profesor de clases particulares. En el otoño de 1934 escribió una carta a Gijón que tendría consecuencias negativas para su carrera años más tarde. Iba dirigida a la Logia Jovellanos, la más antigua y prestigiosa de Asturias. La logia masónica había lanzado una revista, que se distribuía también en Galicia, en la que trataba de contrarrestar las acusaciones de la derecha de haber instigado la Revolución de octubre. Fue posiblemente a raíz de su lectura que Isidro decidió iniciarse en la masonería. Por esas mismas fechas, recibió respuesta positiva a su solicitud de traslado a Guinea Ecuatorial. En la colonia española trabajaría dieciocho meses y tendría luego opción a un destino permanente y bien remunerado en Asturias. Justina y los niños le esperarían en Gijón, en la casa de los padres de ella sita en Marqués de San Esteban, 22. Isidro se despidió de su familia a finales de 1935. No la volvería a ver hasta once años más tarde.

    Isidro Álvarez se hizo cargo de la oficina de Correos de Bata, la mayor ciudad de Guinea Ecuatorial. El territorio bajo dominio español contaba por entonces con 160.000 habitantes, de los cuales solo 2.000 eran europeos. Al producirse el golpe militar el 18 de julio de 1936, el gobernador se mantuvo fiel al gobierno de Madrid y no se produjeron incidentes entre la escuálida colonia española. Con el paso de los días la agitación de los sectores de derecha fue sin embargo en aumento y los demócratas se organizaron. Especialmente activos fueron los funcionarios como Isidro Álvarez, quien participó en un comité republicano y al parecer realizó colectas para el Ejército. Con la llegada de un barco con tropas rebeldes en septiembre, la situación se hizo desesperada en Guinea Ecuatorial para los defensores de la legalidad. Tras hacerse con el control de la isla de Fernando Poo, los franquistas pusieron rumbo al continente y tomaron Bata el 14 de octubre. Antes que caer en sus manos, Isidro Álvarez y un grupo de compañeros prefirieron huir de la ciudad y pasaron a la vecina Camerún.

    Desde la colonia francesa, nuestro protagonista fue en barco hasta Marsella y desde allí pasó a España por Catalunya. En los dos años siguientes continuó trabajando como funcionario de Correos en diversos destinos del levante peninsular, y al parecer se mantuvo alejado de cualquier actividad política. Entretanto, Justina y los niños tuvieron que abandonar Gijón al ser bombardeada su edificio por el buque Cervera y se instalaron en Albandi, zona rural en la carreta de Avilés. El contacto entre Isidro y la familia se mantuvo pese a todo, con largas cartas llenas de humor que en parte llenaban el vacío del padre ausente. Como persona bien informada, sin duda Isidro tuvo conocimiento de que en noviembre de 1937 el gobierno de Burgos decretó su suspensión del servicio. Consciente de que la victoria de los rebeldes traería no solo el fin de su carrera sino también la apertura de un proceso que le podría llevar a la cárcel, Isidro Álvarez abandonó Barcelona el 23 de enero de 1939 y puso rumbo al exilio.


     Como centenares de miles de compatriotas derrotados de la guerra civil, Isidro Álvarez pasó por diversos campos de refugiados en el sur de Francia. En agosto de 1939 estaba en el de Bram, cerca de Carcasona, del que pudo salir al encontrar empleo en una empresa de construcción en el norte. En los primeros meses de 1940 al parecer dejó voluntariamente este trabajo y se instaló en París. Alquiló una habitación en la rue de Constantinople, 26, donde residía una familia de Astorga que le ayudó cuanto pudo. Allí estuvo al menos hasta la llegada de las tropas alemanas A partir de entonces, perdemos la pista de Isidro. Sabemos apenas que se quedó en París, pero no dónde residía ni a qué se dedicaba.

