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lunes, 14 de agosto de 2023

El notario de Santa Isabel

No, esta entrada no va sobre Antonio García-Trevijano, si no sobre Manuel Gramunt Puig.

Como recordaréis, en Libre de toda sospecha os contábamos cómo los funcionarios fueron purgados según sus lealtades o tibiezas con respecto a las autoridades surgidas tras el golpe de Estado del 19 de septiembre de 1936. Y entre otros ejemplos, os poníamos:

  • Orden de 14 de febrero de 1950 por la que se declara admitido al servicio, sin sanción, a don Manuel Gramunt Puig, Notario de los Territorios españoles del Golfo de Guinea.
El notario había salido anteriormente en este blog como el juez municipal, el cual asumiendo de forma interina las funciones de juez de primera instancia subastó los bienes expropiados al republicano José Serrano Roldán.

Si había formado parte -aunque sea accidentalmente- de la maquinaria represora, ¿cómo es que fue a su vez represaliado? Miguel Prieto Escudero despeja ese misterio en Notarios y registradores en el África colonial española

Manuel Gramunt i Puig, Notario de los territorios españoles del Golfo de Guinea (1927-1942)

Dice Luis Prados en notaríAbierta«Realmente sería delicioso poder escuchar de primera mano las historias de personajes como Manuel Gramunt i Puig y de aquellos que fueron notarios de la Guinea Española, que tenían además, la obligación legal de asesorar a los indígenas frente a cualquier abuso, principalmente contractual, que los colonizadores pudiesen hacerles ante su situación de inferioridad».

En relación a Don Manuel Gramunt i Puig y gracias a las pistas que me da Plácido Barrios he encontrado en internet toda esta información del que fue Notario en la Guinea Española:

1927: «Por Real Orden de esta misma fecha se declara vacante la Notaria de Leiro, por nombramiento del que la desem­peñaba, D. Manuel Gramunt y Puig, para la Notaría de Santa Isabel de Fernando Póo. Madrid, 8 de Abril de 1927.—El Di­rector general, Pío Ballesteros«.

1927: «Ilmo. Sr.: Vista la real orden de la Presidencia del Consejo de Ministros de 9 de Marzo último, por la que se nombra Notario en los territorios es­pañoles del Golfo de Guinea a don Manuel Gramunt Puig, Notario do Leiro: Vista la instancia de este funcionario, en la que declara que opta por la Notaría de Santa Isabel de Fernando Póo y solicita acogerse al Real De­creto de la misma Presidencia del Consejo de 12 de Febrero del año ac­tual, cuyo artículo 1.° dice textual­mente: “ Cuando un funcionario del Estado, cualquiera que sea su situa­ción administrativa, pase con la mis­ma categoría, o con otra superior o inferior a la que tenga, a ocupar al­gún puesto de la Administración pú­blica de los territorios españoles del Africa Occidental, se le considerará, para todos los efectos de las leyes es­pañolas en la misma situación admi­nistrativa que si estuviera en la pen­ínsula, en cuyo escalafón seguirá figurando y ascendiendo cuando reglamentariamente le corresponda”,  S.M.elRey (q.D.g.) ha tenido a bien disponer que se le considere al Sr. Gramunt Puig, para mientras des­empeñe el cargo de Notario de Santa Isabel de Fernando Poo en la situación que actualmente tiene en el escalafón del Notariado con todos sus derechos, según la disposición legal transcrita, y que se declare, por tanto, vacante la Notaría de Leiro, anun­ciándola para su provisión en el tur­no correspondiente. Dios guarde a Y. I. muchos años. Madrid, 8 de Abril de 1927. PONTE. Señor Director General de los Regis­tros y del Notariado».

[Nota: Manuel (o Manel, para la familia) Gramunt i Puig debió ser todo un personaje: hijo de notario con título nobiliario (Baronia de Sendes i al Senyoriu de Banyus) en desuso, es posible rastrear sus artículos en "Pla i Muntanya", periódico quincenal de L'Unio Republicana: «El dia 17 [de julio de 1934] el nostre car amic Manuel Gramunt embarcà cap a l'illa de Fernando Poo per tal de tornar a fer-se càrrec de la Notaria que des de l'any 1927 està regentant a Santa Isabel. Sentim no hagi pogut ésser més llarga la seva estada entre nosaltres per fruir de la seva bona companyonia i espererm pugui gaudir prompte d'una nova llicència per a poder tornar a encaixar amb ell. "Pla i Muntanya" desitja a l'amic Gramunt força salut i sort en la seva nova estada a la Guinea Espanyola». 
De la misma forma que "Finestral" de la ciudad de Balaguer contaba cómo antes de retornar a la isla, iba a realizar un grand tour europeo, incluyendo una estadía de 9 días en la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (!): «A RÚSSIA.-El nostre amíc i conegut Notari de Fernando Poo, Manuel Gramunt ha marxat a Rússia, on hi passarà uns deu dies. De passada visitarà París i Berlin. Els misteris de la Rússia soviètica que tants comentaris susciten en cercles polítics i taules de cafè, ens seran narrats amb to humorístic i amb estil pintoresc pel nostre amic, al seu retorn». A su regreso dirá maravillas de la URSS (y alguna cosa mala), si bien descartará la réplica del modelo soviético en España por el carácter anarquista (sic) y poco disciplinado de los españoles. Le quedará -eso sí- la responsabilidad de sermonear desde la montaña reclamando el compromiso colectivo y la responsabilidad de la ciudadanía.]

¿Seguimos?

1942: La Orden de 23 de febrero de 1942 dio de baja al notario de la entonces Guinea española, Manuel Gramunt Puig, supuestamente por una publicación en prensa (Plácido Barrios y Antonio Linage nos lo cuentan en ELNSXXI-94).

«En cumplimiento de lo dispuesto por la Orden de la Presidencia del Gobierno de 11 de los corrientes, publicada en el BOLETÍN OFICIAL DEL ESTADO del día 17, que acordó la separación del servicio colonial del Notario de los Territorios españoles del Golfo de Guinea don Manuel Gramunt Puig, la cual lleva consigo, de acuerdo con el artículo 20 del Estatuto General de los Funcionarios coloniales de 8 de diciembre de 1931, la separación de cualquier otro Cuerpo o carrera de Estado (La separación del servicio será siempre definitiva y el funcionario que haya incurrido en esa pena no podrá volver al servicio del Estado en cualquier orden). Este Ministerio ha acordado que el mencionado Notario don Manuel Gramunt Puig sea separado del servicio, causando baja en el escalafón del Cuerpo Notarial».

Ficha de encausado de Manuel Gramunt y Puig. Tribunal Especial para la Represión de la Masonería y el Comunismo (España).


Recientemente Plácido Barrios y Eladi Crehuet nos han contado en el artículo Promociones notariales en la inmediata posguerra (Las “patrióticas”) que: «Fue separado del servicio …. debido a una publicación en prensa titulada “Después del temporal” en pro de la democracia».

1950: «ORDEN de 14 de febrero de 1950 por la que se declara admitido al servicio, sin sanción, a don Manuel Gramunt Puig, Notario de los Territorios españoles del Golfo de Guinea. Ilmo. Sr.: Visto el expediente de revi­sión de la sanción impuesta por Orden de 11 de febrero de 1941 al Notario de los Territorios españoles del Golfo de Guinea don Manuel Gramunt Puig de acuerdo con el informe del juez instructor y con el dictamen de asesoría jurídica. Esta Presidencia del Gobierno, a propuesta de V. I., ha tenido a bien dejar  sin efecto la expresada Orden, declaran­do, en su lugar, admitido al servicio, sin sanción, al Notario don Manuel Gramunt Puig, que quedará en la situación de ex­cedente con respecto a la Administración Colonial, con derecho preferente a ocu­par la primera vacante de Notario que se produzca en dichos Territorios, y dándose cuenta de esta resolución al Ministerio de Justicia, Dirección General de los Re­gistros y del Notariado, a fin de que el interesado sea reintegrado al Cuerpo de Notarios de la Península. Lo que participo a V. I. para su conoci­miento y efectos procedentes. Dios guarde a V. I. muchos años.  Madrid, 14 de febrero de 1950.—P. D., el Subsecretario. Luis Carrero. Ilmo. Sr. Director general de Marruecos y Colonias».

