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sábado, 19 de julio de 2025

El gobernador Faustino Ruiz González x Donato Ndongo

Cotaba el profesor Donato Ndongo en su conferencia "El gobernador Faustino Ruiz González y el nacionalismo en Guinea Ecuatorial" impartida en el Seminario  Internacional “Actores Coloniales españoles y Espacios Africanos SS. XIX-XX":

Acabada la II Guerra Mundial en agosto de 1945, se vivía en todo el mundo una efervescencia de las ideas de libertad. Las colonias europeas en África –que habían participado activamente en la contienda contra el totalitarismo- no quedaron al margen de la corriente liberalizadora. Los movimientos anticolonialistas se vieron reforzados, además, por dos hechos decisivos: la constitución formal de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en octubre de 1945, que contaba con un Comité de Descolonización –conocido como el “Comité de los Veinticuatro-y la promulgación de la Declaración Universal de los Derechos del Hombre, el 10 de diciembre de 1948, que consagró principios como el de la libertad inalienable de todo ser humano y el derecho de todos los pueblos a la autodeterminación.

Como es lógico, el auge del nacionalismo en toda África, y, sobre todo, en el África central, se contagió a los entonces llamados Territorios Españoles del Golfo de Guinea, compuestos por las islas de Fernando Poo y Annobón, y la Guinea Continental o Río Muni. Estas colonias estaban aisladas del resto, por su peculiaridad lingüística y la naturaleza del régimen político de la metrópoli, pero, a pesar de todos los intentos, España no pudo impermeabilizarlas de estos efectos, por varias razones: primera, el trazado de los límites con los vecinos territorios franceses, 45 años antes, no había aislado a las poblaciones respectivas de la parte continental, pues las mismas etnias habitaban en ambos lados, por lo que el contacto seguía siendo fluido entre familiares y amigos separados por límites artificiales; segunda: en la isla de Fernando Poo, el continuo flujo de trabajadores y comerciantes nigerianos, imprescindibles para la agricultura colonial, actuaba de corriente transmisora de las nuevas ideas; y tercera, las emisiones radiofónicas de Nigeria, Camerún y Gabón se percibían perfectamente en los territorios controlados por España, facilitadas por la proximidad, y, sobre todo, por los idiomas nativos comunes y el “pidgin”, verdadera “lengua franca” en todo el golfo de Guinea.

Pero en los territorios coloniales españoles se vivía una situación particular, que los hacía diferentes a las colonias francesas e inglesas del entorno. La metrópoli estaba gobernada por una dictadura fascista, dura y terriblemente represora, consecuencia de la victoria del general Francisco Franco Bahamonde en la guerra civil que asoló España entre 1936 y 1939. Y anotemos que, desde el inicio de la II Guerra Mundial en 1939, el régimen español –proclive a Hitler y Mussolini a pesar de su neutralidad oficial- sufría un aislamiento político y, sobre todo, un embargo económico, que se acentuarían tras la victoria de los aliados. Esas circunstancias impedían la recuperación y el desarrollo de la economía española, donde, hasta ya adentrada la década de los 50, se carecía de todo, e incluso la alimentación estaba racionada. España necesitaba todo tipo de materias primas, y sus colonias africanas podían suministrarle algunas. Se revalorizaron así aquellos territorios, mediante la incentivación de la emigración hacia la colonia, con la finalidad de incrementar la producción de cacao, café, aceite de palma, yuca y otros productos imprescindibles, y la explotación de la madera; como meros ejemplos, el aceite de palma guineano sirvió para fabricar jabón, la harina de yuca fue importante en la alimentación de la España de la postguerra, y los ferrocarriles españoles quizá sigan rodando sobre rieles sujetos a traviesas de madera de Río Muni. La primera consecuencia de esa política fue la enajenación de tierras a favor de los colonos, en perjuicio de los nativos. De manera que a los tradicionales agravios de toda colonización –ausencia de libertad, discriminación racial, sobreexplotación de personas y bienes, desprecio de las culturas autóctonas-, el nacionalismo guineano encontró en las expropiaciones forzosas consagradas por la conocida como “Ley de terrenos”, de 4 de mayo de 1948, el argumento básico e inmediato para articular la reivindicación de la soberanía[1].

Son diversas las versiones sobre la primera manifestación pública del nacionalismo anticolonial, aunque coinciden en lo esencial: se produjo en Micomeseng, en febrero de 1948, durante la primera visita oficial de Luis Carrero Blanco, entonces Subsecretario de la Presidencia del Gobierno, de la que dependía la Dirección General de Marruecos y Colonias. Según Francisco Ela Abeme, los hechos se desarrollaron cuando un grupo de jefes de tribu y otros notables, encabezados por Carmelo Nguema Ndong Asumu, e integrado por Eko Edu Mengue, Esono Ngui, Abeso Motogo, Alogo Nvono, José Meñana y otros, entregó en mano un manifiesto a Carrero, en presencia del gobernador Juan María Bonelli Rubio y del director general de Marruecos y Colonias, general José Díez de Villegas. En resumen, el documento, redactado por Felipe Aseko, Marcos Nze y Marcelo Asistencia Ndong Mba, denunciaba los excesos del colonialismo y pedía una mejora del trato que se daba a los nativos[2], sin cuestionar directamente la situación colonial. Celestino Okenve, sin embargo, señala que el documento fue una “carta” en demanda de la independencia, y habría sido entregada durante una concentración de notables y jefes tradicionales de los distritos más orientales (Ebebiyín, Mongomo, Micomeseng, Añisok y Nsok-Esabecang), convocados por el capitán Basilio Sáez, jefe de la guardia colonial en Micomeseng, para recibir a los visitantes españoles, encabezados por Enrique Ruiz Gallarza, ministro del Aire. Inspirada y redactada por Marcelo Asistencia Ndong Mba, con intervención de Enrique Nvo, se encargó a Moisés Mba Nsono –padre del después candidato presidencial y destacado opositor Andrés Moisés Mba Ada-, “muy amigo de los blancos”, que la entregara a las autoridades españolas; pero éste no se atrevió, y la puso en manos de su amigo el capitán Francisco Pérez Vázquez, delegado gubernativo y jefe de la guardia colonial de Ebebiyín, quien, tras leerla, la guardó en el bolsillo. En la sala del tribunal indígena de Micomeseng, la delegación española se reunió con los representantes guineanos, para transmitirles los saludos de Franco. Al concederles la palabra, el jefe Carmelo Nguema levantó la mano e hizo entrega de una copia del escrito. Marcelo Asistencia Ndong Mba fue represaliado con la venta de todas sus propiedades –incluida su mujer- y confinado en la isla de Annobón durante muchos años[3]. Además de Ndong Mba, otros integrantes del grupo fueron también detenidos, torturados y confinados en Annobón durante una década; alguno logró evadirse y refugiarse en Gabón, integrándose en las filas del nacionalismo.

El resultado de esta acción fue la destitución del gobernador Bonelli Rubio. Se daba la circunstancia de que Bonelli, nombrado en 1943, tenía malas relaciones con el estamento colonial; entre otras razones, por haber propiciado una tímida apertura en el sistema de enseñanza, al modificar el curriculo de la Escuela Superior en la que se formaban los maestros auxiliares y los auxiliares administrativos indígenas. La gran mayoría de los colonos, muy conservadores -encabezados por monseñor Leoncio Fernández Galilea, vicario apostólico-, le acusaban, junto a su inspector de Enseñanza, Heriberto Ramón Álvarez García, de mejorar la educación de los negros con la finalidad de subvertir el orden colonial y prepararles para que pudiesen reclamar la independencia.

Con este telón de fondo, en febrero de 1949 llegó a Santa Isabel de Fernando Poo el nuevo gobernador general, Faustino Ruiz González, marino como la inmensa mayoría de sus predecesores y sucesores. Resultan, pues, claros los objetivos de la sustitución: incrementar la producción económica de la colonia, acentuar la “españolización” de aquellos territorios y cortar de raíz los brotes nacionalistas. En este estudio, dejaremos aparte el análisis de la historia económica y de la historia social, para centrarnos en la historia política de aquel período.

Por razones fácilmente comprensibles –la tradición oral como único testimonio documental, y la obligada clandestinidad de las actuaciones conspirativas- no resulta fácil establecer las fechas exactas del nacimiento de las fuerzas políticas guineanas. Algunas fuentes aseguran que, hacia 1947 o 1948, surgió la “Cruzada Nacional de Liberación de Guinea Ecuatorial”, liderada por Acacio Mañe Ela, un próspero agricultor originario de la zona de Monte Bata, del que no recelaban los colonos ser “emancipado pleno” y miembro del Patronato de Indígenas, por lo cual podía moverse con libertad dentro del territorio colonial sin necesidad de pedir el salvoconducto preceptivo. Otras[4] afirman que se creó tras las detenciones masivas producidas en noviembre de 1959. Es todo un síntoma el nombre escogido para esta primera agrupación nacionalista articulada, que recuerda con fidelidad las ideas de “cruzada” y “liberación”, omnipresentes en la retórica del régimen de Franco, que denominó así a la guerra civil que libró contra la República. Meñe desarrolló en la época una vasta y profunda actividad de proselitismo hacia sus ideas pro-independentistas, realizada sobre todo entre los “evolucionados”: las capas sociales más cultas o prósperas, y personalidades con influencia social, como maestros auxiliares, administrativos, agricultores y catequistas. Algunos de sus partidarios más conocidos fueron el bubi Marcos Ropo Uri, y los fang Enrique Nvo y Francisco Ondo Micha, un prestigioso catequista que ejercía en la emblemática misión de Nkue-Efulan. Más que un partido político, la “Cruzada” puede definirse como un movimiento social y político contestatario que aglutinó a muchos guineanos de todas las tendencias ideológicas y de todas las procedencias étnicas, unidos por el afán de concienciar al pueblo sobre los abusos del colonialismo y exigir la soberanía. Sin embargo, y pese a la coincidencia de fechas y objetivos, aún no ha sido posible establecer un nexo entre la “Cruzada” y el manifiesto de Micomeseng; pero el hilo de los acontecimientos permite extraer la conclusión de que a finales de los años 40 existía una conciencia anticolonial clara y generalizada en Guinea Ecuatorial, que podía manifestarse mediante acciones articuladas o espontáneas.

Lo corrobora asimismo la conversación que mantuvo Ruiz González con el rey Uganda, durante su reunión con los notables ndowés en 1950 (considerada por algunos “cumbre Hispano-Ndowé). Según cuenta Enénge A´Bodjedi, el gobernador español manifestó que “España está dispuesta a otorgar la independencia a su gente benga, así como a los otros playeros de la zona entre el río Campo y el río Muni, pero no a los salvajes pamues de la selva”. Uganda replicó en los siguientes términos: “Fueron vuestros antepasados blancos quienes llegaron hasta la tierra ancestral de mis antepasados negros y les llamaron paganos despiadados y caníbales carentes de compasión con sus semejantes. Los misioneros norteamericanos nos enseñaron, hace cien años, que deberíamos amar a nuestros vecinos tal como nos queremos a nosotros. ¿Cómo podríamos los ndowé aceptar la independencia de España mientras nuestros hermanos y hermanas panghwe (fang) del interior permanecieran colonizados y oprimidos por vuestra gente? Yo no quiero que ningún apartheid divida a los ndowe y a los panghwe de la Guinea Española”. El gobernador contestó: “Bueno… Si quiere que los pamues reciban su independencia al mismo tiempo que sus playeros, entonces está bien. Pero, aunque el mono se vista de seda, mono se queda. Usted y sus playeros verán cómo los salvajes pamues destruirán este próspero país. Sus hermanos pamues del bosque maltratarán a su pueblo playero peor que lo que hizo cualquier blanco. Cuando esos salvajes y caníbales pamues de las junglas del río Muni empiecen a matar y a canibalizar a su gente, sus maravillosos presbiterianos racistas blancos, amantes de Jesús y temerosos de Dios, y el mismo gobierno de los Estados Unidos, no harán nada para detener el genocidio”[5].