    Por causas que de momento desconocemos, a finales de 1942 Isidro Álvarez Martínez fue detenido por los ocupantes alemanes e internado en el campo de tránsito de Compiègne. Desde allí fue deportado el 24 de enero de 1943 a Sachsenhausen en el primer gran transporte desde Francia a este campo de concentración situado al norte de Berlín. En el convoy iban más de cincuenta republicanos españoles, en su inmensa mayoría resistentes. Cuatro de ellos eran asturianos: el avilesino Manuel Vázquez Villa, el ovetense Manuel García Vega, el gozoniego Agustín Menéndez Fernández y nuestro gijonés Isidro Álvarez Martínez. A ellos se les sumarían en el año siguiente otros 150 compatriotas, entre ellos Francisco Largo Caballero, quien llegó a Sachsenhausen en el verano de 1943. Isidro Álvarez (prisionero nº 59282) no llegaría a coincidir con el antiguo jefe de gobierno español. En mayo de 1943, fue llevado a una prisión de la capital alemana y desde allí enviado a la cárcel de Laufen, a orillas de Danubio.

    En aquel presidio de Baviera cercano a Salzburgo habían sido internados numerosos ciudadanos norteamericanos que se encontraban en Alemania en el momento de la declaración de guerra de EEUU al Reich días después del ataque japonés a Pearl Harbor en diciembre de 1941. Es probable que también Isidro acabara en Laufen por ser ciudadano de Cuba, país que había declarado la guerra a Alemania pocos días después de hacerlo EEUU. Tras más de año y medio de cautiverio, Isidro y sus improbables compañeros de prisión se beneficiaron de un intercambio de prisioneros auspiciado por las Naciones Unidas. Como hombres libres, en febrero de 1945 llegaron al campo de refugiados de Philippeville, en Argelia.

    Con el fin de la segunda guerra mundial, Isidro Álvarez inició un periplo por diversos campos de refugiados: Cartago, Túnez, Nápoles, Aversa, Bari y Cine Città, en la periferia de Roma. En la capital italiana, Isidro posiblemente acudió al consulado español para regularizar su situación y solicitar la repatriación. Esto debió de servir a la administración franquista para desempolvar su expediente como desafecto al “Glorioso Alzamiento”. Se abrió así un proceso en el Tribunal Especial para la Represión de la Masonería y el Comunismo, en el que la principal prueba documental en su contra era una simple comunicación de 1936 de la Logia Jovellanos de Gijón con la Logia Constancia de Ourense interesándose por los antecedentes de aquel funcionario de Correos que desde Viana do Bolo había manifestado su voluntad de entrar la masonería. El tribunal dictó sentencia absolutoria, dejando así vía libre para su retorno a España.

    A comienzos de 1947, Isidro fue repatriado desde Genova a Barcelona y desde allí viajó a Asturias para reunirse con la familia tras más de una década de separación forzosa. Justina vivía ahora con los niños en Salinas, donde ella y su hija mayor habían encontrado trabajo en Telefónica. Tal vez con ayuda de su cuñado José, que había prosperado como consignatario de buques y era ahora además cónsul honorario de Holanda en Gijón, Isidro entró a trabajar en las oficinas de Astilleros Cantábrico y Riera. Los fines de semana los pasaba en Salinas con su familia. Por fin, en 1958, Justina y los chicos regresaron a Gijón. En los años siguientes, vivieron en el número 2 de la Calle los Moros.

    Poco después de volver a España, Isidro había solicitado su reintegración en el cuerpo de funcionarios del Estado. El Fiscal especial de Correos que se ocupó del caso recopiló declaraciones de funcionarios, alcaldes y párrocos de diversas regiones en las que Isidro había servido entre 1920 y 1939, así como de la administración colonial en Guinea Ecuatorial. Todos los inquiridos coincidían en que era un hombre moderado, reservado y recto. Todos menos los que informaron desde Guinea Ecuatorial, quienes cargaron las tintas contra aquel administrador de Correos de Bata que se habría destacado en el microcosmos de españoles de la colonia como opuesto en acto y palabra al “Glorioso Alzamiento”. Sirvieron estas vagas acusaciones para que el juez sentenciara contra el regreso de Isidro Álvarez a la Administración.