1955: ORDEN de 26 de diciembre de 1955 por la que, en virtud de concurso ordinario, se nombra a los señores que se expresan para servir las notarías que se detallan: Getafe, Manuel Gramunt Puig, en situación de excedencia voluntaria. Parece que se le quitaron las ganas de ejercer por una temporada. 

[Nota: tal vez guarde relación con esa falta de "ganas de ejercer" el haber sobrevivido a un aparatoso accidente de tráfico en agosto de 1952: «En el cruce del paseo de San juan con la calle de Valencia chocaron un trolebús de la línea F. C. con el turismo "T.E.G. 2203", cuyo conductor, Manuel Gramunt Puig, resultó con lesiones de pronóstico reservado».]

1965: Jubilación como Notario de Getafe«RESOLUCION de la Dirección General de los Re­gistros y del Notariado por la que se jubila al No­tario de Getafe don Manuel Gramunt Puig, por ha­ber cumplido la edad reglamentaria. Ilmo. Sr.: En cumplimiento de lo dispuesto en la Ley de 13 de julio de 1935, los artículos 57 del vigente Reglamento del Notariado, 18 y 19 del Decreto de 29 de abril de 1955; Ordenes de 24 de julio y 9 de diciembre de 1958 y 25 de mayo de 1964, y visto el expediente personal del Notario de Getafe don Ma­nuel Gramunt Puig, del cual resulta que éste ha cumplido la edad de setenta y cinco años y ha desempeñado el cargo más de treinta. Esta Dirección General, en uso de las facultades atribuidas por el artículo 17 de la Ley de Régimen Jurídico de la Admi­nistración del Estado y el número segundo, apartado f) del De­creto de 12 de diciembre de 1958, ha tenido a bien acordar la jubilación forzosa del Notario de Getafe don Manuel Gramunt Puig, por haber cumplido los setenta y cinco años de edad, asignándole, por haber prestado treinta años de servicios efec­tivos, la pensión anual vitalicia de 46.000 pesetas, más dos pa­gas extraordinarias, y el socorro de 75.000 pesetas, también anual, cantidades todas que le serán satisfechas con cargo a los fondos de la Mutualidad Notarial por mensualidades vencidas y a partir del dia siguiente al del cese en la Notaría Lo que digo a V. I. para su conocimiento, el de esa Junta Directiva, interesado y demás efectos. Dios guarde a V. I. muchos años. Madrid, 4 de octubre de 1965 – El Director general. Francisco Escrivá de Romaní. Ilmo. Sr. Decano del Colegio Notarial de Madrid».

La herencia de Gramunt«La Fundación Privada Marguerida de Montferrato se crea en el año 1975 a consecuencia del deseo del Notario D. Manuel Gramunt i Puig de que su herencia fuera destinada a la cultura. Desde entonces el patronato ha administrado los medios y los esfuerzos para dar cumplimiento a su voluntad. Durante los años anteriores a 2015 se han hecho diferentes actividades y proyectos de acuerdo con esta idea inicial, pero es en el año 2015 cuando la Fundación Privada Marguerida de Monferrato abre un espacio destinado al arte contemporáneo. De este modo, el deseo de D. Manuel Gramunt i Puig es ahora el gratificante trabajo que hace la Fundación Privada Marguerida de Monferrato para difundir el arte contemporáneo y, en consecuencia, la educación y la cultura».

jueves, 10 de agosto de 2023

Accidentado paseo a Moka

Es cierto, no se trata de la guerra civil y sus consecuencias en el territorio ecuatorial. Sin embargo, ¿quién mejor que Roberto Arlt permite conocer el entramado social del país?:


Accidentado paseo a Moka en "El criador de gorilas" (1941) de Roberto Arlt.

Cuando el “Caballo Verde” salió del puerto de Santa Isabel, el noble anciano, apoyado de codos en la pasarela del paquete, cargado de negros hediondos y pirámides de bananas, me dijo al mismo tiempo que miraba entristecido cómo la isla de Fernando Poo empequeñecía a la distancia:

-¡Cómo ha cambiado todo esto! ¡Cuánto! Y de qué modo!

Clavé los ojos en el rostro del noble anciano, que en su juventud había sido un conspicuo bandido, y moví también la cabeza, como si participara de sus sentimientos. El viejo continuó:

-Fue allá por el año 80. Entonces no existía el puerto que usted ha visto ni la catedral con sus dos torres de cemento, ni el hospital, ni la Escuela de Artes e Industrias, ni alumbrado eléctrico en la calle de Sacramento, ni negros en bicicleta. No. Nada de eso existía.

Fijé la mirada en el lomo de una ballena que se sumergía y luego lanzaba un surtidor de agua al espacio, pero el viejo bandido no vio a la ballena. Su mirada estaba detenida en el pasado. Emocionado, prosiguió:

-Cuando llegué a Fernando Poo, la aduana era una valla de bambú y la Casa de Gobierno una choza al pie de la colina. Algunos indígenas descalzos, embutidos en fracs donde habían zurcido charreteras de oro y sombreros de copa, desempeñaban funciones burocráticas con un puñal en el cinto y un paraguas en la mano En el mismo paraje donde se levanta hoy la catedral de Santa Isabel conocí al rey de los bubíes [bupíes en el original], un granuja pintado de ocre amarillo que se pavoneaba, semidesnudo, por el islote, cubierto con un sombrero de mujer y diez collares de vértebras de serpiente colgando del cuello. Cuando comía en presencia de forasteros, una de sus mujeres, de rodillas frente a él, soportaba en sus manos el plato de madera, en el cual él y yo hundíamos los dedos para recoger puñados de arroz, que antes de comer apelmazábamos en una bola, porque ésa era la costumbre.


"Cuando llegué a Fernando Poo, la aduana era una valla de bambú..."


El noble anciano movió la cabeza.

-¡Cuánto, cuánto ha cambiado todo esto! África ya no es África. África ha muerto, mi querido joven.

No respondí palabra, aunque me halagó el epíteto de joven. La costa de la isla se alejaba; las cimas cobrizas del cráter de San Agustín y el pico de Rosa Gándara superponían sus moles triangulares en el horizonte; la bola de fuego del sol naufragaba en un mar ígneo de vellones escarlatas.

Súbitamente la inmensidad atlántica pareció inflamarse en rojo de piedra, el rojo subió por los flancos del “Caballo Verde”, bajó a los puentes; los negros parecían diablos hacinados en una caldera, las pirámides de plátanos irradiaban una atmósfera bermeja y la isla de Fernando Poo, ennegrecida en un juego de contraluces, en este fondo de fuego, quedó reteñida de violeta. Mágicamente sus valles aparecieron cargados de brumas violetas, sus montes tallados en bloques de terciopelo violeta, y de pronto, por el rostro del noble anciano, rodaron dos lágrimas, a las que el reflejo del Atlántico rojo dio apariencias de lágrimas de sangre. Luego, bruscamente, se hizo la noche. El tantán de los negros resonó a bordo del “Caballo Verde”; una luna perlática fosforeció en la inmensidad entre enormes estrellas rebosantes de temblorosas luces, y el noble anciano que en su juventud había sido un conspicuo bandido dijo, mientras vertía sobre el hielo de su copa el oro de un whisky viejo:

-Esta tarde me acordé de mi primer viaje al valle de Moka. Yo tenía dieciocho años. Todo ocurrió en la primavera del año 80. Mi choza de ramas y techo de hojas de palma se levantaba en la isla de Leben. Allí me dedicaba a vivir desnudo en las caletas. Una mañana, como de costumbre, mi criado Alí me despertó con sus palabras rituales:

“-Que tu día sea bendecido…

“Alí era un chiquillo de quince años, que yo encontré vagabundeando, muerto de hambre en las orillas del Río de Oro. Cuando tropecé con él andaba descalzo, su turbante era un trapo indecente y su chilaba hubiese avergonzado a un mendigo del Zoco. A cambio de esta pobreza de bienes terrenales, Alí era valiente como un tigre y docto como un ulema, pues hablaba holandés y un montón de dialectos africanos. Contra la seca carne de su pecho guardaba un puñal.

“Adecenté a Alí dentro de la posibilidad de mis recursos, y me lo llevé a la isla de Leben, en la de Fernando Poo.

“Ahora estaba frente a mí, más perezoso y adormilado que nunca, rezongando con la boca abierta por un bostezo:

“-Que tu día sea bendecido. Allí están los hombres que te conducirán a Moka.

