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lunes, 9 de septiembre de 2019

El callejero y la memoria histórica

Ésta es una situación curiosa:
La "Ley 52/2007, de 26 de diciembre, por la que se reconocen y amplían derechos y se establecen medidas en favor de quienes padecieron persecución o violencia durante la guerra civil y la dictadura", conocida como Ley de Memoria Histórica, obvia que hay territorios en los que imperó el franquismo y sus normas durante décadas… y que hoy en día quedan por fuera de las fronteras españolas.

Precisamente en "Memoria y frontera...", de María del Mar Fernández Pérez, se analiza:
En este periodo las fronteras del Estado eran diferentes, aunque en muchas ocasiones no se sea consciente de esto: no sólo territorios en Marruecos y el actual Sáhara ocupado eran posesiones españolas, también lo era Guinea Ecuatorial. 
Resulta llamativa esta falta de referencias a las colonias si tenemos en cuenta que el imaginario colectivo de la Guerra Civil está plagado de referencias al norte de África: allí se produjo el golpe de estado en un primer momento, de allí venía el ejército africano y la famosa y temida guardia mora. Esta guerra, tan importante para la historia europea, empezó en África, y allí se produjeron los primeros asesinatos de quienes permanecieron fieles a la legalidad republicana. Es muy difícil hablar de este periodo sin hacer referencia al protectorado y situados en el momento actual, habrá que afrontar el desarrollo de la Ley de Memoria Histórica en territorio extranjero.

Ya lo hemos tratamos brevemente en la entrada Calle 19 de septiembre, pero ¿qué pasa cuando las «medidas en favor de quienes padecieron persecución o violencia durante la guerra civil» atañen a actos que se realizaron fuera del territorio actual de España?
El norte de África tiene numerosos testimonios documentados, y más por documentar, pero sobre los territorios españoles del golfo de Guinea -el gran desconocido-… no hay apenas información accesible.

Lo que no esperaríamos es que en la revisión del callejero de Las Palmas de Gran Canaria, se dejen olvidado a Juan Fontán y Lobé (1894-1944):
Unas once calles de Las Palmas de Gran Canaria tienen nombres franquistas en la actualidad, según un listado provisional del Consejo Asesor de la Memoria Histórica, mientras que el Ayuntamiento elegirá los nuevos nombres para estas vías con la ayuda de los vecinos.
Así lo indica el Consistorio capitalino en un comunicado en el que explicó que este cambio de denominación será una medida que pretende cumplir con la aplicación de la Ley de Memoria Histórica de España.
Las calles Jesús Ferrer Jimeno, Doctor García Castrillo, General Más de Gaminde, Batalla de Balaguer, Batalla de Brunete, Batalla de Teruel, José Calvo Sotelo, Alférez Provisional, Mario César, Juan Saraza Ortiz y María Paz Sanz Tejera, son las once vías que inicialmente han sido propuestas para la modificación de su nombre en la reciente reunión mantenida por el Consejo.
Para mejor ubicación... la calle Juan Fontán de Las Palmas de Gran Canaria une la plaza Schamann (anteriormente plaza Primo de Rivera) con el Colegio de Educación Infantil y Primaria (CEIP) timplista José Antonio Ramos (anteriormente general Francisco García Escámez).

Tal vez no le recuerden en Canarias, aunque en su obituario desde La Falange se resaltara que «fue colaborador de Franco desde la hora inicial del Alzamiento en Canarias. Participó en los trabajos de la madrugada histórica» y que incluso en el periodo republicano «creó una milicia ciudadana que había de oponerse a los desmanes de los que se llamaban republicanos», milicia que según ABC creó en 1933 y con la que se sumó «el mismo día 18 de julio de 1936».

Sobre esa participación en el golpe de Estado en Canarias, El Diario de Burgos le entrevista en septiembre de 1938: «...El capitán don Juan Fontán, de tan activa participación en la iniciación del Glorioso Movimiento Nacional, ha rehusado darnos detalles de su abnegada intervención en aquellos gloriosos días, se ha limitado a decirnos que siendo compañero de promoción del Generalísimo -en el arma de Artillería- y amigo devoto y leal del Caudillo, puso todo su celo y entusiasmo en cumplir al pie de la letra las instrucciones que le fueron transmitidas.
Pero nosotros decíamos que el señor Fontán es persona de gran amistad del Generalísimo, por ser compañero suyo de infancia; que era jefe de "Acción Popular" de Las Palmas y fue uno de los primeros que prestaron fuerzas de su organización al entonces gobernador militar de Las Palmas, General Franco, y que con muchachos de la J.A.P. vestidos de soldados, tomó el señor Fontán parte en la conquista de los primeros edificios oficiales y de los cuarteles de la isla, lo cual decidió con otros esfuerzos, la feliz iniciación del Movimiento Nacional.
Y, por fin, que, si importante fue su actuación en aquellos días históricos, no lo es menos la que actualmente lleva a cabo en fiel cumplimiento de la misión imperial [en los territorios africanos] de España, a la orden del Caudillo».

Pero puede que sólo le conozcan como dueño y director del periódico Acción, presidente del partido Acción Popular (integrado en la CEDA), bibliófilo y prolífico escritor sobre temas africanos durante su etapa como Director General de Marruecos y Colonias, así como efímero procurador en las Cortes franquistas que prácticamente falleció en el escaño.

A su vez, los coleccionistas de anécdotas de la II Guerra Mundial, probablemente asociarán su nombre al fallido intento por evitar el secuestro nocturno del vapor italiano Duchessa d'Aosta y las lanchas alemanas Likomba y Bibundi por un comando británico una noche de 1942.
Y tal vez, incluso puede que algunos historiadores le señalen como autor del dossier con el que Franco negociaba el apoyo a las potencias del Eje a cambio de beneficios en el continente africano.

Decía el BOE tras su fallecimiento: «Reincorporado al Ejército desde el primer instante del Movimiento Nacional, liberó nuestras Posesiones de Guinea, tomando posesión de ellas después de derrotar al barco enemigo Fernando Poo. Fue Gobernador general de aquellos Territorios desde 1937 a 1942, afrontando y venciendo, durante toda esa etapa, obstáculos impuestos por lo excepcional de las circunstancias conjugadas de tiempo y lugar. Abarcó, sin que aquéllos lo estorbaran, las complicadas facetas de la vida colonial, dando extraordinario impulso a todos los órdenes de su economía. Su capacidad de iniciativa acometió y consiguió simultáneamente amplias reorganizaciones, en todos los aspectos de la Administración pública colonial, con palpables mejoramiento en sus distintos ramos».