    En los años sesenta, centenares de antiguos funcionarios de Correos expulsados del cuerpo por el gobierno de la dictadura franquista como represalia por haber permanecido fieles a la República, unieron sus fuerzas para reclamar su reintegración en el cuerpo de Correos. El combate fue exitoso, y en 1970, a punto de cumplir los setenta años, cuando vivía en un modesto piso de la calle Las Mercedes en La Calzada propiedad de Cantábrico y Riera, Isidro Álvarez fue rehabilitado y volvió a ser funcionario con derecho a pensión por los veinte años de servicio en Correos. Fue este tal vez el último giro feliz de una atribulada peripecia vital. Isidro Álvarez se mudó en los años siguientes a la calle Menéndez Pelayo en el barrio de la Arena. Allí falleció en 1982.

     

    Tal vez el ingeniero Manuel Cuenca de Fernando Póo, preso en el campo de concentración de Buchenwald, el electricista José Epita Mbomo en Neuengamme, Fernando Fernández Lavín en Mauthausen o el relojero Otto B. Löbig en Dachau tengan algún día su adoquín de la memoria al igual que Carlos Grey e Isidro Álvarez (en España, Francia o Guinea Ecuatorial).

    Pero si quieres saber más sobre Isidro Álvarez Martínez, revisa:

    lunes, 1 de abril de 2024

    Formosa equatorial o el Taiwán ibérico (VII)

    Campaña de Gabón (1940).
    Hay dos temas que generan furibundas reacciones cada vez que los aludimos en este paseo por la calle 19 de septiembre de la vieja Santa Isabel: uno es cuando señalamos el origen africano del presidente José Giral y el otro con cada nuevo relato que incluimos en la serie El Taiwán Ibérico... Surgen así, reacciones del tipo de "Chorradas esto es de risa y el que lo publica mas y el que lo permite mucho más. Menudos demócratas."

    Así, que vamos a hacer un repaso cronológico de El Taiwán Ibérico:

    Victor Alba, en “Historia de la resistencia antifranquista (1939-1955)” cuenta cómo el gobierno republicano en el exilio confiaba en la acción de las potencias para derribar a Franco… pese a que era evidente que éstas no estaban dispuestas a intervenir: «Cuando un republicano moderado pero con imaginación propuso que el gobierno tomara un avión y se plantara en Madrid para crear a Franco un problema insoluble, le dijeron que estaba loco. Cuando otro propuso que se organizara un desembarco en Fernando Póo, para que el gobierno [en el exilio] estuviera en territorio español, le dijeron lo mismo».

    Pero ese moderado republicano no será el único en ficcionar con esa posibilidad:
    • Con la caída del frente catalán, se produce la retirada masiva al territorio francés. Los exiliados españoles serán internados en campos de refugiados a la espera de una solución individualizada. Sin embargo, con la invasión alemana de Francia en 1940, muchos de ellos de encuadrarán tanto en la defensa militar del territorio como en la resistencia, por lo que -tras la ocupación de Francia por el ejército alemán- los republicanos serán perseguidos y confinados en campos de concentración nazis ante la indiferencia del gobierno franquista. A algunos de los exiliados españoles, aprovechando su experiencia militar, se les dio la posibilidad de integrase en la legión extranjera francesa,… fuera del territorio europeo. En agosto de 1940, Leclerc seguirá instrucciones de Charles de Gaulle e inicia su gira africana intentando sublevar a los territorios africanos bajo la administración francesa del gobierno títere de Vichy. Encuentra diferentes apoyos, entre otros de los españoles integrantes del ejército francés, y conforma con éstos la 13ª Demi Brigade de la Legión Extranjera con la que logra que Camerún se adhiera amistosamente a la Francia Libre. En cambio, los soldados y civiles de Gabón, incitados por el obispo local, permanecerán leales a Vichy, por lo que el siguiente destino será Libreville (Gabón), vía principal de entrada de las colonias francesas del África Ecuatorial. Así, tras desembarcar en la bahía de Corisco, remontan el rio N´Tsini y traban combate por primera vez con las fuerzas de Vichy.
    -Cuando la 13ª asaltó el aeródromo -dijo Leclerc-, se oyeron gritos en español desde sus filas. Koenig sonrió.
    -¿Gritos como estos? -preguntó, y alzó la voz-: «¡Cómo en el Ebro, compañeros!». «¡Cómo en Madrid!». «¡No pasarán!»…
    -A eso me refiero.
    -Lo llamamos el «recital español». Todos los republicanos españoles se lanzan al ataque a golpe de esas consignas. Para ellos esta guerra es continuación de la suya.
    -¿Cuántos españoles tienes en la 13ª?
    -La mitad: quinientos. Pero en la 1ª División hay casi tres mil. (...)