“Hacía varios días le había manifestado a Alí que quería visitar el valle de Moka. El valle de Moka, antes que lo estropearan los blancos, era un paraíso de helechos, en cuyo centro una fuente de agua hirviente dejaba escapar vapores venenosos que mataban a los pájaros que cometían la imprudencia de entrar en la atmósfera de sus emanaciones de óxido de carbono. Los negros bubíes decían que el diablo vivía en el valle de Moka.

“En cierto modo, mi aventura era descabellada, porque el calor arreciaba cada día más. Lluvias constantes sucedían a soles de fuego, pero yo estaba dispuesto a toda costa a entrenarme en la vida salvaje de los bosques tropicales, pues tenía el proyecto de asaltar el próximo invierno un importante banco de Calcuta y de huir a través de la selva; mas, precisamente, para huir a través de la selva había que conocer la selva, estar familiarizado con sus peligros, con sus hombres, con su misterio.

“Tal es la razón por la que yo me veía en marcha ahora, a través de un bosque tupido, en compañía de un pillete mahometano y cuatro salvajes auténticos. Estos tenían el rostro rayado de cicatrices horizontales. Marchaban en fila india, completamente desnudos, mostrando vientres enormes en cuerpos flaquísimos, con collares de vértebras de serpiente en torno del cuello, para librarse del mal de ojo de los genios malignos de la selva. Sobre sus cabezas motudas cargaban las bolsas de arroz, cacao y café que necesitábamos para sobrevivir en medio de la selva. También llevábamos algunas botellas de pólvora para los jefes salvajes que encontráramos en el camino. Yo iba armado con una magnífica carabina, revólver y puñal. Mi proyecto era meter a los indígenas en el valle de Moka y obligarlos a cruzar el valle en dirección contraria a la que habían venido, aprendizaje que tenía que ser rico en experiencias para mí y Alí, a quien pensaba convertir en un eficiente ayudante de bandido.

“Durante los primeros días de viaje, quiero decir, las primeras horas, el paisaje me extasió violentamente. Mis hombres, unos con yataganes prehistóricos, otros con hachas de extraña procedencia, se abrían paso entre la cortina vegetal que filtraba en verde la luz solar. Había momentos que parecíamos buzos en el fondo del mar, tan perfecta era la atmósfera verde en la cual nos movíamos constantemente. Nuestra pequeña caravana era acompañada por los arrullos de las palomas silvestres, las voces atroces de los papagayos, los ronquidos de los filicoti, los chillidos de los monos, que se desgañitaban, huyendo rápidamente por las ramas más altas.

“Alí, contra su costumbre de irme pisando los talones y de adularme conscientemente en cuanto sospechaba que pudiera agradarme, caminaba ahora junto a los bubíes, que tal es el nombre de los salvajes de Poo, melancólicamente agobiado.

“Atribuí su silencio a que estaba fatigado, como yo también comenzaba a estarlo de caminar continuamente sobre una crujiente alfombra de hojas secas o podridas, cuyos vahos penetraban por las narices hasta martillear su neuralgia en las sienes. A veces levantaba la cabeza; allá arriba, muy alto, se veía la cúpula de los árboles cuyo nombre ignoraba, pero cuyo tronco áspero o lustroso, de hojas gruesas o transparentes soportaba desde sus ramas en arco innumerables bejucos, manchados de estrellas escarlatas o de cálices blancos.

“De pronto Alí me hizo una señal. Me acerqué a él y dijo:

“-Estos perros enemigos del Profeta saben que estoy enfermo.

“Lo miré, sorprendido, a él y a los cargueros.

“Efectivamente, los bubíes debían sospechar la naturaleza de la enfermedad de Alí, porque hablaban vivamente entre ellos. Llevé mi mano a la frente de Alí. Quemaba de fiebre. Le tomé el pulso. Su corazón parecía querer saltar del pecho.

“-Hagamos alto -dije-. Di a los hombres que busquen hojas de palma, que nos quedaremos aquí hasta mañana.

“Alí habló con los indígenas; éstos dejaron sus cargas en el suelo y se apartaron para recoger hojas de palma con que techar la choza que tenían que fabricar.

“Alí se dejó caer en el suelo y entrecerró los ojos. Así permaneció durante una hora. Lejos se escuchaban los voces de los cargueros bubíes. Alí, con la cabeza apoyada en el tronco, dormitaba. De pronto se puso de pie, arrojó un grito, echó a correr, golpeó de cara en un árbol y cayó. Por momentos un estremecimiento sacudía su cuerpo. Me incliné sobre él para examinarlo, y entonces, allí en su brazo amarillento, vi una ligera mancha escarlata que extendía sus arabescos.

“Me retiré estremecido.

“No quedaba duda. Alí estaba bajo la acción del primer ataque de la enfermedad del sueño.

“Como si mi descubrimiento hubiera aterrorizado a la naturaleza que me rodeaba, un silencio imponente pesaba en el bosque. Las voces de los bubíes no se escuchaban ya.

“Aturdido por la sorpresa, me senté en el tronco de un árbol derribado por el rayo. ¿No estaría yo también infectado? No podía ignorar las consecuencias de esta terrible enfermedad tan contagiosa como incurable. En el Congo, más de una vez me había encontrado con negros encadenados por el pescuezo a recios árboles para que no pudieran deambular a través de los poblados propagando su peste. Allá, en el fondo de la maleza, una tarde, no lejos del Río de Oro, descubrí un alucinante grupo de negras y negros en distintas etapas de la enfermedad. Algunos durmiendo, con la piel pegada a los huesos, otros con los párpados tan inflamados que apenas podían mantenerlos abiertos. Algunos, semiincorporados como espectros de ceniza, pedían limosna desde su lecho de hojas secas. Otros, completamente inmóviles, pegados al suelo, con las piernas encogidas, parecían momificados en su extremísima demacración. Nubes de mosquitos se cernían sobre sus cuerpos de muertos vivos.

“¿Qué hacer?

“Si yo abandonaba a Alí en el bosque, lo devorarían las fieras, las hormigas gigantes, los buitres. Si lo llevaba conmigo, me infectaba, si ya no lo estaba. ¿Qué hacer? Alí estaba perdido, y yo también, quizá, estaba perdido. De los bubíes no se escuchaba una sola voz. Nos habían abandonado, aterrorizados por la enfermedad cuya peligrosidad conocían.

“Tomé mi revólver, me acerqué a Alí y le encañoné cuidadosamente la cabeza. Sonó un estampido. Alí no sufriría más.

“Ahora lo que yo tenía que hacer era volver a Leben. Hacía siete horas que habíamos salido del islote; la noche estaría próxima. Pasaría la noche en la selva, y al día siguiente regresaría por el camino que habían abierto las hachas y yataganes de los bubíes.

“Dando un rodeo en torno del cadáver de Alí, me acerqué al lugar donde los indígenas habían abandonado las bolsas de provisiones; preparé un poco de cacao, y deshecho por la fatiga, pensando torpemente que yo podía estar también enfermo de la enfermedad del sueño, apoyé la cabeza en una bolsa, y bajo la oscuridad del ramaje me quedé dormido.

“Un grito espantoso me despertó en la noche.

“Me puse de pie en la oscuridad. Estaba rodeado de ramas de árboles sobre las que se movían lentejuelas fosforescentes. Eran las pupilas de los pájaros que reflejaban en su fondo la luz de la luna, invisibles desde el lugar donde yo vigilaba.

“Me estremecí en mi mojadura de rocío. Ni un grito ni una voz en el bosque, donde tan espantoso aullido había estallado. Por momentos se oía el crujido que provocaba una ardilla al deslizarse sobre las hojas secas, o el roce de un reptil al deslizarse.

“Me tomé el pulso. El corazón marchaba perfectamente.

“El bosque permanecía en un silencio total, un silencio como el que provoca la presencia de un ser vivo entre las bestias. Sin embargo, nada denunciaba al hombre ni al salvaje, como no ser este silencio festoneado en reflejos amarillos.

“Sin embargo, un grito terrible, allí cerca, había venido a despertarme. ¿Quién era el que había gritado?

“La noche debía estar avanzada, porque arriba, entre las ramas de los árboles, las grandes estrellas próximas parecían flotar en un estanque de agua. Cautelosamente me senté en el suelo y me puse a esperar la llegada del día. Pensé que me sobraba razón cuando pensaba que para fugarse a través de la selva había que estar entrenado. No nos habíamos apartado nada más que unas horas de la orilla del agua, y ya se presentaban dificultades insuperables.