Por la misma época, los seminaristas de Banapá –único centro que proporcionaba una enseñanza más o menos homologable a la española peninsular- empezaron a expresar su descontento por su situación. Varios eran los ejes de sus reivindicaciones: la falta de promoción –que ellos vivían como discriminatoria-, ya que los misioneros claretianos, rectores del Seminario, retrasaban cuanto podían su traslado a España o a Roma para proseguir sus estudios de Teología y acceder al sacerdocio; se les tenía prohibido todo contacto con sus familiares, por lo que sus vacaciones escolares transcurrían en el mismo lugar donde estudiaban; los trabajos que les obligaban a realizar en las fincas adjudicadas a los misioneros; la mala calidad de la comida, y, por último, la actitud poco respetuosa de sus educadores, que les vejaban de continuo con insultos y menosprecio a su raza y a sus culturas autóctonas. El conflicto estalló septiembre de 1951, cuando los seminaristas se declararon en huelga, considerada una revuelta por los padres Nicolás Preboste y Antonio Gil Guedán, responsables del Seminario, quienes, muy alarmados, llamaron al obispo Fernández Galilea, y éste al gobernador Ruiz González. El jefe de policía de Santa Isabel, Jaime Ramírez Togores, al frente de un numeroso grupo de fuerzas de la Guardia Colonial y efectivos policiales, se aprestó a reprimir la “sublevación”; pero no contaban con la firmeza y determinación de los estudiantes, que se manifestaban contra “las injusticias” y por unanimidad habían decidido “luchar por las libertades de la institución y del país”[6]. Fueron detenidos los tres cabecillas: Atanasio Ndong Miyón, Enrique Gori Molubela y Rafael Dámaso Sima, así como sus seguidores más destacados: Francisco Obiang Ebaná, Celestino Nnang Mico, Clemente Mpenda Diván, José Esono, Alberto Ndong, Eugenio Eteo, Edmundo Tale, Joaquín Ndong y Vicente Castellón Ntayo[7]. Como puede verse, en el grupo se hallaban compañeros de todos los grupos étnicos, que actuaron de consuno. Fue un espectáculo insólito para los habitantes de Santa Isabel ver encerrados en los calabozos de la Comisaría de Policía a tanto ensotanado, ya que, en la época, los seminaristas vestían como los sacerdotes, aunque su sotana era negra y blanca la de los presbíteros ordenados. Al ser liberados, se expulsó a todos los considerados cabecillas y a algunos de sus seguidores. Rafael Dámaso Sima regresó a su pueblo, en el distrito de Kogo; Enrique Gori se trasladaría después a España para estudiar Derecho, mientras Atanasio Ndong Miyón y Joaquín Ndong se exiliaron en Libreville (Gabón). Tras infructuosas gestiones para ser admitidos en el seminario local, Joaquín Ndong entró a trabajar en una empresa francesa, y Atanasio Ndong se enroló en el Ejército colonial francés. Ambos realizaban frecuentes incursiones clandestinas a la parte continental de Guinea Ecuatorial, para reunirse con activistas y militantes de la “Cruzada”. En 1954, a propuesta de Atanasio Ndong, la “Cruzada” tomó el nombre de Movimiento Nacional de Liberación de Guinea Ecuatorial (MONALIGE), del que fue elegido secretario general. Enseguida contó con las simpatías de los nacionalistas gaboneses y la protección de su dirigente más emblemático, León Mba, que llegaría a ser el primer presidente de Gabón tras su independencia, en agosto de 1960. De manera que una sencilla y nada grave cuestión disciplinaria en un centro educativo se convirtió en un problema político, debido a la cerrazón de unas autoridades coloniales incapaces de dialogar, encabezadas por el gobernador Faustino Ruiz González, sólo dispuesto a emplear métodos represivos.




El MONALIGE, bajo la dirección de Ndong Miyon, se reveló como un partido abierto y dinámico: expandió y consolidó las ideas soberanistas entre la población a través de incursiones cada vez más audaces, gracias a la permeabilidad de la frontera y al apoyo que recibían de los gaboneses. Dentro de Guinea, se sucedían las reuniones clandestinas en los poblados; cuando llegaban los destacamentos de la guardia colonial para reprimirlas y apresar a los independentistas, éstos se habían esfumado en la selva, protegidos por los aldeanos. Las órdenes del Gobierno General eran entonces amedrentar a la población deteniendo a los jefes tradicionales de la localidad, a los familiares de los exiliados y a cualquier sospechoso de connivencia con ellos, que eran multados, encarcelados o condenados a trabajos forzados. Con esos métodos, las autoridades coloniales sólo conseguían legitimar las ideas anticolonialistas y engrosar las filas nacionalistas. Algunos suboficiales guineanos, o simples soldados rasos de la Guardia Colonial, protegieron a personas a las que habían ido a detener, o se pasaron directamente al bando anticolonialista; tal es el caso del sargento Jesús Eworo, que llegaría a ser ministro en el primer gobierno independiente. No se conoce con exactitud el número de guineanos refugiados en las colonias vecinas de Camerún y Gabón entre 1950 y 1964, cuando entra en vigor el Régimen Autónomo; en cualquier caso, llegaría a ser muy numeroso: entre 2.500 y 10.000 personas (según las fuentes), sobre una población que entonces no alcanzaba los 250.000 habitantes[8].

Una de las consecuencias de las dos dictaduras que ha padecido y padece Guinea Ecuatorial desde su independencia es la trágica desaparición de los protagonistas de su Historia, sin que hayan podido transmitir sus vivencias, acciones y recuerdos a las generaciones posteriores. Los que no han sido devorados por la vorágine sanguinaria del “nguemismo” tampoco han tenido la oportunidad de hablar para la posteridad. Recuerdo, durante mi década ominosa en Malabo, que se amedrentaba a las personas con las que pretendía realizar trabajos de campo para recuperar nuestra Historia, como Luis Maho Sicachá y su hermano Elías, Marcelo Asistencia Ndong Mba, y otros que no nombro porque aún siguen viviendo lánguidamente en Guinea Ecuatorial. Por ello resulta muy ardua la labor del historiador, al estar desprovisto de fuentes, orales y escritas, debido al celo desculturizador de las autoridades que sufrimos desde hace 42 años. Es, pues, difícil contrastar la información que poseemos de una sola fuente, y ser riguroso a la hora de ofrecer los datos fundamentales de nuestro devenir histórico. Por eso siempre me limito a dar con cautela los frutos de mis investigaciones en fuentes guineanas, las únicas posibles según de qué temas se trate.

Aprovechando su conocimiento de la situación internacional debido a su estrecha relación con los independentistas de los países vecinos –desde su exilio gabonés, y después de su traslado a Camerún, luego a Argelia- Atanasio Ndong, en nombre del MONALIGE, presenta una dura batalla contra España en los foros internacionales. El 24 de febrero de 1956, con el fin de tramitar adecuadamente la solicitud de entrada de España, el secretario general de Naciones Unidas envió a Madrid un memorando en el que se le preguntaba al Gobierno de Franco si tenía colonias o territorios dependientes. España declaró no tener territorios que no se gobernasen por sí mismos, ya que acababa de devolver a sus legítimos dueños el Protectorado de Marruecos, y el resto de sus posesiones africanas no podían considerarse territorios coloniales, sino “provincias” en las que sus naturales gozaban de los mismos derechos que el resto de los españoles. Así se enteraron los guineanos de que eran “iguales que los españoles”. Pero la creación de la “Región Ecuatorial” tardaría más de dos años en convertirse en una realidad, ya que hasta el decreto del 10 de agosto de 1958 no se oficializa la “provincialización”. Mientras los nacionalistas denunciaban esas falacias en los organismos internacionales, el colonialismo empezó a dividirlos, consciente de que las reivindicaciones soberanistas estaban siendo tomadas en serio por la comunidad internacional y la independencia podía ser posible, como en el resto de África.

Dos fueron los métodos más eficaces: presentar al país no como una unidad, sino como una frágil amalgama de tribus antagónicas, unas más pobres y “salvajes” y otras más “civilizadas” y ricas, cuya coexistencia sólo podía garantizar España; el objetivo era azuzar como fuera unos recelos y rivalidades inexistentes hasta entonces; la otra estrategia fue la introducción de factores ideológicos en unas formaciones políticas cuya razón de ser era casi exclusivamente la liberación del país de la opresión extranjera, sin que hubiesen formulaciones teóricas ni programáticas consistentes que sustentasen políticamente tal aspiración. Esa endeblez ideológica –que al final resultó una de las causas de la posterior tragedia que aún sufre el país- fue aprovechada por la propaganda colonial para infundir en algunas mentes la idea de que los partidarios del MONALIGE, con su secretario general al frente, eran unos “peligrosos comunistas”. La extrema derecha en el poder –en España y, obviamente, en la colonia- empezó a agitar el fantasma de sus propios miedos para asustar a una población que en realidad nada sabía de tales cosas –o estaba influida por dos décadas de adoctrinamiento fascista-, con la finalidad de generar desconfianza hacia los líderes y, en definitiva, impedir o dificultar la independencia. Se logró imbuir en ciertas mentes el espíritu cainista y “guerracivilista” que había llevado al desastre a la propia metrópoli[9].

Al fomentar la rivalidad étnica, el gobierno general regido por Faustino Ruiz González creó las bases de la inestabilidad permanente que minaría la política guineana, evidenciada durante la Conferencia Constitucional, cuyas secuelas permanecen aún hoy. Las pruebas más claras son la creación en 1960 de dos provincias, cuando el decreto del 10 de enero de 1958 aludía a una “provincia ecuatorial”; y, a partir de entonces, la proliferación de una serie de “partiditos” –en la terminología de la época- de base tribal, en una maniobra copiada de la experiencia belga, una de las peores del proceso descolonizador africano, con la que se ahogó al nacionalismo integrador representado por Patrice Lumumba y se impidió –hasta hoy- la cristalización de una nación estable en la República Democrática de Congo.