    Tras la batalla de Gabón, el gobernador general -en funciones por ausencia de Juan Fontán- Víctor Suances organiza la acogida de los funcionarios de Vichy en su huida y
    verá con preocupación cómo Río Muni queda rodeado por territorios administrados por los aliados y tan sólo el río Utamboni le separará de soldados republicanos organizados y mejor equipados que las tropas coloniales. Un temor vano: las tropas de Charles de Gaulle seguirán combatiendo en territorio francés (africano y europeo) hasta liberar París. Participaron en la batalla de Gabón -entre otros- el adjudant Felipe Maeztu y Etelvino Pérez, siendo condecorados con la Compagnon de la Libération y Chevalier de la Légion d'Honneur, o Antonio Medina Pérez "Turuta" y Miguel Campos que junto a La Nueve entró en primer lugar en París en agosto de 1944.
    • Iniciada la guerra mundial, al igual que Franco recibió el apoyo de alemanes e italianos durante la guerra civil, en la II Guerra Mundial el gobierno franquista colaboraba con mayor o menor descaro con el Eje Roma-Berlín-Tokio, ocupando el territorio ecuatorial un papel interesante como veíamos en El granero en la retaguardia o incluso en Operación Gibraltar. Así, previendo tanto la posible entrada española en la guerra, como la importancia estratégica del territorio en una posición de neutralidad sesgada, el gobierno vasco en el exilio manejó varias opciones, incluyendo la posibilidad de un levantamiento en el territorio para -juntamente con el gobierno de la República en el exilio- apelar al apoyo aliado para derribar al gobierno de Franco. O incluso magnificar la presencia alemana en Guinea para forzar una intervención de los aliados. De ahí que estratégicamente, «el 11 de septiembre de 1941 se creó en Gran Bretaña el 3º Batallón de Fusileros Marinos de las Fuerzas Navales Francesas Libres. Esa unidad debía de componerse de vascos españoles exiliados y también de voluntarios iberoamericanos», así como una extensa red de espionaje articulado por la diáspora vasca, incluyendo la numerosa presencia de colonos vascos en el territorio ecuatorial. El levantamiento, emulando la experiencia de la Francia Libre en las colonias que rodean La Guinea Española, estaría apoyada por los fusileros, quedando el territorio bajo administración del Gobierno Vasco en el exilio, garantía del respeto a los principios civilizadores del cristianismo, mientras el gobierno republicano no estuviera en condiciones de asumir la gestión. Finalmente, el batallón fue disuelto el 23 de mayo de 1942 como respuesta a una queja formal del Duque de Alba, embajador franquista en Londres, al Foreign Office, pero la red de espionaje sobrevivió incluso al fin de la guerra mundial y estuvo operativa durante el periodo de la guerra fría. 

