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miércoles, 5 de marzo de 2025

El segundo golpe de estado de Franco

Ésta es una gran historia... y además es histórica.

En este paseo por la vieja calle 19 de septiembre de Santa Isabel, relatábamos en El hombre del chiringuito cómo Franco dio un golpe de Estado en Fernando Póo. Pero no fue el único.

Años después dio un nuevo golpe de Estado en el territorio ecuatorial, pero en esa ocasión éste fue fallido.

Lo contaba hace unos años el gran José Eburi Palé en uno de sus apuntes de la serie de Cartas desde el exilio guineano de Libro de Notas:

Un intento de marcha atrás – el otro golpe de Franco

Si hubo una chapuza paradigmática en todo el proceso de la independencia de Guinea esa fue el fallido golpe de estado de marzo de 1969, auspiciado soterradamente por el gobierno español. El irónico calificativo de chapuza podría ser el adecuado de no ser por las consecuencias: la venganza criminal de un demente, la tortura, el martirio y el asesinato de una ingente cantidad de ciudadanos ante la pasividad miserable del gobierno español; que en este caso fue responsable directo, por acción.

A aquellas alturas del proceso guineano el gobierno español comprende que la situación se le ha ido de las manos y que, como consecuencia de su desidia en Guinea, su prestigio internacional corre peligro. Macías ha enviado cartas a la ONU a raíz de los sucesos de la guerra de las banderas en Bata y el tema empieza a conocerse en el exterior. Tanto Carrero Blanco como Castiella ven peligrar su reputación personal y su posición en el régimen. Franco es ya un anciano que tardó solo seis años más en morir, pero aún ostenta el poder y de vez en cuando procura, mediante golpes de efecto bien recordados por todos, que eso quede claro.

Por fin, aunque tardíamente, los ignorantes políticos del “régimen”, que habían desoído clamorosamente las opiniones de todos los conocedores de Guinea, comprenden que Macías es un hombre paranoico, peligroso y que la prensa internacional se hace eco del desastre diplomático en Guinea. La actitud pusilánime de España no pasa desapercibida en los foros internacionales.

Los políticos y ministros guineanos moderados, cabales, la mayoría pro españoles deciden pasar a la acción no sin temor por miedo a su falta de experiencia; toman finalmente la decisión de parar a Macías, amparados por el apoyo tácito y material de España. Ese es el caso de Atanasio Ndongo Miyone, ministro de asuntos exteriores, y de Saturnino Ibongo, embajador de Guinea en la ONU, que por su actividad internacional no han perdido el contacto con Madrid y pasan por aquí a menudo. Los políticos guineanos más preparados y los profesionales cualificados, es decir, lo mejor de la pirámide poblacional guineana están horrorizados por las acciones criminales de Macías; pero cualquier acción que imaginen llevar a cabo no es posible resolverla sólo en territorio guineano y, más aún, sin el asesoramiento y la ayuda material de España. La situación es crítica, el futuro de Guinea y las vidas de muchos ciudadanos depende de que se actúe con rapidez. El asesinato de Bonifacio Ondó y de miles de guineanos anónimos, es ya un hecho conocido internacionalmente.
De las Memorias de estío, de Miguel Herrero de Miñón:

Un mes después, en otra reunión secreta el día 28 de febrero, me comunicaron (Atanasio y Saturnino), que proyectaban la incapacitación de Macías y la formación de un gobierno de salvación nacional. Para ello pidieron y obtuvieron mi colaboración y en mi casa se ajustaron proclamas y calendario.

Los hechos, a pesar del oscurantismo oficial al respecto, vigente todavía hoy, y de los 39 años transcurridos, sucedieron aproximadamente así:

Atanasio Ndongo regresa a Madrid procedente de Etiopía ante las preocupantes noticias de los sucesos de Bata y los baños de sangre ordenados por Macías. Durante los días 28 de febrero y 1 de marzo de 1969, tiene una reunión de varias horas con Fernando Castiella y otra igualmente profusa con Miguel Herrero de Miñón, arriba aludida, en la que se ultiman los detalles del plan de incapacitación de Macías.

El gobierno español, pone a disposición de Atanasio un avión entero de Iberia en el que además de él sólo viajan seis personas, entre otras Saturnino Ibongo, Armando Balboa, director de la TV guineana, y el asesor español de la TVE en Guinea, Luis Carrascosa. La policía “impide” el embarque en el vuelo a Jose Luis Novais, periodista de Le Monde e invitado personal del propio Ndongo.

 

Durante esos dos días, se han producido noticias dignas de mención:

La astucia de Macías brilla una vez más pues, enterado de las intenciones ocultas de España, nuestro sistema de inteligencia situándose siempre al más alto nivel guarda una jugada maestra en la manga y convoca en la tarde del día 4 e inesperadamente un Consejo de Ministros. Macías confiesa en el consejo su imposibilidad personal de acuerdo con España y su decisión de dimitir a favor de Atanasio Ndongo, al cual hace entrega del palacio presidencial. Saturnino, Atanasio y miembros de su confianza se instalan en él y el ambiente se relaja en una celebración improvisada, mientras el palacio es custodiado por la Guardia Nacional de etnia Combe. Macías ha denunciado ante la ONU “agresiones” por parte de las fuerzas españolas, absoluta falsedad por cierto. La agencia PYRESA informa del asesinato de Juan José Bima, español blanco en Rio Muni; la noticia es firmada por Diego Carcedo. Don Juan Durán Loriga, embajador de España en Guinea, es sustituido por Pan de Soraluce, cuya primera medida en Guinea es ordenar el absoluto acuartelamiento de las unidades de la Guardia Civil. Oficialmente, la radio exterior de España difunde la noticia de que la “crisis” con Guinea está resuelta y el viaje de Atanasio se perfila como el final de dicha crisis, que se espera zanjar con algunas mínimas disculpas por parte de Macías al cónsul español en Bata. Atanasio Ndongo llega a Guinea el 3 de Marzo de 1969 y después de una breve escala técnica en Santa Isabel, se dirige a Bata. Ante la negativa inicial de Macías de dar ningún tipo de disculpas al cónsul español, tal y como había prometido, queda implícitamente decidida su destitución por Atanasio, según el acuerdo con Madrid. Atanasio cuenta con la simpatía de la Guardia Nacional y la Guardia Marítima de Rio Benito, mayoritariamente de su misma etnia, Combe.

Macías previamente había organizado en secreto una fuerza de partidarios armados de su misma tribu, al frente de la cual se dirige a palacio a las cuatro de la madrugada. Al llegar a la entrada el desconcierto es general. Macías asesina por su propia mano a los centinelas Combes de la puerta principal y sus mercenarios suben las escalinatas disparando indiscriminadamente. Atanasio Ndongo escucha el escándalo y presa del pánico se arroja por la ventana del despacho presidencial, situado en la primera planta, produciéndose lesiones de gravedad. Hay versiones según las cuales es defenestrado directamente por las juventudes de Macías. Saturnino Ibongo huye despavorido y es alcanzado por un tiro en la nuca. Macías arenga a los miembros del ejército de tierra, de su misma etnia, convenciéndoles de que la marina, mayoritariamente Combe, se había sublevado. Entran en las dependencias sin resistencia alguna y sorprenden a la mayoría de la marinería durmiendo, siendo así asesinados en masa, incluyendo al oficial de guardia.