Otra prueba de nuestro argumento es la creación de Idea Popular de Guinea Ecuatorial (IPGE), el otro grupo político que más contribuyó a lograr la independencia de Guinea Ecuatorial, surgido asimismo de una escisión por la izquierda del MONALIGE. Aunque parece haber sido fundado “dentro del país en los años 1949-1950”[10], fue constituido formalmente en 1959 por exiliados guineanos en Camerún, y su comisión ejecutiva es claramente interétnica: los bubis Marcos Ropo Uri y Luis Maho Sicahá, el fernandino Gustavo Watson Bueco y los fangs Enrique Nvo, Pedro Ekong Andeme, Clemente Ateba o José Nsue Angüe. Dos fueron las características fundamentales de este partido: su radicalismo de izquierdas y su determinación de unir Guinea Ecuatorial y Camerún tras la independencia. La primera podría ser una consecuencia de la deriva cada vez más represora del colonialismo, sobre todo a partir de 1959, como veremos a continuación, o un simple contagio de las formas al uso de los movimientos anticoloniales más ideologizados, como la Unión de los Pueblos de Camerún (UPC), de Félix Moumié; pero no se conoce ningún documento o actuación que avalara tal discurso y, como el MONALIGE, tampoco articuló su propuesta política en un pensamiento que superase el mero deseo de “echar al blanco”, como afirmó más de un líder; no había, pues, un programa que avalase ese aura de “radicales” que siempre le rodeó, y que podemos atribuir a la contrapropaganda de signo colonialista. La actuación de sus dirigentes lleva a pensar más bien en una ideología liberal en lo político y en lo económico; lo cual explicaría los bandazos de sus principales dirigentes, alguno de los cuales, como Luis Maho, que sustituiría a Nvo en la presidencia del partido, aceptó cargos en el Gobierno Autónomo constituido por Bonifacio Ondo Edu en 1964, al dictado de Carrero Blanco; otros militantes destacados se pasarían al MUNGE. Convenientemente orquestado por la propaganda colonial, su compromiso de federarse con Camerún tras la independencia -anunciado y defendido por Maho en una conferencia internacional en Uagadugú, Burkina Faso, y contemplado en el artículo 3º de sus estatutos- restó al IPGE apoyos dentro de Guinea, hasta que fue suprimido en la reunión de Ebolowa en marzo de 1962, a propuesta de Agustín Eñeso y Esteban Nsue Ngomo. Algunos militantes del IPGE atribuyen a “necesidades financieras” aquella insólita propuesta, bien instrumentalizada por el estamento colonial; el propio Maho se justificaría posteriormente con el argumento de que “no sabía francés” y “firmé lo que me pusieron”.

El decreto de “provincialización”, del 10 de enero de 1958, fue un revulsivo para la sociedad guineana. Las autoridades españolas esperaban que sería recibido con alborozo, al equiparar jurídicamente a colonizados y colonizadores y aliviar los efectos más ingratos de la interacción entre blancos y negros. En vez de ello, arreció la oposición anticolonial: los nacionalistas exiliados protestaron ante la ONU, mientras en el interior crecía la oposición a la medida. Enrique Nvo, líder del IPGE, opinaba que el nuevo estatuto estaba destinado a impedir la independencia, pues vaciaba de contenido las principales reivindicaciones de los nativos, que ya no serían considerados sujetos coloniales, sino ciudadanos –“súbditos”, en la terminología de entonces- españoles. El IPGE convocó una reunión en Santiago de Baney (Fernando Poo), a la que asistieron, entre otros, Felipe Ndjoli, Alberto Mbande, Federico Ebuka y Pastor Toraó. Los congregados acordaron oponerse a las maniobras españolas y comisionaron a Nvo para que viajase a Camerún y utilizara sus contactos con el independentismo local para hacer llegar a la ONU un escrito que denunciaba la “provincialización” y exigía la independencia. Nvo llegó a su pueblo, Mbé, en el distrito de Micomeseng, donde cruzó el río Campo (Ntem), fronterizo con la colonia francesa. A partir de ahí se pierde su pista, existiendo varias versiones sobre su desaparición: para unos, “un soplón” habría comunicado a la policía colonial los pormenores de su misión, y habría sido asesinado por guineanos pagados por el gobernador Ruiz González; para otros, Nvo fue asesinado por instigación del gobierno autónomo camerunés –presidido por Ahmadou Ahidjo, que después sería el primer presidente del país- al negarse a ratificar el “compromiso” de federar ambos países tras la independencia.

La desaparición de Enrique Nvo conmocionó al independentismo guineano, y sólo tuvo como consecuencia la huida hacia el exilio de numerosos nacionalistas, que redoblaron sus esfuerzos para acabar con la colonización. En julio, el IPGE presentó ante la ONU una petición formal de independencia, al tiempo que denunciaba la “provincialización” como una argucia de los españoles para impedir el acceso a la soberanía. Se constituiría oficialmente como partido político en Ambam (Camerún), a principios de 1959.

Tras la “provincialización” oficial y la desaparición de Nvo, el MONALIGE, por su parte, también se reafirmó en su determinación de proseguir la lucha por la independencia. En una reunión clandestina que tuvo lugar en Kogo el 10 de junio de 1959, los asistentes (Atanasio Ndong Miyón, Agustín Bibang, Miguel Aloo, Eduardo Makambo, Rafael Dámaso Sima, Ramón Ela, Adolfo Obiang Bikó y otros) resolvieron “potenciar la extensión de las bases nacionalistas en toda Guinea” y enviar al exilio a guineanos voluntarios, con el fin de activar la propagación “de los fundamentos de un cambio revolucionario que se preveía irreversible”, cursar solicitudes de asilo en los países vecinos, cuya independencia ya tenía fecha, y “canalizar los contactos con los Estados africanos ya independientes y con las Naciones Unidas”. A partir de entonces, Ndong Moyón y sus seguidores multiplicarían aún más sus frecuentes viajes clandestinos a las localidades guineanas fronterizas con Gabón. Es también en esta época (1959-1960) cuando el MONALIGE crea un sindicato de inspiración cristiana, la Unión General de Trabajadores de Guinea Ecuatorial; se producen contactos continuos de colaboración activa entre los opositores del interior (Bonifacio Ondo Edu, Francisco Salomé Jones…) y del exterior, así como los acuerdos de concertación entre el MONALIGE y la IPGE.

A mediados de 1959, llegaron a Guinea los primeros efectivos de la Guardia Civil, fuerza de seguridad más eficaz en las tareas policiales que la obsoleta Guardia Colonial (que pasó a llamarse Guardia Territorial). Entre sus 350 efectivos, desplegados en cinco distritos de Fernando Poo y Río Muni, no había un solo guineano, para evitar las complicidades con los nacionalistas detectadas en la Guardia Colonial, compuesta por oficiales blancos y suboficiales y tropas nativas. A medida que España completaba el ordenamiento jurídico de la “provincialización”, arreciaba la represión. Su punto culminante fue la detención y asesinato de Acacio Meñe Ela, cabeza visible del MONALIGE en el interior, el 28 de noviembre de 1959[11]. Meñe fue detenido en Bata, cerca de la Misión Católica, cuando salía de entrevistarse con el padre Antonio Cañigueral, “gran amigo suyo”; aunque otras fuentes aseguran que acababa de confesarse con el padre Nicolás Preboste, vicario general; trasladado al cuartel de la Marina, al parecer fue brutalmente torturado y luego embarcado en un buque que zarpaba hacia Fernando Poo, pero no llegó a la isla. Desde entonces se cree que fue arrojado al mar.

Si la muerte de Enrique Nvo conmocionó al país, este nuevo crimen resultaría un revulsivo. El gobernador Ruiz González reactivó la represión. Fueron detenidos numerosos maestros, funcionarios y gente destacada de las que se sospechaba una proclividad con las ideas soberanistas; entre otros, Justino Mba Nsue, Federico Ngomo Nandongo, Agapito Ona, José Nsue Angüe Osa, Federico Ebuka, Juan Roku, Felipe Ndjoli, Esteban Santos Ekoo, Jesús Alfonso Oyono, Salvador Ndong Ekang, Alejo Ndong... Todos fueron encarcelados y torturados, algunos con especial saña, como Salvador Ndong Ekang. Curiosamente, ninguno de los bubis y fernandinos implicados fueron encarcelados, ni otros que, como Enrique Nkuna y el sacerdote Alberto Ndong, quedaron como sospechosos. En una gira que realizó por todo el país, el gobernador Ruiz González fue muy claro: “Esos que están ahora en las mazmorras, detrás de mi palacio en Santa Isabel, llorando como mujerzuelas, que creían que ya eran algo por saber las cuatro operaciones fundamentales, conocerán dentro de poco cuán peligrosos son ciertos juegos (…) Debo recordar aquí, en Micomeseng más que en ningún otro sitio, que mi puño no temblará para firmar la sentencia de muerte de ningún desgraciado que atente contra la dignidad de España; vista el hábito que vistiere, cualquiera que atente contra la españolidad de estas tierras lo mandaré fusilar”[12]. Y los habría mandado fusilar de no oponerse el obispo de la diócesis, Francisco Gómez Marijuán, y el comandante de la Guardia Territorial, Huete, que al parecer discrepaban de los métodos expeditivos del gobernador. Se propuso el destierro de los implicados a la isla de Annobón, idea que también fue rechazada, y los nacionalistas fueron saliendo de las cárceles (Black Beach de Santa Isabel y “Modelo” de Bata), tras ocho meses o un año (según los casos) de trabajos forzados.

El ya por entonces almirante Ruiz González no actuó por su cuenta, sino de acuerdo con el ministro Subsecretario de la Presidencia, el también almirante Luis Carrero Blanco, mano derecha de Franco, del que dependían las colonias. Lo prueba un párrafo de uno de sus discursos durante su visita oficial a Guinea en octubre de 1962, pronunciado en Bata, en el que, tras asegurar que no era la primera vez que viajaba a aquellas tierras, añadió: “Hace poco tuve que venir a cortar la cabeza de una serpiente negra en el estuario del Muni”[13]. ¿Se refería a Acacio Meñe? En las referencias biográficas oficiales, no consta ese viaje. La verdad sólo se sabrá cuando las autoridades españolas tengan a bien abrir a los investigadores las secciones correspondientes del Archivo General de la Administración, sito en Alcalá de Henares.

En 1960, 17 países africanos obtuvieron su independencia. El colonialismo, tal como se había entendido desde finales del S. XIX hasta la primera mitad del S. XX, quedaba derrotado. Pero no por ello se agotaron las esperanzas de los “viejos coloniales”, como se llaman a sí mismos: estaban dispuestos a oponer resistencia, siguiendo los ejemplos de Portugal, y, sobre todo, de las minorías blancas de Rhodesia del Sur (actual Zimbabue) y Sudáfrica. Diversos estamentos coloniales –los “finqueros” agrupados en el sindicato del Cacao, los madereros y los funcionarios- podían resignarse ante la independencia de la parte continental, pues, a fin de cuentas, no habían conseguido dominar el miedo depositado en su imaginario hacia los belicosos fang, “fieros” y “salvajes”, a los que llamaban pamues. Pero Fernando Poo era distinto: consideraban “pacíficos” y “más civilizados” a sus habitantes autóctonos, los bubis; allí residía la inmensa mayoría de los colonos, allí se había invertido más dinero, allí el nivel de vida era más próspero. Por eso muchos colonos consideraron que la independencia no debía alcanzar a las islas, sino sólo a Río Muni.