Así, su paso por Guinea se pierde en el pacto de silencio tras la independencia.
Pero tan solo rascando superficialmente… se obtiene información inquietante:
  1. En "La guerra que vino de África", Gustau Nerín nos recuerda que «En Canarias la revuelta fue a cargo de Franco, con el apoyo de su primo Pacón, del general Orgaz y del también africanista Juan Fontán (que durante la guerra ocuparía el Gobierno General de Guinea). Pacón dirigió la represión contra los izquierdistas que se resistían al golpe. Posteriormente Franco viajó a Marruecos en compañía de su primo para asumir el mando del ejército del protectorado. Orgaz se quedó controlando Canarias», y Juan Fontán -el cual, según el historiador Ricardo de la Cierva, también estaba emparentado con Franco (ambos descienden del matrimonio conformado por Manuel Tomás Franco de la Madrid y Maria de Viñas Freire de Andrade, en el caso de Francisco Franco por vía paterna y en el de Juan Fontán por la materna)-... zarpó con los voluntarios canarios al golfo de Biafra.
  2. Fue uno de los oficiales con mayor rango de la expedición de Voluntarios canarios que invadió el territorio ecuatorial: «Fue designado -publicará en su obituario Falange- en septiembre 1936 para dirigir la expedición a Fernando Poo, con objeto de que en aquellas posesiones no mandaran los rojos», y por su desempeño el Exmo. Cabildo Insular de Gran Canaria le concedió en 1943 la Medalla del ex Combatiente Canario
  3. Como capitán de artillería, con mando en la expedición, no es probable que sea ajeno al hundimiento a cañonazos del buque civil Fernando Poo, con una veintena de muertos. Acción
    de guerra realizada contra un buque civil desarmado y cobijándose -el Ciudad de Mahón- bajo falso pabellón de un tercer país. Miguel  Valverde  Espín, en Los cruceros auxiliares en la Armada nacional. 36-39, razona que ese hundimiento «fue un disparate (...) pues se trataba de una moderna y espléndida motonave recién incorporada al servicio, carente de defensas de ningún tipo (...). Supongo que el Comandante del Ciudad de Mahón no recibiría ninguna felicitación por ello, ya que realizó lo más fácil. Si  todos los buques de la Armada Nacional hubieran procedido igual, la Marina Mercante española habría desaparecido».
  4. Tras el hundimiento del Fernando Poo se produjo el bombardeo de la ciudad de Bata, población civil y carente de defensas.
  5. Luis Vila-San Juan recoge el relato de un viejo colono que afirma: «los canarios se hicieron cargo de cuanto significaba mando. Los presos, hasta entonces respetados, fueron maltratados y apaleados. Los que se habían sublevado (la gente de orden) tratados casi como “nacionales de 2ª clase” o “semirrojos”. (…) Puede decirse que hubo represalia. No cruenta, no como la de Badajoz, pero sí saliéndose algo de la línea moderada que hasta entonces había prevalecido». O como resume Luis Eugenio Togores, académico y declarado falangistas franquista, «se produjo una ligera represión y un cambio total de en los cargos dirigentes de la colonia». Francisco Sánchez Ruano, por el contrario, afirmará que tras la caída de Bata «los prisioneros españoles y guineanos que hicieron los canarios fueron fusilados en su mayoría». Independientemente de la virulencia de la represión (de difícil documentación) que se pudiera ejercer tras la caída del territorio, sí se puede acceder a la labor de Juan Fontán como Instructor en 1936 de las Causas contra los leales a la República, que acabó con 150 coloniales y tripulación del Fernando Poo en el campo de concentración del viejo lazareto de Gando: «Llevábamos algunos meses en Gando cuando llegaron los detenidos en la Guinea española, que procedían de la isla de Fernando Poo y del territorio del Río Muni, a los cuales se habían incorporado los tripulantes capturados del vapor de la Compañía Trasmediterránea, llamado precisamente el Fernando Poo, hundido en las aguas del puerto de Bata. Eran aproximadamente unos ciento cincuenta en total, entre tripulantes y coloniales. De los primeros salieron las bajas más importantes que causó la expedición conquistadora». Entre los casos de más fácil documentación se identifican fallecimientos como el de Manuel Pérez Teira (Santa Isabel 1936) durante la prisión preventiva, el de Jaime Gay Compte (Las Palmas 1939) durante el cumplimiento de condena -o con motivo de su paso por ella como es el caso de Sebastián Nacarino Romero (Valencia 1943)- e incluso fusilamientos como el del practicante de Bata (Las Palmas 1937). En cuanto a la represión que sufrió la población local... es una tarea ímproba y por realizar.


    A la izquierda, cartelera electoral con la candidatura de J. Fontán por Acción Popular en febrero de 1936 y nombramiento como Jefe Provincial de FET y de las JONS en agosto de 1938.
  6. Tras la expedición al golfo de Guinea, Juan Fontán fue ascendido a Teniente Coronel de Artillería y nombrado gobernador del Territorio por el gobierno de Burgos, pasando posteriormente a la Dirección General de Marruecos y Colonias. Y a él correspondió, como Gobernador General y Jefe Provincial de la Falange Española Tradicionalista y de las J.O.N.S. (de octubre de 1937 a enero de 1942) implementar la creación del Tribunal de Responsabilidades Políticas en el Territorio. Las sentencias del Tribunal de Santa Isabel se sumaban a las que pudiera haber instruido por la vía civil, militar y administrativa, quedando constancia en el BOE del ensañamiento con el patrimonio y la memoria de los ciudadanos leales a la República.

«Un día de junio de 1937, la voluntad del Caudillo me designó para un cargo de gran responsabilidad y, desde luego, enormemente superior a mi preparación. En los últimos días de diciembre de 1937 tomaba posesión del Gobierno General de nuestra última colonia del África ecuatorial, y la tomaba bajo la impresión de la vehemencia con que el Caudillo me hablaba de sus preocupaciones por los habitantes de aquellos territorios, de su afán por civilizarlos, por mejorar su vida espiritual y material.
Allí permanecí cerca de cinco años, ...». 
Fragmento de la conferencia "La etnología y la política indígena" pronunciada por J.  Fontán en la Facultad de Medicina de San Carlos (Madrid) el 26 de mayo de 1943.

Desde la Dirección General de Marruecos y Colonias destacaban de la vida de Juan Fontán en Bibliografía colonial: contribución a un índice de publicaciones africanas que «rescatara al frente de una tropa expedicionaria para la buena España el florón de las tierras guineanas».

En este paseo por la vieja calle 19 de septiembre de Santa Isabel resulta difícil precisar cuándo se aprobó el nombre de esa calle en Las Palmas. Pero tenemos nuestra hipótesis: la parcelación inicial de la finca familiar que inició en los años 30 Alfredo Schamann en la meseta alta de Las Rehoyas del desaparecido Ayuntamiento de San Lorenzo quedó truncada con la guerra. Al final de la primera mitad de los años cuarenta, después de la creación del Mando Económico de Canarias, la familia Schamann se anticipa a los propósitos de expropiación de suelo ofertándolo al ayuntamiento. Se inicia así el proceso de consolidación del barrio con la construcción pública de las primeras 56 viviendas unifamiliares del llamado grupo Generalísimo Franco que se entregarían en 1944. A veces olvidamos que el golpe de Estado de 1936, respondió también a lealtades personales, camaraderías cuartelarias, intereses económicos y vínculos familiares. Por ejemplo, el Capitán de complemento de artillería y abogado Francisco Hernández González (Franito): fue golpista y combatiente en la guerra civil... y cuñado de Juan Fontan Lobé. Consejero del Cabildo entre 1936 y 1937, poco después de su cese, la Guinea Española recoge en 1938 un viaje del gobernador Fontán con su esposa, acompañados por «el abogado don Francisco Hernández González, secretario particular del señor Fontán» en sustitución de Gabriel de Armas Medina. Posteriormente, desde los 40 ejercerá como Concejal y Teniente Alcalde del Ayuntamiento de Las Palmas («el alcalde accidental de la ciudad, camarada Hernández González», dirán los periódicos de la época) y finalmente en 1945 será nombrado Alcalde, cargo que ocupará hasta 1953. Eso ya nos da una horquilla temporal. 
Dos notas curiosas sobre el cuñado de Fontán: el imprescindible blog "Memoria e Historia de Canarias" de Pedro Medina Sanabria reproduce algunas de actas de consejos de guerra en los que se involucra Hernández González (incluyendo el juicio al teniente Ayala). El camarada Franito cuenta también -como ilustre Regidor- con su propia calle dedicada al alcalde Francisco Hernández González en Las Palmas desde 1981.

Por su parte, pese a que tanto la capital de Río Muni como la de Fernando Póo dedicaron sendas calles a las fechas en que se adhirieron al golpe de Estado (14 de octubre y 19 de septiembre, respectivamente), en la liberada ciudad de Bata (Río Muni), el Consejo de Vecinos no tuvo a bien dedicar una calle a su libertador.
Al contrario, que el de Santa Isabel (Fernando Poo), que rebautizó en honor al gobernador la calle Extremadura, o el del ayuntamiento de Batete de Claret (Distrito de San Carlos) cuya calle principal pasó a llamarse «Calle Gobernador Fontán».

En el caso de Santa Isabel, ese honor fue retirado años después por las autoridades de la Alcaldía de Malabo, rebautizando la «Calle Juan Fontán» como «Calle Abilio Balboa», en honor del alcalde de Santa Isabel Abilio Balboa Arkins, que al igual que Fontán también había sido procurador en las Cortes franquistas.

Si las autoridades ecuatoguineanas le retiraron la calle a Juan Fontán, ¿por qué Las Palmas habría de mantenérsela?

Aunque para homenajeado, su hermano...: tanto Juan Fontán como su hermano Jesús pertenecieron a la casa militar de Franco, eran insaciables bibliófilos y fueron procuradores en Cortes, pero el Almirante Jesús Fontán Lobé cuenta con una escuela, calle o casa del mar en gran parte de las ciudades portuarias de España. Al fin y al cabo, además de jefe de los servicios secretos de Franco, fue presidente del Instituto Social de la Marina logrando el aprecio de los marineros durante su administración. Pese a que «los historiadores Xavier Casinos y Josep Brunet señalan que el almirante Fontán utilizaba el Banco Pesquero como tapadera de los servicios secretos especiales de los que era su jefe». Estrecho colaborador de Carrero, a él se debe la concepción en plena guerra civil de la metodología de recopilación de información, elaboración de expedientes y difusión de oficio de los mismos con el fin de que se instruyeran las causas de responsabilidades políticas.