“Otra vez me quedé dormido. Cuando desperté, el sol estaba alto. De pronto me llamó la atención un grupo de monos chillando en la copa de un árbol, señalándose los unos a los otros, como seres humanos, algo que yo no podía ver desde el lugar en que me encontraba. Recordé el grito de la noche y trepé a un árbol para escudriñar.

“Desde la rama más alta, donde ya me había encaramado, sólo se distinguía una especie de plazoleta o claro en el bosque. Nada más. Sin embargo, los monos chillaban y se mostraban algo que yo no podía ver. Bajé del árbol y comencé a cortar entre los bejucos de la cortina vegetal un camino hacia el claro misterioso. Trabajaba alegremente, a pesar de la terrible temperatura que hacía, porque pensaba que esa disposición para el trabajo indicaba que todavía yo no estaba infectado por la enfermedad del sueño.

“Finalmente llegué a la plazoleta.

“Allí, en un claro, a ras del suelo, se veía la cabeza de una negra dormida o muerta, puesto que estaba con los ojos cerrados. Parecía aquella una cabeza cortada dejada expresamente en el suelo. A unos metros de la cabeza, separada del brazo, se veía la mano derecha de la negra. Había sido cortada de un hachazo.

“El cuerpo de la negra estaba enterrado en el suelo hasta el mentón.

“Comprendí.

“El castigo que los bubíes infligían a las mujeres que cometían el delito de adulterio o que abandonaban el bosque para vivir con un extranjero. Me incliné sobre la negra. Ofrecía un espectáculo extraño esa cabeza con los ojos cerrados a ras del suelo. Levanté un párpado de la cabeza. La negra estaba viva.

“Miré en derredor. La tribu que la castigó allí, a poca distancia, había dejado olvidada una paleta de madera. Corrí a la pala y comencé a quitar la tierra del hoyo en el que la negra viva estaba enterrada. El sudor corría a grandes chorros por mi cuello. Yo descargaba y descargaba paletadas de tierra, y la negra no abría sus ojos. Le toqué la frente. Se consumía de fiebre. Finalmente, evitando herirle el cuerpo, abrí el hoyo y conseguí retirar a la negra aun viva de su sepultura. Los negros que la mutilaron le habían envuelto el muñón en hierbas, a fin de evitar la hemorragia y prolongar así su agonía. Cargué a la negra sobre mi espalda. Era una muchacha joven y bonita. La llevé hasta mi campamento, a la orilla de la fuente, y le eché un poco de agua entre los labios.

“Yo no era un sentimental; estaba acostumbrado a considerar al negro al mismo nivel que a la bestia, pero esta negra de cara romboidal, joven y ya martirizada, despertó mi piedad. Tres días después que la retiré de su sepultura abrió los ojos. Me miró, sonrió, y luego volvió a cerrarlos. Finalmente reaccionó, y por uno de aquellos milagros casi incomprensibles, su brazo mutilado se cicatrizó.

“Yo trabajaba alegremente para salvar la vida de Bokapi. Trabajaba alegremente como un esclavo porque esa constante disposición para trabajar me indicaba que yo no estaba infectado por la enfermedad del sueño. Creo que fue la primera vez en mi vida que trabajé. Había que buscar agua, preparar el arroz, ahuyentar de la cabaña toda clase de bicharracos: langostas, gorgojos, hormigas, grillos, caballos del diablo. Un día recuerdo que maté una araña negra y peluda, grande como un cangrejo. Oscilando sobre sus patas de camello se aproximaba a Bokapi, que dormía.

“Finalmente Bokapi me contó el origen de sus desventuras. Su pecado consistía en haberse ido a vivir con un mestizo.

“La cosa ocurrió así:

“Entonces cada tres meses, llegaba un buque al puerto de Santa Isabel. La llegada del buque se festejaba con una fiesta fantástica. En la costa de la selva, entre las cañas de azúcar y los plátanos, se formaban danzones de negros. Corrían latas de aguardiente tenebroso, fuego vivo que trocaba el danzón en una orgía de la cual también participaban los blancos. En una de estas fiestas conoció ella al mestizo Juan, lo amó y se fue a vivir con él en las proximidades de la empalizada de bambú.

“El mestizo la amaba cuanto puede amar un mestizo y no le pegaba nunca, ni por la noche ni por el día. Pero a pesar de estas virtudes, el mestizo se enfermó. Inútilmente lo atendió el marinero que era el jefe de la aduana, y después el hechicero del poblado más próximo. El mestizo murió como Dios manda, y Bokapi se quedó sola.

“La tribu en el bosque no se había olvidado de su deserción. Una tarde que Bokapi corrió hasta el bosque a buscar una gallina, recibió un golpe en la cabeza. Cuando despertó estaba tendida en el suelo. La habían despojado de sus ropas; algunos bubíes armados de bambú aguardaban el momento de su suplicio. Primero un hechicero viejo, envuelto en innumerables vueltas de vértebras de serpiente y con la cabeza adornada de cuernos de antílope, le había lanzado torrente de imprecaciones; después, un grupo de viejas la flageló con látigos de bejucos hasta que Bokapi se desmayó. Cuando recobró el conocimiento estaba oprimida por un corsé frío que la paralizaba toda entera. Se reconoció enterrada viva, con la cabeza a ras del suelo y un brazo fuera, sobre la tierra. Silenciosamente danzaban en torno de ella sombras lujuriosas; de pronto las sombras se detuvieron; el hechicero levantó el hacha y la dejó caer.

“El tremendo grito que me había despertado fue lanzado por Bokapi al sentir la mano cortada.

“Conocí entonces la naturaleza negra.

“Si Bokapi había amado al mestizo, a mí me adoraba. Cuando pudo caminar y valerse, cuanta atención le sugería su imaginación para demostrarme su amor y gratitud la ponía en práctica. Si yo entraba en la choza, ella se ponía de rodillas y besaba el suelo que pisaba. Luego corría a ofrecerme licor de plátano, que sabía preparar, o solomillos de rata gigante, que se ingeniaba para atrapar. Cuando yo dormía, ella, de pie a mi lado, movía constantemente unas hojas de palma para renovar el aire en torno de mi rostro. Yo pensaba ahora que no me dedicaría a ser bandido ni intentaría robar el banco de mi proyecto. Viviría para siempre con Bokapi en la isla de Leben, y Bokapi trabajaría para mí, y yo no haría nada más que bañarme en las caletas y dormir en los arenales.

“Finalmente abandonamos la selva.

“El camino que algunas semanas antes habían abierto sus salvajes hermanos estaba borrado. Sin embargo, Bokapi se orientaba en la selva con naturalidad asombrosa. Tres días demoramos en llegar a los acantilados, y cuando estábamos por salir de la floresta entre cuyos claros se distinguían los cocoteros de los arenales, ocurrió lo imprevisto.

“Bokapi y yo caminábamos tranquilamente, cuando, de pronto, ella me apretó el brazo, deteniéndome.

“A cinco metros de nosotros, desenvolviendo sus pesados aros amarillos, irritada, nos miraba una boa. Su cabeza triangular se dirigía a nosotros con la lengua bífida ondulando de furor fuera de la escamosa boca.

“Me paralizó un frío mortal. No podíamos escapar. Íbamos a perecer los dos. Bokapi lo comprendió, se despidió de mí con una mirada y rápidamente se lanzó a la boa.

“¡Quién pudiera contar la inútil lucha de la negra con la boa! Yo vi cómo Bokapi, con su único brazo libre, intentó tomar la garganta de la boa; vi cómo los anillos de la terrible serpiente prensaban sus piernas y su pecho; vi cómo Bokapi clavó los dientes en el lomo de la boa con tan furiosa mordedura, que súbitamente la boa duplicó su presión. Y Bokapi ya no se movió.

“Entonces, a la vista de la playa, entré al bosque y me puse a llorar como una criatura. La selva era terrible.”

jueves, 3 de agosto de 2023

Sobre ciudadanía y memoria democrática

Más allá de que la memoria histórica en España se olvida que las fronteras evolucionan con el paso del tiempo como señala Mª del Mar Fernández Pérez en "Memoria y frontera...":

En este periodo las fronteras del Estado eran diferentes, aunque en muchas ocasiones no se sea consciente de esto: no sólo territorios en Marruecos y el actual Sáhara ocupado eran posesiones españolas, también lo era Guinea Ecuatorial.
Resulta llamativa esta falta de referencias a las colonias si tenemos en cuenta que el imaginario colectivo de la Guerra Civil está plagado de referencias al norte de África: allí se produjo el golpe de estado en un primer momento, de allí venía el ejército africano y la famosa y temida guardia mora. Esta guerra, tan importante para la historia europea, empezó en África, y allí se produjeron los primeros asesinatos de quienes permanecieron fieles a la legalidad republicana. Es muy difícil hablar de este periodo sin hacer referencia al protectorado y situados en el momento actual, habrá que afrontar el desarrollo de la Ley de Memoria Histórica en territorio extranjero.