A tenor de los datos conocidos, el gobernador Ruiz González se situó a la cabeza de una operación involucionista, que pretendió impedir una independencia unitaria de la “región ecuatorial”, manteniendo Fernando Poo como una provincia, un protectorado o un Estado asociado a España, controlado por la minoría blanca. En el verano de 1961, algunos colonos concibieron la idea de convertirle en “abba” (“sacerdote supremo”, que muchos desconocedores de la tradición bubi interpretaron como “rey”). A tal efecto, se convocaron reuniones con jefes tradicionales y demás notables bubis en Ruiché y Bocoricho. No prosperó la idea, porque los bubis adujeron que ése no es un cargo electivo ni político, sino una representación espiritual hereditaria dentro de una familia determinada; la habilidad de ciertos bubis logró ir posponiendo una ceremonia que describían como muy complicada, que incluía muchas consultas rituales con los espíritus de sus antepasados y requería que el gobernador se casase con una joven virgen de una familia principal, y al gobernador, recalcitrante soltero, se le tenía por “misógino”; se mezclaron los temas políticos, pues muchos de los bubis más influyentes recordaron el rosario de agravios infligidos por los colonizadores, en especial la represión desencadenada sesenta años antes tras el levantamiento del jefe balachá Esasi Ebuera, más conocido como “Sas Ebuera”; como los promotores de la propuesta la habían disfrazado bajo el argumento de que sería un “homenaje a España”, que protegería así a los bubis, algunos nativos propusieron arrendar la isla a España “y después se vería”; muchos bubis expresaron su desconfianza hacia los colonos, pues se sentían aturdidos por la “provincialización”, ya que algunos colonos racistas se empeñaban en seguir llamándoles “monos” aunque fueran “españoles”; en resumen, los bubis no vieron claro el asunto, y la “coronación” se redujo a un descafeinado “homenaje”, con promesa de nombrar “botuku” (persona destacada de un lugar) al gobernador, en un acto propiciado por la Diputación Provincial –presidida por Javier Alzina- con motivo del “Día de la Provincia”, en agosto de 1961[14]. Contrariados sus deseos, el 18 de diciembre de ese mismo año Ruiz González salió hacia España, oficialmente para tomar sus vacaciones, pero ya no regresó.

El fracaso de sus aspiraciones, y el ridículo consiguiente, determinaron la dimisión –cese para algunos- del gobernador Ruiz González. Todavía se desconoce si el almirante Carrero Blanco conocía las pretensiones de su hombre en Santa Isabel; determinados indicios permiten sospechar que sí, aunque aún no hay respuesta a la duda sobre si las compartía. Existen diversos testimonios de destacados “coloniales”, entre ellos el de José Menéndez Hernández, quien escribe: “Para Carrero Blanco la situación de la Guinea era clara. Los nativos de Fernando Poo, los bubis, no deseaban separarse de España. Querían constituir un Estado asociado con la metrópoli. Los que sí postulaban una independencia total eran los fang del Continente. Por ello el Almirante pensaba que hubiese sido más acertado propiciar el nacimiento de dos estados diferentes”[15].

Puede afirmarse, pues, que el largo mandato de Faustino Ruiz González, el gobernador más longevo en su cargo -después de Ángel Barrera, a principios del siglo XX-, se caracterizó por los intentos de impedir por la fuerza la evolución política de Guinea Ecuatorial, mediante la represión y la división de las fuerzas políticas nacionalistas. Fracasó, obviamente, al no lograr impedir la independencia, ni consumar la secesión de Fernando Poo. Poco después de tomar posesión en febrero de 1962, su sucesor, el contralmirante Francisco Núñez Rodríguez, hasta entonces secretario general del Gobierno General, inició una política conciliadora con los independentistas. Presionado por los grupos soberanistas y por las circunstancias internacionales, el Gobierno español tuvo que cambiar radicalmente de actitud; pocos meses después, en octubre de 1962, el propio Carrero declaraba que “España no se opondrá si en el futuro la mayoría deseara modificar en algún aspecto su estatuto actual”, reconociendo así la posibilidad de una independencia que un grupo de nacionalistas le acababa de exigir por escrito en Baney. Menos de dos años después, las “provincias ecuatoriales” pasaron a tener un régimen autónomo que otorgó a los guineanos un amplio abanico de libertades, como la existencia de partidos políticos y sindicatos, y el regreso de los exiliados, de las que no gozaban los propios españoles, preludio de la independencia proclamada el 12 de octubre de 1968.

Si quieres más información no dejes de consultar:

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[1] Para no repetir datos de sobra conocidos, remito a mis libros Historia y tragedia de Guinea Ecuatorial, Edit. Cambio 16, Madrid, 1977; y España en Guinea (con Mariano de Castro), Ediciones Sequitur, Madrid, 1998.

[2] Ela Abeme, Francisco: Guinea, los últimos años; Centro de la Cultura Popular Canaria, Santa Cruz de Tenerife, 1983; ver también Ndongo-Bidyogo, Donato: obs. cits.; “Una merienda de blancos (Descolonización de Guinea Ecuatorial 1936-1968)”, en “Historia 16”, Madrid, núm. Extra, “España en África”, abril 1979, y “España y Guinea (1958-1968”, en “Historia Universal, s/f. Los datos contenidos en estos trabajos proceden de diversas entrevistas realizadas a personalidades del nacionalismo histórico, como Elías Maho Sicachá, Esteban Nsue Ngomo, Justino Mba Nsue y Andrés Moisés Mba Ada.

[3] Testimonio de Celestino Okenve a Xavier Lacosta: “Cronología de Guinea Ecuatorial: de la pre-independencia (1948) al juicio de Macías (1979)”, en Internet. Conviene precisar que el ministro del Aire en la época era el general y aviador Eduardo González-Gallarza.

[4] Justino Mba Nsue en la VII sesión de la Comisión Política de la Conferencia Constitucional, Madrid, 10 de noviembre de 1967. Actas de la Conferencia Constitucional, inéditas.

[5] Enénge A´Bodjedi: Cuentos Ndowe I, Ndowe Internacional Press, Nueva Cork, 2003, págs. 205-207. Cf. “Los pastores presbiterianos ndowe”, en “Oráfrica, revista de oralidad africana”, nº 4, abril de 2008, pág. 73-100.

[6] El profesor Eugenio Nkogo Ondo fue testigo de los acontecimientos. Ver su ponencia “La Guinea Ecuatorial: Reminiscencia histórica. Experiencia de las luces y de las sombras de un proyecto político”, en “International Conference: Between Three Continents: Rethinking Equatorial Guinea on the Fortieth Anniversary of its Independence from Spain”. Hofstra University, Nueva York, 2-4 abril 2009.

[7] Todos los “seguidores”, excepto los dos últimos, alcanzaron el sacerdocio y ejercieron en Guinea.

Enrique Gori Molubela sería después presidente de la Diputación de Fernando Poo, presidente de turno de la Asamblea en el Régimen Autónomo, y durante la Conferencia Constitucional se revelaría como uno de los referentes más sólidos del separatismo bubi. Juzgado arbitrariamente en diciembrede1969 por la intentona golpista de Atanasio Ndong de marzo anterior, y condenado a 25 años de prisión, fue asesinado en la cárcel en 1972.

Vicente Castellón Ntayo fue destacado dirigente de la Unión Annobonesa, partido de corte tribal fundado durante el Régimen Autónomo. Participó en la Conferencia Constitucional. Uno de los pocos supervivientes a la tiranía de Macías, ocupó cargos menores con éste y en la primera etapa de Teodoro Obiang.

El P. José Esono fue asesinado en la cárcel de Black Beach en 1976.

[8] La población total (europeos y africanos y todos los grupos étnicos) evoluciona de los 171.381 habitantes censados en 1942 a los 245.989 de 1962. Ver diversas estadísticas publicadas por el Instituto de Estudios Africanos (IDEA), Dirección General de Marruecos y Colonias –después Dirección General de Plazas y Provincias Africanas-, Presidencia del Gobierno.

[9] En efecto, se logró una escisión del MONALIGE por la derecha, pues Bonifacio Ondo Edu fundó en Libreville la conservadora Unión Popular de Liberación de Guinea Ecuatorial (UPLGE), que, cooptada por el colonialismo, se convertiría en Movimiento de Unión Nacional de Guinea Ecuatorial (MUNGE), partido con el que conseguiría “gobernar” durante el Régimen Autónomo.

[10] Según uno de sus dirigentes históricos, Clemente Ateba, en la VII Sesión de la Comisión Política de la Conferencia Constitucional, Madrid, 10 de noviembre de 1967. Actas de la Conferencia Constitucional, inéditas.

[11] Eugenio Nkogo Ondo, creemos que erróneamente, señala como fecha de este crimen el 20 de noviembre de 1958 (ver documento citado); lo cierto es que la “desaparición” de Enrique Nvo es anterior al asesinato de Acacio Mañe.

[12] Ela Abeme, Francisco, ob. Cit., págs. 51-52.

[13] Ela Abeme, F., ob. cit., pág. 55.

[14] El Dr. Armando Ligero Morote, alcalde de San Carlos (hoy Lubá) en 1961, relata estos hechos en el núm. 8-9, 1990, de la “Revista de Estudios Africanos”, editada por la Asociación Española de Africanistas, de la era entonces presidente.

[15] Menéndez Hernández, José: Los últimos de Guinea. El fracaso de la descolonización”, Sial Ediciones, Madrid, 2008; pág. 412. Lo cual coincide con toda la actuación del almirante Carrero, ya vicepresidente del Gobierno español, durante la conferencia constitucional y las posteriores elecciones de 1968.

Fuente: Donato Ndongo-Bidyogo, Seminario  Internacional “Actores Coloniales españoles y Espacios Africanos SS. XIX-XX":

lunes, 7 de julio de 2025

La causa catalana

La historia colonial de Guinea Ecuatorial no se entiende sin el aporte del lobby catalán. No quedarán, por tanto, ajenos a las pulsiones de la guerra civil. Pero con una salvedad... cayendo Cataluña en zona republicana, el territorio ecuatorial sufrirá esa desconexión de la metrópoli catalana y pasará al ámbito de influencia canario.  

Vila-San Juan no deja lugar a dudas de dónde pasa a recaer la influencia y toma de decisiones: «Inmediatamente después de una Misa de Campaña, que coincidió con la Fiesta de la Raza, el 12 de octubre de 1936, los canarios se hicieron cargo de cuanto significaba mando. Los presos, hasta entonces respetados, fueron maltratados y apaleados. Los que se habían sublevado (la gente de orden) tratados casi como "nacionales de 2ª clase" o "semirrojos"».

En ese contexto de reequilibrios y nuevas lealtades, se producen actos de contricción pública como el que documentó Celeste Muñoz en "La Guinea Española":


Igualmente, los claretianos catalanes clamaron por años haber puesto los mártires en la liberación de la ciudad de Bata. La historiografía franquista consideró a aquellos ahogados mártires de la Cruzada, aunque solía olvidar, habitualmente, que habían sido los voluntarios canarios los que había enviado el barco al fondo del mar.

Sergio Millares Cantero asigna nombres y apellidos a ese reequilibrio geoestratégico en "Morir a Canàries 1936-1941: Catalans sota la repressió franquista":

La República envia al correillo “Fernando Poo” des de Barcelona per intentar reforçar la resistència, però l’escassedat d’armament enviat (6 fusells i una pistola) desmoralitzen la població que ha rebut entusiàsticament l’embarcació. En ella trobem un grup d’anarcosindicalistes barcelonins disposats a reduir la possible dissidència a la colònia. I així és, detonen determinats propietaris rurals afectes al govern de Burgos, desmantellen les missions religioses, detonen missioners I monges. Però des de Canàries els rebels envien un altre buc, el “Ciudad de Mahón”, que porta una dotació militar formada per 600 homes.