Realmente, a ambos hermanos correspondería la organización de la Oficina de Información y Propaganda Anticomunista (OIPA) en sus primeros pasos, «La OIPA, dirigida por el arquitecto canario Laureano de Armas Gourié desde Salamanca, tuvo su bautismo en Vizcaya bajo la batuta de Manuel Maestro Maestro y Eduardo Galán Ruiz. Esta seguirá la metodología de incautación diseñada por el capitán de la Armada adscrito al Cuartel General de Salamanca, Juan Fontán Lobé, que en sus aspectos fundamentales, apenas varió durante el conflicto. Su esencia consistía en señalar dónde y cuándo se habían encontrado todos los documentos de interés, y conservar un número máximo de folletos, revistas o libros, destruyéndose el resto. A continuación deberían separarse los documentos relativos al personal, como eran las listas de afiliados que servían para elaborar fichas directamente, de aquellos otros que necesitaban un análisis más detenido, como la correspondencia o los libros de actas. De todos ellos, se elaborarían tres fichas de referencias por cada persona encontrada en la documentación y, por último, se comunicaría de oficio a los departamentos del Cuartel General cualquier datos de interés que apareciese en el material incautado» recordaba La Provincia-Diario de Las Palmas. Juan Fontán, como compulsivo bibliófilo y escrutador de archivos habría puesto sus conocimientos al servicio de la OIAP, hasta su nombramiento como gobernador, siguiendo su hermano Jesús esa tarea durante décadas en las diferentes evoluciones del servicio, director de la Delegación Nacional de los Servicios Documentales (1964-1967) y de la Sección de los Servicios Documentales de la Presidencia del Gobierno (1967-1977). 
Pero esa.... ya es otra historia.



domingo, 1 de septiembre de 2019

80 años del exilio republicano español

El 1 de abril, aniversario del fin de la guerra española, inició la conmemoración de los 80 años del exilio republicano español. Pero ¿hubo exilio ecuatoguineano a raíz de la victoria de los golpistas el 19 de septiembre?

Lo hubo… y este blog recopila diferentes testimonios.

Es cierto que, al estar el territorio ecuatorial administrado por el Estado español, el mismo no pudo ser receptor de exiliados, como sí lo fue el territorio francés, mexicano o argentino, por ejemplo.

Se dan, sin embargo, diferentes situaciones:

  • Españoles que huyen tras la caída de Bata a través de las fronteras terrestres de Río Muni, iniciando el exilio previo paso -en algunos casos- por la España republicana. 
  • Funcionarios en activo de la administración colonial, que acabaron inhabilitados para el cargo público y se vieron forzados al exilio. Son casos como el de Ángel Miguel Pozanco, secretario del Subgobernador, que falleció en el exilio en Venezuela. O Miguel Hernández Porcel, Subgobernador de la Guinea Continental Española.
  • Funcionarios que pasaron en algún momento por la administración colonial, y acabaron inhabilitados para el cargo público y se vieron forzados al exilio. Son casos como el del doctor Juan BoteLeón Felipe, boticario y administrador del hospital de Elobey que falleció en el exilio en México, Joaquín Mallo, presidente del Consejo de Vecinos de Santa Isabel que falleció en el exilio en Francia, o Guillermo Cabanellas de Torres, exSecretario del Gobierno General de la Guinea Española que falleció en el exilio en Argentina.
  • Guineanos que se encuentran en la península, luchan por la legitimidad republicana, y acaban en el exilio. Son escasos numéricamente, pero hay varios casos, siendo el más llamativo el de Carlos Greykey, quien tras pasar por los campos de internamiento franceses, lucha contra la invasión alemana de Francia y acaba -como el resto de republicanos españoles- confinado en el campo de concentración de Mauthausen. 
  • Tripulación del Méndez Núñez: como recoge Victoria Fernández Díaz en El Exilio de los Marinos Republicanos, a medida que el Gobierno republicano fue perdiendo los puertos, la armada quedó desabastecida ante la neutralidad del resto de países. Antes de quedar a la deriva, se coordinó el abandono de los barcos en puerto extranjero, siendo éstos recogidos por los franquistas y la tripulación confinada en diferentes campos de concentración para pasar posteriormente al exilio. «Para casi 4000 marinos de la Flota Republicana española el exilio empezó en Bizerta. En la mañana del 7 de marzo de 1939 once buques fondearon en su rada. Para poder entrar, las autoridades francesas exigieron la entrega y el desarme total. Inmediatamente se quitaron los cerrojos de los cañones, se trincaron las direcciones de tiro, se llevaron a los pañoles los fusiles, las municiones, las ametralladoras. Se cerraron con llave que custodió el mando francés. También dieron la orden de entregar las pistolas. Según testimonios de muchos marinos prefirieron tirarlas al mar (...) Las autoridades francesas les permitieron empezar a bajar de los buques el día 12. Lo hicieron en varias tandas a lo largo del mes de marzo. Los reúnian con sus petates o maletas en el Arsenal. Muchos de los civiles que desembarcaron no llevaban nada. Según consignan los documentos de la época, entraron en el exilio con las manos vacías. Desde el arsenal todos eran dirigidos a la estación de tren, bajo la atenta mirada de los militares y policías franceses. Próxima estación: el campo de concentración de Meheri Zebbeus». Es el caso, por ejemplo de Ramón Prados Pita, oficial del Méndez Núñez, quien «al final de la guerra salió de España en un buque auxiliar hacia Oran. Allí, sabemos que estuvo en el campo de concentración de Relizane, en la región de Mostaganem. Este campo se abrió en julio de 1939 para trasladar lejos de lugares habitados a los refugiados que llegaron a Oran. En el campo de Relizane, igual que en los de Camp Morand o Suzzoni, las condiciones de vida eran lamentables. Cuando empezó la guerra europea, los españoles fueron encuadrados en Compañías de Trabajadores Extranjeros y mandados a hacer carreteras, a trabajar en las minas o en la construcción del Transahariano en pleno desierto en condiciones infrahumanas (...) En Argelia, Ramón Prados reconstruyó su vida pero falleció, aún joven, en 1954. Fue enterrado en Oran, en el cementerio de Tamashouet en el cuadrado 76, linea 6, tumba 7».

  • Tripulación del buque Fernando Poo superviviente del naufragio en la bahía de Bata. 
  • Condenados por los Tribunales de Responsabilidades Políticas. Funciona en dos vías, ya que por un lado se dan casos de sentenciados a pérdida de sus bienes y destierro de la Guinea Española, y -sorprendentemente- en otros casos la sentencia les condena al destierro de la península al África ecuatorial, en donde se verían obligados a rehacer sus vidas. En la práctica, ambas condenas suponen la imposibilidad de retornar a sus hogares, y con ello el exilio forzado. 
Tribunal Colonial de Santa Isabel
  • Se da una peculiaridad más en el territorio: empezada la purga en la España franquista, al igual que se dan casos de alistamientos en la División Azul para redimir faltas propias o ajenas, hacer méritos y alejar sospechas, igualmente hay quien solicita plaza en la administración colonial. Es el caso, por ejemplo de la familia del canario Matías López Morales, cuyo padre se alistó a sus más de 50 años en el Batallón de Voluntarios enviado a Guinea en el Ciudad de Mahón, para evitar infructuosamente el fusilamiento de su hijo:: «llegando en ese momento un teniente con una botella de coñac y le dijo “Toma muchacho, tómate un buche para que te serenes”. Matías le contestó: “¿Más sereno me quiere? Usted es el que no lo está, yo no bebo nunca y hoy menos lo haré. Estoy escribiendo a mi padre varias cosas, hablando con mi madre que es un ser extraordinario y ha venido a acompañarme hasta el último momento en que me van a asesinar después de estar indultado dos meses y mi padre voluntario sirviendo en Fernando Poo, que con los accidentes que han pasado allí está vivo de milagro. Ya que usted me ha traído el coñac se lo agradezco, yo desearía solo una botella de agua para refrescarme la boca”».

jueves, 29 de agosto de 2019

El caso del barbero

Razonaba Patricio Nbe en su viejo blog que «nunca se ha hablado entre los colonos de las ejecuciones de blancos peninsulares y españoles por parte de sus homónimos que parece ser que hubo en los primeros días de la guerra, ni siquiera de las batallas de la guerra civil en Guinea».

Es cierto; más allá del fusilamiento de Luis González Peña, resulta muy difícil rastrear a los desaparecidos, presos, represaliados o muertos, como tampoco sabemos de los dos soldados indígenas fallecidos en la batalla del río Ekukú.

La caída de Santa Isabel el 19 de septiembre daría lugar a lo que Lorenzo Bela definía con horror como «gran palabra tienen los blancos...» consternado al ver hasta una veintena de europeos detenidos -cosa nunca vista en la Colonia-. De esos veinte y su destino... tan sólo sabemos del tiro accidental que recibió el dueño del Chiringuito.