En la mañana del día cuatro y ajenos a lo ocurrido por el corte de las comunicaciones llega a Bata el avión procedente de Santa Isabel con casi todas las personas convocadas el día anterior por Atanasio Ndongo. Todas ellas fueron detenidas, encarceladas y en pocos días, asesinadas y torturadas. Se detiene también a oficiales españoles, que serán puestos en libertad días más tarde, a cambio de grandes sumas de dinero, que España paga religiosamente.

En la mañana del día cinco la radio oficial da su versión de lo sucedido, obviamente manipulada, falseada y favorable a Macías.

El incidente se salda con cientos de asesinados y torturados, entre otros: Atanasio Ndongo Miyone (Ministro de Asuntos Exteriores) Saturnino Ibongo Yyanga (Embajador de Guinea en la ONU) Armando Balboa Dougan (Director de la televisión guineana) Pastor Torao Sikara (Presidente de la Asamblea Nacional) Gustavo Watson (Diputado) Agustín Nve (Diputado) Enrique Gori Molubela (Presidente de la Diputación de Fernando Poo) Federico Ngomo Mandongo (Presidente de la Diputación de Rio Muni) Edmundo Bosio Dioco (Vicepresidente) La mayoría de Diputados de la “oposición”.

El total de asesinados en esa noche y los días sucesivos, es incalculable. De las Memorias de estío, de Miguel Herrero de Miñón:


...Incomprensiblemente, Ndongo, Ibongo y algún otro conjurado, en lugar de esperarle en Santa Isabel como habíamos acordado, fueron al continente tratando de detenerlo (a Macías).


Esa misma mañana, Macías agradece al nuevo embajador español, Pan de Soraluce, su “neutralidad”, lo cual no le impide horas más tarde acusar a España de organizar el golpe. En España, Fernando María Castiella y Manuel Fraga en el Consejo de Ministros del día 7 de marzo insisten en la no injerencia en los asuntos guineanos y en que mantendrán allí las tropas españolas “_para facilitar el éxodo de la población española_”. Ambas afirmaciones, son colosales embustes y la población española ya había iniciado su éxodo, con ayuda exclusiva de la providencia.

Macías ha entrado marcha atrás en el túnel del tiempo, quemado los puentes y arrastrado a un país entero tras él. Su cólera y su sinrazón llegan al paroxismo absoluto. Decide abolir por decreto la Constitución, que desde un principio despreció, a pesar de Don Antonio García Trevijano. Disuelve la Asamblea Nacional y prohíbe los partidos políticos, creando el partido único nacional (PUN). Prohíbe toda clase de culto religioso que no sea el de sus dioses ancestrales, en especial el culto católico. Encarcela a los sacerdotes negros y expulsa a los blancos. Asesina sin más a los “únicos” cuatro médicos autóctonos existentes en el territorio y expulsa al cuerpo médico español. Vocifera en la radio la vuelta a la medicina tribal y a la brujería ancestral, incorporando en su séquito a un hechicero adivinador de su misma etnia.

Toda esta situación desesperada, injusta y terrorífica es consecuencia de la ineptitud personal, la desidia y la cobardía de una larga lista de personajes incalificables; Franco, Carrero Blanco, Fernando Castiella, Manuel Fraga, Herrero de Miñón, Juan Durán, Pan de Soraluce, Antonio G. Trevijano, Paesa y un largo etcétera. Abandonaron un territorio español y a sus gentes inocentes, vestidas de país nuevo, en manos de un loco, como se abandona una mascota en la carretera un día de verano. No se prestó lícito consejo a tiempo a los políticos serios guineanos, que habían mamado nuestra cultura desde su nacimiento. Que habían estudiado en nuestras universidades, hablaban nuestro idioma desde la cuna, se llamaban Pedro, Juan o Enrique. Eran seguidores del Real Madrid, del Barcelona o del Atlético de Bilbao. Sabían cantar jotas y bailar sardanas. Habían leído a Quevedo, Ortega y Gasset, Bécquer, el ABC, La Codorniz y la Gaceta Ilustrada. Cantaban villancicos y tomaban polvorones en Navidad. A sus hijos les traían juguetes los Reyes Magos y seguían las procesiones en Semana Santa. Hacían quinielas y jugaban a la Lotería Nacional. Escuchaban Radio Nacional de España y el domingo seguían la retransmisión de la liga de futbol. Bebían Soberano, anís Del Mono, Rioja y Alvariño. Se casaban por la iglesia y sus hijos iban al Instituto Nacional Cardenal Cisneros. Habían estudiado latín en el bachillerato, la reválida de cuarto, sexto y Preu, la geografía española, los afluentes del Tajo, del Duero y la lista de los reyes Godos. Conocían nuestro cine y admiraban a Carmen Sevilla, Lola Membrives, Marisol o Lola Flores.

En definitiva, eran tan españoles como cualquiera, porque eso les habíamos dicho durante doscientos años y así lo sentían. Todos ellos, los más conocidos y preparados, murieron torturados, asesinados y fueron exterminados; mientras tanto la madre patria miraba de reojo porque unos cuantos aquí e impunemente decidieron que no eran nadie. Otros muchos miles, no tan conocidos, también murieron por la misma sinrazón.

Los aviones de Spantax y de Iberia comienzan a salir de Santa Isabel con cerca de sesenta personas más de su capacidad a bordo. Un viaje de ocho horas, con el pasillo de los aviones atestados de pasajeros tirados por los suelos, en manga corta, con lo puesto y teniendo que abonar el pasaje a su llegada desesperada a Barajas, Madrid, capital de la patria y reserva espiritual de occidente.

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La mayoría de fotos aportadas provienen del fondo fotográfico de: http://www.raimonland.net/

lunes, 20 de mayo de 2024

El caso del Capitán del puerto

En su informe de 23 de septiembre de 1936, Ramírez Dampierre, habla de un total cuarenta detenidos en la noche del 18 al 19, que los días posteriores se irán incrementando con nuevos arrestos. Entre los mismos, el diplomático luso distinguía, además de tres portugueses, media docena de funcionarios de la Secretaría General del Gobierno, cuatro funcionarios de la Administración de Hacienda, tres de la Administración de Correos, dos negros, el capitán del puerto, y varios particulares.

No sabemos si el desaparecido sargento Núñez estuvo entre estos primeros detenidos, ya que no hay apenas nombres en el relato. En este paseo por la vieja calle 19 de septiembre de Santa Isabel hemos ido desgranando varios de ellos, y aunque nos sigue faltando el nombre del hombre de El Chiringuito (que recibió un tiro en la pierna esa noche), sí tenemos el del Capitán del Puerto.

Se trata de Miguel Morillo Martín-Pinilla, nacido el 18 de febrero de 1905, y que en 1923 opositó con éxito a la Escuela Naval Militar. Una década después -pese a sus deseos de establecerse en París o Londres por una temporada que le escribía a la poeta Mathilde Pomès- el joven alférez de navío de la Armada, de la dotación del cañonero Canalejas, acabó obteniendo la plaza de Ayudante de Marina y Capitán del puerto de Santa Isabel de Fernando Poo en sustitución de Ignacio Martell Viniegras:

«Como resultado del concurso convocado en la Gaceta de Madrid de fecha 7 de Noviembre próximo pasado, para la provisión de la plaza de Capitán de puerto de Santa Isabel de Fernando Poo, ha sido nombrado para desempeñarla el Alférez de Navío D. Miguel Morillo Martín-Pinilla. En previsión de que por cualquier circunstancia vacara de nuevo la referida plaza, se designa a D. Martín Ugalde Echevarría, Oficial primero del Cuerpo general de Servicios Marítimos y Subdelegado Marítimo de Laredo, a quien se confiere esta opción por el plazo máximo de seis meses.
Madrid, 22 de Diciembre de 1934.— El Inspector general, Antonio Nombela

Así, cuando se produce el golpe de Estado del 18 de julio de 1936, se encuentra destinado en Fernando Póo. Y si bien no consta que se involucrara en la creación del Frente Popular local, la historiografía franquista no duda de su apoyo a la autoridad republicana ("Judas auténtico", dirá de él).