Arriba a Bata el 14 d’octubre i la resistència s’organitza des del mateix port i el “Fernando Poo”, però l’enfrontament resulta desigual i s’imposa la potència del primer, que enfonsarà el “FernandoPoo” i es fa amb el control de la colònia amb un balanç final de 15 morts. S’inicia aquí la fase de repressió.

Molts republicans aconseguiran fugir a les colònies estrangeres veïnes, però 104 són fets presoners i traslladats a Gran Canària el 27 de febrer de 1937. Moltes seran les causes que es posaran en marxa a Las Palmas de Gran Canària contra aquests detinguts a Guinea, però segurament convé destacar-ne dues. La causa 521/36 enjudicia el Comitè del Front Popular de Fernando Poo, i se’ls acusa de contactes amb el govern de Madrid i Bata, i per la seva actuació decisiva en la destitució de l’oficialitat i el suport a la marineria del “Méndez Núñez”. Foren 23 persones les acusades. Un deis principals responsables fou Jaume Gay Compte, natural de Reus (Baix Camp), casat i amb 33 anys, comerciant i pràctic de farmàcia, domiciliat a la mateixa illa de Fernando Poo. Detingut l’octubre de 1936, el consell de guerra se celebra el 27 de setembre de 1937 i és condemnat a 30 anys. Els seus problemes de salut el portaran vàries vegades ais calabossos de l’hospital de San Martín: primer el 19 de novembre de 1937 per una bronquitis aguda, de la qual es recuperarà cinc mesos més tard, però tornarà a l’hospital procedent del Camp de Concentració de Gando el 19 d’agost de 1938, i finalment morirà del tifus el 17 d’abril de 1939. (...) Un altre dels processats en la causa 521/36 és Josep Trillas Torreguitart, natural de Lleida (el Segrià), soltar de 32 anys i de professió manobre, amb residència a Fernando Poo. Condemnat a 12 anys, fou alliberat el juny de 1941.

L’altra causa important és la 24/37, que jutja el denominat “Comitè Rojo” del buc “Fernando Poo”. Es tracta d’un judici que no compta amb bona part dels encausats, bé perquè aconseguiran fugir, bé perquè moriran durant el combat. Finalment es jutjarà una vintena de persones i, tot i que no tenim la sentència, sí que hem esbrinat que com a mínim tres tripulants del buc eren catalans. Es tracta de Rosa Grau Espí, natural de Barcelona (el Barcelonès), casada i de 41 anys, amb domicili a Bata i cambrera del buc. Detinguda governativa l’octubre de 1936 i alliberada el 3 de març de 1937. També Virtudes Torres Subirats, natural de Tarragona (el Tarragonès) viuda de 44 anys, veïna de Bata, cambrera del buc també. Detinguda governativa l’octubre de 1936 fou alliberada també del 3 de març de 1937.

Finalment, Lleó Lluis Mercader Navarro, nascut a Totana (Murcia) però veí de Barcelona (el Barcelonès), amb residència a Fernando Poo i Bata, de professió telegrafista. Detingut governatiu l’octubre de 1936 i ingressat a la Sala 5 de l’hospital el 31 de març de 1937 per febre palúdica i sarna. El 2 d’abril de 1937 en surt curat i és alliberat el 4 de març de 1937.

Però encara hi ha processats catalans en altres causes. Un d’ells és Genis Josep Sáenz, natural de Barcelona (el Barcelonès), solter de 41 anys, comerciant i amb domicili a Bata. Se l’acusa de fer manifestacions verbals i intentar recollir firmes a favor de la legitimitat del govern republicà en la causa 299/37, i és processat per injúries a l’exèrcit. Detingut l’octubre de 1936, se li fa consell de guerra el 17 de novembre de 1937. Condemnat a 3 anys, surt en llibertat l’abril de 1940. L’altre implicat català és Lluis Mestre Angueza, natural de Barcelona (el Barcelonès), casat i de 32 anys, de professió cuiner i amb domicili a Bata. És processat per atemptat i rebel·lió, especificant que es tracta d’amenaces amb un ganivet. El judici se celebra el 2 de setembre de 1937 I és condemnat a 6 anys I 6 mesos, i se II imposa una multa de 2500 pessetes. Surt en llibertat el juliol de 1940.


Últimas fotografías del Fernando Poo antes de su hundimiento.
El Fernando Poo hundido en aguas poco profundas de la bahía de Bata.

¿Repasamos los nombres surgidos en el artículo?

De Jaume Gay Compte, contamos ya con su respectiva entrada: Fundador del Frente Popular en Fernando Póo, masón, promotor del periódico El Defensor de Guinea, encausado e inicialmente sentenciado a muerte, finalmente fue condenado a 30 años. Falleció por su paso en el insalubre campo de concentración del viejo lazareto de Gando. Está enterrado en una fosa del cementerio de Las Palmas.

Al igual que la tenemos de Josep Trillas Torreguitart, al que todavía a finales de 1949 le estaban embargando los bienes para cubrir las multas impuestas por el Tribunal de Responsabilidades Políticas, pese a que su condena de 12 años de prisión había sido conmutada en 1941.

Sobre Rosa Grau EspíVirtudes Torres Subirats, no tenemos entradas previas. En su caso, mientras el resto de encausados son ingresados a inicios del 37 en el Campo de Concentración de Gando, ellas pasan a la Prisión Provincial de Las Palmas.
Durante las indagatorias con Juan Fontán, Rosa afirmará «que no sabe nada de lo que ocurrió durante el bombardeo», y el auto de procesamiento de la tripulación del Fernando Póo, resolverá en casos como el suyo que «no se deduce responsabilidad alguna, en el hecho relatado, más que una cobardía colectiva». De hecho, ante su patente inocencia y como evidencia de esa cobardía colectiva, son usadas como coartada: por ejemplo, por el grumete Juan Fernández Hermo, el camarero David Sanz López, el encargado de tercera Francisco Cano Bravo o el repostero Juan Timoteo Alemani...., que coinciden en manifestar «que al oír el primer cañonazo se refugió en el oficio de 2ª con las camareras».
Finalmente, en 2017, la Generalitat de Catalunya decreta la nulidad del juicio a Rosa Grau Espi (no hay constancia sobre Virtudes Torres Subirats) y «restablece el honor, la dignidad y la memoria» de una víctima «injustamente procesada por los tribunales franquistas».



Lleó Lluis Mercader Navarro, será identificado como simpatizante del fascio por Bartolomé García Carrasco, Jefe del Campamento Nacionalista de Santa Isabel. Opinión compartida por el camarero Antonio Solabre Morales, que «considera como simpatizantes del movimiento nacional al 1º Oficial Rafael Muñoz, al camarero Juan Ballesteros Palea y al electricista León Mercader», coincidiendo en ese sentido con la declaración del médico Antonio Fuertes Villavicencio.
Pero en las indagatorias de Juan Fontán, se observa no sólo un intento por protegerse, también se dan claros intentos por desquitarse. Sólo así se entiendo que el radiotelegrafista del Fernando Póo, Francisco Pérez Rodríguez, inicialmente afirmara «que considera simpatizantes del Movimiento Nacional a todos los Oficiales y al electricista Mercader», pero al rato se desdijera: «PREGUNTADO si tiene algo más que decir dijo; que respecto a lo manifestado en la primera preguntas al decir que el electricista León Mercader tenia carácter de fascista el declarante que no lo es por estar afiliado al Partido Socialista y calcula desde hace unos cuatro años y haber oído comentar al electricista Jaime Tomás Romeo que León Mercader se había ofrecido a denunciar a los pasajeros fascistas que había a bordo y ser el que durante el viaje arregló las pistolas de los tripulantes según le manifestó Adolfo Celis Mones...».
A su vez, el propio electricista señalará a su acusador como presidente del Comité de abordo, y contará su versión de que él «iba hacia tierra en la falúa cuando sonó el primer cañonazo. Se presentó en tierra un abogado aragonés e inmediatamente se incorporaron al Ciudad de Mahón». Lo cual es sorprendente, ya que la historiografía franquista relatará que «a las 5 de la tarde del 14 de octubre llegó un bote al Ciudad de Mahón, con un colono [aragonés, con una bandera enorme,] gritando "¡Viva la Virgen del Pilar!", y anunció que la ciudad había sido liberada». Ni el radiotelegrafista era presidente del Comité, ni parece que hubieran dos pasajeros en el cayuco. Así, con todo, en el procesamiento a la tripulación del Fernando Póo, Mercader no fue incluido.

Genis (ó Ginés) Josep Sáenz, comerciante, condenado a 3 años por injurias al ejército (incitación a la rebelión). Él y el paisano Francisco Longueira Seijo fueron acusados de realizar manifestaciones verbales e intento de recogida de firmas para paten­tizar la legitimidad del Gobierno de la República sobre los alzados en armas. Fue puesto en libertad en abril de 1940. Su colega Longueira cuenta con un expediente de indulto de 1956.

Lluis Mestre Angueza, cocinero del vapor Rio Francoli, es acusado de amenazar con un cuchillo. El Fiscal «considera el vapor Rio Francoli como prolongación del territorio Nacional, en que el procesado Luis Mestre trata de excitar a la rebelión con las palabras pronunciadas, terminando pidiendo en nombre de la ley la pena de doce años de prisión mayor y accesorias correspondientes por el delito de Excitación a la Rebelión». Finalmente es sancionado con un generosa multa de 2.500 pesetas y privación de libertad por 6 años y medio. En el verano de 1940, será puesto en libertad.

Pero no fueron los únicos: faltaría, por ejemplo José Serra Companys, el primo del molt honorable president de la Generalitat de Catalunya, Lluís Companys, y uno de los decididos defensores de la Bata republicana junto a Ángel Miguel Pozanco. Fundador y secretario del Frente Popular en Río Muni, permaneció en Bata cubriendo la retirada a los que huían del bombardeo de la ciudad hacia los territorios franceses, por lo que acabó en el campo de concentración del viejo lazareto de Gando.

Y otros, como el barcelonés Carlos Grey Molay, el republicano negro del campo de concentración de Mauthausen, o Amadeo Ansa, el Rey Baltasar, sufrieron las consecuencias de la guerra sin vivirla en el territorio ecuatorial.

Entre aquellos a los que en 2017, la Generalitat de Catalunya decretó la nulidad del juicio (al igual que a Rosa Grau Espi o a Amadeo Ansa)  y «restablece el honor, la dignidad y la memoria» de una víctima «injustamente procesada por los tribunales franquistas» están también el practicante Enrique Atané Amo (madrileño), el agricultor Gerardo de las Heras Ríos (zamorano), Asunción Adrián Comerás (zaragozana y viuda del agricultor Fernando Chacar Bru), Sixto (navarro y hermano del agricultor Benigno de los Arcos Hernández) o el radiotelegrafista de Bolondó, Ricardo Echevarria Retamosa (sevillano). Y habrá más.

jueves, 3 de julio de 2025

Ganarse el cielo

Es cierto, el cooperante ha venido al mundo para sufrir, o como decían las abuelas «a ganarse el cielo».