De igual forma que contábamos en La batalla y los Mártires y en La huida, que fueron 17 los muertos anónimos en el hundimiento del "Fernando Poo".

Esos 17 muertos anónimos están documentados sin muchos detalles tanto por la prensa republicana, como por la prensa del movimiento, ya que la propia "Gaceta de Tenerife: diario católico de información", en su edición del 21 de noviembre de 1936, recoge el relato y fotografías del tercer comandante del "Ciudad de Mahón": Ángel García Uzariaga cuenta que el "Fernando Poo" «rápidamente se hundió, pereciendo ahogados gran número de rojos, entre ellos el cabecilla de la subversión».



Acompaña la narración con una imagen del cuerpo en el agua, de «el cabecilla de los rojos que dirigía el tiroteo desde el "Fernando Poo", en cuya bodega quedó sepultado».

Igualmente, el Capitán Emilio Ley Arata, director de la Trasmediterránea, afirmaba el 12 de noviembre de 1936 en un artículo de La Prensa: «Los oficiales del barco casi todos son rojos. El oficial que se exceptúa de haber estado de parte de los marxistas es el señor Devesa, casado con una joven de Las Palmas, de familia muy conocida. El Capitán del Fernando Póo, don Antonio Pasaje Respeto (sic), estaba también de parte de los rojos. Resultó muerto en el accidente del Fernando Poo el primer maquinista Eduardo Selma, marxista.»

Tras el bombardeo de Bata se sucederán igualmente las detenciones y paseíllos.

Así, tras instruir diferentes causas, del África ecuatorial se deportarían 150 presos para el penal de Gando, entre tripulación superviviente del Fernando Poo, funcionarios y ciudadanos del territorio.

Pero pongamos un ejemplo concreto: El caso del barbero Caparrós.

Sabemos que existió, y que no es un personaje literario de Ángel Miguel Pozanco, ya que son varios los testimonios al respecto.

La crónica franquista otorga precisamente a Caparrós un papel protagónico: «Desde que llegó a Bata [el vapor Fernando Póo], su Comité de control, compuesto de elementos ácratas de Barcelona, que preside un tal Caparrós, se instala en tierra y asume todas las funciones gubernativas. La autoridad de Hernández Porcel está anulada».

El misionero Amalio Esteban asegura en la rectificación de su declaración que junto al motor del bote que le llevó preso al buque Fernando Póo se encontraba «el que llevaba una camisa especie de pijama, el barbero según las señas». Es decir, el barbero Caparrós no era una ficción de Pozanco.

Concuerda con el del grumete Juan Fernández Hermo, de la tripulación del Fernando Póo que declara al Tribunal Militar Territorial 5, en la Causa 24 de 1937, que «al oír el primer cañonazo se refugió en el oficio de 2ª con las camareras» y que «considera como elementos peligrosos al barbero Caparrós y a Antonio Tarí». O el el Médico Antonio Fuertes Villavicencio que se refiere a él en su declaración como «delegado de la F.A.I.».

Igualmente, el segundo Cocinero Fernando Barba Macero declarará a su vez que «el Comité rojo lo formaban el barbero Caparrós, Antonio Tarí, el cuarto Maquinista Filló, el marinero Calvo y el Engrasador Domingo López».

O el tercer oficial Jacinto Devesa Paredes, que «dice haber sido él quien puso la bandera blanca en el asta de popa [del Fernando Poo]», y que «considera el elemento más extremista del barco al Barbero Caparrós.(...) Sabe que andaban con fusil; Manuel Bauzá, Martorell, un cocinero y el barbero (todos desaparecidos)».

Resulta inquietante ese «todos desaparecidos» afirmado por el tercer oficial... especialmente porque la crónica franquista de la jornada recoge que «Desde las mismas lanchas se ordenó a la gente que aparecía sobre cubierta que levantase las manos. Momentos después los soldados estaban a bordo y se les rendían cuarenta tripulantes, entre los que figuraban el capitán Pasajes, el hombre primer oficial Muñoz y el radiotelegrafista Francisco Pérez y Caparrós, presidente del Comité del control».

En cualquier caso, otros desaparecidos fueron incluidos en el auto de procesamiento posterior como "ausentes", algo no que ocurre con Francisco Caparrós.

Francisco G. González, integrante del Batallón de Voluntarios Patriotas de las Palmas, publica la crónica de la toma de Bata en "El Nacionalista". En ella, le dedica un párrafo la ser detenido en el Fernando Póo por los expedicionarios: «Otro tipo tan repulsivo y de más mala entraña es el barbero de a bordo considerado como uno de los principales jefes y portador de cantidad de municiones, pistola y varias bombas. Este pobre iluso que para mayor infortunio suyo, tiene los ojos bastante torcidos, gozaba haciendo sufrir a todas aquellas personas que él consideraba como nacionalistas y por tanto destinadas al sacrificio». 

A su vez, Ángel Miguel Pozanco señala en "Guinea Mártir - Narraciones, notas y comentarios de un condenado a muerte" que Caparrós, del comité de a bordo, fue asesinado por los facciosos cuando el Ciudad de Mahón se dirigía a Santa Isabel:
Nos contaron la manera inhumana con que llevaron a efecto este asesinato los fascistas. Un moro, al conjuro de las palabras "éste, incomunicado", le segó la cabeza de un golpe de alfanje, después de haberle martirizado horrorosamente.
O como relata La Guinea Española en el primer aniversario de la "liberación" de Bata: «Al más cínico-acometivista- provocador y bravucón del Comité del Fernando Póo, tal vez por ser buen manejador de navajas barberas... en aguas mismas de Bata recibió su digno merecido: él que tanto se vanaglorió de que cortaría el cuello a los Padres».

Fueron 150 los presos "coloniales" hacinados en campo de concentración del viejo Lazareto de Gando... pero el barbero Caparrós, nunca apareció.

Imagen del campo de concentración del Lazareto de Gando en Gran Canaria
(Cortesía de Fernando Caballero Guimerá).
En "Los campos de concentración de Franco" de Carlos Hernández de Miguel.

martes, 20 de agosto de 2019

Gran palabra tienen los blancos

«...el ejército nacionalista compuesto
de italianos, alemanes, polacos,
portugueses, rumanos, negros de Fernando Poo,
cuentan desde hace unas semanas...»
La historiografía franquista desvincula a la población local de la guerra civil: sufrirán el resultado del conflicto, pero éste se restringirá a la población europea del territorio en una especie de pacto de silencio tácito para evitar cambios en el statu quo colonial.

Según Francisco Martos Avila, Juez de 1ª Instancia de los Territorios Españoles del Golfo de Guinea, la población local permanecerá como mera espectadora. Lo expresa a través de Lorenzo Bela, el cual «como todos los demás bubis está consternado al ver hasta una veintena de europeos detenidos -cosa nunca vista en la Colonia- y afirman con horror, presos de un incontenible pánico, presagiador de grandes males: "gran palabra tienen los blancos..."».
Según ese relato, la población indígena -militares incluidos- tan sólo habrían sido observadores no participantes de la alternancia entre europeos, y de disputa de «blancos contra blancos», limitándose a respetar a la autoridad de turno.
Concuerda con Ciriaco Bokesa Napo, el cual en El Patio recoge la afirmación de que «como bien se dignaron informarme los octogenarios D. Alfredo Mpesó y D. Carlos Peleté, “la guerra civil española era cosa entre blancos aquí en Santa Isabel; nosotros, los indígenas, pasábamos de ello”».

Pero ¿es eso cierto?

Al igual que cuesta rastrear información sobre el conflicto entre europeos... en lo que a la población local se refiere, ésta está invisibilizada. A través de este paseo por la Calle 19 de Septiembre de la vieja Santa Isabel podemos rescatar indicios de que no fueron meros espectadores.

Armemos el puzzle:

1938. Pza. de Santa Isabel.
Misa de campaña por los muertos en la guerra.

«El ingeniero Luis Sánchez Guerra, gobernador general, asustado por el ambiente levantisco recién importado de la metrópoli,declara el estado de excepción ya el 5 de junio de 1936 y pide urgentemente un barco de guerra para calmar los ánimos. El 24 de junio llega a Santa Isabel el crucero Méndez Núñez».

Nos contextualiza Luis Eugenio Togores Sánchez en "El alzamiento y la guerra en la colonia de Guinea española" (1990): 

«Lo único que enturbió esta tranquilidad en los días que precedieron a la Guerra Civil fueron algunos rumores respecto a un alzamiento nativo, lo que originó el estado de alerta de la Guardia Colonial, y la petición de que fuera enviado un crucero, el Méndez Núñez, a Santa Isabel, donde llegó el 24 de junio.
El pequeño Frente Popular local, incitado por los marineros del Méndez Núñez, acometió algunas acciones, como la realización de un mitin en el que se incitaba a los negros a sublevarse contra los blancos, así como la prohibición de la catequesis y el cierre de algunas iglesias, pero sin llegar a producirse brotes destacables de violencia.