O como recordábamos en La memoria histórica deslocalizada II, la memoria y reparación no pueden limitarse sólo al territorio o al periodo afectado por la guerra civil, ya que se olvida de la memoria colonial, por ejemplo.

Así, con todo, la Ley 20/2022, de 19 de octubre, de Memoria Democrática establece, en su disposición adicional octava, la posibilidad de adquirir la nacionalidad española para:

a) los nacidos fuera de España de padre o madre, abuelo o abuela, que originariamente hubieran sido españoles, y que, como consecuencia de haber sufrido exilio por razones políticas, ideológicas o de creencia o de orientación e identidad sexual, hubieran perdido o renunciado a la nacionalidad española;
b) los hijos e hijas nacidos en el exterior de mujeres españolas que perdieron su nacionalidad por casarse con extranjeros antes de la entrada en vigor de la Constitución de 1978;
c) los hijos e hijas mayores de edad de aquellos españoles a quienes les fue reconocida su nacionalidad de origen en virtud del derecho de opción de acuerdo a lo dispuesto en la presente ley o en la disposición adicional séptima de la Ley 52/2007, de 26 de diciembre, por la que se reconocen y amplían derechos y se establecen medidas a favor de quienes padecieron persecución o violencia durante la Guerra Civil y la Dictadura (Ley de Memoria Histórica).

Pero surgen algunas contradicciones. 

Con la anterior Ley 52/2007, de 26 de diciembre, por la que se reconocen y amplían derechos y se establecen medidas en favor de quienes padecieron persecución o violencia durante la guerra civil y la dictadura, ya se planteó la posibilidad de que los ecuatoguineanos, saharauis e ifneños (o incluso cubanos, portorriqueños y filipinos) pudieran acogerse a esa opción, y entonces la jurisprudencia maniobró consolidando la interpretación de que los pobladores de los antiguos territorios coloniales nunca fueron españoles, ya que -alguien resolvió- éstos nunca fueron ciudadanos sino súbditos. Así, no es posible apelar a una nacionalidad que realmente nunca se ostentó. O en términos de la constitución de 1978, se trata de "la indisoluble unidad de la Nación española, patria común e indivisible de todos los españoles", por lo que la patria no se rompe si quien se emancipa no es español, sino mero habitante de un territorio administrado.






Es un argumento difícil de entender, pero hagamos un ejercicio de sofismo: suponiendo que el principio de súbdito frente al de ciudadano fuera real... ¿todos los ecuatoguineanos fueron "súbditos"? La historiografía colonial dice que en 1843, el Capitán de fragata Juan José de Lerena firmó el Acta de Incorporación a la corona de España de la isla de Corisco y otorgó Carta de nacionalidad española para los habitantes. Y el artículo 3 de la Constitución de la monarquía española de 1837 (al igual que la de Cádiz de 1812) es claro: son españoles “los extranjeros que hayan adquirido carta de naturaleza”, por lo que con las fuentes normativas de la época (la Constitución de 1837 fue fruto de la crisis del Estatuto Real, y sobrevivió dificultosamente hasta su derogación definitiva por la Constitución de 1845), los habitantes de los territorios regidos por Bonkoro I serían españoles por carta de naturaleza y -se entiende que- ciudadanos. Y el resto de los ecuatoguineanos (y sus descendientes) que no estuvieran sometidos a ese acto serían meros súbditos. O tal vez no, al fin y al cabo este texto es sólo un juego de argumentos. 

Ahora, que de los que fueron "emancipados" por el Patronato de Indígenas, ya ni hablamos...


Si tienes curiosidad, busca la ORDEN de 13 de agosto de 1962 por la que se declara en vigor en las Provincias de Fernando Póo y Río Muni el Decreto número 357/1962, sobre obligatoriedad del Documento Nacional de Identidad.


¿Seguimos con las dudas? 

Por otra parte,

El artículo 33. también establece la concesión de la nacionalidad española a los voluntarios integrantes de las Brigadas Internacionales y a sus descendientes que acrediten una labor continuada de difusión de la memoria de sus ascendientes y la defensa de la democracia en España.

Ésto es un paso más que el anterior Real Decreto 1792/2008, de 3 de noviembre, sobre concesión de la nacionalidad española a los voluntarios integrantes de las Brigadas Internacionales. Pero nos surge una duda... ¿los ecuatoguineanos (y sus descendientes) que lucharon por la República y que en 1968 perdieron su condición de súbditos españoles, podrían acogerse a ese beneficio? No son muchos... pero tampoco son pocos.

¿Los descendientes de ecuatoguineanos como José Carlos Grey Molay o José Epita Mbomo, que hicieron la guerra en las filas del ejército republicano, y que acabaron en el exilio (o incluso en campos de concentración nazis por ser españoles y republicanos), podrían acogerse a este beneficio o a los anteriores?




viernes, 28 de julio de 2023

El proceso de exfoliación

En Las tinieblas de tu memoria negra, el profesor Donato Ndongo-Bidyogo nos cuenta:

«Pero, por encima de todo eso, en el primer banco delante a la derecha te sentías más cerca de la Verdad: con sólo levantar la vista un poco por encima de la bien peinada cabeza de don Ramón se topabas con la rectilínea mirada del General Más Joven de Europa, el Invicto Caudillo de España por la Gracia de Dios, a cuyo conjuro os permitían romper filas al entrar y al salir de la escuela. Sí. El Generalísimo me miraba directamente a los ojos, nunca olvidaré esa mirada severa pero llena de una bondad infinita, que no me dejaba otro remedio sino el de ser obediente y aplicado, la responsabilidad del primer banco delante a la derecha me obligaba a ser agradecido hacia Ese Hombre que nos habla traído la Verdadera Libertad que los sindiós nos quisieron arrebatar esclavizándonos con engaños y asechanzas materialistas, esos sindiós que formaban una raza especial de hombres malvados pintados de rojo y cuyo lenguaje sembraba la confusión de los ismos: el único ismo redentor es el catolicismo que predica la Única y Verdadera Religión y la igualdad entre los hombres ante la presencia del Señor el día del Juicio Final, y cuando me sentía con el valor suficiente para soslayar durante unos brevísimos segundos la escrutadora mirada del Caudillo Salvador de España, mis ojos se encontraban con los del Mártir Vilmente Asesinado, Joven Esperanza Truncada por las Balas Asesinas de los Enemigos de la Patria, como siempre decía don Ramón cuando se emocionaba demasiado contándonos su historia. Pero el Fundador no miraba directamente a mis ojos. Tenía una expresión tristona de contagiosa melancolía idealista, la cabeza ligeramente ladeada para que apreciáramos, y yo lo apreciaba, las bellísimas entradas que adoraban su bellísimo rostro, la camisa de amplias solapas abiertas que dejaban entrever el Impoluto pecho henchido de Generosidad.

Y entre ambos retratos destacaba un enorme crucifijo, y el bronce realzaba nítidamente la viril musculatura de los amplios brazos del Redentor, la cabeza reclinada sobre el pecho, las rodillas arqueadas, el desmesurado agujero del pecho del que colgaban gotas también de bronce reluciente, que don Ramón decía eran sangre…»

Rafael de Mendizábal Allende en Misión en África. La descolonización de Guinea Ecuatorial (1968-1969) relata como «en las primeras semanas, y algo más, hubo una tensión soterrada entre la nueva Administración y los funcionarios españoles, que simbólicamente se resistían a descolgar el retrato de Francisco Franco en sus despachos y sustituirlo por el de Francisco Macías. Era una actitud, psicológicamente comprensible. No se hacían a la idea de encontrarse en otro país, en un país extranjero y de la noche a la mañana dejar de ser, como habían sido hasta entonces los señores en una colonia disfrazada de provincia. En mi despacho había colgado la primera fotografía enmarcada del presidente hecha por Manolo López Padilla y cuando hablaba con alguno de mis compatriotas no me cansaba de recomendarles que hicieran lo mismo. Muchos de ellos nada tenían de franquistas y más de uno había llegado allí de rebote por no serlo pero reaccionaban como carpetovetónicos. De repente su corazón rebosaba adhesión inquebrantable al Caudillo...».