Narciso Jesús Nuñez Calvo, en su ponencia Guarnición militar y Fuerzas de Orden Público en Guinea, lo cuenta así: 

El Heraldo de Zamora,
14 de diciembre de 1936.
«En la bahía de Santa Isabel se encontraba fondeado desde el día 24 del mes anterior, el crucero Méndez Núñez, siendo su comandante el capitán de fragata Trinidad Matres García, quien al estallar el alzamiento militar recibió un radio del ministerio de Marina para que regresase a la metrópoli. Sin embargo cuando realizaba el viaje de regreso, ordenaron su vuelta a Santa Isabel, ya que si bien la colonia no se había sublevado contra el gobierno de Madrid la situación se había tornado muy tensa. 

Dado que el comandante del crucero no era de la confianza de la dotación pro‐republicana se procedió en la madrugada del día 29 de agosto a su destitución siendo desembarcado junto a la mayor parte de los oficiales. Recluidos inicialmente los oficiales desembarcados en el palacio del gobernador tuvieron que ser trasladados (...) hasta  una  finca  ubicada  en  Basakato [la de Teodomiro Avendaño]. La conducción se llevó a cabo por fuerzas de la Guardia Colonial bajo el mando del capitán de la Guardia Civil Enrique Pueyo del Val y acompañados del teniente de navío Miguel Morillo Martín, quien por aquel entonces estaba al servicio de la administración colonial».

Por contar con la autoridad y la confianza del Gobernador, probablemente él también es el responsable del cateo de la hacienda de Avendaño, descubriendo los explosivos que había facilitado su vecino de San Carlos, Maximiliano Jones, y las armas con que los oficiales planificaban tomar y destruir el Méndez Núñez.

Los hermanos Salvador y Fernando Moreno de Alborán y Reina le darán igualmente un valor decisivo en La guerra silenciosa y silenciada

«Mientras tanto, en Santa Isabel, el Comandante y los oficiales [del Méndez Núñez] habían hecho reiteradas gestiones reservadas para tratar de hacerse con el buque para la causa nacional con el concurso de un núcleo de civiles y la Guardia Colonial. Los resultados fueron siempre negativos; podía contarse con tres o cuatro civiles, pero nunca con la Guardia Colonial. El capitán de Puerto de Santa Isabel, teniente de navío Morillo, se mantenía fiel al Gobernador y no actuó ni pensaba actuar en favor del Comandante y oficiales del crucero. (...) Más tarde se supo que el entendimiento directo entre el comité del buque, presidido por el tercer maquinista Sierra y el Presidente del Consejo de ministros a través de radio Basile (...) era un hecho conocido por el Ayudante de Marina, teniente de navío Morillo quién mantenía informado al Gobernador. (...) Si en Fernando Poo, el Comandante del Méndez Núñez, capitán de fragata Matres, hubiera contado con el apoyo del teniente de navío Morillo y la Guardia Colonial, podía haberse resuelto el problema. Bastaba con llevar a cabo unas detenciones a bordo y embarcar un pelotón de guardias, para haber incorporado el crucero al Alzamiento y dominado la isla y el continente. Pero no fue así; no pudo contar con la Guardia Colonial y el teniente de navío Morillo era, además, confidente del Gobernador».

Y para que no hubiera dudas de su lealtad, tenía -además- la falta imperdonable de ser uno de los públicos contribuyentes a la donación de las 10.353,65 pesetas para la República, conforme a la Gaceta de Madrid del 5 Noviembre 1936.



Así, no es de extrañar que con el triunfo del golpe de Estado el 19 de septiembre, Luis Serrano Maranges le depusiera nombrando a José González Ramos en su lugar, y Morillo acabara arrestado y encerrado en el enorme barracón de cemento del puerto viejo.

Tuvo, de todo modos, mejor fortuna que el sargento Anastasio Núñez, que desapareció en los «practicamente incruentos "incidentes" de Santa Isabel».

Tras la caída de Bata, fue posteriormente detenido en el crucero auxiliar Ciudad de Mahón. En febrero de 1937 fue trasladado a la prisión militar del Castillo de Santa Catalina en Cádiz. Fue juzgado en Consejo de Guerra (Causa nº 131 de 1937) y condenado en mayo de 1938 a seis meses y un día de prisión, separación del servicio y baja de la Armada.

Mientras se produce su trasladado a Cádiz, y puesto que no está ni entre los 150 coloniales del campo de concentración de Gando, ni entre los repatriados a través de las fronteras con los territorios bajo administración francesa, el gobierno republicano infiere que se ha sumado a los sublevados e Indalecio Prieto decreta su baja definitiva en la Armada, con pérdida de empleo, sueldos, gratificaciones, derechos pasivos, honorarios, condecoraciones y demás prerrogativas o emolumentos que puedan corresponderle...

A pesar de ser la cara de "Judas auténtico" por su lealtad, según la historiografía franquista, en las décadas posterior hay trazos de que comparte actos sociales y eventos fraternos con sus viejos compañeros de promoción.

Finalmente, le perdemos la pista, hasta diciembre de 1978, ya con una nueva Constitución y muerto Franco, en que Gutiérrez Mellado firma la orden por la que se dispone el pase a la situación de "retirado", «con determinación de que, de haber continuado en activo, habría alcanzado, por antigüedad, el empleo de Capitán de Navío, y su retiro por edad le habría correspondido el 18 de febrero de 1969, quedando modificadas en este sentido la Orden Ministerial de 25 de mayo de 1938, que lo dio de baja en la Armada, y la Orden Ministerial número 1.079/77 (D) , de 25 de agosto (D. O. núm. 196) , que dispuso su pase a la situación de "retirado", habiendo perfeccionado catorce trienios de Oficial».

sábado, 23 de julio de 2022

Congosá por Luis García Montero


De paseo por Malabo, Luis García Montero ha inaugurado la Tribuna del Hispanismo y comprometido la creación de un Observatorio del Español en el África Subsahariana.

Igualmente, nos regala el verso libre "Congosá":

Inauguración de la Tribuna del Hispanismo
en el Centro Cultural de España en Malabo.

 La política parece siempre un río revuelto, una corriente de discusiones, enfrentamientos, ruidos, inercias, declaraciones y corrientes de opinión que suele dirigir los debates a zonas interesadas de enfrentamiento. Se trata de tensiones accidentales que encubren los verdaderos motivos de tensión. Por ejemplo, si una fuerza política quiere aprobar una fiscalidad justa para distribuir la riqueza y otra quiere seguir manteniendo los privilegios de las élites sociales, es muy posible que la controversia sobre los impuestos sea desplazada por pases de pecho, picas, pullas manoletinas, estocadas y vueltas al ruedo que tengan que ver con ETA, las víctimas del franquismo, la sexualidad trans o los libros de texto.