El guineano Donato Ndongo nos narra en estos términos lo ocurrido el día del alzamiento en Santa Isabel: “Cuando se anunció en la tarde del 18 de julio la sublevación de las tropas estacionadas en Marruecos, nadie se inquietó”.

Los coloniales se mantenían tranquilos ante los frentes populistas, salvo en la cuestión de incitar a los negros a la sublevación, en tanto que la Guardia Colonial permanecía fiel al Gobernador. El propio gobernador manifestaba una cierta preocupación en relación a la población negra, como demuestran las siguientes líneas escritas a un amigo: “estamos abocados a que la población negra de las islas y el continente, que suma 150.000, se subleven y nos arrojen al mar sin distinción de banderas”. Primaba el espíritu colonial sobre el metropolitano en amplios sectores de la población».

Tras la toma de la ciudad la noche del 18 de septiembre, cuenta Juan Ramírez Dampierre -Vicecónsul portugues en Fernando Poo-, que: «Los presos políticos en número de cuarenta, están bien guardados y vigilados por las milicias, como también bien tratados, pudiendo recibir de sus casas o pensión las comidas y todo lo que necesiten para su uso personal, pero sin comunicación con el exterior del enorme barracón de cemento, donde se encuentran muy bien instalados bajo rigurosa vigilancia. Entre ellos hay media docena de funcionarios de la Secretaria General del Gobierno, cuatro de la Administración de Hacienda, tres de la Administración de Correos, incluyendo el propio Administrador y varios particulares, algunos sin importancia, además de dos negros. También el capitán del Puerto se encuentra entre ellos, señalado como Gobernador Central Comunista».

Escaramuza de Bolondó
según la iconografía franquista.
El triunfo del golpe de Estado en la isla, genera un levantamiento en armas en el continente que -seguimos con L. Togores- se resolvió «tras un pequeño combate -sólo hubo dos bajas, y ambos nativos de la Guardia Colonial- entre nacionalistas y republicanos cerca de Bolondó, a orillas del río Ekuku, donde el avance de los nacionalistas continentales fue frenado tras ser amenazados con fusilar rehenes, se produce un canje de prisioneros y la salida de los nacionalistas de territorio continental por medio del vapor alemán Wakama y del sueco Aodrin hacia Camerún y Gabón, para luego, con la mayor brevedad, pasar a Santa Isabel».

Como señala Wharton, «a nivel práctico, fue la población nativa la que sufrió las privaciones y bajas de la Guerra Civil, debido a que ambos bandos los reclutaron forzadamente para formar parte de sus tropas como soldados de a pie y a que la escasez de comida afectó fundamentalmente a la población nativa y, en particular, a los niños».

Mientras, según el vicecónsul portugués, en la isla «el número de presos políticos o sospechosos, continúa creciendo y algunos que habían sido puestos en libertad, poco después, por considerarlos inofensivos, fueron de nuevo capturados al hacerse nuevos registros en sus domicilios o por haber nuevas denuncias contra ellos».

Con la llegada del Ciudad de Mahón, se produce el hundimiento del Fernando Poo y el consiguiente bombardeo de Bata. Rodrigo Miralles, testigo del bombardeo escribe al Diario de Almería desde su exilio en Camerún: «Después de bombardear el barco, el Ciudad de Mahón empezó a disparar sobre Bata, sin tener en cuenta que es una población indígena y que los negros están al margen de toda lucha entre nosotros. Poco podíamos hacer con nuestro medio centenar escaso de roñosos mosquetones contra los cañones y ametralladoras del Ciudad de Mahón...».

Cuenta Ángel Miguel Pozanco que «los fascistas, llegados desde Canarias, estaban asistidos por un tabor de regulares, trescientos milicianos falangistas y una centuria de coloniales. Nos fueron hechos varios prisioneros, en los que la sevicia característica fascista se empleó inhumanamente. Resultaron muertos varios europeos e indígenas leales a nuestra causa».

Tras el bombardeo de Bata, las tropas marroquí son desembarcadas, y -según Pozanco- «no respetaron nada ni a nadie». Tras la marcha del Ciudad de Mahón rumbo a Santa Isabel, donde es recibido por las autoridades franquistas, «la nueva guardia marroquí controlaba todo [en la zona continental] y cometió toda clase de abusos incontrolados con los nativos, muchos de los cuales también emigraron al Camerún». En "La guerra que vino de África", Gustau Nerín afirma igualmente que «las razzias alcanzaron la lejana Guinea; allí los áscaris de Ifni se llevaban todo aquello que deseaban de factorías y viviendas», así como que «las violaciones no constituían un mito. Los oficiales de unidades marroquíes permitieron que sus hombres cometiesen abusos sexuales en muchos puntos de Andalucía y también en la Guinea Española».

Gustau Nerín documenta también la huida de los republicanos ante el bombardeo y desembarco en Bata, los cuales «se iban a pie, en condiciones extremas, porque habían abandonado sus hogares lo más rápido posible. Según algunos guineanos, testigos de la huida, había incluso niños blancos desnudos».
El repliegue acaba generando un fuerte tiroteo -cuando el brigada Fontanet, que decide resistir en Ebebiyin, ultimo puesto antes de Camerún,- en el bosque de Kangañe, en la desembocadura del río Utamboni, con bajas en ambos bandos.


Terminado el conflicto armado, nos cuenta Donato Ndongo-Bidyogo en Franco no ha muerto en Guinea Ecuatorial. Proyección del fascismo en el golfo de Guinea entre 1935 y 1945 que «Son de un marcado carácter represivo las primeras disposiciones de la cabeza visible del Nuevo Estado en la colonia, el teniente coronel Luis Serrano, jefe de la Guardia Colonial. Destaca la prohibición del abono de nóminas “sin la presencia del interesado”, orden destinada a suspender de empleo y sueldo a los empleados que hubiesen huido o estuviesen presos, y facilitar la localización de los escondidos; decretó la baja de cuantos funcionarios prestaran sus servicios en la Guinea continental “hasta tanto se depure individualmente su conducta”; el Gobierno General incautó todos los bienes de las “personas desafectas al Movimiento Salvador de España”, consideradas tales los detenidos por haberse opuesto directa o indirectamente a la sublevación. Desde el 20 de octubre, ningún funcionario podía percibir haberes con cargo a los presupuestos generales de la colonia o cualquier otro organismo público, semipúblico o que tuviese préstamos de entidades oficiales, sin antes adherirse al nuevo régimen mediante juramento solemne de “absoluta fidelidad y lealtad”, disposiciones que afectaban por igual a colonos y nativos. Los misioneros claretianos recuperaron el monopolio de la enseñanza y todas las prerrogativas y prebendas de que gozaban antes de la proclamación de la República.