Resulta sugerente hacer un seguimiento al baile de fotografías en el territorio ecuatorial.

Cuenta Albert Sánchez Piñol en Payasos y monstruos, que «De lo que no cabe ninguna duda es de que el ego de Macías estaba sobredimensionado. En sus crecientes delirios de grandeza exigió su divinización. Obligó a colgar su retrato en todas las iglesias y en los servicios religiosos de todas las confesiones se tenían que utilizar las fórmulas: "Dios creó Guinea Ecuatorial gracias a Macías, sin Macías no hay Guinea" y "Nunca sin Macías, todo por Macías, abajo el colonialismo y todos los ambiciosos". En las escuelas los niños rezaban "en el nombre de Mesié, Nguema, Biyogo y Ñegue Ndong"».

En las siguientes fotografías, funcionarios coloniales sustituyen en 1968 la fotografía del que Francisco Macías Nguema llamaba su "colega" Franco, por la del propio Macías. 
Y en la segunda, un residente de Malabo destruye un cartel, el 13 de agosto de 1979, que mostraba a Macías.
Se trata del proceso habitual de exfoliación de símbolos en los relevos políticos.



Este baile de fotografías no es muy diferente del acostumbrado renombramiento del callejero, como por ejemplo la calle «19 de septiembre» en la vieja Santa Isabel. Antes se había llamado «O’Donnell» y «Libertad» sucesivamente, según el régimen político imperante en la península. Últimamente se la conoce como calle del «12 de Octubre» (por el día de la Independencia) y es un callejón absorbido casi en su totalidad por la explanada del Palacio del Pueblo.



martes, 18 de julio de 2023

El caso del radiotelegrafista de Río Benito

Hace tiempo nos cayó una consulta: «He estado buscando información relacionada con la construcción de la primera central eléctrica en Bata y su fundador durante los años aproximados 1932 y 1936 y no he encontrado nada. La cuestión es que el fundador de esta central también llego a ser gobernador provisional, pero no tengo documentación oficial y es que en España mucha información de la Guerra civil se "ha perdido" sobre todo cuando se trata de un republicano. (…) perteneció a la marina republicana española enviada a Guinea, luego dejó la marina para construir la central eléctrica. Me gustaría, que -si hay alguien que sabe de esto- me lo explicara o me diera bibliografía, ya que se trata de mi bisabuelo: Luis Martínez Moreno»

Lo intentamos en su día con el caso de Ramón López Nieto… ¿lo intentamos de nuevo con Luis Martínez Moreno?

Natural de Fuensanta, Albacete, de profesión radiotelegrafista (civil) 1ª clase y montador mecánico-electricista. Desde 1922 era igualmente piloto de aviación militar, sirviendo en el Dédalo, el primer buque portaaeronaves de la Armada Española, siendo merecedor de la medalla militar de Marruecos con los pasadores "Melilla" y "Tetuán".

De 1923 a 1936 trabajó en la compañía Marconi como radiotelegrafista y montador de radio. En 1928 montó en Río Benito (Guinea Española), por cuenta de la Dirección de Marruecos y Colonias, una estación de radio de la que fue jefe hasta el 14 de octubre de 1936, ya que con la caída de Bata se sumó a la huida republicana a los países limítrofes.

Esa ruptura es una vivencia que ya hemos relatado anteriormente: tras el hundimiento del barco "Fernando Póo" por el "Ciudad de Mahón" y el posterior bombardeo de la ciudad de Bata, se produce una estampida de europeos y población local que huye ante el desembarco de las tropas marroquíes y voluntarios canarios al mando de Juan Fontán. Se internarán en las zonas boscosas buscando las fronteras francesas de Camerún y Gabón: «se iban a pie -documenta Gustau Nerín-, en condiciones extremas, porque habían abandonado sus hogares lo más rápido posible. Según algunos guineanos, testigos de la huida, había incluso niños blancos desnudos».

¿Seguimos con el relato de Luis Martínez? Previamente, en 1935, había instalado una central eléctrica para suministro de alumbrado en Bata, así como otras instalaciones eléctricas de menor importancia efectuadas por cuenta de entidades privadas. Su familia recordará incluso que participó en la creación de un cine en la capital del Río Muni.

Llegado el golpe de Estado, mientras en Fernando Póo triunfan los golpistas el 19 de septiembre de 1936, en Río Muni cundía la incertidumbre al no tener claro qué pasaba en la isla. Mientras tanto, «una barcaza procedente de la isla de Santa Isabel y tripulada por unas diez personas desembarcó en Bolondo, ocupó la estación de radio e hizo prisioneros a todas las personas que allí nos encontrábamos -recuerda Ramón Martínez Monés- (...) El Jefe de la estación costera, Luís Martínez, así como el operador Vicente Gómez y sus familias, fueron considerados como rehenes y trasladados a Rio Benito (...). Al quedar incomunicada la Estación Costera con la capital, las fuerzas cívicas y militares de Bata, sospecharon lo peor. Cuando horas más tarde lograron comunicarse con las personas que habían ocupado la Estación, conocieron sus intenciones y que no eran otras de las de ocupar Bata (...), la reacción de las fuerzas vivas de Bata fue inmediata: detener a todas las personas adictas o sospechosas de simpatizar con el llamado Movimiento Nacional (...)».

Como sabemos, la situación se saldó con el emisario del subgobierno de Bata (Raimundo del Pozo, el finquero y padre de Raquel Ilombe) huido en el bosque, y dos muertos resultados del primer
enfrentamiento armado en el territorio. «Ante esta postura, los ocupantes de la Estación de Radio propusieron un canje de prisioneros y abandonar el intento de ocupación. El canje tuvo lugar (...), a las doce de la noche y se llevó a cabo en cayucos entre Rio Benito y Bolondo, cruzando la desembocadura del Rio Benito, de más de una milla de ancha, y con tiburones».

Quedando así libres Luis Martínez Moreno y familia; aunque como recogía Pozanco «nos hallábamos incomunicados de la península, porque la estación de radio de Rio Benito -Bolondo- había sido inutilizada por los radiotelegrafistas leales, al ocuparla los sediciosos».

Es asombroso contar con el privilegiado relato de primera mano de Ramón, uno de los hijos de Luis Martínez para armar las piezas de este puzzle.

La crónica franquista lo recoge de forma muy similar:

Emisarios del Frente Popular salen en automóviles requisados a recorrer las distintas demarcaciones y proceder al relevo de los administradores territoriales y jefes de puesto que inspiran sospechas. Se les sustituye por sargentos y cabos de la Guardia colonial.
En Akurean y en Niefang, adonde se dirige Alejandro Torres; en Ebinayon, que se ha confiado al sargento Cautó, y en Msork, que recibe la visita de Manuel Alaiz: no ocurre nada de importancia. La transmisión de mandos se efectúa pacíficamente. Los hechos graves se producen en Kogo y Rio Benito, adonde se había enviado a Raimundo del Pozo para que procediese a la sustitución del administrador Oliveda. Precisamente, en aquellos momentos llegaba a Kogo, en el vaporcito pesquero "Gergavic", un significado elemento de la colonia, el marqués de Elduayen, que era portador de una carta del teniente coronel Serrano para el jefe de la Guardia colonial del continente, capitán Morales, y para el Administrador territorial, Oliveda, dándoles instrucciones a fin de que secundasen el Alzamiento. Oliveda no espera más y declaró el estado de guerra en Rio Benito y Kogo, procediendo a la detención de los agitadores más peligrosos, que eran Esteban Cruz, Carlos Padrón y Laureano Rodríguez. Después, en compañía del jefe de los Servicios Forestales, Pedro Fuster, se dirigió a Bolondo y ocupó sin resistencia la estación de radio, poniendo presos a su encargado Vicente Gómez y a Luis Martínez, que habían llegado allí para tratar de comunicar con Madrid por la vía de Duala. Desde la estación llamó Oliveda a la de Bata, pidiendo que se pusiera al habla el capitán Morales o, en su defecto, Sáez Pichel. El radiotelegrafista José Lizcano, que recibió la comunicación, fué a dar cuenta al Subgobernador de aquel mensaje.
-¡No es posible!, comentó Porcel.
-A estas horas Oliveda debía de estar destituido y preso. ¿Qué ha hecho entonces Raimundo del Pozo?
Lo que había hecho, sencillamente, era escapar con grandes apuros de caer en manos de Oliveda. Porque a su llegada a Kogo, el alzamiento se había llevado ya a cabo, y para no quedar en su poder tuvo que abandonar el automóvil y ocultarse en el bosque. Por otros conductos se supo en Bata, al cabo de algún tiempo, lo que en Kogo y Rio Benito había sucedido, y la alarma cundió entre los frentepopulistas del continente.
Fontanet, en su condición de comandante militar, decretó la movilización de todos los elementos útiles y los proveyó de las armas de fuego de que disponía. A su frente puso a otro instructor de la Guardia colonial, el brigada Antonio Bande. Cuando se supo que los desembarcados en Kogo avanzaban sobre Bata, Bande formó su tropilla y salió a su encuentro.
Por primera vez en la historia de la colonia iban a enfrentarse españoles contra españoles, ante los ojos asombrados de los negros. Y lo que es aún peor, se iba a obligar a éstos a acometerse unos a otros, en nombre de intereses y de ideales que no comprendían (...).
Bande y Oliveda, al frente cada uno de su grupo, se encontraron en las orillas del río Ekuko, a tres kilómetros de Bolondo. En ambos bandos figuraban guardias coloniales negros. A las voces de ¡alto! que se dieron al reconocerse, y a los vivas a la República y al Frente Popular, y a la España y al Ejército, que las siguieron, sucedió el crepitar de los primeros tiros (...).
Se habla vertido la primera sangre. Las víctimas fueron dos negros de la Guardia colonial que habían seguido, por obediencia, a sus instructores.
El tiroteo no duró mucho. Al verterse la primera sangre se parlamentó. Bande hizo saber a Oliveda que tenía en su poder gran número de rehenes y que los fusilaría si no abandonaba el continente. Los elementos patriotas se rindieron ante la amenaza. Hubo un canje de prisioneros y los revolucionarios prometieron que dejarían salir del territorio a toda persona que lo deseara. Oliveda, con los que quisieron seguirle, buscó refugio en las colonias extranjeras del Camerón y Gabón, desde donde regresó, al cabo de algún tiempo, a Santa Isabel.
Los rehenes derechistas que fueron canjeados a consecuencia de este convenio ascendían a veintitrés, figurando entre ellos el capitán Morales y el teniente Sáez Pichel, (...).

Así con todo, una semana después -a instancias de la tripulación del vapor Fernando Poo- se habría elegido asambleariamente un nuevo Comité Central del Frente Popular en Río Muni (el de Santa Isabel lo había disuelto un mes antes el gobernador cesado), siendo Luis Martínez integrante de ese nuevo comité, al igual que lo había sido semanas antes del comité provisional presidido por Alejandro Torres García.

Estación radiotelegráfica de Río Benito en 1933.


En las indagatorias posteriores que inicia Juan Fontán, se recoge la declaración de Francisco Pérez Rodriguez (2º radiotelegrafista del vapor Fernando Póo y presidente del "comité rojo" -sic- de abordo) con «manifiesta el procesado que uno de los domingos en ocasión de ir a dar un paseo por Bata en compañía de Enrique López Astudillo primer radiotelegrafista al pasar junto a la Guardia Colonial decidieron entrar en casa del Suboficial Fontanet para que los invitara a un wisky, no haciéndolo por encontrarse Fontanet ausente. Después se encontraron con un tal Martínez fugado, Radiotelegrafista de Bolondo, el cual les dijo que habían acordado enviar a bordo a los Padres Misioneros, he de hacer la aclaración que su acompañante López Astudillo se retiró, aun cuando insistió el procesado en que se acercara para oir la conversación, no haciéndolo. El declarante manifestó al llamado Martínez que le parecía muy mal el acuerdo tomado, pues temían que hicieran alguna faena a los Padres Misioneros, dada la calaña del personal que había a bordo».

14 días después de ser elegido Luis Martínez miembro de Comité Central, se producirá el hundimiento del Fernando Póo y el bombardeo de la ciudad de Bata, produciéndose la retirada al interior del continente y el posterior cruce de frontera.

En la huida, Luis Martínez participa en Ebibeyin de los consejos (integrados por 40 republicanos y comunistas, dirá la crónica franquista) en los que Porcel da por perdido el territorio, quedando electo Rafael Masiello Guerrero como último gobernador por quienes deciden hacer frente a las tropas marroquíes. Finalmente, la defensa será insostenible, viéndose empujados a cruzar la frontera con la cobertura -hasta el último cartucho- de Alejandro Torres.

En Guinea mártir: Narraciones, notas y comentarios de un condenado a muerte, Pozanco deja constancia de su exilio temporal y posterior repatriación con su familia: «En el vapor "Brassa", zarparon con rumbo a Dakar y de allí a España, los siguientes: José Lizcano Barco, Emilio Fontanet Monfort, Rafael Masiello Guerrero y familia y Luis Martínez y familia». 

Así, el 1 de diciembre de 1937, después de haber estado refugiado en Yaundé (Camerún), logró volver a España. En donde se presentará voluntario al Gobierno republicano, como clamaba Pozanco: «¡La conducta de estos compatriotas, marchando a España, contrasta con la de algunos que han preferido el exilio y sus consecuencias, a incorporarse a la defensa de su país!». Y a finales de 1937, Indalecio Prieto «al objeto de atender las necesidades que implica la creación de Transmisiones en el Arma de Aviación, (…) he resuelto cause alta en la misma, para mientras persistan las actuales circunstancias», movilizando a Luis Martínez Moreno como teniente. Posteriormente, es destinado al Arma de Aviación como jefe de varias estaciones de radio adscritas a los Servicios Secretos de la Defensa Aérea, entre ellas las del aeropuerto de Barcelona (Sabadell y Montjuich), hasta el día 6 de febrero de 1939, cuando obedeciendo órdenes superiores, atravesó la frontera francesa por Port-Pou.

Tras el inevitable paso por los campos de internamiento franceses, solicitará infructuosamente asilo en México, incluyendo en su solicitud que «durante los últimos meses de la guerra de España estudió y llevó a término un sistema de aparato radio-eléctrico aplicable a la guerra moderna, el cual por razones particulares construirá en América y lo ofrecerá previas ciertas condiciones, para la defensa de las democracias». 

Finalmente retornará a España con su esposa Dolores y sus tres hijos... pero esa ya es otra historia. Te la cuenta su familia en La vida al Prat, i la familia...

En cualquier caso, no se lo pusieron fácil: como afiliado de la UGT, integrante del Frente Popular del Río Muni y hermano de la francmasonería, los golpistas procederán contra él. Tenía, además, la falta imperdonable de ser uno de los públicos contribuyentes a la donación de las 10.353,65 pesetas para la República promovida por el jefe de Correos, Isidro Álvarez Martínez.

Así, en marzo de 1940, el Tribunal de Responsabilidades Políticas de Santa Isabel le condena -en ausencia- por unanimidad a 12 años de destierro del territorio ecuatorial y pérdida total de bienes, lo que incluirá los aportes a la central eléctrica de Bata o al cine que creó en esta ciudad.

Cuenta con sendos expedientes de indulto de 1947 y 1959 tanto del Tribunal Nacional de Responsabilidades Políticas de Bata como de Prat de Llobregat, Barcelona, por lo que casi con seguridad previamente había acumulado varias sentencias condenatorias en ausencia.

viernes, 7 de julio de 2023

Puerto del Rosario, el nuevo reto municipal

Contaba Eloy Vera hace un par de semanas en Acabar con la huella del franquismo en Puerto del Rosario, el nuevo reto municipal de El diario de Fuerteventura:

Puerto del Rosario continúa sin cumplir con la memoria histórica. El borrador del Catálogo de símbolos, calles, monumentos y menciones franquistas en Canarias, realizado por la Universidad de La Laguna a instancias del Gobierno de Canarias, recoge 200 símbolos franquistas en las ocho capitales canarias, y once de ellos se encuentran en Puerto del Rosario, donde aún se sigue exaltando a militares golpistas en calles y plazas.

El nuevo gobierno municipal deberá decidir si los borra del callejero o continúa perpetuando la huella franquista. El documento, al que ha tenido acceso Diario de Fuerteventura, señala que las distintas corporaciones municipales de Puerto del Rosario han mantenido una “resistencia continuada” frente a las obligaciones de los sucesivos textos normativos sobre memoria histórica hasta la actual Ley 20/2022.