Y no es que dejen de tener importancia estos y otros asuntos relacionados con la dignidad democrática. Pero no conviene olvidar en medio de la trifulca que hay intereses centrales dispuestos a ocultar el debate de fondo, aquello que define en realidad las opciones de la política en el presente. No conviene olvidar que las grandes élites económicas están interesadas en comprar comisarios, periodistas y políticos para evitar la pérdida de sus privilegios económicos y obstaculizar cualquier alternativa de gestión que evite el empobrecimiento de la mayoría, las brechas sociales y el aumento descabellado de beneficios en favor de los que más tienen. Todo es importante, pero resulta necesario comprender lo que está en juego de verdad en cada momento.

El ruido y el griterío tiene en ocasiones como aliada a la rumorología, otra buena manta que sirve para cubrir los debates decisivos de la actualidad. En el pichinglis, uno de los idiomas que se hablan en Guinea Ecuatorial, se utiliza la palabra congosá para aludir a la dinámica que convierte a Malabo en un patio de vecinos, el cotilleo convertido en lugar de la verdad para dominar los fluidos de las actualidades. La palabra congosá es una buena aliada para entender la circulación de noticia en las redes sociales y los procesos de comunicación dominados por el vértigo y las interpretaciones. La política se convierte en un patio de vecinos.

Vuelvo a repetir: en los diversos debates hay cuestiones de calado para la dignidad democrática. Tampoco carecen de interés las noticias sobre los motivos de un cese o las razones de un nombramiento. Lo que se sabe, lo que se dice, lo que se calla, lo que se intuye… nada carece de interés. Pero ese interés, convertido en protagonista único de la actualidad, sirve de manera peligrosa para que la congosá olvide el debate principal de la democracia española en el día de hoy y de mañana: la posibilidad de hacer justa la convivencia, limitando los privilegios empresariales y fiscales de unas élites económicas más interesadas en el saldo espectacular de sus beneficios que en el patriotismo del bien común. Mientras que la Unión Europea se mantenga como realidad política, es difícil que esas élites puedan volver a las tentaciones golpistas del pasado, porque se quedarían fuera de juego en su contexto económico. Lo que se ha demostrado ya es que no les importa, si hace falta, llevarse por delante la dignidad de la política, el periodismo y los poderes del Estado.

Por mucho que se empeñen en caricaturizar al presidente Pedro Sánchez y conviertan su apellido en un adjetivo contagioso, a los maniobreros del poder secreto les importa tan poco el presidente como los otros políticos que compran y ponen a su servicio igual que marionetas. Por mucho que pretendan desprestigiar a la vicepresidenta Yolanda Díaz y a su proyecto de sumar en la izquierda, ella les preocupa tan poco como el comisario corrupto que sobornan o el juez que mantienen al servicio de sus intereses. Lo que les importa, ocultos en el ruido y en la congosá, es que de las próximas elecciones pueda salir un gobierno que siga dignificando los contratos laborales, las pensiones y los despidos; un Gobierno que se atreva a acometer la reforma fiscal necesaria para defender los servicios públicos en la nueva crisis económica y política que ha caído sobre el mundo.

Cuidado con la [el] congosá. Que los amigos, los enemigos, los cómplices, los adversarios, los compañeros de viaje o las soberbias personales oculten o se olviden de la discusión principal, supone el mayor peligro para el futuro inmediato del pensamiento progresista español.

Y si os interesa el congosá, no dejéis de leer:

lunes, 15 de marzo de 2021

¿Qué fue de Anastasio Núñez?

Razonaba Patricio Nbe en su viejo blog que «nunca se ha hablado entre los colonos de las ejecuciones de blancos peninsulares y españoles por parte de sus homónimos que parece ser que hubo en los primeros días de la guerra, ni siquiera de las batallas de la guerra civil en Guinea».

En ese sentido, Luis Vila-San Juan recoge el relato de un viejo colono que afirma: «los canarios se hicieron cargo de cuanto significaba mando. Los presos, hasta entonces respetados, fueron maltratados y apaleados. Los que se habían sublevado (la gente de orden) tratados casi como “nacionales de 2ª clase” o “semirrojos”. (…) Puede decirse que hubo represalia. No cruenta, no como la de Badajoz, pero sí saliéndose algo de la línea moderada que hasta entonces había prevalecido». O como resume Luis Eugenio Togores, académico y declarado falangista franquista, «se produjo una ligera represión y un cambio total de en los cargos dirigentes de la colonia». Francisco Sánchez Ruano, por el contrario, afirmará que tras la caída de Bata «los prisioneros españoles y guineanos que hicieron los canarios fueron fusilados en su mayoría».


Juan Ramírez Dampierre, Vicecónsul portugués en Fernando Poo, cuenta en sus comunicaciones: «... hay media docena de funcionarios de la Secretaría General del Gobierno, cuatro de la Administración de Hacienda, tres de la Administración de Correos, incluyendo el propio Administrador y varios particulares, algunos sin importancia, además de dos negros. También el capitán del Puerto se encuentra entre ellos, señalado como Gobernador Central comunista. (...) El número de presos políticos o sospechosos, continúa creciendo y algunos que habían sido puestos en libertad, poco después, por considerarlos inofensivos, fueron de nuevo capturados al hacerse nuevos registros en sus domicilios o por haber nuevas denuncias contra ellos». Y a esos... se sumarían los detenidos tras la caída de Bata.

La represión tomó diferentes formas, pero en lo que a muertes se refiere..., entre las de más fácil documentación se identifican la de Manuel Pérez Teira (Santa Isabel 1936) durante la prisión preventiva, la de Jaime Gay Compte (Las Palmas 1939) durante el cumplimiento de condena -o con motivo de su paso por ella como es el caso de Sebastián Nacarino Romero (Valencia 1943)- e incluso fusilamientos como los del practicante de Bata (Las Palmas 1937) y el del guardia civil Fulgencio Rosique (Granada 1936). Y en cuanto a la represión que sufrió la población local... es una tarea ímproba y por realizar.

Pero.... ¿hubo desaparecidos en el territorio ecuatorial?

Es complicado, ya que al monopolio de la información del franquismo se le suma el pacto de silencio de la transición, el cierre informativo tras la independencia de Guinea Ecuatorial... y el desapego institucional por los archivos de la saliente administración española por parte de la joven república.
De hecho, la crónica franquista nos habla vagamente de «el hombre del chiringuito», del que se informa que recibió un tiro en la pierna en la madrugada del 19 de septiembre de 1936, pero del que no hay constancia del nombre. Nos cuenta igualmente que un número indeterminado (los medios de la época hablaban de 17) de republicanos se ahogaron en el hundimiento del buque Fernando Poo, de entre los que sólo hemos rescatado el nombre del primer maquinista Eduardo Selma, y hay referencias a muertos anónimos en las escaramuzas de Bolondó y Kangañe o en el bombardeo a Bata... y una ambigua alusión a un barbero sin nombre de pila.

Pongamos tan sólo un ejemplo que surge analizando la información dispersa en este paseo por la calle 19 de Septiembre de la vieja Santa Isabel:

Mientras en la crónica franquista lo que predomina es la despersonalización y el anonimato de los republicanos, nos encontramos de pronto con el nombre del sargento Anastasio Núñez, ya que «cuando el propósito de rebelarse transcendió, se les incorporaron los elementos que habían conspirado con Avendaño y con los oficiales del crucero [Méndez Núñez], y entre ellos el cabo de la Guardia colonial Gregorio Aparicio, que logró la adhesión de casi todos los componentes de la Guardia, a excepción de unos pocos, como el sargento Anastasio Núñez».

Basilé, años 30. Al fondo se ve la antena de la radio salvada
por el cabo Aparicio en la madrugada de 19 de septiembre (fondo claretiano).