La ordenanza del 28 de septiembre determinó que la enseñanza en la colonia debía responder “a las conveniencias nacionales”; los juegos infantiles, obligatorios, tenderían “a la exaltación del patriotismo sano y entusiasta de la España nueva”, y se debía informar a la autoridad “toda manifestación de debilidad u orientación opuesta a la sana y patriótica actitud del Ejército y pueblo español que siente a España grande y única, desligada de conceptos antiespañolistas que solo conducen a la barbarie”. Al amparo de esta orden, y del bando que había declarado ilegales “la masonería y demás asociaciones de naturaleza secreta”, fueron represaliados muchos auxiliares indígenas que habían mantenido relaciones de amistad o habían protegido de cualquier forma a simpatizantes del Frente Popular, incluidos sus criados y cuantos se mostraron receptivos a las ideas antifascistas, o, simplemente comentaban con desaprobación la brutalidad de la represión desencadenada entre septiembre y diciembre de 1936. Asociaciones clánicas y tribales fueron perseguidas, la religión católica restablecida como única y obligatoria, y algunos jefes de poblado, incursos en cualquiera de las múltiples “responsabilidades” introducidas por la nueva legislación, fueron deportados a la isla de Annobón, de donde muchos no regresaron».
  • Es dificil obtener la información, pero entre esos nativos represaliados estaría, por ejemplo Armengol Nicol, que según el juez Francisco Martos Avila, sufrió una paulatina degradación, física y moral, ya que le «"hicieron mella en su espíritu, blando como la cera, la propaganda del Frente Popular que entonces, durante la figurada estancia de Armengol en España, comenzaba a manifestarse en la Metrópoli". A su vuelta, ese supuesto proceso degenerativo se vería acrecentado: en su malestar el exbecario "empieza a germinar el espíritu rebelde de un descontento, de un injustamente tratado, de un traidor...". En definitiva, se le acabará retirando el reconocimiento de emancipado (lo que supone la muerte civil) y -tras la información de su arresto por apoyo al Gobierno republicano- se pierde su pista...». 
  • Por el contrario, Jesus Maria Bakale estudiante para perito agrícola, «quien había sido becario en España y se le retiró la beca, por sus ideas antimarxistas» según el gobernador Fontán, por lo que a inicios de 1939 le recomendaba para un empleo público. Aunque el periódico La Guinea Española -nada sospechoso de ser pro marxista- en su edición del 28 octubre de 1934 arremetía contra él con un contundente «no hay derecho a que aprovechándose de unas ocasiones o circunstancias saturadas de un nerviosismo acentuado cual es el producido por la actual lucha social que afecta a todas las naciones, se llegue a la villanía de calumniar y mentir de una manera tan desenvuelta como lo hace».
  • O el desconocido guardia colonial Simón N'Ganye Camerún, detenido tras la toma de Bata e internado con los 150 coloniales en el campo de concentración del viejo lazareto de Gando, en Las Palmas. Finalmente, fue juzgado en consejo de guerra el 22 Junio de 1938, en el salón de actos del RIC-39 en La Isleta. Se puso así fin a los casi dos años de prisión entre Santa Isabel y Las Palmas, al ser absuelto por la circunstancia eximente de "obediencia debida" (le ordenaron desarmar a un Oficial que hizo ademán de defenderse antes de su detención, poniéndole el fusil en el pecho).
Razonaba Patricio Nbe en su viejo blog que «nunca se ha hablado entre los colonos de las ejecuciones de blancos peninsulares y españoles por parte de sus homónimos que parece ser que hubo en los primeros días de la guerra, ni siquiera de las batallas de la guerra civil en Guinea», lo cual concuerda con Francisco Sánchez Ruano, quien afirmaba en Islam y Guerra Civil Española: moros con Franco y con la República que tras la caída de Bata «los prisioneros españoles y guineanos que hicieron los canarios fueron fusilados en su mayoría, y si en el caso de los españoles izquierdistas sí puede entenderse en la mecánica represiva de los rebeldes en España y Marruecos, no es fácil comprender el motivo de la represión con los guineanos, pues los negros solían obedecer por simple costumbre a los españoles que mandaban. Pero los rebeldes encargaron al cabo camerunés Bonifacio Bonibey denunciar a todos los guineanos fieles a la República, siendo detenidos y deportados a Annobón».

Y en ese caso, la lista de donantes de las 10.353,65 pesetas para la República, en la que abundaban apellidos de orígen africano y fernandino, como Barleycorns, Roku, Muañache, N'guema, N'sé, Obiang, Esono, Estrada, Modipo, Boneke, Otanga, Bolopá, Eyeme, Eyanga, Ebute, Noula, Upolo..., se convirtió en prueba inculpatoria: nunca fue tan fácil tirar de la manta, como con La Gaceta de Madrid del 5 Noviembre 1936.

O con aquellos que integraban algunos de los talleres masónicos: En el imprescindible Guinea Ecuatorial (des)conocida: (Lo que sabemos, ignoramos, inventamos y deformamos acerca de su pasado y su presente), se recoge cómo la población local en la búsqueda por ascender socialmente en se incorpora a la Logia Fernandina, junto a liberales y republicanos españoles. En PARES tiene ficha del Tribunal Especial para la Represión de la Masonería y el Comunismo, entre otros, Guillermo Barleycorn Beckley (archivada por ser súbdito inglés), Eduardo Barleycorn Atti, los hermanos Abilio y Manuel Balboa Arkins o Daniel Macati Kinson... Especialmente revelador será este testimonio de «Edward Barleykorn, (...) Como de pasada, mencionó que, al final de la guerra civil española, le habían embarcado rumbo a España junto con otros masones. Los masones blancos habían sido ejecutados por los franquistas; él, que pertenecía a una logia de Sierra Leona, quedó libre».

Con respecto a la participación de guineanos como combatientes,«J. Lahsen -aclara Francisco Sánchez Ruano- citó antes a cinco guineanos que combatieron en el 1º tabor de Tiradores de Ifni, episodio de los más ignorados de la guerra, hasta tal punto que los historiadores guineanos desconocen la cifra exacta de los sodados guineanos de Franco, apuntando más de cien. La situación era compleja pues los negros de Guinea hispana no eran personas jurídicas, pese a que la Guardia Colonial -la antigua Guardia Nacional Republicana- pasó al ejército de Franco el 24 de octubre de 1936. No obstante -en la guerra todo es posible por pura necesidad-, el decreto de 29 de agosto de 1936 les permitió su incorporación al Tercio; probablemente porque entonces cualquier español o extranjero podría dar no sólo nombre supuesto sino cualquier nacionalidad y edad. Es por lo que los voluntarios guineanos fueron embarcados en los puertos de Santa Isabel y Bata, desde el 1 de diciembre de 1936, con destino a Marruecos donde los incorporaron a unidades con otros negros de otros países: Mauritania, Senegal y Mali, entonces colonias francesas.»

Es curioso, sin embargo, los testimonios de participación en el frente de los ecuatoguineamos. Aunque fueran pocos, los hubo. Como muestra:

Grey, era una especie de botones, sin horarios. Eso le salvó de trabajar en las duras canteras.
Ahora bien, estaba a la merced de los impulsos asesinos de los oficiales para los que servía.
  • Lucía Mbomío nos cuenta de «uno de los negros que tuvo la desgracia de pasar 4 años de su vida en ese infierno nazi fue José Carlos Grey Molay. En su ficha de entrada ponía que era voluntario español rojo originario de Cataluña. Era negro. En realidad venía de Guinea Ecuatorial, antigua colonia española. Fue a España a estudiar medicina, en Cataluña aprendió el idioma y se integró en el movimiento de defensa de la república. El avance franquista provocó que, como tantos otros, se desplazara a Francia, lugar en el que se integró en la resistencia contra el movimiento de Petain. En 1941 le capturaron y le llevaron a Mauthausen». Saldrá del campo de concentración con la liberación del mismo, apátrida como exiliado republicano y sin una Guinea Ecuatorial a la que regresar. Morirá en los 80 nacionalizado francés.
  • En el otro extremo, Juan Manuel Tray, falangista, veterano y mutilado de la Guerra Civil, que llegó a presentarse -infructuosamente- como voluntario de la división azul. Fue el militar ecuatoguineano de mayor rango en el ejército español, pero el conflictivo proceso de consolidación de la república de Guinea Ecuatorial le costaron su carrera militar. 
Un soldado negro atendido por una enfermera en un hospital de la España franquista. (Fotografía de la BNE incluida en Islam y Guerra Civil Española: moros con Franco y con la República de Francisco Sánchez Ruano)
Tray es el tercero por la derecha. Fotografía tomada en la base aérea de Los Llanos, en Albacete, en el año 1947.

  • Adolfo Obian Biko resume igualmente el caso de Rafael Ndong Asue, el Sargento Guerra Tonga, que «a los 25 años de edad luchó con las tropas nacionalistas del general Franco y dirigió las operaciones militares que dieron lugar a la liberación del Río Muni de las fuerzas republicanas contra Franco en Guinea. Se dice que durante la guerra liberó heroicamente a muchos españoles, entre otros sacerdotes y monjas encarcelados por las tropas comunistas opuestas a Franco en Bata. Su actuación durante la guerra civil le mereció el honor y numerosas condecoraciones militares. (...) En 1957 fue despedido del ejército y confinado en su pueblo natal de Ekumanguma (Río Benito) por haber zurrado a un instructor español de la Guardia Colonial en Akurenám (Rio Muni) (...) Murió en su pueblo un 18 de octubre de 1965, abandonado en la miseria y sin recompensa financiera ni material de España tras 45 años de servicio militar español».

Los denominados "falangistas morenos".
Concluye Donato Ndongo-Bidyogo que «aunque pocos guineanos participaron activamente en la Guerra Civil -tema aún por estudiar en profundidad-, debido a consideraciones demográficas, climatológicas y por el costo del transporte e instrucción, la temprana adscripción de Guinea a la Zona Nacional determinó su clasificación como “territorio de aprovisionamiento”. Sus recursos humanos se aplicaron a la producción de aquellos bienes necesarios para las necesidades de la guerra en la Península». O en palabras de Gustau Nerín, «en Guinea Ecuatorial no se efectuó ninguna leva masiva, ya que la mano de obra autóctona era necesaria para las plantaciones de productos tropicales, que resultaron esenciales para la economía de guerra».