(...) El catálogo de vestigios franquistas documenta once fichas que corresponden a nueve calles: Comandante Ramón Franco, Comandante Díaz Trayter, Caserío Colonia Rural García Escámez, calle García Escámez, Almirante Lallemand, Almirante Fontán Lobé, Ruiz de Alda, Calvo Sotelo y Gobernador García Hernández, además de dos distinciones, las de Francisco García-Escámez e Iniesta como Alcalde Honorario y al gobernador José García Hernández como Hijo Adoptivo e Hijo Predilecto. 

El artículo sigue desgranando las vicisitudes por las que han pasado las sucesivas leyes de memoria histórica en el municipio, y se detiene en un nombre que nos resulta familiar en este paseo por la vieja calle 19 de septiembre de Santa Isabel...:

Jesús Fontán. Hermano del militar Juan Fontán, en su juventud formó parte del entorno de Franco. Pasó a zona sublevada y participó en bombardeos a Gijón y en operaciones de bloqueo en el Mediterráneo. Fue ayudante de Órdenes de Franco, entre 1939 y 1946, y jefe de la Sección de Cinematografía del Consejo de la Hispanidad, vinculado a las tareas de Información antimasónica. En 1962 fue nombrado segundo jefe de la casa militar de Franco.

También fue director de la Delegación Nacional de los Servicios Documentales (1964- 1967), posteriormente llamada Sección de los Servicios Documentales de la Presidencia del Gobierno (1967-1977) y consejero nacional del Movimiento. Simultaneó estas ocupaciones con la presidencia del Instituto Social de la Marina (1967-1976). Algunos lo sitúan como jefe de las redes secretas de la información personal de Franco.

 Lo contábamos precisamente en El callejero y la memoria histórica:

Tanto Juan Fontán como su hermano Jesús pertenecieron a la casa militar de Franco, eran insaciables bibliófilos y fueron procuradores en Cortes, pero el Almirante Jesús Fontán Lobé cuenta con una escuela, calle o casa del mar en gran parte de las ciudades portuarias de España. Al fin y al cabo, además de jefe de los servicios secretos de Franco, fue presidente del Instituto Social de la Marina logrando el aprecio de los marineros durante su administración. Pese a que «los historiadores Xavier Casinos y Josep Brunet señalan que el almirante Fontán utilizaba el Banco Pesquero como tapadera de los servicios secretos especiales de los que era su jefe». Estrecho colaborador de Carrero, a él se debe la concepción en plena guerra civil de la metodología de recopilación de información, elaboración de expedientes y difusión de oficio de los mismos con el fin de que se instruyeran las causas de responsabilidades políticas.

Realmente, a ambos hermanos correspondería la organización de la Oficina de Información y Propaganda Anticomunista (OIPA) en sus primeros pasos, «La OIPA, dirigida por el arquitecto canario Laureano de Armas Gourié desde Salamanca, tuvo su bautismo en Vizcaya bajo la batuta de Manuel Maestro Maestro y Eduardo Galán Ruiz. Esta seguirá la metodología de incautación diseñada por el capitán de la Armada adscrito al Cuartel General de Salamanca, Juan Fontán Lobé, que en sus aspectos fundamentales, apenas varió durante el conflicto. Su esencia consistía en señalar dónde y cuándo se habían encontrado todos los documentos de interés, y conservar un número máximo de folletos, revistas o libros, destruyéndose el resto. A continuación deberían separarse los documentos relativos al personal, como eran las listas de afiliados que servían para elaborar fichas directamente, de aquellos otros que necesitaban un análisis más detenido, como la correspondencia o los libros de actas. De todos ellos, se elaborarían tres fichas de referencias por cada persona encontrada en la documentación y, por último, se comunicaría de oficio a los departamentos del Cuartel General cualquier datos de interés que apareciese en el material incautado» recordaba La Provincia-Diario de Las Palmas. Juan Fontán, como compulsivo bibliófilo y escrutador de archivos habría puesto sus conocimientos al servicio de la OIAP, hasta su nombramiento como gobernador, siguiendo su hermano Jesús esa tarea durante décadas en las diferentes evoluciones del servicio, director de la Delegación Nacional de los Servicios Documentales (1964-1967) y de la Sección de los Servicios Documentales de la Presidencia del Gobierno (1967-1977).

De todos modos, en el Centro Documental de la Memoria Histórica, que se crea a partir de la documentación que pasó por ese baile de siglas que iniciaron ambos hermanos a inicios de la guerra civil con la creación de la Oficina de Información y Propaganda Anticomunista (OIPA), lo tienen claro:


 Y no te pierdas:

lunes, 3 de julio de 2023

El sufragio femenino

Seguimos a vueltas con el periodo electoral...

Recientemente recogía Jordi Pascual Mollá las declaraciones de Trifonia Melibea Obono sobre que “Las mujeres podemos votar en Guinea Ecuatorial porque Clara Campoamor lo luchó en España” (Catalunya Plural):

La escritora, politóloga, investigadora y docente especializada en género y mujeres en África quiere dar a conocer su lucha: “En Guinea Ecuatorial tenemos una ley de orden público que penaliza la homosexualidad. Buscan sanciones, sobornos… Si no pagas, te llevan a una cárcel mayor. También mantenemos la ley de vagos y maleantes de 1954, que castiga a entre 12 y 24 meses de prisión a las personas homosexuales”.




(...) La igualdad entre hombres y mujeres a nivel político a priori está recogida legalmente en Guinea Ecuatorial, pero en la práctica es inexistente. ¿Cuáles son los pasos a seguir para hacerla efectiva?

Hay que reconocer a las mujeres como personas con derechos humanos. En la época de Franco, las mujeres no podían tener cargos. En Guinea Ecuatorial, como debía dar una apariencia de democracia y de derechos, se creó un mecanismo por el cual las mujeres ocupan escaños, pero no tienen poder… Cuando intentan incidir, se las cambia. Pero esto no debe ser sólo un compromiso sobre el papel, porque en estos momentos no hay ningún tratado sobre los derechos de las mujeres que Guinea Ecuatorial no haya ratificado. Son tratados que se quedan en Ginebra, sin cumplir requisitos y avances en Guinea.

Aunque Guinea Ecuatorial fue una colonia española, reconocida como provincia, en España se conoce poco su realidad. ¿Qué te encuentras cuando la explicas aquí?

Gente que me dice: “Ay, qué pena lo que ocurre en tu país. ¿En qué parte de África está?” [Ríe] Bien, también me encuentro la solidaridad de muchas mujeres feministas que saben qué pasa en Guinea. Cuando voy a las aulas me gusta preguntar si conocen el nombre de alguna feminista española, y generalmente no saben decirme ninguna. Creen que, dado que otras mujeres ya lucharon, ahora ya lo tenemos asegurado. Si preguntas qué españolas lucharon por el derecho a voto de las mujeres, terminan diciéndote que fueron las sufragistas inglesas. ¡Si no lo saben de España, ¿cómo lo van a saber de Guinea?! 

Esto responde también a la mirada paternalista de las antiguas fuerzas imperiales sobre sus ex colonias.

Sí, pero es una mirada que también se vive en Guinea Ecuatorial a la inversa, en contra de los blancos. Por ejemplo, la primera constitución guineana se aprobó en Madrid, porque al franquismo ya no le convenía la imagen de país con colonias y por eso quería deshacerse de Guinea. Era una condición de la Comunidad Económica Europea para la paulatina incorporación de España. España no quería dejar una herencia desastrosa en Guinea Ecuatorial por eso mismo. Las conquistas de las feministas de la Segunda República se reprodujeron en esa primera constitución guineana hecha por el franquismo: el derecho a la educación, al voto… Son los únicos derechos que hemos tenido las mujeres. Las conquistas de las feministas españolas llegan de rebote a Guinea. Si las mujeres podemos votar en Guinea Ecuatorial es porque Clara Campoamor lo luchó en España.

¡Lo más curioso es que os lo dio Franco!

¡Claro! [Ríe] ¡De hecho, el régimen autonómico empezó en Guinea Ecuatorial y siguió en España porque éramos una provincia! Todo porque debían dejar una ex colonia en forma de país democrático con una constitución propia. Ahora bien, dile a una chica negra de Guinea, con racismo hacia los blancos, que ella tiene derecho a voto gracias a que una blanca luchó por conseguirlo. (...)

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