Por eso, no nos extraña que a mediados del año pasado, un medio digital diera cuenta de las penurias económicas del veterano Donato Ndongo-Bidyogo y añadía el propio entrevistado que «no hablemos ya de la cuantía, porque debería tener una pensión más elevada, pero la Agencia de Cooperación Internacional, la institución encargada de financiar al Centro Cultural Hispano-Guineano de Malabo y a la Agencia EFE, no cotizó a la seguridad social los 10 años que estuve trabajando en ambas instituciones. La Seguridad Social me envió una carta donde me decía que, sin una sentencia judicial firme, no me pueden reconocer esos años de trabajo...».

El Diario.es lo había adelantado unos días antes: «El opositor ecuatoguineano reside en la Región desde 1995 y denuncia que las presiones de la dictadura de su país en España lo han llevado a ser desahuciado de su casa».

Es una historia muy común; en el aluvión de cooperantes ochenteros iniciado por el Ministerio de Exteriores durante la administración Suárez -previo a la creación de una agencia de cooperación y preludio a lo que se llamó en el mundo académico como la cooperación de sustitución- se dejaron sin realizar aportes a la seguridad social del personal expatriado y del personal local durante década y media. 

En esa época, en la que eran jóvenes, tal vez no se le dio importancia. Pero si tenemos en cuenta que durante un largo periodo la cooperación española, que asumía funciones de Estado en una multitud de sectores básicos, fue la principal fuente de empleo del país... la tragedia está garantizada. 

Así, son recurrentes las experiencias de profesionales con historia ecuatoguineana que cuando tienen que hacer cálculos para su jubilación descubren un vacío vital en su vida laboral y se ven obligados a recurrir a la justicia (con resultados aleatorios y arbitrarios) o a demorar el ganado descanso para arañar unos años y mejorar la pensión.

Son historias comunes.. Tan sólo un ejemplo: «En la demanda se manifiesta que la actora [una desconocida Doña Esperanza] ingresó en el Cuerpo General Auxiliar de la Administración del Estado el 1 julio 1975, cesando el 31 diciembre 1980 que pasó a la excedencia voluntaria. Estando en excedencia fue contratada el 30 octubre 1989 por el Embajador de España en Guinea Ecuatorial para prestar servicios como profesora en el Colegio Español de Bata, en el Programa de Cooperación Española en Guinea Ecuatorial. Ese contrato fue de carácter temporal y local, con una duración determinada hasta el 30 junio 1990. Ese trabajo se realizaba con cargo a los Presupuestos del Programa de Cooperación. Finalizado ese contrato temporal, la actora suscribió otro contrato laboral de igual naturaleza y con idéntico clausulado el 12 octubre 1992 hasta el 30 junio 1993. Previamente a estos contratos había prestado servicios en Guinea como Maestra durante tres periodos de tiempo, un total de 4 años 9 meses y 13 días, periodo de tiempo certificado como de servicios en el Cuerpo de Maestros. Durante el periodo de tiempo que estuvo contratada en bata, la Administración española no le dio de alta ni cotizó en la Seguridad Social española, quedando al descubierto durante ese periodo de tiempo mencionado...».

Ayer publicaba The Objective: «El prestigioso historiador guineano Donato Ndongo, al borde del desahucio en Murcia (...) La amenaza de desahucio que hoy pende sobre su familia sería no sólo una muestra de desprecio hacia el propio Ndongo, sino un ejemplo más del abandono por parte de España a Guinea Ecuatorial. La sociedad democrática española debería movilizarse ahora a favor de Ndongo, como una forma de mostrar también solidaridad con la democracia en Guinea Ecuatorial».

Las redes sociales arden de solidaridad y contradicciones; desde quienes lamentan la desgracia del máximo responsable africano de las letras en español y eterno candidato al Princesa de Asturias de las letras, hasta quienes como Abuy Nfubea recuerdan cómo fue utilizado para eliminar al notario Antonio García Trevijano del tablero político español en beneficio de Felipe González. 

Alberto Quintana, antiguo coordinador general de la cooperación española en Malabo lo recordaba en El despropósito Ecuatorial, citando al propio Donato Ndongo: «¿Podemos permitir que la persona que está asesorando a Macías -que mata a nuestros familiares y compatriotas y nos hace estar en el exilio- sea mañana el que mande en España? Y la respuesta fue clara: tenemos que decir quién es en realidad este señor. Y eso hicimos. El dossier Trevijano lo elaboré yo en mi casa con informaciones que me dieron muchos compatriotas y compañeros de lucha, algunos ya muertos. García-Trevijano anda diciendo que el PSOE me pagó un millón de pesetas y eso no es verdad, además de que en 1976 el partido socialista no tenía ese dinero. 

El dossier se lo entregué yo personalmente a todos los partidos integrantes de la Platajunta. Lo dejé en el despacho de Gil-Robles, a su hijo porque él no estaba; en mano a Don Joaquín Ruiz Jiménez; se lo di a Ramón Tamames; también a Enrique Múgica y a Luis Yáñez, del PSOE. Los de este partido fueron los únicos que reaccionaron, por eso se llevaron el protagonismo en ese momento, no porque me pagaran a mí. 

Efectivamente, la democracia y la libertad de la que disfruta España ahora se nos debe en parte a nosotros, no quiero personalizar. Fue un trabajo que hicimos un grupo de demócratas guineanos a los cuales se nos prometió que, cuando llegase la democracia a España, esos mismos políticos se ocuparían del tema de Guinea. Y aún sigo esperando».


Donato Ndongo, entregando un recuerdo (escultura de Leandro Mbomío) a Cristina Almeida, tras una Tertulia en el Colegio Mayor Universitario “Nuestra Señora de África”. Madrid, 1983.


En este paseo por la vieja calle 19 de septiembre de Santa Isabel, valoramos también cómo su empeño por investigar y documentar la conexión guineana de la Gürtel del gobierno de derechas de la II República, con un desconocido A. Lerroux a la cabeza, permite entender el quiebre institucional de 1936 con las derechas acusando de ilegítimo al gobierno frankenstein del Frente Popular, dando finalmente un golpe de Estado en julio.

Con o sin viejas historias, el caso es que el desalojo de la vivienda EJH 72/16 es más que probable que se vea practicado por una Comisión Judicial el 7 de Julio DEL 2025 a las 10:30H HORAS.

Diferentes colectivos como Espacio Afro han hecho público cuentas bancarias para recibir apoyos económicos. 

Espacio Afro recalca en su comunicado: «Aunque el proceso administrativo del desahucio es inminente e imparable, es fundamental ofrecer a Donato y su familia una solución habitacional digna. Se trata de ayuda de emergencia por lo que, de momento, la solución más inmediata es recoger recursos con el objetivo de que puedan alquilar una vivienda. No obstante, a fin de solventar a largo plazo su situación, lo idóneo sería que tantos sus saberes como su trabajo se reconocieran y pudiera ser contratado en algún lugar donde le valoren como se merece.

Esta iniciativa surge desde una posición de reconocimiento del abandono institucional que Donato Ndongo ha sufrido durante años, un proceso de invisibilización y maltrato institucional con una enorme carga de violencia histórica».

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No es nuestra especialidad, pero sobre la dignificación profesional de los cooperantes en Guinea Ecuatorial tenemos una que otra entrada:

En recuerdo de los cooperantes fallecidos o en Que me muera de tétano.

jueves, 19 de junio de 2025

De marqueses varios

Fernando de León y Castillo,
I Marqués del Muni

Realmente, no nos aporta nada esta historia, pero os la vamos a contar igual:

Mientras allegados de José Primo de Rivera y Ortiz de Pinedo, Senador del Reino y Teniente General de la Marina, pedían en su nombre el título de Marqués de Fernando Póo: «el 21 de julio de 1847 se presentaba a S.M. la reina doña Isabel II, por medio del Ministerio de Gracia y Justicia, un escrito de don José Primo de Rivera y Ortiz de Pinedo, teniente general de la Armada y senador del Reino, en el que, tras alegar sus muchos méritos y servicios, pedía para sí y sus sucesores un Título de Castilla, con la denominación de marqués de Fernando Poo...», él niega que lo haya pedido y solicita que se suspenda la tramitación y se devuelva el expediente. En éste se apelaba a méritos propios del general, si bien la elección del marquesado no era casual, al tratarse del hijo del brigadier Joaquín José Primo de Rivera y Pérez de Acal, responsable de la expedición de 1777/1778 tras el fallecimiento del conde de Argelejo.

Eso fue en 1847, y es un movimiento extraño. Probablemente lleve implícita la inquietud por la reafirmación simbólica sobre el territorio, frente al intento de venta a Inglaterra de hacía unos años. Al fin y al cabo, la titubeante expedición de Lerena, apenas había tenido lugar cuatro años antes. 

Y sí, este Primo de Rivera del frustrado marquesado era el abuelo del que fue dictador en la segunda década del siglo XX y bisabuelo del fundador de la Falange.

Hablando de aduladores y marquesados fallidos... Gustau Nerín recoge la anécdota de cómo «el periodista Julio Arija, que había sido un ferviente defensor de Barrera, denigró a quien había sido su protector y tildó su mandato de "ciénaga colonial"; en cambio, calificó a Núñez de Prado de "espíritu redentor de la Guinea" y de "caudillo". Arija publicó numerosos artículos hagiográficos sobre el gobernador, tanto en la prensa de la colonia como en la metropolitana, y escribió un libro, La Guinea Española y sus riquezas, en el que no dejaba de ensalzarle. Llegó a impulsar una campaña para que se le otorgase el título nobiliario de conde de Guinea». No era más que un ejercicio de lambisconeria, especialmente porque ya existía un conde de Guinea; Manuel Guinea y Baranda, vinculado familiarmente con el carlismo, contaba ya con un título papal asociado al apellido familiar, sin vínculo con el territorio ecuatorial.

Del sonrojante y fallido intento del gobernador Faustino Ruiz por ser elegido el botuku de los bubis, en sustitución del rey Malabo, ya ni hablamos.

Pero hubo otro marquesado que sí prosperó, en su caso en reconocimiento a las negociaciones que dieron lugar al Tratado de París de 1900, afianzando el -exiguo- dominio español sobre la franja costera continental. 

Lo cuenta Fernando Bruquetas de Castro en "El sexo y los políticos": 

«En 1879 Isabel II acudió a la segunda boda de su hijo Alfonso XII, celebrada en la basílica de Atocha, sin disimular su aversión a Cánovas. Nunca le perdonó que este hubiese prescindido de ella para propiciar la restauración monárquica. Una década más tarde, en abril de 1887, aún rebrotaba el interés por la unión de los regios cónyuges, a cuyo fin intercedió el nuevo embajador de España en París, el canario Fernando León y Castillo, quien llegó ese año y que, salvo algún intervalo, desempeñó la representación diplomática hasta el año de su muerte en Biarritz en 1918. Durante ese tiempo, a decir de los contemporáneos, fue el mejor amigo que tuvo la reina en Francia, defendiendo con exigua fortuna los intereses de España, y pese a ello, consiguió hacerse acreedor al título de marqués del minúsculo territorio africano obtenido para el país en el río Muni. La reina, para referirse a él, solía acercar sin llegar a unir el índice con el pulgar a la vez que pronunciaba la "u" francesa, como si fuera una "i" latina, dando un evidente acento cómico a sus palabras cuando decía "mi marqués del Muni"».