    • En enero de 1942, meses antes de la disolución, apoyándose en miembros del 3º Batallón de Fusileros Marinos de las Fuerzas Navales Francesas Libres y con apoyo local de la red de espías del gobierno vasco en el exilio, el ejército británico da un audaz golpe (la operación Postmaster) al eje italo-alemán durante la II Guerra Mundial, secuestrando un enorme buque de pasajeros italiano, el Duchesa d'Aosta, una de las mejores unidades de la flota mercante, y de dos lanchas alemanas, Likomba y Bibundi, amarradas en el puerto de Santa Isabel. Por cierto: Ian Fleming -más conocido como autor de James Bond- se involucró en esta operación como comandante de la División de Inteligencia Naval británica: ésta primera acción y posteriores fueron parte de los insumos que crearon al agente 007. De hecho, no son pocos los que creen que Gustavus March-Phillipps, el oficial a cargo de la misma, fue precisamente la inspiración de James Bond.

    • Unos años después, Juan Goytisolo recibía asombrado la petición de Rafael Lorente y Martínez Pontremuli, vicecónsul de España en París, de que «quería que le presentase a Pasionaria, discutir y tomar unas copas con ella (). Luego, algo excitado con el coñac o calvados que yo le servía, me expuso su plan de desembarcar con un puñado de amigos en Fernando Poo y proclamar la República: si resistíamos unos días al asedio de la armada franquista, podríamos reunir allí al gobierno y diputados en el exilio y obtener el reconocimiento diplomático de los países del campo socialista». El vicecónsul acabó cesado y castigado con un destino en Haití, por lo que renunció a la carrera diplomática hasta la llegada del PSOE al poder.
    • El 9 de enero de 1961, un comando del Directorio Revolucionario Ibérico de Liberación DRIL, integrado por catalanes, gallegos y portugueses, secuestró el trasatlántico portugués “Santa María” con pasajeros y tripulación incluida, para dirigirlo al golfo de Guinea. La fallida acción se conoció como la Operación Dulcinea y pretendía incentivar un levantamiento popular, declarar la III República y expandir un movimiento liberador hasta la España de Franco o el Portugal de Salazar. Según Miguel Urbano Rodrigues, un periodista del “Estadao” y futuro eurodiputado comunista llegado desde Pernambuco para unirse a los secuestradores: «La madrugada nos encontró hablando. De quimeras. Quería llegar a África, sublevar la Guinea Española y salir de allí para Angola. A bordo había veinticuatro comandos portugueses y españoles, una tripulación rencorosa y ochocientos pasajeros en la frontera de la desesperación. Sin embargo, a José Velo todo le parecía posible. Su fuego interior me contagió».
    • A finales de ese mismo año, el FBI y la CIA identificaron la posibilidad de un pacto entre comunistas españoles exiliados y cubanos con el objetivo de invadir «uno de los territorios africanos de España». La fuente de las agencias estadounidenses indicó que Enrique Líster, al que describía como «un ex general del ejército republicano español y miembro del Partido Comunista", había estado en Cuba preparando el asalto y que, como resultado del acuerdo, entre 700 y 800 combatientes cubanos habían viajado a Checoslovaquia para recibir un entrenamiento militar intensivo. El FBI suponía, y así lo escribió, que el gobierno español estaba al tanto de esta información», concluyendo que «Dicha invasión no sería posible en el caso de las fuertemente fortificadas Ceuta y Melilla, y no se sostendría en la expansión tórrida del Sahara español, ni en Ifni, donde hay estacionadas suficientes fuerzas militares españolas para repeler dicha invasión. Guinea Española (Río Muni continental y las islas de Fernando Poo y Annobón) son los territorios africanos españoles más desarrollados, excluyendo Ceuta y Melilla y son los más alejados de España y, aparentemente, los menos defendidos militarmente.»
    • La última ficción que incluiremos la relata Rafael de Mendizábal Allende en “Misión en África. La descolonización de Guinea Ecuatorial (1968-1969)”. Conforme al magistrado, tras la guerra mundial «había comenzado a fermentar un sentimiento nacionalista de baja intensidad y sin brotes graves de violencia, salvo el ataque el año 1962 en las cercanías de Ebebiyin a dos Guardias Civiles que, heridos, repelieron la agresión matando a cuatro de sus atacantes nativos. Ese fermento fue fomentado por los republicanos españoles exiliados en Méjico que pusieron a disposición de los descontentos 200 millones de pesetas del tesoro del yate “Vita”, cifra fabulosa en aquella época, con el fin de desestabilizar el Régimen, colocándole en una situación semejante a la del Portugal de Salazar, enzarzado en guerras coloniales, pequeño gran país siempre bravo, pero equivocado en aquella coyuntura».
    • Un poco en la línea anterior, todavía en 1965, Mosess "Moe" Fishman, el secretario ejecutivo de Veteranos de la Brigada Abraham Lincoln que luchó en la Guerra Civil española, escribía referente a la labor de obtención de fondos para los refugiados españoles y a la actividad de distintos colectivos (incluyendo el Frente Nacional de Liberación de Guinea Española) e individuos (Álvarez del Vayo, Enrique Líster, Modesto, etc.) involucrados en la lucha antifranquista. Y en el caso de los ecuatoguineanos, «éstos ven su lucha como parte de la lucha antifranquista», razonaba el excombatiente de la guerra civil.
    Al final, el que las dos islas a las que los portugueses bautizaron como Formosa (Bioko y Taiwán) no corrieran procesos históricos en paralelo sería pura casualidad.