Sobre el uso del territorio ecuatorial como el granero en la retaguardia, lo recogemos en varias entradas del blog, ya que esa labor de financiación tuvo necesariamente que recaer sobre las espaldas de la población local.

Al final, la "gran palabra" no fue sólo cosa de blancos.

Lo que no queda tan claro, es si en el Monumento a los Caídos de Punta Fernanda o en el de Kogo se guarda también memoria por los muertos ecuatoguineanos.

jueves, 15 de agosto de 2019

Els catalans de Guinea

Recordáis nuestra entrada Los catalanes de Fernando Poo?

No podía faltar el programa Els catalans de Guinea de TV3:



Reportatge d'Antoni d'Armengol pel programa "30 minuts" de TV3, emès el 28/07/2014.

El "30 minuts" s'endinsa en l'última etapa colonial a través de la memòria dels catalans. Un equip de reporters recupera imatges inèdites de la vida colonial i de líders guineans. El gener de 1964, ara fa 50 anys, entrava en vigor a Espanya la primera i singular autonomia després de la Guerra Civil. El règim autònom atorgat per la dictadura del general Franco no era per a cap de les nacionalitats que ja l'havien tingut durant la Segona República i que ho havien estat reclamant històricament, sinó per a una de les últimes colònies espanyoles a l'Àfrica, la Guinea Espanyola. El "30 minuts" d'aquest diumenge recupera la veu d'alguns dels catalans que van viure a l'excolònia i moltes de les imatges que van enregistrar amb les càmeres de super-8 que es van començar a popularitzar a l'època. Algunes d'elles són documents històrics d'un valor excepcional, per l'escassetat de fonts documentals de tota mena d'aquell període. 

El documental se centra en el paper que van jugar els catalans en l'excolònia espanyola. De fet, aquesta vinculació comença a la segona meitat del segle XIX, quan uns quants aventurers van a un territori africà pràcticament oblidat per l'administració espanyola. A principis del segle XX, aquests "emprenedors" han establert els seus negocis de cafè, cacau i fusta aprofitant els avantatges del règim colonial i la pressió evangelitzadora dels missioners claretians de Vic, la majoria també catalans. Abans de la guerra espanyola, Barcelona és el principal port d'anada i tornada de mercaderies i passatge a la Guinea Espanyola i, en paraules de l'historiador Jordi Sant, es converteix en la metròpoli colonial. Aquesta vinculació farà que molts guineans vinguin a Barcelona a estudiar i a viure llargues temporades. 

És en aquesta època que empreses catalanes com Frapejo, Vila i Morante, Sumco, Blasco S. A. i moltes altres comencen a crear un imperi econòmic que s'allargarà pràcticament fins al 1969, any en què la dictadura de Francisco Macías expulsa tots els espanyols. 

El documental analitza el període final de la colònia, a través de la memòria de colons, guineans autòctons i alguns dels pocs protagonistes que queden d'aquella època, com el polític Adolfo Obiang Biko, un dels fundadors del Monalige, principal partit independentista guineà, o el comandant de la Guàrdia Civil Luis Báguena. També compta amb la col·laboració dels pocs investigadors que han estudiat l'època colonial, com l'historiador i antropòleg Gustau Nerín i la doctora en Ciències Polítiques de la Universitat Autònoma de Madrid Alicia Campos. Malauradament, ni el polític madrileny Miguel Herrero, un dels redactors de la Constitució guineana del 1968, ni el primer ambaixador espanyol Juan Durán Loriga, han volgut intervenir en el rodatge. 

Per a l'elaboració del programa s'ha fet un extensiu procés de recerca documental de les poques imatges que han arribat fins a l'actualitat. Per això són tan importants les filmacions familiars enregistrades amb les càmeres de super-8. Gràcies a la col·laboració dels antics residents a Guinea s'han pogut recuperar imatges inèdites, no només de la vida quotidiana a la colònia, sinó de mítings polítics, d'alguns dels principals líders guineans, inauguracions d'obra pública, desfilades militars i de la festa del dia de la independència, el 12 d'octubre de 1968.

jueves, 8 de agosto de 2019

... y ¿tomar fotografías?

Embajada de España en 1968,
en el inaccesible paseo
de Punta Fernanda.
Veíamos en Permiso de turismo las limitaciones para la movilidad en el país... Pero ¿y tomar fotografías?

Cuenta Juan Valbuena en Ojos que no ven, corazón que no siente que:

«Ser fotógrafo no ha sido nunca fácil en Guinea Ecuatorial. Controlar la toma y difusión de imágenes parecía  posible a finales del siglo XX. Bastaba con aumentar la vigilancia sobre los fotógrafos extranjeros y legislar cuidadosamente la actividad de los fotógrafos guineanos. El gobierno de Guinea Ecuatorial en su decreto del 20 de mayo de 1991, reguló el Ejercicio de la Fotografía y el Libre Acceso a todos los Lugares de Interés Turístico en el Territorio Nacional. En ese texto, con cinco artículos y tres disposiciones, se anticipaban las grandes cuestiones de nuestro tiempo sobre dónde fotografiar y para qué, también se intentaba discernir entre el turista, el fotógrafo ambulante , el de prensa o el profesional con estudio propio. Papel mojado. El poder de las imágenes da miedo al propio Poder y la arbitraria distinción entre tipos de fotógrafos y sus intenciones es una tarea compleja que propicia el abuso (...)»
En 1998 la revista El Patio,
ya recogía expresiones de malestar.

En un plano más personal, los relatos de turistas y viajeros coinciden con ese análisis.

Así, por ejemplo, Sonsoles Meana narra que «En Guinea Ecuatorial no puedes hacer fotos. Para alguien que quiere recorrer el país, plasmar, recoger con su cámara cada instante, momento, lugar, caras, gestos, miradas es una fustración. Al guineano no le gustan las fotos, si pides permiso, lo más seguro es que te diga que no. Si enfocas con la cámara, empezará a gritar, protestar y no podrás hacer ni una. Una gran parte de la población guineana es policía o ejercito, así que siempre habrá alguien a tu espalda, diciéndote que has fotografiado una institución o lugar público al que está terminantemente prohibido fotografiar. Te pedirá el permiso de turismo permitido o la licencia para hacer fotos o una autorización militar que seguramente no hayas sacado. Siempre te faltará algún documento. Como no he querido tener problemas en un país complicado, no he hecho fotos. Únicamente me he atrevido a fotografiar viejas casas coloniales y algún edificio cuando me he asegurado no tener ningún militar cerca».

Gustau Nerín en Blanco bueno busca negro pobre recoge el testimonio de un Embajador de España en Malabo: «En una ocasión me vi obligado a ir a verlo, con unos compañeros, porque el gobierno del país bloqueaba un proyecto de ayuda que había encargado, justamente, la agencia de cooperación española. Pensábamos que el embajador haría alguna gestión para tratar de desbloquear la situación, pero enseguida nos desanimó, alegando que él no podía hacer nada al respecto. Eso sí, trató de tranquilizarnos, mientras nos empujaba hacia la puerta: "No se preocupen. Éste es un país maravilloso. Vayan a la playa… Hay unas playas magníficas. Y no sufran. Yo responderé por ustedes… Ya haré una carta. Eso sí… por favor… no hagan fotos. La semana pasada expulsaron del país a dos españoles por hacer fotos. Pero paseen tranquilos y pásenlo bien". En ese tiempo yo era tan cándido y tan bobo que no le hice caso y traté de proseguir el proyecto de cooperación».

Experiencias, que cuentan con el respaldo del intrépido Arturo Pérez Reverte en El paraguas de Malabo:

«Ocurrió en Malabo, en 1981. Yo estaba haciendo un reportaje sobre Guinea Ecuatorial. Aparqué mi Land Rover en la Cuesta de las Fiebres, bajé al puerto e hice unas fotos, sabiendo que estaba prohibidísimo. Pero ése era mi oficio. Al regreso, mala suerte, me pararon dos soldados de un puesto de control. Uno era un sargento con muy mala leche, y cuando en África un militar tiene mala leche, y además lleva el casco al revés, tiene amarillo el blanco de los ojos y huele a cerveza, la cosa puede ponerse jodida. Ahorrando detalles, al rato pude largarme con veinte dólares menos y sin los carretes fotográficos. Debía pasar por la embajada para otro asunto, así que allí, charlando con el secretario, referí el incidente. Sin darle mayor importancia, pues que te quitaran el carrete de fotos y no te dieran una paliza, en Guinea, era salir bien librado. Rutina laboral».