Es sorprendente que al Embajador le premiaran con un marquesado por la deplorable negociación. 

Especialmente si tenemos en cuenta que su colega, el Comisario Regio, en su viaje de regreso a España se suicidó por la frustración de sólo haber logrado salvar 28.000km en el Tratado de París, frente a los 200.000km que eran el punto de partida de la negociación. Considerando Pedro Jover y Tovar que la comisión que presidía no había hecho sino cooperar a la cumplimentación de un convenio deshonroso, no deseando sobrevivir al mismo, en un acceso de neurastenia aguda puso fin a su vida en el camarote que ocupaba, disparándose un tiro en la cabeza la mañana del 31 de octubre de 1901. Sepultado por las aguas del golfo de Biafra, se puso su nombre a una calle en Almería (se conserva) y el Estado español dio el nombre de “Cumbre de Jover” al pico más alto de los montes Bombananyoko. Su colega el marqués cuenta, a su vez, con su calle dedicada en Santa María de Guía, así como en el antiguo municipio de San Lorenzo en Las Palmas de Gran Canaria, o en el de Veneguera... ; pero lo del callejero y la memoria histórica, esa es otra historia.

De todos modos, en los periódicos de la época se recogen comentarios sarcásticos del tipo de «el marqués del Río Muni continúa de embajador en París, gestionando, según se dice, la concesión á España de un fértil trocito del Polo Norte».

Ya que lo preguntáis; sí, actualmente existe un marqués del Muni: En el BOE encontraréis la Orden JUS/2333/2008, de 17 de julio, por la que se manda expedir, sin perjuicio de tercero de mejor derecho, Real Carta de Sucesión en el título de Marqués de Muni, a favor de don Luis Alfonso Ascanio Panyasart, por fallecimiento de su padre, don Alonso Ascanio León y Castillo.

Y, bueno, a otros le salió mejor la jugada: a Antonio López y López, esclavista que redondeó su fortuna con el monopolio de transporte marítimo a Guinea Ecuatorial, le otorgó Alfonso XII en 1879 el título de marqués de Comillas, y en 1881 la Grandeza de España. Sobre él y sus "negros negocios", os contábamos en El Santoral Ecuatoguineano.

O a Antonio Vinent y Vives, marino y capitán de barcos negreros cuyos hermanos José y Francisco tenían factorías en Corisco (la trama esclavista de nuevo...), la reina Isabel II le otorgó el título de marqués de Vinent en 1868. Ambos marquesados están también actualmente en vigor, pero seguro hay más, ya que Isabel II fue especialmente proclive a otorgar marquesados a familias involucradas en el tráfico de seres humanos.

Otros, como veíamos en Preparando el viaje del Ciudad de Mahón, obtuvieron la rehabilitación de viejos títulos tras significarse en la trama golpista del 36. Es el caso de Enrique Pueyo, capitán de la guardia civil y mano derecha del teniente coronel Serrano en los "sucesos" del 19 de septiembre de 1936 en Santa Isabel, que obtuvo la rehabilitación del título de Conde del Val en 1955 y a cuyo nombre hay una calle en Madrid (probablemente por algún ilustre conde predecesor).

Siempre hay excepciones: José Elduayen y Ximénez de Sandoval, marqués de Elduayen, o Joaquín de Arteaga y Echague, duque del Infantado y marques de Santillana, ambos con intereses productivos y comerciales en el territorio ecuatorial, llegaron ya con el título nobiliario. El primero con inversiones en Río Muni, en donde además se involucró infructuosamente en la trama golpista, y el segundo volcado especialmente en las producciones agrícolas de Moca. Suyos eran los toros de lidia de la cabaña ganadera de Moca que emocionaban al aficionado a los toros de Santa Isabel.

jueves, 5 de junio de 2025

Banquete monstruo

Decía uno de los informantes de José Luis Vila-San Juan en El curioso alzamiento en Guinea:

-Los españoles que fuimos a Guinea (...) podíamos ser cualquier cosa, menos políticos... Yo llegue el 33. Aquellos españoles habían ido allí, sencillamente, por ambición. Por un correctísimo deseo de lucro: buenos sueldos (aunque dificilísimas condiciones de trabajo, habitabilidad, clima y salubridad), largos permisos o vacaciones retribuidas, posibilidades de ascensos y de independizarse, etc. (...)

-Si claro, pero, había lucha entre los partidos políticos?

-No. No es que hubiese o no lucha, es que no había partidos políticos.

-Pero Vds. bien tendrían ideologías distintas...

-Nosotros habíamos ido allí a trabajar y a luchar por ganar dinero. La Península, Madrid y el Congreso, quedaban muy lejos.

Pero, ¿era cierto que la población era indiferente a los debates peninsulares? Este paseo por la calle 19 de septiembre de la vieja Santa Isabel nos induce a pensar otra cosa:

«En Bata -cuenta La Guinea Española del 3 de mayo de 1931- ha tenido lugar un "Banquete monstruo": El día 19 del actual (abril) y para conmemorar el advenimiento de la República hubo un banquete monstruo en la fonda del Sr. [Manuel] Bernal al que acudieron unos noventa comensales europeos. El local resultó pequeño e incapaz de contener a tanta gente; reunió mucha cordialidad, no habiendo desmanes de ninguna clase y haciendo uso de la palabra dos o tres de los asistentes».

Pero no sólo en Bata, ya que en Santa Isabel, Tomás L. Pujadas recogía en La Iglesia en la Guinea Ecuatorial, Fernando Poo el soterrado pulso en entre lo que él llamaba come-jamones y los clericales, cuando con motivo de la celebración del «aniversario del advenimiento de la república coincidió con el día de viernes santo y naturalmente fue necesario celebrar una recepción oficial en el palacio del gobierno con su inevitable servicio de bocadillos anticlericales, es decir, de jamón en día de abstinencia», debiendo mediar Guillermo Cabanellas, Secretario del Gobierno General de los Territorios Españoles del Golfo de Guinea y «republicano de primera hora». 

Y en el tercer aniversario..., incluso tenemos el registro fotográfico de la fiesta republicana en Río Benito.

Fiesta republicana en Río Benito (1934):
«La colonia española en Río Benito (Guinea española)
festejó el aniversario de la proclamación de la República
que simboliza la niña María Luisa [del Arca] Domínguez,
a quién rodean en la foto varios indígenas».

viernes, 23 de mayo de 2025

Relatos y creencias

¿Recordáis El cementerio musulmán de Musola? No es la primera vez que la temática religiosa surge en este paseo por la vieja calle 19 de septiembre de Santa Isabel.

Al fin y al cabo, en un España pretendidamente monocolor, los relatos minoritarios o divergentes no tenían cabida. 

Juan Antonio Monroy recoge su experiencia en "Un protestante en la España de Franco":

«En 1858 -la Historia es un simple juego de abstracciones-, España envió al primer gobernador general, quien la declaró colonia de la Corona. Con el señor gobernador llegaron los señores jesuitas, faltaría más. Iban pagados por el gobierno español, como siempre, con un sueldo de 4.000 pesetas anuales. Pesetas de aquellos tiempos, más otras pesetillas por trabajos extras.

También con los ingleses llegaron los misioneros protestantes, con la diferencia de que en lugar de entregar a los nativos reliquias y estampitas les regalaban ejemplares de la Biblia. La Palabra de Dios corrió y fue glorificada. Los misioneros ingleses fundaron iglesias y establecieron escuelas. Demasiada herejía para el clero católico.

Algunos jesuitas enfermaron, otros no soportaban el clima; los discípulos de Loyola abandonaron el país; para sustituirles llegaron los claretianos, orden de frailes fundada en Cataluña por el arzobispo Antonio María Claret.

Misión Jesuítica (1889) en Santa Isabel.

Para entonces los jesuitas ya habían emprendido una santa cruzada en contra de los protestantes. Uno de ellos, Miguel Martínez Sanz, envió una carta a sus superiores en España en la que decía: "Es muy probable que el Gobierno español, a ruegos míos, haga observar aquí las leyes españolas que prohíben todo culto público a excepción del católico". Otro jesuita, paisano de Loyola, José Irisarri, enviaba poco después otra carta al prefecto de la Orden, en la que le comunicaba: "Expulsado el ministro protestante, empezaron a trabajar los misioneros para arreglar a aquellos católicos y para convertir a los no católicos". Y así fue. A instancia del clero católico, las autoridades españolas ordenaron la expulsión de los dirigentes protestantes extranjeros.

Pero regresaron. El valor viene de las ideas. Y las de Cristo están fuertemente arraigadas en el alma de sus seguidores. La amenaza no puede con ellos. No puede con nosotros. En 1870 desembarcaron en la isla dos pastores metodistas. Llegaban de Inglaterra. Inmediatamente se dedicaron a reagrupar a los creyentes dispersos y a establecer nuevas iglesias. Si la cifra que me han proporcionado es correcta, actualmente hay en Guinea unos 15.000 cristianos evangélicos, casi todos ellos pertenecientes a la Iglesia Evangélica Española, denominación que también se ha preocupado en abrir escuelas para niños (...)».

 Así, el territorio ecuatorial no quedará ajeno a las pulsiones peninsulares, y «el brazo armado del nacionalcatolicismo llegaba también a las colonias que a España le quedaban en África. En diciembre de 1962 publiqué en el periódico La Verdad la carta de un pastor protestante de Río Muni, en Guinea. Me rogaba que no pusiera su nombre, pero en una nota personal se comprometía a ofrecer todos los datos a quienes lo quisieran. Este hombre contaba que un sacerdote católico llegado a aquellas tierras se dedicaba a perseguir, insultar, violentar a los protestantes, ordenándoles aceptar el bautismo católico. "En una ocasión -decía mi comunicante- penetró en el hogar de un joven creyente insistiéndole que se convirtiera al catolicismo. Como nuestro hermano se negara, le golpeó varias veces en la cabeza y en el cuerpo con un palo que llevaba en la mano".

Al dar cuenta de la noticia añadía yo: "La sangre me hierve de tal forma que mis manos tiemblan al pulsar las teclas de la máquina. Si no conociera al pastor que me escribe y estuviera convencido de su honradez, dudaría del hecho brutal que describe".

No fue el único en aquellas tierras. En septiembre de 1967, cuando dirigía en Madrid la revista Restauración, fundada un año antes, recibí otra carta de Río Muni. La firmaba el pastor Juan Esono Mangué. Contaba que el sacerdote español Antonio Barrio convenció a un grupo de jóvenes para que destruyeran la capilla protestante en el poblado de Gongom. Cuando el humilde edificio quedó demolido reunió al grupo y les dijo:

-Amados hermanos, quiero que firméis que vosotros habéis destruido la capilla.

Uno de ellos respondió:

-No, padre; la culpa es de usted; usted sabe que no hemos destruido esta capilla por nuestra voluntad, sino porque usted nos ha obligado.

En un tono de contrariedad e impaciencia el misionero católico replicó:

-Es igual, no temáis, nada os va a pasar; ya sabéis que todas las autoridades nuestras son católicas.

Como siempre, desde los tiempos de Constantino. La iglesia buscando la protección y la complicidad del poder civil. Con Franco, obispos y curas se consideraban omnipotentes. La obsesión de entonces era la defensa de la ortodoxia religiosa; al heterodoxo, estuviera en Madrid o en Río Muni, había que acorralarlo, perseguirlo y, a poder ser, exterminarlo».