El sargento tiene, además, la imperdonable falta de ser uno de los públicos contribuyentes a la donación de las 10.353,65 pesetas para la República, conforme a la Gaceta de Madrid del 5 Noviembre 1936.

Cuenta La Guinea Española, que la actuación del cabo Aparicio en la madrugada del 19 era merecedora de una condecoración, ya que «fué un elemento decisivo habiéndose ganado de antemano todos los Guardias indígenas; se apoderó de la Radio de Basilé y al mismo tiempo aseguró el polvorín contra todo evento; fué uno de los que más de cerca siguió observando las manipulaciones tenebrosas del extinguido Frente Popular y porque conocía sus tramas fué quien con más calor y decisión se lanzó a la refriega; por eso aquella entidad lo tenía fichado. Siempre en pie para toda obra de verdadero patriotismo desbarató los planes subversivos del sargento Anastasio Núñez que deseaba hacerse con la guardia indígena para sus combinaciones con el Frente Popular entonces pujante».

De hecho, Anastasio Núñez es el único nombre de los detenidos en esa jornada que quedó recogido en las crónicas públicas.

Pero del sargento Núñez y su «locura furiosa» (sic), no se vuelve a saber nada: se carece de rastros de él en las fuentes accesibles como son los expedientes del Tribunal Regional de Responsabilidades Políticas de Santa Isabel, o en las causas que condujeron a la prisión de los 150 coloniales del campo de concentración de Gando, al igual que en las resoluciones de inhabilitación del gobierno de Burgos, en las esquelas o incluso en las resoluciones de reincorporación al ejercito republicano.

Recordemos que el 17 de octubre de 1936, el vicecónsul británico en Santa Isabel informaba del inicio de la corte marcial a los presos de Rio Muni y Fernando Poo, pese a que la previsión era que se remitieran a éstos a Canarias para ser juzgados: «parece que las sentencias también podrían resolverse aquí. Temo que se tomen medidas muy drásticas en muchos casos».

¿Qué fue del sargento Anastasio Núñez?

La respuesta probablemente esté en La Navaja de Ockham ecuatorial.

martes, 5 de enero de 2021

Los condenados a muerte de Fernando Poo

Razonaba Patricio Nbe en su viejo blog que «nunca se ha hablado entre los colonos de las ejecuciones de blancos peninsulares y españoles por parte de sus homónimos que parece ser que hubo en los primeros días de la guerra, ni siquiera de las batallas de la guerra civil en Guinea», y a su vez, Francisco Sánchez Ruano afirmaba en Islam y Guerra Civil Española: moros con Franco y con la República que tras la caída de Bata «los prisioneros españoles y guineanos que hicieron los canarios fueron fusilados en su mayoría».

Para el académico Max Liniger-Goumaz en su Diccionario Histórico de Guinea Ecuatorial,
 no habría duda: sí hubo ejecuciones tras el triunfo de los golpistas.

Están documentadas muertes extrañas como la del barbero Caparrós, ahogados en el hundimiento del Fernando Poo como el primer maquinista Eduardo Selma, detenidos de los que no se vuelve a saber como el sargento Anastasio Núñez, un accidental tiro en la pierna del dueño del chiringuito en la plaza España, y hay referencias a muertos anónimos en las escaramuzas de Bolondó y Kangañe o en el bombardeo a Bata.... y ante la duda, la lógica nos dice que apliquemos el principio de la Navaja de Ockham ecuatorial; Pero ¿hubo fusilamientos?, ¿cómo saberlo con el paso de los años y las limitaciones informativas propias del territorio?

La memoria histórica en la península ha recaído en gran parte en familiares y vecinos: 
En lo que a los europeos se refiere, la mayoría de los afectados en Guinea carecían de familia y los vecinos estaban comprometidos por un pacto de silencio. Y en cuanto a los ecuatoguineanos... ésa es una tarea ardua por hacer.


El nombre de Fulgencio Rosique Maya se encuentra entre
los 4.000 del muro de la memoria en el cementerio de Granada.

En cualquier caso, fusilados vinculados en algún momento con el territorio ecuatorial hay -lamentablemente- varios. En este paseo por la vieja Calle 19 de Septiembre de la vieja Santa Isabel, hemos recogido algunos de ellos, como el del antiguo gobernador Núñez de Prado en Navarra (-se cree- † 10.09.1936), la del guardia civil Fulgencio Rosique en Granada († 05.08.1936) o la del ex-subgobernador en Annobón Restituto Castilla en Madrid († 08.04.1940). 

Y hay mas... ¿pero con vinculación directa con el golpe de Estado en Santa Isabel y Bata? Alguno hay debidamente documentado que hacen creer que Patricio Nbe y Sánchez Ruano no están desencaminados:

Sí hay constancia, por ejemplo, del fusilamiento del practicante de Río Muni Luis González Peña en Las Palmas († 23.04.1937), al cual -cuatro años después- el Tribunal Regional de Responsabilidades Políticas le condenó a una multa de 5.000 pesetas el 3 de abril de 1940, posteriormente -años después del fusilamiento y multa- fue indultado. O el fusilamiento del abogado Rafael Masiello Guerrero († 02.04.1939) en Cuenca.

O de las cuatro sentencias de muerte por el delito de auxilio a la rebelión en la causa 537/36 a los civiles Generoso Rey García, Gregorio Álvarez Alonso, Vicente Moreno Cancho y Esteban Sánchez Navarro. 
Juan Medina Sanabria, resume en su trabajo Isleta, Puerto de la Luz: campos de concentración:
La Causa contó con el Juez Instructor Comandante de Artillería Antonio Lucena Gómez, y se instruyó para enjuiciar a los anteriormente citados, Directivos del Movimiento rebelde rojo F.P. y ejecutores de actos de violencia en la Guinea Continental, realizadores de incautación del armamento y municiones a los europeos, asaltos a mano armada, apoderándose de vehículos privados, detención de los Misioneros y Religiosas, disparando en la playa contra el buque "Ciudad de Mahón" y las lanchas de expedicionarios que intentaban desembarcar en Bata, etc.
El consejo de guerra se celebra el 3 Noviembre 1938, en el salón de actos del RIC-39, en La Isleta, donde se condena a muerte a cuatro de los implicados, siendo aprobada esta sentencia por el Capitán General Vicente Valderrama, con fecha 23 Noviembre 1938. Dada cuenta la sentencia al Cuartel General del Jefe del Estado, con fecha 3 Octubre 1939, la misma es conmutada por la inferior en grado, pasando las penas de muerte a la de reclusión perpetúa. 
La conmutación de la pena de muerte quedó en 30 años de prisión, la cual fue reducida paulatinamente, incluyéndoles en sucesivas resoluciones de libertad preventiva y reducción de pena en la década posterior. En cualquier caso, el Tribunal Regional de Responsabilidades Políticas igualmente les condenó a la pérdida total de bienes en la Colonia y al destierro de la misma. Y en el caso de Vicente Moreno, la inhabilitación.

Peor suerte tuvo el comerciante Jaime Gay Compte, incluido en la causa 521/36, para quien el fiscal solicitaba la petición de pena de muerte por el delito de rebelión. 
Resumía Francisco Sánchez Ruano:
Presidido por el coronel José de Roas Fernández, actuando como capitán jurídico Ángel Dolla y fiscal Ildefonso Salazar y del Hoyo, quien solicitó una pena de muerte (...). Empero la sentencia rebajaría notablemente estas peticiones (…). El principal beneficiado de la reducción, respecto a la petición fiscal sería el ingeniero Jaime Gay quien vio disminuida su grave situación. Sin embargo no le serviría mucho pues moriría pocos años después víctima de los malos tratos carcelarios.
Así, su pena quedó en 30 años de prisión, que no llegó a cumplir por fallecer durante el complimiento de la misma. Eso sí, cuenta con el habitual expediente de indulto una década después de su muerte en Las Palmas  († 16.04.1939).