O como recalcaba en Guinea Ecuatorial: ahora o nunca, «durante mi estancia en Guinea Ecuatorial he sido víctima de dos incidentes originados precisamente por militares guineanos que no veían el hecho de que fuese español con excesiva benevolencia. Ambos se saldaron con la sustracción de mis carretes fotográficos, con películas que serían “enviadas al mando para que las vea antes de devolvérselas” y que, por supuesto, nunca más volví a ver, aunque el propio Sáenz de Santamaría le pidiera personalmente su devolución al teniente coronel Mba Oñana, inspector general de las Fuerzas Armadas de Guinea, y un joven diplomático de la Embajada de España se jugara el tipo para encontrar a los responsables. Y puedo considerarme afortunado, ya que, según gráfica expresión de un cooperante compatriota, “suerte tuviste de que encima no te majaran a palos”».

Así, aunque el Decreto pareciera dar plena libertad, «(art. 1º) En sus visitas a los distintos lugares de la Geografía Nacional, los turistas podrán libremente sacar fotografías de interés turístico y cultural, con limitación en los lugares estratégicos del Estado: instalaciones militares y de Seguridad Nacional. (art. 3º) Serán de libre acceso todos los lugares de interés turístico de Ámbito Nacional, sin más limitaciones que las comprendidas en el Artículo Primero. (art. 5º) Las personas que cumplan con los requisitos establecidos en el presente Decreto, no podrán ser intervenidas, ni incautado su material fotográfico», en la práctica el uso y costumbre se impone con el respaldo de normas españolas elaboradas durante el franquismo y que se han mantenido subsidiariamente en vigor desde la independencia.






domingo, 4 de agosto de 2019

Permiso de turismo

Todo un mundo lleno de turistas está disfrutando de las vacaciones de verano, y Guinea Ecuatorial es el destino ideal para potenciales viajeros.

Cuenta la Embajada de España en Malabo, que «en la Isla de Bioko es necesario obtener permiso de estas autoridades para visitar algunas zonas de interés turístico, como el Valle de Moka, Ureka y el Pico Basilé.
En cuanto a la Región Continental, se suele exigir una autorización para viajar por zonas turísticas del interior expedida por la Delegación Regional de turismo o, en su caso, por la policía regional de Bata. Esta autorización es necesaria, en todo caso, para viajar a las islas de Corisco y Annobón. Si se viaja a Corisco en algún tipo de embarcación desde Kogo, debe presentarse la autorización ante las autoridades policiales de esta localidad antes de embarcar».

El Gobierno guineoecuatoriano dice lo mismo: «El Ministerio de Cultura, Turismo y Promoción Artesanal, mediante su Dirección General de Ordenamiento Turístico y Estadística, tiene a bien poner al alcance de toda la población interesada en realizar visitas turísticas a las zonas protegidas y demás zonas en general, el formulario oficial para presentar las solicitudes de visita ante el Ministerio».

La picaresca ibérica inicia desde el momento en que hay que tramitar el visado, o se va a cruzar la aduana. En Guinea de Fernando Gamboa, la protagonista -Blanca Idoia- relata su vivencia:

«—¿Motivo de su visita? —preguntó al fin, sin mirarme y sin disimular su desagrado.
—Turismo —contesté con la voz algo temblorosa.
—Nadie viene por turismo a Guinea Ecuatorial —replicó, alzando la vista con suspicacia.
—Entonces, seré la primera.
—¿Y qué más viene a hacer a Guinea Ecuatorial? —insistió.
—Turismo —repetí sin perder la sonrisa, sacando la cámara de fotos del bolso—. Solo turismo.
(...) No contestó y siguió observando páginas en blanco. Sin duda, el tipo debía aburrirse terriblemente el resto del día y le traía sin cuidado la larguísima cola que había aún a mi espalda. Al llegar a mi foto se recreó en la misma, levantó la vista un par de veces para compararme y concluyó: —La mujer de la foto no es usted.
—¿Perdón?
—Digo —repitió, poniéndome el pasaporte a la altura de los ojos— que esta no es usted.
—¡Claro que soy yo! —repliqué desconcertada—. Esa foto no tiene ni una semana.
—La mujer del pasaporte —afirmó sin sombra de duda— tiene el pelo recogido y viste otra ropa. No podía creer lo que estaba oyendo.
—¿Lo dice en serio?
—No puede entrar en el país con este documento —sentenció, haciendo el amago de devolvérmelo. —Un momento, un momento… —mascullé, tratando de darle sentido a aquel absurdo—. La mujer de la foto soy yo, pero el día que me la tomé llevaba el pelo recogido y un abrigo para el frío.
El policía volvió a hojear todo el pasaporte por tercera vez y entonces caí en la cuenta de lo que estaba pasando.
—¿Me permite el pasaporte un momento, por favor?
El aduanero me lo devolvió. Me levanté un poco la blusa, saqué de la riñonera interior que llevaba pegada al cuerpo un billete de veinte euros, lo doblé, lo metí entre las páginas del pasaporte y se lo devolví al policía. Este lo abrió por la página adecuada, se guardó el billete en el bolsillo de la camisa sin ningún disimulo y me estampó el sello de entrada a Guinea Ecuatorial».

Una vez pasada la aduana, la movilidad interior no está exenta de sobresaltos, y en ese sentido comparte Pablo Rabasco su impresión en La garra del bosque. Guinea Ecuatorial, el último intento: «Vamos tarde hacia el poblado. No suele ser buena idea viajar de noche por Guinea Ecuatorial. En la carretera, muchos controles policiales que de día son simples escenografías de poder, pobres caricaturas, de noche adquieren un carácter intenso. El alcohol, la desesperación y la necesidad de reafirmarse hacen que estos militares, policías, o lo que sean, al llegar la noche encuentren un espacio que conjuga juego y fatalismo, un momento en el que por fin son protagonistas. Esta extraña selva se convierte en espectadora. Selva callada, que supura agua oscura y calor. Permanecemos atentos, sumisos y sometidos a una desconfianza latente. Tres controles policiales muy pesados, y otro en el que pasé miedo. Al final llegamos al poblado. Es tarde y hay que localizar al alcalde, al jefe de policía, al jefe de la tribu. Hay que encontrarlos y respetar el orden, la jerarquía, intuir los recelos preexistentes y dejarse llevar por estructuras de poder que, aunque nos resulten ajenas, no dejan de ser reconocibles. Hablamos con el jefe de la tribu, nos da permiso y entramos al pueblo…»

Tras su experiencia en el territorio, Manuel Gutiérrez Aragón escribió igualmente sobre este tema y la picaresca hispánica: «La autopista es de fácil circulación, entre otras cosas porque apenas hay automóviles, pero de vez en cuando aparece una improvisada barrera de latas y troncos con un trapo colgando. Son los abundantes controles policiales, en los que normalmente un uniformado harapiento pide papeles y salvoconductos. No contento con esto, termina diciendo: "¿Y qué hay para mí?". Este tipo de controles -sobre todo en la parte continental del país- puede revestir un carácter conminatorio y amenazador. Así se recuerda a la población que solo se mueve por un favor especial de la autoridad».

¿De dónde vendrá esa necesidad de controlar el desplazamiento por el territorio nacional?

Gustau Nerín recuerda que para realizar el trabajo de campo de Un guardia civil en la selva, tuvo que «superar más de un centenar de controles policiales en las cenagosas carreteras de la selva guineana». En su relato histórico queda igualmente recogida esa situación ya que durante la administración española, «los guardias africanos, por su parte, no tardaron en aprender de sus superiores: solían cometer bastantes robos, sobre todo de cabras y gallinas. Los áscaris (los soldados "indígenas") instalaban barreras en los caminos y asaltaban a quienquiera». Y concluye más adelante que «en la Administración guineana actual no hay ninguna corruptela que no hubiese sido ya inventada por los colonizadores».

Una costumbre que viene de lejos...

Así, con todo, es probable que ese hábito por los controles responda a varios orígenes y uno de ellos lo recoge el semanario Ébano del 12 de octubre de 1940:

«está sujeto a la imperativa obligación, bajo penas y sanciones determinadas en cada caso por los Jefes inmediatos superiores, de dar cuenta a dichos Jefes de los viajes que se hagan y residencias que se fijen, así como de presentarse en esas residencias, ya sean fijas ya accidentales, a los Jefes Locales de la Falange, justificando la estancia y especificando los motivos -oficiales o particulares- del viaje». Firmaba la circular el gobernador general en funciones (en ausencia de Juan Fontán), Víctor Suances Díaz, y -por tanto- en su condición accidental de Jefe Provincial de FET y de las JONS.


Sobre si se puede o no tomar fotografías en espacios públicos... te lo contamos otro día.