    Y un bonus track, en este caso no del Taiwán ibérico... sino del Ibérico Taiwán (¿?):

    Se trata de unas ruinas del Alcázar de Toledo que se trasladaron a Quemoy (Kinmen, 金門縣, Jīnmén Xiàn) isla perteneciente a Taiwán para erigir un monumento a los defensores del Alcázar en la isla “avanzada de la China anticomunista”. En mayo de 1960, Muñoz Grandes (ex máximo responsable de la División Azul y en este momento Jefe del Alto Estado Mayor) visitó la primera línea defensiva de la República de China ante las costas de la primera línea defensiva de Taiwán ante las costas de la China continental, en la isla de Quemoy (Jinmen). Como consecuencia de esa expedición militar española y como muestra de la fraternidad, hermandad y confluencia ideológica entre los regímenes del general Franco y del general Chiang Kai-shek la delegación española regaló algunas reliquias relacionadas con el asedio del Alcázar. Entre otras, piedras del mismo Alcázar, un casco, una pistola, un trozo de metralla y una granada de mano. Todo ello se colocó en una vitrina incrustada en la roca de la montaña Taiwu, de la isla de Quemoy (Jinmen), flanqueada por dos lápidas traídas desde España, con escritos en inglés, chino y castellano que sentenciaban: «Los valientes del Alcázar de Toledo (España). A los héroes de Kinmen (China). 16 de mayo de 1960». Fue inaugurado en 1962 por el embajador Larracoechea.

    Por otro lado, como muestra de agradecimiento, la misión militar china a España de octubre de 1961, dirigida por el general Peng Mengji, regaló una placa conmemorativa en la que, en chino y español, se podía leer: «A los héroes anti-comunistas del Alcázar de Toledo / Luchar por el anti-comunismo / Ofrecida por los oficiales y soldados de Kinmen y Matsu de la República de la China / Octubre del año quincuagésimo de la República de China».

    Tras el giro español en 1973 hacia la china continental, se pierde el rastro del monumento incrustado en la ladera rocosa del monte, y al que se accedía a través de dos estrechas escalerillas. Hay constancia de una nota de Blas Piñar en la que pedía que las piedras del Alcázar de Toledo no fueran devueltas a España y que se mantuvieran como una representación de la fiel amistad y la camaradería anticomunista de ambos países en el pasado.

    De igual forma, la placa toledana se encuentra en la actualidad inventariada y almacenada, fuera de toda exposición pública, en el Museo del Ejército situado en el Alcázar de Toledo.