Y hubo otros, como Manuel Pérez Teira, tripulante del Fernando Poo, fallecido en prisión preventiva en Santa Isabel († 01.12.1936) que no llegaron a ser juzgados, o como el brigada Sebastián Nacarino Romero que falleció en Valencia († 20.12.1943) tras su paso por prisión.
Y Nacarino, al igual que otros conciudadanos, cuenta con un expediente de indulto posterior a su muerte.

Pero ante la duda... repasa La Navaja de Ockham ecuatorial.



sábado, 18 de julio de 2020

La extraña guerra de Guinea

Afirma José Luis Vila-San Juan en El curioso alzamiento en Guinea: «Muy poco, casi nada, se ha escrito sobre lo ocurrido en Guinea en aquellas fechas de julio de 1936 que conmovieron a toda España. Y Guinea, aunque distante y en África, también era España».

Crónica de la Guerra Española de Codex (1966) es un texto de referencia al que se cita en diferentes entradas. Veamos el texto completo:

España poseía, como un último retazo de lo que fue su vasto imperio colonial de la Edad Moderna, un grupo de islas y un cuadrilátero de tierra continental en los aledaños del ecuador africano los territorios del Golfo de Guinea, hoy autónomos, cuya capitalidad reside en Santa Isabel, una bella ciudad anclada en el costado septentrional de la isla de Fernando Poo.

El alejamiento de la Península, la lentitud de los medios usuales de comunicación -un buque correo mensual que empleaba quince días de navegación desde Cádiz a Santa Isabel-, la especial configuración de su censo demográfico y las singularidades del modo de vivir colonial hacían de la Guinea española un mundo aparte en que parecía incongruente dar cabida a la pasión política. Los escasos 4.000 españoles que se repartían por su paisaje rabiosa y perennemente verde y soportaban los rigores de un clima de invernadero reconocidamente insalubre gozaban, por otra parte, de un standard de vida incompatible con cualquier reivindicación social. Establecido este cuadro, no es de extrañar que los españoles de Guinea permaneciesen durante los dos meses siguientes al 18 de julio en una actitud indefinida, ajenos realmente a la magnitud del drama que había empezado a desarrollarse en la Metrópoli, sin información clara de los hechos ni estímulos para tomar posiciones por sí mismos, y que solamente pequeñas minorías resueltas se decidieran, con evidente retraso, a entrar en acción.

Precisamente el hecho de que españoles de otras islas -las Canarias, apartadas por cierto del escenario de la guerra- interviniesen decisivamente en la toma final de posición de las colonias de Guinea ante el conflicto, así como la fecha en que esta definición empieza a producirse -el mismo día que se preparaba a salir de Mallorca la expedición nacional que iba a reconquistar Ibiza- justifican la inclusión en este capitulo de la crónica del curioso episodio ecuatorial de la guerra de España.

FERNANDO POO Y EL “MENDEZ NUÑEZ”

El ingeniero Luis Sánchez Guerra, gobernador general, asustado por el ambiente levantisco recién importado de la Metrópoli, declara el estado de excepción ya el 5 de junio de 1936 y pide
urgentemente un barco de guerra para calmar los ánimos. El 24 de junio llega a Santa Isabel el crucero Méndez Núñez.

La noticia de la sublevación fue comentada frívolamente el mismo 18 de julio en el bar “Chiringuito”, de Santa Isabel, donde los españoles residentes en la colonia solían reunirse a charlar ante unos vasos de whisky con soda.
El 21, Matres, comandante del Méndez Núñez, pide permiso a Madrid para efectuar, con el gobernador, un recorrido por las islas. Madrid ordena el regreso inmediato del crucero, cuya
marinería revuelta radia el día 23:

“UMRA vigilante. ¡Viva la República!”

El crucero hace escala en Lagos (Nigeria) el 25 de julio. Cuando reposta en Freetown (Sierra Leona) el 28, el comandante se encuentra con un telegrama de Canarias que le insta a incorporarse al alzamiento. El 5 de agosto, con el crucero en Dakar, Madrid se ha enterado de los planes de los oficiales y ordena la vuelta a Fernando Poo, donde se echan anclas el 14 de agosto.

Muy pronto se recibe la orden de entregar el barco a la marinería, que, ante un gobernador general fluctuante, elige como jefe al teniente de navío Bone, El resto de los oficiales son desembarcados y, el 30 de agosto, el barco emprende de nuevo el regreso a la Metrópoli.

Los oficiales desembarcados se fugan a Victoria (Camerún inglés) el 5 de septiembre, y al llegar a Las Palmas el 18, se encuentran allí con Bone, que se había escapado a nado del buque.
El 21 de septiembre, bajo el control de la marinería, el crucero atraca en Málaga y se incorpora a la flota del gobierno.

Mientras tanto, en la lejana colonia -islas y continente- reinaba la incertidumbre, pero no pasaba nada de particular. Por fin, ante la amenaza que suponía la llegada de Barcelona del vapor correo Fernando Poo con un cargamento de armas para el Frente Popular y una tripulación revolucionaria, el jefe de la Guardia Colonial, teniente coronel Luis Serrano, apoyado por un reducido grupo de conspiradores, declara el estado de guerra y se hace con la isla de Fernando Poo en la madrugada del 19 de septiembre.

En el muelle de Santa Isabel, en Fernando Poo, la colonia española en el África ecuatorial, una banda de música Interpreta el Himno de Riego, el himno oficial de la República. Pero la fuerza armada que desembarca y que al momento inicia el desfile no es gubernamental. Son voluntarios y soldados nacionales procedentes de Canarias, que acaban de Incorporar al alzamiento al territorio hermano de la Guinea continental española.

EN LA SELVA

En el territorio continental de la colonia la cosa no fue fácil. El subgobernador, del Frente Popular, se niega a unirse a los sublevados de la isla y el 22 de septiembre hay una escaramuza en plena selva entre los sublevados en Kogo, que avanzan sobre la capital, Bata, y un destacamento gubernamental que sale a su encuentro.
Son blancos contra blancos, ante los indígenas asombrados; pero los fusiles están también en manos de soldados negros. El 30 de septiembre llega a Bata el Fernando Poo, que ha eludido la habitual escala en la isla al ser advertido del triunfo del alzamiento en Santa Isabel. Su famoso envío de armas se reduce a seis fusiles y una pistola.
Pero el gobierno controla todavía la Guinea continental.

Inesperadamente, el 14 de octubre se presenta ante Bata el mercante nacional armado Ciudad de Mahón con una columna de desembarco integrada por 198 voluntarios de Canarias y fuerzas
de Tiradores de Ifni. Una “batalla naval" es necesaria para dominar al Fernando Poo, que, sin artillería, es incendiado y hundido por el Mahón. Y cuando el barco nacional, tras un breve
cañoneo sobre la capital, se disponía a poner rumbo a Santa Isabel, aparece una canoa, con una bandera enorme, desde la que un aragonés vitorea frenéticamente a la Virgen del Pilar. Las
noticias que trae sobre el abandono de la ciudad por los elementos gubernamentales deciden al mando de la columna, que desembarca y se apodera rápidamente de la colonia.