Aunque con la independencia, no mejoró mucho la situación:

«Presionado por las Naciones Unidas, el Gobierno español concedió la independencia a Guinea en agosto de 1968.

Dos meses después, en octubre, yo aterricé en Fernando Poo. Fui con la intención de ayudar a un reducido número de personas pertenecientes a la iglesia de Cristo, que habían sido convertidas por un misionero norteamericano residente en la vecina Gabón. El grupo se reunía en casa de uno de ellos y yo pretendía buscar en alquiler un local para dedicarlo al culto. Todo el tiempo estuve acompañado por dos de los hombres más espabilados de la pequeña congregación. Uno solo hablaba inglés. Era de Nigeria.

Preguntamos en agencias dedicadas al negocio inmobiliario y recorrimos calles en busca de lo que necesitábamos. El hombre que estaba en la recepción del hotel me habló de un primo suyo que disponía de un local vacío y lo quería alquilar. Fui a verlo. Justo lo que estábamos buscando. Estuvimos de acuerdo en precio. En el momento de firmar el contrato no lo había hecho antes, me preguntó a qué iba a dedicar el recinto. Me salió tal como lo pensé:

-Aquí vamos a establecer una iglesia.

-¿Una Iglesia católica? -preguntó él.

-No. Una iglesia protestante -respondí yo.

La cara de aquel hombre cambió. De una expresión de pascua florida pasó a la de una semana santa de angustia.

Me confesó: -No puedo alquilar mi local a los protestantes. Pertenezco a Acción Católica, colaboro en la parroquia, soy amigo de los sacerdotes que aquí trabajan, no puedo, no lo alquilo.

No lo alquiló.

Debió ir con la historia al sacerdote de su parroquia. Porque al día siguiente un religioso claretiano habló desde una emisora de la ciudad y advirtió a los oyentes que una nueva secta protestante había llegado a la ciudad. Que tuvier- an cuidado. No se dejaran engañar.

Yo seguía mi camino. Me contaron que el Gobierno recién constituido ofrecía gratis parcelas de terreno para construcciones religiosas. Logré una entrevista con el ministro del Interior, Ángel Masie Ntutumu. Fue extraordinariamente amable. Le expliqué mis intenciones. Respondió que no había problema. Que haría gestiones. Que regresara tres días después. Yo tenía entonces una máquina fotográfica Polaroid, que tomaba imágenes el instante. Pedí a un funcionario que por allí estaba que me sacara una fotografía con el ministro. Lo hizo. Fue publicada en el número de la revista Restauración correspondiente a noviembre de 1968. También la tengo enmarcada en mi galería de retratos con mujeres y hombres más o menos célebres.

Volví al despacho del señor ministro tres días después. Al entrar se me cayó el alma a los pies. Junto a él estaba sentado un sacerdote católico. En mi presencia dijo al ministro que no nos diera terreno para construir un templo protestante. Que enfadaría mucho a las altas autoridades españolas. Hubo una pequeña trifulca. Nos despedimos del ministro y ambos salimos del despacho. Una vez en la calle le invité a tomar un café en el hotel. Se negó. Le hablé del ecumenismo pregonado por el papa Juan XXIII. De la Ley de Libertad Religiosa promulgada por el Gobierno español un año antes. Nada de nada. Tenía cabeza de cántaro. Me dijo antes de marcharse: "Este país es católico y no queremos a otras sectas protestantes. Ya hay suficientes protestantes aquí". Me fui. No se prestaba al diálogo. Al día siguiente me llamó al hotel un funcionario del Ministerio. Decía que "por ahora no se me podía dar terreno para un edificio protestante".

Ignoro qué ocurrió. Semanas después me entero por la prensa madrileña que el ministro había muerto en circunstancias muy extrañas.

No me rendí. Mis amigos y yo seguimos buscando. Hasta que encontramos un precioso local que daba a dos calles. Era propiedad de un gallego residente en Fernando Poo. El precio del alquiler era alto, pero no exagerado. Me pedía el anticipo de seis meses. Decía que necesitaba el dinero. Lo tuvo. Nos pusimos manos a la obra. Pintamos. Compramos bancos. Inauguramos con la asistencia de unas 50 personas. En el número aludido de la revista Restauración figura una fotografía del mencionado local. Regresé a Madrid. El más capacitado del grupo quedó responsabilizado de los cultos. Exactamente ocho meses y siete días después recibo carta en la que se me dice que el local había sido clausurado por las autoridades. ¿Qué autoridades, las civiles o las eclesiásticas? No quise averiguarlo. Guinea Ecuatorial quedaba muy lejos de Madrid como para embarcarme en otra disputa con los que siempre andaban tras de mí, sembrando mi camino con puntas de acero y tratando de doblegarme a golpes de espada ajena. Porque aquella España se sostenía sobre dos patas: el Ejército y la Iglesia católica».

Concluye Monroy con «(...) la actitud de los curas católicos ante el intruso protestante era normal en ellos. En Guinea Ecuatorial, en el norte de Marruecos, en la América hispana, en Filipinas, en todos los países donde España estableció sus plantas, la Iglesia católica impuso un poder paralelo. Un dominio exclusivo y excluyente. Para el catolicismo, más en aquellas repúblicas que en los países europeos, la autoridad de Dios estaba física y automáticamente en la autoridad de la iglesia. Solo ella representaba a Dios. Solo ella podía hablar en nombre de Dios. Con esta doctrina dominaba las conciencias y se señoreaba de los pueblos, esclavos del clero. Resultaba patético ver a criaturas miserables, sucias, andrajosas, arrodilladas en un suelo de piedra, escuchando a un cura español hablando en latín. En los villorrios indios de las montañas y en las grandes ciudades europeizadas, el cura y el obispo estaban siempre junto al gobernante, que con frecuencia era el tirano».

Si os interesan las creencias en el Territorio ecuatorial, no os perdáis:

sábado, 10 de mayo de 2025

Quién se acuerda de Eduardo?

El 14 de octubre del 36, caerá la ciudad de Bata bajo los cañones del Ciudad de Mahón. Antes hundiría al buque civil Fernando Poo, muriendo 17 tripulantes ahogados en la bahía. Incluyendo Eduardo Selma, maquinista y héroe del naufragio del vapor Teide

En la madrugada del 8 de junio de 1932, el Teide embarranca en punta Oscura, al SO de la isla de Fernando Poo, en un lugar llamado por los nativos Etepo, junto al río Baña y muy próximo a punta Sagre. El 1er maquinista Eduardo Selma, logró que el barco se mantuviera estable, facilitando la evacuación ordenada de tripulación y pasajeros junto al capitán.

02.00 h - El buque no para de dar terribles golpes contra las piedras y no cesa de llover un momento.

-Siguen las señales de SOS sin desesperante resultado.

-El buque ha iniciado una tumba a estribor y los golpes contra las piedras son cada vez más alarmantes.

-Continua la lluvia y las señales de SOS.

04.30 h - Llamadas a CRR con las señales de SOS sin resultado.

-A causa de entrar agua en la máquina, me dicen han apagado los hornos de estribor y funciona solamente el de babor bajando la corriente a 60 V.

-Continúan los espeluznantes golpes del buque contra las rocas y la tumba a estribor va acentuándose cada vez más.

Sigo haciendo llamadas de SOS desesperadamente.

 

Finalmente, a las 5 de la tarde, Selma, el capitán del Teide y Jaime Ors -el delegado de la Trasmediterránea- tomaron la última lancha dando por perdido el buque.

Francisco Font Betanzos relata el hundimiento, y concluye con "años más tarde otro buque de la Compañía Trasmediterránea se perdería en estas aguas guineanas, aunque por motivos diferentes. El Fernando Poo era hundido por el Ciudad de Mahón, de la misma naviera, el 14 de octubre de 1936… pero ésta es otra historia".


Precisamente, el maquinista del Fernando Póo sería también Eduardo Selma, aunque en esta ocasión, el capitán Emilio Ley Arata, director de la Trasmediterránea, en la edición del 12 de noviembre de La Prensa afirmaba que «resultó muerto en el accidente del Fernando Poo el primer maquinista Eduardo Selma, marxista».
Resulta sorprendente esa afirmación de "marxista", dirigida a quién propició la salvación de la tripulación y pasaje (obispo de Santa Isabel incluido) del Teide en 1932. Ya que no hay nada que nos induzca a pensar que Eduardo Selma merezca la inquina del director de la Trasmediterránea.

Si revisamos el Blog de Pedro Medina Sanabria | Memoria e Historia de Canarias es posible consultar las declaraciones que la tripulación del Fernando Póo realiza a Juan Fontán, en calidad de juez, sobre los hechos ocurridos el 14 de octubre de 1936 en la bahía de Bata:

Así, el radiotelegrafista Enrique López Astudillo, declara «que Antonio Tarí obligó a los maquinistas con pistola», lo cual coincide con el electricista Jaime Tomás Romeo, con «que bajó Antonio Tarí con pistola en mano, negándose el 1º [Eduardo Selma] y 2º a poner los motores en marcha y obligándoles Antonio Tarí con la pistola». De hecho, según el cuarto maquinista Ceferino Sáez Sánchez, no sólo fue obligado, si no «que el 1º maquinista [Eduardo Selma] dio la orden de cerrar el combustible» y parar el barco.
Esto cuadraría con la declaración del capitán Pasajes, que afirma que «cuando vio que el barco se ponía en movimiento fue a la entrada de la máquina y gritó que parasen sin saber si fue por su orden o por otra causa pero el barco paró». Y -en un intento por protegerse y proteger a su tripulación- el capitán enumera al personal menos sospechoso de ser leal al gobierno republicano y -entre otros- «cita como simpatizantes del movimiento [nacional] al médico Fuertes, a Muñoz, Zamora, y a todos los maquinistas excepto Filló y Bausá».

Naufragio del Teide.


Incluso Manuel de Dios y del Águila, recuerda cómo él y Selma se habrían peleado con los tripulantes más combativos...: «con motivo de la celebración de las Asambleas tuvieron un disgusto el declarante y el primer Maquinista Eduardo Selma con Filló». Y ya sabemos que Manuel de Dios era señalado por sus compañeros como derechista frente a Filló que era considerado uno de los líderes revolucionarios del barco.

En definitiva, cuando en la historiografía franquista se recuerda (o se oculta) a los 17 ahogados de la tripulación del Fernando Póo, los únicos a los que se pone nombre es al "comunista Eduardo Selma" y al "barbero Caparrós". Pese a que Selma, el héroe del hundimiento del vapor Teide, realmente no se habría significado en los sucesos del 14 de octubre como para merecer el desdén del director de la Trasmediterránea.

La clave, probablemente serán deudas anteriores... vinculadas al proceso de huelga en el puerto de Barcelona, antes de partir el último viaje del Fernando Póo: el 23 de junio de 1936, el diario Universal recogía la noticia de que «a última hora de la noche de ayer la Policía se personó a bordo del trasatlántico Fernando Póo cuya tripulación se declaró en huelga de brazos caídos, a consecuencia de unas diferencias con la Compañía. Los agentes practicaron la detención de los 80 tripulantes de la nave, que ingresaron detenidos en el Juzgado de guardia, donde de madrugada continúa el interrogatorio»