El 15 de octubre, el Ciudad de Mahón llega a la isla sublevada, que le recibe con evidente entusiasmo y con el Himno de Riego muy seriamente entonado.
Aunque no tardaron en surgir raros celos contra los expedicionarios de Canarias, algunos de los cuales acabaron por asentarse definitivamente en la colonia, los nacionales habían incorporado a su alzamiento los lejanos territorios de Guinea.

Salvo el incidente del Himno de Riego, todo sucede en Santa Isabel sin alteración de su calma habitual. Declarado el estado de guerra sin incidentes el 19 de septiembre, casi un mes más tarde la columna de voluntarios canarios que desfila ante el edificio del Gobierno General va a consolidar la alineación de la isla en favor del alzamiento, no sin despertar celos y suspicacias entre los residentes en Fernando Poo que la hablan sumado en su día a la causa nacional. 



miércoles, 22 de abril de 2020

La Navaja de Ockham ecuatorial

Razonaba Patricio Nbe en su viejo blog que «nunca se ha hablado entre los colonos de las ejecuciones de blancos peninsulares y españoles por parte de sus homónimos que parece ser que hubo en los primeros días de la guerra, ni siquiera de las batallas de la guerra civil en Guinea».

Surgen así dudas de qué fue -por ejemplo- del cabo Núñez, del hombre del chiringuito, el exgobernador Núñez de Prado o del barbero Caparrós...
Son cuentas aisladas de un rosario sin nombres, y -por diferentes motivos- resulta difícil documentar su desaparición. No abundan los registros, y éstos no siempre son completos o accesibles, pero -en principio- éstos y otros muchos no constan entre la relación de huidos, ni entre los procesados. Tampoco se encuentran entre los depurados por los golpistas ni entre los que se incorporaron al ejército republicano....

Para el académico Max Liniger-Goumaz en su Diccionario Histórico de Guinea Ecuatorial,
 no habría duda: sí hubo ejecuciones tras el triunfo de los golpistas.

En el discutido diccionario biográfico de la Real Academia de Historia, Cecilio Yusta Viñas reflexiona sobre la "desaparición" del exgobernador Núñez de Prado:
El viernes día 24 de julio de 1936, el Heraldo de Aragón publicó en primera página la noticia del ingreso del general Núñez de Prado en la prisión de Pamplona y decía luego (pág. 4): «Pamplona, 22 (por teléfono). El general Núñez de Prado ingresa en la prisión de San Cristóbal de Pamplona. A las siete y media de la tarde ha llegado a esta ciudad en automóvil, procedente de Zaragoza, el General Núñez de Prado, acompañado por cuatro oficiales que le escoltaban. En calidad de prisionero ha ingresado en la ciudadela a disposición del general militar».
La mera publicación, en aquellos momentos y en una prensa sometida a la férrea censura militar, de que un jefe del Ejército se encontraba encarcelado en Pamplona, que era la sede del cerebro de la sublevación —el general Mola— que había difundido unas contundentes instrucciones de eliminar sin miramientos a los tibios que no estuvieran dispuestos a apoyar la sublevación, equivalía a una sentencia de muerte. Sin embargo, al ser la noticia periodística la última información que existe sobre el general Núñez de Prado y no haber aflorado prueba documental alguna que permita verificar su paradero vivo o su defunción, éste sólo puede ser declarado oficialmente en estado de desaparecido. Pero, si el general no fue objeto de abducción ni sometido a un proceso de sublimación y desaparición espontánea.
Supuesto que en el viaje por carretera de Zaragoza a Pamplona no sufrió daño irreparable y fue depositado en San Cristóbal, cabría esperar que fuera sometido a juicio sumarísimo y fusilado, procedimiento que, por su naturaleza, siempre deja algún rastro documental, como son las actas de la sentencia y fusilamiento. Pero esta vía de investigación está cegada porque, como se ha comprobado, no se localiza en los archivos militares indicio alguno de ello, aunque no se puede descartar que el juicio se celebrara y se ocultara o se hiciera desaparecer la documentación relativa a la causa, una maniobra que tampoco sorprendería a nadie.
Es difícil imaginar, tanto que le dejaran escapar como que el general consiguiera evadirse y que, a salvo en algún lugar seguro, no hubiera dado señales de vida. Es también posible que enfermara y muriese, o que se resbalara en la ducha y recibiera un golpe mortal y tampoco se puede descartar que se suicidara, pero su fallecimiento en estas circunstancias seguramente no hubiera sido silenciado. Analizadas todas las posibilidades, sólo quedan dos: que entregado a alguna cuadrilla de no tan incontrolados asesinos fuera “paseado”, o que fuera sometido a un suicidio asistido en la cárcel, ambos actos, por supuesto, discretamente realizados y oportunamente silenciados.
El principio de la navaja de Ockham establece que «en igualdad de condiciones, la explicación más sencilla suele ser la más probable», por lo que conforme a la reflexión de Yusta, si en ausencia de una instrucción o sentencia que explique la desaparición del sargento Núñez, del hombre del chiringuito, del exgobernador Núñez de Prado o del barbero Caparrós -entre otros-, y si resulta improbable que ésta se explique porque alguno de ellos «se resbalara en la ducha y recibiera un golpe mortal», lo más probable es que fueran represaliados sin ni siquiera molestarse en armar un atrezo jurídico-administrativo.

jueves, 29 de agosto de 2019

El caso del barbero

Razonaba Patricio Nbe en su viejo blog que «nunca se ha hablado entre los colonos de las ejecuciones de blancos peninsulares y españoles por parte de sus homónimos que parece ser que hubo en los primeros días de la guerra, ni siquiera de las batallas de la guerra civil en Guinea».

Es cierto; más allá del fusilamiento de Luis González Peña, resulta muy difícil rastrear a los desaparecidos, presos, represaliados o muertos, como tampoco sabemos de los dos soldados indígenas fallecidos en la batalla del río Ekukú.

La caída de Santa Isabel el 19 de septiembre daría lugar a lo que Lorenzo Bela definía con horror como «gran palabra tienen los blancos...» consternado al ver hasta una veintena de europeos detenidos -cosa nunca vista en la Colonia-. De esos veinte y su destino... tan sólo sabemos del tiro accidental que recibió el dueño del Chiringuito.

De igual forma que contábamos en La batalla y los Mártires y en La huida, que fueron 17 los muertos anónimos en el hundimiento del "Fernando Poo".

Esos 17 muertos anónimos están documentados sin muchos detalles tanto por la prensa republicana, como por la prensa del movimiento, ya que la propia "Gaceta de Tenerife: diario católico de información", en su edición del 21 de noviembre de 1936, recoge el relato y fotografías del tercer comandante del "Ciudad de Mahón": Ángel García Uzariaga cuenta que el "Fernando Poo" «rápidamente se hundió, pereciendo ahogados gran número de rojos, entre ellos el cabecilla de la subversión».



Acompaña la narración con una imagen del cuerpo en el agua, de «el cabecilla de los rojos que dirigía el tiroteo desde el "Fernando Poo", en cuya bodega quedó sepultado».

Igualmente, el Capitán Emilio Ley Arata, director de la Trasmediterránea, afirmaba el 12 de noviembre de 1936 en un artículo de La Prensa: «Los oficiales del barco casi todos son rojos. El oficial que se exceptúa de haber estado de parte de los marxistas es el señor Devesa, casado con una joven de Las Palmas, de familia muy conocida. El Capitán del Fernando Póo, don Antonio Pasaje Respeto (sic), estaba también de parte de los rojos. Resultó muerto en el accidente del Fernando Poo el primer maquinista Eduardo Selma, marxista.»

Tras el bombardeo de Bata se sucederán igualmente las detenciones y paseíllos.

Así, tras instruir diferentes causas, del África ecuatorial se deportarían 150 presos para el penal de Gando, entre tripulación superviviente del Fernando Poo, funcionarios y ciudadanos del territorio.

Pero pongamos un ejemplo concreto: El caso del barbero Caparrós.

Sabemos que existió, y que no es un personaje literario de Ángel Miguel Pozanco, ya que son varios los testimonios al respecto.

La crónica franquista otorga precisamente a Caparrós un papel protagónico: «Desde que llegó a Bata [el vapor Fernando Póo], su Comité de control, compuesto de elementos ácratas de Barcelona, que preside un tal Caparrós, se instala en tierra y asume todas las funciones gubernativas. La autoridad de Hernández Porcel está anulada».

El misionero Amalio Esteban asegura en la rectificación de su declaración que junto al motor del bote que le llevó preso al buque Fernando Póo se encontraba «el que llevaba una camisa especie de pijama, el barbero según las señas». Es decir, el barbero Caparrós no era una ficción de Pozanco.

Concuerda con el del grumete Juan Fernández Hermo, de la tripulación del Fernando Póo que declara al Tribunal Militar Territorial 5, en la Causa 24 de 1937, que «al oír el primer cañonazo se refugió en el oficio de 2ª con las camareras» y que «considera como elementos peligrosos al barbero Caparrós y a Antonio Tarí». O el el Médico Antonio Fuertes Villavicencio que se refiere a él en su declaración como «delegado de la F.A.I.».

Igualmente, el segundo Cocinero Fernando Barba Macero declarará a su vez que «el Comité rojo lo formaban el barbero Caparrós, Antonio Tarí, el cuarto Maquinista Filló, el marinero Calvo y el Engrasador Domingo López».

O el tercer oficial Jacinto Devesa Paredes, que «dice haber sido él quien puso la bandera blanca en el asta de popa [del Fernando Poo]», y que «considera el elemento más extremista del barco al Barbero Caparrós.(...) Sabe que andaban con fusil; Manuel Bauzá, Martorell, un cocinero y el barbero (todos desaparecidos)».

Resulta inquietante ese «todos desaparecidos» afirmado por el tercer oficial... especialmente porque la crónica franquista de la jornada recoge que «Desde las mismas lanchas se ordenó a la gente que aparecía sobre cubierta que levantase las manos. Momentos después los soldados estaban a bordo y se les rendían cuarenta tripulantes, entre los que figuraban el capitán Pasajes, el hombre primer oficial Muñoz y el radiotelegrafista Francisco Pérez y Caparrós, presidente del Comité del control».

En cualquier caso, otros desaparecidos fueron incluidos en el auto de procesamiento posterior como "ausentes", algo no que ocurre con Francisco Caparrós.

Francisco G. González, integrante del Batallón de Voluntarios Patriotas de las Palmas, publica la crónica de la toma de Bata en "El Nacionalista". En ella, le dedica un párrafo la ser detenido en el Fernando Póo por los expedicionarios: «Otro tipo tan repulsivo y de más mala entraña es el barbero de a bordo considerado como uno de los principales jefes y portador de cantidad de municiones, pistola y varias bombas. Este pobre iluso que para mayor infortunio suyo, tiene los ojos bastante torcidos, gozaba haciendo sufrir a todas aquellas personas que él consideraba como nacionalistas y por tanto destinadas al sacrificio». 

A su vez, Ángel Miguel Pozanco señala en "Guinea Mártir - Narraciones, notas y comentarios de un condenado a muerte" que Caparrós, del comité de a bordo, fue asesinado por los facciosos cuando el Ciudad de Mahón se dirigía a Santa Isabel:
Nos contaron la manera inhumana con que llevaron a efecto este asesinato los fascistas. Un moro, al conjuro de las palabras "éste, incomunicado", le segó la cabeza de un golpe de alfanje, después de haberle martirizado horrorosamente.
O como relata La Guinea Española en el primer aniversario de la "liberación" de Bata: «Al más cínico-acometivista- provocador y bravucón del Comité del Fernando Póo, tal vez por ser buen manejador de navajas barberas... en aguas mismas de Bata recibió su digno merecido: él que tanto se vanaglorió de que cortaría el cuello a los Padres».

Fueron 150 los presos "coloniales" hacinados en campo de concentración del viejo Lazareto de Gando... pero el barbero Caparrós, nunca apareció.

Imagen del campo de concentración del Lazareto de Gando en Gran Canaria
(Cortesía de Fernando Caballero Guimerá).
En "Los campos de concentración de Franco" de Carlos Hernández de Miguel.

lunes, 8 de julio de 2019

Congosa y el Chiringuito

La historiografía franquista lo cuenta así:

«¡Tarde histórica ésta del 18 de julio! En el bar “Chiringuito” se bebe “whisky and soda”, el refresco preferido en estas tierras de fiebre. Plantadores negros que desentonan con sus trajes de un blanco nítidos; europeos de atezados rostros; funcionarios del Gobierno, dependientes de las Casas que explotan las riquezas de los bosques…, derrumbados en sillones y mecedoras de junco y paja, hablan en tono indolente, porque hasta las palabras se resienten de la pereza. Y eso que el tema que se debate es de tal calidad, que en un clima europeo encresparía las pasiones y lanzaría a los contertulios unos contra otros.



-El Gobernador lo sabe por las radios -se oye una voz opaca-. Se han sublevado algunos militares…
-¿En Marruecos?-insinúa alguien.
-En Marruecos y también en Canarias…
-Otro 10 de agosto…
-No se sabe bien. Pero me inclino a creer que así sea. Siempre gana el que manda en Madrid. Puede mucho la Puerta del Sol…

La conversación toma otro sesgo. Las cosas de España interesan menos que las cotizaciones del cacao o la deficiencia de los servicios marítimos. Se habla de la próxima llegada del Ciudad de Ibiza, que debe recoger un cargamento de maderas en Río Benito; del Fernando Poo, que en aquellos momentos deja la colonia en viaje para Barcelona…

Encerrado en su despacho del Gobierno, don Luis Sánchez Guerra enjuicia el Alzamiento, de que acaba de tener noticias, con el mismo criterio que los desocupados del bar. Tampoco para él tiene dudas que es una intentona descabellada que se liquidará en unos cuantos días.

Recuerda que todos los intentos militares que hubo en España a partir de la Restauración fracasaron estrepitosamente. La lista es larga: sublevación de Villacampa,en Madrid; de los dragones, en Santo Domingo de la Calzada y Santa Coloma de Farnés; de la guarnición de Badajoz; complot de la noche de San Juan y alzamiento de los artilleros, en el que su padre tuvo una activa parte; episodio dramático de Jaca; intentona de Cuatro Vientos; el 10 de agosto, con Sanjurjo al frente. Fracasos rotundos. El mismo final le aguarda al de ahora.

Así se lo dice al comandante del Méndez Núñez, capitán de fragata don Trinidad Matres, amigo particular suyo, que ha ido a visitarle y que le pide su opinión:

-Créalo, amigo Matres. No pasará más que lo que ya ha pasado. Para usted es una suerte encontrarse aquí, porque así se libra de todo compromiso (…)».